El Amor en los Sistemas Complejos
❝No hay retorno a la conciencia tras el desvarío del amor tempestuoso.❞ Héroes del silencio
❝(en la actualidad) el camino es digital, pero amar sigue siendo analógico.❞ Hugo Achmale
❝Tenga en cuenta que todo lo que existe ya se está deshilachando y en transición, sujeto a fragmentación y pudrición.❞ Marco Aurelio
❝La mentalidad sí es una invención de nuestros días.❞ Robert Redeker
❝Cuando el ánimo está en suspenso, un ligero impulso le hace inclinarse a un lado o a otro.❞ Terencio
❝Cuando te encuentres en un hoyo deja de cavar.❞ Dicho popular
Hombre y mujer se acoplan con el principio de la resonancia no-lineal. Qué se quiere decir con esta jerga, ¿es una impostura intelectual?, es una pretensión de tratar de defender una hipótesis bajo las teorías científicas, o sólo una metáfora.
El cómo uso yo el concepto de autopoiesis, entre los sexos, provino de la idea a que puesto que la evolución “trabaja” con unos ladrillos básicos, que yo llamo o los reduzco a conceptos, la evolución parte de la base de la asexualidad, en donde en tal estado un ser vivo estaba más cerca de ser autopoiético. En su reducción, autopoiesis se refiere a la capacidad de un sistema de no depender del medio, de volverse autosuficiente, reciclando sus propios productos en la dirección de ser más eficaz y ahorrar tiempo y energía. La vida se puede definir como la capacidad de la materia con la “intención” de escapar de la entropía, del segundo principio de la termodinámica. Unas moléculas de gas helio, contenidas en un globo, al pinchase, se esparcirán por la habitación de manera uniforme, teniendo en cuenta a la vez su peso con respecto al resto de gases, pero no volverá a ocupar el mismo espacio reducido y casi esférico de donde estuviera el globo. Si un jarrón de cristal se cae de una mesa al duro suelo, este se hará añicos. La dirección del tiempo y las reglas de la materia nos dice que no volverán a juntarse para de nuevo formar el jarrón. Y ahí se tiene que si a una salamandra se le corta una pata, esta la vuelve a “crear” a partir de volver a reunir la materia necesaria (aunque no la misma, claro). Para el caso es como volver a juntar las piezas del jarrón para volver a formarlo. Esta doble pretensión de la vida, en la dirección de “controlar” la entropía y tender hacia lo autopoiético, es más imposible cuanto más complejo sea un ser vivo. Dentro de dichas complejidades se encuentra el sexo. En la medida que un ser vivo dependa de otro sexo para reproducirse, es menos autopoiético que uno que sea asexual.
Teniendo en cuenta lo dicho, en cierta forma tenía razón Platón al decir que los sexos somos un alma (“intención” autopoiética) dividida en dos, que están condenados a buscarse para volver a formar la unidad de la que partió. Hay ciertas reglas evolutivas, como la de la especiación o el efecto Baldwin, que hacen que todo animal busque lo igual. Ambos términos es a lo que yo llamo conceptos, pues son reglas con las que “trabaja” la evolución y están tanto en el ADN, como en cada animal individual y dentro de sus comportamientos. La teoría de la especiación dice que las especies se mantienen más estables en el tiempo de lo que se esperaría, dado los cambios climáticos o de las zonas (ecosistemas) a los que se ven sometidas las especies, que implicarían sucesivas adaptaciones y cambios, hasta llegar a ser varias especies, en donde las distintas ramas ya no se podrían cruzar entre sí. Un caso de estos es el homo sapiens y el neandertal, provienen de la misma rama, ambos tenemos un mismo ancestro, el homo heidelbergensis, y evolucionaron por separado cerca de quinientos mil años, pero al volverse a juntar, aunque anatómicamente fueran bastante diferentes, se volvieron a cruzar. Se “detectaron” como de la misma especie. Un caso “extraño” es el del perro, nada más distinto que un san bernardo y un pequinés, o un gran danés y un salchicha, pero se reconocen como “iguales”. Por otro lado el efecto Baldwin postula que dentro de una misma especie, y ya a nivel de comportamientos o del aspecto externo, tratan de buscar lo igual a sí mismos. Esto se entiende mejor por su opuesto, que es la koinofilia, regla por la cual la especie rechazará o tratará de no copular con todo individuo que tengan unas características externas demasiado extrañas, como así sucede con el albinismo. Tanto en las distintas especies, como en el humano, y sobre todo en áfrica, se suele rechazar al albino. Otro caso humano han sido los zurdos.
Aquí se empiezan a complicar las cosas, en la vida a mayor complejidad, más alejado se está de tratar de mantener las reglas básicas (ladrillos elementales, conceptos) intactas, pues las distintas variables que entran en juego “enturbian” tales principios, se va de una lógica clásica a una lógica difusa, pasan de ser reglas a ser principios. A lo que por lo general se llama comportamiento, y llegado a cierto grado de complejidad, se le puede llamar cultura. Fijarse que la regla biológica es la koinofilia, pero en el humano, en el caso de los zurdos, se llevó a temas religiosos y míticos como el camino de la derecha y la izquierda, donde el primero era el correcto o recto y el segundo era un desvío…, en el caso del catolicismo, hacia lo (in)correcto o el mal. Hasta el siglo diecinueve se trataba de hacer diestro a todo zurdo…, o heterosexual a todo homosexual (aún hoy), aplicando la misma regla a otro ámbito. Esto lo saco a colación por el hecho de hacer ver que todo comportamiento humano actual, obedece en primer lugar a alguna regla evolutiva, o de la especie. ¿Cuántas palabras puede tener un idioma?, infinitas, pero todas se basan (por lo general) a cinco vocales, en donde las consonantes, como su propio nombre indica, consuenan junto a esas cinco vocales. Eso crea un primer número, el de total de consonantes en un idioma, multiplicadas por cinco, que da un total de X fonemas (abecedario), a los que hay que sumar aquellos en los que consuenan una vocal con una consonante inicial y otra al final. A mí siempre me ha parecido, por lo menos en el castellano, que la consonante al final es algo caprichosa, pues adaptación, adattación o adactación, se hacen inapreciables a nivel común y me imagino que para la cognición implícita es hacer un fonema que sería cercano a ada(ch)tación, pero me imagino que sólo es la apreciación errada en alguien que no es un lego en la materia. Es posible que ciertas reglas de la formación de las palabras sólo obedezcan a la “estética”, pues adattación no es demasiado estético, y puede parecer un error tipográfico. En otro caso b y v (lo mismo para z y c, suaves, con respecto a k) no lo saben pronunciar o diferenciar la mayoría de las personas. Puede que esta dificultad de captar tales sutilezas provengan a que ciertas personas heredan el gen FoxP2 más propio de los neandertales, a los que se le supone una mayor dificultad anatómica para crear ciertos fonemas y por ello de captarlos…, de nuevo un posible origen genético y en el tiempo.
El principio Baldwin, aplicado a lo humano, “predice” que todo humano busque o se sienta más equilibrado, (armonizado) dentro de los que son sus iguales a nivel de cultura. Un cristiano se sentirá más en armonía con otros cristianos; un católico con otro católico que con respecto a un protestante, etcétera. Después se llega a la sutileza que un protestante se sienta más cerca de un católico que de un musulmán. Por lo general cuanta más edad se tiene, más se tienden a reunir los hombres con los hombres y las mujeres con las mujeres. Si es de otra manera durante la juventud es porque, de nuevo, obedece a otra regla, no por lo que trate de racionalizar cada persona o cierta ideología de género. Lo mismo para las edades o cualquier otra diferencia, los niños buscan a los de su edad, incluso casi siendo bebés, luego no es algo aprendido. Otro caso, que he puesto como ejemplo en otros escritos, que se vuelve paradigma, es el de las personas sordas. La serie “this close” (atención al título con respecto a cercano, “me cierra”, y me completa, a nivel contextual) nos hace ver las dificultades con las que se encuentran estos humanos, donde sus dos protagonistas, Kate y Michael, se buscan de forma constante, pues les une (armoniza) su ausencia de oír y del lenguaje hablado, creando celos y recelos a sus parejas oyentes, aun siendo Michel homosexual, lo cual en potencia lo descartaría como posible pareja de Kate. En otro ejemplo, en las grandes ciudades se crean comunidades de personas provenientes de un mismo país, cultura o religión, puesto que armonizan más entre ellos. No estoy pretendiendo decir que cada “ente” tenga que ocupar su lugar y no salir de él. Sólo hago ver dos cosas: que este comportamiento tiene un origen evolutivo, y que antes que el racismo —rechazo a lo otro— existe la búsqueda de lo igual, del que no escapan tampoco aquellos colectivos que puedan ser víctimas de tal racismo, la alteridad o la otredad. A nivel filosófico (ontológico), si el ser se afirma por lo que niega, si el núcleo del ser es la negación, pues la conciencia es libertad enclavada dentro de un estado situado, un aquí y ahora, al negar aquello que no “quiero” hacer, o no está dentro de las posibilidades de mi ser, entonces me afirmo negando lo otro. En un ejemplo sencillo, si se crean dos grupos de humanos, y uno de ellos es de asesinos y el otro de no-asesinos, ¿no está claro que al negar ponerme al lado de los asesinos es como defino mi identidad?, puede que después no tenga nada que ver con las otras personas del grupo en el que me he colocado, pero la primera negación es la parte esencial que me define en tal situación. Esto lo hacemos una y otra vez en la vida a nivel implícito e inconsciente, con lo que en la cognición implícita se crea un mapa interno de uno mismo, con respecto a su entorno o sociedad, ajeno a lo que uno mismo racionalice o analice sobre sí mismo.

Lo que sale a colación en el escrito anterior es algo que en sociología se denomina polarización grupal, que a la vez tiene que ver con el modelo del grupo interno y la homogeneidad del grupo externo (cuanto más homogéneo parezca, más fuerza hay que hacer contra él), donde entran en juego dinámicas del grupo, esto es, dinámicas que fluyen dentro de este sistema, independientemente de las individuales (leer sobre estructura y agencia). Lo podría simplificar a la imagen de dejar caer una hoja en un río, la hoja “dejará de serlo” para convertirse en el propio fluir del agua. De nuevo todo se remonta a reglas de la vida. Los animales sociales tienden a buscar el permanecer y pertenecer a un grupo. El humano no es ajeno a tales reglas (excepto los rebeldes, por cierto, no hay una entrada en la Wikipedia sobre el rebelde: se trata de controlar el relato, pues como mucho asocian al rebelde con el outsider —igualmente sin entrada—, que a la vez está asociado con el delincuente; otro tanto ha ocurrido con el nómada que vagaba, vagar, que se ha derivado a vagabundo y vago… ¡hay que controlar el relato, controlando las palabras, el idioma!, no es de desear ni el vagar ni la rebeldía, luego ni se menciona). Vuelvo al tema. Una “constante” en el concurso “gran hermano” es que obligaban a todo individuo a que se posicionase dentro de una discusión, tema o grupo ya formado. Es más, por lo general la audiencia echaba a la calle a los que no se trataban de posicionar, se le suele llamar tibios y se duda de ellos. Otro tanto ocurre hoy en día con la máscara del coronavirus. Yo no quiero llevar la máscara, no hago vida social y no voy a crear la cercanía necesaria como para hacer caer en peligro a nadie, pero tengo que estar al tanto de si la lleva o no con aquel que me cruce, que lo “designará” dentro de “mi grupo” o del “otro grupo”. Ante la duda me la pongo al cruzarme con alguien, porque la regla “impuesta” es que hay que llevarla, independientemente de lo que uno crea y al grupo al que crea “pertenecer”. Pues bien, la polarización grupal lo que dice es que cada vez se harán más extremos dos grupos, pues cada límite de cada grupo tirará hacia su propio extremo. Como si para el caso en la última posición, en una competición de tirar de la cuerda, se colocara una nueva persona muy fuerte, lo cual balanceará hacia esa fuerza extrema al resto del grupo más débil de su propio grupo.

Fijarse que dentro de los sistemas existen dos tendencias opuestas. La homeostasis es la función “preferida” de los sistemas para mantener un equilibrio. La especiación se ha de basar en dicha función a un equilibrio, a un atractor que atraiga sobre sí dos estados contrarios. La vida se basa en osciladores que regulan el estado equilibrado y sus dos contrarios. Sin embargo la polarización de grupo es lo contrario a esta función, pues lleva cada vez más a sus límites a un sistema. Si es así… ¿en qué posición se encuentra el efecto Baldwin?, en un principio obedece a la regla de la especiación, pero en el humano rompe con la regla o función que la sustenta para tender a la rotura del equilibrio. Tal “acción” es la implícita en la bipartición (fisión) celular, que ha de suponerse que es la más antigua forma de reproducción. En tal acto algo que era unidad se vuelve dual, dos identidades. De esta manera es como se ha dividido de la historia un grupo en dos, un país en dos o una sola religión en dos (cismas). Ingleses y estadounidenses tienen varias cosas en común, pero ahora son dos identidades diferenciadas.
—Te estás alargando. El lector ya debe de haber olvidado, o estar en suspenso, buscando el porqué de tu premisa inicial.
—Ya me imagino, cuanto más explique más encajará todo. Hay que tener paciencia.
En los osciladores, en los sistemas duales, entra en juego lo que se llama la relación de amortiguación, por el cual un oscilador ha de “controlar” cuánto va a uno de sus dos extremos como para mantener su ritmo y equilibrio. En el cerebro hay un equilibrio, con osciladores (neuronales) y amortiguadores, a nivel de neurotransmisores, neuropéptidos y hormonas, para hacer que el sistema no “caiga”, para que no esté excesivamente deprimido o excitado como para dejar de operar bien. En este sentido tiene cierta lógica la expresión de desequilibrio mental, si bien hay que tener en cuenta que ciertos llamados trastornos, son un equilibrio “individualizado” —interno y en lo social— dentro de dichos desequilibrios. Todo el cuerpo opera con reglas homeostáticas, donde varios sistemas crean su propio equilibrio. En ese caso, si uno de esos dos sistemas “cae”, el otro será susceptible de desequilibrarse de igual forma. Los amortiguadores de un vehículo van a la par, si uno de ellos se flexiona demasiado con respecto al resto (por ser viejo, de otra marca o especificaciones), hará que el vehículo se desequilibre en exceso hacia ese lado, pudiendo llegar a volcar. No es muy distinto en el cerebro, un exceso o falta de un neuromodulador (atención del uso de modulador), desequilibrará todo el sistema. Tal desequilibrio, sobre todo de la dopamina, es la base de toda adicción. El neurocientífico Egas Moniz descubrió que mientras un cerebro “sano” sigue patrones rítmicos bien definidos, las personas con fuertes trastornos neurológicos (o incluso psicológicos) sólo producen ruidos. Sus cerebros se han desincronizado y se han vuelto incapaces de operar en ondas rítmicas.
Salé así, entonces, el preguntarse el por qué el humano tiende tanto a los puntos de rotura de los sistemas, porque no es más tendente al equilibrio o su búsqueda…, por qué es tan dual o bipolar. ¿Es “natural” o un proceso más alto —que no mejor— de la complejidad de los sistemas? Bajo mi punto de vista, lo propio de la vida, de la evolución, del ADN y las partes más antiguas del cerebro, de la cognición implícita, de esa ecología cerebral que espera un escrito, es la tendencia a la unidad, al equilibrio, y el efecto Baldwin aplicado a lo cultural humano es debido a la razón. Las “palabras”, el signo, el lenguaje, tienen la capacidad de crear puntos de rotura. Son los forzudos que se ponen en los extremos de las cuerdas. Así nos encontramos que mientras que la rebeldía es un proceso natural, al asociarlo a outsider (lo mismo con vagar y vagabundear), queda englobado fuera de lo natural, para ser engrosado dentro de una dualidad creada por el hombre, entre lo que es el bien y en mal, y ser cívico o incívico (construccionismo social). Podría redundar en esta dirección y quizás sea necesario un siguiente escrito, pero voy a ir a la frase que da inicio las presentes diatribas.
“En física, la resonancia describe el fenómeno del aumento de la amplitud que ocurre cuando la frecuencia de una fuerza aplicada periódicamente es igual o cercana a una frecuencia natural del sistema en el que actúa. Cuando se aplica una fuerza oscilante a una frecuencia resonante de un sistema dinámico, el sistema oscilará a una amplitud más alta que cuando se aplica la misma fuerza a otras frecuencias no resonantes.” A nivel de osciladores, los cuales llevan un ritmo y tienen una cadencia, como así son las ondas cerebrales, la resonancia se produce cuando, por un proceso interno o externo, el estado más bajo o más alto puede ir más allá de su punto de rotura, y por ello perder su equilibrio. O dicho de otra forma, en la retroalimentación positiva un sistema, por medio de acoplados, o de resonancias, puede soportar una presión, resistencia o fuerza mayor de la que tiene por defecto. La risa, la risotada, se puede analizar bajo tales parámetros. El sistema se retroalimenta a un estado alto de excitación sin que por ello el equilibrio del sistema se rompa. De la risa no se llega a la ansiedad, desde el miedo sí, pero tanto un estado como otro son dos estados de sobrexcitación del sistema. Por la capacidad de los “amortiguadores” del sistema cerebral, desde el estado ansioso se cae en el de deprimido, pues el amortiguador operará con una mayor resistencia al llegar al límite alto, lo que hace que opere con la misma fuerza para plegarse, pero desde la risa no se va a su contrapuesto: la tristeza (aunque hay que tener en cuenta el concepto de payaso triste (a los que yo coloqué entre los preconcientes antes de conocer este concepto), ejemplificado en Batman en el personaje del Joker”).
La teoría de la resonancia límbica nos dice que “nuestra química cerebral y nuestros sistemas nerviosos se ven afectados de manera considerable por las personas más cercanas a nosotros; que nuestros sistemas se sincronizan entre sí de una manera que tiene profundas implicaciones para la personalidad y la salud emocional permanente (regulación límbica); y que estos patrones establecidos pueden modificarse mediante la práctica terapéutica (revisión límbica).” Lo que hay tras de tal idea son dos conceptos, por un lado el de resonancia, a mi ritmo o resonancia cerebral interna se suma una externa, y por otro lado el de pertenencia y el efecto Baldwin, donde ambos implican formar parte de una cultura. Prestemos atención a que los otros, lo social, hacen que nuestras propias ondas cerebrales se regulen a la media general (regulación límbica), de tal forma que el cerebro tenga una mayor probabilidad para permanecer en sus equilibrios homeostáticos, y por ello no caer en la interferencia y el ruido neural, propios de los desórdenes mentales. Hay que recalcar que es límbica, subcortical y por ello no racional o del neocórtex, que es el que crea desunión y puntos de rotura.
“En la resonancia no-lineal, el comportamiento del sistema (frecuencias y modos de resonancia) depende de la amplitud de las oscilaciones, mientras que para los sistemas lineales esto es independiente de la amplitud. Genéricamente hay que distinguir dos tipos de resonancias: lineal y no-lineal. Desde el punto de vista físico, se definen por si la fuerza externa coincide o no con la frecuencia propia del sistema (resonancia lineal y no-lineal correspondientemente)”. Creo que se enredan al explicar las cosas, o quizás al redactarlas. No sé si por miedo a caer en simplificaciones que puedan llevar a errores. El cerebro, como sistema lineal, tiene “previsto” cuáles son sus amplitudes del nivel de excitación. Cada estado emocional es parejo a un estado de excitación. La risotada abierta es un nivel 10 en lo alto de una onda senoidal y la depresión el nivel 0 en tal onda. En un sistema no-lineal su estado es independiente de la posición de la amplitud de la onda senoidal de excitación, así como de la onda de aquello que lo hace resonar. Fijarse —como una aproximación a una teoría que surge en el papel y no la he pensado mucho—, que la razón (o el prefrontal “enfrentado” a lo subcortical) parece actuar de manera no-lineal, puesto que el nivel de excitación puede ser bajo, pero uno mismo a nivel de conciencia lo asume con otra consideración. ¿Esto es “real” o es sólo un error de apreciación? O sea, es un sistema no-lineal o sólo es una compensación —amortiguador tratando de frenar el sobrepeso— que hace el cerebro para volver al estado homeostático, diciéndose a sí mismo no estar en un estado o lugar concreto en la amplitud de la onda senoidal (lo dejo estar, para que piense en ello el lector).

Voy al tema y la frase con la que comencé: hombre y mujer se acoplan con el principio de la resonancia no-lineal. La resonancia límbica se basa en el grado de empatía, de igualdad de las personas dados ciertos puntos en común. La menstruación no puede crear resonancia límbica en el hombre, una patada en los testículos tampoco la creará en la mujer. Hombre y mujer se tiene que acoplar en aquello que no les es propio de cada sexo, en las cosas externas que pueda haber en común: el mismo gusto musical, de tipo de cine, de amor a la naturaleza, etcétera, pero esto no es muy distinto con respecto al acople que pueda darse entre dos personas de muy distinta edad o de religión. Nos acoplamos —nuestras onda senoidales— a los otros por lo que nos hacen iguales, evitando aquello por lo que somos distintos. Cuando traté el tema de la limerencia, como el deseo de buscar lo igual en la pareja, al final puntualicé que no se busca exactamente lo igual, sino en tanto que como complementario. Así parece hacerlo el complejo mayor de histocompatibilidad, por el cual las hembras tratan de captar en el hombre, no una buena genética, que también, no una “versión” igual del propio sistema inmune, sino uno que sea histocompatible, que sea complementario al propio. Igual ocurre a nivel de comportamiento. Cuando una persona del otro sexo (género) se parece demasiado en el carácter y comportamientos a los de nuestros hermanos, no parece que “salte la chispa” (evitación de la endogamia, reconocimiento del parentesco). Ese precario equilibrio en la pareja “perfecta” entre lo igual y lo complementario es casi indefinible, es como si no fuera posible crear una gráfica de tal propiedad, o sea, no parece obedecer a ser reducido a un sistema lineal, siendo por ello potencialmente no-lineal. Podemos reducir el enamoramiento a reglas lineales, como así nos lo hace aparecer la ciencia bajo el complejo mayor de histocompatibilidad, pero también lo podemos tratar de explicar por lo indefinible, como un estado emergente que no puede ser explicado o ser reducido por cada uno de sus acoplados.
Hemos dicho arriba que un estado emocional “funciona” con la regla de los sistemas lineales, en tanto que cierta emoción se corresponde a un lugar en la onda senoidal, pero el amor de pareja no parece ir a la par con nada, de ninguna onda oscilatoria. La tristeza o la alegría no mitiga el amor de forma lineal, donde cierto grado corresponde a un lugar de la onda senoidal, sino como resonancia no-lineal o independiente de la amplitud del sistema (del cerebro de esa persona). Quizás como mejor se entienda es por lo poco objetivos que nos volvemos con respecto a la persona amada. Tenemos un mundo de valores, toda persona guarda un lugar dentro de ese mapa mental, menos la persona amada.
—Te has gastado mentalmente. Estás bajando la calidad del escrito y tu capacidad de cohesión.
—Es cierto. Retomo. ¿A quién no le sorprende que esa persona que lo era todo para ti de repente se vuelva nada o incluso odiosa?
—En ese caso, entonces, el odio también es no-lineal. ¿No lo es toda emoción hacia el otro, hacia la alteridad?, hacia aquello que creemos que es parte de nuestra identidad o nuestro contrario. De lo que nos afirma o nos niega en la vida.
—Puede ser. Creo que mis planteamientos se están volviendo inconsistentes a estas alturas. Es preferible dejar el escrito hasta donde he llegado hoy, y retomarlo otro día con un nuevo impulso a partir de mis errores y recapitulaciones. La razón lo enturbia todo, y puesto que arriba hemos llegado a la conclusión que el efecto Baldwin en lo humano ha ido por el “camino de la izquierda”, entonces es complicado determinar a qué nivel del cerebro se produce la no-linealidad. Mi planteamiento primero es que debía de ser a nivel subcortical, pero ahora estoy confuso. Quizás lo hubiera resuelto en el escrito y según fuera escribiendo, pero me he agotado y ya no tengo capacidad cohesiva. Es posible que la respuesta ya esté en el escrito y no sea capaz de verla. Es quizás un problema de vectores no euclidianos, de la aparente no coherencia de la dirección de apunte con la dirección de destino. Un error de base es no haber diferenciado entre amor y enamoramiento, puesto que el amor puede que sí sea lineal, basado en reglas homeostáticas, mientras que en el enamoramiento no es así. Cuestión aparte es defender o no si el amor de pareja ha de basarse en mantener el enamoramiento de por vida. Según nos dice la ciencia, el enamoramiento no es una emoción, ni un sentimiento, y es más parejo a un estado psicótico —en este caso una psicosis compartida (folie à deux, locura a dos)— y por lo tanto un tipo de rotura de los ciclos neuronales y por ello fuera de lo lineal. Una “prueba” de ello es que la rotura con la pareja o su desprecio —durante el enamoramiento— es una de las fuentes más probables para el suicidio. “Esplendor en la hierba” o Romeo y Julieta son dos historias icónicas sobre dicho tema.
Quepa apuntar que el primer feminismo, el feminismo de los derechos, buscó equilibrar la balanza humana, pero por el principio de la polarización y no saber parar sus reflexiones a tiempo, están desequilibrando el sistema a partir de controlar el relato bajo sus propios términos, en muchos casos ajenos a lo que diga la ciencia. Negar los sexos es como negar las vocales (límites físicos y estructurales del aparato fonador), como el pilar del lenguaje. Bajo los mismos postulados, personas como yo hemos tendido a sumarnos al otro lado de la cuerda, para tratar de equilibrar las fuerzas. Con todo no dejo de caer en la polarización grupal. Una vez que se desestabiliza un sistema, los “amortiguadores” tirando hacia lo opuesto, por muy justos que se “crean”, puede que se excedan en sus fuerzas.
Hoy ya no hay amor, si no pornomigraña. Lo demás es sólo ruido e interferencia cognitiva, amén.
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