Etiquetar e Interpretar VIII – El Lado Moral de la Realidad



(De nuevo me he alargado en allanar el terreno y no he entrado en tema. He salido de la “locura” de marcar como negro, gris o blanco los textos, pues me frena demasiado. De momento comparto lo escrito hasta ahora. La cabecera es un cuadro de Alex Gross —que me perdone porque lo he deformado para que sea más rectangular—, que muestra la desconexión de uno mismo en dos entidades. Abajo he dejado otro, su pintura tiene a la denuncia o es crítica con la situaciones actuales, como es el caso en centrarse en uno mismo —narcisismo— ignorando los problemas que nos rodean.)


(Este pequeño párrafo que sigue tiene que ir unido al texto de Ayn Rand, sobre el objetivismo.)

Una discusión que suele darse bastante en sociedad, o por lo menos en su momento, fue sobre el final de la película Titanic, y la cuestión, aparentemente “egoísta”, de su protagonista al no percatarse que el personaje, del que hacía DiCaprio, podía morir. Se supone que se durmió y cuando se despertó ya era demasiado tarde. Otra cuestión es pensar si ante tal situación alguien “muy preocupado y consciente de la situación” se habría dormido, pero no se puede sacar valores éticos de las películas, pues en definitiva los guionistas hacen el papel de demiurgos: sentencian a sus personajes en un final que ya está escrito, con vistas de mantener un sentido de la trama con el que ellos cuentan a priori. Lo que me interesa, sobre tal “debate”, es que la mayoría de las personas captaron una misma “verdad” moral, la gran mayoría tenía como regla el haber dado uso del altruismo, y que la protagonista no hizo uso de él, al no irse turnando encima de la tabla con su par. Lo curioso es el debate que creó tal escena, y no se cuestionase en ningún momento lo que hicieron otras personas, como fue el caso que diesen palazos al resto de náufragos que trataban de subir a los botes, ante el peligro que se hundiesen. Según Ayn Rand ella misma hubiera dado palazos a todo aquel que hubiera tratado de subir a su bote, porque la supervivencia de su “mente privilegiada” tendría más valor que cualquier otra vida. ¿Cómo puede saber tal cosa si no conoce cualquiera de las otras mentes?, ¿habría que hacer test de inteligencia en tales circunstancias? El cerebro profundo cuenta con ciertas reglas, y otras durante la historia se han añadido a estas… es aquello de “los niños y las mujeres primero”. Lo que da como resultado de que sea el hombre el que se suela sacrificar. ¿Es así?, está en nuestro ADN. En otro lado ya he dicho que el macho es el más prescindible de tal triada. La mujer tiene el papel de fecundar y no puede tener muchos hijos en vida, cualquier hombre puede fecundar a muchas mujeres y sin límites. Luego esa “aritmética” está en los genes. La duda está en los hijos. En muchas especies la madre es más importante (es más vital a nivel aritmético), que sus crías, puesto que de morir la madre, mueren a la vez las crías, pero en el humano, u otros primates, otras hembras se pueden hacer cargo de las crías (se ha dado un caso de un chimpancé huérfano, que fue adoptado y protegido por un alfa), luego de una manera que puede que ya no sea tan aritmética, tan beneficiosa y por ello lo que se graba como válido en el ADN y la evolución, la madre humana tenderá a sacrificarse por sus hijos. Lo que quiero mostrar es que hay una “lógica” subyacente dentro del ADN, y por ello del que el cerebro profundo “conoce”, y es el que tiene como norma de comportamiento (y por ello moral, puesto que moral proviene de mores, costumbres, comportamientos), que la razón y la racionalización de lo más óptimo puede enturbiar. Me estoy alargando demasiado en este tema, pero puede que sirva de ejemplo sobre cómo “construye” la evolución ciertas reglas y por ello el “contraste” y la dualidad entre el cerebro profundo (saber asentado en la evolución) y la razón, que pone como base la duda a lo dado. A todo esto: ¿el feminismo valida aquello “de las mujeres y los niños primero”? o ya es machista, ¿se capta porque cuestiono el feminismo?, el feminismo se ha pareado a posturas desde la razón, invalidando en muchos casos la “aritmética” de las reglas evolutivas, que quizás —en algunos casos— no habría que cuestionarse.

(Fin de párrafo y entro en tema.)

Retomo el preámbulo (que se ha quedado en el escrito anterior). Lo que quería establecer allí es que no me “apetece” tratar de mantener el lenguaje filosófico, aunque será extrapolable para todo que esté adentrado en este saber, pero aún con todo llevaré mis premisas a su lenguaje cuando me sea necesario o inevitable. Por otro lado, sé que hay mucha redundancia en mis escritos. Hablo una y otra vez sobre ciertas bases, pero recuerdo que es en la dirección de que las personas nuevas que llegan a una de mis entradas, no conocen todos mis pensamientos y escritos previos o de hace años.

Las conclusiones a las que he llegado están a medio caballo entre la ciencia y la filosofía. Me baso en la ontología establecida por Sartre, del que soy deudor, en donde este a la vez la basaba en Hegel. Dentro del lenguaje de Sartre, estaba el ser en-sí que es el equivalente a lo dado, al cerebro profundo, más las “circunstancias” de la frase orteguiana de “el hombre es un yo y sus circunstancias” (por cierto, la filosofía europea y después la norteamericana, hicieron un gran vacío a filósofos como Unamuno y Ortega y Gasset), que en el lenguaje de Sartre es la situación, y dentro de la ciencia es el cómo es educado una persona en sus primeros años, forjando una identidad previa, antes de que el prefrontal madure para cuestionar o dudar de esa base. Por otro lado en Sartre estaba el para-sí, que es el papel que se le supone a la corteza cerebral y teóricamente asentada en el prefrontal, y más concretamente en el hemisferio izquierdo, mediado por la palabra. El para-sí es el libre albedrío, la libertad, en tanto que sale al paso en cada momento para cuestionar al ser en-sí. Como tal la filosofía de Sartre, remite a una tesis, el en-sí, lo dado, una antítesis, el para-sí, que al “poner en duda” o suspender la validez de su ser, es la nada, la negación de lo dado, pero su síntesis deviene en un ser imposible, pues es el para-sí queriendo poseer la misma densidad del ser del en-sí. Ese ser sólo puede ser Dios, pues por un lado es un ser acabado, que no necesita construirse y seguir desarrollándose, pues de lo contrario estaría infectado de la nada, del no-ser, del fluir, y por otro lado tiene la capacidad de saberse, de ser en tanto que conciencia (logos, nous), en tanto que libertad. Ya sé, no parece lógico “encajar” las dos cosas en un mismo ser…, en tal dilema ha estado enredado la teología y la filosofía por siglos. En una analogía y por si no se entiende que implica tal paradoja: mientras se traza un círculo con un compás, algo externo (que alguien te empuje la mano) o la propia persona, puede hacer que tal trazo no se termine de cerrar en un círculo, el círculo está en proceso, mantiene cierto grado de libertad, pero una vez que se ha terminado el círculo, y la mano se retira, este ya no puede ser otra cosa que lo que es: un círculo. Se supone que la filosofía de Hegel lo “resolvía”, ya que Dios está creando el universo, y creó al humano y su desarrollo histórico (libertad), para llegar a conocerse y “completarse” o “fusionarse” en una “complitud” de Ser. Pero tal filosofía  tampoco resuelve el dilema, pues al completarse se vuelve lo dado, cerrando la capacidad de operar con la libertad. O sea, que no se puede ser a la vez ser y fluir, y en el caso del ser humano es un ser que fluye en dos sentidos: el devenir evolutivo (cambios genéticos adaptativos: las personas que se adaptan a las ciudades pueden portar ciertos cambios genéticos para tolerar mejor el estrés y el “ruido” social —ignorar que se vive en el caos—, y en segundo caso: posibles mutaciones futuras), y la posibilidad de “construirse” a sí mismo a través de cómo se crea una sociedad con unos valores concretos, pero en ese caso, siempre será un edificio en construcción. Nunca llegará a una meta, y de llegar a tal hipotética meta ya no operaría la libertad, pues ya no habría nada que cambiar (recordarme retomar esto bajo el imperativo categórico de Kant). No conozco tanto la filosofía de Hegel y si ya tenía en cuenta esta paradoja, y si para su filosofía, el conocimiento absoluto, era esa llegada a un final que se termina de cerrar y en la que la libertad (el fluir), ya no cuenta para nada. Un final de la historia (fue Hegel el primero que planteó tal “final de la historia“, que después Francis Fukuyama lo tomo por su lado para diagnosticar el actual estado de las sociedades), del hombre y por ello del universo.

Como fuere, que me he desviado. Sartre no cierra el círculo, del ser en-sí y el para-sí, si bien se podría entender que dado que todo humano “nace” bajo ese “deseo” sartriano de ser un ser denso, pero dotado de libertad, explica el por qué parece tan fácil llegar a la soberbia y al endiosamiento, en tanto que tales personas se creen poseedoras de la verdad, tratando al resto de humanos como seres inferiores (estado mental que crea distintos trastornos como el narcisista de la personalidad, o el síndrome de hubris, propio de los líderes y las personas que tienen poder, que bien visto puede que sólo sea otra forma de referirse a lo primero). Por esto mismo el sentido, la idea católica —y en otras religiones— sobre la perfección humana, es algo “dudoso”, pues quien se crea poseedora de la equidad moral, partirá de la idea que tiene la capacidad de juzgar al resto de humanos, desde su atalaya moral. O sea, tal “rectitud” emana de la idea de que la moral es algo denso y no interpretable, con las capacidades del ser del en-sí, que se erige como “verdad” o faro de todos y cada uno de los pasos, en donde por ello ya no existe la libertad, sino un solo camino —densidad de ser, no fluir— del que uno se sale.

Esto lleva a tratar de discernir si es posible determinar qué es lo “demoníaco” o “divino” dentro de las estructuras cerebrales y las instituciones sociales. Mis indagaciones no van en la dirección de hacer ver que el cerebro profundo está pareado con el bien, y por ello la corteza cerebral y la libertad es el “mal”. O que el hemisferio derecho es equivalente a lo que buscan los partidos de izquierda, y el hemisferio izquierdo se parea a las directrices de las derechas. No es posible tales reduccionismos. El neoliberalismo se basa en la razón, en lo óptimo, en los datos (hemisferio izquierdo), pero a la vez los partidos de derechas abogan por lo tradicional, que está asentado en el hemisferio derecho y el cerebro profundo. El fondo de todo esto remite a la eterna lucha de si la naturaleza humana es “buena” y se ha corrompido (idea sostenida por muchas religiones y la derecha), o si no es así, y entonces si ese es el caso, si hemos de superar las “fallas” de nuestra “naturaleza negativa”, idea somera y generalista de las izquierdas, en donde además se encuentra el feminismo. Por otro lado las izquierdas se fundamentan en el altruismo, que tiene una base evolutiva (lo dado) y a la vez tiene una vertiente social (luchar por medio de la libertad porque tal concepto se mantenga). Mis escritos sólo van en la dirección de mostrar el terreno, sin querer ser moralista y tratar de tomar partido, y en tanto que el exceso del papel que está tomando la razón (dado que le interesa tanto al neoliberalismo como a la vez a las izquierdas) es la que va ganando terreno y podría explicar la situación actual (puede que esta “queja” ya sea moralista).

El primer hombre a quien, cercando un terreno, se lo ocurrió decir “esto es mío” y halló gentes bastante simples para creerle, fue el verdadero fundador de la sociedad civil.❞ Rousseau

De tratar de determinar si nuestra naturaleza es “buena” o “mala”, es muy posible que sea dual, indeterminada. Es de suponer que pasamos por etapas como la que ahora se están dando en los chimpancés, donde al vivir en un tipo de hábitat muy concreto (bosques ricos en frutos) y reducido, llevase esporádicamente a crisis, donde había que luchar con otros grupos, concibiendo por ello el matar. Tal comportamiento tiene una doble vertiente: si hay que sobrevivir, mejor yo y los de mi propio grupo, con los que comparto lazos sanguíneos, y de morir alguien, que sean los de otro grupo, con los que no comparto ningún lazo. Este mismo comportamiento es el que tenemos ahora, no se puede negar, la historia lo corrobora. Supuestamente a ese primer estadio, se dio un segundo, donde al ampliar su dieta ya no se tuvieron que atener a territorios muy reducidos, con lo que las “guerras”, en las que los de tu propio grupo también podrían morir, se redujeron o desaparecieron de forma sistemática. En esa etapa evolucionaron las especies de las que viene el humano, durante cientos de miles de años. Supuestamente con el neolítico, y dado que los lugares para el pasto o la agricultura eran reducidos, de nuevo se volvió a las guerras entre los grupos. Y de ahí hemos llegado al momento actual. En ese caso mi anarco-primitivismo hace alusión a esa etapa intermedia entre lo que vemos ahora en los chimpancés, y la entrada en el neolítico. El estado en el que suelen vivir los cazadores-recolectores. Las izquierdas en el fondo buscan ese estado, tratando de llevarlo a la modernidad, pero las derechas se fundamentan en el “esto es mío”, que nacieron desde el neolítico, según la idea de Rousseau o que es la que nos cuentan los antropólogos e historiadores. La idea con la que hay que quedarse es que tenemos una naturaleza dual, y en el cerebro profundo está la primitiva de salvaguardar lo propio, uno mismo, la familia, el grupo al que pertenece, que implica que en casos donde haya que defender algo e ir contra algo, será contra lo otro y lo ajeno a dicho grupo. El cerebro profundo es “bueno” y “malo” a la vez. No hay un desvío del camino recto, la propia evolución humana estuvo en los dos caminos alguna vez. En ese caso, la ontología que trato de mostrar no implica una moralidad, y sólo trata de mostrar esta dualidad insalvable.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Códice y Trucos Para Comprender los Sesgos Cognitivos

Índice y Preámbulo

Adendum - Micro-Historia de las Diferencias de Género - Un Viaje a Abilene