Etiquetar e Interpretar VIII - Modularidad
(He dormido poco, quería terminar el escrito, pero la fatiga y la somnolencia me hace cometer demasiados fallos y soy menos preciso en la escritura. A parte de lo poco escrito, he estado haciendo gráficos, e informándome bien para no meter la pata en lo que digo. Me voy a echar un rato.)
Preámbulo
Me queda por tratar de asentar el por qué el cerebro profundo no tiene un ser. Lo tiene, pero de forma “mecánica” (carácter), pero en tales estructuras no existe un ente que cuestione o trabaje sobre sí mismo. Es a través de la corteza cerebral que uno se percata de ese núcleo que es inamovible. Con todo es muy posible que Mark Solms tenga razón en asentar la conciencia en el tronco encefálico, esto daría cuenta el por qué tenemos una conciencia tan clara de orinar y cuánto pueda estar de llena la vejiga, pero después esta misma capacidad no pueda “cortar” el flujo de la conciencia o mente errante, que puede caer en la rumia, que en algunos casos puede llegar a ser obsesiva. Voy a tratar de explicar cómo puede ser todo esto.
El tronco encefálico tiene unos circuitos fijos, o sea no altera sus conexiones por el aprendizaje, si acaso y como mucho, queda alterado su funcionamiento por algún daño, ya sea por algún golpe o por algún tipo de infección (o por tóxicos o drogas). Si vamos al principio de la vida, el primer sistema que creó fue la digestión: alimentarse es lo principal. Junto a ese sistema emergieron ciertos sentidos básicos: detectar la luz, la percepción de contacto, reaccionar a componentes químicos (que más tarde quedó en el sentido del olfato). O sea, el cerebro fue casi lo último. No tenemos un cerebro con un estómago, sino al revés, tenemos un estómago con un cerebro. Entre medias hay otros sistemas que se tuvieron que crear para ir a la par de los cambios, que tenían ganglios nerviosos a modo de circuitos electrónicos sencillos. Como el “modelo” vivo que mejor funcionó fue el de “centralizar” los sentidos cerca del conducto de ingerir comida (boca, cabeza; en contraste, los pulpos tienen el equivalente de un cerebro en cada tentáculo), al final ahí se creó una centralización de los distintos ganglios nerviosos, y es lo que conocemos como sistema nervioso central o cerebro.

Por otro lado casi todo animal complejo tiene el equivalente del tronco encefálico (cerebro posterior o rombencéfalo) que gestiona la conexión con todo el cuerpo (médula espinal), luego no es algo que convenga cambiar. Para entender todo esto en un símil, imaginar que se tiene el circuito que enciende la luz del frigorífico al abrir la puerta. Como ese circuito está en una pequeña placa no podemos hacer cambios, con lo cual ponemos otra placa al lado y puenteando el circuito que va a la bombilla creamos una conexión de salida a la segunda placa, de la que sale un cable que cierra de nuevo el circuito que se conecta a la entrada del primero. La primera placa funcionaba por un mecanismo que cerraba un circuito al abrir la puerta. Pero en la segunda placa hemos puesto un sensor de luz, que cierra el circuito y enciende la luz si la iluminación de la cocina es muy baja, pero no cierra el circuito si ve que la iluminación es muy alta. El primer circuito es una sentencia de “si A, entonces B” (si la puerta se abre, encender la luz), pero con el segundo circuito sería “si A y B, entonces C, pero si B es igual a X entonces no-A, luego Ø” (creo que puede estar mal desarrollado lo anterior, pero queda explicado aquí: si se abre la puerta y la luz de la cocina es baja, encender la luz, pero si es alta, entonces no hacer nada). El tronco encefálico tiene circuitos “mecanicistas” de “sí A entonces B” (si viene un objeto hacia el ojo, cerrar el párpado), y para suplir ese sistema tan básico, la evolución ha ido añadiendo circuitos, en una “segunda placa” algo más grande y compleja, el mesencéfalo, y después ha añadido una tercera placa aún más grande, el telencéfalo. Esto no quiere decir que el tronco encefálico sea tan sencillo, en realidad es complejo, como es el caso que uno sea consciente de cuánto queda para que se vacíe la vejiga, por seguir con el mismo ejemplo, mi simplificación trata de dar cuenta que si se llega un momento que este sistema se queda “pequeño”, con respecto a que el animal trate de actuar de forma más certera al medio, con lo que se requerirá ampliar tales circuitos. Entonces, teniendo esto en cuenta, los “cables” que van desde las placas más antiguas a las nuevas se dicen que van hacia arriba, y los cables que van de las nuevas a las placas antiguas se dicen que van hacia abajo. Esto lo traigo a colación porque según Anil Seth, especializado en neurociencias cognitivas, dice que la percepción de conciencia ocurre cuando en el cerebro se dan muchas conexiones hacia arriba (imagen de la cabecera), eso establece, en cierta forma, que el cerebro cree un diálogo dinámico entre las neuronas y sus regiones, que viene a querer decir que se cierra sobre sí mismo, sin apenas tener contacto con el exterior. Por ejemplo y para que veamos tal dicotomía, si uno está dormido, y alguien nos hace la broma de pasarnos el borde de un papel por la frente, el tronco encefálico trabajará por sí sólo y moverá el brazo para quitarse una posible mosca, pero uno no se despertará (depende de las personas: algunas sí). Lo contrario a esto es cuando alguien con el que estamos hablando, de repente nos hace el vacío y se pone a pensar en sus propias cosas. El cerebro ha cerrado el flujo de la información proveniente de los ojos y de los oídos, y si queremos sacarle de ese estado le tenemos que llamar la atención tocándolo, elevando la voz o algo similar, para que “vuelva a conectar” los circuitos del tronco encefálico con el resto del cerebro ensimismado (cerrado en implicar más y más zonas del cerebro; algo similar ocurre a veces con el ordenador, cuando parece estar procesando algo, pero en realidad se ha quedado cerrado en un bucle, por algún fallo de programación). Estado de conciencia, así, para Anil Seth es cuando se crea ese tipo de bucle de conexiones hacia arriba, conectando todas las posibles partes del cerebro que puedan tener algún tipo de conexión con una fuente de información dada, que puede ser externa o simplemente interna.
Espero que haya quedado claro. En el tronco encefálico puede estar el instinto de reproducción y el de buscar saciar el hambre (instintos=comportamientos incorporados), pero no están “mandados” desde un yo profundo y único, son simples mecanismos, que además pueden interactuar unos con otros, creando en algunos casos conexiones y mecanismos complejos (de otra manera, en sus conexiones con las otras partes del cerebro). El fallo de la teoría psicoanalítica es crear la idea del “ello” o inconsciente (frente al yo y el superyó) o ente en la sombra que tiene sus propios requerimientos. No hay tal cosa o sólo hay que concebirla en la abstracción de todos esos mecanismos como unidad, y que son muy antiguos y básicos. Con todo, cada humano puede tener ciertas variaciones en cómo “funcionan” ciertas partes del tronco encefálico (no en la parte más autónoma, claro, excepto debido a alguna enfermedad o problema genético), pues en tal estructura, por ejemplo, se encuentran los principales centros de los neuromoduladores, como la dopamina y la serotonina, donde alguna mutación en su producción, transporte o receptores, cambia el comportamiento del cerebro. En la gráfica de abajo podemos ver las vías dopaminérgicas (son vías químicas), y cómo están conectadas por separado al mesencéfalo (circuito más corto) y al telencéfalo (circuito más largo), en este caso no hay flujo hacia abajo, esto ya ocurre por medio de las conexiones neuronales.

Etiquetar e Interpretar VIII
Bien. Siguiendo el hilo del escrito anterior, en la filosofía de Sartre, por un lado está el en-sí y por otro el para-sí, donde la síntesis dialéctica Sartre la trata de llevar a un ser para-sí con la densidad del en-sí. Mi propuesta trata de poner tres entes en donde el faltante es el para-el-otro, el ser social. Encaja por un lado con las tres estructuras principales del cerebro trino (reptil, mamífero y humano o tronco encefálico, sistema límbico y corteza cerebral) y encaja con la triada del psicoanálisis, del ello, el yo y el superyó. La síntesis en todos los casos es el yo en el psicoanálisis, y el yo social en mi lenguaje. Se podría pensar que dado que la corteza cerebral es la última debería de ser la síntesis, a la que llega tal razonamiento, y aquí es donde entra en juego mi hipótesis para “reordenar” tal dialéctica, y que es la que ha originado toda esta serie de escritos sobre etiquetar e interpretar. Por lo pronto se hace evidente que el prefrontal, como sistema ejecutivo, donde en uno de sus papeles es el de hacer de "control inhibidor de impulsos", es el que hace de superyó, de “ente” hipervigilante que frena o enlentece la acción, para mediar en los comportamientos sociales que sean convenientes, luego esa capacidad no es el yo, sino sólo una de las formas de manifestarse el yo, o de cómo se construye el yo. Aunque esto tiene cierta complejidad que se explicará al final.
(A continuación he optado por traducir “False tagging theory”, como “teoría de la falsación de etiquetas”, pues la traducción literal (teoría de etiquetado falso (o falso etiquetado) crean ambigüedad, además, eso es lo que se supone que hace el prefrontal, y partiendo de que tal propuesta viene a partir de la teoría del etiquetado).
Aquí es donde entra en juego la teoría de la falsación de la etiqueta. “La teoría del etiquetado falso es un modelo neuroanatómico de un proceso de creencia y duda que propone una función simple y única para la corteza prefrontal. La teoría desarrollada por el neurocientífico Erik Asp. La evidencia indica que la duda mediada por la corteza prefrontal está en el centro del funcionamiento ejecutivo y puede explicar algunos sesgos del juicio intuitivo. (Tal propuesta) afirma que la corteza prefrontal es necesaria para la falsación de las etiquetas durante el componente de evaluación de las creencias. La creencia es la existencia de representaciones cognitivas perceptivas (PCR) en la región de las prostaglandinas, mientras que la duda, el escepticismo y la incredulidad están mediados por falsación de etiquetas a través del área prefrontal. La corteza prefrontal es fundamental en situaciones en las que la duda, la incertidumbre y la ambigüedad son altas. La duda sobre una creencia específica puede tener una variedad de efectos, que a menudo se realizan como una reducción del comportamiento hacia la creencia. Los individuos con una integridad estructural alterada de la corteza prefrontal deberían tener un “déficit de duda”, una vulnerabilidad para creer en información inexacta”.
(Es interesante el concepto de “déficit de duda” (dudar demasiado poco), no tiene entrada en la Wikipedia, se supone que es lo que tienen/son las personas muy crédulas).
Tal teoría trata de establecer que el poder llegar a ser una persona radical o extremista se puede deber a un daño en la corteza prefrontal ventromedial (abajo y entre los hemisferios), pero no se puede reducir a un daño. Lo importante de las investigaciones que se han llevado a cabo a partir de tal daño, es el papel que hace tal zona. Se sabe que la región implicada está menos desarrollada en los niños, echo por el cual son más crédulos y no cuestionan fabulas e historias como las de papá Noel, y otras narraciones fantásticas. Es de suponer que tal área se amplía en ciertas personas, mientras que en otras no, y es por tal cuestión que se den todos los tipos de humanos posibles con los que nos encontramos, bajo tal aspecto, en donde se puede ser muy crédulo o lo inverso, muy desconfiado, o en distintos rangos dentro de lo religioso —y de más a menos—, extremistas, religiosos, racionales o ateos.

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