Devaneos III – Palabras y Representaciones
❝No podemos tener razón todos, pero sí equivocarnos todos.❞ The outpost
❝El progreso se apunta victorias pírricas sobre la naturaleza.❞ Karl Kraus
I
(Activado modo cínico) ¡Aún recuerdo con añoranza aquellas primeras semanas del coronavirus, de no llevar una máscara por la calle, aún la alta tasa de infectados y defunciones! Ahora, que ya no hay defunciones y que en realidad no saben dónde se “ha escondido el bichito”, que parece jugar a las escondiditas, como para aparecer y desaparecer a su antojo, todos llevan máscaras aunque vayan solos por la calle o se esté a varios kilómetros de cualquier población y de cualquier persona.
¡Por cierto!, os habéis fijado que este año nadie lleva gafas de sol… ¿no se suponía que se llevaba porque era conveniente para los ojos? Nadie ha dictado que no haya que llevarlas pero nadie lo hace, son de esas acciones humanas que aparecen de forma espontánea en toda la población. El caso es que si uno se mira al espejo antes de salir de casa, y ahora la propia máscara es parte del atuendo diario, como si de ponerse el calzado se tratara, en este nuevo ritual, si te pones las gafas de sol… ¿a qué se parece uno?, a un caco que se trata de cubrir toda la cara. Esta desaparece por completo. ¿Conclusión?, que es mejor no llevarla y que se vea algo el rostro. Esto, además, quiere decir que las gafas de sol se llevaban porque ocultar parte del rostro le confiere algo de misterio, en una especie como la humana, que odia tanto lo evidente, y por ello ha de amar lo secreto, oculto o semioculto. (Apagado modo cínico, ¡bueno…, no sé!)
II
Lo que sigue, con muchos desvíos, es una perorata sobre el tema de cómo el cerebro usa un lenguaje. Repite y conglomera lo dicho en varios escritos. ¡Ya sé!, voy haciendo círculos sobre lo dicho, repitiéndome, pero en espiral, o eso quiero pensar. Me pueden tachar de pesimista, pero en realidad pienso que tal persona no existe y es sólo un sesgo cerebral para nombrar a todo aquel que vaya contra nuestros propios saberes, dogmas o creencias. Yo, por ejemplo, soy optimista con que sé cosas, de no ser así no escribiría nada. Esto me llevó a pensar a que en realidad puede que no sepamos nada y que vamos en la vida con cierto sigilo sobre qué sabemos y por ello con cautela…, que además tiene que ver, por casualidad y como expondré, con un hecho en un documental: “connected: the hidden science of everythig” que me sorprendió en muchos sentidos, primero por la audacia y la imaginación de los científicos, y en segundo lugar por sus resultados. En varias lagunas (o lagos pequeños… ¿son lo mismo?) aisladas hicieron el experimento de echar en una de ellas el agente activo de los tranquilizantes humanos, como el Sanex (y en otras no, para comparar), y… ¡sorpresa!, los peces se volvieron menos precavidos a la hora de abandonar los bancos de peces. O sea, se les “apagó”, en alguna medida, el instinto de supervivencia que es el propio de esa especie, que es con el que vienen programados desde el ADN. Me interesa transcribir lo que dijo el científico (y su uso del lenguaje): “esperaba que los efectos de la exposición a las benzodiacepinas fueran sedantes, pero detecté lo contrario. Se volvieron más activos, se arriesgaban más, y usaron más la zona pelágica del lago, que es la zona de aguas abiertas del lago, un lugar más peligroso y más expuesto. Esto cambió el riesgo de ser comidos, les quitó el miedo. Tras los ataques de depredadores, los bancos se suelen concentrar, buscan refugio entre ellos, mientras que con la benzodiazepina no son tan sociales, así que no les importa el beneficio de estar en grupo”. Yo en ese momento tenía una acción en la cabeza, pero era incapaz de asociarla a una palabra. Era la de contravenir un instinto, asociado a la vez al de la supervivencia, o preservación de la vida. Hasta esta mañana no he encontrado la palabra, que es la que he nombrado arriba: cautela. Cualquier animal se muestra cauteloso ante lo nuevo o al estar o entrar en una zona nueva. Va inspeccionando por círculos su entorno, sabiendo en todo momento cuál es su sitio seguro. Casi todo animal tiene un lugar seguro al que vuelve (homing, filopatria, querencia en español), como si se tratara de un punto de equilibrio del que se sale al explorar. Por extrapolación, es un equivalente a lo homeostático fuera de su cuerpo. Me pregunté por qué no habían usado la palabra cautela en el documental. Esta mañana he buscado en la Wikipedia y no tienen una entrada (en la alemana tiene una entrada sobre “precaución“, que es sinónima). De forma lejana, abriendo el abanico de posibilidades, lo más cercano era prudencia, pero tal concepto es una de las virtudes y tiene tal carga moral que no debería ser la “correcta” para hablar de los comportamientos animales. ¿Por qué ciertos “vacíos” en la Wikipedia? ¿Se debe a un uso excesivo del lenguaje positivo de la cultura anglosajona? O sea, a nivel cerebral es distinto “no hay peligro” a “todo está bien”, al usar la palabra peligro, en el cerebro se activa tal concepto, que está unido a las veces que esa persona lo ha estado, o lo ha estado alguien cercano y querido, o si ha visto un accidente grave o mortal, y ya de paso todas las películas de miedo que haya visto…, lo que activará la amígdala, que a la vez puede llamar a la glándula suprarrenal para activar el cortisol y la adrenalina. Ante tales paradojas la cultura estadounidense se ha “programado”, educan en esa dirección a sus hijos, para tratar de usar un lenguaje positivo, evitando el negativo. En parte tienen razón, los neuróticos —en muchos casos— son el “producto” de una educación inadecuada. Si tus padres te educan con el típico: “¡niño, caca!” para evitar todo lo peligroso, sin dar explicaciones, al final para ese adulto todo será “¡caca!”, algo sobre lo que hay que tener cautela y/o miedo. En otro ejemplo, en la educación tradicional dejan que los hijos aprendan a errar, a que se caigan, se quemen, o les pique un arbusto, frente al típico “¡¡¡CUIDADO!!!”, casi histérico de los padres. En el primer caso el niño aprende por sí solo qué es peligroso o no y se vuelve más autónomo, mientras que en el segundo caso, que es un doble mensaje (te quiero, pero no eres autónomo) no se aprende nada, y si acaso a que uno mismo no tiene la capacidad de aprender de sus errores. En todo tiene que haber un punto medio, la cultura estadounidense tampoco tendría que caer en el error de evitar el lenguaje “negativo”, como si ciertas palabras y conceptos (realidades del mundo) no existiesen.
No me he perdido, vuelvo atrás. Si uno fuera acorde a cómo tiene “conocimientos” el cerebro, tendría que decir la frase de Sócrates de “sólo sé que no sé nada“, pues basta que te pongas a indagar sobre cualquier tema, como para darte cuenta que es así. Yo no sé cómo son mis hermanos, tampoco sabría decir si esto es bueno o malo, ya que “prefijar” a que sabes cómo es una persona es casi como asegurar que es muy “simple” y predecible. El caso es que si tratas de buscar alguna certeza es casi imposible hallar alguna. Si acaso “verdades” matemáticas como que dos más dos son cuatro, pero poco más. La certeza de “pienso, luego soy” se puede poner en entredicho si dudas que puedes estar dentro de una simulación, o que sólo eres parte del sueño o el pensamiento sin límites de un Dios.
En el escrito anterior he dicho que al nacer el cerebro viene preparado para crear generalidades a “sabiendas” que no es la forma correcta de proceder, pero en la medida de que es la única manera que un ser vivo opere sobre la realidad. Volvamos al caso de los peces. La guerra de depredadores y presa ha provocado que ciertos peces nazcan “paranoicos y neuróticos”, en el sentido que tienen que comportarse como si todo otro animal les fuera a comer. Está como instinto en su ADN. Por lo tanto un instinto es una generalidad dada para una especie en concreto sobre qué tipo de comportamiento ha de llevar en la vida. ¿El aprendizaje es su contrario?, no, porque siempre hay algo previo, algo dado. Una regla o generalidad que hay que contradecir. Se nace con el instinto del apego, de confiar ciegamente en unos protectores, que suelen ser los padres biológicos, y a partir de ese instinto el niño aprende bajo su supervisión. Nunca le pondrían al lado de un acantilado para aprender a andar, por ejemplo, luego la cautela de la que parecen carecer los niños, es porque instintivamente la tienen programada como que la han de tener sus protectores. Bajo ese mismo aspecto, si los padres usan una palabra, el hijo la usa bajo el mismo parámetro, que ha de ser el “confiable” para que tenga un significado: aquel por el que lo están usando sus padres. Pero a decir verdad, si a los padres se les preguntase por el significado de muchas de tales palabras, dudarían, y puede que cada uno de los padres la acotase bajo su propio punto de vista, en donde puede que unas y otras definiciones, fueran muy distintas e incluso contradictorias.
Nominar, aquello de “al pan, pan y al vino, vino”, que los objetos tengan un nombre, es lo primero que suele aprender un niño, pero ¿qué significa eso a nivel del cerebro? Lo tácito es que el cerebro unifique la palabra cama con su sonido y con un objeto en el mundo, donde a la vez ese objeto sirve o tiene una función para los humanos. Muchas cosas en la naturaleza siguen sin tener nombre, o se usa uno que sea muy genérico o abstracto. La cautela conlleva cierta reserva, precaución, sobre algo que es potencialmente peligroso… pero ¿qué es peligroso? ¿Un virus informático es igual de peligroso en un ordenador de alguien que sólo lo usa para jugar, que en un ordenador de una central nuclear? La palabra peligro no se limita a la breve descripción que haga un diccionario (1, riesgo o contingencia inminente de que suceda algún mal. 2, lugar, paso, obstáculo o situación en que aumenta la inminencia del daño). Su significado es muy ambiguo y amplio… tanto que uno a nivel de razón no puede entender cómo el cerebro lo trata de usar como algo “real” y de forma concreta. De hecho, y si se le preguntase por su significado a las personas, la mayoría tendrá que pensárselo un poco. A eso es a lo que me refiero con la frase socrática: el cerebro no sabe, pero tiene que actuar como si supiese, de la misma forma que un niño podría aprender a andar cerca de un precipicio, si sus padres no mostrasen en ningún nivel (lenguaje corporal) algún grado de miedo, pues el cerebro aprende poniendo fe o siendo optimista con que sabe, qué significa o es, cada cosa en el mundo.
(Inciso, pues tiene que ver con el tema que estoy tratando: Nietzsche denunciaba de la Iglesia que fuera una “madre” (iglesia es femenino) que nos educaba en el miedo, como es el caso de ser “temerosos de Dios“, frente educar en la valentía y el coraje o en la postura intermedia. (En todos mis escritos siempre sale que las posturas intermedias son las “correctas”, no pudiendo escapar de la teoría Aristotélica de la “media dorada“.))
¿Y qué sabe el cerebro?, ¿la palabra mesa es la mesa?, no, sabe que la palabra es distinto de la realidad, que sólo la nombra… ¿o no? El pensamiento mágico, para el hemisferio derecho y las zonas subcorticales, en muchos casos, no hay distancia entre la palabra y el objeto. Aquello de “tocar madera“, que se encuentra en muchas culturas, luego debe de ser muy antiguo; es tocar lo real, frente a lo brumoso e irreal (magia apotropaica), cuando se habla de la muerte o de algo negativo. Nombrar el objeto es volverlo presente para el cerebro, que lo habite (¿posesión?), con su consiguiente proceso de hacer que se activen o desactiven ciertas partes del cerebro. Podríamos pensar que es algo del pasado, proveniente de la era anterior a la razón y el conocimiento, debido a la superstición, pero ¿el usar un lenguaje positivo y optimista, frente al negativo y pesimista, no tiene la misma base?, quizás no llega al extremo de la superstición, pero se acerca.
Un pequeño inciso, he vuelto a tratar de leer “el mundo como representación y voluntad” de Schopenhauer y “fenomenología del espíritu” de Hegel, pero me ha sido imposible. Todo libro previo a Freud cae en el error de tratar a la mente como un todo, y esa aparente pequeña diferencia, con respecto a la era posterior a Freud, les hace “inútiles”. Antes se partía de la idea que el humano, su cerebro, era razón, y trataban a la “sinrazón” como un “error” de tal “aparato”. La cuestión es a la inversa, cómo un cerebro que era instintos llega a la razón. Esta, por lo demás, no es el grado más alto del conocimiento, pues al ser serial, analizar punto por punto el mundo, es incapaz de “ver” los estados emergentes, cosa que sí es posible para el cerebro profundo, pues al trabajar en paralelo, “encadenando” la realidad en “totalidades”, en estados emergentes, no pierde el contacto con el mundo, como así le ocurre a la razón.
Retomo tema. Una palabra “funciona” u opera en el cerebro de varias formas. Primero es un encadenado de fonemas y por ello tiene que ver con los circuitos motores del cerebro. Yo no sé escribir ciertas palabras porque no las sé pronunciar, luego la escritura está supeditada a la palabra, pues esta se tiene asociada al cómo se pronuncia. El castellano tiene la ventaja de ser un lenguaje en donde la escritura es igual a cómo se escribe, pero en otros idiomas esta diferencia y supeditación de la escritura con respecto al habla se vuelve aún más complicada. Con todo una palabra es un ente cerebral, algo que tiene un tipo de realidad, que fuera de mi lenguaje se expresa con el concepto de representación. Y si la palabra es en primer lugar una secuencia concreta de fonemas… ¿el cerebro guarda tal representación a cómo tiene que enervar a la zona motora para generar tal palabra?, o sea, la palabra ciervo es la enervación de los fonemas ci-er-vo (adaptar lo que digo a otros tipos de lenguajes como el de los gestos para los sordos). Bajo el principio del mínimo esfuerzo tendría que ser así, pues ¿por qué tendría que recurrir a una zona intermedia que “tradujese” o produjese el habla. El efecto que se produce al pensar en una oración estirándose de la lengua hacia afuera con los dedos, junto al hecho que ciertas palabras que no sabemos pronunciar aparecen “borrosas” en nuestra mente, creo que prueban que el cerebro trabaja así. Una segunda cuestión, en aquellos que saben leer, es que pueden crear en su mente una representación gráfica de tal palabra, lo que crea una doble vía para tal representación, en donde esos dos grupos de neuronas están conectadas como que son la representación de “lo mismo”, como que hacen referencia a una misma entidad en el mundo.
Con todo, tanto en el caso de las palabras que yo no sé pronunciar y por ello haciendo referencia a un signo, como en el caso de no recordar el concepto por el cual un pez no debería quebrantar lo que le dice su instinto, y que era el concepto de cautela, el cerebro tiene una representación más abstracta y anterior, tanto al concepto como a la palabra. En los dos casos ese concepto es la realidad del mundo en su hacer, en sus acciones. Siendo así el cerebro es una “máquina” de leer objetos en el mundo en tanto que estos accionan o interaccionan con el propio animal. A lo que me refiero es que la vida más simple “no ve” lo que no interacciona con ella misma. Si cierta molécula compleja se forma al unirse dos, y dado cierto componente del ambiente que crea la reacción, el resto de componentes “no existen”. Cuando se llegó a la alimentación más primaria aún operaba la misma regla. Un pájaro no huele la carne (no lo sé) porque no tiene los receptores para ello, y sin embargo “reconoce” un donut, tan extraño en lo natural, como alimento. La realidad se hace visible o invisible dependiendo de las finalidades e instintos de cada animal (aquello de "sólo tengo ojos para ti"). La cuestión es que para el hombre, para los cerebros multipropósito, no atados a instintos, como es todo cerebro preparado para aprender, todo es potencialmente comida o de utilidad. En este caso todo existe como potencialidad, donde tal concepto puede implicar varios “usos” o significados, no implicados (en-sí) en tal objeto en el mundo. O sea, cualquier humano puede usar el mango de un cuchillo de cocina como martillo, por ejemplo.
Resumiendo lo antedicho. El cerebro trabaja con acciones o potencialidades de acciones como conceptos abstractos que sólo más tarde se concretizan en realidades del mundo, como una palabra u objeto. Si tengo la acción mental de golpear y tengo a mano un martillo y un cuchillo, sin duda usaré el martillo, pero si tengo un cuchillo y un tenedor…, la cosa está clara. Las palabras en ese caso son igualmente herramientas, y si no tengo una, no la sé pronunciar, o no conozco la “correcta”, usaré la que sea más relevante o significativa para tal caso. Al escuchar cientos de veces las palabras, en cada uno de los distintos contextos, el cerebro va creando una estadística aproximativa de su significado (inferencia bayesiana), lo cual le conferirá un peso, o relevancia, con respecto a otras que van perdiendo su validez, al igual que si se usan muchas herramientas al final uno sabe cuál es la mejor para cada caso. Esto es evidente para las que todos conocemos, pero ¿no sorprende todo los tipos de pinzas y utensilios que usan los cirujanos?, como tales herramientas no las conocemos son un buen recurso para las películas de miedo, pues “nada da más miedo que aquello que no se conoce”.
La última frase lleva al siguiente tema. Las acciones en el mundo no suelen estar vacías o carentes de significado. Suelen estar relacionadas con los instintos y las emociones, y son más relevantes cuanto más llamen a lo más básico de la vida, como la supervivencia y la reproducción. Un cuchillo es más simbólico, tiene una mayor carga significativa, que una pinza de tender la ropa, y es más fácil que uno sueñe con cuchillos que con pinzas (¡excepto que seas una persona a la que se le vaya la pinza! (la pinza sujeta, si nada te sujeta te desnortas (pierdes el norte, (¡me divierto con estas tonterías de abrir y cerrar paréntesis!)))). El cuchillo, todo utensilio para cortar y apuñalar, nos lleva acompañando desde hace milenios, es la que nos volvió en potenciales depredadores para el resto de los animales, incluso llevándonos a la posición de depredadores alfa, en lo alto de la cadena. Un cuchillo tiene una simbología dual, pues sirve para que nos maten o para salvarnos. Por esta carga simbólica de la realidad del mundo, la primera palabra de un niño suele ser la de papá o mamá (mamar, amor, e incluso amistad, tienen como origen el monosílabo ma, repetido varias veces, que dan como resultado la palabra mamá del bebé).
Termino. Hay entidades “nítidas” (voy a hacer comparaciones visuales, pues se me entenderá mejor) en el cerebro, pero no son tantas, muchas de ellas lo son por la carga arquetípica que contengan y puesto que de alguna forma se heredan al estar “escritas” en el ADN. El dicho “al pan, pan y al vino, vino”, en realidad se refiere a este tipo de “verdades”, que por mucho que uno las trate de mimetizar en el entorno, usar eufemismos, u ocultarlas, nunca cambian y siempre están de trasfondo de la vida social. Todo lo que contenga en su interior algo es el hogar, lo acogedor, donde uno quiere volver cuando se siente vulnerable, débil o herido. La madre es un contenedor. Por pruebas sobre niños se sabe que nacemos con tal concepto, como con otros, a los que se les llama primitivas, pero que son equivalentes a lo que entendemos por arquetipos. El cerebro trata de volver todo nítido, y eso era fácil hace milenios, antes del neolítico, pero a partir de las ciudades —y que las culturas se fueran mezclando—, todo se empezó a volver muy abstracto o borroso. Los estereotipos son un recurso en dirección de volver nítidos los conceptos borrosos, pero cuanto más vamos hacia adelante en el tiempo, hasta llegar el momento actual, más borroso se vuelve todo…, sobre todo para la razón, que “quiere” quedarse al margen de cómo trabaja el cerebro profundo. En la vida diaria tenemos que dejar al margen la razón y dejar expresarse al cerebro profundo, pues de lo contrario nos sería imposible “conectar” con las personas. Ese es el problema de los autistas, los especialistas en ramas muy profundas del saber… y los psicópatas. A los segundos se les tilda de frikis por esa ausencia de conexión con el mundo, a bajar a un plano de la realidad social, en donde los conceptos y las palabras no hay que desnudarlas más allá de lo que sería deseable hacerlo.
—A estas alturas de tu vida te has vuelto un friki con el que nadie está a gusto. No les gusta sentirse sin traje (alusión al cuento de “el nuevo traje del emperador“), sin identidad, pues viven más felices creyendo que todo tiene un sentido sencillo y pleno, y que frases como “sólo sé que no sé nada” carecen de falta de coherencia con la realidad.
—Ya. Lo asumo. Saber es soledad, aislamiento.
(Me dado cuenta al terminar el escrito que el poner fe en una generalidad, que yo propongo, se parece al razonamiento abductivo de Pierce, pero no sabría decir si son lo mismo, porque sus pretensiones filosóficas (bases, razonamientos, finalidades…) difieren de las mías, yo lo propongo como la forma que tiene el cerebro por defecto para trabajar, sobre todo en la niñez. Igualmente es similar al método científico hipotético-deductivo. Lo de siempre… “no hay nada bajo el sol”.)
III
Si eres atractivo/a o guapo/a y ante el espejo no lo ves así… es que has sido “invadido” por la capacidad de la razón de disociar todo a sus partes, no pudiendo ver la totalidad que eres. Un “mal” que cada vez será más común, no creo que nuestros ancestros de hace un millón de años padeciesen el “desorden dismórfico del cuerpo” o trastornos como el de ipseidad.
IV
La lengua inglesa es la que posee más neologismos, teorías y nuevos conceptos que el resto. En muchos casos intraducibles. La cuestión va sobre lo dicho en varios escritos. En primer lugar, el más banal, el tratar de “hacerse de oro” por la introducción de un nuevo concepto que se vuelva viral, como “amor líquido”, meme, y grit (determinación o algo así), hiperculturalismo… (algunos no son de origen anglosajón, pero se han divulgado desde el inglés, que es la primera lengua de traducción de cualquier libro); en segundo lugar: el que crea un término es el que tiene el control sobre él, como para decir si lo usan correctamente o no el resto de personas o culturas, luego es un modo de control del relato, y en último lugar porque en la suma de todo se llaga al control sobre la cultura, haciendo posible el dominio o imperialismo cultural.
V
En la dirección de no repetir lo que ya está bien explicado por otra persona, remito al siguiente artículo sobre la evolución del cerebro humano. Lo que asombra es que tales cambios, y repeticiones, se dieran hace tanto tiempo (hace varios millones de años), sin que nada significativo ocurriese, pues lo que ahora llamamos como realmente significativo son los cambios que vinieron dados a partir del neolítico. O sea, que nuestra evolución, tal como la comprendemos, tiene que ver más con la cultura que con lo genético. Tenemos el mismo cerebro que un humano de hace doscientos cincuenta mil años, pero ellos hacían herramientas y cazaban, y ahora nosotros… ¡estamos delante de un ordenador buscando información…, diversión o pareja!, usando una herramienta tan compleja, que nos sabemos ni cómo, ni porqué funciona. Paradójicamente ellos seguramente no se sentían perdidos nunca, o sólo desorientados en algunos lugares, mientras nosotros cuanto más sabemos más perdidos nos sentimos. Al perder el alma del mundo deviene la realidad, la llegada del objeto, que nada dice o sabe del alma de las cosas (esto me ha sonado totalmente a Baudrillard). En los documentales que he nombrado, hacen alusión a unos zorzales que se trasladan antes o más tarde, desde Florida al amazonas, porque saben que va a haber un clima con muchas tormentas y huracanes en Norte América, mientras que el humano no las sabe predecir con tanta antelación…, ni entiende cómo lo hacen los zorzales. ¿El “secreto” está en este escrito?, leer el mundo desde lo instintivo te dice cosas que la razón no puede ver. El humano cada vez está más lejos de esa “lectura” significativa del mundo, ahora tenemos muchos signos, muchas palabras y herramientas, pero hemos perdido el significado de casi todo lo humano.
—O sea, que cuanto más “estúpido” más humano.
—No, cuanto más sencillo se sea, más humano se es. El apelativo que has usado lo da la razón, que tanto se equivoca en tantas cosas.


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