Lo que Es y lo que (a)Parece XXX – Un Plan sin Plan




   (Raro título cacofónico y que si es escuchado por un extranjero seguramente crea que es una sola palabra que no conoce. Constantemente se producen extrañas coincidencias, que como soy racional no doy importancia. No todo lo que escribo lo publico, si  dudo lo dejo reposar, a veces me olvido de ellos. Por eso perdí las cuentas de los capítulos en WordPress, pues algunos seguían la numeración y no fueron publicados. Coincidencias, en uno de esos sin publicar hacía mención del tiempo que llevaba escribiendo, eché la vista atrás al primer escrito y ¡ole!, justo 8 años, ni un día más, ni uno menos.  Otro fue el reducir fe a confianza, a los pocos días lo leí en el libro “El hombre irracional”. En el presente escrito hay otro, lo escribí el domingo por la tarde, a esa misma hora en “Brain games” en RTVE2, hablaban sobre algo que yo estaba escribiendo, sobre el pesimismo defensivo y en qué beneficia, aunque no mencionan su nombre científico. Ese capítulo es muy importante, lo subiré para que permanezca, pues se sacan muchas conclusiones, en las que no se centra el programa, por ser meramente optimista y en boga a las ideas de las autoayudas. Este escrito dudaba de si publicarlo o no. Es uno en los que trato de construir el universo, hasta la llegada de la vida y de la conciencia. Son intentos de mostrar a la gente que no hace falta una mano divina para nada, que todo es azar. Ya he hecho varios intentos de este tipo. Pero me parecen fracasos, porque al final no parecen tocar la esencia mágica que produce la sensación de tener una conciencia. Son como lo efectos visuales, explicarlos no hace que el cerebro siga viéndolos. Como fuera, publico el presente escrito por ciertas analogías necesarias e importantes  para el siguiente escrito.)
   Pequeño resumen de los antecedentes de escritos anteriores. El humano no es lo inteligente, es la evolución la que tiene las estructuras de eso que llamamos “inteligencia”, en la medida que en su eterno prueba y error, da con “resultados” válidos para la supervivencia. El humano es tan sólo un caso concreto de esa manifestación o concepto general. Off topic: barajo la posibilidad que inteligencia sea la capacidad de “crear” una respuesta a partir de la “nada”, la inventiva, los momentos eureka, aunque claro, nada nace de la nada. El cerebro se reajusta constantemente, baraja cartas de forma eterna, luego a veces da con algo que en apariencia es nuevo. Pero esto igualmente se da en la naturaleza, en los procesos evolutivos. End off topic. La evolución es una abstracción de cómo funciona crear vida válida para su fin: sobrevivir (vida y sobrevivir es una tautología), y donde la reproducción y sexualidad son caminos o apuestas de ese “fin”. La vida parte de reglas físico-químicas, en donde de igual forma, de forma azarosa, pero dentro de las reglas de las fuerzas físicas, en concreto el electromagnetismo, se crean moléculas complejas estables. Ciertos elementos no son “realmente” estables. En la tabla periódica hay elementos que no existen en la naturaleza, y esperan ser descubiertos. Dichos elementos se han tratado de recrear en el laboratorio, pero no permanecen estables, se vuelven a disgregar. En todo este procesos mentales, de formas de concebir todo, entran dos conceptos, o parecen estar implícitos, en “su” naturaleza y estructuras: el de un principio y el de una finalidad. Tales conceptos son meramente humanos y ocurren en su lenguaje, por la forma en el que este está construido, que a la vez le vienen de ciertos constructos del cerebro. O sea nuestro lenguaje tiene estos límites cerebrales (patrones enquistados, en mi lenguaje). Este está creado para ver causa y efecto en todo, y en poner la causa como principio y el efecto como la finalidad. Fijémonos sino en frases como: la manzana es verde. A todo objeto se le vincula una de sus “propiedades” con el verbo ser. Los griegos se volvieron monomaniacos con esta “partícula copulativa” (que lo debió de ser al principio) y se creó la ontología como el estudio del Ser, monomanía que ha arrastrado la sociedad occidental hasta hace unas décadas. Sólo hay existentes, ese Ser, con mayúsculas, está de más. Ese seudo-problema no se da en otras culturas. Cada cultura es como una personalidad con sus taras, obsesiones y manías. Otro lenguaje, en otro posible mundo, con seres que hayan creado un lenguaje complejo, quizás, no tengan estas fallas. Como nos basamos en los elementos moleculares estables, ¿nuestro lenguaje tiene las reglas de estos elementos?, estabilidad, patrones. ¿Un lenguaje de los elementos no estables daría otro “lenguaje”?, caótico, inestable. Espero que no traten de extrapolar estupideces de estos conceptos, me muevo en un plano meramente abstracto, que puede que ni siquiera sean lógicos y que sin duda no tienen sentido en lo físico: esa moléculas inestables lo serán en todo el universo.
   Proceso de todo. Al principio estaba el mundo subatómico cuántico que inmediatamente “creó” por “afinidades” partículas, las cuales por las leyes físicas crearon moléculas. El hidrógeno primero. La gravedad, y quizás otras fuerzas como la materia y la energía oscura, hicieron que se agruparan y colapsaran en la creación de las primeras estrellas: dentro de ellas se crearon nuevas moléculas como el helio. En la muerte de esas primeras estrellas, durante la energía de sus explosiones, se crearon otras moléculas como el hierro y el oxígeno. Uno de esas moléculas fue el carbono, el cuarto elemento más abundante del universo, juntos a tres de los nombrados anteriormente: hidrógeno, helio y oxígeno. El carbono tiene una capacidad alotrópica enorme. Dependiendo de las condiciones físicas se crean distintas estructuraciones moleculares del carbono446px-Eight_Allotropes_of_Carbon, como para crear el carbón, el diamante y el grafito (alotropía). Esa capacidad de ordenación estructural del carbono es la base de todo ser vivo. La piel o toda estructura de cualquier órgano del cuerpo, se vale de estas propiedades del carbono. La vida es la recombinación de moléculas orgánicas con un grupo de aminas de hidrógeno y un grupo carboxiloaminas. Carbono e hidrógeno, en definitiva. No hay finalidad, es puro proceso recombinatorio a partir de unas simples leyes físicas. ¿Por qué no empeñamos en buscar un porqué y una finalidad al humano, al cerebro, a la conciencia?
Entro en el tema.
   Durante todos mis escritos me he centrado demasiado en los neurotransmisores, pero son guantes de boxeador, golpean crean los “empujes”, pero no tienen la finura de los dedos para “manipular” el entorno. Entorno que requiere la mayor complejidad y delicadeza de los dedos de una mano. O sea me había detenido en el motor de combustión, en los pistones, pero había dejado de lado el proceso químico de liberación de energía dentro de la gasolina. ¡Bueno, me dejo de metáforas! El cerebro es el explorador del entorno, de lo exterior, del cuerpo, al centralizar todos los sensores. O sea, es como la ventana por la que el cuerpo mira y analiza el exterior, para adaptarse. Las finalidades de ese cuerpo son las de sobrevivir y reproducirse. Para ello se vale de dos procesos o directrices: el ADN y el sistema endocrino. El ADN tiene la “programación” general, mientras que el sistema endocrino tiene el programado de cuándo y cómo ha de hacer las cosas el cuerpo. Ha cierta edad se activan las glándulas sexuales (testículos, ovarios), que producen cambios en cadena para “mover” al cuerpo hacia la reproducción. Entre esos cambios están los del comportamiento, que inciden en una “nuevas” reglas cerebrales para moverse con unos nuevos fines. Para ese fin en el cerebro hay dos glándulas del sistema endocrino, la pineal y la pituitaria, que activan a su vez moléculas complejas, hormonas y neuropéptidos, que modifican nuestro cerebro y por lo tanto nuestra mente y comportamiento. Las emociones, el mundo emocional, nacen de estos principios.
   A extrarradio de estas reglas que están en todos los mamíferos, nació la palabra y con esta la razón (la razón como “molécula” extraña y compleja del universo). La razón parece tener “otros” fines, pretende ser un fin en sí mismo. O sea, que si bien la emocionalidad, de base, puede tener como fin el que los humanos permanezcan en contacto, para al final reproducirse, la razón tan sólo tiene como finalidad el ser coherente con sus propias reglas. De esta forma una persona se puede aislar, puede ignorar todas los impulsos del ADN y el sistema endocrino, y vivir sin reproducirse y si así lo “desea” (razona) acabar consigo mismo, suicidándose. Nos encontramos, entonces, con que la razón parece escapar de las reglas tanto evolutivas, como de la vida, en su modo más perverso: soledad y suicidio. Por medio de la soledad niega la reproducción, con su auto-aniquilamiento niega la vida. ¿O no? Me estoy moviendo en el terreno de las qualias, en el terreno de la verdad individual como absoluta.
   Volvamos al cerebro. La evolución tenía que modular lo deseable y lo indeseable. Buscar la luz, huir de la luz excesiva.  Lo hizo a través del placer y el dolor. Buscamos el contacto humano, y eso está premiado, y huimos del aislamiento que crea dolor. Pero las cosas no son tan sencillas. Otro humano nos puede crear dolor, y el aislamiento puede crear paz. Una simple acción: un humano nos atemoriza y nos cobijamos o escondemos en los más profundo de la cueva para protegernos, como si se tratase de un oso, un depredador. Siguen operando las reglas evolutivas a través de escoger el placer y huir del dolor.
   En los procesos que he simplificado arriba se ve una gradación hacia la complejidad. Las partículas tienen sus “propias” reglas, pero una vez que forman una molécula como el hidrógeno, “obedecen” a las reglas implícitas de esta molécula, las cuales no niegan las reglas de las partículas. El protio, el isótopo más común del hidrógeno (mal nombre, pues es compuesto: literalmente lo que produce agua; debería de tener un nombre más “nuclear”, de unidad), en el cual un electrón gravita alrededor de un único protón (estoy ignorando el mundo subatómico, pues entrar en lo cuántico en enredar el tema). En realidad aunque el hidrógeno es el más abundante en el universo, en la tierra es casi inexistente, ya que siempre está enlazado con el oxígeno, en las proporción de dos a uno, para formar el agua. Toda vida necesita de un medio líquido, que en el caso de la tierra es el agua, pues como he dicho arriba la química orgánica, se basa en los aminoácidos (hidrógeno y carbono, líquido y materia, si se quiere). La vida creó sensores, los sensores llevaron a la centralización del sistema nervioso y este a las emociones. La razón en una disrupción en este proceso. Hasta la razón se seguía una “línea argumentativa”, al llegar a esta muere para emerger en algo nuevo. Pudo haber un primer momento en donde razón seguía obedeciendo a las máximas de la vida y se supone que un humano “normal” sigue en esas premisas, pero he ahí de repente en algunos humanos parece obedecer a otras reglas.
   Con el “nacimiento” de la conciencia, en tanto que “habladora” y en donde se produce la retroalimentación de hablar y escucharse uno así mismo, el prefrontal, una parte de este, se siente de dos modos: como locutor y escuchador, y en ese juego de espejos se produce la conciencia de sí, como ente en sí mismo, como un modo de ser que llamamos conciencia: conocer que se conoce. Ente al que llamamos yo, ahora, y que en la antigüedad llamaban alma. Como he dicho en otro escrito al final este ente emergente crea sus propios fines, los de autoconstruirse, el de autocrear una identidad, identidad que inevitablemente está siempre ante el otro. En la medida en que el otro es el campo de pruebas de nuestra identidad. Nos modulamos a través, de nuevo, por medio del prueba y error, tiendo a los otros como los “detectores” de nuestros errores. Si el otro nos aprueba o reprueba, adoptamos un comportamiento o lo rechazamos. En definitiva el otro es nuestro espejo. Interiorizamos al otro y lo social a través de lo que llamamos conciencia moral. Este medio camino, del humano “normalizado” (modularizado en lo social), coincide con los fines evolutivos, pero no explica a todo del ser humano, todo lo que implica por un lado el cerebro y por otro esta tendencia a crear un yo o auto-identidad.
   El placer o el dolor no son tan fácilmente reductibles al núcleo accumbens, y por ello la dopamina, o a los nociceptores (receptores del dolor). El lenguaje de la ciencia está creado para compartimentar las cosas, pero a veces estas reducciones son más prácticas que reales. El cuerpo (el ADN) crea moléculas complejas, en unos casos las llamamos hormonas, en otras proteínas y en otra neurotransmisores o neuromoduladores (se compartimentan por sus principios y fines, de nuevo). Algo como la oxitocina es una hormona, pero a la vez es un neuromodulador. Está molécula es un péptido. Se llama así a un tipo de moléculas cortas, que además tienen la capacidad de unir varias para crear moléculas más complejas. Al estar vinculadas, en muchos de los casos, al sistema endocrino, son “programadores” o moduladores de comportamientos internos y al final externos. La conciencia, así, y por lo tanto la razón, tiene las reglas implícitas de estos neuropéptidos que modulan las vías de los principales neurotransmisores. Me atrevo a decir que la orexina, que nombrase en escritos anteriores, que es un neuropéptido que está implicado en el nivel de viveza y del placer, es a aquello a lo que llamamos, de forma reductiva, como motivación. Baja dosis de orexina, baja motivación y a la inversa. Aquí vemos la complejidad del cerebro y su ordenación a la vez de abajo a arriba y de arriba hacia abajo. Vivir en un tipo de vida, de sociedad o época, puede hacer que un individuo se mueva por la vida con una baja motivación, lo que modula la orexina, pero a la vez o bien por deficiencias alimentarias, o por algo que se tome que lo altere, el nivel de orexina se desploma, con lo cual se tiene la sensación de una baja motivación, de disforia, de anhedonia. Las drogas alteran su equilibrio, las sensaciones y vivencias muy extremas y fuertes la alteran. Recordemos el paradigma que representa la película del “El cazador“, uno de los componentes del grupo ya sólo podía jugar a la ruleta rusa para “sentirse vivo”, la experiencia más fuerte e intensa que se pueda vivir: estar constantemente a un paso de la muerte. En la película “Speed” (1994), nos hacen ver que las relaciones de pareja basadas en un experiencia extrema no suelen durar, pues se basan en una relación y sensación superintensa que nunca podrán volver a recuperar.
   Péptidos importantes como por “ejemplo, la oxitocina y la vasopresina tienen efectos sorprendentes y específicos sobre los comportamientos sociales, incluyendo el comportamiento maternal y vinculación de las parejas” (fuente Wikipedia). Otros pépticos importantes son los opioides, entre las que se encuentras las encefalinas, las endorfinas y las dinorfinas. Unas nos provocan la sensación de dolor, de ahogo, de angustia…; otras las de placer y recompensa; mientras que las terceras hacen el papel de analgésicos o de reducción de las sensaciones negativas o de dolor. Se supone que todo este sistema estaba “creado” para la búsqueda del placer y huir del dolor, pero dada la complejidad del cerebro al final las cosas no son tan sencillas. La verdad individual, el mentalés solitario, las qualias buscan que el mundo (verdad) coincida consigo mismo (pegajosidad neural), en la medida que no existe tal coincidencia se produce un choque. El cerebro es un órgano de búsqueda de equilibrio, da igual qué tipo de equilibrio. En lo humano ese equilibrio introduce dos factores nuevos con respecto a otro animales: 1. que la verdad individual, mentalés solitario o qualias no estén muy desequilibradas con el resto de humanos, y 2. dado que la conciencia es básicamente un supervisor, detector de errores o choques emocionales (disonancia cognitiva) y en ese proceso tratar de autoconstruir una autoimagen, un yo, sin disonancias; esta se sigue de la primera, son un todo o una misma estructura en dos planos. A nivel de un ejemplo claro: un individuo puede sentir placer cuando alguien le produce dolor, ¿es dolor o es placer?, ¿se activan las endorfinas o las encefalinas?, en realidad las dos, pero el cerebro se ha “equilibrado” de tal manera como para que ese dolor controlado sea placer; fijarse que aquí nos movemos en dos planos, el ejemplo es conceptual, de cómo opera en la vida, y en el cerebro: en una extraña suelta y activación de encefalinas (dolor) y endorfinas (placer), mediadas por dinorfinas, que amortiguan o sedan el dolor: un fino equilibrio de las tres. Todo este sistema hiperquilibrado le ha dado un tipo de identidad, unas qualias, al individuo que esté en este rango, pero que hace que no coincidan con lo que es la norma (lo más general) en lo humano. El choque, o disonancia cognitiva, se produce ante el encontronazo de parecer y sentirse como que está fuera de lo humano. Un niño siente su propia sexualidad que es homosexual, de repente se da cuenta que en la cultura en la que ha nacido rechaza lo que él siente. Hasta hace unas décadas eso se interiorizaba y acallaba, provocando dolor en las personas que pasaban por este hecho. Alan Turing, uno de los padres de la informática, se terminó por suicidar, por no saber equilibrar ese choque. Hoy en día se sigue el camino hacia una normalización de todas esta peculiaridades sexuales, como para que no les creen traumas en sus cerebros.
   Pero no todo choque es reducible a algo tan evidente como lo dos ejemplos de arriba. Cada persona es una adaptación a ese exterior que es el mundo, el cerebro crea sus equilibrios, los choques pueden venir de cualquier lado. Muchos de los ahora llamados trastornos psiquiátricos son en realidad raros equilibrios. Una persona puede haberse equilibrado en la melancolía. En qué medida la llamada depresión es el mal en sí mismo o es esa mala sensación del llamado depresivo el de una simple persona melancólica que siente que no es aceptado por la sociedad. Un obsesivo compulsivo se ha equilibrado en la repeticiones, se produce un choque cuando el resto del mundo se ríe o burla de él, o en la actual sociedad del “tiempo es oro” ven sus procesos como acciones no productivas, sino lo contrario: improductivas y que le perjudican en su vida normal y laboral. En definitiva ¿por qué vamos en camino de normalizar la diversidad sexual (que antes se trataban como trastornos mentales) y no otros tipos de adaptaciones cerebrales? Recordemos que no queda claro que un trastorno lo sea por sí mismo, sino que quizás venga dado porque estas personas se sientan rechazados, como en su momento lo fueron (lo son) los homosexuales o los masoquistas.
   En los dos escritos anteriores hablaba del orgullo como el equilibrio alejado del miedo (ahí tememos sin ir más lejos el orgullo gay, en cuyo núcleo tienen este concepto). Cuando nos rechazan o no nos aceptan atacan a ese núcleo. Atacan a ese yo nuclear, activándonos el miedo, la respuesta de huida. Si una persona es por sí misma melancólica puede hallar el equilibrio en ese estado, estado al que yo llamo de dulce melancolía..., "la melancolía es la felicidad de estar triste" decía Víctor Hugo, pero si una y otra vez te alientan a que seas alegre, que salgas, que hagas las cosas con más gente, que vayas a sitios multitudinarios, que bailes… que en definitiva seas “normal”, según su criterio, entonces están atacando a tu núcleo, tu esencia, a tu alma. Creando ese choque que he mencionado en el anterior párrafo. Vayamos a un ejemplo más claro, pues quizás la interacción de melancolía y depresión no sea muy preciso o no en todos los casos. Hay un concepto en psiquiatría que se llama “pesimismo defensivo“. Alguien con este concepto, con este mecanismo y por lo tanto forma de ser, es aquel que hace “uso” del pesimismo para equilibrar la ansiedad. Se pone en lo peor, porque de esa forma si ocurre ya está preparado para el golpe; y nunca mejor dicho, no es lo mismo que te prepares para un puñetazo en el estómago, pues te han avisado, a que te lo den de forma desprevenida. Hoy en día se hace un uso abusivo de “persona tóxica”, colectivo en el que puede encajar el que recurre (es) al pesimismo defensivo. Siendo así, esta persona se siente rechazada al sentirse atacada en su núcleo y se le activa el modo de pánico, el miedo; matándole, en el proceso, el alma. Hay más ejemplos, hay cientos de recursos en los que el cerebro se equilibra y que son rechazados en sociedad, otro es la indefensión aprendida. Entre ellos también están los que sí son aceptados, como el “optimismo aprendido“. A nivel de pura razón (como lo “juzgaría” una máquina o un robot) tanto la indefensión como el optimismo aprendidos pueden ser negativos. El optimismo aprendido puede estar en esas personas que llamamos cándidas, muy inocentes, pero como estas no son “malas” para los propósitos de lo social, entonces se les acepta como “normales” (la película “Wilson” con Woody Harrelson, muestra este tipo de personalidad). Aquí sale una regla: las adaptaciones cerebrales individuales no tienen que perjudicar al bien común, al bien de la comunidad. Hemos creado una regla universal invisible por la cual todo lo que se salga de la norma y pueda ser negativa para la sociedad, ha de ser rechazada (hasta hace poco la homosexualidad estaba en ese grupo). Hace mucho tiempo la melancolía no estaba directamente rechazada, había una unión entre ese estado y volverse chamán. Hoy no existe el melancólico, existe el depresivo. O sea “movemos” los conceptos de lugar y al final le ponemos la etiqueta de negativo a capricho, no por ningún dictado de lo evolutivo o de la vida, sino por puras convenciones sociales. A nivel evolutivo el pesimismo defensivo puede llevar a una persona a sobrevivir, pues al ponerse en lo peor ya está pensando en las soluciones posibles de ese nuevo nivel; diferente al optimista aprendido, que al no prever nada, al final, en una de esas, ya no tendrá salidas para sobrevivir. En las películas de miedo suelen sobrevivir los pesimistas defensivos, el optimista aprendido va al servicio (o al sótano o a la cocina) él solo y es el primero que muere. Hoy en día al sociedad al completo se comporta bajo la premisa del optimismo aprendido, cerramos los ojos a que las cosas se van a poner mal, si no hacemos, ya, los cambios para revertir la superpoblación o el cambio climático. O sea, al final las reglas que el humano medio cree positivas en el fondo son negativas. Tenemos mal conceptualizado todo. Con esto no voy a caer el error de “despreciar” el optimismo, y lo que viven y se equilibran en este patrón, pero como digo en otros escritos, las dos posturas, los dos tipos de humanos son necesarios para lo social. Si sobrevive una y otra apuesta es que la evolución los ha validado, tienen una razón de ser, tiene una “funcionalidad” en lo social humano. El problema hoy en día es que el pesimista y el melancólico han pasado a ser unos “indeseables”, un error que no debería ser aceptado, algo contra lo que toda persona ha de luchar, como en su momento un homosexual tenía que luchar contra su condición. No hemos entendido el “chiste”, seguimos sin comprender todo el entramado de cómo opera la evolución, de cómo funciona el cerebro.
   (Con todo lo largo del escrito, ni he empezado a tocar el tema al que iban mis pensamientos. Cuestión por la cual termino el presente aquí, y lo dejo para una segunda parte.)

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