Lo que Es y lo que (a)Parece XXXI - Contra el Pensamiento Positivo

   El capítulo lo podría haber titulado “pensamiento positivo”, atraería más lectores y no estaría mintiendo, pues trata de eso, pero para ser honesto desde el principio y que sirva de preámbulo el título que tiene es el más correcto. Podría ser una segunda parte del anterior, pues lo remata, pero de nuevo es preferible el actual nombre, por ser más claro. Queda pendiente la segunda parte del anterior, en el que he de tratar sobre la disrupción evolutiva que es la razón. El presente escrito da ciertos indicios.
   Voy a tratar de desmontar ciertas conclusiones del llamado pensamiento positivo. Con ello no abogo por el pesimismo, sino por lo racional. Una postura intermedia que tenga que ver más con la razón. La cuestión es si al final esa razón ve las cosas “mal” o bien”, qué conclusiones saca del panorama actual.
   Antes que nada quiero hacer ver a que llamo patrón enquistado, pues recientemente en la serie de documentales “brain games” había un ejemplo claro sobre este tema. En la siguiente imagen, ¿cuántas figuras con protuberancias hay?
pretuberancias y crateres
   Se dirá que cuatro. La de arriba a la derecha, la que está bajo ella y las dos de abajo a la izquierda. El cerebro es una máquina de predecir, pero puesto que a lo largo de los milenios siempre da con las mismas predicciones, al final estas las mantiene en el ADN y nacemos con esos patrones o “verdades”. Es un proceso de ahorro, ya que el cerebro, in situ, ya no lo tendrá que predecir: el cerebro le dará una respuesta u operará con esa respuesta.
pretuberancias y crateres 2
   En esta otra imagen, ahora todas son protuberancias menos cuatro. ¡Es la misma imagen dada la vuelta! El cerebro, por milenios, la única luz que ha tenido ha sido la del sol, interpreta los topos como protuberancias cuando la luz viene de arriba, tal como lo iluminaría el sol. Por el contrario, a los cráteres, los iluminaría en la parte de abajo. Este es, quizás, el ejemplo más claro de un patrón enquistado, en este caso de la vista.
   Para el presente escrito me baso en uno de los mini documentales de brain games, por lo cual lo he subido para que se pueda tener de referencia. Haré mención a dos experimentos, los que están en los tiempos:
Juego 3: 6:30
Juego 5: 13:20
Documental “Pensamiento positivo
   Dicho capítulo se adhiere a la tendencia actual de los dones de la aptitud y el pensamiento positivo, propia de todo curso motivacional y los libros de autoayuda. Pero por y como la actual tendencia, no trata de sacar segundas conclusiones y ver en las falacias en las que cae. Es más, hace un sesgo optimista intencionado, para ocultar ciertas verdades y aspectos negativos. El juego tres consiste en mantener un buen rato una pose triste, deprimida y cabizbaja, frente a una segunda de otro sujeto que es su inversa: alegre, entusiasta, vivaz. Seguidamente les dan un dinero y les invitan a apostar a rojos y negros en una ruleta. El sujeto uno dirá que no, y el segundo que sí. El experimento está sesgado porque 1. no da los resultados finales y 2. el juego consiste en un 50% de probabilidades de ganar.
1. Si al final se comparan datos, donde los pesimistas y los optimistas sumaran ganancias y pérdidas, quedarían más o menos empates. Pongamos que son diez contra diez y sólo se les da 1 euro, para facilitar las sumas. Los pesimistas habrían ganado 10 euros, y puesto que los optimistas tienen una probabilidad de ganar del 50%, la mitad ganaría y la otra mitad perdería, por lo tanto, de nuevo, tendrían unos 10 euros, euro arriba u abajo.
2. Si en vez de a rojos o negros, hubieran jugado a la ruleta normal, donde las elecciones son rojos o negros, pares o nones, filas, columnas o un número en concreto, los resultados hubieran sido peor para los optimistas. Está claro que por orden general la banca siempre gana. Los casinos y todo lo que tenga que ver con las apuestas son un gran negocio para los dueños, no para los jugadores.
   ¿Porqué funciona ese efecto de la pose?, que igualmente se ha popularizado en ponerse un bolígrafo en la boca, que fuerza a que esta esté en la pose de la sonrisa. Porque el cerebro trabaja constantemente con la retroalimentación: me oigo hablar y cambio el tono o el volumen, dependiendo de la situación. Pero al final el cerebro se deja engañar o falsea los datos. Si tengo una suelta de dopamina o endorfinas, sonrío. Si sonrío es porque hay una suelta de estas sustancias, luego, por el efecto de la retroalimentación, si hago el gesto de la sonrisa y la mantengo el cerebro crea la suelta de esos neuromoduladores. O sea es un juego que va de arriba hacia abajo y a la inversa. Es la teoría periférica, de la que hace uso la psicología cognitiva. ¿Es esto útil, evolutivamente hablando?, sí y no. En una estampida un individuo ve un depredador y corre. Si se suman varios ante la idea de que hay un depredador, el primero tiene miedo y corre porque ha visto el depredador, el resto tiene miedo porque simplemente corren. Tengo miedo, corro, luego si corro tengo miedo, a nivel cerebral hay una suelta de adrenalina y cortisol. La estampida está bien como respuesta evolutiva, pero en el caso humano ya se han visto que son catastróficas. Se crea el pánico en una discoteca en llamas y se producen más muertes por aplastamientos que por las propias llamas. En un segundo caso, la tendencia actual de miedos, que crean trastornos mentales, que invaden el mundo, vienen dados por una sociedad del miedo, de “estampida interiorizada” en masa, ante el panorama mundial. El error, y lo negativo del sesgo optimista, es en ver en esto algo bueno y no lo contrario o a través de la razón. Es falso que una actitud o pose optimista y entusiasta esté bien, y sea beneficioso en el 100% de los casos y las personas. Yo lo equipararía a ponerse tiritas cuando lo que se tiene es un cáncer. Esas tiritas no te curan el cáncer, en ese caso no hacen nada. Imaginémonos las situación más penosa que pueda existir: una mujer presa, a la que se le esté torturando y esté siendo constantemente violada por todo el que pase cerca de su celda. Ninguna actitud de las propuestas de las autoayudas y mostradas arriba valen. En este caso sólo una puede servir de algo, vuelvo a esta al final. Recurro a otro caso más habitual, para que no se me diga que recurro a algo demasiado extremo. Normalmente alguien que esté siendo víctima de acoso (o un maltrato de género), trata de mantener una actitud normal, como que puede con ello. Cada mañana se levanta y sonríe, diciéndose que va a ser capaz de lidiar con todo lo que se le venga encima. La realidad es muy distinta, muchas de estas personas mantienen la pose hasta el último momento, que se terminan por suicidar, nadie ha sido capaz de notarles nada. Fijarse que en los refranes a veces dan con las soluciones más simples: “el que no llora no mama”, si no te quejas, si no muestras en tu pose y gestos por lo que estás pasando en tu interior, nadie va a hacer nada por ayudarte y sacarte de la situación en la que te encuentras.
   Veamos ahora el juego cinco, el de los abucheos o vítores ante la canasta de baloncesto. Lo que esconde es lo vulnerables que somos ante el criterio de las personas que tenemos alrededor. Nos puede el estado agéntico, la influencia del grupo… la mirada de los otros. Al final del experimento, una jugadora profesional, nos muestra que ha “entrenado” al cerebro para no escuchar esas voces, para no ser influenciada. ¿Cuál es la postura correcta?, la de dejarse influenciar o la que no. En el ejemplo de arriba, del acoso o el maltrato de género, deducimos que la actitud no es la que vale, que la pose no es la que ha de contar. No hay soluciones sencillas, y la mayoría de las deducciones de los libros de autoayuda y el pensamiento positivo se equivocan en sus precipitadas e inocentes conclusiones. Si toda la sociedad “funciona” por la pose de ir por la vida como si todo fuera bien, ¿qué fuerza sería esa contra un gobierno o un sistema injusto y nefasto? Lo que quiero decir es que el actual punto de vista de ir por la vida con la aptitud y el pensamiento positivo sólo beneficia a las grandes empresas y a los actuales gobiernos. Estamos en la aptitud y la pose del acosado y la víctima del maltrato de género, diciéndonos que todo va bien, que hemos de mantener una actitud positiva, cuando la realidad es que todo va mal y no tiene que ver para nada nuestra pose. Dicho de otra forma, ¿a quién le conviene que sonrías y tengas buena actitud?, a quién le funciona dicho engaño. A las multinacionales (empresas) y los gobiernos. “También somos responsables por nuestra obediencia” decía Hannah Arendt. Nos engañan haciéndonos creer que todo depende de nosotros mismos, que la pelota está en nuestro terreno, que la juguemos nosotros, pero sólo en nuestro campo, sobre nosotros mismos, que no tratemos de cambiar nada fuera de ese campo, en su terreno. Al final es el mismo juego macabro del torturador, y el abusador de género. Te hacen creer que te mereces la tortura, que tú eres la culpable de tus males, que sólo está en ti el salir de ese estado. Si hablas y aceptas en silencio lo que te digan y hagan, todo te irá mejor. La macabra y brutal idea de que ya que te violan disfruta.
   Del juego cinco, el de la jugadora profesional de baloncesto, se siguen otras conclusiones. Si como la jugadora hemos de ir por la vida sin escuchar nada de nuestro entorno… ¿eso no crea una sociedad sociópata? Un psicópata no diferencia bien y mal, el sociópata los diferencia y le dan igual sus acciones. Si se llega arriba, a una situación de poder, ha de ser porque no escuchas el malestar del resto de las personas, los abucheos silenciosos. La actual sociedad alienta a que luches sea como sea, que los medios y los que caigan por el camino no importen. Que seas un trepa, que te comportes como un macho alfa… en realidad como un sociópata. El actual sistema se mantiene por 1. porque los que están abajo han asumido su derrota, su victimismo: que son ellos con su actitud, lo que les hace estar en esa posición y 2. porque al aceptar el cambio de aptitud y hacia el pensamiento positivo sólo es posible bajo la macabra tendencia de comportarse con una aptitud que al final es la de un sociópata. Ninguno de los dos ven sus errores, han asumido el sistema como propio (estado agéntico), han aceptado todas sus propuestas sin usar la razón, sin tratar de llevar todo a sus últimos límites. No son unos víctimas y otros culpables; como dice la teoría de la psicología transaccional, son juegos en los que todos jugamos, los aceptamos al no tratar de decir que no queremos jugar, al aceptar una de las reglas, por la cual al final aceptas todas. Todos somos víctimas. Y lo más macabro es que no hay culpables directos. Nadie ha planeado el juego, nadie lo lleva a cabo, se mantiene por sí solo como cualquier otro sistema complejo… por su propia “lógica”.
   Para salir del juego hay que dar un paso atrás. Volver a una situación humana anterior. A decir verdad de ir hacia atrás volveríamos a un estado muy primitivo y primigenio. Hay que recuperar aquel primer estado. Pasamos, en la historia, una larga edad de aceptar y de asumir la esclavitud. Nunca hemos salido de ella, pues la actual sigue su macabra lógica. Los que están arriba se lo merecen, los de abajo, son calaña que están ahí por su actitud. Un sintecho se merece las sobras de las basuras porque él mismo es un despojo de la sociedad. Todos asumimos la lógica de este nuevo estado de esclavitud, en donde o eres un triunfador o un perdedor, un nuevo esclavista con aptitud sociópata o un nuevo tipo de esclavo que no “cuida” para nada su aptitud.
   Vuelvo arriba, a la imagen de las protuberancias y los cráteres; a los patrones enquistados y a la pose “correcta” ante el torturador y el violador. Sólo la razón es capaz de tomar un cambio, cuando se da cuenta que no hay protuberancias o cráteres, como le trata de hacer “ver” (entender) los patrones enquistados; que todo depende de nuestro punto de vista. La víctima de tortura está claro que no tiene ninguna salida que dependa de ella, está ella sola ante su mente y el macabro, tortuoso y doloroso estado del juego en el que le han metido. En esa situación sólo vale el orgullo, el “podrás violar mi cuerpo, penetrarlo, pero ni siquiera llegarás a rozar mi alma”. Poseerás mi cuerpo, pero mi mente quedará intacta. “Tu verdad” no la tocará, no la asumiré como propia. No entraré en la lógica de tu juego. No serás mi verdugo, pues mi alma no asumirá nunca un papel de víctima. Yo soy, independientemente del juego al que me sometas, y en el que me vea entrampado. Se me dirá que es de nuevo el papel silenciado de la víctima de acoso o de la violencia de género. No. Estos han asumido ser víctimas, han entrado en el juego. Mi propuesta es más sutil y radical. No hay juegos, todos son juegos situacionales, juegos en los que todos jugamos. Yo no soy sistema en cuanto ofrezco una lucha interna a no aceptar ningún juego que previamente no haya analizado hasta sus últimas consecuencias. Mi plan es luchar contra todo posible juego, contra todo silenciado, sacándolos a la luz de la razón, aquella que ha de ver todos los entramados, tanto los enquistados en el ADN, como los enquistados en la sociedad. Declararé y tendré en claro que nunca hemos dejado de jugar al juego de amos y esclavos, escaparé de toda situación en la que caiga en una de las dos posiciones. Nunca he aceptado ser líder, ser encargado, cuando me lo han propuesto. Tampoco en verme en situaciones demasiado esclavistas, que fueran contra mi dignidad y contra mi orgullo primero.
   Para Sartre todo se trataba de la libertad. Libertad, dignidad y orgullo (dignidad y orgullo como dos lados de un mismo juego de reflejos del espejo que es la realidad primera humana) son perífrasis, tautologías, formas de nombrar esa cualidad que nos hace ser seres vivos con ese ímpetu por la vida, esa voluntad de poder, ese estado iluminado, fuera del miedo. En la obra de teatro de Sartre “muertos sin sepultura”, se expone ese estado límite de torturados y víctimas. Al final, por medio del "suicidio" (aceptan el fusilamiento antes que hablar), las víctimas “vencen” por cuanto que no estaba entre los planes de sus verdugos. “Vencer o ser vencido, no hay otra alternativa. El vencedor será el amo y el vencido será el esclavo”, nos dice Max Stiner. El suicidio, así, es la forma suprema de libertad en una situación en la que ya no hay ningún otro escape, y en donde no quieres asumir la esclavitud como propia, pues te habrán inyectado de miedo, de baja autoestima, de culpabilidad. Decía Hannah Arendt que “en tiempo de Solón, la esclavitud había llegado a ser considerada peor que la muerte. Desde entonces “amor a la vida” y cobardía se identificaron con esclavitud. De este modo Platón podía creer que había demostrado la natural servidumbre de los esclavos por el hecho de que no habían preferido la muerte.” En definitiva que la única salida es la rebelde, la cínica, y en donde tu yo y tu razón están por encima de cualquier juego inventado por y para otros. Se cuenta que a Diógenes habiendo sido cogido como esclavo se le preguntó que para qué servía, y este contestó con un cínico: “para mandar”. Seguramente no porque quisiera gobernar a otros, sino porque su orgullo primero no aceptaba de ninguna orden, sino que estaba hecha para ser oída, para ser tenida en cuenta.
   En fin. No hemos de tener en cuenta el pensamiento positivo y esas reglas del cerebro, sin haberlas puesto en entredicho. Libertad quiere no sólo decir que te quieres libre, sino que quieres a todo otro humano libre. Que su orgullo no sea tocado. Si mi aptitud va contra tu libertad, no la quiero, he de cuestionarla. Si te aplasto con mi sonrisa, si el estar exultante hiere el orgullo del otro, no lo quiero. He llegado a la conclusión de que puesto que el panorama social se ha vuelto tan depredador, lo mejor es estar fuera de él. Que la mujer se vista de cierta forma me hiere (negar que hay una excitación mental en el hombre es ridículo, y ridículo igualmente hacernos los depredadores por sentir esa naturalidad, esa reacción física), porque no es porque ella lo haya querido, sino porque ha entrado dentro de cierta lógica macabra del sistema. La dejo estar, pero no la miro. Respeto su “libertad” (que no es tal, si se sigue la lógica de mi discurso), pero me salgo de su lenguaje, de su juego. Sin ningún hombre las mirase, si se negasen a entrar en sus juegos, ¿en qué quedaría este? No hay palabra (o acto comunicativo, como lo es la forma de vestir) dicha en sociedad que no entre dentro del macabro juego subyacente en el actual sistema, cual sistema complejo que impone sus propias reglas y leyes, su propio juego y lógica. ¿Es mejor callar? Yo hablo sólo para mí y para los que estén dispuestos en ese nuevo estado fuera de todo juego. No acepto halagos, ni seguidores, pues es de nuevo entrar en la lógica del sistema actual. Pan vende su orgullo primero, su honestidad, por un like, un “me gusta”, por seguidores, cayendo al final en lo políticamente correcto, y en donde el sistema y el juego no es “tocado” en nada de su núcleo.
   El cristianismo cayó en los mismos errores de un (su) sistema, al proclamar las virtudes, que había que denodadamente buscar individualmente, como hoy el optimismo, llegándose a un paraíso en la tierra. Tolkien, fiel seguidor de estas ideas, exaltaba las virtudes de los hobbits (el hombre llano y sencillo, provinciano), las cuales, de seguirlas todos, la vida sería mejor. Esto nos arenga en “El hobbit”, en boca de Gandalf el gris: “Saruman opina que sólo un gran poder puede contener el mal. Pero eso no es lo que yo he aprendido. He aprendido que son los detalles cotidianos, los gestos de la gente corriente los que mantienen el mal a raya. Los actos sencillos de amor.” En realidad esos actos cotidianos (virtudes) no sirven y no tocan para nada la estructura de amo y esclavos, como tampoco lo hace la actual arenga del pensamiento positivo: revisión de ideas viejas y mudadas, que nunca ha funcionado y servido para ninguna otra cosa que no sea el mantener el statu quo.
   Hay que ser irreverente, cínico, rebelde, para ser mínimamente humano. Hay que aceptarse conceptualmente como un sintecho, aunque uno te abrigue, (como lo fue Diógenes, el primer humano en nombrase como habitante del planeta, cosmopolita, fuera de todo concepto de patria, frontera y nación), aceptar esa condición de una vida autónoma (humana) fuera del sistema y del actual juego. Ese es mi orgullo, aunque a los ojos del sistema parezca y sea un perdedor.

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