Una Matrix Dentro de Otra Matrix



La existencia [Dasein] del hombre solo puede dirigirse al ente y entrar en él
desde el fundamento originario del carácter manifiesto de la nada.
❞ Heidegger
❝Pensar y amar son cosas distintas. El pensamiento en sí mismo
es inaccesible al amor.❞ Hegel
Pensamos con la lengua, en la lengua y, a menudo,
según la propia lengua.
Herder


(El título debería de ser: Etiquetar e Interpretar VIII – Una Matrix Dentro de Otra Matrix, pues sigo en la octava parte del escrito, pero lo he acortado por que se excedía de los márgenes. Fotografía de la cabecera de la película “Taking The Fall”, 2021).

Un recurso del cine de terror o los thriller es despertar de un sueño, para percatarse que se está dentro de otro, del que de nuevo hay que despertarse. Me imagino que esa era la base para la idea del guion de la película “Origen“, con DiCaprio de protagonista. Ahora imagina un giro en la trama de las películas Matrix. ¿No sería aún más inteligente, por parte de las máquinas, hacer pensar que se podía salir de Matrix, cuando en realidad ese despertar se hacía en otra capa de otra Matrix?, al igual que despertar de un sueño para estar dentro de otro, o pensando en el argumento de “Origen”: sólo estar en una capa más de los sueños inducidos.

Siguiendo esta “lógica”, si el pecado original fue comer del árbol del conocimiento, entonces, ¿no hemos vuelto a morder, en la actualidad y desde la Ilustración, del fruto de otro árbol, estando ahora en el pecado original del pecado original? En realidad en tres capas. Al morder la primera manzana, nos “despertamos” de las reglas instintivas, pero las primeras creencias míticas se basaban en lo que se transmitía de padres a hijos, donde lo central era el lazo sanguíneo, lazo que se manifiesta en las emociones y en el amor. Las grandes religiones adoptaron esa máxima, y así el cristianismo en sus primeras andaduras y hasta el Renacimiento, se basaba sobre todo en la piedad, emoción basada en la empatía, empatía que es instintiva. O sea, el instinto es la empatía, y despertar de ese sueño es la emoción de la piedad. Entonces tenemos que basarse en las emociones era despertar de los instintos, pero en tanto que hay que tener en cuenta que las emociones creaban sentimientos, que nos elevaban fuera de los instintos. El siguiente paso, o despertar, es el de la razón, que “cree” hacerlo de los sentimientos basados en las emociones, que a la vez se basan en instintos. ¿Creemos estar despiertos?, o sólo es otro sueño. (La “genialidad” de la Grecia clásica es que soñó y despertó de todos los sopores en poco tiempo, pues de su filosofía nació el racionalismo, al poner en primer lugar a la razón (logosnous), cuando en Europa esto no sucedió hasta el siglo XV).

Ahora entiendo el idealismo Alemán, por lo tentador que es. Si sólo hay “ensoñaciones”, ¿por qué no idear un buen “sueño”? Incluso he caído en una parte estructural de sus tramas: la polisemia de las palabras. En esta serie de escritos me baso en la polisemia de palabras como “interpretar” y “soñar”. Según sugiero, estamos en el sueño, en tanto que ensoñación de la razón, donde al interpretar la realidad (verla desde uno de sus posibles lados), interpretamos, actuamos, el cómo hemos de vivirla en nuestros comportamientos. Los idealistas hacían esto mismo, así la palabra alemana “aufhebung” puede querer decir: negación, derogación, abolición, que son términos similares, pero también puede querer decir: asunción, elevación, superación y suspensión. Eso provoca que al escribir tal palabra, y dentro de un lenguaje filosófico o poético, donde las propias frases son metáforas o construcciones que no tocan tierra, al usar tal palabra, tenga que ser el cerebro de cada persona el que tenga que darle un sentido. Así en la frase española y de Goya (de la misma época que el idealismo alemán): “el sueño de la razón produce monstruos”, es excesivamente ambigua, como he mostrado, pues incluso monstruo puede querer decir “bestia maligna” o grandiosidad, como cuando de un buen artista, ahora, decimos que es un monstruo, para denotar que es tan bueno que se sale de toda medición. Bajo esta perspectiva, la frase del pintor puede querer decir también, o puede interpretarse, como que “el que sueña a lo grande, llega a ser grande”, traducible por “la grandeza de un hombre se mide por la grandeza de sus sueños”. Bajo tal línea de interpretación, Luther King, al soñar a lo grande era un monstruo. (La siguiente idea me la he “encontrado” al buscar Goya en la Wikipedia española). Incluso las obras que hace un humano son ambiguas, pues de Goya se ha dicho que era “un modelo romántico para los románticos; un impresionista para los impresionistas, Goya más tarde se convirtió en un expresionista para los expresionistas y un precursor del surrealismo para los surrealistas”, según Nigel Glendinning. U otro caso es Alejandro Magno, hoy en parte mitificado, pero sus coetáneos no le deberían de tener mucho cariño, cuando tantos se alegraron de su muerte y persiguieron a los que se posicionaron de su lado en vida (Aristóteles tuvo que huir de Atenas, por haber sido tutor del emperador Alejandro). Cada persona famosa, o del panorama social de cada época, tiene una interpretación dentro de cada uno de los cerebros que la piensa, ya fuera en su momento y en vida, como en la posteridad.

Con todo, se me puede decir: “al llegar a la razón, ya hemos salido de todos los sueños”. Pero mis escritos se basan en que no hay nada fuera del relato, que todo es relato, interpretaciones que hacemos de la realidad (opinión, frente a saber), en donde desde ese momento interpretamos nuestro propio papel dentro del teatro de la vida. En otro caso, del feminismo he dicho que no salen del sueño del patriarcado (su teoría de lo que era Matrix) a la realidad o verdad, sino que su interpretación de la historia y la sociedad, ha creado o está creando un nuevo escenario en el que todos interpretamos ahora un papel nuevo, revisado o distinto. Esto está modulado por un “nuevo diccionario“, de palabras que ahora quieren decir otras cosas, de palabras nuevas y palabras que no hay que decir. Al reestructurar el lenguaje, nuevo etiquetado, el feminismo trata de modular los cerebros individuales, desde las palabras a las emociones —lo que ahora tenemos que sentir— y desde las emociones hacia los instintos (no ocurre así, pero esa es su pretensión). Aquí la realidad hace tope, no hay nada más abajo…, a no ser que uno sea un filósofo idealista o creyente de una religión…, que para el idealismo alemán eran una y la misma cosa (metafísica y/o idea de las “dos verdades“). De hecho tal movimiento nació de la mente de los filósofos y poetas que compartieron una misma universidad (Hegel, Hölderlin, Schelling), y a partir de un manifiesto que crearon las bases de una nueva religión o forma de entender la religiosidad: “el más antiguo programa de sistema del idealismo Alemán“, donde su capitular (palabra polisémica) se basa en “hablaré aquí en primer lugar de una idea que, por lo que sé, todavía no se le ha ocurrido a hombre alguno: hemos de tener una nueva mitología, pero debe estar al servicio de las ideas, ha de llegar a ser una mitología de la razón”. Fijarse en la “genialidad” de intentar engarzar la piedra preciosa que es la razón, en el anillo que es el mito, igualmente fijarse en lo cerca que está todo esto del “sueño” de la monstruosidad del nazismo. Hitler trató de volver a los orígenes, de recrear los mitos, pero mediado por la “razón”, esa que fue tan sistemática como para hacer de la “solución final” un mero problema de gestión muy racionalizada (banalidad del mal, según Hannah Arendt). O sea…, que Hitler fue el sueño hecho realidad del idealismo Alemán, aunque en tanto que tal sueño se volvió una pesadilla.

Bajo lo dicho, ahora repensar la frase de Ignatius que compartí escritos atrás de: “la ambigüedad es la huella de lo eterno”. ¿La racionalizáis, la sentís, llega ahora a algún lugar de vuestros instintos? Con este telón de fondo quiero retomar lo dicho en la entrada «Puntos o líneas; percepción o “verdad”», para cuestionarla.

Remontándonos a los principios humanos, según la teoría de la mente bicameral, el humano creía que su voz interior era la de los dioses, de lo eterno o la de los antepasados. De ser así, cuando más tarde los griegos hablaron de las musas, mediadoras de los mensajes de los dioses, o en la tradición hebraica la idea de que las escrituras eran inspiradas por Dios, que más tarde en el cristianismo ese papel lo hacía el espíritu santo en un Dios que era trino (no he buscado en otras religiones, pero tales ideas han de ser universales), eran posiblemente refiriéndose a ese pasado bicameral. Una línea del pensamiento occidental ha ido o mantenido esta misma idea en distintas versiones. Según un filósofo (no recuerdo quién, pero casi todas las ideas de este tipo suelen ser de la Edad Media –> ya encontré quien lo dijoMalebranche, bajo la teoría llamada ocasionalismo), nuestras acciones las lleva a cabo Dios, y nosotros sólo, con nuestra libertad, dejamos que así sean o no. Es una teoría “elegante” y muy ocurrente, porque de esa manera se mantiene la libertad humana, pero además explica el mal, pues ocurre cuando no dejamos obrar a Dios en su Hacer. La pega es que entonces la libertad sólo “sirve” para hacer el mal, para “pecar” (el lado escatológico y blasfemo de esto es que Dios nos limpia el culo). Otros pensadores decían que nos hablaba, mientras otros decían —en donde Hegel es el colofón de esa línea de pensamiento— que nuestra razón forma parte de Dios, donde todas los módulos de la razón de todos los humanos, es lo que es Dios. Dios meditando y reflexionando sobre la realidad y su propia existencia, tratando de conocerse, a través de una aufhebung dialéctica (suspensión, negación y superación). De ser así, Dios mantuvo en su Juicio y Memoria la palabra alemana aufhebung con tal capacidad de ambigüedad, como para que el idealismo Alemán la usase como base de su filosofía y su poesía.

Aquí viene mi refutación a todo esto…, aunque ¡claro!, cada cual lo dará como válido o no, según su interpretación. Se sabe que cada cerebro trata de mantener su propia integridad, dándose validez, tratando de mantener su identidad. Dado que cada persona es una única apuesta evolutiva, y dado que la evolución es la validación de lo más apto, al validar nuestra identidad seguimos el “guion” del ADN y la evolución, de tratar de ser la apuesta más apta o válida. Siendo así, los sesgos como los de confirmación y de autoservicio, tienen “encontronazos” con la información que nos valide (afirmando, buscando y sólo leyendo lo propio), o en otro caso que invalide otras apuestas (negando la alteridad, a los otros). Se supone que, si tanto este es el “plan” de Dios (en la evolución), como si esta es una parte de Dios pensando en nosotros, entonces, o bien es imposible que esta idea de Dios sea cierta, porque no hay unidad en el pensar humano, o bien sólo está siguiendo varias líneas discursivas (varías líneas de pensamiento en varias tipologías humanas), o de otra manera, como así lo creía Schiller (creo, tengo que confirmarlo), hay varios dioses y en ese caso cada uno tiene su forma de pensar. De facto mi refutación sólo es válida en el primer caso: un solo dios pensando en unidad, pues la co-premisa de los sesgos es lo que lo invalida.

Nota: por poner un ejemplo, yo sigo una de las líneas argumentativas, que se encuentra en Heráclito, Protágoras, Diógenes, Sócrates, Montaigne, Hume, Hobbes, Kierkegaard, Nietzsche, (Dostoyevski), Sartre, Camus, Philippe Muray, Baudrillard (otros varios posmodernistas), Žižek (nombrando sólo los que recuerdo), que es muy posible que sea una línea única, y donde otras personas tendrán a uno o varios de esos pensadores en su propia línea, dado que cada autor contiene en sí mismo varios hilos, y teniendo en cuenta además que tienen infinitas interpretaciones.


Lo anterior sólo era el preámbulo para lo que viene a continuación, donde de aquí para abajo, seguiré con el hilo discursivo de los escritos previos.

De lo dicho arriba, excepto extravíos y atajos, se deduce que no hay nada fuera del relato. El humano quiso negar al instinto (haberlo superado), pero se encontró con las emociones, que en parte también los son, llegando a la razón, pero la paradoja es que no parece que hayamos salido de Matrix. Que toda realidad social siempre está cruzada de lo que creemos que es la verdad, pero que en tanto que está a debate y no nos podemos poner de acuerdo, eso sólo quiere decir que no construimos la realidad social con el conocimiento (empírico), sino con opiniones (conocimientos “cocinados” en cada cerebro), que son múltiples y casi infinitas (más cuantos más humanos, y más cuanto más complejas sean las sociedades). Se vuelve casi real la idea de que la vida es sueño (y los sueños, sueños son) o aquella otra de que “los sueños son el tejido con el que está construido la realidad”. ¿Cómo puede ser esto?, por algo muy simple. La razón, el papel del prefrontal, es el poner las cosas en duda, pero todo animal se define por sus comportamientos (hacen miel y paneles + vuelan = abejas), donde en ese caso el prefrontal hace de no-ser, de negación o puesta en duda de que el humano tenga una naturaleza. Pero la vida se define por la acción sobre el medio, una roca no acciona sobre nada (de forma somera), toda vida produce cambios en su entorno en su hacer, en sus comportamientos. Luego, aunque la razón niegue (no-ser) el ser del en-sí (lo dado, lo natural), no puede no obrar sobre la realidad (tenemos que comer, y resto de maneras de operar como vida), y en tanto que al tenerlo que hacer, ya sale de la negación de ser, para devenir en ser. O dicho de otra forma: tenemos que generar comportamientos, que son afirmaciones de nuestro hacer, que ya nos prefijan un ser. Dado que renegamos de lo instintivo o natural, sólo nos queda el “imponernos unos guiones” de comportamientos o unas costumbres, que ayer eran de una manera y hoy de otra. Aquí cobra sentido la dialéctica hegeliana con respecto a la sartriana. Para Sartre lo principal era la libertad. Esta niega los instintos, y nos dice libres, pero por lo que he argumentado, su dialéctica queda “coja”, pues sólo coloca dos lados del proceso dialéctico, el ser del en-sí (lo dado) y el para-sí o la libertad como negación del en-sí, lo que deviene en que la nada (negación) es lo constituyente de su filosofía. Para Hegel, sin embargo, cada paso dialéctico implica un aufhebung, que niega, pero asume o confirma en una superación el estado previo, donde la síntesis deviene en operar como una nueva fase dialéctica. Esto implica que el ser es su fluir. Cada acción en la vida nos confirma lo que somos, pero a la vez inicia lo que queremos ser desde ese acto o decisión en adelante, pero al ser en un proceso dialéctico, el siguiente acto o decisión vuelve a ser aufhebung (negación y asunción).

Me era complicado hacer ver y entender que el “tejido sobre el que bordamos” esa dialéctica es la narrativa (basado a la vez en la capacidad metaforizante y ambigua del cerebro para referirse a la realidad), pues supuestamente estamos en la edad de la razón y fuera de toda narrativa, pero al final las minorías y el feminismo me van a servir para explicarlo. Bajo mis hipótesis, la dialéctica no se cierra en el tercer paso (tesis, antítesis y síntesis), sino que siempre está anclada en la antítesis, que deviene de esta manera en una manera extraña de síntesis, en tanto que a la vez niega a la razón y al instinto. Me explico. Por un lado tenemos los instintos (tesis) y en su lado totalmente opuesto la razón (síntesis a nivel evolutivo y de desarrollo en un individuo), entre medias se encuentra el sistema límbico, que aufhebung tanto los instintos, como a la razón. No sé si hay alguna palabra que haga todo el papel que hace el término alemán, por eso me veo “obligado” a usarlo, los niega y los asume a la vez dentro de una totalidad. El sistema límbico, niega, asume y supera tanto a los instintos como a la razón. El papel de la síntesis no lo puede hacer la razón (pero lo es en tanto que niega tanto a los instintos como a lo asentado en el sistema límbico, donde se encuentran la mayoría de los sesgos y emociones, como la envidia o los celos), puesto que es negación de ser (fallo en Sartre) y puesto que de ser así da como resultado a las personas psicópatas, con el trastorno narcisista de la personalidad o a los propios autistas, en donde en los tres casos, tales personas no se conectan con el mundo emocional orientado a lo social. Esos tres tipos de humanos (los terceros menos “culpables”), no suelen tener empatía. No son capaces de conectar con el resto de humanos a nivel emocional, creando daños sobre ellos en los dos primeros casos. La conclusión que sale al paso es que si ciertas feministas reniegan tanto de lo emocional (con sus emociones negativas incluidas), como de los instintos, o bien caen en lo psicopático, o bien en el autismo emotivo/cognitivo.

Lo que trato de hacer ver es que el cerebro humano es una dialéctica, donde no va de instintos (tesis), emociones (antítesis) a la razón (síntesis), sino, e interpretando a Hegel y tomando su dialéctica de una totalidad fluida, son dos estados extremos (instintos y razón) que negándose mutuamente como opuestos, devienen en el estado intermedio, que niega tanto a la razón como a los instintos, pero asumiéndolos a la vez dentro de su unidad. Es una conclusión muy intuitiva, toda persona reniega de la gente muy racional o muy instintiva, pero asumiendo que tales opuestos son partes de la propia naturaleza humana. De ser así, la situación actual es una donde se está haciendo demasiado énfasis en la razón, cuando en realidad somo seres emocionales. Queremos equilibrar la balanza, pero la actual narrativa, no nos lo permite. Esto me lleva a cómo se construye un relato y cómo nos (con)forma.

Al nacer el humano opera con sus instintos, todo lo que hace el bebé está “programado”, todo los bebés y niños pasan por las mismas etapas. El que se realicen y salgan bien parados de ellas los convertirá en personas “normales”, o de lo contrario arrastrarán tales traumas, en mayor o menor grado, por no haber pasado por tales procesos, expresándose en distintos trastornos, más o menos graves. Durante ese proceso se adquiere por un lado el lenguaje, del lugar en el que se haya nacido, y por otro lado las costumbres de los padres y el entorno. En este proceso se niega y asume lo instintivo (aufhebung) a través de la cultura en la que se nace, que implica de una forma concreta a las emociones, generando unos sentimientos, proporcionándonos una identidad cultural y por ello social. Una gran carga del espíritu de una época se encuentra en el lenguaje. Y aquí viene el por qué las minorías y el feminismo me han venido bien. Hoy en día ya no se hace uso de la palabra marica o maricón (o menos) y el feminismo a la vez está tratando de modelar el lenguaje, de tal manera que las nuevas generaciones han normalizado este nuevo lenguaje como el propio, pero a la vez, al hacerlo, han asumido la narrativa que existe tanto en ciertas minorías, como en el feminismo. Si como hemos acordado, no puede no haber nada fuera del relato (la total negación del ser es la nada, un imposible para la vida porque acciona sobre el mundo y eso la hace ser), las nuevas generaciones han adoptado como propio el “nuevo” relato, sumándose al nuevo espíritu de la época.

El resultado es que el sistema límbico, donde está asentado nuestro ser social y las emociones sociales (la empatía, pero también la envidia) se estructura por lo social y la palabra, pero este dual siempre es a partir de un relato (una visión del mundo), luego no hay nada fuera del relato, y el sistema límbico es a la vez negación (de los relatos previos), como asunción o estado elevado, dentro de los relatos nuevos. Teniendo en cuenta lo dicho, y dado que hemos puesto o estamos poniendo demasiada fe en la razón, este relato es menos “coherente” que otros anteriores, en tanto que al posicionarse de forma tan férrea en la esfera de la razón, nos estamos olvidando o estamos creando un relato demasiado distorsionado de nuestra realidad, al ignorar y renegar en exceso de nuestros instintos por un lado (postura del feminismo al no aceptar que todo tenga un origen animal), y “carnificarnos” en exceso (volver al cuerpo en un objeto o cosa sin alma), como así ocurre con el porno por otro lado. En parte es como si la razón y lo más instintivo se hubieran aliado contra el “alma”, contra el sistema límbico. Comportamiento, por lo demás, que es lo propio del psicópata. Ese era el punto que quería mostrar en el escrito anterior. En la actualidad, por un lado tenemos los instintos (“glotonería”, “drinking” y sexo: diversión “cruda”, humor físico de los YouTuber), y dado que la era de la razón nos hace renegar de la tradición, dando excesivo protagonismo a dudar y no creer en ningún relato, al final ni siquiera creemos en las emociones, que nacen del sistema límbico, desligándonos con “facilidad” de las personas, y en donde por otro lado tenemos la “razón“, que ni siquiera la usamos como tal, sino como racionalización (justificación de los actos). En el proceso, estos dos lados unidos, tienen como su contrario el lado emocional. El resultado es que el cerebro no madura pasando por una etapa por el que pueda crear unas fuertes y sólidas conexiones con el sistema límbico, antes de llegar a la razón (como sería lo “natural”), pues las actuales tipos de enseñanza, y el estado actual del mundo, hacen que pongamos a la razón por delante de todo, y por ello del sistema límbico.

Creo que decir más es redundar. Tiene que haber quedado clara mi propuesta y mi diagnóstico sobre el momento en el que vivimos. En la actualidad, en las redes sociales, no tenemos delante a personas, a cuerpos, su fisicalidad, con sus sonrisas y sus gestos, sólo vemos (a través de la palabra y la razón) opositores o personas de nuestro lado, creando —cada vez de una forma más presente e intensa— polaridad en lo social (gente que cree que vamos a guerras civiles y que no, que cree a Roció Carrasco o que no, y así una y mil pequeñas batallitas de cada día). El cerebro está construido o ha evolucionado para adoptar el relato y las tradiciones (modos de comportarse) de una pequeña tribu o familia extendida, en donde la base eran las emociones positivas, como la empatía y el amor (que son las que construyen la confianza y a la vez la auto-confianza), proyectando a la vez tales emociones positivas sobre el relato, en donde esas personas volvían tal relato en parte de su identidad (su piel), su hogar y su realidad. El sistema y nuestro yo social —la emoción que nos crea estar al lado de las personas amadas— era el centro de una espiral que atraía sobre si el resto de la realidad (esa es la idea de la gráfica de arriba). Hoy, por el contrario, tenemos que negar todo relato, pero siempre va a ser sustituido por otro, pues no hay nada fuera del relato, lo que ocurre es que ahora ese relato sobre el que ponemos nuestra fe es la razón, que tiene como premisa la duda y la desconfianza, luego a tal relato es difícil adherirle alguna emoción positiva. Por lo demás, tal “relato” va contra la estructura dialéctica (que la puede tomar como simple palabrería) que nos ha construido el cerebro por millones de años, destruyéndola, cuando la nueva “estructura” no puede operar como tal, pues su base es la negación de las estructuras. Por otro lado el sistema se ha vuelto demasiado sensible al daño (generación copo de nieve), demasiado vulnerable (al no haber madurado el sistema límbico, según mis propuestas). Si se une el narcisismo tendente al trastorno, con tal alta sensibilidad al medio, nos encontramos que hemos creado unas nuevas generaciones tendentes al narcisismo vulnerable, que seguramente es como nos definirán en futuras generaciones…, como quien dice, por una psicopatía leve.

Signos del narcisismo vulnerable:

● Comportamiento arrogante
● Deseo de admiración
● Comportamiento de búsqueda de atención
● Sentimientos de vergüenza
● Falta de empatía
● Neuroticismo
● Complejo de inferioridad
● Resentimiento


Escrito mítico, artístico, filosófico y científico, ¿se puede dar más?

La modernidad ha traído consigo los derechos de autor, un “esto es mío” de lo intangible, otro retroceso de lo humano, ¿no habría de fluir el ser, ha de ser lo estático de como alguien lo creó?

«A pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco
a los rosales del jardín…».
Rubén Darío

Por qué yo no lo podría cambiar a:

«A pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
Al jardín de los rosales me acerco,
aun con mi cabello gris.»


En este vídeo, la humorista Valeria Ros plantea las paradojas de la vida, dada su complejidad, de las que el feminismo no se puede “librar”. No estar “acojonado” es plantarle cara, cuando así se requiera.

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