Dios es…


Ayer no escribí otra de las conclusiones que se deducía al introducir el concepto de lo dialógico, pero era porque lo tenía que madurar y hacer un nuevo gráfico. Donde la conclusión es quién ha de ser “Dios”, bajo las deducciones y línea de pensamiento que estoy siguiendo. Vayamos por partes. Hay una triple dialéctica, 1. por un lado cerebral y por ello individual, 2. por otro lado social (esta línea de mis pensamientos la he ido hilando poco a poco, aquí y allá en mis escritos, donde deducía que hay una paridad entre el cerebro y lo social: la unión de flechas y círculos en el centro y abajo en la gráfica), y 3. por último la de la propia especie. El “revulsivo” o motor principal es lo que Schopenhauer llamaba voluntad, donde con tal concepto quería referirse al ímpetu de la vida por abrirse camino (parafraseando la ahora célebre y repetida frase de “Jurasic Park”, que no es otra cosa que la retroalimentación positiva, impeliendo a la vida para luchar contra la segunda ley de la termodinámica). Tal “fuerza”, como decía Schopenhauer, es ciega, sin ninguna meta y dirección, por ello sólo es en tanto su fluir. Al igual que un animal se mueve por el espacio territorial que conoce, eso es lo dado o lo conocido en tanto que especie, pero si el animal se encuentra que no hay alimento en tal hábitat, se mueve a otro. Necesita cambiar, ir más allá. La teoría de la especiación dice que estas se mantienen muy estables en el tiempo. Sólo cambian, o por mutaciones o por crisis en el hábitat, que les harán buscar nuevas formas de comportarse, o en otro caso a cambiar de hábitat y adaptarse al nuevo. En la gráfica, el círculo azul, en las tres dialécticas, representa esa tendencia a la estabilidad, a lo conocido (como antítesis, homeostasis o negación de las dos posibles bases), bajo la tesis (círculo naranja) de mantenerse y tender a lo estable: entra en juego la retroalimentación negativa. Si no es posible entra en juego la otra tesis, la del cambio, la de la búsqueda, la trascendencia, lo que hay más allá (círculo amarillo), cambiando la dinámica de tesis y antítesis, más tendente a que se pronuncie la retroalimentación positiva. Si se quiere extrapolar a una analogía, es como un cambio de piñón en la bicicleta, para ir o bien por un terreno liso o por un terreno en ascenso. Los piñones en este caso son las dos posibles tesis, la que tiende a la estabilidad (negativa), o la del cambio (positiva). La idea general es muy intuitiva: todos rechazamos lo más “crudo” de los instintos, y rechazamos actuar sólo con la “cabeza”, y por ello a toda persona que la “use” en exceso para la vida social, la media es el sistema límbico, las emociones.

(No tratar de extrapolar negativa a “mala” y positiva a “buena”. Si vas hacia un precipicio no hay que acelerar —retroalimentación positiva: más energía en el sistema—, sino frenar —retroalimentación negativa—.)

El cambio se produce de manera dialógica (círculo azul en las tres dialécticas, unidas por la triple flecha naranja) en una “negociación hablada” entre el sistema límbico, emocional del individuo (dialéctica individual, yo dialógico), desde sus posiciones más cercanas, como la familia y a los grupos a los que se pertenezca (dialéctica social) y tratando de mantener la homogeneidad con las directrices actuales de la especie, que es tender a la sociabilidad (dialéctica de la especie). Basado o empujando el yo ideal (en lo individual), las posibles utopías (lugar idealizado) o cambios deseados (en lo social), “empujando” los rasgos principales de la especie, que como ahora es nuestra inteligencia, en ese caso es llevando más allá las capacidades de la razón. O sea, (dentro de la triada y unidad de círculos azules) cada uno saca lo mejor de sí (individual) por lo más directo: la familia (social), y a partir de ese primer empuje se siguen el resto, las familias que sobreviven son las que se validan en la especie.

Esta dialéctica trata de establecer que lo central es la sociabilidad que nos habita el cerebro (individual), en donde su exponente social es la familia, que es lo importante y central de la especie. Y por ello trata de poner en sus sitio a la razón y la triada de los círculos amarillos. La razón, o la retroalimentación positiva desenfrenada, rompe el contacto con que lo principal sea la familia, llevando al humano al individualismo, y a la supervivencia, no de lo social, si no del rasgo individual del ser humano (del “yo primero”). La masa (en la triada de color naranja) en ese caso es la resistencia a que prospere esa tendencia individual: la masa tiende a la inercia, en cierta forma a lo “mediocre” (mundano, normal), pero en la dirección de mantener la retroalimentación negativa.

Creo que ya se debe de entender, sólo he redundado en distintos puntos de vista para hacer ver cómo opera toda esta dialéctica/dialógica.

Ahora vienen hechos interesantes. En un programa de “La vida moderna“, Ignatius dijo que el neoliberalismo, bajo el que estamos, se inició como pretexto de que era la única forma de salir de la crisis en la que se estaba en aquel momento (a partir del dual Reagan/Thatcher y sus sucesores). No sé si es un argumento propio o de otro y él lo adoptó. Ayer me he bajado un documental (Princes of the Yen, tiene subtítulo, se puede traducir aquí) que dice lo mismo. Argumenta que la sociedad (la masa en la gráfica) sólo acepta los cambios para salir de las crisis, pero entonces… ¿por qué no provocar crisis que justifiquen los cambios (círculo amarillo) necesarios que aventajen a los que tienen el poder?, o sea, que se admita una necesaria retroalimentación positiva, que sobre todo beneficiará a los que están en el poder (en detrimento del planeta, que ya está en un precario estado, por culpa de las sucesivas retroalimentaciones positivas en las que se va metiendo el primer mundo por medio de las grandes multinacionales). Esto mismo es lo que deduje en el escrito anterior. El sistema ahora mismo no es dialógico, porque la tendencia hacia la corporatocracia, está rompiendo el diálogo entre los sindicatos y las izquierdas (proletario), y el empresario o los que tienen los poderes fácticos (banca, bolsa, multinacionales). Por lo que el sistema acelera su retroalimentación positiva y no parece tener freno. (El feminismo al luchar sólo para sí mismo y descentrar la atención sobre la problemática que debería de ser la más urgente, se aleja de posicionarse junto al mayor problema en el que se encuentra la izquierda, por eso he dicho que al poder le interesa el feminismo, pues se sigue aquella máxima de “divide y vencerás”).

Ahora… ¿hace falta realmente un cambio que implique la activación de la retroalimentación positiva?, que es lo que sucede cuando hay “verdaderas” crisis, ¿o sólo es una retroalimentación positiva para poner las cartas a favor del poder? Las actuales tendencias, de estas teóricas crisis, es la justificación para que la privatización de todo lo que aún esté en manos del Estado y por ello del “pueblo, de la masa, pasen a manos de empresas y multinacionales.

Por el contrario, lo que pide el planeta y el calentamiento global es una retroalimentación negativa, un pisar el freno lo más bruscamente que se pueda, y que todos bajemos las expectativas entre lo que realmente necesitamos y lo que queremos tener.

La última conclusión, la que da el título al escrito, es que ese Dios, que nos merodea la mente, es la especie. ¿Por qué?, porque es lo único que transciende, que está más allá de cada individuo y tiene su propia “lógica” y “razones” (tiene muchas de las características que nombraron los filósofos, sobre lo que ha de ser un dios). ¡Claro, no es un dios personal y con intenciones, una moral o finalidades!, tampoco “le” hace falta una moral o finalidad: “acertar” el camino implica sobrevivir como especie. La especie es lo dado y con densidad de ser que no puede tener un solo individuo. No eres tú, ni yo, ni la más elevada persona, ni la más mezquina de la especie. Está más allá de todo lo concreto. “Recoge”, y es, todas esas individualidades a la vez, en una totalidad plena, pero cambiante en su fluir (herencia dual). ¿Es una conclusión estúpida?, aplicando la navaja de Occam, es lo que se acerca más a la idea de un dios. Esto además es acorde al imperativo categórico de Kant: actúa como si tu obrar fuese lo que deseases de cómo ha de ser el humano, y por ello la humanidad y en definitiva de cómo ha de ser nuestra especie (esto encaja con la idea de “Dios es amor”, porque es quizás el mejor rasgo del humano como especie). Tampoco es imposible cohesionar esta dialéctica con la hegeliana, un individuo es la especie, una mente dentro de todas las mentes, de todos los tiempos; pensar por la especie (Dios), es unirse a la totalidad de tal ser, a la especie como ente en su fluir por la evolución y nuestra historia.


Dialéctica de Hegel

¿Cómo empezó todo? En la lucha dialéctica entre Heráclito, que aceptaba el fluir y el no-ser, frente a Parménides que desde la razón no aceptaba tal posición; el resto es nuestra historia occidental.

Y ahora te diré cuáles son las formas en las que puedes pensar y escuchar mis palabras. Una forma es la del ser y por otro lado no es posible que no sea y es el camino de la persuasión que conduce a la verdad. La otra es la forma de no-ser y no debe ser. Este es un camino en el que no se puede aprender nada y de hecho no puedes saber lo que no es y no es real. No es posible expresarlo, ni representarlo de ninguna forma y de la forma que sea habitual para ti.❞ Parménides

Comentarios

Entradas populares de este blog

Códice y Trucos Para Comprender los Sesgos Cognitivos

Índice y Preámbulo

Adendum - Micro-Historia de las Diferencias de Género - Un Viaje a Abilene