Emociones Emergentes (de Quinto Grado)


La ciencia es, por así decirlo, una máquina construida por el hombre para dominar el universo; pero la máquina se ha vuelto contra su creador y también busca dominarlo.
❝…Prohíbe toda mezcla de hechos y valores, y elimina los valores por completo de la categoría de verdad.
Si no puede haber comunidad, y si la vida es una lucha de todos contra todos, algunos pueden ganar, pero la mayoría perderá. En un sentido más profundo, todos deben perder.
El ser humano nace como una entidad biológica, cuyo destino es morir como defensor o adversario socializado, aculturado de una civilización en un momento histórico particular.
La mente es un peón de los poderes del cuerpo y puede reducirse, sin dejar residuos, a descripciones científicas y fisicalistas.❞ Donald A. Crosby
(en realidad parafrasea a otros autores, su libro “el espectro de lo absurdo…”, que me pareció prometedor, al final sólo era una vía para defender el ser creyente.)



Un inciso (hago este tipo de interrupciones porque hay ciertas cuestiones que no sabría como encajarlas durante una escritura, y que tampoco dan para un escrito en sí, o por lo menos para mí). ¿Para cada término coloquial, o de jerga, hay uno técnico?, o sea, en el lenguaje social se usa “listillo” (en España), que ahora se ha extendido a “cuñado” : ese cuñado que cree saber todo (que tampoco es lo mismo). ¿Cuál sería el término que no proviniese de la jerga social?, ¿engreído? No hay ninguno que lo parezca definir, pues por un lado nos habla de hacer uso de conocimientos de manera no exhaustiva en nada (sabe de todo un poco, pero no es en la dirección de ser un sabio, sino para tratar de sacar ventaja en las conversaciones), pero a la vez es alguien que “usa” una “verdad” u otra dependiendo de si le beneficia, o si —en su opuesto— perjudica a alguien que pueda desfavorecerle o ser su enemigo. Suena a astucia o a maquiavélico, pero un listillo no llega al nivel de lo maquiavélico, es más un maquiavelo de “andar por casa”, no es que sea tan inteligente como para jugar en las “grandes ligas”. Es muy cercano, quizás, a pícaro, pero en ese caso un pícaro adaptado a los nuevos tiempos. Otra opción es espabilado, pero tal concepto sólo muestra una de sus partes, donde 1. tiene un saber o inteligencia generalista; 2. hace uso de tal saber sólo para los fines de sus propios intereses, y en este caso espabilado es aquel que señala el segundo punto. Pues igual que con este término con otros. Si lo traigo a colación es que los “grandes pensadores”, en la dirección de “mantener el guion” de ser doctos, no usan este lenguaje de calle o jerga, dejando por ello grandes vacíos en sus teorías. En esa dirección crean un “conocimiento” elitista, donde prefijan e idealizan al ser humano sólo con respecto a aquellos que son de su propio estatus social, que comparten un mismo lenguaje, los cuales no han de utilizar la jerga de otros estratos sociales. Otra posibilidad, que ha salido durante el escrito, es que en un sustrato social se pueda dar un “listillo”, y en otro superior sea otro tipo de persona… ¿un emprendedor sin escrúpulos?, ¿un vendedor?, o simplemente alguien maquiavélico. ¿Todos son reducibles a sociópatas?, o es un término que le viene grande al “listillo”.

Jordan Peterson me parece un “listillo”, alguien que no parece tener una estructura de conocimientos fija que lo defina, sino que va saliendo al paso en cada discusión. Él mismo ha reconocido que en su infancia lo era, aunque, claro, no utilizando este término español (lo dice aquí —este es un buen ejemplo de “listillo”, pues su charla no parece tener una base y se contradice en sus argumentos—, pero no estoy seguro si lo dice ahí, y no quiero revisar, y lo pudo decir aquí). Otra dimensión de lo dicho en el párrafo anterior es si ciertos términos de jerga tienen equivalentes en jergas en otros idiomas, y cuáles pueden ser. Pero deduzco que cada uno de estos términos siempre estarán “contaminados” por ciertas connotaciones propias de cada cultura, y posiblemente no tengan equivalente en otras culturas. Cultura, en este párrafo, se refiere a algo más extenso y abstracto que como se usa de forma coloquial..., como la cultura que emerge en un barrio marginal de una gran ciudad, con respecto a otro barrio marginal de esa misma ciudad, u otras ciudades del propio país o de otras ciudades de otros países.



Los afectos, o entradas sensoriales que causan emociones, van evolucionando. Una reacción instintiva crea cambios fisiológicos y generan una acción, y en un segundo paso tienen cierta equivalencia con una de las acepciones de pasión (hacer el amor de manera pasional es hacerlo de forma más visceral o “salvaje”). El afecto más aceptado como tal es la emoción, como es el caso de la ira o el miedo. Ya tenemos tres capas evolutivas, la cuarta, ya en los humanos —no hay acuerdo a que lo tengan los animales, yo sí lo creo— son los sentimientos. Este es un tipo de afecto en donde puede haber una emoción o pasión de base, o ambos, si bien están “etiquetados” por la conciencia, por la personalidad (en tanto que unicidad o individualidad) de cada uno. Esto es: un individuo es la suma de un carácter, que es la pulsión de los comportamientos con los que nace, donde a estos se suman a la vez las vivencias o experiencias, como pasado, más lo que aprende por distintos otros medios (libros, cine, educación…) Retomo: un sentimiento es el etiquetado, el marcado, que hace la conciencia individual sobre los afectos y en la medida que estos son parte de la huella de lo que es ese individuo. Me explico: cada persona ama de una manera muy distinta a cualquier otra, eso que siente es un sentimiento pero a la vez ese sentimiento la define, luego, el sentimiento tiene dos facetas: 1. como afecto suave y duradero, lo que lo vuelve universal y generalista, y 2. como un tipo de disposición o comportamiento único —y con carga afectiva— concreto de esa persona hacia lo exterior. En este caso hay que retomar el concepto de pasión y “agregarlo” a un modo de sentimiento, que es más intenso que el de la media humana. Un artista siente pasión hacia su obra, hacia su arte. Sólo algunos amantes aman con pasión. Este tipo de personas, en la actualidad, no “convienen”, pues pueden llegar a ser más inestables y obsesivos. En un mundo o sociedad que tiende hacia el individualismo y la libertad, no es de desear que alguien se “solape” demasiado a uno mismo. Con todo existen, pero se tienen que mimetizar con el medio.

Así tenemos que los afectos han evolucionado por grados de complejidad de 1. reacciones instintivas de respuesta, a 2. pasiones a 3. emociones y de estas a 4. sentimientos. Lo que propongo es que hay ciertos afectos que han de estar en un quinto grado (esta gradación es una hipótesis personal, no buscar referencias), y cómo no hay mejor explicación que la acción, expondré algunos de los más relevantes, y seguidamente trataré de llegar a alguna conclusión.


La Nausea

El primer concepto, de quinto grado, que yo conocí fue el de la náusea de Sartre. Con tal concepto el existencialista francés nos trata de remitir al sentimiento que emana al comprender que la realidad está de más. Pero no bajo tal comprensión intelectiva, sino desde un sentimiento o emoción. Como tal, o por lo menos para los ateos, todos podemos comprender que la existencia está de más, pero esto nada mueve a nivel de las emociones. En ese caso decir que “toda la existencia está de más” o que “la existencia carece de sentido o significado”, sería igual que decir que “dos más dos son cuatro”, donde este dato no nos dice nada. Lo que trata de transmitir Sartre en su novela, y en el personaje de Roquentin, es que cuando esté comprendió tal idea, le creó una emoción fuerte y visceral, cuyos síntomas eran similares a los de la náusea. La náusea es una reacción corporal, cuya emoción es el asco, que puede ir acompañada de una bajada de la tensión y en donde en ese proceso al cerebro le llega menos sangre, lo que le hace sentir vértigo o falta de estabilidad, y en donde este transmite ese estado al sistema nervioso, lo que conlleva a que este pierda rigidez o cree flacidez, y por ello se pierda en alguna medida el equilibrio y la estabilidad. Cuando se siente asco por algo, ese algo se vuelve “demasiado real”, mucho más intenso. Sobre todo en su olor. Si algo nos ha producido una intoxicación alimentaria, como para haber llegado a ese estado de crear náuseas, cuando lo volvamos a oler se recreará como un olor detestable, y por ello tenderemos a retroceder de tal alimento. Sartre no lleva su náusea al olor, sino a la visión. Nos describe de forma muy precisa un árbol y sus distintas partes, como una visión hiper estimulada, o agrandada, sobre lo que es la realidad en sí.

Como somos un ser sobre todo visual, Sartre analiza la realidad como aquello que vemos, y por ello es a través de la percepción sobredimensionada de todos y cada uno de los objetos, y sus texturas y colores, que denotamos que todo está de más, y en tanto que tal doble dimensión —sobredimensionado visual, como análogo del sobredimensionado del olor de lo pútrido, causante de la reacción visceral de asco, a lo que se le añade “estar de más”, la gratuidad, el para nada—, lo que emanó en Roquentin, al terminar de comprender tal aspecto de la realidad, fue a través de lo visceral de la náusea.

Yo nunca he sentido la náusea en el sentido Sartriano, aunque la puedo comprender. ¿La ha sentido alguien realmente? Lo complejo de los afectos de quinto grado es que están demasiado intelectualizados. Me explico. Los afectos han evolucionado a partir de lo puramente mecánico, como son las reacciones viscerales o instintivas, como es el caso del asco. Esto es: se desencadena un estímulo-respuesta, en donde a un input le sigue un output. A nivel fisiológico unas terminaciones nerviosas sensoriales activan directamente unos nervios o reacciones motoras. Un paso evolutivo en el aprendizaje fueron las interneuronas. Están mediando una entrada sensorial, a una salida motora, donde unas neuronas u otras se activan dependiendo del grado de intensidad. A ese nivel este “mecanismo” es igual a un termostato de un aire acondicionado, que activa el frio o el calor dependiendo de la temperatura de la habitación. Cuantas más interneuronas, mayor cantidad de posibles respuestas, más teniendo en cuenta que se conectan con otras interneuronas para “consultarse”. Lo que entendemos por corteza cerebral, son todo el conjunto de interneuronas modulando el cerebro profundo, el cual es básicamente del tipo estímulo/respuesta. Las emociones son un proceso intermedio: hay una reacción visceral, pero se modula dependiendo del estímulo. Como mejor se entiende todo esto, es en el ejemplo de los animales sin sentidos, el simple tacto les hará huir (reflejo, instinto), mientras que en los animales con sentidos, y en el proceso de que las interneuronas de cada sentido intervienen, modulan una reacción dependiendo de sus sumas. Una persona puede asustarse ante un ruido fuerte, pero su vista le dice que no hay ningún peligro cerca y no saldrá corriendo. Retomo. Las emociones aún siguen un guion bastante predecible y reactivo, pero los sentimientos ya no muestran una reacción tan clara hacia el exterior (todo puede quedar dentro y que no se refleje en la cara), o no en todos los casos y en todas las personas.

Asumiendo lo dicho, en un sentimiento intervienen en gran medida las partes más “nuevas” en la evolución, como la ínsula y el prefrontal, en donde en la unión de ambas es donde nace o emerge la autoconciencia, pues etiquetan la realidad a través de lo intelectivo, de los simbólico, de los signos. Lo que es el anillo de boda de su amada para un humano, ya difunta, en los elefantes es el ver los huesos de sus seres queridos. Cuando recordamos las emociones siempre son de manera difusa, no se activan todos los “rastros” implícitos, de lo visceral, durante su reacción directa. Al oler algo que nos hizo vomitar no nos vuelve a hacer vomitar… sólo hay algunos rastros de tales estados corporales. A la vez cuando recordamos a una persona, no recordamos todas las emociones que nos ha causado, sino el sentimiento que nos creaba al estar a su lado, como un todo, como una unidad. Siguiendo la misma forma de pensar, la náusea sartriana no necesariamente nos remite a lo visceral, ni a las emociones y ni siquiera a los sentimientos, sino tan sólo al etiquetado que Sartre le dio, que nos hace vincularlo a una reacción visceral que todos conocemos. Lo que trato de mostrar es que según se va subiendo de grado, van desdibujándose, desvaneciéndose, las reacciones corporales, siendo a la vez, cada vez más una cuestión de etiquetado. Por lo tanto, y en este caso, no hay que sentir náuseas para comprender el afecto al que se quería referir Sartre, y por ello yo o cualquier otro, podemos sentir y comprender lo que quería decir el pensador francés, y en ese proceso compartirlo con él.


Síndrome de Stendhal

Este es, quizás, el más relevante de todos los que expondré, y puesto que se me han agotado las ganas de escribir (la náusea la he explicado porque no me gustaban las definiciones encontradas en Internet) me remito a lo que dice la Wikipedia:  “El síndrome de Stendhal o el síndrome de Florence es una condición psicosomática que involucra latidos cardíacos rápidos, desmayos, confusión e incluso alucinaciones, que supuestamente ocurren cuando las personas quedan expuestas a objetos o fenómenos de gran belleza”. En este caso sí hay unas reacciones físicas, pero no están exentas del etiquetado, puesto que intervienen factores culturales. ¿Es un síndrome que es elitista en algún nivel? Yo a veces me esfuerzo por hacer ver ciertos tipos de belleza, que otras personas no parecen ver, pero es inútil. Tan inútil como que un creyente en Dios sienta la náusea sartriana. Esto que estoy mencionando es el “elitismo” estético, que puede estar o no acoplado al elitismo social de clases. Se supone que la élite social está más “refinada” para entender cierto tipo de arte, en donde el ejemplo más claro es la música. La música pop es, en su traducción literal, música popular o música del pueblo, frente a aquella otra música, y en otra época, que era la música de la clase alta. No dudo que aquí entra en juego el efecto de “nuevo traje del emperador”, en donde el que no lo veía es que era “estúpido”. Si se pertenecía a una clase había que poder “ver” la calidad de la música clásica. Con esto no quiero decir que esto se diera en la totalidad de tal clase. El remanente es la sensibilidad estética, que se puede explicar bajo dos dimensiones: 1. es una emoción/sentimiento humano universal, denominada como asombro, en donde ante algo que nos impacta se nos abre la boca y se agrandan ligeramente los ojos (no sé porque no ponen tal estado entre las emociones básicas: ira, miedo, alegría, tristeza, asco… y debería estar igualmente la sorpresa). El asombro, es un medio camino entre la sorpresa y la sensibilidad a la belleza. El “punto” más cercano es el susto, donde la sorpresa es algo así como un susto agradable. En ese caso al asombro se le podría simplificar como un “susto estético”. 2. La segunda dimensión del asombro, y dado que entra en juego los sentimientos, es su etiquetado, en donde aquí adquiere otra dimensión. Lo que yo veo y me asombra no es simple y llanamente la realidad tal cual, sino que la sobredimensiono al hacer que en ella se acople mi propia vida con todas sus vivencias y emociones pasadas. Siendo así, el asombro es la captación de un cierto estado emergente que emana en ese momento en la unión de una realidad dada, con todo mi pasado. Bajo estos dos puntos habría que sumar un tercero, a modo de filtro. En otro lado he hecho la analogía de la sensibilidad con respecto al grado de apertura de una puerta. En ese sentido alguien que tenga las puertas más abiertas, que sea más sensible, es potencialmente más capaz de sentir asombro, en más situaciones y de formas más intensas.

De lo dicho se deduce porqué Stendhal sintió, con tal profundidad y emocionalidad, el encontrarse y poder ver la Basílica de la Santa Croce. Tal capacidad no estaba en tal basílica y lo que allí halló o lo que representase, tampoco estaba en la alta sensibilidad del escritor francés, sino en el encuentro de ambas realidades, como un estado emergente.

Hay que retomar el concepto de pasión. El síndrome de Stendhal se da en la unión de lo que asombra con las pasiones de tal autor. Alguien apasionado es alguien muy sensible en algún aspecto de la vida. Tal síndrome se puede parecer, o asemejar, al encuentro de un enamorado apasionado con su persona amada, en donde, de ser después de mucho tiempo, se producen las reacciones fisiológicas y mentales descritas arriba: “latidos cardíacos rápidos, desmayo, confusión e incluso alucinaciones”. En ese caso, Stendhal se había enamorado de alguien idealizado y que nunca había visto: la Basílica de la Santa Croce.


Vértigo Posmoderno

Lo que me dio la idea del presente escrito fue este concepto y el siguiente, “encontrados” con pocos días de diferencia. Hago un copy/paste, pues no tengo mucho más que añadir, (cita con modificaciones, pues se vuelve algo ininteligible al traducirla):

El vértigo posmoderno es una descripción de un pánico que ocurre cuando alguien considera la realidad de su propia existencia, pero ya no acepta la verdad o la estructura en su pensamiento. De repente, el pensador ya no cree en nada, todo parece fabricado (yo hubiera puesto «postizo»). El pensamiento se vuelve sin sentido y se experimenta un sentimiento parecido al vértigo. Muchos escritores han descrito este sentimiento como de «vacío» o como una «crisis del posmodernismo». Otro término que tiene un significado similar es anomia. Mientras que una crisis del posmodernismo describe el pensamiento, o el significado de ver la existencia como una construcción falsa y vacía, creando una representación metafórica, y en tanto que la anomia se refiere al callejón sin salida filosófica, el vértigo posmoderno se ha utilizado más específicamente para referirse a este sentimiento cuando se ha dado una manifestación fisiológica, causando un aumento en la frecuencia cardíaca y la sudoración.

Hacer ver que de nuevo nos encontramos con que se hace una llamada a las reacciones viscerales, como así es el vértigo o la sudoración. Se parece a la náusea sartriana, pero con otro cariz. En vez de que emerja esa emoción por la realidad, se siente por un aspecto heredado por las “conclusiones” o puntos de vista de ciertos pensadores, a las que la persona les suma una reflexión sobre el estado actual de la sociedad desde su propio modo de sentir en mundo, e igualmente su pasado.


Tripofobia

Ltripofobia es una aversión a la visión de patrones irregulares o grupos de pequeños agujeros o protuberancias. No se reconoce oficialmente como un trastorno mental, pero se puede diagnosticar como una fobia específica si se presentan miedos y angustias excesivos. Es posible que las personas solo expresen disgusto por las imágenes tripofóbicas.
Los agujeros en las semillas de loto provocan sentimientos de incomodidad o repulsión en algunas personas. La comprensión científica de la tripofobia es limitada. Aunque se han realizado pocos estudios sobre la tripofobia, los investigadores plantean la hipótesis de que es el resultado de una repulsión biológica que asocia formas tripofóbicas con peligros o enfermedades y, por lo tanto, puede tener una base evolutiva. La terapia de exposición es un tratamiento posible. El término tripofobia fue acuñado por un participante en un foro en línea en 2005. Desde entonces se ha convertido en un tema popular en las redes sociales
❞.

Por lo leído se deduce que es un sentimiento inverso al del síndrome de Stendhal. Lo que está en juego es la sensibilidad estética, pero en este caso para sentir repulsión o miedo por lo deforme, irregular o sin patrones. Lo curioso de todo esto es que todo proviene de algo tan lejano en el tiempo evolutivo como en surgimiento de los cordados, seres simétricos divididos por una “corda” o columna. Lo que nosotros los humanos entendemos por belleza viene dado por la simetría de las dos partes de nuestro cuerpo. La vida ha buscado la regularidad por cuestiones “económicas”, por seguir el principio del mínimo esfuerzo y optimizar los espacios. El girasol es quizás la flor más representativa de esa doble tendencia evolutiva, en la distribución de sus semillas; otro ejemplo son los panales de las abejas (el auto corrector quiere que lo cambie por “pañales de las abejas”, jeje). Los árboles siguen unos patrones regulares, siguiendo el tropismo, pero en su totalidad no crean simetrías, o muy pocas.

Hay una doble deducción en el concepto de tripofobia. 1. Por un lado el humano está regido por el deseo del control. La pérdida del control, en una situación altamente peligrosa, puede conllevar la muerte. 2. Por otro lado al ser entes simétricos, lo que nos parece bello es aquello que tiene cierto orden y simetricidad, y puesto que hemos heredado rasgos neoténicos (facciones suavizadas y redondeadas propias de los bebés) pareciéndonos horrible y causándonos miedo aquello que no lo es.


Vértigo Existencialista

Cuando encontré “vértigo posmoderno” fue buscando este otro que trato ahora. Para Sartre, lo que define al humano, es su inexcusable libertad. En ese caso el vértigo existencialista se refiere al miedo o angustia que sentimos cuando al estar con algo que puede causar la muerte, a un otro o a uno mismo, por el cerebro pasará tal idea como posible para llevarla a cabo. Sartre pone el ejemplo de encontrarse delante de un precipicio, y dice que aquel que ha terminado por comprender la verdadera naturaleza de la libertad, sentirá no ya miedo por caerse, sino por lanzarse el mismo al vacío. En otra dimensión, el mismo pensamiento puede pasar cuando tengamos un cuchillo en la mano, ya sea para clavárnoslos a nosotros mismo o a alguien que esté cerca. Yo “mido” a las personas por si tienen o no tal sentimiento. Sólo a una persona con la que me he encontrado en mi vida capté que tenía tal sentir, y se lo detecté cuando me quitó un cuchillo de la mano en una situación laboral normal. No obedecía a nada, doy la sensación de persona confiable y segura, había terminado de cortar limones y ella inició una conversación, en un momento que no había nada que hacer. Capté que comprendía su propia libertad, y como tal y por extensión, la que yo mismo tenía.

Tal concepto sartriano en manos de un psicólogo puede ser tomado como inicio de un estado psicótico. En otro caso, la pérdida de la coherencia de la realidad mostrada por Sartre, a través del concepto de la náusea, sería tomado por la psicología como un estado de desrealización. Ese es un error de la ciencia, reducir todo bajo sus propios conceptos, donde implican otros porqués y cómos, cuando Sartre da en el clavo de tal cuestiones humanas con respecto a su libertad, o el “desmoronamiento” de la realidad.  Es más, yo diría que quien comprende esta dimensión de la libertad es menos peligroso que el que no la comprende, pues si se diera el caso de que una situación se caldease, esa persona se alejará de todo lo que le pueda poner en peligro, o ponga en peligro a la persona con la que se esté en tal conflicto, lo que minimizará los posibles daños. Lo que dice tal “regla” es que todos podemos hacer cualquier cosa imaginable, que no existe el no-homicida, y que teniendo tal idea, uno tiene más opciones de poner los medios para no traspasar ciertos límites, frente ese otro tipo de persona que cree lo contrario.

Como siempre he comprendido la libertad, la frase de Terencio “soy humano, y nada de lo humano me es ajeno” (Homo sum, humani nihil a me alienum puto), que puede interpretarse como una llamada a la empatía, yo siempre la he interpretado como que todo lo que otro humano sea capaz de hacer, lo puedo hacer yo o cualquier otro ser humano, de lo que se sigue que si otro es capaz de asesinar, yo al ser igualmente humano tengo esa misma potencialidad.


Con esto ya he hecho un recorrido a las más relevantes, o extrañas, de esas emociones o sentimientos de quinto grado. No son todas, claro está. Hay otros afectos más generales y comunes a todos, como el que nos llame la atención aquello que denominamos como “monerías”. La angustia, o incluso la melancolía, son otros de esos sentimientos o estados de quinto grado. En otro caso, el humor, sobre todo el negro, es otro rasgo de ese mismo grado. Lo que todos ellos tienen en común es que siempre se basan en algo primitivo y en algunos casos en reacciones viscerales. La monería “funciona” porque somos el animal que más tiempo y más esmero ha de poner a la hora de cuidar de sus hijos, y tal sentimiento lo tienen muchos de los padres de la naturaleza, puesto que los rasgos suavizados y redondeados son generales en ella. Al ser sentimientos complejos o de quinto grado y al tener que ver la conciencia, entra en juego lo cultural. Esto queda claro al entender que el vértigo posmoderno no pudo darse antes del posmodernismo. Cabría pensar si la fe en algo superior, grandioso y no visible (Dios) nació de un sentimiento de quinto grado que perduró tanto en el tiempo, que terminó por “crear” una estructura en el cerebro, con sus propios circuitos neuronales.

La regla que hay que sacar de todo lo dicho, es que por muy espirituales y de mentes elevadas que nos creamos, lo que subyace en casi todos los estados analizados es la alta presencia del cuerpo. Yo deduciría sobre este grado de las emociones, y recurriendo a una analogía, a que es una dualidad inseparable e indiscernible, como así sería una máscara metálica que se ha quedado pegada al rostro de una persona, porque ambas se han quemado durante un incendio (tal asociación se basa en ciertas escenas de la película “orígenes secretos”). La mente, o mejor, esa presencia que llamamos conciencia o yo, es la máscara metálica fuertemente adherida al cuerpo, en donde aun siendo artificial, ya no podemos desprenderla del cuerpo. Sartre no creía caer en el dualismo mente cuerpo, pues decía que nos hacíamos al actuar y en tanto que la “libertad” o para-sí siempre parte de lo dado. Yo concluyo, a tenor de lo analizado en el escrito, que caemos en el error de pensar que somos una mente que tiene un cuerpo. La realidad es la contraria: somos un cuerpo que tiene una mente. La conciencia es tan sólo el morderse las uñas del cerebro. La prueba está en que el cerebro subcortical tiene la capacidad, en ciertas situaciones, de no regar de sangre al prefrontal, nuestra capacidades más altas, como la concentración y el hilar pensamientos, y por ello la autoconciencia, más que lo necesario para que no muera. O sea, el cuerpo “decide quitarse tal bagatela” en casos de extremo peligro o de una baja energía, como así ocurre cuando una bombilla empieza a bajar su potencia, se apaga y enciende  intermitentemente (tente-mente… ¿de tentar o de tener? ¡ya me perdí!), hasta que se termina por fundir, donde esta capacidad no entiende el porqué de repente se “le” está apagando, sin que pueda tomar el control de la situación (lo sé por experiencia). El caso más cercano a tal estado, reconocible por todos, es cuando nos dormimos. Hay un momento dado que la conciencia está, y segundos más tarde allí ya no hay nadie, ese yo como sombra vuelve a emerger cuando soñamos.

En resumidas cuentas, es a partir de lo visceral del cuerpo que sentimos esos grados altos de las emociones. Lo visceral es el asco, que en un siguiente paso evolutivo creó una emoción asociada a un gesto reconocible por todos, y en donde como sentimiento es a lo que se puede reducir el racismo. Sin el vértigo, el miedo, el asco, tales sentimientos no serían posibles. En ese caso, ¿es posible recrear en una inteligencia artificial tales estados? Si todo parte de lo biológico, en teoría no. Otra cuestión es hacer que trabaje con analogías. La posibilidad de caerse es algo que puede tener presente, ¿eso le generaría miedo a caer?, puede que sí, pero no sentiría vértigo y lo visceral de tal sensación… y posiblemente sin tales vestigios viscerales ya no podrían surgir en su “mente” los sentimientos y las emociones de quinto grado. Podría llegar por analogía a las emociones, como así hemos visto con el miedo, pero no así a las del quinto grado.

Moraleja: lo que de forma común creemos que nos hace primitivos en realidad es lo que manifiesta nuestros rasgos más humanos. La empatía, que yo colocaría en el mismo rango, se da porque uno mismo ha pasado por un dolor similar al ajeno, y podemos apreciar en el otro, en sus gestos y poses, la situación “carnalizada” que nosotros mismos padecimos en el pasado. Hay que sufrir para comprender el dolor ajeno, hay que haber estado humillado, arrastrado a lo más bajo, para poder ser realmente humilde. El dolor es la medida por el cual nos volvemos humanos, y no la felicidad o la alegría. No nos podemos poner en los zapatos del otro, si no hemos calzado el mismo sufrimiento y en la misma medida. La alegría o la felicidad debería de nacer sólo al saber que nadie de tu alrededor sufre. Parte de la insatisfacción actual, en cada humano, en lo social, nace cuando nos cegamos de tal sentimiento —que igualmente es de quinto grado— que lleva implícito que al igual que uno desoye el grito de dolor de un otro, de igual forma le ignorarán a él mismo si llegara a tal estado. ¿Será que ya nadie tiene la energía moral y mental para ayudar a nadie, más que a sí mismo?

—¡No sé si me gusta esa vena moralista que te sale a veces…!, por otro lado, ¿demuestra que no eres un “listillo”?

Honestamente, no lo sé si lo soy.

Se te olvidó poner en algún lado que la conciencia es un epifenómeno parásito del cerebro, que trata de acaparar toda la energía que le sea posible del cuerpo.

Eso lo dices tú, no yo.


(Mucho trabajo, he puesto sólo los enlaces imprescindibles. No existe el del vértigo existencialista.)

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