Energía, Estado de Ánimo y Motivación


la gente quiere defender algo, lo que significa oponerse a aquellos que defienden otra cosa.❞ Mansfield


Larga parrafada…, a veces para explicar una cosa hay que explicar tres previamente. Me voy mucho por las ramas…, el texto en granate se puede saltar. Me gustaría poder marcar más cosas que se pueden saltar, pero me llevaría mucho tiempo y esta entrada ya me tiene agotado. (He revisado varias veces, pero me imagino que me he saltado cosas… mañana lo releo.)


El escrito que viene a continuación se basa en alguna que otra hipótesis personal, así como hipótesis científicas, pues no existe en la actualidad ninguna rama de la ciencia que estudie la relación de la energía con respecto al estado del ánimo, pues es un tema cruzado de varias ciencias, ya que por un lado se encuentra el componente puramente físico, y por otro lado está el factor psicológico, donde como siempre está en juego la conciencia, como elemento que conoce su propio estado, en donde tal componente evalúa y puede llegar a forzar algo más allá a la “máquina”. Con todo la energía no sale de la nada (ni se crea, ni se destruye), luego por mucho que uno por voluntad quiera imponerse algo, si no hay energía la conciencia nada podrá hacer. Imaginar para el caso una persona que está al borde de la muerte por inanición o falta de agua; puede que un kilómetro más allá se encuentre la comida o el agua, pero cuando el cuerpo agota todas sus fuentes de energía, ya no habrá nada que se pueda hacer. Toparnos con ese límite es desagradable, pues durante toda la vida, sobre todo las personas con el sesgo optimista, tienden a creer que si uno quiere, puede. No. No es así, depende de una complicada máquina y muchos mecanismos, todo susceptibles de dañarse o venir dañados desde que nacemos o que se dañen durante nuestra vida. Mecanismos tal sutiles y delicados que basta un fuerte golpe en la cabeza, sobre todo en la niñez, para que se rompa o se dañe la comunicación entre dos regiones del cerebro, dejando de funcionar bien o al cien por cien, creando cambios en cadena y “obligando” al sistema completo, que es el cuerpo humano, a readaptar sus distintos estados homeostáticos a un nuevo y precario equilibrio. Tales desequilibrios o nuevos estados homeostáticos son los llamados trastornos (neurológicospsíquicos), donde es complicado trazar una línea de dónde se encuentra lo físico y lo mental.

La idea de los arquetipos nos habla en el fondo de cierto saberes o intuiciones que tenemos todos y que salen a la luz a la hora de considerar otros temas. Uno de ellos es la relación entre estado de ánimo y el nivel de la energía física. Sobra decir que un adolescente, o incluso un niño, son incombustibles, mientras que en la vejez el cansancio o la falta de energía es la tónica. Como todo en lo humano no es un dato que se cumpla al cien por cien, pero es una regla estadística donde se valida en un alto grado. Igualmente todo estereotipo y arquetipo se basa en esa misma regla de fiabilidad en un alto grado.

Una de las hipótesis que maneja la psicología evolutiva sobre la depresión es —proviene— de que esta es una bajada del estado del ánimo que se daba cuando se estaba enfermo, de tal manera que 1. esa persona tendiese al reposo y 2. se aislase del resto de las personas ya que podía tener algo contagioso. Qué nos dice tal dato. Que el cuerpo, como máquina que lleva el control de sus propias estructuras, “sabe” el total de su energía, así como de sus posibles reservas, e incluso del gasto necesario para hacer uso de dichas reservas, como las grasas, donde al hacer uso de ellas genera más gasto energético que la “quema” de los carbohidratos. Cuando el humano busca fuentes alternativas de energía, tiene que contar que su búsqueda y producción no exceda la energía que tal producto genere, pues en definitiva no sería rentable. Siempre se tiene que dar algún nivel de superávit. Alguna cantidad de energía extra con respecto a su gasto. ¡Uno no va a gastarse 100 euros en producir unos tomates que va a vender por 50! Esa es la propia máxima de la evolución, de la vida. De tal regla sale el concepto de “ley del mínimo esfuerzo” o navaja de Occam. Como todo tiene sus excepciones, y ya que como una de las dos reglas de la vida es la reproducción, ciertos animales, los machos, exceden el límite de su energía en copular con todas las hembras posibles y después mueren de agotamiento. Otro caso es el macho de la mantis religiosa, que puede llegar a morir en su intento, pero la evolución que es “sabia” incluso “interviene” en este proceso, pues mientras la hembra le come la cabeza, la parte inferior de su cuerpo aún sigue operativa para terminar de fecundarla. Este acto no es “cruel” como tal, lo llevan a cabo las hembras que están con una baja energía, y dado que “saben” que la fecundación les va a requerir cierta energía extra, esa se la va dar la ingesta del macho. Estos casos muestran cómo la evolución “lleva las cuentas”, de formas que parecen crueles, sobre la energía y la necesidad futura, en el caso de las hembras, y el coste de conseguirla. En las aves y los mamíferos el coste en los padres es muy alto, tienen que proveerse de energía para sí mismos y para su prole. Como compensación la evolución ha generado componentes químicos que elevan la energía mental, que se traducen como el estado de ánimo, en donde ciertas hormonas, neurotransmisores, y otras moléculas complejas, transvasan energía de otras partes del cuerpo, o elevan el gasto de energía mental restando en alguna medida el gasto de otras partes del cuerpo. En este caso, en este tipo de vida compleja, el total de la energía no es la potencial energía necesaria para el gasto muscular para generar movimiento (o la necesaria para el gasto metabólico: el gasto que todo órgano, células o sistemas requiera), sino que se añaden varios extras que funcionan a nivel del cerebro y el sistema nervioso.

Aquí viene la primera complejidad. ¿Qué es la energía mental? Siendo lógicos y reduccionistas, qué es una función en el cuerpo. Se supone que una función requiere un plan previo. O sea, una guitarra se crea para producir música, en donde a la vez habría que explicar qué es la música, y de paso el sonido, y porque hay armónicos, y bla, bla, bla. Esta es la pega que principalmente ponen los que están en contra de la evolución. En la guitarra tenemos una pista. Cuando el humano creo el arco, iba tirando de la cuerda, hecha de tripa, para comprobar si tenía bastante tensión. Se percató que dependiendo de la tensión, el largo, o del grosor de la cuerda, se creaban distintos sonidos. ¿Qué tenemos aquí?, que el humano no quería crear la guitarra o un instrumento de cuerda, no buscaba esa función, se dio por otras causas. En la evolución eso ocurre una y otra vez. No tenía un plano inicial, ciertos componentes en su suma generaban algo nuevo, que era validado a lo largo de varias generaciones. Si volvemos atrás, ¿por qué el humano creó el primer arco?, puede que a su vez se debiera a algo fortuito, donde de nuevo no hubiera un plan previo. Por lo que sabemos de la tecnología humana, se parte de una idea sencilla y generación tras generación se va mejorando hasta llegar a la tecnología actual. La primera computadora fue el ábaco; el sistema binario proviene de las tejedoras, donde el sistema binario a la vez lo creó una persona para resolver y simplificar la resolución de un puzle mecánico, y ninguno de esos procesos parecen tener que ver nada con la actual y compleja máquina que es un ordenador o un móvil.

Vuelvo atrás: ¿qué es la energía mental? Si me desvié a qué es una función es porque esta depende de la homeostasis energética. Esto nos dice la Wikipedia: “en biología, la homeostasis energética, o el control homeostático del equilibrio energético , es un proceso biológico que implica la regulación homeostática coordinada de la ingesta de alimentos (entrada de energía) y el gasto de energía (salida de energía). El cerebro humano, particularmente el hipotálamo, juega un papel central en la regulación de la homeostasis energética y en la generación de la sensación de hambre al integrar una serie de señales bioquímicas que transmiten información sobre el equilibrio energético. El cincuenta por ciento de la energía del metabolismo de la glucosa se convierte inmediatamente en calor”. A la vez la homeostasis energética es una parte integrante de la ciencia que estudia la bioenergética, donde su principal estudio es la red metabólica: el cómo el cuerpo gestiona su propio gasto interno. Arriba a salido el hipotálamo, se encuentra en el centro del cerebro, y como quien dice es la plaza mayor de las ciudades centralizadas, en donde esta parte del cerebro “gestiona” las llegadas y salidas del resto del cerebro, así como une la información nerviosa y la del sistema endocrino, a través de la glándula pituitaria. Se puede decir que el sistema endocrino es el sistema central del resto de sistemas, pues se encarga de “gestionar” cómo tienen que operar a través de las hormonas, y otros componentes y sistemas que se activan a partir de estas. O sea, que sin producción de testosterona, producida por los testículos y mediada por la glándula suprarrenal, que a la vez media con la respuesta de lucha o huida, después no hay libido o deseo sexual, donde este es uno de los “motores” de la motivación, sino el central según las teorías psicoanalistas. Siendo llano y vulgar sobre lo dicho, se sigue aquello de “no hay huevos” para hacer mención a la valentía, pues los testículos, mediados por la glándula suprarrenal ante la lucha o la huida, son los que van a propiciar una respuesta de miedo o huida, o de control del miedo y por ello de lucha. Tampoco es reducible a valentía o cobardía, como lo suele hacer el humano, pero dejemos esto.

En el gráfico de arriba podemos ver la complejidad del sistema metabólico. La ciencia “sabe” cada detalle, ha desgranado toda la máquina, por métodos deductivos, pero después es complicado reducir esa complejidad para tratar de hallar una teoría válida sobre qué es, en el caso del presente escrito, el estado de ánimo. Esto ocurre porque la vida son estados emergentes, donde el total es más que la suma de sus partes. En esa situación ya no basta mirar la “máquina” para poder deducir cómo y porqué se da uno de esos estados emergentes, y hay que recurrir a otros métodos que no sean los deductivos, sino que traten de analizar la generalidad, el conjunto, y por ello el cerebro trabaja con inducciones o hipótesis. El amor es el cerebro profundo llegando a una generalidad de cómo es la maquina en su conjunto en una de sus funciones o conjunto de funciones. En el amor se da un tipo de simbiosis (los animales sociales somo seres simbiontes), donde dos individuos interactúan de manera mutualista, pero el humano no analiza como amor el mutualismo que tiene con sus propias bacterias de la piel o el sistema digestivo. Lo que sí trató de hacer a través de la metáfora, del relato, y por ello de los mitos y los arquetipos, es crear hipótesis de esos tipos de relaciones que se dan en la naturaleza y la vida, sobre aquello que sí veía. Lo que hoy llamamos mutualismo a nivel de ciencia, en la antigüedad lo llamaban amor, pero no bajo la apreciación que hoy le demos, sino en aquella apreciación y reducción primitiva, en donde todo aquel componente, en el que dos estados de la realidad interactuaban con cierta armonía o en conjunto, era lo que era nominado con tal palabra (el rayo y el trueno son pareja, tenían una relación de amor). Si hubieran tenido la capacidad de saber de las bacterias de la piel hubieran concluido que nuestra relación mutua era de amor: las cuidamos y nos cuidan, dependemos de ellas, y ellas de nosotros. Se está averiguando que ciertas bacterias del sistema digestivo propician la producción de serotonina y dopamina (por nombrar sólo dos componentes bien conocidos), luego al final estas tienen igualmente que ver con el estado del ánimo, y ponen en jaque la idea de reducir tal “función” o sustrato (neuronal), a nuestros componentes cognitivos, electivos y mentales, o en definitiva a nuestras denominadas altas o elevadas facultades, que son las que hipotéticamente nos “hacen” humanos.

(“Algunos ejemplos son los sustratos neuronales son la adquisición del lenguaje, la memoria, la predictibilidad y la recompensa, el placer, el reconocimiento facial, imaginar el futuro, la empatía intencional, la experiencia religiosa, la interpretación musical espontánea, y la ansiedad.”)

Bajo la apreciación de lo dicho en el párrafo anterior, el humano ha creado el concepto generalista de energía mental, donde tal totalidad no es reducible a cada componente, y donde distintas teorías o hipótesis difieren de sus porqués (orígenes) y sus para qué (finalidades; ¡mierda! ¿no se puede poner el plural de “qué”?, sí en “porqués”, tonterías de la Real Academia). Por ejemplo, un creyente, una religión o creencia, dirá que su fe le aporta un estado de ánimo más elevado que la media, mientras que el psicoanálisis lo reducirá a la teoría de los impulsos y al final a la libido. El amor, y por ello la oxitocina, eleva la energía mental…, los padres agotan toda su energía en sus hijos, pero tendrán más que una persona sin parentesco con ese bebé. (Y el capitalismo te dirá que Red Bull te da alas). ¿Cómo reducir tal variedad de propuestas? Lo que arriba se ha llamado sustrato neuronal a la vez puede nombrarse por circuitos o redes neuronales que interaccionan juntas. En ese caso el ateo no tiene tal sustrato neuronal… ¿y por ello su circuito es “peor” o no tan complejo?, ¿y qué ocurre con la persona que está sola y nunca activa la oxitocina?, tiene una menor energía mental, y qué sucede, finalmente, con alguien castrado al nacer o que tiene una libido baja o nula. Algo que hay que tener en cuenta sobre los sistemas emergentes es que no siempre son un todo o nada, si un componente falla, o falta un sistema, crea igualmente estados emergentes bajo otros parámetros o con otras “variables”, ponderando sus valencias, ante una de las “faltas” del sistema (bajo mi punto de vista todo trastorno es un tipo de sistema emergente “alternativo”). El ciego pondera otros sentidos ante la carencia de la vista, por ejemplo. Pero todo tiene un límite, si lo que se daña es algo muy básico, donde básico aquí quiere decir primitivo, y puesto que sobre lo más antiguo se construye el resto de estructuras y son sus vigas o pilares, entonces ante tal tara se podrán dar fallos en cadena en el sistema. Veamos un caso.

El llamado embotamiento emocional no es la ausencia de emociones, aunque se confundan, sino la ausencia de la capacidad para expresarlas. Antes de seguir sobre esto, y para que se entienda mejor, hay que hacer un inciso. A las personas que se le pone Botox, o se le hace operaciones en el rostro que le dificulten los gestos de las emociones, al final le repercuten en las propias emociones. Retrocedamos aún más sobre esto. En una estampida el animal que ha visto un león corre por el peligro, y puede que los que estén cerca miren para “decidir” si tienen que correr, pero los animales más alejados del origen correrán por que el resto lo hace. Esto tiene que ver mucho con nuestras actuales sociedades, donde lo mimético “marca” qué hay que sentir, sin que los que se mimetizan, o sigan lo viral, tengan la vivencia o experiencia mental de origen. ¿Captáis por qué entonces “Freud argumentó que la identificación era la fuente de los deseos de la personalidad y por lo tanto de la energía psíquica que alimentaba la mente”, porqué “funciona” lo mimético o el meme?…, pero dejemos esto al margen. Por tal comportamiento de las estampidas James Lange llegó a la conclusión de que lo periférico induce los estados mentales… o sea, aquello de que si te pones un palo en la boca, que levante las comisuras de los labios hacia arriba, simulará la sonrisa y esto hará que estemos más alegres. Pero las cosas no son tan sencillas. De ser así la información sería de abajo, los músculos, hacia arriba, el cerebro, cuando la mayoría de las respuestas faciales son de arriba hacia abajo. El Botox parece dar la razón a James Lange, pero la verdad es que el cerebro crea una emoción en las dos direcciones. ¿Por qué?, se divide en entrada de datos (los sentidos) y salida: acción, comportamiento, gesto; y además se divide en la cognición que hagamos de tal proceso y su estado fisiológico. Nos podemos asustar al ver una culebra, pero la cognición nos dice que no son peligrosas. Es la llamada teoría de los dos factores de la emoción, que “establece que la emoción se basa en 1. la excitación fisiológica y 2. la etiqueta cognitiva”. Lo que importa de este galimatías es que es un circuito cerrado, retroalimentado, en donde si uno corre ante algo que le asusta eso le incrementará el miedo, la emoción, que es lo propio de los estados de alarma, en donde se pueden llegar a producir las “estampidas humanas”, como para salir despavoridos, sin medir ninguna otra cuestión, como que se hayan caído personas y las pisoteemos; o en otro caso que las personas se lancen desde un rascacielos con tal de escapar del fuego. Lo dicho sale relucir en la hipótesis de retroalimentación facial, que dice “que la expresión facial de una persona afecta directamente su experiencia emocional”, pero concluye que su factor de valor es menor que el que aporta la propia emoción.

Retomo, trato de analizar el embotamiento emocional o exhibición de afecto reducido (cuando escribo sobre estos temas tengo abierto el mapa sobre la superveniencia, el programa de Thebrain, pero se cuelga muchas veces —como ahora— y me hace perder el hilo, pero es necesario para escribir los nombres de las teorías, y porque están enlazadas otras cercanas, lo que hace que se enriquezca el texto). El autismo es, quizás, el caso más evidente, aunque también en el habla sin cadencia de los que padecen discapacidades mentales. El autista suele tener un tono plano de voz y no muestras sus emociones en su cara, pero eso no quiere decir que no tengan tales emociones, sino que no se “despliegan” en sus rostros. Por el libro “mapas de significados”, de Jordan Peterson, he comprendido que el prefrontal, donde se encuentran las facultades que nos hacen humanos, es un desarrollo más alto, evolutivamente hablando, del sistema motor, luego tanto el habla como la alta capacidad de expresiones del rostro, son el origen del resto de las facultades del sistema ejecutivo y cognitivo del ser humano. Ha grandes rasgos, cuanto más movimientos y control de los músculos de la cara para expresar más y más emociones y mezcla de emociones (cara de contrariedad, por ejemplo; igualmente con el habla que se basa en el control fino de músculos), más compleja y amplia se volvió nuestra cognición…, ¡y todo para representar estados del ánimo y de las emociones! En definitiva para hacer ver nuestros estados emocionales internos (o esconderlos, que todo ha de ser dicho). Siendo así nuestras emociones y estados mentales son nuestro primer lenguaje, nuestra base del acto comunicativo, y por ello todo el resto de lenguajes están atravesados por la intención. Me he vuelto a desviar, vuelvo. A lo que quiero llegar es que las estructuras y funciones más antiguas son las más vitales, pues “si la amígdala se separa del resto del cerebro, el resultado es una sorprendente incapacidad para medir el significado emocional de los eventos; esta condición a veces se llama «ceguera afectiva»”. Tal “ceguera” es la base de la psicopatía, o en otro caso de la esquizofrenia, sin duda dos de los trastornos más graves, tanto a nivel individual como social.

La secuencia de sucesos, después de todo lo dicho, es así. El sistema emocional tiene tres componentes, o radiales, y es que operan por retroalimentación: 1. de arriba hacia abajo y 2. de abajo hacia arriba, lo que además crea 3. una “etiqueta” cognitiva. Un cuarto componente es que tales etiquetas son las que se usan a nivel social, como es el caso que todos podamos nombrar o hablar sobre qué es la empatía. Dependiendo qué componente (entrada, salida, cognición) esté dañado será un signo de esquizofrenia, unos de los signos del autismo, o de la psicopatía. Un autista no tiene capacidad de mostrar sus emociones, pero sí las siente con respecto al psicópata: ninguno de los dos sabe leer la de las otras personas, luego en los dos hay un problema en el “etiquetado”. “Los esquizofrénicos no todos tienen embotamiento emocional, si no es así se les activa: el mesencéfalo, la protuberancia, la corteza cingulada anterior, la ínsula, la corteza orbitofrontal ventrolateral, el polo temporal anterior, la amígdala, la corteza prefrontal medial y corteza visual extraestriada, mientras que a los que si muestran padecer exhibición de afecto reducido, y cuando se le muestra emociones negativas sólo se les activa el mesencéfalo, la protuberancia, el polo temporal anterior y la corteza visual extraestriada”. Como podemos ver en el segundo caso hay una reducción en la activación de ciertos circuitos. En muchos casos eso se da por la desconexión física entre la amígdala con otra área, que creará una desconexión en cadena. Para el caso es como cortar un cable de datos oceánicos entre América y Europa: al tratar de conectarte con Google ya no se podrá, con lo que ya no podrás acceder a sus búsquedas, cerrándose las posibilidades que te hubiera podido dar, en cadena.

No he olvidado que el tema es el estado de ánimo y la energía mental, pero al igual que la desconexión emocional crea una secuencia en cadena del comportamiento cerebral —de activación o no de ciertos circuitos— y por lo tanto en lo social, de igual forma ocurre con el estado del ánimo y la energía mental. Toda esta “investigación” viene por tratar de corroborar ciertas teorías que he ido dando en los escritos. Bajo mi punto de vista las personas sensibles es como si fueran un pistón que no estuviera lubricado con aceite: generará más fricción y calor que podrán dañar el motor, mientras a la vez se suele dar el caso que pierden el ánimo e incluso la energía física antes que la media. Este estado no se entiende sin comprender que todo en el cerebro está relacionado y tiene un equilibrio muy complejo y delicado, y como tal se daña demasiado fácilmente. A la vez hay estados mentales a los que se les achaca fácilmente de ser psicosomáticos, cuando es muy posible que si se pudiera ir al final de la cadena de acontecimientos, se llegase a un componente físico. A veces por algo tan básico como que no se metabolice (digiera) cierto componente básico para la producción de ciertas proteínas o moléculas complejas, o a veces simplemente por una dieta pobre, en una persona pobre. El caso es que cuando traté de pensar en todo esto de manera visual, se me vino a la cabeza los potenciómetros de ciertos editores de sonido, donde el volumen es el equivalente de la energía física, y ciertos limitadores o compresores del sonido restringen dicho volumen, pero bajo la idea de que no pueden o deben a alinear todo el volumen a una medida estricta, pues aplanarían la canción y le restarían “vida”, sino que lo hacen bajo el concepto del rango dinámico, teniendo en cuenta no restar la viveza de la canción. Así tenemos que la “compresión de rango dinámico (DRC) o simplemente la compresión es un procesamiento de señales de audio, operación que reduce el volumen de fuertes sonidos o amplifica los sonidos suaves, reduciendo así, o comprimiendo, una señal de audio en un rango dinámico”. A nivel de energía física y estado de ánimo qué significa. Se sabe que el cerebro corta el suministro de sangre (oxígeno), y otros nutrientes, a las áreas de la corteza cerebral y sobre todo del prefrontal, cuando se llega a cierto grado de escasez de la energía física, eso ya lo hemos visto al determinar una posible causa de la depresión. Todos sabemos que cuando tenemos hambre o mucha sed somos menos capaces de mantener la atención y tenemos peor paciencia, y nos falla más la retención de datos y la memoria a corto plazo. Pero, ¿y si de repente está en peligro nuestra vida?, aunque haya poca energía el sistema la llevará al procesamiento cerebral que en esos otros casos “corta”, luego lo hace de forma dinámica, como es el caso de la compresión de rango dinámico en los estudios de sonido. Le corta la energía cuando hay escasez, pero se la trasmite o traspasa si el caso lo requiere. Buscando en esa dirección encontré que ya existía tal teoría y se llama teoría del presupuesto de energía dinámica.

La conclusión que se sigue es que a la vez el estado de ánimo dependa de dicho rango dinámico. El cuerpo, el sistema, deja un rango de posible gasto energético al cerebro, dependiendo de la energía total en cada momento, reduciéndola de manera dinámica. ¿Cuál es el problema que sale al paso? Que el ánimo tiene su propio sistema de equilibrio, su propia homeostasis. “En psicología, un estado de ánimo es un estado afectivo. En contraste con las emociones o los sentimientos, los estados de ánimo son menos específicos, menos intensos y menos propensos a ser provocados o ejemplificados por un estímulo o evento en particular. Los estados de ánimo se describen típicamente con una valencia positiva o negativa. En otras palabras, la gente suele hablar de estar de buen humor o de mal humor”. Me he adelantado en todo este tema… ¿realmente sabemos que es el ánimo? He transcrito lo dicho arriba para hacer ver que está relacionado con las emociones y que puede tener un etiquetado cognitivo, y por ello componentes social, pero ¿qué es tal estado? Así como todos sabemos que todo hombre sano tiene dos brazos, dos piernas, una boca, un corazón… ¿podemos hablar tan claramente del cerebro? Dividimos la cognición de las emociones, pero hemos visto que mientras me pueden convencer que dos más dos no son cinco, es posible que nadie me convenza para ser de derechas o tener mentalidad capitalista. Dónde se encuentran las creencias, ¿son un medio camino o el encuentro entre las emociones y la cognición? “En el Fedro, Platón describe a logos como un auriga que conduce los dos caballos eros y thumos (el amor erótico y el espíritu deben ser guiados por logos).” ¿Razón, emoción e instintos?, el cerebro trino. Siguiendo con la confusión la Wikipedia nos dice sobre el estado de ánimo: “el estado de ánimo también difiere del temperamento o los rasgos de personalidad que son incluso más duraderos. Sin embargo, rasgos de personalidad como el optimismo y el neuroticismo predisponen a ciertos tipos de estados de ánimo. Los trastornos a largo plazo del estado de ánimo, como la depresión clínica y el trastorno bipolar, se consideran trastornos del estado de ánimo. El estado de ánimo es un estado subjetivo interno, pero a menudo se puede inferir de la postura y otros comportamientos. «Un evento inesperado nos puede poner de mal humor, desde la felicidad de ver a un viejo amigo hasta la ira de descubrir la traición de un compañero. También podemos simplemente ponernos de buen humor»”. !A que ha quedado claro!, creo que no. No sé quién lo ha redactado, pero desde luego no ha usado la lógica. Por un lado afirma que no tiene que ver con los temperamentos o los rasgos, y después lo niega en algunos casos.

El concepto de Platón thumos se asemeja a lo que entendemos por ánimo, y de thumus, que proviene de thymos, es muy posible que provenga humor, pues eutimia puede ser traducido por buen humor o alegría. Ánimo, como animal, provienen de movimiento, de lo que se mueve o está animado, que se derivó a espíritu. A la vez de alguien se puede decir que tiene un espíritu muy negativo, que es equivalente a humor o temperamento. Para bien o para mal cada idioma parte de sus orígenes y el español proviene principalmente del latín, y este se alimentó de los conceptos griegos. En inglés ánimo es mood, que igualmente es muy cercano a humor en su significado. Tanto en unos casos como en otros, e incluso con el concepto de temperamento y humor, lo que sobrevive —perdura—, en muchos idiomas, es asociar el humor o el temperamento a aquellos que son fuertes o desagradables. Así en España una “persona con carácter” es alguien enérgico que puede caer fácilmente en la ira o el mal humor. Lo mismo se sigue con mood en las lenguas de origen germano, como lo es el inglés, pues como dice la Wikipedia: “Los mōds góticos afines traducen tanto θυμός, estado de ánimo, enérgico, y ὀργή, ira”. Así en la frase “he was obviously in a mood es ‘obviamente estaba de humor’ para referirse a ‘un estado mental enojado, irritable o hosco'” (fuente diccionario Oxford). Solemos andar con tacto con toda persona de carácter fuerte, porque tratamos de evitar que pierda el control y se “acalore” contra nosotros. Todo jefe o líder en alguna medida tiene que tener tal carácter (que se deriva de “hacerse respetar”), donde en algunos casos al tratar de contrarrestar esa salidas fuera de tono, en las situaciones en la que intenta mediar controlando su humor, lo hace tratando de ser más amable que la media, (los ataques de ira de Jesucristo, ya nombrados en otro escrito, denotan que tenía este tipo dual de carácter que estoy nombrando aquí). Al entremezclar, cual coctelera, todas las ideas que se van leyendo, ¿no creéis que vuestra cognición implícita está uniendo conceptos? El ánimo si está unido y relacionado al “espíritu”, rasgo o humor de cada persona. Otra cosa es el componente racional o etiquetado que haga la conciencia de todo este proceder. Una cuestión que sale al paso es la vinculación entre el ánimo y la motivación. Pienso que lo que socialmente se llama estado de ánimo es la ponderación, actitud o etiquetado que hace el prefrontal con respecto a cierto equilibrio deseable entre el ánimo —emociones— y la motivación, y en ese caso entra en juego la personalidad, persona, máscara, o cómo se desea ser vista, y por ello el prestigio. En ese caso se suele tener el ánimo alto y estable, modulado, que es lo deseable de toda persona. Seguimos, así, la secuela de platón del logo o la razón como el “conductor” de las otras dos partes del cerebro trino, donde durante el cristianismo era lo que se conocía como templanza. Bajo lo antedicho, todo estado en donde “uno no tiene el control” de su ánimo, lleva a los trastornos del ánimo, como la ansiedad, la depresión o la bipolaridad. El depresivo tiene el ánimo siempre bajo, mientras que el bipolar, en uno de sus lados, se va al estado opuesto: el maniaco o exaltado.

La psiquiatría y la psicología, quizás de forma desacertada, nos hablan de estados alterados del ánimo, cuando en muchos casos se refieren a una falta de regulación de las emociones, o incluso de las pasiones, y por ello pueda ser tomado como una falta en la autorregulación de las emociones o falta de la regulación del control ejecutivo. Me gustaría creer que sus criterios son los correctos, pero siempre vienen nuevas posturas y revisiones que echan por tierra lo que se creía cierto. En un experimento restaron toda la serotonina a una rata de laboratorio, y el resultado no fue una depresión clínica, no le afectó en nada. En realidad la ciencia no sabe por qué funcionan los recaptadores de la serotonina como medicamento, pero como funciona en un grado bastante alto, con eso les vale.

(Un apunte para unir conceptos. En otro escrito hice ver la dualidad ánima y ánimus, donde lo primero es femenino y lo segundo masculino. El segundo término es el que se ha ido derivando unas veces hacia espíritu, otras hacia ánimo, y otras hacia persona enérgica u hosca. En lo arquetípico ánima era la tierra y ánimus el sol, donde lo primero es inerte y el sol le da o le arranca vida. A la vez, y muy en el fondo, pienso, que tales ideas hablan de la tendencia a la depresión de la mujer (en invierno la tierra “muere”, entra en un estado inerte… depresivo) o en otro caso una mayor tendencia al estado estable, o menos tendente a la ira, y en contraposición a la tendencia a perder los nervios y la ira del hombre. Como ya he apuntado en otros escritos el macho ha tenido que evolucionar hacia controlar esa tendencia que le venía de su estado natural. En esa dirección ciertas palabras se fueron volviendo moralistas y no ya solo descriptivas, pues trataban de inducir el estado deseable, el estado controlado o temple (eutimia en la antigua Grecia, templanza durante el cristianismo), y por lo tanto el concepto de estado de ánimo tal como lo conocemos hoy, donde en él ya se sobreentiende que es algo que tiene adherido un control, que proviene de la toma de conciencia, y por ello del prefrontal. Si vamos al estado animal, el alfa, como en el caso de los lobos, se tenía que hacer respetar sacando su ira, mostrando sus dientes o teniendo arranques de ira, como igualmente se ve que lo hacen los chimpancés, en un alarde de hacer ver quién manda y porqué. Con todo, esto no niega que no haya mujeres con las mismas características. Dos gobernantes modernas como Margaret Thatcher (la dama de hierro) y Angela Merkel, o incluso Hilary Clinton, parecen tener ese tipo de carácter al que estoy haciendo mención. El que perdiese su origen, de división de dos sexos, quiere decir que se fue dejando de vincular el ánimus con lo masculino, luego el propio lenguaje ha ido moderando las diferencias entre los sexos desde hace milenios. Es muy posible que la mujer en la ciudad fuera perdiendo lo que le era “natural” dentro de las tribus más pequeñas, y vinculadas a las familias extendidas y los vínculos de sangre. Su amor lo da a lo cercano y familiar, de lo contrario se ha de posicionar en igualdad a lo que, en otro caso, era sólo propio del hombre. De cualquier forma, en una entrevista de Jordan Peterson con Camille Paglia (activar subtítulos al español), este nos dice que los hombres en temas muy serios y posturas encontradas, al discutir con otro hombre se sienten ante un igual, pues siempre puede estar de fondo el temor de llegar a las manos, pero algo cambia si por medio está una mujer, donde el “acaloramiento” ya implica llegar a las manos contra una mujer, en un mundo que siempre las ha tratado de respetar, y en donde se ha ido imponiendo de forma implícita el no llegar a las manos con ellas. El cine actual, feminista, está confundiendo el panorama al mostrarnos heroínas donde las fuerzas están igualadas, o incluso con los hombres en desventaja. ¿Es correcto o incorrecto? La “ira animal”, desatada, es más propia del hombre, como creo que demuestra la violencia de género. Durante toda la historia se ha dejado por sobreentendido ese hecho, lo que no excluye que haya excepciones, pero hoy en día el feminismo dice que tal rol y estereotipo está equivocado. La mujer también puede sacar esa ira, lo hacen la mayoría de las hembras, pero lo hacen sobre todo cuando tienen que defender la vida de sus hijos, no así cuando sólo está en juego su propia vida, es paradójico, pero es una regla, como fatalmente “demuestran” las violaciones y el que la mujer sea la que suela salir peor parada, o muriendo, al luchar contra un hombre. Insisto en todo este tema porque hace falta un poco de sentido común, que parece que se está perdiendo. Lo propio de la mujer es la cautela, concepto que está en desuso, y al final las mujeres se ven metidas en situaciones realmente complicadas.)

Vuelvo al tema. Pienso que todo este panorama tan confuso, de términos y teorías, pueden quedar claros bajo mi propuesta (no digo que sea mía, quizás es la conclusión que subyace de fondo de todas las lecturas). El ánimo es un rango dinámico de la energía cerebral de las facultades altas, dentro de la dinámica que el propio cuerpo sigue con respecto a su energía total. Robert E. Thayer nos dice que el estado de ánimo es una ponderación de la energía y la tensión. O sea, de la capacidad que en un momento dado tiene el cuerpo de energía, y la tensión de esta por salir. Esto generaría una línea vertical en donde los límites serían el 0 de energía y tensión, como pueda ser con la anhedonia, la tristeza o la depresión, y el 10, donde se encontraría la euforia, el entusiasmo, la ansiedad y el estado maniaco u obsesivo. Por otro lado lo cruzaría una línea horizontal de estado positivo y negativo, que está mediado entre las emociones y las motivaciones. Así, si uno siente ira, pero a la vez tiene una fuerte motivación, lo segundo contrarrestará la ira, como así ocurre en el amor, pues este trata de minimizar o anular los estados de ira hacia las personas amadas. Lo que expreso con palabras, en el fondo se trata de neurotransmisores, hormonas y péptidos contrarrestándose unos a otros. La oxitocina, la molécula del amor, ha de aminorar los efectos del cortisol, del estrés y la tendencia a la ira, como se deduce de la paciencia infinita que demuestran algunas madres.

De lo dicho se deduce que si una persona es muy emocional, resta (baja) el rango de energía “reservada” para el cerebro, para tales facultades altas, con lo que el prefrontal tiene menos control de operar de forma retroalimentada con el ánimo. —Una frase demasiado concentrada: diluye. Veámoslo en algún ejemplo y en hipotéticos números. Si estoy al 100% de energía y el sistema da el 20% de esta al cerebro, si las emociones gastan el 15%, al prefrontal sólo le queda un rango de un 5% para operar. Si por el contrario no se da nada emocional se desvía toda la energía, ese 20%, al prefrontal. Esto es intuitivo, la emoción resta control ejecutivo, como así ocurre con la falta del control de impulsos: a mayor emoción menor cantidad de operar de forma controlada con ellos. Una propuesta en la lucha cuerpo a cuerpo, en general en los deportes, es no dejarse llevar por las emociones, pues al hacerlo el prefrontal tendrá un peor análisis —uso de las facultades altas del cerebro— de qué técnica usar en cada caso. Al ser dinámico, si estoy al 30% de la energía total del cuerpo, pero lo emocional está gastando la mayoría de la energía, se puede llegar, o caer, en la fatiga crónica o la intolerancia al ejercicio. En definitiva: la ansiedad, el estrés y el miedo agotan.

La ligazón con el temperamento o rasgo de cada persona (rasgo, otra palabra “rara”: verbo rasgar, rasgo de la cara, a la vez de la personalidad, ¿cuál es primero?, rasgo o trazo que se en el papel, a “grandes rasgos” ), de esta simple lógica, es que cada persona viene programada de nacimiento con un tipo de unión e importancia en unas partes del cerebro sobre otras, en unos circuitos sobre otros. Siendo así, si se tiene predisposición hacia el estado melancólico, que son en cierta forma unos individuos que sabiéndose vulnerables se aíslan (esquizoides o esquizotipos), se puede ser más cerebral y menos emocional, lo que siempre lo ha llevado a unir a los melancólicos con los sabios. Si se es pasional se tenderá a seleccionar actividades más físicas, como el caso de los artistas, como los pintores o escultores, dando menos importancia a lo cerebral. Los primeros se agotarán en su melancolía, en lo cognitivo, y en el gasto que hace el prefrontal para que el ánimo no se caiga por los suelos, por sujetar las bridas de la tristeza; mientras que los segundos lo agotarán en lo físico, pudiendo caer en estados depresivos, porque el prefrontal igualmente ya no tiene energía para mantener ese estado tan alto de gasto de energía física, y como para que el tónico del ánimo no se resienta. Llegan al mismo punto, pero por distintas cuestiones y medios, con dos cerebros muy distintos.

En la última variable a tener en cuenta, en todo lo dicho, se encuentran los neuromoduladores, endorfinas, péptidos y hormonas (neuropéptidos). En otro lado he hablado de la autocatálisis, en donde una teoría propone que pudo ser el origen de la vida; un segundo paso en esa dirección pudo ser llegar a la organocatálisis. Una reacción catalítica es “el proceso de aumento de la tasa de una reacción química mediante la adición de una sustancia conocida como un catalizador. Los catalizadores no se consumen en la reacción catalizada pero pueden actuar repetidamente. A menudo, solo se requieren cantidades muy pequeñas de catalizador”. Para los efectos es generar energía sin que parte del componente que sirve de “fuego” arda en el proceso, lo que da una energía mayor que los componentes que entran en juego. Si a algo se le puede llamar “espíritu”, metafóricamente, está ahí. El siguiente proceso fue el conjunto autocatalítico que “es una colección de entidades, cada una de las cuales puede ser creada catalíticamente por otras entidades dentro del conjunto, de modo que, en su conjunto, el conjunto puede catalizar su propia producción. De esta forma, se dice que el conjunto en su conjunto es autocatalítico”. Esta idea es cercana a la autopoiesis, de un ente que se autoabastece y se mantiene vivo sin necesidad de nada externo. Esta “metáfora”, que es la base de la vida, la ha llevado la evolución a su extremo al crear los neurotransmisores y endorfinas al generar más energía que la aparentemente real, ya que una persona que ha recibido una carta de un ser querido, que daba por perdido, o por algo más banal como ganar un gran premio, se le elevará el ánimo, en donde en ese caso el cuerpo parece dar una mayor energía mental que si no entrase en juego tal factor. Es de suponer que el sistema “desvía” más energía que la media al cerebro y el estado emocional. Con todo, los estados exaltados, las llamadas “emociones fuertes” de este tipo, consumen mucha energía y uno termina más agotado que con respecto a un día normal. Sí, la alegría agota, por eso no sostenemos de manera constante la sonrisa o la risa. La homeostasis energética termina por “retirar” la energía extra llevada al cerebro. La ley del mínimo esfuerzo siempre prevalece.

Pero la energía no sale de la nada. Cuando el cuerpo duerme todo el gasto energético se lleva a procesos metabólicos, de mantenimiento del sistema, principalmente en el cerebro. Este no está unido al sistema linfático, que básicamente es un sistema de limpieza de los desechos del metabolismo. Ese proceso de “limpieza” cerebral es llevado a cabo cuando dormimos (por el sistema glinfático). Lo viral a veces desvía la atención sobre ciertos neurotransmisores y hormonas, ignorando en el proceso otros. Ese es el caso de la hormona concentradora de melanina. Uno de esos casos extraños de dar otros usos a unos componentes químicos, ya que la melanina se encarga sobre todo en darnos un tono de piel  ese  con respecto a la zona en la que vivamos, para protegernos del sol (también el color de los ojos y para lo mismo; este era su “primer papel” en el cerebro, “tintar” ciertas parte para protegerlas). Pero como hormona concentradora de melanina, que es un péptido hipotalámico (de nuevo sale el papel centralizador de esta parte del cerebro): “en los mamíferos participa en la regulación de la conducta alimentaria, el estado de ánimo, el ciclo de sueño-vigilia y el equilibrio energético”, sobre todo en uno de sus receptores, el 1 (MCH1). “MCH y la hormona orexina tienen una relación antagónica entre sí, con respecto al ciclo del sueño, siendo la orexina casi completamente activa durante los períodos de vigilia y la MCH siendo más activa durante los períodos de sueño”. Aquello que se dice de “haber cargado las pilas” se refiere a esta función. Lo traigo a colación porque la carga energética que uno siente durante las primeras horas del día es por la orexina, que es la que mantendrá el estado de alerta durante todo el día. De esta manera cualquier trastorno del sueño, repercutirá en ese juego del papel antagónico que tienen la hormona concentradora de melanina y la orexina (un papel similar y antagónico se da igualmente entre la melatonina y la serotonina, pero pienso que es de “segundo grado”). Si a uno le cuesta coger el ritmo por las mañanas es porque la transición de estos dos antagónicos es más lenta en ellos. En ese caso el café sustituye su papel. En los narcolépticos hay una menor cantidad de orexina. La MCH incluso da una mayor calma, para procurar la tendencia al cuidado a las madres durante la lactancia. La hormona concentradora de melanina también induce el deseo a comer grasas y está relacionada con el buen (¿cómo se llegó de bien a buen?) carácter de las personas que acumulen grasas, o sea, tiene la capacidad de cambiar el carácter, al alterar el cómo gasta y controla el cuerpo la energía, y esta acumulada como grasa. “Premia”, como quien dice, la acumulación de grasa, que podía estar bien hace miles de años, pero que es una respuesta desadaptada en la actualidad, como se deduce de la tendencia a la obesidad. En otro caso el “MCH se ha relacionado con la depresión y la ansiedad, pues se ha demostrado que los antagonistas de MCHR1 actúan como antidepresivos”. Lo que trato de hacer ver es que la depresión, en algunos casos, no es una bajada del ánimo y la motivación, sino que puede venir dado por esa falta de energía que provee la orexina, que no está operando de antagonista contra la hormona concentradora de melanina en su receptor 1. Y hago ver este caso, en donde no es el único caso, pues el cerebro y su química es muy compleja como para reducirlo todo al ánimo, donde este concepto se supone que es algo sobre lo que tiene el control el prefrontal y por ello la voluntad.

Una última consideración. He nombrado la motivación como marginal, pero bajo mi punto de vista es lo central, como así lo sostiene igualmente ciertas escuelas de pensamientos y de la psicología, entre ellos Viktor Frankl. A veces pienso que las actuales teorías construyen el edificio por el tejado. La base de la vida es dotarla de un sentido, lo cual dará una motivación, que a la vez proveerá de una química adecuada al cerebro, como para que el cuerpo le desvíe más energía que sólo ese 20% (hipotético). La orexina despierta por las mañanas a la conciencia, al prefrontal, y esta “busca” un propósito para accionar en la vida, lo cual te hace saltar de la cama como un muelle. Si hemos dicho que el prefrontal es el logos, la razón, el que coge las bridas de los dos caballos que son la pasión y las emociones, habría que cuestionar si este análisis es correcto. Una persona viva, vivaracha, vivad, es una persona apasionada y deseosa de vivir nuevas emociones. ¿Dónde queda ahí el logos? Quién conduce, o a de conducir, a quien. En todo caso, la metáfora está errada (o herrada, al poner en juego a lo básico como caballos domesticados) y hay que verlo en un círculo de tres serpientes que se muerden las colas, las unas a las otras (o el triskel celta que representaba el amor eterno —quizás porque quien te ama lo tiene que hacer con pasión, corazón y convencimiento— o la triqueta relacionada igualmente con el budismo). La visión de Platón se basa en la razón, quizás el mayor error que el humano ha cometido en la historia, cuando otras culturas han representado lo terciario (la santísima trinidad es heredero de ello) como el equilibrio de tres fuerzas. La pasión es lo más cercano a la energía corporal, es lo más instintivo y básico. En todo caso lo emocional debería ser la postura media que controlase lo pasional y lo cerebral o controlado, ese punto medio que pregonaba Aristóteles. De hecho, según mi opinión, es la posición que tiene la mayoría de las personas. Siguiendo lo dicho de forma somera —por no alargarme más— se concluye que la cultura occidental, mediada por la razón, por la teoría de la cuadriga y la razón como el control, desvió el camino y el protagonismo a la razón, frente a cualquier otra facultad cerebral, esa que ahora se está haciendo tan práctica y mecánica, en un mundo donde ahora sólo manda el mercado y el valor físico de todo. Por mi parte yo no me levanto con la idea del dinero, este sólo tendría que ser un medio, no un fin en sí mismo. Más bien me cuesta levantarme porque no me gusta el tipo de valores que prevalece en la sociedad que me ha tocado vivir. Mi mal es muy general, somos las personas de izquierdas que luchan contra las derechas, no por saber quién tiene razón, ahí nos pueden ganar porque ese es su “dominio”, sino por tratar de averiguar qué es más humano.



Offtopic: estoy leyendo “Explicando el posmodernismo – La crisis del socialismo” de Stephen R.C. Hicks, el cual aconsejo por su fácil y didáctica lectura para entender nuestro momento actual y de dónde viene. Igualmente por lo ameno, sintético y sencillo que hace entender el pensamiento de autores tan variados como Kant, Hegel, Schopenhauer, Kierkegaard, Foucault , Derrida y otros. O por lo menos hay que leer los cuatro primeros capítulos. En los siguientes arremete de forma ciega contra las izquierdas, y algunos de los posmodernistas, tildándolos de radicales de izquierda. Por cierto, cuando Jordan Peterson, habla de neo-marxismo de los posmodernos con Zizek, es seguro que lo sacó de aquí, pues nombra este libro en otro vídeo. Una cosa que me ha resultado curiosa es que la mayoría de los posmodernos, según Hicks, son de izquierda, y son pesimistas según su punto de vista, lo que corrobora mi idea de dos tipologías humanas bien diferenciadas en los extremos, por dar más peso a la amígdala y la cognición implícita, y por ello las emociones, frente a los que se basan en el hipocampo y la memoria explícita, y de paso de la razón.


(Añadido el 16-08) Energía y coronavirus. No sé porqué los científicos hacen perder la perspectivas de algunas cuestiones, como es el caso de afirmar que el coronavirus no es estacional. Quizás es más “voluble” o flexible que otros tipos de virus, pero la prevalencia es que sea estacional. ¿Por qué? La mayor cantidad de energía del cuerpo la usa para generar calor. En Europa el coronavirus perdió fuerza cuando llegó mayo en España, que está más al sur y fue perdiendo fuerza hacia el norte según iba llegando el buen tiempo. Unos meses más tarde ha “saltado” al hemisferio sur, porque allí llegaba el frío. Pero al igual que el cuerpo gasta mucha energía con el frío, le ocurre otro tanto cuando hay mucho calor y parte de su energía se pierde al tratar de bajar la temperatura interna. Por eso ha habido rebrotes en España cuando se han dado olas de calor. En un estado y otro, por frío o mucho calor, el cuerpo pierde energía y además tiene que tomar medidas para hacer cambios en cómo la consume y eso hace que esté más vulnerable y por ello débil como para ser “víctima” de los virus o las bacterias.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Códice y Trucos Para Comprender los Sesgos Cognitivos

Índice y Preámbulo

Adendum - Micro-Historia de las Diferencias de Género - Un Viaje a Abilene