La Última Pieza del Puzle


Giramos narrativas sobre nosotros mismos para dar sentido a lo que somos,
y esas narraciones nos convierten simultáneamente en el autor, el narrador
y el protagonista de la historia.
❞ Charles Fernyhough parafraseando a Beckett


(Gráfica de cabecera de una captura de Google Imágenes sobre un cuadro de Vicent van Goth, que hace alusión de las distintas formas que se puede ver una misma cosa.)

Mi hipótesis tenía una tara, dividida en dos problemas. 1. Trataba de establecer una dialéctica cerebral, cuando externamente individuo y sociedad son sólo dos partes. 2. Tenía que haber recurrido a la filosofía para explicar cómo se interioriza la sociedad, lo cual me hacía salir del ámbito empírico. Pero el libro de Charles Fernyhough “The voices within” (compartido en el escrito anterior), me ha llevado a las pistas para resolver los dos problemas a la vez. El crea el “modelo de pensamiento dialógico”,  aunque todavía no sé en qué dirección lo quiere llevar, pero de cualquier forma ya existe el concepto del “yo dialógico” de Hubert Hermans, “que describe la capacidad de la mente para imaginar las diferentes posiciones de los participantes en un diálogo interno, en estrecha conexión con el diálogo externo”. Interiorizamos al otro, que unas veces es alguien concreto y otras un “otro generalizado“. Lo dialógico, derivado de diálogo, frente a la dialéctica, implica apertura, la búsqueda mutua, de dos o más partes, para “para explorar el significado de algo”, donde lo importante es el pacto del significado, donde desde ese momento las partes implicadas comparten el mismo punto de vista sobre el asunto tratado. Esto es la teoría, en realidad no “funciona”, porque si cada individuo entra en lo dialógico con la sociedad, para tratar de acordar qué es la democracia, en tanto qué debería de ser, claramente no hay tal proceso dialógico, pues ahora mismo nadie cree que lo que vivimos sea una democracia. Pero seguramente sí funcionaba en los primeros grupos de humanos, basados sobre todo en los lazos sociales (y aún hoy con la familia o los grupos de amigos). Y he ahí el por qué (que resuelve la segunda falla) la evolución ha llevado a que una parte de la cháchara que hace el cerebro en sus momentos desocupados, sea el simular diálogos con otras personas o consigo mismo, a modo de un aparente desdoblamiento en donde a la vez nos hablamos y nos escuchamos (diálogo interior), que es el planteamiento de Fernyhough, en su “modelo de pensamiento dialógico”.

Durante la infancia, los niños, antes de tener la capacidad de llevar su voz a su interior, de pensar, hablan consigo mismos, preguntándose y contestándose, creando el “modelo dialógico” a viva voz. Más tarde lo interiorizan, y la mayoría de las veces se pierde el “modelo de pensamiento dialógico”, quizás porque no parece ser el comportamiento de una persona sana (al parecer hablarse en segunda, en incluso en tercera, persona es “bueno”). Lo que me interesa hacer ver es que en una de sus formas esa voz dialógica hace de crítica, es el llamado “crítico interior“. Hace mucho tiempo dediqué algunos escritos a estos temas. Los niños muy pequeños están constantemente siendo supervisados por los adultos, más que nada por seguridad. Los niños a la vez se sienten observados, y algunos más pícaros miran para ver cuándo se les deja de observar para llevar a cabo algo reprobable. Los adultos en esos casos, y si los ven, les dirán “¡no, no, eso no se hace!”, que con el paso del tiempo se queda en una mirada de rechazo. De esa manera en las charlas dialógicas de los niños, es de pensar, asumen que una de las voces es la de un adulto. En este proceso, y repetido por años y años durante la infancia, al final interiorizamos al “otro generalizado“, que es la voz crítica de lo que se espera de uno mismo, lo que esperan nuestros adultos más allegados, en concreto, y la sociedad en general.

¡Resuelto los dos problemas!

Dejo algunos textos de Fernyhough y recomiendo leer los enlaces sobre el tema, (en la entrada del dialogismo se trata sobre la distinción entre dialógica y dialéctica. Algunas consideraciones. Muchas personas intelectuales, inventoras o científicas, son poco o nada sociales. Se dice que lo que más recursos “gasta” del cerebro es lo social, al no serlo, usan tales recursos a pensar, pero en muchos casos de forma monológica, pues han dejado de lado al yo dialógico y social. Esto conlleva a que sus filosofías y utopías, no estén muy acordes a la realidad social, pues se han quedado fuera de lo dialógico, y puede que tales cerebros carezcan de ese yo dialógico. Otro apunte más extraño: si como propone Charles Fernyhough el pensamiento dialógico se hace necesario para que el cerebro se estructure de una forma más idónea, ¿por qué el humano recurrió a que esa voz interior fuera Dios?, ¿defraudaba que ese diálogo fuese con humanos volubles y falibles? ¿Era más “óptimo” que ese ser tuviese las capacidades de un ser sin fallos y grandioso? Esta línea de pensamiento llama al endiosamiento de Sartre, y a la unidad del pensamiento con Dios de Hegel, en donde la individualidad se pierde. Otra posible línea discursiva sobre esto, es que la posible “falla” del pensamiento Marxista, venga dada a que trató de establecer una dialéctica, cuando en lo que debería de basarse una sociedad es en lo dialógico (otra más, que ya he dicho muchas veces, es que el feminismo es un monólogo, no quieren dialogar con el hombre, ni lo dejan entrar en su dialéctica, donde sólo podemos hacer el papel de antítesis, y en donde además en ese cierre del diálogo se cae inevitablemente en la ideología: la voz monológica de un sólo lado). Ya desarrollaré todo esto de forma más detallada. (Al libro de Charles Fernyhough llegué desde un vídeo de YouTube, que además hacía a referencia a esta charla en TED, de Eleanor Longden, “Las voces en mi cabeza”.)

Gráfica adaptada a esta nueva totalidad:


Denominamos estos factores dialógicoscondensados, otras personas y evaluativos. Como su nombre sugiere, el 1. primer factor se relaciona con lo mucho que la gente siente que su discurso interno toma la forma de una conversación entre diferentes puntos de vista. 2. El segundo factor captura la calidad que el habla interior puede tener a veces de ser comprimido o abreviado. 3. El tercer factor se relaciona con una tendencia en una minoría de personas (aproximadamente una cuarta parte de las respuestas) a decir que las voces de otras personas aparecen en su discurso interno (un elemento que se cargó a este factor fue “oigo las voces de otras personas que me molestan en la cabeza”). 4. El último factor se relaciona con la medida en que la gente informa que su discurso interno tiene un papel en la evaluación o motivación de lo que está haciendo. Tales personas, por ejemplo, podrían respaldar el ítem, «Yo evalúo mi comportamiento usando mi discurso interno». Por ejemplo, me digo: «Eso fue bueno» o «Eso fue estúpido».” “Las personas que tartamudean a menudo informan que su discurso interno es completamente fluido.” “Cuando interiorizamos el diálogo, interiorizamos a otras personas. Nuestros cerebros, como nuestras mentes, están llenos de voces.” “Preguntamos a una muestra de más de 1.500 personas si escuchaban las voces de personajes ficticios en sus cabezas cuando leían, alrededor del 80% admitió haberlos oído.” “Las palabras de otras personas se meten en nuestras cabezas. Esto es más que la formulación de moda actual de que tenemos «cerebros sociales», conectados para interactuar con otros desde los primeros días de la vida (aunque eso también es cierto).” “Puede haber un gran fuego en nuestra alma, pero nadie viene a calentarse en ella, y los transeúntes sólo ven un soplo de humo que viene a través de la chimenea.”  Charles Fernyhough

Como muestran estos ejemplos, no siempre hay una separación tajante entre el interior del yo y el mundo exterior, sino más bien una transición gradual. La teoría del yo dialógico (DST) asume que el yo como sociedad mental está poblado de autoposiciones internas y externas. Cuando algunas posiciones del yo silencian o suprimen otras posiciones, prevalecen las relaciones monológicas. Cuando, por el contrario, se reconocen y aceptan las posiciones en sus diferencias y alteridad (tanto dentro como entre los dominios internos y externos del yo), surgen relaciones dialógicas con la posibilidad de seguir desarrollando, y renovando el yo y el otro, como partes centrales de la sociedad en general.” En la Wikipedia

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