Lo que Es y lo que (a)Parece XVIII - Sobre la Actitud
Llego, por fin, al tema de todo este largo recorrido sobre lo que Es y lo que (a)parece, en mis escritos sobre el devenir humano, a la llamada actitud, ¿qué es?, ¿cómo interpretarla?, qué esconde tras de ella.
Sólo estoy seguro de que no estoy seguro de nada. Determiné que lo estúpido es lo social, mientras que el individuo era un ente inteligente. Después rectifiqué, en alguna medida, al decir que el individuo era inteligente en su "aparecer", en el acto del habla, mientras que todo el conato emocional lo volvía estúpido. Use un concepto, sin saber que existiese, el "principio de caridad", por el cual nos es "obligado" pensar que el interlocutor es inteligente, y le pueden faltar las palabras o la capacidad para expresarse, como para que se nos (a)parezca no-inteligente. ¿Y si lo estúpido es los social y yo lo soy en la medida que trato de "acoplarme" a una realidad que no me es la propia? O sea, "nos vendemos" en nuestro aparecer, al "dar razón" en nuestras palabras y actos, a convenciones sociales que no tienen por qué ser inteligentes. Pero si me "vendo" a lo irracional, ¿no lo estoy siendo, ese acto, en sí, no me vuelve estúpido?
De nuevo nos topamos de lleno con el problema del Ser y su (a)parecer. Se puede resolver fácil y taxativamente, cada individuo es una apuesta única e irrepetible programada en su ADN. Eso sería el Ser, mientras el (a)parecer es el cómo amoldamos ese Ser en lo social, por "contrato social", como estrategia para que lo social no sea el puro caos y libertinaje que se supone que son esas apuestas individuales. Ahí nos hemos perdido en infinidad de debates, de si todos coincidimos en una esencia que es "buena" o "mala" y bla, bla, bla. O sea se trata de sonsacar una naturaleza única de todas esas "voces" o apuestas únicas del ADN. Está claro que por estadística, en forma de campana de Gauss, se puede extrapolar una "naturaleza" (o condición, como les gusta decir hoy en día) humana, pero esa "condición" extrapolada no tiene porqué encajar como un guante a una mano, con todos los individuos. Más bien lo que se puede deducir es que hay varias apuestas humanas, que tienen como propósito el hacer que todas encajen en un todo, que devienen en un ente social, como un todo organizado. Al modo que en una colmena existen reina, zánganos, obreras y guerreras, en lo humano se da el macho alfa, el mano derecha, los beta, el conciliador y/o las apuestas tramposas y/o la masa o Pan. Un macho alfa (hembra alfa) puede ser tomado por héroe o por villano, depende del momento histórico, una cultura dada y como se exprese su gen. "Bueno" o "malo" no es su ser, sino tan sólo su (a)parecer, en tanto que está constreñido por la situación o lo fáctico. ¿Somos, por lo tanto, entes o Ser en la medida que somos "contaminados" en su dimensión social? En algunos de mis escritos expuse que tenemos una doble dimensión. Aislados nos comportamos de una manera, queda cercenado lo social, mientras que conviviendo en lo social (a)parece esa dimensión que igualmente forma parte de nuestro ADN. Para recordar y ser más claro: si aíslo una célula cardiaca de mi corazón, esta tiene su Ser como esa célula "palpitante" que la diferencia de una célula renal, por ejemplo; en cuanto esa célula es puesta sobre el corazón, rompe su propio ritmo y se "adapta" al ritmo del "todo" que es el corazón. Nos encontramos, por lo tanto, de que el individuo no es un Ser, sino dos que conviven (¿compiten?) constantemente.
Otro problema con el que nos hemos topado, a lo largo de los escritos, era el del lenguaje. Hemos concluido que existen dos lenguajes: el interno, que es el mentalés, y el externo y propio del prefrontal, que es la palabra. Nos hemos dado de bruces, al descubrir que una inteligencia artificial, posiblemente haría uso de la palabra y su capacidad de conceptualizar, pero tendría la capacidad de saber de su lenguaje de programación, como para modificarlo y mejorarlo, mientras que el ser humano no es capaz de tal cosa. Tenemos la palabra; esas son las piezas visibles del rompecabezas, pero resuelto el rompecabezas, no tenemos porqué saber qué imagen nos muestra, ni entender qué significa. Las palabras son un "añadido final" en el cerebro, que fueron las que nos hicieron humanos, por su capacidad de poder transmitir conocimientos cada vez más abstractos. De otra manera fueron las que hicieron posible poner normas transmitibles, de cómo teníamos que ser en lo social. O sea para crear leyes, normas de educación y convenciones, que iban dirigidas al propósito de "alimentar" y fomentar a nuestra naturaleza social. Por el medio de ese camino nos "inventamos" las religiones, como "artificio" de que esas normas no nos eran impuestas, sino que nos eran propias y hablaban de nuestra naturaleza "buena", mientras que cualquier "desvío" de esa naturaleza nos venía dado por algo externo: el diablo, el mal.
Hoy ya estamos en la edad adulta de la humanidad, ya no nos hacen falta las religiones para "interpretar" el mundo, más bien deforman toda teoría tendente a ser racional y científica. De repente nos "despertamos" de toda la neblina de confusión y ofuscación, y "necesitamos" entendernos mejor. Pero las cosas no son fáciles, ante nuestra incapacidad de entendernos o leer el mentalés, nos encontramos que nuestra única herramienta es la palabra. No estoy hablando de los caminos de la ciencia creando su propio lenguaje, que también, sino del problema individual en el que consiste vivir, tratando de entender qué somos, qué en lo social y qué es lo social. Yo como individuo, cual Neo en Matrix, se despierta de repente a una "realidad" que no entiende, y no sabe cómo "ver". De nuevo el "mito de la caverna" de Platón aflora. ¿Cómo interpretar esa realidad, cuando la propia palabra es la propia de dentro de la caverna, que era "falsificadora"? Intuyo verdades que no sé interrogar, a las que no sé qué preguntas hacer. "Es una verdad. Tan solo es que no sé qué verdad es. Los dioses no me lo han revelado." decía Floki en la serie "Vikings". Este paradigma del desconocimiento de uno mismo, no es un nuevo mito al que nos hemos de enfrentar hoy en día. Nace con el propio hombre, con la palabra y las capacidades del prefrontal, y han creado todo nuestro lenguaje. O sea, el devenir de las propias palabras (instrumentos) han ido evolucionando o involucionando a lo largo de los milenios para tratar de "desvelarnos", cuando hoy en día se puede decir que no parece que hallamos avanzado un ápice. En vano podemos ir a la raíz, a su etimología, de cada una de las palabras para tratar de interrogar sobre nuestra naturaleza. Toda palabra siempre lleva a otra, y esta a otra, en un juego de espejos que no nos llevan a una imagen de un original. Parece que en la palabra no hay nada que hacer, y sin embargo no cejamos en nuestro empreño en tratar de desentrañarlas. (Ahí tenemos, y según nos dice "Vikingos al descubierto", que por ejemplo, Ivar el deshuesado, el apelativo se pueda deber a una mala interpretación fonética del latín de "et odiosum" odioso, alguien lo tradujo por "exos", sin huesos, similar en su pronunciación, no así escrito, aunque como apunta el documental pudo haberlo traducido alguien que no sabía muy bien el latín. Tampoco está claro que aunque fuese "sin huesos" explicase que fuese un tullido, como nos hacen ver en la serie Vikings, sino que tal vez quería decir algo referente a ser inquebrantable, irrompible, pues quebrantar viene de crujir, del típico ruido del hueso o cualquier otro material rígido al romperse.)
Si el problema son las palabras, entonces ¿hay que buscar en el mentalés? En ese empeño andan las distintas ciencias sobre el cerebro, la psicología, la comunicación y la inteligencia artificial, sin que en toda esa búsqueda se encuentre el núcleo del problema. Si tuviésemos ese "núcleo" o Ser, sabríamos crear una inteligencia artificial, cosa que tal parece, estamos lejos de poder conseguir (cerca, si se da de forma accidental). En algunos escritos he dicho que si bien nos medican con fármacos que median con la serotonina, contra la depresión, no se hace una análisis sobre la cantidad de serotonina en sangre para averiguar si alguien está deprimido. No parece haber una relación directa: personas con un alto nivel de serotonina están deprimidas y a la inversa, personas con bajo nivel no lo están. Quizás aquí nos encontramos con el mismo problema que ya dedujese en el escrito anterior. Si un robot se hiciese consciente, no por ello reduciría su lenguaje al binario, a su nivel molecular como quien dice, sino que más bien se mantendría entre la palabra y el lenguaje de alto nivel, como pueda ser el C++. Lo que crea la conciencia es la capacidad del lenguaje de alto nivel para conceptualizar el mundo de una nueva forma (cambios de paradigma). En esa medida un concepto es lo mismo que un algoritmo: un representante u objeto (lenguaje de programación), que presenta una resolución lo más directa, concisa y fiable de una realidad "útil". Y dejo caer ahí lo de útil por lo necesario y clave que es. El universo es una realidad sin fisuras, sin interpretaciones. Así lo será cuando despejemos todas sus incógnitas. Mientras que la vida no es esa misma realidad, sino que son interpretaciones de esa realidad para un fin, para una utilidad. En la vida, por lo tanto, se "cuela" una intencionalidad hacia el mundo, que a su vez va dirigido hacia un fin. Intencionalidad y fin, así, son dos caras de una misma moneda, una única realidad desdoblada, virtualizada, dualizada. Toda la vida tiene un mismo fin (utilidad): sobrevivir, reproducirse. Pero he ahí que hay humanos, en casos excepcionales, que parecen tener un fin último distinto de este, ya que hay casos en los que se llega al suicidio o al sacrificio, por otros fines distintos, a estos básicos que son los propios de toda vida. En realidad no queda claro que sea o no así, eso está por ver, pues quizás toda forma de sacrificio y de suicidio pueda tener un fin último que no se nos (a)parece a simple vista, ya que como dije en otro lado, todo suicidio, al final tenga algún componente social. Hay muchas teorías sobre el suicidio, entre ellas la altruista y la anómica, que tienen un componente de "utilidad" para lo social. Pero, si el humano tiene esa doble dimensión de individuo y social, ¿acaso no hay suicidios que obedezcan a cuestiones exclusivamente individuales y no sociales? El rebelde, ese que he dejado perfilado en el libro "la imposibilidad de la razón", es muy posible que siga simplemente cuestiones individuales a su suicidio o sacrificio. Tenemos que acostumbrarnos a buscar una doble lógica a todo, a partir de ahora.
Con estas premisas a tener en cuenta, adentrémonos a tratar de deducir qué es la actitud. En otro lado ya di su etimología, que de nuevo no nos lleva a nada claro. Esto es lo que nos dice el diccionario Herder de filosofía:
"Término que, por lo general, puede interpretarse como una tendencia anímica, afectiva por tanto, más que cognoscitiva, respecto de algo que se considera un valor. Como consecuencia, implica una tendencia, o disposición permanente, a comportarse de una determinada manera ante aquello que se valora. Permite, por su carácter estable, fundamentar expectativas y, por estar enraizada en lo profundo de la personalidad y ser parte notable de la misma, sólo cambia ante alteraciones importantes de las emociones y sentimientos o de los conocimientos, y se expresa inconscientemente a través de la conducta habitual o reflexivamente por medio de opiniones, creencias y argumentaciones."
Sigue siendo confuso, quizás el mejor rastro nos venga dado en la frase: "es notable, tiene aptitud pero le falta actitud". Por un lado tenemos la aptitud, que vienen a ser las cualidades y los defectos del Ser, mientras que la actitud parece ser cómo este se manifiesta. Es concomitante de una acción, bajo el influjo de una sensación, emoción o sentimiento. Es como un filtro, como un cedazo, por el que la acción -su salir afuera- queda contaminada o alterada de su "naturaleza real". Es un (a)parecer, pero que a la vez sirve de "diagnóstico" de cierta toma de posición del Ser con respecto a su mundo, a su hacer en el mundo. Rápidamente, en este somero análisis, nos damos cuenta que se cuela una moralina en todo esto. De alguna forma si mi actitud coincide con la que espera el mundo, la sociedad, el afuera, es "buena", mientras que si no coincide es "mala". De nuevo se cuelan las "dos verdades", la mía única -apuesta de mi ADN- y la mía en tanto que social, la adaptación o aceptación del "contrato social". Vemos que en toda acción se siguen tres pasos: 1. mi apuesta única como Ser, 2. un reajuste -filtrado- de esta apuesta, a algo que se me pide desde fuera, y 3. la acción en sí. A lo social le interesa sobre todo el tercer paso: la acción, que se deduce de la tan manida frase de "obras son amores y no buenas razones", o sea acciones y no palabras. A lo social le puede interesar -moralina- el segundo paso, en tanto que el filtrado que hago, repercute en la "calidad" de mis acciones. A lo social apenas le interesa tu apuesta individual, el punto uno, no a nivel de masa, como mucho a nivel de amigos, pareja, padre y cualquier otra relación directa entre dos personas.
Para liar aún más la cosa, hoy en día se hace un uso "distinto" del concepto de actitud, dentro de la mayoría de las fanfarrias de las autoayudas. Bajo este nuevo signo, se nos dice que si triunfamos o fracasamos, es por nuestra actitud. Que, por ejemplo y supuestamente, una actitud de triunfador, da como resultado una vida de triunfos y a la inversa, que una actitud derrotista lleva a una vida de fracasos. Si en el anterior párrafo, las cosas parecían algo claras, de repente nos hemos vuelto a empantanar en el fango de la negrura. Parece haber dos nociones distintas de actitud, 1. la que hemos hablado en tanto que filtrado entre mi realidad y la del exterior, como una disonancia cognitiva de dos realidades condenadas a no entenderse y 2. poner un velo fatalista (pesimista) u optimista a todo salir afuera, a toda acción. De nuevo vemos la moralina implícita en todas estas peroratas: casi todas las autoayudas se basan en que te "adaptes" a un lenguaje de "lo bueno", para de esa forma te vaya "bien" en la vida. Pero, para que le vaya bien ¿a quién?
En el fondo de toda esta cuestión sale colación el problema de los dos lenguajes incomunicados: el mentalés y la palabra. Yo puedo tener ciertas aptitudes, ciertos rasgos que me son propios, que son Ser, el problema es si esta aptitud coincide con el mundo, con lo social. Lo social me ha dado un lenguaje "contaminado" que le da la razón a él, mientras que el mentalés tiene sus "propias razones" (el corazón tiene razones que la razón no entiende, de Pascal), con las cuales no me comunico de forma directa con el mundo, y sólo se manifiestan con actitudes "falseadas": "contaminadas" con una disonancia cognitiva a algún nivel interno y con una mala actitud según la sociedad. A toda buena ficción novelada y llevada al cine les gusta "jugar" con todo este trama, si bien en casi todas las películas de tinte hollywoodiense, les gusta terminar su trama con una típica moralina de fondo cristiano. Tomemos dos películas modernas. "The Edge of Seventeen", nos muestra una singular joven, en donde la rebeldía típica de la adolescencia se revela con una actitud frustrante para todos aquellos que tienen contacto con ella. El nudo se deslía sólo, casi por arte de magia, en cierto momento de la película, en el que de repente reniega de su propia actitud para aceptar todo el lenguaje del exterior como propio. A decir verdad no se produce una verdadera catarsis. Algo que paso a paso se vea dónde estaba el nudo, y el cómo se desanuda. Obedece más bien a la premisa de la actitud de los libros de autoayuda, a un cambio interno de actitud -optimista, positivo- que hace que de repente cambie todo. Queda falseado, parece más una pose momentánea y circunstancial, que un cambio radical. O sea, no se ha llegado ni tocado al mentalés, para resolver el nudo del Ser, se resuelve tan sólo en su (a)aparecer. La otra película es "Billy Lynn’s Long Halftime Walk" de Ang Lee. Nos muestra los conflictos, siempre cercanos al síndrome postraumático, de un joven convertido en héroe, por tratar de salvar a su capitán en un escarceo durante la "Guerra de Irak". El conflicto interno (mentalés) se da entre lo que él siente y lo que la sociedad cree que debería de sentir. La trama se resuelve limpiamente cuando al final la chica que ha empezado a tener sentimientos por él, le hace ver que quiere en él al héroe, no sus conflictos internos que nacen desde el mentalés. Su apuesta final es la de ser como los demás quieran, pero a sabiendas de que no ha resuelto el conflicto, que ha apostado por la máscara, por el (a)parecer, porque para la sociedad el "por dentro no importa", como bien nos dice Batteman en "American psycho".
Pero voy a dar un paso atrás en todo este trama. La llamada teoría del bicamaralismo, divulgada en la acertada serie "Worldwest", tiene un fallo o requiere ser revisada. Los dos hombres dentro de un mismo Ser, viene aun de más lejos, evolutivamente hablando, que del nacimiento de la palabra. Lo que aquí estoy exponiendo es que todo animal social (quizás excepto los eusociales) tienen esa doble dimensión o entes habitando en un mismo cerebro. Un estornino tiene un comportamiento durante todo el día, más individual, más solitario, y cambia cuando ha de volver a su lugar de pasar la noche, más social, más de bandada, como bien se ve en la ciudad de Roma al atardecer. Lo mismo ocurre con la langosta, donde incluso cambia su exterior (aparecer), al convertirse en social y plaga. Todo animal inteligente tiene una capacidad: la de estar preñado del multisigno, esto es que todo objeto en el mundo es multidimensional. De lo que se trata en la inteligencia es que nada queda determinado a ser un objeto "real" en el cual no caben las "interpretaciones", todo es susceptible de poder ser todo, todo es susceptible de poder ser usado para más de una cosa. O sea el universo no es sus datos puros, a los que no se les puede interrogar o interpretar. Todo es susceptible de tener mil caras, miles de posibilidades, independientemente de su "Ser en el mundo". Lo que es solo un canto rodado lo convierto en una maza, un objeto arrojadizo, en un hacha o en un pisapapeles. Esta capacidad la da las zonas más nuevas del cerebro, sin intervención de la palabra, como se puede apreciar en otros animales inteligentes que carecen de esta. De lejos en la evolución está ese doble espejo: el mundo de los deseos, y las posibilidades que dan la inteligencia (prefrontal), en donde todo deseo no llevado a cabo es un deseo frustrado. La inteligencia se tiene que "encargar" de cerrar el círculo, de cegar el deseo, de cumplirlo. A ese estado se le añade uno nuevo, el social. Hay dos Seres en cada cerebro social, aquel que se mueve por sus propios deseos y aquel que "ha de desear" lo que impera en lo social. Lo social de esta manera tiene una doble dimensión, 1. puede saciar mis deseos, 2. puede frustrar mis deseos. En la medida que dos deseos se contradicen, el social y el individual, se crea una disonancia que no se puede resolver. Esas "dos voces", con la "pegajosidad neural" por banda, buscaran en el afuera cosas que les den la razón. Hay que verlo con un juego evolutivo de "suma cero". Pongamos que creamos dos algoritmos para la Bolsa, al ser distintos cada cual ira ganando o perdiendo, dependiendo de sus predicciones, pero al final "sólo puede quedar uno", el que venza. En el caso del cerebro, y sus dos apuestas, vencerá el que sirva para ese caso. Lo que ocurre es que los dos, a la larga, tienen más o menos un mismo resultado, a veces ganan, otras veces pierden. No se llega a ninguna conclusión válida evolutiva. No se llega a una situación en la que uno pierda tanto, que la evolución lo descarte del juego. Permanecen jugando y compitiendo por siempre.
A todo esto llega la palabra, en el humano. Se hace con la misma parte de la inteligencia: el prefrontal. En ese momento permanece aún la lucha interior fuera de la palabra, en el mentalés. Pero la palabra tiene la capacidad de enredarse y dar mejor forma a lo social, de tal manera que con el paso de los milenios "se vuelve" razón y sobre todo se hace la voz de lo social. En este juego no es que el mentalés hable sólo el "deseo individual", habla los dos "lenguajes", pero es que además ahora la razón, la palabra, habla el mismo lenguaje que lo social. Hay una "pequeña derrota" evolutiva en ese dos a uno contra el "mentalés solitario", pero no por ello se resuelve el problema. Es de suponer que esta "lucha perdida" la haya sentido cada hombre en su "alma" desde que el hombre es hombre. Una voz interior, el mentalés solitario, nos hace ver que algo en el exterior nos frustra, que no termina de encajar en nuestro cerebro (disonancia cognitiva), y en esa medida se crea una bicamaralidad. Pero las cosas no son tan fáciles como el mentalés solitario frustrado, frente a lo social. Hay veces que el mentalés social, también grita y llora, porque ve que lo social en ese momento no encaja con lo que debería ser lo social. En ese caso tiene de su parte a la razón y por ello la usa y es por esto, de nuevo, que lo racional y lo social ganan al "mentalés solitario" a lo largo de nuestra historia.
Para entender todo mejor, en un caso "práctico" que podamos seguir, tomemos la película sueca "Efterskalv" (Después de esto), en donde se nos exponen de frente todos estos conflictos. Un adolescente sale de su encierro, como castigo de la muerte de una chica. Se tiene que amoldar a sus conflictos internos, enredados con los conflictos en cada uno de los individuos del pueblo donde sucedió todo. El joven sabe que sobre todo a quien hizo más daño fue a la madre de la víctima. Para él la cuestión no es el tratar de ser aceptado por el pueblo, por sus compañeros de clase y su propia familia. Su principal conflicto es el daño inflingido a la madre, pues como humano sabe que el lazo más fuerte e intenso es este. Vemos que hay un conflicto interno de los dos mentaleses, el solitario y el social. El primero es muy posible que le diga que tire para adelante, que sea egoísta. El segundo le dice que resuelva lo social, el problema y la frustración con la que carga la madre. Como es un juego en desventaja para el mentalés solitario, como he mostrado arriba, gana la apuesta social, pero sin que la razón encuentre una solución dictada bajo sus reglas y que la sociedad haya resuelto nunca de forma limpia y definitiva. El mentalés solitario tiene sus propias normas, que son el "ojo por ojo", la venganza, restituir y equilibrar la ecuación, que todos conocemos, y se manifiestan una y otra vez en la literatura y las películas sobre venganzas. Por esto al final el muchacho se va con una escopeta hasta la madre y le pide que lo mate. Que sacie su sed de venganza, dictada por "su" mentalés solitario. Finalmente, de nuevo, el mentalés social y la razón vencen, en su siempre desigual lucha. La madre no es capaz de matarlo, y al enfrentarse de forma directa a este dilema, "resuelve" que lo ha de perdonar. No porque haya acallado al mentalés individual, sino porque siempre ha de vencer el mentalés social y la razón, en su dos contra uno.
Lo que me interesa hacer ver, sobre todo, es que todos tenemos esa voz interior, y que no son una, sino dos. Las religiones han malinterpretado mal todo este trama. No tiene sentido que un Dios, o su moral inyectada en nuestros cerebros, nos hable de hacer el bien, pues se cae en el dilema de que entonces el mentalés solitario, ese que clama venganza y que puede ser tomado como egoísta, ha de ser el diablo. Han interpretado mal que Dios "gane", pues es puro poder, pues como he mostrado en este escrito, es una lucha desigual en donde el mentalés social y la razón "se han puesto de acuerdo" para dejar al mentalés solitario en minoría. Cuando en la antigüedad sentíamos las disonancias cognitivas de todo este juego, lo interpretábamos, como que había un designio de Dios para que el bien venciese. Esperábamos del mundo, el ver signos, vía pegajosidad neural, que diesen la "razón" a uno de los bandos, como para que se disipase la disonancia cognitiva. En este juego macabro ya no era un dos contra uno, sino un tres contra uno, puesto que se había puesto a Dios de la parte del "bien" y lo social. Si en algunos casos "ganaba" el mentalés solitario es porque habíamos creído ver "signos" en el exterior, en los que Dios nos "decía" que matar, o cualquier otra cosa que fuera propia del mentalés solitario, estaba bien. O sea poníamos a Dios de nuestra parte, de la parte del mentalés solitario, como para que al final hubiera un empate de dos a dos: mentales solitario y Dios, frente a mentalés social y razón. De esta forma se pueden entender las "guerras santas" y todo signo que haya puesto a Dios de un bando, como para que se haya resuelto la disonancia cognitiva, ya sea a nivel individual o a nivel colectivo. Aún hoy en día seguimos en ese juego "estúpido" y totalmente carente de "razón" o lógica, a nivel de cómo lo interpretaría un robot, o un humano que quisiese pensar como un robot.
Otro tema que surge en todo este lenguaje, y que siempre está de fondo, a la hora de resolver conflictos o disonancias, es en el tener que "trabajar" en uno mismo. Ese proceso no requiere de otra cosa que la voluntad. Una y otra vez he sacado a colación, en mis escritos, de la diferencia que existe entre la voluntad y la motivación a distintos niveles. Sobre todo a nivel de cómo funciona el cerebro. El mentalés habla con la motivación como bandera de su núcleo, mientras la sociedad habla y maneja más bien el concepto de voluntad. De nuevo "apoyada" por la razón, pues el propio acto de razonar es un acto volitivo, de "sostener" una conversación interior para "resolver" un tema. Deviene así, que voluntad es esfuerzo, trabajo, mientras que motivación es juego, autoexpresión, encontrarse con lo idéntico en el afuera. Las religiones, sobre todo la Protestante, siempre han hecho un fuerte hincapié en la defensa de la voluntad y el trabajo o esfuerzo, para conseguir las propias metas. De ahí la frase de "trabajar libera" u "…os hará libres" (Arbeit macht frei) en el campo de concentración nazi, propia de la Alemania Protestante. De esta manera las religiones, la sociedad, dividió al humano entre sus deseos "mundanos" y básicos -animales-, y la razón, de tal forma que cada individuo debía de luchar, tener entre rejas, a su "lobo" (vicios, según su jerga), al animal interior.
Con estos conflictos, y resoluciones a medias y falseadas, llegamos al siglo XXI. Lo que llamamos tener una cierta actitud, tiene de fondo todas estas guerras intestinas que interpretan al ser humano, pero bajo la subrepticia moralina de que han de ganar el mentalés social, la voluntad o trabajo, la razón, y de paso Dios y el bien. Todo en un solo pack, que pocas veces tenemos ganas de desempaquetar. Si se analiza la evolución humana se deduce que somos una sociedad de jerarquías, basadas en la desigualdades. El macho y la hembra alfa, y los betas, siempre han tenido mejores ventajas. Ya se sabe, "la mierda cae hacia abajo", "tonto el último". En los chimpancés vemos, hoy en día, asomos de cómo se institucionaliza una misma saga de descendientes de un macho alfa. Los humanos mantuvimos y creímos en la "sangre real", descendientes de los dioses, como racionalización de esa regla jerárquica. Hoy apenas hay reyes, o no son vistos con ese mismo signo, pero los hemos sustituidos por aquellos que han llegado a cierta posición "porque se lo han ganado": Steve Job, Michael Jackson, Picasso, Mark Zuckerberg, Beatles, Andy Warhol… Es la misma mierda, pero bajo otras reglas, los mismos perros con distintos collares. Institucionalizamos la desigualdad, lo jerárquico, porque es ese el signo de nuestra especie. El capitalismo es el paradigma de la actualidad, que en la antigüedad llamábamos religión: una racionalización a que si alguien tiene poder es porque se lo merece y está justificado, tiene su lógica, a que sea así. En ese juego a dos bandas, entre los que detentan el poder y los que nunca lo tendrán, el capitalismo se ha "inventado" o sigue la regla de oro, de que los que mandan es por una "ley divina", que rige el designio y el quehacer humano, pero que ahora nos lo envuelven en papel de plata, bajo la idea de que cualquiera puede llegar a esa posición o status. En esa medida, lo que no les interesa del individuo de a pie, del trabajador, del lenguaje del mentalés solitario, del lobo que nos habita, es que este se revele o que se manifieste con una actitud distinta a la que ellos quieren. O dicho de otra forma: si los sirves, que sea con una sonrisa franca y sincera, y a sabiendas de que es "justa", pues sigues ciertas reglas en las que has de creer, en el mentalés social y la razón. Esto queda manifiesto en la típica sonrisa de los trabajadores de servicios. Hoy en día la demandan con tanto apremio los jefes y es tal la "entrega" de los trabajadores, que cuando te atienden dudas de si son simplemente amables o es que te están queriendo ligar. Cuando dejé la pregunta en el aire, más arriba, de que "les vaya bien a quién", me refería a los que detentan el poder. El poder mantiene la idea y todos los conceptos de lo que ha de ser una actitud "buena", porque eso a ellos les va a ir muy bien, les libera del indicio de cualquier tipo de sentimiento de culpa o de injusticia, les resuelve toda posible disonancia cognitiva. Las películas hollywoodienses suelen seguir esa regla de oro del esfuerzo individual, de la lucha, de la buena actitud, pues quieren que creamos que es así. Películas como: "En busca de la felicidad", "Jerry Maguire", "Erin Brockovich" y otras tantas de distinto signo, nos muestran la lucha a través de la voluntad y el esfuerzo de todo individuo que ha de ser lo envidiable y deseable. Lo que todo el mundo, de forma individual, ha de buscar, y en donde todo empieza con una actitud positiva y trabajadora.
Puede sonar a idea conspiratoria. No lo es. La sociedad consiste en que se retroalimenta de ciertas reglas que nunca han sido rigurosamente puestas a examen y funcionan en su simplificación. En el caso que hayan sido rigurosas, como en "El capital" de Marx, son tan complejas y tan complicadas de digerir, que Pan en su ansia de vivir, obedeciendo a la ley del mínimo esfuerzo, tan sólo busca la simplicidad y lo sencillo de los memes que "funcionan" y tienen éxito para "ir tirando". El móvil debe su éxito a que es una simplificación del ordenador, las "app's" del programa informático, las ideas conspiratorias a la teoría de sistemas, las paraciencias a la propia ciencia. Bajo esta regla de la simplificación, se crea o se retroalimenta el concepto de actitud y se mantiene porque le viene bien a nuestro mentalés social, -disuelve toda posible disonancia cognitiva- y a lo social, en tanto que mantiene nuestro injusto estado jerárquico con cierta paz o equilibrio social. Nadie se ha inventado el concepto de actitud, nadie lo mantiene a expensas de mantenerse rico, mientras los pobres se mueren de asco, desatendidos en todos los aspectos (vivienda, sanidad, enseñanza, cultura…) y de hambre. Se hace porque sigue una tradición que ora era el macho alfa, después el héroe, más tarde Dios, otrora religión y ahora capitalismo. Las pirámides egipcias se deben a la total entrega de los ciudadanos para dar una tumba a sus emperadores-dioses. Los cambios en el devenir humano son tan lentos como nuestra propia vejez. No percibimos que a cada hora envejecemos, y sin embargo al final llegamos a la decrepitud. Se dan cuenta el resto de las personas…, pero nosotros los humanos no tenemos un afuera de nosotros mismos, que nos haga ver ese decadente devenir de nuestros conceptos y cosas (quizás los robot hagan ese papel).
Ante todo este panorama, el lobo estepario que nos habita, aliado ahora con el mentalés social que sabe que la sociedad actual no es justa… grita: "¡No!, yo no sucumbiré al dulce y fácil encanto de la actitud. No, no quiero libros de autoayuda o psicólogos que me digan que estoy en una posición equivocada y que he de seguir la marea que es la vida. Prefiero gritarles que el equivocado es el mundo y que yo estoy en lo cierto, aunque por ese derrotero me llamen loco." En definitiva, hoy más que nunca, el lobo, el mentalés solitario, está en una posición más rebelde que nunca. Toda salida del lobo es siempre a través del filtrado negativo que tiene hacia toda la situación actual. Su actitud es negativa, rencorosa, de depredador al acecho, y no quiere que nadie ni nada se la cambie. ¡Ay, que vuelta de tuerca llamar "gente tóxica" a los que quieren mantener esta guerra en solitario! El humano, quizás, sea inteligente en la medida que no deja de oír al lobo, al mentalés solitario, a sus intuiciones. Quizás tan sólo nos volvemos idiotas, no-inteligentes, en el momento que dejamos de escuchar esa voz única que somos, y sólo somos la voz que el coro de lo social espera escuchar. Por último, démonos cuenta que esta situación no es un accidente, en donde el lobo teme ser enterrado. Esta actitud rebelde nace de las propias contradicciones de la situación actual. Situación, que a tenor de lo largo y complejo de este escrito, explicaré en mi siguiente y último escrito.
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