Las Cuatro Preguntas de…


…a quien a mí me dé la gana. ¡Bueno, no!, de un tal Tinbergen.

(La fotografía de la cabecera no viene al caso. La he puesto para “molestar”, si es que molesta, pues para mí las chicas que en verano llevan pantalón corto por encima de la línea de la nalga, van así, da igual que lo llamen pantalón corto, de deporte o braguita. Asumo que mi forma de ver sea por mi edad y que la den por equivocada. El respeto tendría que ir en dos direcciones.)


Nada ha cambiado y sin embargo todo existe de otra manera.❞ Sartre
El hombre razonable se adapta al mundo; el hombre desrazonable persiste en intentar adaptar el mundo a sí mismo. Por lo tanto todo el progreso depende del hombre desrazonable.❞ Bernard Shaw
Un hombre puede hacer lo que desee, pero no puede elegir lo que desea.❞ Schopenhauer
(Reto a las chicas que lleven pantalones cortos que a la vez lleven una camiseta con la frase de Schopenhauer. Se crea una paradoja entre su forma de vestir con respecto al enunciado de la frase. La he añadido abajo.)


He abordado este tema desde varias perspectivas y no me llevaban a ningún lado. Posible conclusión: ¿si es así es que no hay tema? Se me ocurrió entonces analizarlo por lo inverso (no es negatividad, es el método dialéctico de Hegel). Trato de definir la importancia de la individualidad para tener un lenguaje personal y que por ello afecte al diálogo, a la comunicación, y en definitiva a cómo el cerebro tiene o crea un lenguaje. Lo inverso es la imposibilidad del diálogo y por ello la discusión. He buscado en la Wikipedia inglesa, para tener alguna referencia, y no tienen tal entrada, te redirige a conversación y tiene una mínima entrada que dice: “un elemento de conversación es la discusión: compartir opiniones sobre temas que se piensan durante la conversación. En una sociedad educada, el tema cambia antes de que la discusión se convierta en disputa o controversia. Por ejemplo, si se está discutiendo la teología, tal vez nadie insista en que se acepte un punto de vista particular”. Tal acepción  apunta a una de las conclusiones que quería yo llegar: el callar lo conflictivo, el efecto del elefante en una habitación, que era el tema central del escrito anterior. Viendo lo ocurrido en la Wikipedia inglesa, he buscado en varios idiomas y sí tiene entrada en francésespañol y alemán (parecen copias, no sé si es “políticamente correcto” haber puesto a personas de color con gestos de llegar a las manos). La japonesa y la italiana te llevan al término “debate”, y la china curiosamente te lleva a “foros web”, que era algo que igualmente quería tratar, pues mientras que en la “vida de a pie” se opta por lo propuesto por la Wikipedia inglesa, dejar de lado los temas conflictivos, en Internet es casi lo contrario, se busca la discusión y el conflicto… la polémica, pues tal concepto puede ser tendente a que se vuelva viral.

Lo primero que salta a la vista, de lo dicho en el párrafo anterior, es que entran en juego las mentalidades. Los estadounidenses tachan de negativo todo tema “oscuro” y tratan de darle un enfoque utilitarista y positivo, esta mentalidad es la que tratan de “contagiar” al resto del mundo en sus películas, libros, series, etc., y por lo visto lo están consiguiendo. Por otro lado, y por su mentalidad o ideología, como China es comunista (aunque ya no está tan claro), y como no le “convence” Internet, pone como paradigma de qué es discutir los foros de Internet. Quizás también porque su mentalidad es la huida del conflicto, pues ponen a la armonía social como el centro de su hacer en la vida. Este tipo de apuesta lleva a unos individuos más sumisos y conformistas, bajo el punto de vista occidental.

Otro punto que sale a colación es que el cerebro trabaja con binarios, por mucho que se empeñen ciertos colectivos en hacernos pensar que tal tendencia sólo es por construccionismo social. La tendencia del cuerpo, y por ello del cerebro, es al equilibrio, en donde lo es por sus dos contrarios. La depresión y la ansiedad es el binario de la posición media que es la tranquilidad. Exceso o carencia de azúcar, de oxígeno, o de la presión arterial, hipotonía e hipertonía muscular, de testosterona o estrógeno —por cierto si a un hombre le suben los estrógenos le baja la testosterona, y a la inversa en la mujer, hoy se da una alta carga de disruptores endocrinos en el ambiente (botellas de plástico, por ejemplo), que se asemejan al estrógeno o las hormonas femeninas, luego…— Creo que queda claro que la vida es binaria. El propio lenguaje trabaja con sinónimos y antónimos, no por construccionismo social, sino porque es una regla física, que se sigue en la química que se sigue en la vida, y por ello en los cerebros de los animales complejos. Si el estómago o el cuerpo te avisa de una bajada en la energía, el binario de estómago vacío, de hambre es saciedad, luego come. Las mentalidades no-binarias, están en el fondo “contagiadas” por la estadounidense.


Este escrito es una segunda consideración al tema de tratar de delimitar el cómo y de qué manera el cerebro crea un lenguaje. A tal pretexto viene bien recurrir a las cuatro preguntas de Tinbergen (copiado de una artículo de Randolph M. Nesse): 1. ontogénica: ¿cómo se desarrolla en rasgo en los individuos?; 2. mecanismo: ¿cuál es la estructura del rasgo y cómo funciona?; 3. filogenética: ¿cuál es la historia filogenética (en la especie) del rasgo (complejo)?; 4. Significado adaptativo: ¿Cómo han interactuado las variaciones en el rasgo con los entornos para influir en el estado físico (aptitud) de manera que ayuden a explicar la “forma” del rasgo? Pero antes de seguir desviémonos del tema, empezando por una metáfora.

Extraído y traducido a partir de este documento.

Imaginar que se encuentra una persona de más de dos metros con una de menos de un metro y medio. Una mira hacia abajo y la otra hacia arriba, forzando sus cuellos. Un primer acercamiento a tal cuestión es que el bajo se suba a una silla o que la persona alta se agache o se siente, pero la solución más mediada es que los dos se encuentren a medio camino, que el bajo se eleve en algo y el alto se siente. Dejo pendiente de un “para qué” de tal metáfora.

Vayamos ahora una analogía. Si tengo varios botes de pintura y me piden el verde que no tengo, mezclo un bote amarillo y otro azul para conseguirlo. Hagamos el proceso opuesto. Si de lo que se trata es de averiguar cómo llegar a una tonalidad de verde concreta, no hay manera de dar con el resultado a “ojo de buen cubero”. Invirtiendo el proceso deductivo sé que tiene azul y amarillo, pero ignoro en qué cantidades y si tiene algún otro color o tono que esté matizando aún más tal color. Los artistas pintores mezclan sobre la paleta y van analizando si llegan al tono deseado, si se pasan de amarillo y resulta en un verde demasiado “chillón”, vuelven a echar más azul y vuelta a empezar. Con el tiempo se adquiere la destreza, pero siempre es por tanteo. Hoy en día hay máquinas que tienen programados los colores, y abren y cierran válvulas de distintos colores para llegar al color deseado. Pues bien. El primer método es una deducción, un razonamiento hacia abajo, y es con el que ha trabajado la evolución, por medio de prueba y error, y es el que tiene implementado el cerebro por defecto. El segundo proceso es un razonamiento inductivo, hacia arriba (para mí, hacia atrás por lo general), y es el que se usa para hacer ingeniería inversa. Con la deducción se llegan a conclusiones, por medio de la inducción se trata de llegar a generalidades, esto conlleva que la deducción, si parte de unas buenas premisas, se llegan a unas buenas conclusiones, pero no ocurre lo mismo con la inducción, que sólo llega a probabilidades (ver “problemas de la inducción“). Con los propios conceptos de generalidad y conclusión (resultado, consecuencia) todos sabemos que el primero es sólo un postulado sobre una posible verdad, que no se aplica en todos los casos de un conjunto, mientras que conclusión, que proviene de concluido, se sabe que lo averiguado —excepto que alguna premisa sea falsa y no lo sepamos en ese momento—, es verdad. Esto viene a colación de que con las cuatro preguntas de Tinbergen partimos de generalidades y aunque es un razonamiento de tipo deductivo, puede no llegarse a unas respuestas correctas, dada esas propiedades generalistas de las premisas. Vamos de lo general a lo concreto, pero dando por sentado que lo general son verdades, cuando puede que no sea así. El caso de los movimientos de las esferas celestes de Ptolomeo predecía (deducir) el lugar futuro de los planetas en su movimiento, pero la base era errónea, pues colocaba en el centro del universo a la tierra.

Vídeo inverso, hacia atrás, de un timelapse del juego Shapez.io

Pienso que creías que con las analogías de los botes de pintura iba a entenderse, pero puede que no quede del todo claro para todas las personas. Los ejemplos más claros son los juegos de construcción y desarrollo largo, como es el caso de “shapez.io“. Una vez que con el juego se tiene una red de cintas transportadoras muy compleja es difícil o imposible por inducción saber el porqué cada vía y componente del juego está ahí y no es de otra forma de como aparece. Saber cuál fue la causa primera (primer movimiento del jugador). Sin embargo al empezar el juego desde cero, y al hacer uso de la deducción, se unen dos puntos lejanos con dos cintas trasportadoras, y a partir de ese momento las otras hay que “adaptarlas” desde esa primera cinta, en un proceso deductivo paso por paso. A veces hasta para el propio jugador se hace complicado seguir las tramas, recurre a la inducción, en este caso tratando de hallar cómo empieza una cinta y seguir su camino y desarrollo. Por esto mismo a la inducción se le llama proceso hacia atrás y es el que opera en la ingeniería inversa, en donde tal proceder puede darse en algo tan sencillo como averiguar los ingredientes de una comida.

Juego en que hay que hacer mucho uso del prueba y error, y la deducción

Así a primeras, de las cuatro preguntas de Tinbergen, alguien podría no estar de acuerdo con alguno de los conceptos, como el de mecanismo, pues parece no tener en cuenta las teorías emergentistas. Por otro lado se deja de lado posibles mutaciones por las que el concepto de filogenia, como generalidad a partir de lo que es hoy una especie, falle. O sea, la “causa primera” no siempre parece estar clara. Cabe pensar, entonces, si no tendrían que ser cinco preguntas, donde la última sería: ¿ha habido algún proceso emergentista o mutación posible que explique el rasgo actual?, pero creo que resulta claro que tal pregunta invalidaría la capacidad prefijadora de las cuatro anteriores, luego no es el caso dar lugar a tal pregunta. Con todo desarrollemos el tema en la medida que se pueda.

Eplicaciones evolutivas (últimas) 

  Perspectiva diacrónica versus sincrónica 
  Vista dinámica: Explicación de la forma actual en términos de una secuencia históricaVista estática: Explicación de la forma actual de las especies.
Preguntas de cómo y por quéVista próxima: Cómo funcionan las estructuras de un organismo individualOntogenia (desarrollo): Explicaciones del desarrollo para los cambios en los individuos , desde el ADN hasta su forma actual.Mecanismo (causalidad): Explicaciones mecanicistas de cómo funcionan las estructuras de un organismo.
 Visión definitiva (evolutiva) ¿Por qué una especie evolucionó hasta las estructuras (adaptaciones) que tiene?Filogenia (evolución): La historia de la evolución de los cambios secuenciales en una especie durante muchas generaciones.Función (adaptación): Un rasgo de especie que resuelve un problema reproductivo o de supervivencia en el entorno actual.

Nos encontramos con un doble problema. Primero habría que hacer las cuatro preguntas para determinar qué es la mente, o más complejo: la conciencia; y en segundo lugar que es un lenguaje. El primer tema parece irresoluble, pues no es lo mismo la visión de una fuerza divina, que si restamos del “problema” tal “figura” (trataré de crear una gráfica de este somero desarrollo del tema). Quien crea que el humano es una creación divina ya no necesita responder las cuatro preguntas de Tinbergen, pues el humano tiene un alma y el lenguaje nos lo dio Dios. Pero como estamos abordando el tema a nivel de la evolución biológica, tales preguntas son pertinentes. Un segundo problema es si caemos en un reduccionismo total, y no aceptamos ni siquiera la capacidad emergentista de los sistemas, o si por el contrario sí aceptamos que la mente es un estado emergente del cerebro. La primera postura es monista (sólo hay una realidad sea esta o material o espiritual), y la segunda dualista (hay dos realidades: la material y la de los estados emergentes —o lo espiritual—). Entre medias hay posturas “conciliadoras” de estos dos opuestos.

Si aceptamos una mente o conciencia, como estado emergente, es complicado responder a las cuatro preguntas, pues por las reglas combinatorias se crean dobles, triples… preguntas dependiendo a cómo hayamos respondido a las cuestiones previas. O sea, no hay una respuesta unificada a cómo puede ser tal dualidad mente/cuerpo, estado emergente/materia; como tampoco la hay en cómo interaccionan, siendo así y combinando opciones, las posibles respuestas se multiplican.

—¡A estas alturas las preguntas de Tinbergen parecen inútiles!

Ya. En realidad a eso quiero llegar. Siempre se parten de ciertas bases, en muchos casos como obviadas o ignoradas, como así ocurre en la teoría de la relevancia o para las propias leyes. Un humano en ese caso es analizado como una persona o agente que es en sí mismo un solo ser o entidad. Para la mayoría de las ciencias ir más allá es entrar en terreno fangoso. Pero ¿cómo determinar quién genera un lenguaje sin saber cuál es el agente que lo genera?, o en otro caso qué parte del cerebro lo genera. Para la teoría de la relevancia, como para muchas teorías y ciencias, el cerebro humano es una caja negra, y sólo les interesa cómo y que dato entra, y cómo y que dato sale. Lo que ocurre en el interior de la caja da igual, lo medible son los input y los output. Este tipo de análisis es funcionalista, y para ellos lo que cuenta es su funcionalidad. A poco que uno lo piense este es uno de los “despropósitos” de la razón: vernos como máquinas funcionales, como operandos o engranajes en una totalidad. Si “funcionamos” bien hacia afuera, en la producción social, el resto da igual. De nuevo vuelvo al tema de los primeros párrafos: este proceder viene dado por las filosofías anglosajonas, que son la base de la mentalidad estadounidense. En la actualidad se llama filosofía continental a la que se hace en Europa con respecto a la que hacen los ingleses y los estadounidenses, más pragmatistautilitarista y funcionalista. En definitiva consecuencialista, pues sólo les interesa los resultados, y para tales propuestas el concepto de agente, persona o caja negra no les viene mal.

La complejidad ha ganado: caos 1, orden 0.

Quizás hay que analizar el tema oblicua(mente). Algo aceptado es que el lenguaje está atravesado por lo que se llama actitud proposicional, que presupone un agente con ciertas intenciones sobre aquello que habla. En este caso sale a colación la intención, y por ello un agente que sostiene tal intención. Quizás de nuevo se cae en la cuestión de la caja negra, pues de nuevo hay una entrada de datos y una salida, pero cargada o en donde emerge una intención, o un ser con intenciones. Pero en todo esto la ciencia ya tiene bastantes respuestas. La dicotomía de consciencia e inconsciente. Sostenida por el psicoanálisis, está validada por la ciencia. A la mercadotecnia no le interesa lo que una persona diga, sino lo que su inconsciente quiere y calla, pero que se puede detectar de distintas formas. Nos encontramos que hay dos entes cerebrales o dos agentes. El primer dilema es dónde se encuentra la intención. La ley llama intención a que uno sepa y haya concebido un plan a nivel consciente, de razón, y por ello de las palabras, pero bajo mi punto de vista la intención siempre emerge desde lo profundo y se le deja salir o no. Se dan así de nuevo dos intenciones, las subcorticales y las corticales o del prefrontal. ¿Habría que hacer las cuatro preguntas sobre estos dos agentes? El primer agente, el subcortical, es muy básico. Como tal no es un rasgo individual, sino lo implícito de qué es la vida. La vida no tiene un porqué (en una visión materialista), es, y no se le puede interrogar más. Sólo pretende sobrevivir y reproducirse (replicarse), esta base explicaría el resto. A lo que sí se le puede aplicar las cuatro preguntas es al segundo tipo de agente: el social, y se llegan a las siguientes respuestas. 1. Se desarrolla por la necesidad de llegar a acuerdos dentro del grupo social en el que se nazca. 2. Preguntar por el mecanismo es complicado, pero parece ser una especialización del hemisferio izquierdo hacia un lenguaje muy complejo, en donde una de sus bases se encuentra la búsqueda de forma premeditada de las causas y los efectos, y por ello trabaja con inferencias, que obedecen a las reglas lógicas. 3. La filogenia de tal “aparato” fue la necesidad de que los humanos colaborasen, puesto que en la suma de sus mentes son mejores y en este proceder se llega a la cultura, que a partir de ese momento y por el efecto trinquete (el trinquete es una rueca dentada de tal manera que si sueltas una cuerda con peso dentro de tal mecanismo, como sacar agua de un pozo, esta y su carga no volverán a caer), no hay que aprender todo desde cero, sino a partir de lo ya sabido a lo largo de los siglos. 4. Su significado evolutivo, y ya igualmente en lo social, es que la cultura que tuviera un mayor saber (aplicado a la guerra por ejemplo), tenía una ventaja sobre las otras, con lo cual dicha cultura era la más acta.

A poco que uno piense de nuevo se cae en que lo individual no cuenta, sino como engranaje que forma parte de la máquina social. Lo que yo defiendo es que el primer agente, el subterráneo, la sombra, el inconsciente, vive armónicamente con el segundo si nace o vive dentro de una sociedad exitosa, pero se “revela” y trata de salir a la superficie si vive de forma desajustada o vejada. O sea, 1. un individuo próspero en una sociedad próspera crea una unidad entre los dos entes, y 2. la división se da cuando no es así en algún ámbito. Todo trastorno mental (excepto los que sean de problemas “físicos”) nacen de este dilema. Es más, de alguna forma se da una resonancia entre esos dos entes cerebrales (en el primer caso), de tal forma que por retroalimentación positiva, de tal sistema, su estado es más elevado que por la simple suma de dos agentes, como así sucede cuando dos ondas armónicas resuenan juntas y cerca. El aire prepotente de este tipo de personas suele molestar. La inversión de este ser es la resonancia entre la sombra y la razón que se siente insultada en un mundo que no es justo o equilibrado. Las dos tipologías límite de estos dos estados, ganadores y perdedores, se repelen como el lado negativo y positivo de un imán, o como el agua y el aceite. Literalmente se odian.

Es fácil deducir —siendo reduccionistas y buscando los extremos— que los primeros crean la identidad narrativa y los segundos son los realistas depresivos. Bajo mis conclusiones, los primeros “operan” más con las partes corticales del cerebro, como así es la memoria declarativa, biográfica y semántica, vía hipotálamo; y los segundos con lo subcortical, las emociones y la amígdala. Las dos tipologías crean su propio código de valores y por ello éticos, que son por los que se “conducen”, en donde los primeros son más cercanos a las ideas capitalistas y de derechas, y los segundos a las ideas de las izquierdas. A estas alturas, dónde queda la filogenia, si una misma especie “abriga” dos entes o topologías bien diferenciadas. La biología no las puede explicar, o diría que los primeros son los adaptados y los segundos los desadaptados (o inadaptados). Ganadores y perdedores, según el lenguaje de los primeros. Hay que salir de la biología para analizar tal sistema binario, a partir de los sistemas dinámicos duales, donde dos fuerzas entran en liza y buscan su equilibrio.

Pero no es el propósito de tal escrito el llegar a tales temas o desarrollarlos. Trato de buscar el agente intencional que habla. A poco que uno no se salga de la línea de pensamiento que he trazado, cada tipología tiene la intención puesta o balanceada hacia uno de los dos lados. A grandes rasgos (repetido de otros escritos, pero necesario de exponer para los lectores nuevos), o se habla desde el dolor, que es la emoción básica y primera de la vida, o desde el placer, que es secundario a nivel evolutivo, pero que tiene la capacidad de estar adaptada al tipo de enseñanza que regla las sociedades modernas. La primera tipología habla desde las bondades de sus vidas exuberantes, y los segundos desde la podredumbre de sus lóbregas y tristes vidas. ¿Cómo crear un lenguaje común de tales opuestos? El cerebro en su evolución, y aquí si operan las preguntas de Tinbergen, ha creado mecanismos para no estar o sentirse dentro de la segunda tipología, y en la medida de lo posible sentirse en alguna proporción dentro del segundo grupo. Tal regla se resume en aquello de “quien no se conforma es que no quiere” o variantes de la misma idea o meme (a mal tiempo buena cara…). El concepto subyacente es que si el sistema cerebral “engaña” a la identidad del prefrontal, como que está del lado de los “vencedores”, es que realmente lo ha de estar. En la base de tal engaño del sistema se encuentra entre otros el llamado efecto placebo, donde si el engaño funciona es que es invisible en la persona en la que opera. Toda parafernalia de la autoayuda “funciona” por esta regla o estructura evolutiva del cerebro para engañarse a nivel de la conciencia. Es lo que Sartre llamaba “mala fe“, que al fin y al cabo es la fe que uno mismo pone para creer aquello que no es real, para autoengañarse. Ahora tenemos tres entes o tipologías, donde la tercera se pone en un lugar que no es el “real”, y en tanto que también puede ser la de aquellas personas que estando en una situación privilegiada, se crean en una “inferior”; una y otra como complejo de superioridad o de inferioridad soterradas, que es en las que se (¿cómo explica el lenguaje del cerebro tanto monosílabo junto que no opera ni siquiera como seme?, yo lo veo como tejer: cada “nudo” implica otro y este otro…) basa las pretendidas sociedades progresivas y modernas. Tener un iPhone y ser de la clase baja también funciona para este tipo de cerebros. Me he vuelto a desviar.

A grandes rasgos (generalidades) y de estas dos tipologías, una de ellas tienen dañados o alterados distintas partes del cerebro, con lo cual su lenguaje y su comprensión está alterada con respecto al monto social. La media es la clase sociedad alta, y la clase media o baja que les funciona el autoengaño o que mientras se “conformen” viven bajo el estamento de la sanidad mental. A estas alturas, y dadas las conclusiones que han ido saliendo al paso, ahora tenemos las “herramientas” para aplicar la preguntas de Tinbergen sobre qué y cómo es la conciencia. 1. La conciencia se desarrolla en la dirección de crearse una identidad acorde a lo mejor y más validado en lo social. 2. El mecanismo es por medio de una retroalimentación, en donde el objeto o representación mental es uno mismo, y en donde en tal proceso emergente nace la autoconciencia. 3. Filogenéticamente tiene la “función” de crearse una personalidad o identidad, basada en la retroalimentación del punto 3, que es la que puede ser vista, analizada, valorada y enjuiciada por las otras mentes, en donde en tal proceso nacen dos estamentos: la reputación y el prestigio, basadas en la fiabilidad de tal ente dentro de lo social. 4. El significado adaptativo es social, y es que dado a que puesto que el cerebro maneja mucha información, por no decir toda, tal “línea” del ser difiere de sus actos, nadie te puede juzgar por lo que pienses, pues ni siquiera sale a la superficie social, sino por tus actos, por el ser que aparece. Sé que por ejemplo, como posible objeción, algunas religiones fueron hacia el control total, tratando de vigilar incluso los pensamientos, llamados impuros, del mal o negativos, pero no “funcionaron”; el cerebro “computa”, como cognición implícita, todos los posibles en cada situación, en donde sus únicos límites son sus propias estructuras o mecanismos evolutivos, repele, por ejemplo, el suicidio que lo “piensa” la conciencia, creando ansiedad y miedo en el “sistema”. Ese intento religioso del autocontrol, de lo que se piense o sienta sólo genera trastornos mentales. Pensar en matar a alguien a nivel profundo crea una liberación de adrenalina y el cortisol, incluso exteriorizándolo por desplazamiento al golpear algo con todas las fuerzas, y se llega más fácilmente y  antes a un punto de equilibrio emocional. Frenar tal proceder genera a las personas denominadas pasivo-agresivas, en donde en tal proceder y en algunos casos, pueden ser más “peligrosas” que las que sueltan su ira en golpear muebles o en dar voces. Las películas de miedo van en la misma dirección…, luego si hoy hay tanta película de este tipo es que a nivel de cerebro profundo nos sentimos muy frustrados, y llenos de ira, hacia el ambiente que se está dando en lo social.

A partir de la gráfica de la Wikipedia

Dado lo bien que parecen “funcionar” las preguntas de Tinbergen… ¿se puede hacer sobre el trastorno mental?, ¿tiene algún remoto sentido adaptativo? Ciertos trastornos obedecen a cambios epigenéticos, a los que sí es relevante hacerles las cuatro preguntas. Dicho concepto implica que la evolución se valió de tal estrategia para que a corto plazo las siguientes generaciones de una especie se adaptaran mejor a un ecosistema dañado o con falta de recursos. Se dan a varios niveles, uno de ellos corporal, en donde las personas nacidos con tal cambio necesiten pocos nutrientes para sobrevivir, para mantener una dieta hipocalórica. El problema ha venido dado, en la sociedades modernas, que tales crisis en algunos casos duran pocos años, de tal manera que tales personas al final se encuentran con un exceso de comida, para el que sus cuerpos no estaban preparados, y por ello son propensos a la obesidad y caer en la diabetes. ¿Y en el caso de los cambios cerebrales?, una de las alteraciones principales es la baja inhibición latente, pues de esa forma dichos cerebros filtran menos datos, y van a estar más preparados para sacar provecho de cualquier situación, o desarrollar el ingenio de cómo conseguir comida en un supuesto medio lleno de carencias. Lo mismo que el primer caso para este segundo: de repente el medio no requiere ese “cambio” y esa tendencia lleva a la alta sensibilidad al medio social, pues “ve” o siente cosas que el resto de cerebros filtran, entrando en estados ansiosos o depresivos.

Tales procesos, y esta primera “división” entre personas sanas y con trastornos, no crean dos lenguajes (o formas de producirlos y comprenderlos), sino dialectos. O si se quiere, crea un lenguaje normativo, frente a jergas o lenguajes urbanos. Estos “dos dialectos” se añaden a otras diferencias como los sexos (o géneros), tipologías físicas (delgados/con sobrepeso, feos/guapos…), debilidad y fortaleza (enfermizo/sano), etc. Con lo que a estas alturas lo que uno se pregunta es cómo puede darse la comunicación dados tantos “dialectos”. La lógica es rayana: la normativa es que todos nos tratemos de comunicar a partir de un solo lenguaje, donde en tal proceder hay que tender a delimitar el uso de las jergas y los dialectos propios, y que nacen de lo profundo del cerebro, de esa unidad e individualidad que nos constituye. Esto a la vez implica que esa identidad que “nace” de la autoconciencia, la social, la narrativa, esté reglada por lo normativo, ignorando en la medida de lo posible las diferencias (lo que en primer lugar crea la solución crea los problemas, como veremos más abajo).

Pero para comprender todo esto más en profundidad hay que traer aquí el concepto de Qualia. Ese que se puede simplificar que “para gusto los colores”. Tal concepto significa no sólo que mi apreciación de un color es distinto seguramente de la persona que está a mí lado, implica además que tiene un peso emocional distinto, que conllevará a que el estado de sus relevancias con respecto a tal color también lo puedan ser. Si a ese color se le añade el resto de la realidad, lo que sale de forma secuencial (por deducción) es la alta improbabilidad para que dos personas se puedan comunicar lo que sienten, pues se interpondrá entre medias la negación, el típico “pues yo no lo veo (siento) así”. Ahora sumemos a coro toda la humanidad, y todas las emociones distintas y opuestas, y de ser cada uno un tono musical, la totalidad será percibida como ruido. Ante tal estado de cosas caben dos tendencias, o se tratan de igualar o se dejan tal cual. Tres de los encantos y los retos de la vida es 1. tratar de buscar a alguien que sienta como tú lo haces, 2. tratar de comunicar lo que sientes recurriendo a todos los posibles subterfugios que te encuentres en el medio (tal tendencia explica el arte) y 3. hay o se da cierto orgullo de sentirse único. Este tercero pienso que es algo emergente de los cerebros complejos, pues se puede apreciar en otros animales como los perros, los gatos o los chimpancés.

Pero he hecho un análisis desde la personalidad, desde los agentes, y no a través de la “máquina” que es el cerebro. Hagamos un breve análisis del tema. Las Qualias, entre otras tantas variables del porque cada humano es distinto, se dan porque el cerebro es modular y a la vez unidad, como así ocurre con el resto del cuerpo. Voy a hacer un acercamiento al tema tomando un pequeño desvío. Ciertos trastornos mentales se han analizado desde la química del cerebro. Más tarde se ha añadido el análisis ambiental en dos direcciones: el social (ambiente familiar y laboral…) y el de las sustancias que se dan en el medio (en el aire, el agua, la comida). Hoy en día, y como un ejemplo, se estudia a través de que la primera causa para el trastorno es la forma en la que está operando el sistema inmunológico, que a la vez repercute en el sistema endocrino, de las hormonas, que al final repercuten en la química cerebral. Tal tendencia se llama psiconeuroendocrinoinmunología (treinta letras). La mente es física y no se reduce a lo que ocurre en el cerebro, sino como la totalidad que es el cuerpo del que forma parte, en donde todos y cada uno de los sistemas operan en conjunto, y si se desequilibra uno, provoca cambios en cadena.

Ahora vayamos a una sola función, ya analizada en otros escritos. “La inhibición previa al pulso es un fenómeno neurológico en el cual un preestímulo más débil (prepulso) inhibe la reacción de un organismo a un estímulo (impulso) reflejo fuerte posterior, que a menudo usa el reflejo de sobresalto. Los estímulos suelen ser acústicos, pero también se utilizan estímulos táctiles (por ejemplo, a través de soplos de aire sobre la piel) y estímulos de luz. Cuando la inhibición previa al pulso es alta, se reduce la correspondiente respuesta de sobresalto de una sola vez”. En este proceder el cerebro tiene entradas de datos y salidas, pero la propia salida es tomada como entrada: es un sistema retroalimentado. Un sordo no habla porque su cerebro no se “auto-verifica” en tal acto: no se cierra el círculo de retroalimentación. Este proceder dado como base en la vida creó la inhibición previa al pulso como la más óptima para no crear ciertas respuestas (gasto de energía en el sistema), en la base de esta estructura uno mismo no se puede hacer cosquillas. Algunas personas tienen dañado tal sistema, o es distinto en las mujeres que en los hombres, y por ello son más asustadizas que la media.

(El antivirus me avisa cada dos horas que mi licencia se acaba en 20 días. ¿No es eso comportarse como un virus?, se comporta como aquello de lo que te trata de defender, ¿no es irracional y poco inteligente?)

Etrastorno de estrés postraumático tiene de base que tal sistema se ha dañado (o alterado). Esto a la vez implica que un condicionamiento no se extinga, esto es: con el tiempo algo que te ha dado un susto, incluso traumas pequeños, se olvidan en primer lugar como emoción, y más tarde como recuerdo (depresión a largo plazo), pero no parece ser así cuando el trauma ha sido muy dañino. Se deben de dar cambios epigenéticos en donde desde ese momento el cerebro opera en otros de sus “modos”. En otro caso todo humano nace bajo el instinto de crear un apego: confiar al cien por cien en tu cuidador, si tal persona no existe, o te falla, se vuelve excesivamente cuidadosa, o incluso te daña, se crea un problema de apego que se arrastrará de por vida.

Estos pocos ejemplos me valen para hacer ver que alguien asustadizo, con un trauma o un problema de apego, “nunca” serán comprendidos por las personas que no tienen esas mismas estructuras cerebrales. El cambio no es cognitivo, se cambian “relés” y zonas del cerebro que trabajan a nivel de los neurotransmisores, las hormonas y finalmente el sistema inmunológico (lo tienen todos los mamíferos complejos, como nuestros perros…, algo menos el gato). Bajo otro prisma: el cerebro trabaja por ondas, cada estado corresponde con cierto ritmo ondulatorio, el cerebro dañado tiene sus propias ondas en ciertas regiones, dependientes de la situación. La teoría de resonancia límbica dice que dos cerebros sincronizan sus ondas al vivir de la misma forma la misma experiencia. No ocurre así si el otro cerebro está dañado. Esos dos cerebros estarán desincronizados.

Otra perspectiva para entender tal efecto de “incomunicación” son los ordenadores. Si en un cuestionario te piden que metas una cifra y tú le añades ceros delante, el programa te puede dar un error, o bien se puede dar que el programador haya implementado un control de errores, en donde una de las posibles soluciones sea el borrar internamente los ceros de delante (¡que no auto-corrector, que no he querido poner cerros!). Si se da esto último y a la vez ese cuestionario tiene que entregar esos datos a otro programa, puede que al haber borrado los ceros de delante este otro programa lo trate como que no es el dato correcto. ¡A veces no sé cómo me enredo tanto!, este ejemplo ocurre cuando al poner una contraseña ponemos una letra con minúscula, cuando tendría que ser con mayúscula: no es lo mismo, son dos tipos de datos distintos, luego se da una “incomunicación”, una falta de coherencia en el código de la información entre el emisor y el receptor.

Teniendo todas estas premisas de base: ¿es posible la comunicación entre las personas? La pregunta optimista es porqué es posible la comunicación, la realista debería de ser: ¿por qué no se dan más discusiones de las que se dan? Lo primero que sale a colación es que la evolución opera lo suficientemente bien como para que todos los humanos sean bastante “iguales” en cuanto a las estructuras cerebrales y hay por lo tanto una media muy alta a las que les es fácil comunicarse. Otro factor a tener en cuenta, es que aunque el cerebro tiene dos entes —el subcortical y el cortical—, al poderse comunicar con otro humano a través de las palabras —que se han creado de manera normativa, por convenciones y arreglos sociales, como para saber de qué se está hablando al usar una palabra o concepto—, la comunicación es posible en este plano. Y un tercer componente para que el lenguaje sea posible, es el adaptar cada uno algo su propia percepción a favor de hacerse entender —ceder en su singularidad—. El segundo y el tercer factor crean el construccionismo social, y los estados masivos (cambios de estado), como así es una mentalidad o una ideología.

Por qué la clave está en la discusión. El cerebro profundo está constantemente supeditado a callar, a no hablar cuando el otro no te ha comprendido o simplemente no te oye, y en muchos casos ni siquiera trata de comprenderte. Cuando no te trata de comprender es porque lo hace teniendo en cuenta que su forma de comprender el mundo es la mejor o la acertada, y la tuya —de forma implícita y por lo tanto— está equivocada: no es una opinión a tener en cuenta… que de llevarlo a su extremo es decir que tú no cuentas, y llevándolo más a su extremo, que eres un error. Te invalida como persona, como ente, como algo que está fuera de lo que habría de ser lo humano. Sé que estoy extralimitando el tema, pero al analizarlo así es como se entienden los conflictos (violencia sectaria), como los multimillonarios y los sintecho, o el cristianismo frente a los musulmanes, los machos frente a las mujeres, el heterosexual frente al homosexual, el trabajador frente al parado de larga duración… (el trabajador de servicios frente al cliente, el peatón frente a los coches, el maestro ante el nulo aprendiz, el dueño de unas tierras frente a alguien que quiere cruzarlas para ir en línea recta y no dar un rodeo de kilómetros… el relicario podría no tener fin). Los foros de Internet, las redes sociales, Internet en su conjunto, están dejando salir a la sombra (el lobo en Herman Hesse) que todo humano lleva en su interior hacia afuera. Al salir, y por lo que se deduce, no está siendo para mejor, pues de repente está saliendo lo “peor” de lo humano.

Mark Schaller ha creado el concepto de sistema inmune conductual para referirse al rechazo que se produce en el cerebro ante lo que es distinto, hacia todo tipo de comportamiento distinto al nuestro, y que por ello es susceptible de “infectarnos” o infectar el sistema social en el que vivimos (trabajo con la idea de que el racismo es la incapacidad de sincronizarse a las ondas cerebrales de otra persona).

No estoy queriendo decir que en lo profundo humano nos “habite” un odiador de lo otro, ni en este ni en ningún escrito anterior. Lo que sale es la estructura básica humana de percibir las desigualdades y las injusticias. Nuestro “lobo” interior muerde en Internet porque hemos creado un mundo muy desigual, lleno de injusticias, y desequilibrado, que para colmo nuestro ser cortical ha colaborado para crearlo, bajo las reglas que han salido arriba. Desde la igualdad y la justicia las diferencias dan igual. Son problemáticas cuando una identidad tiene más poder, lo ejerce y en el proceso se siente superior a otra. Nosotros mismos hemos, y estamos, creando el mundo que nuestro cerebro profundo odia y niega. ¿No es eso una locura a nivel de especie y de individuo? Odiamos a nuestra propia especie cuando la base de la vida ha de ser el amor a ella y por lo tanto a nosotros mismos como especie. Al haber apostado por el ente social, frente al profundo e individual, nosotros mismos nos odiamos como entes sociales (para el que le funcione el autoengaño o los que estén en el lado binario del poder, no es así).

Volviendo al tema de la comunicación… Al igual que no es posible la comunicación entre un ateo y un deísta, dando por sentado que tienen estructuras cerebrales distintas, no es posible la comunicación a muchos niveles o cuanto menos siempre ofrece una alta resistencia, pues todo humano es distinto a cualquier otro. En esa dirección y para evitar la “locura” de la auto-exclusión social, la soledad, y el constante conflicto con los demás, buscamos lo más igual a nosotros mismos, que es la base y el inicio de todo conflicto presente o futuro. ¿Solución?, cuál, si llevamos más de diez mil años de historia, y cientos de miles fuera de ella, luchando y matándonos. ¿No será que no somos lo suficientemente inteligentes para resolver tales dilemas?

Mis conclusiones son las siguientes: la razón, y esta aliada con el sistema dopaminérgico, son dos sistemas de retroalimentación positiva. Tal sistema no tiene freno, como lo demuestran las adicciones, pues no se regula a una media, sino que cada vez necesita más y más, para suplir o alcanzar el estado deseado (paradoja del hedonismo, no es algo único del humano, proviene del concepto de acaparamiento, que siguen otros animales como el hamster al llenarse la boca de todo el alimento que le sea posible). El sistema capitalista se basa en tal máxima, un emprendedor, un multimillonario, no llega a un límite y quiere quedarse allí, necesita “validar” su ser deseando ilimitadamente. Esta tendencia, como la de renegar de la sombra y vernos sólo como los agentes que emergen como proceso de las zonas corticales, están acopladas a lo real bajo la mentalidad norteamericana y su capitalismo. Para sus filosofías pragmáticas, utilitaristas y funcionalistas, lo interno no importa, sólo somos en nuestro hacer, y el ser se define sólo por lo que hace. En todo caso y en la medida, y bajo su mentalidad, y de que hemos de evitar ser unos perdedores, hemos de aceptar su “religión” de crecer sin límites.

~ Acumular y acaparar más allá de lo es uno va a necesitar es un patrón de la vida ~

Ahora viene al caso traer la metáfora de la persona muy alta y la muy baja del principio.

Hegel crea un discurso oscuro y misterioso cuando habla de la dialéctica del señor y el siervo (amo y esclavo, según otras traducciones). No en vano la ciencia, y sobre todo la mentalidad americana, llama despectivamente a los filósofos como “viejos iluminados”. El marxismo llevó tales ideas a la lucha de clases; Sartre lo llevó al encuentro entre mi yo y el otro…, ha habido miles de interpretaciones, pero ¿y si lo que quería decir entre señor y siervo se refería a las dos estructuras cerebrales que yo he presentado a lo largo de los últimos escritos? (en Hegel no entre lo subcortical o instintos y ser social, sino entre alma y ente social). En frases como “al acercarse al otro, ha perdido su propio ser, ya que se encuentra como otro ser; en segundo lugar, ha subrayado ese otro, porque esta conciencia primitiva no considera al otro como esencialmente real, sino que se ve a sí mismo en el otro”, puede querer decir que todos somos iguales en las estructuras profundas (conciencia primitiva, básica diría yo). Al encontrarme con el otro pierdo su ser profundo y me encuentro con su ser social, el que aparece; en un segundo proceso mi cerebro profundo “analiza” como no real lo que aparece y ve el ser profundo, que vive allí acorralado como sombra o sirviente del yo social. La dialéctica, saber absoluto en su lenguaje (conocimiento de los universales), en este caso no se refiere a “desnudarnos” del ser externo para que se devele el profundo, sino crear un ser social que asuma y se base en las reglas profundas. El prefrontal no tiene que agacharse para ponerse a la baja estatura de lo subcortical, ni a la inversa: se tienen que encontrar a medio camino. Sale la eterna posición intermedia, o media dorada, entre los opuestos de Aristóteles. Para el religioso será ese ser espiritual, y finalmente Dios, pero para mí —como ateo— simplemente basarse en las reglas elementales de la naturaleza, como es el simple mecanismo de detectar y responder con ira a la injusticia y la desigualdad.

Iain McGilchrist acierta al decir que el hemisferio derecho, bajo mi punto de vista y siguiendo el hilo conductor de mis conclusiones, al estar conectado a las reglas del cerebro profundo en un todo que se llama y vive reglado por la cognición implícita, era el maestro del cerebro, que “confió” en su emisario el hemisferio izquierdo, en el que hablaba por medio de la palabra a los otros y que estaba signado a respetar las palabras y el lenguaje del maestro, para al final en un primer paso tergiversar su lenguaje, y para en un segundo paso hacerse pasar por el maestro. En ese juego evolutivo al final el maestro se convirtió en el siervo del nuevo maestro y amo que era la razón y la palabra. Ahora estamos viviendo en ese momento. Mi propuesta es que hay que volver las cosas a su sitio: la razón tiene que perder legitimidad y entregársela a la cognición implícita. La ciencia no da la felicidad, y una pastilla para tal uso sólo es un artificio, la felicidad está en algo más profundo y básico, que ya no sabemos dejarle hablar. La sociedad humana tiene que centrarse en buscar la posición media para todos los países, para todos los humanos, y no que los países del primer mundo traten de crecer sin límites, esperando que los países en vías de desarrollo les alcancen. En un mundo de recursos limitados eso nunca ocurrirá. Lo mismo a nivel individual, tener tres viviendas frente a ninguna, dos trabajos frente a ninguno, cobrar sueldos abismales frente a nada..., no debería de ocurrir

Cuadrar las ideas de la moral de amo y esclavo de Nietzsche me resulta más complicado. Puede que sólo dijera que lo correcto era no ser “sumiso” ante el “señor”, y que una vez que todos nos asumiésemos como “señores”, no admitiríamos los desequilibrios sociales. Llegaríamos a ese estado donde el ser profundo y “natural” hablase frente al servilista y conformista del ser social, de las zonas corticales.

Quizás estemos llegando a un final del camino donde el “adicto” al consumo y la mentalidad capitalista (anglosajona) se hayan topado con la “verdad” de que su “adicción” no tiene sentido, y que como tal siempre querrá más y eso no implica ser feliz (misma conclusión que el libro "un mundo feliz" de Aldous Huxley). En esa dirección el siguiente paso habría de ser “desnudarnos” de nuestra identidad narrativa, para dejar hablar al ser profundo, para el cual lo importante no es el ente social y su crecimiento exponencial de lo social, sino sus reglas básicas de conformidad con el medio, y en donde la otredad, la individualidad, es la base de lo humano. La espiritualidad (nacen nuevas religiones y se vuelve a las “paganas” o antiguas), lo inmaterial, frente a la productividad y la posesión de objetos. Si lo que somos ahora es lo que significa ser humanos, tenemos que dejar de ser humanos.

—¡Oh, que bonito, casi me haces llorar!

—¡Calla maldito, no seas cínico, estoy hablando a tu favor, soy tu emisario!


Para las feministas… Aplicar las cuatro preguntas de Tinbergen a porqué se sincronizan los ciclos ovulatorios, o porqué si en todo el reino animal el porte bello (display) lo lleva el macho, en el humano lo lleva la mujer. Aplicarlo a todo lo imaginable sobre los dimorfismos sexuales, como lo rasgos más aniñados de las mujeres (neotenia).
El título con respecto a la fotografía que sale debajo, pareciera que las cuatro preguntas son de las nalgas de las mujeres. Si “ellas” hablasen e hiciesen las cuatro preguntas de Tinbergen sería con respecto a: “¿por qué nos miran los hombres?”



“Paradoja de la provocación”, pues lo provocativo es la frase en tal contexto (creo que sobra decir quién es la de la foto).

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