El Fantasma en la Máquina
❝Todo avance tecnológico porta un monstruo en su interior.❞ Phillip Slater
❝Yo maldigo a mi cordura.❞ Natalia Lacunza
❝-¿Estaba muerta o viva?
-¡No seas tan binario!❞ Truth Seekers
❝El dolor no funciona así, no se puede compartir.
La agonía es algo personal, la tuya es tuya, la suya es suya.❞
Al tercer día
En una nueva descarga de “craft the world“, al abrirlo, tenía 999 monedas, el máximo, pues tiene como límite los tres dígitos. Desde el principio se puede comprar cualquier cosa, con lo que a los pocos minutos tienes a los enanos bien armados, con buenas corazas y con la tecnología más avanzada. ¡Qué diferencia de juego! Mientras que jugando de forma normal el juego va lento y tengo que estar pendiente de que ningún enano se quede aislado sólo con enemigos, donde a la menor, sin armamento y armadura, los matan, al estar todo en su máximo a los pocos minutos, todo va más fluido y no me preocupo por ellos, pues al estar bien armados sobreviven a los ataques sorpresa. No sé si imagináis por dónde quiero ir. La diferencia de nacer rico o pobre. Al parecer tiene un mod que da esa opción, jugaré unas pocas veces y después lo desactivaré, pues implica menos riesgo y es algo más aburrido (aunque al ir todo más rápido ocupa más plenamente la conciencia).
Doy por sentado que escribo para personas que están al hilo de mis pensamientos o anteriores escritos. Si en cada entrada del blog tuviese que explicar toda mi línea de pensamiento sería imposible escribir. Sería como la canción de “un elefante se balanceaba…” llegando a números infinitos. Entonces… lo que “me traigo entre manos” es la hipótesis sobre la practopoyesis, que trata sobre todo sobre la cognición y cómo la evolución llega a la mente, asumiendo los principios de la superveniencia, donde todo sistema nuevo tiene como armazón uno anterior que no puede cambiar, al igual que una persona que reforme una casa no puede cambiar las columnas y las paredes madre. Una tara importante de tal hipótesis es que al centrarse en la mente, ignora la dimensión social, y sólo la trata como parte de la cognición. O sea, ignora que la mente individual está dentro de otro sistema mayor, que es una sociedad con su propio armazón, patrones y reglas, y que este es anterior a la mente. La mente humana ha sido posible o sea ha dado por la estructura previa que es la sociabilidad, donde cada individuo es el equivalente de una neurona dentro de un gran “cerebro” o sistema, que es lo social. Este tiene funciones, como lo es el Estado o el gobierno, donde además cada profesión (agricultor, abogado) son subestructuras “necesarias” para crear el todo. Al “llegar” la mente, la cognición, depende de la estructura previa. Así, algo tan aparentemente anodino como la vergüenza, en realidad es la estructura más básica o elemental de cómo el propio individuo, en un nivel profundo, se autocastiga y juzga a sí mismo, creando todo un largo mecanismo fisiológico, que incluye el rubor, pero en tanto que forma parte de ese todo que es lo social. La cognición humana, de esta manera, depende de esta estructura. Al crear una máquina, una inteligencia artificial, y no tener tal estructura, no siente vergüenza, por centrarme en algo ya nombrado, luego su cognición no puede asemejarse a la humana. A la vez la vergüenza está dentro de otro esquema, que es el valor de lo que está bien y mal. La programación se basa en acierto y error, ¿es equivalente?, no, el componente faltante es toda esa base estructural social. Otro ejemplo es el deseo de pertenencia humana, querer formar parte de grupos, y otro la necesidad de estar rodeado de personas, que aunque similar al primero, no es lo mismo. Esto lleva al componente más antiguo, que es el propio cuerpo o la carne. ¿Se puede simular el dolor psicológico?, ese que se siente al estar solo, con la vergüenza o no pertenecer a ningún grupo, dentro de un “aparato” sin “carne”. Ningún chip de silicio o relé es comparable a la estructura “carnosa” del cuerpo humano. Una Inteligencia artificial, como mucho, tendría que evitar que sus microprocesadores se recalentaran, que es lo que sí podría afectar a su funcionamiento, o tardar mucho frente a poco, en sus procesos, pero está excesivamente lejos de todo, y lo complejo, que un cuerpo tiene que optimizar y salvaguardar. En esa dirección la cibernética debería de tratar de crear una inteligencia artificial que sustituyese un cerebro, e implantarlo en un cuerpo humano al que se le hubiera vaciado el cráneo, tema recurrente en la ciencia ficción.
Todo este planteamiento tiene una tara muy importante, pues por un lado el cerebro no es reducible a ser solamente electrónico, y por otro lado este tiene dos componentes del sistema endocrino, que en algunos casos inician respuestas hormonales vitales y muy complejas.
Entro en tema.
En el escrito anterior salió a colación que un problema referente al olvido es que no queda ninguna huella, mientras que en el “efecto pasar por la puerta” (aunque no siempre) se suele recordar que se había entrado para algo, pero no exactamente el para qué. Pienso que la clave de cierta estructura o función del cerebro se encuentra ahí: en lo que revelan estas dos posibilidades opuestas. Lo extraño y trágico del Alzheimer es la aparente pérdida de esa posible “función” de tener un “presentimiento” de que uno tiene algo más que debe de hacer, de que algo “se ha quedado en el tintero”.
(Había dado forma al presente extenso y complejo escrito, pero usando la analogía de lo que ha de ser una estructura narrativa, tenía la historia, pero al irla escribiendo fallaba la trama, así del cómo presentaba a los “personajes” (ideas, conceptos) y con qué orden, con lo que me ha tocado reescribir casi todo el “guion”.)
La teoría del espacio global de trabajo se basa en el papel que hace la atención o foco del cerebro. Allí donde más recursos invierte el cerebro es lo que constituye el tener conciencia de algo. Si se “amortigua” (acolcha, suelen usar en EEUU) tal atención, que en realidad se basa en un tipo de onda cerebral (gamma), y por ello de un gasto metabólico, que implica cierta cantidad alta de energía, el cerebro pasa a un estado seminconsciente, o no atento o (con)centrado, por ello quizás sería mejor asociarlo como “descentrado”, pues la atención implica centrar (centralizar) todos los procesos cerebrales en una situación o hecho dado, como cuando acontece algo que ponga en peligro nuestra vida. Siguiendo el rastro de este párrafo, bajo tal paradigma, entonces mi cerebro tiene ahora la meta o está centrado en cierta explicación, que todavía no se ha dado, luego hay algo pendiente de finalizar. ¿Cada “computación” u operación cerebral se tiene que cerrar por sí misma y de esta forma no existe tal agente? En todo caso ¿el grupo de neuronas, que inició el proceso mental, ha de permanecer en algún estado latente, donde otro proceso final inhibe tal estado y lo “normaliza”? Todo proceso mental es activación y desactivación. Los propios neurotransmisores se dividen bajo estas dos funciones. ¿Son estos los que mantienen activas las neuronas que iniciaron un proceso que aún no se ha finalizado? Imaginar, para los efectos, que las neuronas fueran cables eléctricos de los árboles de navidad. Por muy largo que sean estos cables, el caso es que el circuito se tiene que cerrar: es la explicación, simple, de por qué un macho o una hembra de los cables son dos, por uno de ellos “entra” la corriente y por el otro sale (lo que no “salga” es lo que se ha gastado y es lo que contabilizan las compañías eléctricas). Pero en realidad en el cerebro no hay una entrada y salida, cada neurona es entrada y salida a la vez, y en ese caso, y en la analogía con el cable de las luces de navidad, cada bombilla es una neurona. Lo que sí hay que tener en cuenta es que cuando un grupo de ellas empiezan a activar a otras en cascada, hay unas “iniciadoras”, luego a las que hay que “callar” o apagar… ¿son a las iniciadoras? En realidad los disparos neuronales son fugaces, sólo propagan el encendido o activación de otras neuronas, que a su vez hacen lo mismo…, por ello las neuronas no se quedan encendidas; la química es la que toma ese relevo, lo que vuelve más complejo el tema. La explicación para esto es que es más “barato” un enlace químico con respecto a uno eléctrico. Por lo demás si se mantuviesen “encendidas” generarían mucho calor, lo que acortaría la vida de las neuronas, y a la vez la “computación” caería en más errores, pues como ocurre con el ordenador (en todo basado en el electromagnetismo), este sólo “funciona” bien en cierto rango de temperatura (en estados febriles y cercanos al congelamiento el cerebro empieza a hacer “cosas raras”, su “computación” cae en fallas catastróficas, como llevar a las personas a desnudarse en la nieve porque “creen” que es lo mejor). A modo de anécdota, aún no he expuesto porqué he iniciado este párrafo, luego tales neuronas iniciales… ¿permanecen activas químicamente? O toda esta analogía en realidad es inválida. Dejando pendiente a lo que quiero llegar, tomo otro atajo para explicar otros temas.
Si como hemos dicho, una y otra vez, toda nueva estructura evolutiva parte de estructuras antiguas, de buscar el origen de esto, nos encontramos (sin remontarme totalmente al inicio) de que la sensación de hambre inicia un sistema, que a la vez tiene otro sistema que activa el “relé” de saciado. Muchos de estos ciclos, de “encendido y apagado”, los lleva a cabo otro sistema: el endocrino (aunque el nombrado no forma parte de él). El cerebro tiene dos componentes de tal sistema, con lo que ciertos “inicios” de los procesos están fuera del cerebro y son más “reales” (vitales, urgentes… como la sensación de necesitar orinar), frente algunos iniciados desde el propio cerebro. Aquí se empieza a complicar la cuestión. Hay ciertas hormonas, neuropéptidos y neurotransmisores “básicos”, que entran en juego a partir del sistema endocrino y otras funciones del cuerpo, como el hambre (hormona grelina), pero todo este sistema más antiguo y básico de mantenimiento del cuerpo y la vida no es que suela “fallar” con la edad, el estrés o la fatiga: uno puede ignorar el hambre, si está centrado en un juego por ejemplo, pero la sensación de hambre permanece latente o activa. A lo que quiero llegar es que en el comportamiento más “cerebral”, más cognitivo, los neurotransmisores principales de “activado” y desactivado” son la serotonina (inhibidora) y la dopamina (activadora). La dirección que está tomando el escrito apunta a un problema del “hardware”, pero realmente cuando se nos olvida algo que se encuentra en un estado recursivo (como subtrama), dentro de una trama, de una misma acción… ¿es reducible a un problema del hardware? O sea, el “efecto de pasar por la puerta” ¿es reducible a que el grupo de neuronas que iniciaron la acción y activadas con dopamina, se han desactivado? No creo que sea así. Ahora sí voy al tema pendiente que inició estos dos párrafos.
(Cuando hago la analogía de si es una cuestión de hardware o software, me refiero a que si cierta función tiene un correlato neuronal, o emerge a partir de varios correlatos cerebrales y por ello es software. Lo que tomamos como conciencia, como sentido de agencia, es software, ya que no hay un solo centro cerebral que al dañarse desaparezca tal sentido de agencia. Se tienen que dañar muchos centros o zonas cerebrales para que empiece a fallar. Al ocurrir, y dependiendo qué se “pierda” o altere, es como se descubre el qué hacía esa parte del cerebro y por qué se “sumaba” a ese todo.)
Siguiendo el hilo de los párrafos previos. Si hemos dicho que el espacio global de trabajo es reducible a la atención, en su abstracción, como software, no como neuronas activadas (aunque fisiológicamente es lo que subyace), entonces es un problema de que tal “tema” pierda el foco momentáneamente, bajo el supuesto que lo está cediendo a la acción siguiente, pero con el problema de que al final el foco de atención no vuelve a tal tema que inició la trama. Por eso hice mención en el escrito anterior al concepto de que exista un homúnculo que sepa, o que tendría que saber, quién tenía primero el foco, a quién se lo “cedió” y a quién hay que devolvérselo. Este “fantasma de la máquina“, parece perderse, a veces y con la edad, con respecto que tenga que devolver el foco a “otro lado” del cerebro, donde ese “otro” sí parece saber el porqué del inicio de la trama.
Eso es lo que propone el modelo de Norman y Shallice (1980) bajo el concepto del “sistema supervisor de la atención” (supervisory attentional system, SAS), “que especifica cómo los esquemas de pensamiento y acción se activan o suprimen en circunstancias rutinarias y no rutinarias; (y que) los esquemas o guiones especifican la serie de acciones o pensamientos de un individuo bajo la influencia de las condiciones ambientales; cada condición de estímulo enciende la activación de una respuesta o esquema”. Una palabra y concepto que se repite varias veces en la descripción es esquema. Es un concepto técnico, más o menos delimitado en las ciencias cognitivas, y en mis escritos es extrapolable a patrón o incluso a regla. A nivel más mundano es equiparable a un hábito, o de forma más amplia a un comportamiento —en su sentido más extenso— aprendido. En programación sería equivalente a “rutina”, o a la llamada a ciertas librerías del sistema. Así cuando cualquier programa quiere abrir un archivo, llama a una librería común a muchos de ellos, y los programadores ya no se tienen que ocupar de tal parte del sistema y crear su propio código. Este proceder ahorra espacio en el disco duro; tal librería se puede quedar residente en la memoria RAM del sistema, en cuanto un programa la ha “llamado” una vez, con lo que además se optimiza la velocidad del proceso. Vuelvo a que todo sistema nuevo parte de uno antiguo. Caminar es un esquema (patrón en este caso y fuera del concepto técnico en neurociencias), pues implica la entrada en juego de muchos músculos, los cuales crean un patrón repetitivo. En este proceder opera la memoria implícita. Otros esquemas implican comportamientos sociales, como el apretón de manos entre personas que se acaban de conocer, en este caso entra en juego la memoria episódica y a la vez la muscular e implícita…, mientras que el concepto de esquema, bajo las neurociencias y la psicología, se refiere a algo más concreto de la forma de operar o procesar del cerebro, y por ello son nombrados como esquemas mentales. En el fondo es el mismo proceder. Aprendizaje de ciertas cuestiones que el cerebro mantiene porque en el pasado han sido válidos y/o han “funcionado” en la mayoría de las ocasiones. Este aspecto lo dejo de momento de lado, pues es muy amplio y requiere su propio tratamiento, y en tanto que me tengo que ocupar primero del supuesto supervisor de la atención.

El problema o dilema de tal supervisor es que introduce en el sistema un homúnculo, un fantasma en la máquina. Algo que está pendiente de sus procesos y que opera a modo del director de una orquesta, y por ello se cae en el dualismo (máquina u orquesta frente a supervisor u orquestador) y por otro lado vuelve al sistema demasiado vulnerable, pues de dañarse la zona en la que “habitase” tal homúnculo, el cerebro se volvería totalmente errático e inútil. Otra cuestión distinta sería pensar que tal propiedad cerebral es “software” y que emerge del total de los distintos controles, de la atención de las distintas partes del cerebro. Algo así como pasarse el testigo en las carreras de relevos, que es la propuesta que yo he presentado en varios escritos. Si paseamos, este proceso de andar, no requiere la atención. Si se va al lado de otra persona el “testigo” lo lleva el cerebro medio, que se ocupa de la vida social, y si se charla, parte de la atención la porta el lóbulo temporal (habla, escucha) y el prefrontal (hilado del discurso). Si de repente tropezamos el “testigo” lo recoge la cognición implícita, que dejará hacer a la memoria muscular para que active algún patrón para equilibrar el cuerpo. Bajo este aspecto no hace falta ningún supervisor, nada dirige la “orquesta”, suena por sí sola. Lo relevante o urgente (las valencias) es lo que hace que cada zona coja el testigo.
Así parece ser en la propuesta de Norman y Shallice y el sistema supervisor de la atención, pues aducen que la atención tiene dos niveles, uno inferior o más profundo que es el que yo he mostrado arriba, y un segundo que es al que se refieren exactamente bajo el concepto de supervisor de la atención. En ese caso es una función más del prefrontal, en tanto que sistema ejecutivo. El siguiente párrafo, extraído de la Wikipedia nos explica sus funciones (le he dado mi propio formato… más claro).
“(El sistema supervisor de la atención)… abarca los componentes principales de la atención humana, incluida 1. la selección, 2. la divisibilidad, 3. la capacidad de cambio y la sostenibilidad.
- La selección de la atención es la capacidad de seleccionar una tarea específica sobre un estímulo más destacado o un conjunto de estímulos de fondo.
- La divisibilidad es cuando la atención se divide entre tareas.
- La capacidad de pasar la atención de una tarea a la siguiente se conoce como capacidad de cambio.
- Mantener la atención en una tarea durante un período de tiempo prolongado se denomina sostenibilidad de la atención.
El SAS también tiene en cuenta la preparación de tareas anticipadas. Sin embargo, una actividad reducida en el SAS se corresponde con deficiencias momentáneas de atención que dan como resultado un comportamiento irrelevante conocido como error de captura. Cuando el SAS no logra suprimir el esquema irrelevante, la atención se ve afectada negativamente. De manera similar, los pacientes con SAS disfuncional muestran complicaciones para recordar recuerdos de eventos específicos y problemas para enfocar la atención, planificar e iniciar acciones.”
Al poco de leer sobre tal propuesta salen deficiencias. Yo, —o cualquiera, me imagino— por supervisor entiendo un agente con una tarea bien delimitada, relacionado con un correlato cerebral, pero si como proponen Norman y Shallice “el SAS no logra suprimir el esquema irrelevante, la atención se ve afectada negativamente”, entonces ahí no parece haber un agente supervisor. Para el caso tal agente tendría que ser como el árbitro de un partido de fútbol, que tiene la capacidad de parar el partido, pero si bajo esta analogía, hubiera un segundo árbitro que restase la capacidad que hace el primer árbitro, ¿tendría sentido pensar que existe tal árbitro? O sea, si el segundo de repente anula al primero, y en el campo de juego se da una falta, ya no habría realmente un árbitro que sancionase tal acción. Lo que quiero hacer ver es que sigue operando mi propuesta de “pasarse” el testigo, pero con la excepción que ocurre en una parte del cerebro más complejo, pues parte de la premisa de que emerge como autoconciencia, como enfocado desde el cerebro al mundo, mientras que el cerebro profundo es una respuesta desde el mundo al cerebro. En definitiva, es un cambio de perspectiva. Esto es lo que se sigue bajo el lenguaje de que la conciencia opera de “arriba hacia abajo“, mientras que el cerebro profundo o el cuerpo opera de “abajo hacia arriba“, donde claramente las capacidades ejecutivas del prefrontal son el arriba, y el cerebro profundo, los sentidos y el cuerpo son el abajo.
Otro tema discutible sobre la propuesta del SAS, como dice la Wikipedia, es qué ocurre cuando se da una situación de vida o muerte, donde los distintos investigadores no se ponen de acuerdo sobre el papel del sistema supervisor de la atención. Un estudio enlazado al artículo de la Wikipedia, tratando de mantener el paradigma de tal sistema, nos dice que cuando se dan casos de verdadero peligro de muerte, en donde ponen el caso de un accidente de avión, se dieron tres casos: 1. aquellas personas que habían sido entrenadas recurrieron a algún esquema aprendido, 2. algunas personas sin ningún entrenamiento tuvieron respuestas de pánico, con acciones instintivas, más o menos racionales, y un tercer grupo se quedó paralizado. Bajo la hipótesis del sistema supervisor de la atención, esto ocurre porque el cerebro activa el prefrontal para que halle una solución, pero al no tenerla el cerebro se queda “congelado”. No me gusta tal explicación, primero porque yo no tengo claro si el humano en algún momento de la prehistoria recurrió al “congelamiento“, a hacerse el muerto, que es un patrón bastante general entre los animales de presa, y en ese caso ciertas personas vienen más predispuestas para hacer uso de tal patrón. Por otro lado se sabe que no todos los suicidios son activos, que hay un segundo tipo de “suicidio” que consiste en la pasividad. O sea, alguien con muchas ganas de vivir reaccionará mejor cuando al ir conduciendo algo imprevisto pase por delante de su coche, frente a alguien que no quiera vivir, el cual reaccionará de forma más lenta y torpe, o incluso no reaccionará y se pondrá en manos del “destino”. En alguna película se ve ese tipo de “respuesta” cuando alguien cruza una autopista andando sin tener en cuenta los vehículos. Es algo real, yo se lo he visto hacer a una persona.
Por otro lado, la propuesta del congelamiento desde la “torpeza” del prefrontal no se sostiene bajo las reglas evolutivas, pues toda persona con esa ” tara” moriría y tendría menos probabilidades de pasar sus genes (y comportamientos) a las siguientes generaciones, con lo que daría como resultado que sólo sobrevivirían los comportamientos más óptimos ante tales estados límite, ya sea porque el prefrontal “coja las riendas” de la forma adecuada, ya sea porque se recurra a respuestas más instintivas. Otro caso sería pensar, como así es en los accidentes de aviación, que son situaciones nuevas para las que el cerebro no está “programado”. En el medio natural los peligros que crearon respuestas instintivas eran sobre todo los ataques de los depredadores, pero la vida actual está muy lejos de tal estado. En ese caso el que la evolución haya dado tanta relevancia (o fe) al prefrontal parece tender a asimilarse a una desadaptación, a algo que puede llevar a la muerte, en cuanto las situaciones sean extremas y extrañas. De ser así a la evolución aún no le ha dado tiempo para “seleccionar” lo más acto ante los nuevos medios que vamos creando (apenas poco más de un siglo para la aviación), pero claramente no lo puede hacer porque las situaciones sociales cambian cada vez más rápidamente.
Tenemos así que el sistema supervisor de la atención es una propuesta entre otras de lo que ha de ser el llamado sistema ejecutivo, como así nos lo hace ver la Wikipedia, y como claramente sale a la luz en el siguiente extracto: “el SAS participa en el componente ejecutivo de la memoria de trabajo para almacenar, controlar y procesar la información adecuada. El SAS permite un comportamiento independiente involucrado en la memoria, la planificación, la toma de decisiones, la estimación cognitiva, la resolución de problemas, los entornos peligrosos, las situaciones nuevas, la inhibición y la corrección de errores y la iniciación de acciones”. Lo que de nuevo me deja “solo” ante mis propios dilemas, pues no resuelve la paradoja de que unas veces tengamos la sensación de que se nos olvida algo —evidente en el “efecto de pasar por la puerta”— y otras veces no sea así. ¿Y si lo que determina tal “bug” es tan solo la relevancia de aquello que está sin terminar? Si uno se ha cortado, al ir al lugar y pasar por las puertas, hasta donde tengamos los primeros auxilios, no se nos olvida que tenemos que echarnos Betadine y ponernos una tirita.
Un desvió de la narrativa actual, en la dirección de profundizar en la trama.
En el escrito anterior hacía mención a que ciertos investigadores hayan propuesto que exista algo así como una memoria de trabajo a largo plazo. En realidad eso explicaría muchas cosas, y muchos de mis temas recurrentes. Yo entendería por memoria de trabajo a largo plazo a hechos como que yo —o cada pensador o investigador los suyos— tenga ciertos conceptos relevantes o centrales de mis ideas, que para el caso son como la sierra y el martillo que ha de tener a mano todo carpintero. Bajo el lenguaje que hemos ido viendo, tales conceptos son esquemas mentales, por los cuales “visualizo” —bajo la estructura que me aportan— toda y cada una de las “vivencias” intelectuales. Esto es: los conceptos —o esquemas— que creo válidos siempre están presentes cuando leo algo nuevo, de tal forma que trato de verificar si siguen siendo válidos, o en otro caso, cuánto se “desvía” lo que leo con respecto a tales esquemas.
Esto me lleva a su vez a otra cuestión. Decía en escritos previos que qué sentido tiene la extraña e hipostática división entre memoria de trabajo y memoria a corto plazo, si en muchos casos parecen nombrar una misma función cerebral. Tanto memoria de trabajo como a corto plazo tienen ese límite de 7 más o menos 2 ítems. ¿Tendría sentido pensar que una tiene su propio espacio de tal límite y la otra un segundo espacio?, en ese caso las suma de las dos darían como resultado 14 más o menos 4 ítems a recordar, lo cual no parece que sea lo que salga a relucir en los distintos estudios científicos. Bajo los supuestos del párrafo anterior, tal lenguaje no tiene sentido, porque “mis” conceptos permanecen latentes en algún lugar profundo del cerebro, sin que emerjan realmente a la conciencia o al foco de la atención. Eso sí, se da una latencia, un aparente permanecer en la sombra, al acecho, de ciertos estados relacionados a ciertos temas, mientras que si cambio de situación o de contexto pueden existir y/o cambiarse por otros. ¿En qué medida algunos de ellos son las preguntas abiertas que emergen —se asoman— para ver si el asunto presente las “responde”… las cierra? Esto me devuelve a los temas del principio. ¿Ciertas neuronas quedan marcadas, de alguna manera, como que nada ha cerrado su circuito?, o no es cuestión de hardware y sólo es software. Pero en todo caso mi concepto de “pregunta abierta” ha de ocupar un lugar específico del cerebro, es una memoria, y por ello han de estar implicadas unas neuronas concretas (concepto de neurona de la abuela).
Por las fallas de unas teorías y por las evidencias —o dudas— de mis propias pesquisas, mi concepto de narrabilidad cobra fuerza. Cada cual tiene su propia estructura narrativa, con sus propios “personajes”, que salen y entran en escena, creando la historia de la vida personal. Hay ciertos esquemas que son muy estructurales y carentes de significado, ese es el caso de cómo multiplicar, pero el humano medio crea tales esquemas a partir de las historias de su propia vida, donde cada persona conocida son “personajes” que entran y salen de nuestra propia historia. Hay que saber llevar las cuentas con cada persona, cuantas veces nos ha dañado o beneficiado, qué nivel de confianza nos merece y distintas otras cuestiones. Cuando el prefrontal “trabaja” sobre cualquier otro tema más abstracto, no escapa de la estructura narrativa del cerebro, y toda cognición sigue las reglas de tal capacidad narrativa. Así, al leer sobre el concepto de esquema en la Wikipedia, esta nos dice:
“El trabajo de Bartlett fue de crucial importancia para demostrar que los recuerdos a largo plazo no son fijos ni inmutables, sino que se ajustan constantemente a medida que los esquemas evolucionan con la experiencia. En cierto sentido, apoya la visión existencialista de que las personas construyen el pasado y el presente en un proceso constante de ajuste narrativo/discursivo, y que mucho de lo que la gente “recuerda” es en realidad una narrativa confabulada (ajustada y racionalizada) que les permite pensar en el pasado como una cadena continua y coherente de eventos.”
Entonces, bajo todo lo dicho, ¿qué ocurre cuando aún queda el remanente de sentir que se nos olvida algo en el “efecto de pasar por la puerta”? Es algo a nivel de software, de la propia estructura narrativa. Para el caso es como cuando en una película esta sale del tema central y se entra en un subtema, el cerebro está deseando saber más y volver al caso central. Las películas, series y los libros recurren mucho a este dejar en suspenso los temas más relevantes. En esto era maestro Tolkien (escritor de los mundos del señor de los anillos), pues terminaba un capítulo dejando a Frodo en peligro y el siguiente capítulo se iba a otro trama. O igualmente es lo que sucede en el recurso de las series, en donde una posible pareja nunca se termina de formalizar, como es el caso de las series “Friends” o “The Big Bang theory”, o películas como “cuando Harry encontró a Sally”. Lo inacabado, lo esperado, parece ser un componente muy importante en el cerebro, que no tiene por qué haber creado un correlato neuronal, pero que sí ha creado un software que es posible que sea el equivalente de lo que entendemos por un sistema operativo. Así parece apoyarlo el concepto de seriación en semiótica en la Wikipedia, que es otra estructura a nivel de software del cerebro:
El término seriation [mise en série] fue propuesto para su uso en semiótica por Jean Molino y derivado de la filología clásica . Seriation “invoca la idea de que cualquier investigador, a fin de asignar algún significado plausible a un fenómeno dado, debe interpretarlo dentro de una serie de fenómenos comparables”. No se puede interpretar lo que la filología llama hapax (palabra que solo aparece una vez en un libro en un autor); es decir, un fenómeno aislado. El historiador del arte Erwin Panofsky ha explicado la situación en términos muy claros:
«Tanto si tratamos de fenómenos históricos como de fenómenos naturales, la observación individual de los fenómenos asume el carácter de un ‘hecho’ sólo cuando puede relacionarse con otras observaciones análogas de tal modo que toda la serie ‘tenga sentido’. Este “sentido” es, por tanto, plenamente susceptible de ser aplicado, como control, a la interpretación de una nueva observación individual, dentro de la misma gama de fenómenos. Sin embargo, si esta nueva observación individual se niega definitivamente a ser interpretada, según el ‘sentido’ de la serie, y si un error resulta imposible, el ‘sentido’ de la serie deberá reformularse para incluir la nueva observación individual. ‘(1955, pág. 35) “(1990, págs. 230-231).»
La seriación está determinada por la trama.”
Un descanso mental. Voy a cambiar de tema.
Entonces, bajo todo lo dicho, cómo encajan los fallos de memoria, y en última instancia el Alzheimer o la demencia senil. Lo que sí está claro en los estudios de Norman y Shallice es el papel del prefrontal a la hora de invocar recuerdos, en donde recuperar una “trama” implica poner el foco de atención sobre ella. Al parecer “investigaciones (…) han demostrado que a medida que los humanos envejecen, el volumen de su materia gris en el prefrontal disminuye. Esta contracción en las cortezas cerebrales ancianas podría explicar algunas de las influencias mediadas por la edad en las funciones ejecutivas”. La importancia del prefrontal se deja ver igualmente por el consumo de alcohol, las drogas e incluso con la inhalación de monóxido de carbono. Bajo mi punto de vista, y a nivel de desarrollo evolutivo, el prefrontal “nació” como parte de un sistema de control de errores de la corteza cingulada anterior. Si se encuentra un error en un comportamiento, está claro que un sistema óptimo tendría que recurrir a “calcular” el porqué del error, así el cómo subsanarlo. Un común a varios animales inteligentes (ballenas, elefantes, grandes simios…) son las neuronas de von Economo o fusiformes, que son unas neuronas grandes y muy rápidas que se encuentran en la corteza cingulada anterior y que lo conectan con el prefrontal. Así la Wikipedia nos dice:
“En los seres humanos, la emoción intensa activa la corteza cingulada anterior, ya que transmite señales neuronales transmitidas desde la amígdala (un centro de procesamiento primario de las emociones) a la corteza frontal, tal vez al funcionar como una especie de lente para enfocar la textura compleja de los patrones de interferencia de señales neuronales. El ACC también está activo durante tareas exigentes que requieren juicio y discriminación, y cuando un individuo detecta errores. Durante tareas difíciles, o cuando se experimenta un amor intenso, enojo o lujuria, la activación del ACC aumenta. En estudios de imágenes cerebrales, se ha descubierto que el ACC se activa específicamente cuando las madres escuchan llorar a los bebés, lo que subraya su función para proporcionar un mayor grado de sensibilidad social.”
Tales neuronas son un buen ejemplo de evolución convergente, que la evolución llegue a la misma “conclusión” o solución en distintos animales, en donde lo que “empuja” a la evolución es un software (comportamiento), que requiere un cambio en el hardware. El detonante es lo relevante, como así es el caso de las madres y el lloro de sus bebés, que de nuevo nos lleva a la estructura narrativa y la importancia de los “personajes” cercanos al trama de nuestra propia historia.
El siguiente paso evolutivo fue dar un lenguaje complejo a esta función inicial del control de errores, de hecho si no se pasa por tal proceso durante la infancia el prefrontal y otras zonas se verán disminuidas a nivel de hardware (desarrollo del prefrontal y el lóbulo temporal), a partir de no instalarle un software (aprendizaje del lenguaje e ir a la escuela, y al final a la universidad). Esta afirmación se aprecia en la informática. Un padre o persona adulta puede que compre un ordenador basándose en la calidad del microprocesador, pero es posible que su hijo, de usar el mismo ordenador, le cambie la tarjeta gráfica a una más potente y una mayor memoria interna, pues la que venía por defecto en el ordenador era muy básica. Así a la vez este cambio de tarjeta gráfica, el ordenador “permite” instalar cierto software 3D, que no se podía instalar con la primera gráfica. Este ha sido el proceso por el que ha pasado el cerebro en el ser humano. El lenguaje inicial sería muy básico y se desarrolló en un prefrontal más elemental, y la sofisticación del lenguaje fue "empujando" al cerebro, y a la inversa, al tener una estructura cerebral más amplia y compleja, el lenguaje cada vez fue más flexible y potente. Todo humano durante su infancia pasa por ese proceso evolutivo en sus primeros años de vida, por lo que todo depende del entorno adecuado en la infancia. Se sale fuera de tema el explicar cuáles son esas fases, si bien quedan explicadas bajo los estudios del desarrollo de Piaget (y neopiagetianas), a las que se tienen acceso en la Wikipedia. A grandes rasgos se pasa por cuatros que son: 1. la etapa sensoriomotora, 2. la etapa preoperacional, con dos subetapas, 2.1. la de pensamiento intuitivo y 2.2 la etapa operativa concreta, en donde se llega a la cuarta etapa que es la operativa formal o madura.
Detengámonos aquí, que en realidad es volver a un momento de la prehistoria de nuestro cerebro. Mientras que la estructura más antigua de pasarse el testigo del cerebro profundo no depende de una “intención”, de un agente, y opera a modo de un homeostato: estímulo/respuesta, con la entrada en juego de las funciones del prefrontal, vinculado al lenguaje, nació la capacidad para la autoconciencia o un yo como sujeto de toda acción. Es bajo esta capacidad de hacer que el foco de la acción fuera uno mismo…, esto es: que el objeto mental no fuera otra cosa que uno mismo, que nació el tener la capacidad de mantener el prefrontal, como foco o atención, auto-centrado, dentro de tal zona, y que además tuviese la capacidad de “soltar” tal capacidad, devolviendo de nuevo el testigo al cerebro profundo. Tal capacidad es la que ahora es tomada como concentrarse o mantener la atención sostenida, a partir de la estructura del control de errores de la corteza cingulada, pues algo sobre lo que no se tiene un patrón o esquema mental es igualmente equiparable a un tipo de “error”, en donde el cerebro ha de crear un nuevo esquema o patrón. El caso es que ante tal situación el “testigo” quedaba en manos de la corteza cingulada anterior, y fue la que fue “empujando” la capacidad de centrarse en sí, en sentirse uno mismo muy vivo y de forma más latente, pues en tales estados todo el sistema corporal se acelera y la propiocepción, y por ello que es yo y qué medio, se vuelve más prístino y diferenciado. O sea, si de repente uno se viera acorralado por un depredador, esto llevaría a ser mucho más consciente del medio y de uno mismo como centro de la acción, como para desarrollar o ver una posible salida en el medio de tal situación de peligro. De ser así la conciencia nació como capacidad emergentista, de recoger el testigo y mantenerlo, ante situaciones de peligro, en donde en el hombre esto pasó a la vez por sus propios cambios sociales y el nacimiento de la palabra.
Con lo dicho vuelvo a uno de mis mantras de los últimos escritos, la ciencia, las sociedades modernas, basadas en los aprendizajes complejos, académicos o no, se están centrando demasiado en el papel del prefrontal, infiriéndole una relevancia o protagonismo excesivo frente a otros modos de operar del cerebro. No me parece correcto u óptimo analizar el cerebro humano a partir de recordar series de listas, u otros tipos de test del mismo tipo, sin sentido e irrelevantes para el sujeto de los experimentos. Si lo central, o una de las vigas más importantes del cerebro, es la relevancia, el valor que damos a todo, el cerebro de toda persona deja tal estructura fuera de juego bajo parte de los estudios de la ciencia. Pero tal “pero”, tiene a la vez su propio “pero”. La sociedad actual está totalmente ligada a las capacidades del prefrontal, y por ello el que sea una herramienta altamente preparada, es un componente muy importante en la vida de las nuevas sociedades.
Bajo lo dicho en el párrafo anterior, el que mi cerebro sea cada vez más “torpe” en el juego “craft the world” no tiene porqué implicar signos de demencia temprana o Alzheimer, pues sólo me ocurre en el plano del prefrontal, que es el que está activo sobre todo en los juegos. Que me “pierda” o tenga una cognición falible en el juego no implica que pueda perderme o ser falible en lo social o caminando en la naturaleza, pues se hacen usos de estructuras distintas y sólo es el prefrontal y su memoria a corto plazo la que falla, y dado que la narrativa de los juegos son demasiado irreales e irrelevantes, y por ello no tienen realmente una estructura narrativa.
Voy a adoptar para mi línea de pensamiento el concepto de memoria de trabajo a largo plazo. Tal estructura es una de las mayores capacidades humanas, pero a la vez uno de sus puntos flacos, pues un sesgo, como así lo es un estereotipo, es igualmente un esquema o memoria de trabajo a largo plazo, por el cual uno tiene unos “atajos” a la hora de analizar la realidad y la vida. De esta manera, cuando el prefrontal, como atención o focalización, opera en el día a día, lo hace a partir de los esquemas ya establecidos, que harán más óptima la cognición rápida de cada situación. En el proceso, además, los esquemas, dan forma a nuestra identidad. Los esquemas de derechas o de izquierdas, son uno de los ejemplos más claros. Uno no tiene el esquema de la izquierda, el esquema es parte integral de lo que es uno mismo: se es de izquierdas.
No sé cómo traer a colación y encajar la teoría de los guiones de Silvan Tomkins, ya tratado en otro escrito, que son otra versión de lo que son los esquemas. En este caso más sociales y vinculados directamente con la narrabilidad y tal estructura cerebral para trabajar con tramas. Por otro lado iba a hacer una sección de lo vital que son tales esquemas y por ello de la capacidad del cerebro para crear teorías generalistas o inductivas de la realidad, pero el escrito ya está siendo demasiado largo. Quepa tener en cuenta que algo como la “jugabilidad” no existe en ningún lugar físico o como estructura del hardware que es el cerebro. Emerge del total que es el cerebro y su comportamiento con los juegos de los móviles, consolas y ordenadores. La jugabilidad que es para una persona no es igual para otra. Cada persona tiene su propio concepto de jugabilidad, pero en abstracto está claro que la jugabilidad “existe” como un nuevo esquema a todo humano que juegue de forma asidua. Y si es así para algo tan nuevo como los juegos electrónicos… ¿cómo va a ser distinto para el concepto de lo femenino y lo masculino, y otros temas profundos y muy antiguos del cerebro? Eso nos lleva a que cada cerebro tiene una identidad, que siempre puede implicar una otredad, pues tales esquemas se crearán y activarán a partir de lo que uno es en la vida y dentro de una sociedad dada. Siempre quedará la cuestión de que el prefrontal cuestione tales esquemas, o los ponga en suspenso en ciertos momentos dados, pero que emergerán inevitablemente en cuanto la persona esté débil (enferma, fatigada, bajo los efectos de drogas, estresada…) o esté siendo atacada, o cualquier otra situación en las cuales el cerebro profundo no tenga las “herramientas” y la capacidad para invocar al prefrontal.
¿He “solucionado” algo?, o sólo he buscado darme la razón. Bajo mi punto de vista, el prefrontal tiene la función de hacer de mediador para crear a lo largo de la vida unos hábitos (esquemas) por los cuales el cerebro actuar de forma rápida y bajo control en el día a día, y año tras año el cerebro se va “desprendiendo” de la corteza prefrontal (¡”de quita y pon”, ahí es nada mi propuesta!), con lo que en los últimos años de vida un humano es sobre todo sus hábitos. Este modo de proceder, programado a nivel evolutivo, cada vez se nos presenta más desadaptado, en la medida que cada vez vivimos más años y que cada vez es aparentemente más inútil basarse en hábitos, pues las sociedades modernas nos “exigen” una aprendizaje continuo y sin fin. Por otro lado los esquemas nos construyen con un “personaje”, con una identidad, que es la que emerge ante nuestra propia historia y la de los otros, pero si las sociedades de las últimas décadas se están centrando en lo errado de crearse patrones y esquemas, pues todos son tendentes a ser sesgados… ¿qué somos y qué son los otros si hemos de estar eternamente haciendo llamadas al prefrontal para que cuestionen tales esquemas? Bajo este aspecto el posmodernismo, como puesta en duda de los metarrelatos, lo estamos interiorizando como el único esquema posible para nuestras vidas. El prefrontal “hasta ahora”, hasta el siglo XX, era un compinche de la legitimidad de la estructura narrativa del cerebro, pero hoy parece haberse vuelto un enemigo de ella.
Pero si como he tratado de hacer ver, la estructura cerebral más profunda humana es la capacidad de volver todo relato, la narrabilidad… ¿cómo no caer en la demencia o los trastornos mentales si se pone en duda tal capacidad? No hay necesidad de un homúnculo que “sepa” que se le está olvidando algo al entrar en una nueva habitación. Todo parte de que se ha iniciado un nuevo episodio o relato que busca cerrarse, y como tal ha de crear tal sensación…, mayor cuanto más relevante fuera el motivo del relato… uno no suele caer en el “efecto pasar por la puerta” si lo que necesita o lo inicia es el tener que ir al servicio. No descarto que los ancianos, con los detonantes de ser dejados a su suerte, sin vínculos sociales y sin capacidad para seguir construyendo una narración de sus vidas, sean los más propensos a caer en el Alzheimer y la demencia senil. En ese caso las actuales sociedades crean a nivel de software (comportamiento sociales), lo que tratan de analizar y reparar a nivel de hardware.
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