Lo que Es y lo que (a)Parece XIX - Acotando el Concepto de Valor en Sartre
(No es el último escrito. El presente viene a preparar el terreno del último, debido al análisis del Ser del para-sí de Sartre )
Valor es uno de esos conceptos extraños. Viene en realidad del lenguaje de lo social. Si tal como determina Sartre, el Ser del para-sí es el valor, no hay nada fuera del elemento social, puesto que el valor nos viene determinado desde fuera, desde las reglas. Un "niño salvaje" no conoce el valor, en ese sentido. Vive desde la inmediatez del mentalés individual. Si el valor a su vez es nada, como nos dice Sartre, pues tan sólo se re(crea) al formalizarse, al hacerse Ser, entonces el valor no puede ser otra cosa que "máscara", pues nos viene dada desde fuera, para que nos la pongamos. Se me antoja que hay algo más "primitivo" y esencial que el ser del valor. Este es el concepto, no puede haber valor sino de otra forma que como concepto. Todo substrato humano, de sus valores, se sustentan en el concepto. Quita el concepto y deja de existir el humano, pues fuera de este ya no habría pensamiento, sino tan sólo instinto. Esto es, cualquier animal tiene reglas. Una manada de lobos tiene como regla que el macho alfa es el primero que come. Es este el que deja o no deja que el resto se acerque a la comida. No es un pacto social, un valor entre los lobos, les viene dado por instinto. Todo lo que el humano tenga de "bueno" o "malo" nos viene dado por los instintos, pero en ese plano aún no hay valor, puesto que matar para sobrevivir está fuera de todo valor. Es valor en tanto que lo social "interpreta" esa realidad a partir de conceptualizar hechos o datos en bruto del mundo y de la naturaleza, luego lo importante es crear el concepto de valor, que dicho de otra forma viene a decir que lo importante es tener la capacidad de abstraer algo del mundo como para asignarle un nombre "válido", o pactado por todos y para todos. Así la conceptualización es antes que el valor, y todo concepto (re)crea un mundo que quizás no hable de nada real, pero en la medida que el cerebro se maneja por los conceptos, entonces son estos los que dan forma al cerebro. La película "La llegada" ha hecho famosa, o ha puesto en candelero, la hipótesis de Sapir-Whorf, que viene a decir que "la estructura gramatical de una lengua madre influye en la forma en que percibimos el mundo" (fuente Wikipedia), pero si ha de ser no ha de ser su estructura, sino el "peso" de sus conceptos. El concepto de Dios ha creado miles de religiones, que han formado cientos de culturas y ha formado modos de pensar y concebir la vida. Dios es tan sólo una palabra vana que no tiene sentido, si no es otro que todos los significados que se suman en este concepto. Hoy en día, en un mundo religioso más "aperturista", no hay que tratar de "determinar" qué es Dios, cada cual tiene su propio concepto a partir de su mentalés y experiencia individual. En el pasado, en el cristiano, hubo un concepto de un Dios colérico y celoso y vengativo, que formaba un tipo de cultura y pensamiento, y otro posterior basado en el amor y la piedad, que formó otras culturas y pensamientos. El concepto engloba otros que parecen sinónimos a este, como paradigma o ideología. Los conceptos son los que forman al cerebro, al constreñir a este dentro de tal o cual paradigma o ideología (sea religiosa o política o de cualquier otra índole). Hoy en día estamos en lo Indie, en la mentalidad "blanda", aborregada, descafeinada, ecologista, que aboga por el derecho de los animales. Atrora los animales tan sólo eran algo que Dios nos puso a nuestra disposición, los domesticamos, los usábamos en los sacrificios. Hoy en día, con el cambio de los paradigmas, de los conceptos, todas esas visiones nos parecen "salvajes". Los valores, por tanto, están supeditados al mundo conceptual y no al revés.
De otra forma, la teoría de los valores, en Scheler, a la que recurre Sartre, viene dada por una intención. ¿No se entendería mejor qué es la intención si la despojamos del concepto de valor? En mi libro "La imposibilidad de la razón" traté de "derrocar" tal concepto, del "valor" que se le da hoy en día. Las leyes judiciales se basan en el concepto de intención. No es lo mismo matar con intención que sin ella, uno es homicidio y el otro asesinato. Pero a mí esta idea siempre me ha parecido "escurridiza" y extraña, primero por la imposibilidad de determinarla, no hay huella física visible de una intención, han de basarse en hechos que traten de rastrearla. Pero fuera, en los datos externos, de las pistas que lleven en una dirección u otra. La "intención" sólo parece "conocerla" el inculpado. Y segundo, porque ni siquiera eso. Sartre tenía el concepto de "mala fe"; para él la mala fe es en primer lugar fe. Luego alguien puede "engañarse" a sí mismo y ni siquiera "percatarse" que lo hace. En esa medida, en el libro indagué el "recorrido" cerebral de una idea. Todo nace de lo que denominé "impulso atemporal", en ese lapsus aún puede considerarse instinto y parece estar ubicado en el tallo cerebral, en el Locus coeruleus. Pero este rápidamente entrega el "relevo" a partes más nuevas del cerebro: cerebro medio, amígdalas e hipocampo, o para englobar, recurre a la memoria. Pero ahí las cosas ya no están tan claras. Como hay dos hemisferios cada lado tiene una forma de guardar la información, con unas sensaciones distintas sobre una misma cosa externa. Nuestra pareja será de una manera para nuestro lado derecho del cerebro y otra muy distinta para el izquierdo. ¿Quién toma el control?, se supone que de ahí, en algunos casos y no siempre, la información va al prefrontal. Resumamos o reduzcamos que el tallo cerebral (instintos), junto con el cerebro derecho medio (mamífero) es el mentalés solitario, mientras que cerebro medio izquierdo es el mentalés social y el prefrontal es la razón, que igualmente es social. La intención dónde nace o es dentro de este galimatías. ¿En la razón, en el prefrontal? La intención está allende de toda palabra e incluso más allá de todo concepto social. Intención tan sólo es una abstracción de un acontecimiento que en muchos casos tiene una dimensión temporal cero. En cierta ocasión en el concurso de Gran hermano 17, Motse gastó una broma a Bea y el primer impacto fue el del susto (instintos, amígdala derecha), seguidamente le dio un tortazo con todas sus ganas.(1) ¿Fue el prefrontal y por tanto la intencionalidad la que le hizo dar el tortazo?, o fue que en lo más básico tenía odio instintivo por ese tipo de persona y era una buena excusa para que esto se revelase. O sea el prefrontal y el mundo de los valores se han mantenido al margen de todo el suceso, y sin embargo sí hubo un lapsus de tiempo como para que este tuviese la capacidad de frenar la acción. No es intención el hecho de que la razón tenga conocimiento del bien y del mal, y actúe en consecuencia. Eso es pura y llanamente razón, el mundo de los valores sociales y humanos. ¿En este caso las leyes humanas llaman intención a llevar la información hasta el prefrontal y que este haga un juicio de valor, o sea que se sea consciente? Esto está cercano a otro de los conceptos que se manejan en justicia, que es el de la premeditación. En ese tortazo, que he puesto como ejemplo, ¿la idea ha recorrido todos los pasos que han de ser tomados, como para que al final entre en juego el juicio, y este ha "determinado" que una torta no está "mal"? La intención es aquella que nos viene dada desde las "tripas": hay gente que nos cae bien y otra que nos cae mal, incluso que nos pone enfermos, como se suele decir, sin que en este proceso exista algo así como la palabra, la cultura y nada por el estilo. Está más allá de cualquier valor. Todo que hagamos hacia esa persona está cargado de lo más puro que pueda llamarse intención. De otra forma hay gente que con el tiempo nos caen mal o bien. Entran en juego las amígdalas y la memoria. Raramente alguien nos cae bien o mal por simples juicios de valor, contrastados al nivel más puramente racional. Nuestra pareja va sumando puntos tanto en negativo como en positivo, la memoria guarda tanto lo malo como lo bueno. La pegajosidad neural hace que si en un momento dado estemos bien con él(la), aflore, o la memoria asociativa busque o se recree, en todo lo bueno. Y a la inversa. La amamos y a la vez, algunas veces la "asesinaríamos". ¿Dónde está la intención en esta dualidad que quiere las dos cosas a la vez, dependiendo de la situación? Somos seres inevitablemente situacionados. Sartre se empeñó en demostrar, en su filosofía, en su teatro, en su cine, el peso de encontrarse situacionado. Las situaciones nos "atrapan", parecen llevarnos sólo hacia un camino. No es de extrañar que a esto, en la antigüedad, lo tomasen como destino. El fin, cual linterna, alumbra hacia el pasado y sólo enfoca e ilumina a aquello que le ha llevado hasta ese fin. Captura, secuestra a las partes del cerebro que le dan la razón hacia ese sentido, vía pegajosidad neural. Somos siempre seres duales, triales… que se definen en su hacer dando sentido tan sólo a unas de las vías que concuerdan con ese presente. Sólo bajo esta perspectiva se puede entender el trastorno disociativo (personalidad múltiple, despersonalización, de convergencia…) Esto cobra todo el sentido dentro de la filosofía sartriana. Si el para-sí es querer ser totalidad, tener la densidad de ser del en-sí, lo hace atrayendo hacia sí todo aquello del en-sí (memoria, pasado) que concuerde con el momento que le acontece al para-sí, que es nada ("el sufrimiento del que hablamos no es jamás enteramente el que sentimos…" de Sartre en el escrito anterior). Se hace ser a través de (re)cobrar del pasado toda la densidad que pueda dar sentido a esa nada en la que está imbuido en ese ahora. El valor no es ese ser que se nos presenta dentro de unos baremos dados, pues en realidad nos viene de afuera, desde lo social, desde el pacto. Lo que nace en primer lugar es una necesidad de tener un referente, un yo, un ente que me haga ser con un apelativo, con una propiedad definible… pues de lo contrario "caigo" en el no-ser, en algún trastorno disociativo…, en definitiva "busco", el para-sí se define en esta búsqueda, con un concepto que encaje con esa situación y me defina con la densidad del ser del en-sí. En muchos casos el cerebro se satura de densidades de ser que expliquen esa situación, con "entes parciales" que ora creen sentir y ser una cosa, y en sólo en segundos lo contrario. Dr. Jekill y Mr. Hide (y otras docenas de seres) luchando en un mismo cuerpo de forma constante y sin freno, en una oleada de sentimientos y recuerdos que no se pueden aplacar. Sólo si se analiza de esta manera se puede entender a la vez a la víctima y al agresor. El valor no existe en ese momento en la conciencia o prefrontal de la víctima, en parte porque esta no tiene porqué recurrir a ese nivel de ese estado de cosas, puesto que su cerebro no tiene que "expresarse" como que está haciendo bien o mal. Lo que se expresa en la víctima es un mundo conceptual donde se sabe que es la víctima, la condenada, la que no tiene que recurrir a juicios de valor, sino tan sólo atenerse a los de su agresor. Lo único común en los dos papeles es el mundo conceptual, que inevitablemente como efecto secundario de lo que son los conceptos, están siempre contagiados del mundo de los valores, puesto que los actos se dan en el mundo social. Si se entiende lo que digo, se entenderá la mentalidad del psicópata. Es alguien que está fuera del mundo de los valores, puesto que lo social es un añadido a un mundo conceptual que no tiene por qué estar bañado o preñado de los valores tal como los entiende la sociedad. Los valores son una pátina o bañado de metal sobre la roca (abrupta, salvaje, con cientos y miles de ángulos y posibles perspectivas) que son los conceptos. Cambia de cultura y cambiarás esa pátina, cambia a otra época y será otro metal distinto. Sólo entendiendo este estado del para-sí, siempre y eternamente situacionados por los otros, por lo social, se puede entender o encajar la hipótesis de Sapir-Whorf, en donde el mundo de las ideas y las palabras "forman" el cerebro. El cerebro sólo escapa de esta dimensión en soledad, fuera de los social, cuando logra comunicarse con su mentalés individual, fuera de todo concepto y valor venido desde fuera.
Entiendo por concepto algo más primitivo y básico que la palabra. Basta un ejemplo para que se comprenda. La mayoría de los animales complejos crean "estrategias" en la vida. Tanto los chimpancés, como los lobos y las hienas usan como estrategia de caza el concepto de emboscada (cuya raíz es bosque). En estos animales no se da un lenguaje lo bastante complejo como para, a través de este, crear esa estrategia consensuada. Emerge como un patrón que el cerebro individual consolida por su efectividad y se manifiesta en lo social. Ese patrón es de suponer que al final se hereda. Es lo que yo he denominado "patrones enquistados". Patrón o concepto es lo mismo a ese nivel, es una abstracción que se hace del mundo para un fin comunicativo y de accionar en el mundo, que en el caso de los animales carece de la palabra. En otro nivel más profundo de la vida están las funciones. Ninguna célula implicada sabe qué es la respiración, cada una hace su cometido y el resultado final es el llevar oxígeno a cada célula. No había un plan previo, no hay premeditación, no hay un ente promotor que lo calcule. El sistema nervioso está al margen de todos estos procesos como ente promotor, tan sólo es parte de la maquinaria, otro engranaje más que no conoce el todo (por eso si se "estropea" alguna parte de la maquinaria, no hay arreglo, pues nada en el cuerpo sabe de esa totalidad como para arreglarlo). Son estados emergentes, donde al final el total es más que la suma de sus partes. Uno de esos conceptos primitivos fue el de equidad, el de injusticia. Por eso se manifiesta y es estudiable en muchos animales sociales inteligentes, como los monos, como se ve en un vídeo que ya compartí.Los conceptos no explican todas las dimensiones de la vida, a veces son "cajones" compartimentados o no comunicados con otros. Muchos animales tienen el concepto de justicia o equidad junto al concepto de macho alfa, cuando los dos se contradicen o se repelen. La justicia, así, como concepto evolutivo, es una optimización hemostática en donde los genes se han de manifestar, a través de la epigenética, para que el animal se "exprese" como social o individual. Donde se rompe la equidad emerge la individualidad, y a la inversa, cuando se manifiesta la justicia se pronuncia lo social. Muchos animales tienen el concepto de justicia o equidad junto al concepto de macho alfa, cuando los dos se contradicen o se repelen. Cuando un animal "usa" un concepto, este se "expresa", o "ejecuta" en lenguaje computacional, osea, que todo gen es un mini-programa que se ejecuta bajo ciertas condiciones ambientales sin conocer la "carga" cognitiva o lógica que conlleva, y sin que por ello el animal tenga que lidiar con el concepto de contradicción, aunque puede que a ese nivel naciese el concepto de "disonancia emotiva", que después más tarde el humano (hoy como quien dice, a nivel evolutivo) lo ha llamado "disonancia cognitiva". Cuando nació la palabra en el hombre, no se hizo tomando los conceptos ya existentes, más bien los interpretó, como es el caso concreto de justicia, que devino en lo moral. Pues el concepto, ya en lo humano, tiene esa dimensión, suma sobre sí toda interpretación, de tal forma que muta (el Quijote no es de Cervantes, sino que es la totalidad de todas las interpretaciones habidas y por haber, sobre esa obra), pues recordemos que el concepto es nada y tan sólo es deseo de Ser, de tener la densidad del Ser del en-sí, que en este nivel es la realidad muerta del mundo, de su física y su química. La vida tan solo son interpretaciones de lo "muerto", que se validan en tanto que "funcionan". Un concepto se valida mientras funciona igualmente en lo humano, por eso no hay ningún concepto perenne e inmutable en lo humano. Cambiamos de paradigmas y de ideologías (religiosas, políticas, artísticas...) como de piel, que como ya he dicho son sinónimos de eso que llamamos concepto. La vida humana es allí donde nace el sentido del mundo, no porque exista, grave error de los moralistas y los optimistas, sino porque la estructura de cualquier vida es la de interpretar, para un fin o utilidad, la realidad del mundo "muerto". Todo esto se demuestra por el hecho de que seguimos teniendo los conceptos de igualdad y el del macho alfa (líder), y no hallamos sabido resolver tal entuerto a través de la palabra y en ninguna ideología (religiosa, política…) o paradigma. La palabra no resuelve el concepto, o dicho de otra forma: la razón no resuelve nuestra naturaleza, se sigue la máxima de "la humanidad es como es; no se trata de cambiarla, sino de conocerla" de Flaubert. Se da por lo tanto una imposibilidad (inutilidad) de la razón. (Este párrafo es un "caldo concentrado" que cada cual ha de diluir en su "caldero" de saber).
Bajo esta premisa he cogido los párrafos principales del escrito de Sartre y he cambiado la palabra valor por la de concepto. Y donde pone moral (mantenido y tachado) lo he sustituido por conciencia verificadora, a tenor de que es el concepto clave que Sartre usa para fundamentar una moral, en su libro inacabado sobre Ética y que yo uso en mis escritos, y dado que si fundamentamos la conciencia como concepto y no como valor, adquiere más sentido . ¿Cómo encaja esta nueva visión?, ¿es más legible?:
"Podemos ahora determinar con más nitidez lo que es el ser del sí: es el concepto. El concepto, en efecto, está afectado por el doble carácter, incompletamente explicado por los moralistas (por toda teoría sobre el ser humano), de ser incondicionalmente y de no ser. En tanto que concepto, en efecto, el concepto tiene ser; pero este existente normativo no tiene ser, precisamente, en tanto que realidad. Su ser es ser concepto, es decir, no ser Ser. Así, el ser del concepto en tanto que concepto es el ser de lo que no tiene ser. El concepto, pues, parece incaptable: sí se lo toma como ser, se corre el riesgo de desconocer totalmente su irrealidad y hacer de él, como los sociólogos, una exigencia de hecho entre otros hechos. En este caso, la contingencia del ser mata al concepto. Pero, a la inversa, si no se tienen ojos sino para la idealidad de los conceptos, se les quitará el ser; y, faltos de ser, se desmoronan. Sin duda, puedo, como lo ha demostrado Scheler, alcanzar la intuición de los conceptos a partir de ejemplificaciones concretas: puedo captar la nobleza a partir de un acto noble. Pero el concepto así aprehendido no se da como situado en el ser al mismo nivel que el acto al cual conceptualiza; al modo, por ejemplo, de la esencia «rojo» con relación al rojo singular. Se da como un más allá de los actos considerados; como, por ejemplo, el límite de la progresión infinita de los actos nobles. El concepto está allende el ser. Empero, si no queremos quedarnos en palabras, hemos de reconocer que ese ser que está allende del ser, posee el ser por lo menos de alguna manera. Estas consideraciones bastan para hacernos admitir que la realidad humana es aquello por lo cual el concepto llega al mundo. Pero el sentido del concepto es ser aquello hacia lo cual un ser trasciende su ser, todo acto conceptualizado es arrancamiento del propio ser hacia… El concepto, siendo siempre y doquiera el allende de todas las trascendencias, puede ser considerado como la unidad incondicionada de todas las trascendencias de ser. Y de este modo forma pareja con la realidad que originariamente trasciende su ser y por la cual el trascender viene al ser, es decir, con la realidad humana. Se ve también que el concepto, siendo el más allá incondicionado de todas las trascendencias, debe ser originariamente el más allá del ser mismo que opera el trascender, pues es la única manera en que puede ser el más allá original de todas las trascendencias posibles. Si todo trascender ha de poder trascenderse, en efecto, es menester que el ser que opera el trascender sea a priori trascendido en tanto que es la fuente misma de las trascendencias, así, el concepto tomado en su origen, o concepto supremo, es el más allá y el para de la trascendencia. Es el más allá que trasciende y funda todas mis trascendencias, pero hacia el cual no puedo yo trascender jamás, ya que precisamente mis trascendencias lo suponen. Es lo fallido de todas las carencias, no lo faltante. El concepto es lo si en tanto que infesta el meollo del para-si como aquello para lo cual es. El concepto supremo hacia el cual la conciencia se trasciende a cada instante por su ser mismo es el ser absoluto del sí, con sus caracteres de identidad, pureza, permanencia, etc., y en tanto que es fundamento de sí. Es lo que nos permite concebir por qué el concepto puede a la vez ser y no ser. Es como el sentido y el más allá de todo trascender, es como el en-sí ausente que infesta al ser para sí. Pero, desde que se lo considera, se ve que es él mismo un trascender ese ser-en sí, ya que se lo da él mismo a sí mismo. Está más allá de su propio ser porque, siendo su ser del tipo de la coincidencia consigo mismo, trasciende inmediatamente este ser, su permanencia, su pureza, su consistencia, su identidad, su silencio, reclamando estas cualidades a título de presencia a-sí. Y, recíprocamente, si se comienza por considerarlo como presencia, a-sí, esta presencia queda en seguida solidificada la fijada en en-sí. Además, el concepto es en su ser la totalidad fallida hacia cual un ser se hace ser. Surge para un ser no en tanto que este ser es lo que es, en plena contingencia, sino en tanto que es fundamento de su propia nihilización. En este sentido, el concepto infesta al ser en tanto que éste se funda, no en tanto que es: infesta a la libertad. Esto significa que la relación entre el concepto y el para-sí es muy particular: es el ser que éste ha de ser en tanto que es fundamento, de su propia nada de ser. Y, si el para-sí ha de ser este ser, ello no ocurre por una coerción externa, ni porque el concepto, como el primer motor de Aristóteles ejerza sobre él una atracción de hecho, ni en virtud de un carácter recibido de su ser; sino porque se hace ser en su ser como habiendo de ser ese ser. En una palabra, el sí, el para-sí y su mutua relación se mantienen en los límites de una libertad incondicionada -en el sentido de que nada hace existir el concepto, sino esa libertad que al mismo tiempo me hace existir a mí- y a la vez en los límites de la facticidad concreta en tanto que fundamento de su nada concreta, el para-sí no puede ser fundamento de su ser. Hay, pues, una total contingencia del ser-para-el-concepto, que recaerá inmediatamente sobre toda la
moral (conciencia verificadora) para transirla y relativizarla; y, al mismo tiempo, una libre y absoluta necesidad.
El concepto en su surgimiento original no es puesto por el para-sí: es consustancial a éste, hasta tal punto que no hay conciencia que no esté infestada por su concepto y que la realidad humana, en sentido amplio, incluye al para-sí y al concepto. Si el concepto infesta al para-sí sin ser puesto por él, ello se debe a que el concepto no es objeto de una tesis: en efecto, para ello sería menester que el para-sí fuese para sí mismo objeto de posición, ya que concepto y para-si no pueden surgir sino en la unidad consustancial de una pareja. Así, el para-si como conciencia no-tética (de) sí no existe frente al concepto, en el sentido en que, para Leibniz, la monada existe “sola frente a Dios” El concepto no es, pues, conocido en este estadio, ya que el conocimiento pone al objeto frente a la conciencia. El concepto es solo dado con la translucidez no-tética del para-sí, que se hace ser como conciencia de ser; está doquiera y en ninguna parte, en el meollo de la relación nihilizadora «reflejo-reflejante», presente e inalcanzable, vivido simplemente como el sentido concreto de esa carencia que constituye mi ser presente. Para que el concepto se convierta en objeto de una tesis, es menester que el para-sí, al cual infesta, comparezca ante la mirada de la reflexión. La conciencia reflexiva, en efecto, pone la vivencia reflejada en su naturaleza de carencia y desentraña al mismo tiempo el concepto como el sentido inalcanzable de lo fallido. Así, la conciencia reflexiva puede ser llamada, propiamente hablando, conciencia
moral (verificadora) ya que no puede surgir sin develar al mismo tiempo los conceptos. Es evidente que quedo libre, en mi conciencia reflexiva, para dirigir mi atención a los conceptos o para pasarlos por alto, exactamente como de mí depende mirar más particularmente, en la superficie de esta mesa, mi estilográfica o mi paquete de tabaco. Pero, sean o no objeto de una atención detallada, los conceptos son.
No ha de concluirse de ello, empero, que la mirada reflexiva sea la única capaz de hacer aparecer el concepto, ni que proyectemos por analogía los conceptos de nuestro para-sí en el mundo de la trascendencia. Si el objeto de la intuición es un fenómeno de la realidad humana, aunque trascendente, se entrega inmediatamente con su concepto, pues el para-sí del prójimo no es un fenómeno escondido y que se daría solamente como la conclusión de un razonamiento por analogía. Se manifiesta originariamente a mi para-sí y, como veremos, su presencia como para-otro es condición necesaria para la constitución del para-sí como tal. Y en este surgimiento del para-otro el concepto es dado como en el surgimiento del para sí, a partir de un modo de ser diferente. Pero no podemos tratar sobre el encuentro objetivo de los conceptos en el mundo mientras no hayamos elucidado la naturaleza del para-otro. Postergamos, pues, el examen de esta cuestión hasta la tercera parte del presente libro."
(1) He quitado el vídeo del tortazo de Bea a Motse en Gran hermano, porque se volvió un "circo". Más 25 mil visitas, cuando la media del resto de mis vídeos es de unas 10 visitas. Había insultos, torpes defensas, y esa media que reina en Internet de improperios y salidas de tono. No era mi cometido, no quería poner a Bea de cabeza de turco, sólo la ponía como ejemplo claro, ya que de este tipo de acciones hay pocos que sean reales. ¡No vas a basar un argumento en una actuación de actores que estás dirigidos! De cualquier forma se puede encontrar entre los archivos de TeleCinco. Pan de nuevo haciendo estragos.
Off Topic: (Los experimentos de Dan Ariely, dan bien cuenta de todo lo que propongo aquí. El prefrontal "decide" dependiendo de la situación, no es razón pura. Tal cosa no es humana. Algo como la moral -que se supone prefijado a fuego en lo humano- se ve afectado por el tipo de camiseta que se lleve, como se demuestra en sus experimentos. Ver sobre todo "nuestro código moral defectuoso" y "¿Tenemos control de nuestras decisiones?")
(1) He quitado el vídeo del tortazo de Bea a Motse en Gran hermano, porque se volvió un "circo". Más 25 mil visitas, cuando la media del resto de mis vídeos es de unas 10 visitas. Había insultos, torpes defensas, y esa media que reina en Internet de improperios y salidas de tono. No era mi cometido, no quería poner a Bea de cabeza de turco, sólo la ponía como ejemplo claro, ya que de este tipo de acciones hay pocos que sean reales. ¡No vas a basar un argumento en una actuación de actores que estás dirigidos! De cualquier forma se puede encontrar entre los archivos de TeleCinco. Pan de nuevo haciendo estragos.
Off Topic: (Los experimentos de Dan Ariely, dan bien cuenta de todo lo que propongo aquí. El prefrontal "decide" dependiendo de la situación, no es razón pura. Tal cosa no es humana. Algo como la moral -que se supone prefijado a fuego en lo humano- se ve afectado por el tipo de camiseta que se lleve, como se demuestra en sus experimentos. Ver sobre todo "nuestro código moral defectuoso" y "¿Tenemos control de nuestras decisiones?")
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