Etiquetar e Interpretar VIII – La Muerte del Relato
❝El individuo es estúpido; la multitud es, por el momento, estúpida,
cuando actúa sin deliberación; pero la especie es prudente y, si se le da tiempo,
en cuanto especie obra siempre bien.❞ Reforma de la representación en la Cámara de los Comunes, siglo XVIII
(A veces las cosas se entrelazan de una manera extraña. Si el escrito anterior no lo hubiera parado, lo hubiera desarrollado por otro camino, pero el haberlo dejado reposar una noche ha dado tiempo para que el cerebro que soy, se percate de ciertas cuestiones que quizás habría pasado por alto. A veces entra alguien y me lleva a escritos previos, relacionados a los presentes, no sé si para hacerme recordar ideas más asentadas y más fundamentadas, puede que no tenga que ver nada con esto. El caso es que ahora todos los escritos parecen más desconectados y desfragmentados. En parte es porque no quiero pasarme todo un día escribiéndolos, para poder dormir mejor. Me llevaron a “el fantasma de la máquina“, en el que trato de fundamentar la ausencia de un agente en el cerebro. En los presentes escritos no lo estoy haciendo, sólo expongo, de momento, las ideas que están barajando algunos neurocientíficos. Este el vídeo de la teorías de Anil Seth, que no lo puse. Retomo el presente escrito como si fuera un punto y aparte del anterior, por ello la extraña forma de empezar. Este escrito es igualmente corto, y algo desconectado del resto, pero creo que el mensaje implícito necesita su propio espacio).
Detengámonos ante la idea que las conexiones del prefrontal y su propia “maduración” no se terminan de formar hasta los dieciocho o veinte años. Esto tiene cinco vertientes (y media). A la vez, y previo a entrar en esas dimensiones, vemos el cómo algo simple como la manera de presentar el cerebro en gráficos está mediado por 1. la forma que queremos vernos como especie, que 2. altera la idea que tenemos del cerebro. Me refiero a la típica gráfica idealizada de un cerebro en su posición normal, tal como está en el cráneo, con su “espléndida” y en, cierta forma, la belleza de la corteza cerebral. El cerebro había que verlo desde abajo, dado la vuelta (vista ventral), donde se aprecian más cosas: la centralidad del tronco y cómo irradian el resto de partes de él, la importancia del tracto olfativo, y en donde a la vez, en la vista rostral y cortado por la mitad, se ve la conexión rápida del tronco con el prefrontal ventral (inferior).
1. La primera consideración (parece sobrar que empiece así, si además ya he puesto el número: es porque yo soy muy visual y una persona que necesita “muchas pistas” para “navegar por los escritos)… la primera consideración es el por qué Sartre se equivoca de manera tan evidente al crear su ontología. Si hubiera contado con los conocimientos que tenemos ahora del cerebro, posiblemente su análisis y sus conclusiones hubieran sido muy distintas. Sartre “coloca” al otro en la exterioridad desde el principio, como alteridad y facticidad, en su visión del ser para-el-otro. Lo hace en su análisis tan literario sobre la mirada (un pequeño substrato de su texto, al final). El otro me mira, prefija lo que soy bajo su mirada, y mi libertad nace y parte de tal “cadena” y alteridad interiorizada: he de pensarme en tanto a cómo soy para el otro (esta mirada explica el superyó, como estructura interna: es lo otro, lo social, lo normativo, como privación y límites de mi libertad, se volverá sobre esto). Pero por cómo se desarrolla el cerebro hay que analizar esta relación con el otro bajo los nuevos conocimientos.
2. La evolución parece no dar una puntada sin hilo, ¡vamos, que lo tiene todo, aparentemente, bien “calculado”! La teoría de la herencia dual (cultura y evolución), basada parcialmente en el efecto Baldwin (estás ideas están desarrolladas en este escrito), donde en la elección de la pareja, se seleccionan los rasgos (fenotípicos, pero también de comportamientos) más “adecuados” o cercanos a los de uno mismo y que serán los que sean los que hereden las siguientes generaciones, nos hace ver de la importancia de la cultura, a la vez de tratar de dejarnos en claro sobre la importancia de la sociabilidad (Kant, y otros tantos pensadores solitarios, no tuvieron hijos). Si el prefrontal está pensado sobre todo para dudar (desconfiar), no conviene que esté activo durante los primeros años. Lo que conviene es que los niños tengan una fe ciega en sus padres, otras personas adultas y de paso en la cultura en la que se nace. De esta manera tal cultura echa unas raíces profundas en su cerebro. Tal metáfora no es vana, cultura proviene de cultivo y de esta el verbo cultivar. El “plan” de la evolución es que interioricemos la cultura en la que nacemos, como para que forme parte de la estructura de nuestros cerebros, ya siendo adultos.
3. Se es antes acto para ser padre, a que el prefrontal termine de madurar. Esto parece “macabro”, pero sigue la misma “lógica” del anterior punto. Si uno es padre antes de que el prefrontal haya terminado de madurar, es muy posible que eso lo termine de provocar (sobre todo en la mujer, dado todos los cambios que produce el embarazo en el cerebro —habría que ver si hay estudios sobre esto, pero aunque no fuese del todo así, podría formar parte de seguir confiando en la propia madre, ahora además como abuela, que la ayudará en la crianza, ligando aún más ese grupo en el que se está, este concepto se llama alomadre e igualmente se extiende al resto del grupo, nos sanguíneo, como aloparientes—, pero lo hace en un momento en el que ya no se hace posible que nazca la individualidad, sino en tanto que su yo dentro de una estructura social, y en tanto que dentro de una cultura en la que ese cerebro ha ido madurando. Analizando este párrafo junto al anterior, explica el tipo de unión que se da entre los cazadores-recolectores. Son una “piña”, son una mente distribuida, no se piensan por separado, sino como formando parte de la comunidad en la que están.
“Para educar a un niño hace falta una tribu entera.” Dicho popular africano
3.5 Lo anterior pone en entredicho el concepto de patriarcado que maneja el feminismo. La cultura, bajo tales parámetros, enraíza tanto al hombre como la mujer en una unidad grupal, con una cultura que termina formando parte estructural del cerebro de todo individuo. Toda posible diferenciación de roles nacen desde una posición natural, que es la base de todo cerebro, en donde las primeras culturas humanas siguen al “pie de la letra” las reglas asentadas en el cerebro profundo y más antiguo, y en donde, en tales principios, no había distancia entre lo genético y la cultura.
4. Uno de mis conceptos —y de los más antiguos— es la idea de los preconcientes. Bajo mis hipótesis, ciertos traumas de la niñez (o por cambios genéticos o epigenéticos durante el embarazo), hacen que a tal humano le “nazca” antes la desconfianza, la duda. ¿Eso crea cambios para que se termine de conectar el prefrontal?, no lo sé. Una de las hipótesis que he manejado, es que lo que sí hace, es hacer que la amígdala esté más activa que sobre la media humana, donde tal parte del cerebro es un tipo de memoria más antigua y básica, ya que controla el miedo (otro modo de desconfianza y duda, como quien dice). Bajo mis supuesto, el hipocampo hace de indexador de la memoria, pero de las que son generadas por la dopamina, como sistema de premio, mientras que la amígdala indexa más la memoria en la que intervengan más las emociones negativas, como así es el caso del miedo. Eso lleva a que crease la hipótesis sobre dos tipos de personalidades básicas, 1. las basadas en la creación de memoria principalmente con el premio, con base de la dopamina, en personas “normales”, frente a 2. personas que parece funcionarles “peor” este sistema, y que basan su aprendizaje a través de los afectos negativos, y que por ello intervenga en cierta forma la adrenalina, o el sistema adrenérgico (el más antiguo y básico), que es el que se activa en estados de alarma. Esto no quiere decir que si un sistema funciona el otro deje de operar, sino que uno se vuelve más central que el otro. Yo sé que “mi” neurotransmisor principal no es la dopamina (más propio de una persona risueña y/o alegre), pues a veces busco más riesgos que la media humana, y dado que es cuando entra en juego el sistema adrenérgico. Si salgo bien parado, eso ha creado un aprendizaje desde el “miedo” o el riesgo” positivo, y si sale mal, desde el miedo negativo. Tal dualidad crea una de las divisiones más aceptadas por la ciencia entre introvertidos y extrovertidos, y que en el primer caso es extrapolable a las personas neuróticas. La base del neuroticismo es la desconfianza, el desapego, la duda. Toda las hipótesis aquí planteadas, puede que fallen en alguna evidencia científica, pero a nivel general, como idea abstracta, “no falla”, porque resulta evidente las diferencias entre tal división dual de los humanos.
Nota: la teoría de los cinco rasgos de la personalidad, pone como uno de ellos la tendencia al neuroticismo, no creo que tal análisis, en donde el quinto sea el neurótico, sea aplicable a los cazadores-recolectores.
5. Está claro que todo ese sistema, el de los dos primeros párrafos, se ha ido al traste, sobre todo en las últimas décadas con los anticonceptivos. Y si nos hemos de remontar hacia atrás, empieza a declinar sobre todo con la Ilustración, bajo el lema de la enseñanza general, y el poner a la razón en primer lugar sobre el resto de las partes del cerebro. Con esto no trato de tomar partido. No quiere decir que antes de la Ilustración las cosas fueran mejor. Lo que si queda claro es que son un tipos de datos a tener en cuenta para diagnosticar el momento actual. El mayor “desbarajuste” sobre ese sistema maquiavélico, “ideado y planificado” por la evolución, es por un lado la idea de la minoría de edad, el sistema de enseñanza tan larga de las últimas décadas en segundo lugar, y por último el de los anticonceptivos. El humano ahora, más que nunca (donde todo esto empezó en la década de los 60), llega a la edad de maduración cerebral del prefrontal, momento en el que de repente cuestiona todo lo dado, no habiéndose “ligado” a una cultura en profundidad o como mucho teniéndola como algo que se habría que tener que superar, dando como resultado a que lo que prima, al final, sea la individualidad, y la desintegración de la estructura social “tradicional”, que las nuevas instituciones tampoco mantienen, pero además, en tanto que estas instituciones tampoco las interiorizan las nuevas generaciones como parte de su estructura mental y social. A mí si me dieran a elegir entre (“tú y la gloria…” se me coló en el cerebro una canción…, la pongo abajo en una revisión muy sugerente, jejeje), si me dieran a elegir entre vivir en una sociedad de cazadores-recolectores, perdiendo la individualidad de la que estoy “infectado”, y la sociedad actual, elegiría lo primero. Pero si me dieran a elegir entre la Edad Media (o cualquier otra) y la actual, elegiría en la que me encuentro (casi todo intelectual desde el Renacimiento renegó de Dios, o incluso lo escupiría en la cara según dijo alguno, poniendo como premisa la rebeldía contra lo “dado”, sea eso Dios o las reglas evolutivas, uniendo así rebeldía con razón —mito de Prometeo, que se puso a favor del hombre, aunque por ello se pusiera contra los dioses—). Pero con lo dicho, quiero hacer ver que vamos hacia el individualismo y la desintegración social, y por ello somos demasiado tendentes al nihilismo social, nihilismo que al interiorizarlo, deviene en trastornos mentales.
Ya fuera de los puntos y a modo de acabar con tales reflexiones. El que el prefrontal no termine de madurar, hasta cierta edad, a la vez tiene una “segunda razón”. Hace que el tallo cerebral se una y cree más conexiones con el cerebro medio o sistema límbico y zonas corticales unidas a este sistema, que son regiones mamíferas y sociales. Lo que potencia la conexión de ese cerebro al grupo, y como para tener la capacidad de formar parte de una mente extendida. Hoy no parece ser distinto, seguimos formando parte de redes sociales (no llevar este término a las nuevas de Internet, más “artificiales”), pero la diferencia es que en el “sistema antiguo” o forma previa, al hacer que el prefrontal no entrase en juego de forma tan “extralimitada”, las conexiones al ser mediadas por el sistema límbico, eran conexiones emocionales, mientras que en el actual modo social, tales conexiones se tratan de hacer fuera de lo emocional y a través de la razón, pero dado que la razón es duda, tales conexiones no son muy fuertes, estables o duraderas. O sea, un individuo en una tribu de cazadores-recolectores está unido emocionalmente a todo el grupo y no se puede desligar de tal emoción, mientras que si el prefrontal entra antes en juego, ya no madurarán primero las conexiones neuronales entre el tallo cerebral y el sistema límbico, entrando por último el prefrontal de forma “errada”, como duda de todo lo dado, haciendo imposible que se den el mismo tipo de grupos sociales basados en la emoción, dado que los propios lazos afectivos igualmente se pueden cuestionar, más si se tiene en cuenta que el “cableado” no se ha fortalecido lo suficiente, como para que por ello se vuelvan más endebles y quebradizos. Esta rotura del tejido cerebral, se hace evidente en la rotura del tejido social de Estados Unidos, que va a la vanguardia de tales tendencias, es menos evidente en España, pues el franquismo frenó el unirnos a tal marcha de la sociedad, es menos evidente en los países en vías de desarrollo, menos aún entre los nómadas, y se hace patente —en tanto que no hay tal rotura— en las cada vez menos tribus de cazadores recolectores que van quedando.
¿No parece evidente que el “sueño de la razón produce monstruos”?, según mi propia visión de tal frase. Última reflexión sobre todo esto. Parece claro que los que idearon la Ilustración y que pusieron “fe” en la razón, pues habría de ser lo que “salvase” a la humanidad de su “barbarie”, no vieron todas las dimensiones de sus “sueños”. Hoy las sociedades modernas son más tendentes al nihilismo y a los trastornos mentales que nunca. El cerebro tenía de pegamento las emociones, pero al dar mayor validez a la razón, la única base para tales cerebros es la duda y por ello la desconfianza y consiguientemente el aislamiento y el individualismo. La cultura no era patriarcado, no era ficción sesgada (aunque la razón lo vea así y tenga sentido), era una necesidad estructural del cerebro, pues las culturas eran las raíces por las cuales esa “tierra” cerebral se cohesionaba en un todo integrado, y a la vez totalizado y echando raíces dentro de lo social. Si la metáfora es el substrato que hace posible la cognición (idea concebida por bastantes pensadores —yo llegué a ella sin saber que ya se le había dado uso—), la narración, el metarrelato, los mitos, era esa misma estructura, pero fuera del cerebro y ya en lo social. A la conceptual idea de la “muerte de Dios” (muerte de la estructura interna, del plan evolutivo), los siguientes siglos, y consecuentemente, trajeron la muerte del metarrelato, de la conexión externa. ¿Cuál cabe pensar que ha de ser el siguiente paso en nuestras sociedades?, ¿un nihilismo más profundo y arraigado, y más trastornos mentales? ¿La razón será capaz por sí sola de salir de tal situación? Fijarse que el la frase de la cabecera ponen más fe a la especie, esto es: al papel que haga la evolución, que a lo que haga el humano y su razón. La multitud seguimos siendo estúpida, pero ahora con conocimientos inútiles, que no sirven para ser más feliz, y que ni sirven para cambiar lo político y los poderes fácticos.
Humano proviene de humus, de tierra, pero no de cualquier tierra, si no por lo que hoy entenderíamos por compost, esa tierra con muchos restos orgánicos, donde fácilmente prosperan casi todas las plantas. El humano no eligió la arena o la roca para definirse, si no esa tierra donde sabía que era fácil que la vida prosperase. Las raíces muertas (las ideas cambiantes) crean el terreno adecuado para las nuevas plantas. Pero sin tales raíces (sin nuevas ideas), la tierra empieza a deteriorarse, y con el paso del tiempo y los efectos del arrastre de las aguas y el proceso del viento, esa tierra se terminará por convertir en arena. El nihilismo, los trastornos mentales, somos el humano en camino de volvernos arena. Gravilla de piedrecitas individuales a las que les será imposible crear cualquier tipo de conexión con el resto de gravilla. Estamos dejando de ser humus, humanos, lo que venga después nadie sabe. “Bienvenido al desierto de la realidad” (Matrix), donde tal desierto son las actuales, fallidas y falsas democracias, y donde la no-violencia niega, de manera fáctica, que para que una planta nazca, otras tienen que morir.
El Ser y la nada, Sartre. Parte 3, Capítulo 1: La mirada (analizando ahora estos textos, me parecen una profecía sobre nuestra actual realidad.)
La mera presencia posible de otra persona hace que uno se mire a uno mismo como un objeto y vea el mundo de uno como le parece al otro. Esto no se hace desde un lugar específico fuera de uno mismo, sino que no es posicional. Este es un reconocimiento de la subjetividad en otros.
Esta transformación es más clara cuando uno ve un maniquí, que confunde a una persona real por un momento.
Mientras ellos creen que es una persona, su mundo se transforma. Los objetos ahora se escapan en parte de ellos; tienen aspectos que pertenecen a la otra persona y que, por lo tanto, no pueden conocerlos. Durante este tiempo uno ya no puede tener una subjetividad total. El mundo es ahora el mundo de la otra persona, un mundo extraño que ya no proviene del yo sino del otro. La otra persona es una “amenaza al orden y la disposición de todo tu mundo … Tu mundo se ve repentinamente atormentado por los valores del Otro, sobre los cuales no tienes control”.
Cuando se dan cuenta de que es un maniquí y no es subjetivo, el mundo parece retroceder y están nuevamente en el centro de un universo. Esto es volver al modo de ser prerreflexivo, es “el ojo de la cámara que está siempre presente pero nunca se ve”. La persona está ocupada y demasiado ocupada para la autorreflexión. Este proceso es continuo, inevitable e ineluctable.
Comentarios