La Desmitificación del Sujeto/Objeto
❝Ningún hombre pisa dos veces el mismo río.❞ Heráclito
❝Por el momento, uno está haciendo esto o aquello … todavía no es lo que realmente se quiere, y siempre existe la fantasía de que en algún momento en el futuro sucederá lo real … La única cosa temida por ese tipo de hombre debe estar sujeto a cualquier cosa.❞ Von Franz
❝Nadie puede juzgar con seguridad sobre su propia cordura.❞ Tolkien
❝La libertad se entiende como la relación ontológica de ‘negatividad’, lo incompleto del ser humano, su ‘falta’ constitutiva.❞ Kojève parafraseando a Heidegger
❝Usted no es yo, nadie en el mundo es yo…, ni siquiera yo soy yo.❞ en la serie Colombo
❝Una mañana le disparé a un elefante en pijama. No sé cómo se puso el pijama.❞ Groucho Marx
Uno de mis primeros términos, que creé para tratar de explicar la situación actual, fue el de multi-signo, el cual he ido abandonando. De fondo tal concepto trata sobre la legitimidad del Ser y su unidad. Para Nietzsche necesitamos nombrar las cosas, porque en tal proceso le damos legitimidad. Esta lucha entre el ser y el no-ser en la actualidad está protagonizada por los deconstructivistas, para los cuales el lenguaje es sólo una estructura formalizadora, donde en realidad no existe el sujeto/objeto. En su versión más antigua es la lucha entre Parménides y Heráclito, sobre si existía la realidad y el ser, o todo era devenir. ¿A qué llamamos conocimiento, saber o verdad, si aún no hemos sabido dar respuesta a tal dilema?
Este escrito no trata de dar una respuesta, tan sólo trata de mostrar un porqué ontológico y evolutivo a dicha cuestión.
Para posicionarse de forma correcta en un espacio tridimensional, como se da en la vida, como es por ejemplo en un valle, hace falta más de un referente, pero este por sí solo no basta. Si sólo tengo el referente de una montaña a la izquierda, el tratar de hacer que siempre esté a mi izquierda, dará como resultado que dé vueltas a la montaña. Sale a la luz que hace falta un segundo referente. Hoy sabemos que para triangular una posición hace falta por lo menos dos puntos de referencia o de triangulación (dos antenas en telefonía móvil para localizar a una persona).
Doy un salto argumentativo necesario para llegar a las conclusiones. Un recién nacido “funciona” con la tara de un solo referente. Su “montaña” es su cuidador, normalmente la madre. No se sabe “triangular” en la vida y dicha tara es la que construye o estructura su cerebro (lo opuesto de la teoría de la integridad del ego de Erikson). La juventud, de esta manera, es un periodo en el cual ha de cambiar esta “estructura inválida”, por una más “real”. Esto lleva a la pérdida de identidad, y a que la ira sea su manera más rápida y expeditiva para hacer ver al resto su “descolocación”. Es un “estoy confuso, perdido y eso me hace peligroso, ¡precaución!”. Hay que recordar que la juventud es la edad con más probabilidades de caer en la esquizofrenia.
¿Qué estructura es común a los dos párrafos? Se dan tres puntos: (1) uno mismo; y (2) los puntos de referencia, que posicionan el punto 1 hacia (3) un destino. Un reflejo es un objeto reflejado en un medio. De nuevo tres puntos. Lo referencial es el objeto, la referencia es el reflejo y el signo (un juego de signos) es el medio. Una bicicleta (referencial) es reflejada (referencia) en un medio (en un cristal de la ventana). Uno mismo es el referencial, el destino de un camino es la referencia, y un segundo hito en el camino, y el propio camino, son los signos. Pero, cuál es la referencia y el referencial en el Ser, en concreto en el humano. Entramos en el lenguaje del ser y su hacer. Para Heráclito el referencial es el hacer, y la referencia no existe más que como aquello que es triangulado, por el signo y lo referencial. En la oración “Pedro come bellotas”, no sabemos nada del ser, de Pedro, sólo tenemos el signo o nombre de Pedro y lo que hace. Fijarse que en lingüística Pedro es el sujeto de la oración. Por qué sujeto, si igualmente existe el verbo sujetar. ¿Una oración sujeta al ser, lo determina, cuando en realidad no hay tal ser? No sabemos qué es Pedro, pero tanto su nombre como la acción que lleva a cabo lo sujeta a qué es aquello que hace un solo ente concreto. Individualidad proviene de indivisible, pero ¿realmente es así?
Para Sartre la negatividad es parte constituyente del ser, pues durante toda acción se prefija sólo un destino posible que puede “mudarse” a ser otro. En otros lenguajes, ese proceso es su devenir o impermanencia. Si tenemos una cuenca seca, en donde en algunos lados tiene la potencialidad de ir en distintas direcciones, no sabemos cómo es el río hasta que se inunde tal cuenca con agua. En todo momento la conciencia es una cuenca vacía, sin dirección final, que sólo la acción finalizada “sentenciará” a un recorrido. Pero dada esas multiposibilidades de ser, entonces sólo nos es permitido hablar no de un ser, si no de su negación, de su no-ser.
Volviendo al adolescente, es como una cuenca a la que se le restase el agua, su referencial, con lo que se nos presenta como sin ser (o no-ser). Si he hecho uso del concepto de niño-madre y adolescente, es para hacer ver la original tragedia de la conciencia cuando esta nació. Su advenimiento tenía la tara del no-ser. Las zonas subcorticales del cerebro, lo que tienen en común todos los animales, es que no hay distancia entre el referente y la referencia. La realidad está “inundada de agua” desde el principio a través de los instintos. Los instintos “saben” de “una” realidad que es la que le sirve para sobrevivir. La realidad está inundada de ser, donde no hay distancia entre realidad y verdad. Cada ojo, cada sentido, de cada animal, está adaptado para “ver” el ser que ese animal necesita ver, las realidades que necesita “ver” para sobrevivir y procrear. Esta manera de ver el mundo, con tal densidad de ser, es a lo que se puede reducir qué es un mito o relato. Cuando el humano de repente “vio” la impermanencia, el devenir, eso le creó angustia existencial, un proceso por el cual pasa todo adolescente…, a tal edad revivimos la angustia existencial de la impermanencia, de la falta de ser, de que todo es devenir, de que no hay río. Tanto en el pasado humano, como en el proceso de madurar del adolescente, la conciencia hace un contrato interno, un apaño, un autoengaño, por el cual tiene que negar la negatividad o no-ser del mundo, a través de crearse una identidad, de contarse un relato de sí mismo. En tal proceso de “maduración” se crea la personalidad, el concepto del yo y la identidad narrativa. El cerebro tiene que aceptarse y verse como un río, pues tal capacidad es una meta en sí misma. Crearse una identidad, así, en la vida, en lo humano, es a lo que llamamos “madurar”.
Por el contrario el realista depresivo, el preconciente, nunca termina de firmar tal contrato consigo mismo. Su existencia, su ser, se queda en un eterno estado de suspensión, donde no es capaz de prefijarse con una identidad fija (concepto de puer aeternus de Jung, o con síndrome de Peter Pan, de forma más reducida y desde el construccionismo racional). Bajo otro punto de vista: casi todo preconciente ha pasado por un problema de apego. Por tal concepto se entiende la ligazón emocional de protección que hace el hijo con su madre, hay que recordarse que la madre es el referencial del cerebro de todo niño, su mito, su eje. Sin llegarlo a crear, tales tipos de personas no pueden tener la capacidad de sustituirlo por otro: él mismo; quedando de por vida en la impermanencia, en el no-ser. De esta conclusión se siguen el resto: pasan por lo que a los ojos de los demás son sus trastornos (de identidad, de personalidad, afectivos, del ánimo), cuando en realidad lo que tal proceso indica es la “verdadera” naturaleza de la conciencia, que es no-ser.
Un “defecto” de tales personas es que su cerebro aún busca al mito, a aquella que ha de hacer de madre, para en un siguiente proceso pasar por el proceso de divorcio y creación de un yo (reconozco lo sesgado de mi discurso sobre el sexo..., para las niñas el referente puede ser el padre, lo que de nuevo nos llevaría a un patrón en el ADN: identificarse a lo opuesto, quizás como primera y original búsqueda de lo autopoiético: el ser asexuado o con los dos sexos a la vez). Situación que puede que nunca ocurra. Las mujeres, a nivel subcortical, de instintos, están preparadas para “detectar” en qué situación se encuentra las otras personas, si son preconcientes “buscando” instintivamente a la madre, o si son personas que se han creado una identidad narrativa madura (hay que recordar que la píldora parece estar "bloqueando" parte de esos instintos). En ese caso, y si puede en ellas el instinto maternal, “adoptarán” mentalmente a esa persona, pero si lo que buscan es seguridad, rechazarán a ese tipo de personas y buscarán sólo las que tengan la identidad narrativa bien formada.
No estoy tratando de dar valores a estos procesos. Se puede pensar, así está asumido en sociedad, que lo “correcto” es madurar y “prefijarse” en una identidad, pero a nivel ontológico, de verdad transfenomenal, la impermanencia es la manera “correcta” de analizar la realidad. Un punto intermedio sería pensar que lo que hay que buscar es un ser que acepte su impermanencia y que no caiga en el defecto de buscar a su madre ausente, la madre que nunca tuvo. El niño al que llama Nietzsche, después de la fase de camello (niño/madre, o búsqueda de lo paterno, del cuidado) y león (identidad narrativa, madurez), es ese tipo de humano. No vuelve al estado infantil (camello) de mentalidad dependiente, sólo toma de ese proceso su impermanencia. Vuelvo a esto más abajo, pues hay ciertos aspectos de Nietzsche que parecen contradictorios.
Lo primero que salta a la vista es que por mucho que se empeñe el feminismo, sí hay una esencia femenina y masculina. Ese doble papel de aceptar al hijo y de rechazar al hombre/niño (camello) es propio de la mujer. Afectuosa y “cabrona” a la vez (sin darle valor a dicha palabra, sólo trato de hacerme entender), comprendiendo de la misma manera que mantener el papel de madre hacia todos tampoco es lo correcto. El macho no tiene ese doble cariz, no sé cómo es, si más noble o peor, que haga el análisis una mujer sin perjuicios, pues lo hará desde fuera. Lo que pudiera decir puede que pecase de poco objetivo. Con estos datos a tener en cuenta sugiero a mis lectores que relean el escrito “el hombre que hablaba con las nueces“. La cuestión de fondo es que la mujer está tratando de analizar a Ñau con respecto a si es el niño Nietzscheano o el niño/camello. A la vez este personaje puede ser el segundo y quizás está queriendo camuflar el niño/camello, mientras que a la vez trata de detectar si Aíla es la madre protectora o la mujer madura. Este análisis es válido para todo encuentro entre un hombre y una mujer durante los coqueteos (tanteos). Hay que tener en cuenta que no hay resultados válidos frente a otros inválidos, puede que cada uno busque cierto equilibrio/desequilibrio del otro que “encaje” a su propia percepción y ser. O sea, que una mujer maternal busque al doble niño (camello/Nietzscheano) porque “necesita” proyectarse de esa manera en el mundo. Puede que mi siguiente escrito de ese relato, sea el tratar de perfilar si Ñau es un niño/camello o un niño Nietzscheano, o puede que mantenga tal cuestión en vilo.
Lo dicho hasta ahora hay que llevarlo a nivel epistemológico. Las palabras no “apuntan” a su referente de forma exacta. Cuánto hay de válido al formular una hipótesis que pueda crear una palabra o un concepto. Como siempre me refiero a las ideas generalistas y la condición humana, no a la de los números y los hechos. Una piedra es una piedra, sí, pero ¿la palabra amor encaja con la realidad que es por un lado la combinación química dentro de un cuerpo, y por otro lado la concepción que tiene de tal concepto una cultura dada? ¿El amor es la suma de todo sus conceptos posibles?, al parecer no, pues hoy se desecha aquello de “quien te ama te hará llorar”. De esta manera de nuevo nos encontramos con el no-ser, con la impermanencia y el devenir de las palabras. Ha que no hay río, que este sólo es su fluir en el tiempo.
Estoy en una época de escasez de energía y trato de ser breve, lo que no sé es si consigo claridad. Vuelvo al tema de Nietzsche y el relato. El niño Nietzscheano es aquel que ha aceptado los mitos como reales, que no los cuestiona, que tiene como base —en mi lenguaje— la forma que tiene el cerebro profundo de analizar la realidad. Tales patrones o arquetipos no hablan de la realidad a secas, sino humanizada, emocional e instintiva. Un perro, incluso en su edad más adulta, ama jugar: mantiene ese espíritu de niño eterno, y en donde, por lo demás, lo referente y la referencia no han creado un divorcio (el perro busca y ama a los niños nietzscheanos como sus iguales, a los cuales sabe reconocer, el frío acero de los terminator, seres puramente racionales, son su contrario). Si viniera hoy diría a “Eva” que dejase de usar la razón, pues en su obrar y sentir no es tal como ella se quiere perfilar. Diría quizás… “la mujer rechaza como mujer lo que ella misma ha creado como madre, sólo es otro crudo, absurdo y cruel resultado del devenir”. Siempre será madre/cabrona por igual y el hombre al aceptar ese relato asumirá que así es la vida y “representará” su propio papel en tal relato. Se me puede decir que si acepto los arquetipos, acepto que hay ciertas verdades y por lo tanto ser. No. Acepto que el relato cambia no por la razón, sino porque esa es la estructura de la propia vida, pues su base es la adaptación. Si el humano llega a provocar un cambio climático, una de las plantas que mejor sobrevivirán, serán los bambús, y el adaptado será el oso panda y el humano el inadaptado. El relato cambia dependiendo de quién lo cuente, la verdad del relato del oso panda, o la del hombre sobre la mujer o la inversa, no son mejores o más adaptados a la verdad, sino a una verdad que fluye, que cambia, que tiene como base la negación del ser.
Un análisis somero del momento actual es que al matar al mito, tanto de lo femenino como de lo masculino, la falta de identidad sea uno de los trastornos clave para entender a las personas. Recordemos que hacerse adulto es buscar un referente, el cerebro siempre ha recurrido a lo instintivo, que son patrones fijos, y en un segundo proceso se “agarra” a los arquetipos —que dichos patrones originales ha creado en la sociedad—, pero al renegar de uno y de otro… ¿qué queda?, a qué se sujeta el sujeto (cacofonía necesaria para hacer ver el doble significado de las palabras). Por otro lado la casi ausencia de la madre durante la infancia, o del papel del padre “tradicional”, dan como resultados problemas en el apego que se manifestarán siendo adulto, tal como he querido explicar en el escrito. ¿Resultado?, la aparatosa y complicada situación actual, donde ya nada está en su sitio y cada vez hay más hombres y mujeres camello, que además se verá multiplicado por el conflicto social, donde cada vez se necesita al león Nietzscheano y este parece haber desaparecido o estar en vías de extinción.
La imagen que mejor ilustra todo esto es la de alguien que no sabe nadar y se ahoga, y que busca una sola persona (referente) para mantenerse a flote, cuando el segundo a la vez tampoco sabe nadar, y sólo trata de evitar que nadie se le agarre al cuello. Un solo referente en el valle nos hace dar vueltas sin sentido (identidad personal, yo... narcisismo). Los mitos, los relatos, los arquetipos, son el segundo referente, la boya en el agua, que evitaba que todos nos ahogásemos.
Lo demás es sólo ruido e interferencia cognitiva, amén.
(Esto último y la frase de Groucho son sólo tonterías del niño que llevo dentro, no todo tiene que ser serio.)
(((Razón+posmodernidad=feminismo)=muerte del relato)=pérdida de identidad)=nihilismo o trastorno mental
Comentarios