El Equilibrio Imposible (La Pasión Inútil)


 En un escrito de atrás divido el conocimiento entre descriptivo y prescriptivo. En ese caso, al igual que con la comida, hay “conocimiento basura” o chatarra, que no sirven para “nada”. Aunque nada es universal y lo que es “basura” para unos es útil para otros.

¿Sabéis “la única verdad”?, que hay que encontrarse al borde de la muerte por hambre para saber que lo único útil es comer. Cuanto más “saciado” se encuentre lo básico más se va escalando en lo que para el hambriento es “conocimiento inútil”. El hambriento no quiere ser feliz, no quiere parecer guapo, no quiere encajar…, mucho menos tener seguidores o ser viral. Así que uno es joven y el impulso vital te lleva querer establecerte con una pareja. En la vejez eso desaparece.

Cuanto más “escala” uno o tiene superado lo básico, más nimiedades se vuelven “interesantes” o necesarias. ¿Qué se deduce?, que nuestro “hambre”, nuestro vacío, nunca queda lleno, saciado. Y si es así. ¿Por qué no simplemente vivir una vida sencilla y espartana, y sólo necesitar lo más básico?, que es lo más “real”.

Por más que leas nunca encontrarás la paz a ese “hambre infinita”, siempre creerás que te falta saber algo más. Que debe de haber una última pieza que termine de definir la imagen del puzle. No existe tal imagen, no existe tal puzle del conocimiento. Sólo existe el “hambre” como realidad de la que uno nunca escapa. No está en el conocimiento del pasado, tampoco está en algo que está por descubrir. ¿Qué más da que se averigüe qué es la materia oscura? Materia->matter=madre->mother=tierra=madre tierra, lo femenino es la materia, el ánima, frente a lo etéreo de la energía: ánimus. Qué más da que esto sea verdad o fuera verdad para la antigüedad. Qué más da que lleguemos a descifrar  el cerebro humano como para replicarlo en una inteligencia artificial. Esos datos son descriptivos, es “conocimiento basura” que no saciará tu eterno “hambre”.

El capitalismo es la desproporción de ese hambre infinita que trata de llegar a alguna paz teniendo todo lo que un humano pueda llegar a tener, pero encontrándose que no es así, pero descubriendo, en tal proceso y como efecto secundario, que ha conseguido tener poder sobre el resto de humanos. ¿En ese estado llega a cierta paz?, no, porque tiene que vigilar no perder ese poder, tiene que vigilar el humano que quiere su poder, suplantarlo, y que le viene a la zaga. Ha cambiado el “hambre infinita” por el miedo, por conservar su estatus, por ser lo más cercano a un Dios. Hambre y miedo son lo mismo. En los dos hay un vacío en el meollo del ser. Una nada que corroe la percepción de sentirse completo.

El Joker nos definió al afirmar que “somos perros que perseguimos a un coche, que no sabríamos que hacer al alcanzarlo”, en realidad porque tal vehículo, tal ente nunca se alcanza, tal ser es la ausencia o la distancia que crea el prefrontal, el hemisferio izquierdo, la razón, conciencia, con respecto al cerebro sintiente que es lo subcortical. Somos la nada impalpable que existe entre esos dos modos de operar del cerebro. Ese abismo que se nos abre ante nuestros pies cuando tenemos que elegir entre la razón, que está atravesada por el deber, y lo “real” y lo visceral de las emociones y los instintos. Este último apretaría el botón de aniquilar a la humanidad si tal dispositivo existiese: muerto el perro se acabó la rabia. Mientras tanto nos vemos sometidos al deber, a la razón, que no siente pero sabe, que no ama, pero que cree saber lo que es conveniente.

Lo dicho arriba sigue siendo “comida basura”, tampoco nos sacia. Los dos lados no son tales si lo que les separa es la nada. Quizás la serpiente que se muerde la cola no existe, el uróboros, quizás alguien que la copió creyó que era un error, que se tratase de morder la cola y no lo consiguiese, o la malinterpretó, y optó por cerrar el círculo. Como fuere. La serpiente nunca se termina de morder la cola, es el intento inútil de querer cerrar un círculo. Somos la imposibilidad de cerrarnos. De cerrar el circuito de ipseidad (lenguaje de Sartre). Cuando tengo una representación mental nunca la logro “tocar”, todo en el mundo es lo que mi mente representa, pero que no logro poseer. Cuando alargo mi mano para alcanzar el objeto mental, desaparece, se desdibuja en cientos de representaciones que la componen: es azul, en forma de taza, contiene algo…, pero el objeto en el mundo, en ese proceso, ha perdido su totalidad. El cerebro profundo dota de espíritu a todo, y la conciencia al querer alcanzar esa esencia se percata que sólo remite a sus partes. El alma del mundo prescribe una realidad que es necesaria para no andar en la neblina de la nada. La conciencia describe una realidad que carece de alma y por ello que está vacía de contenido, de emoción.

El alma del mundo es una delicada flor que se vaporiza en partículas cuando la tratamos de tocar. ¿Por qué pretender tocarla entonces?, porque nuestro hambre, esa nada que nos habita, nos dice que lo hagamos. ¿No es eso acaso la manzana del jardín del edén? El hambre es la conciencia, que es descriptiva, tratando de anularse…, de suicidarse en el deseo de volver a ser sólo emoción y prescripción del alma del mundo. Por lo demás, un imposible, pues somos ese ser dual. Somos la cola y la boca que nunca se alcanzan. Las religiones orientales tratan de callar el hambre, pero sólo es un subterfugio, algo que engaña el hambre en ciertos momentos y con algunos métodos, pero fuera de esos estados, el hambre vuelve a surgir. Finalmente… esos métodos y subterfugios existen porque el hambre les precede, porque este es el estado que hay que franquear.

Podría terminar diciendo que puesto que el hambre nunca se sacia, es más noble simplemente tener hambre de comida o de lo básico, y que esa sea nuestra única meta. El asceta hace menos daño al mundo que el avariento capitalista. El primero sólo lucha contra su propio hambre, el segundo contra todo hombre que le impida su cometido…, su fin sin fin. Pero de nuevo es sólo un tipo de saber que nada dice del mundo, es sólo una descripción, que nada sacia, que es conocimiento basura, pues no sacia a ese hambre eterna.

Sartre llama “pasión inútil” a esta estructura que he tratado de mostrar aquí, de forma algo poética, frente a su abstrusa y opaca prosa. Eso que trata de alcanzar la conciencia al cerrarse es el Ser, donde este sólo puede ser en aquel que nombramos como Dios. Un ser completo, que no tiene fisuras, que no tiene pasado y futuro…, pues de tener futuro, algo todavía no alcanzado, entonces igualmente estaría infestado de la nada, de algo que se le escapa. Dios es la idea abstracta de un ser que no está habitado por la nada. En tanto que tiene tal capacidad es poderoso en saber, y al tener tal ilimitado saber es todo poderoso. ¿Alcanza ese grado más el multimillonario que el pobre? Si es tan tentador y deseable, el poder, es porque es lo más cercano a ser Dios. ¿Qué oportunidad tiene el pobre frente a esa persona que es el que tiene más poder en la tierra? ¿Engañarse con la “justicia divina” de que “los últimos serán los primeros”? De nuevo engaños del hambre que nos habita. Todo son descripciones del mundo, sin que nada prescriba como anular la nada, el hambre. Por lo demás, siempre queda la esperanza que ese hambre quede saciada en una segunda vida, que nos espera si nos la merecemos, y que justifica por qué, antes que cualquier otra cosa, incluso nuestros deseos y emociones más fidedignos a nuestro ser profundo, está y se encuentra a aquello a lo que nos obligamos, y a lo que nombramos como el deber humano.

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