Lo que Es y lo que (a)Parece – Los Trastornos Mentales II


  
 Decía Pericles que “el que sabe pensar, pero no sabe expresar lo que piensa, está al mismo nivel que el que no sabe pensar”, una interesante conclusión, que por lo demás tiene muchos peros y connotaciones. ¿En qué medida toda persona no “contiene” en su cerebro el síndrome de Casandra? Tal concepto nace del mito griego de Casandra, personaje al que los dioses castigaron con la capacidad de ver el futuro, pero a la vez con la maldición de no ser creída por nadie. Conocimiento encerrado en sí mismo sin capacidad de salir de entre sus cuatro paredes. ¿”Sabe” el cerebro cosas que el módulo cerebral del lenguaje no sabe expresar?, ¿quién no ha sentido esto en cada uno de sus segundos? ¿está el lenguaje “hecho” para mostrar al ser o sólo su aparecer? ¿Por qué cada persona juzga a los otros por su aparecer sin tratar de alcanzar su ser, cuando para sí pide que se trate de ver su ser y no sólo su aparecer? Con estas preguntas en mente hay que leer de nuevo la frase de Pericles y sacar nuevas conclusiones.
   Hace unos días vi la película “The Big Short” (La gran apuesta) basada en el libro homónimo, y este a su vez basado en hechos reales sobre la burbuja inmobiliaria y su subsiguiente caída que nos llevó a la actual crisis. Salen a flote dos personajes: Dr. Michael Burry, interpretado por Christian Bale, y Mark Baum, interpretado por Steve Carell que se basa en Steve Eisman. Parece una película o una serie de acontecimientos hecha a la medida de mis dos últimos escritos (por comodidad para ser comprendido usaré los nombres de los actores: más fáciles de asociar que los nombres de los personajes o las personas a las que representan). Tenemos a dos personas que ven el mundo como es, sin los sesgos optimistas, ¿depresivos realistas o simplemente realistas? He ahí la confusión a la que lleva el lenguaje establecido (taxones de la psiquiatría). Christian Bale representa a Michael Burry, una curiosidad de este personaje es que está representado como que “padece” síndrome de Asperger, pero en realidad no está diagnosticado con este síndrome. Sí su hijo. Michael Burry llegó a la conclusión de que él mismo lo tenía que padecer, al leer el cuadro de tal síndrome. Tenemos por lo tanto alguien que al no ver la sociedad bajos sus “taras” en su aparecer, y bajo la que todos que no tienen tal síndrome no pueden ver, ve la sociedad tal como es. Con tal capacidad le hizo predecir que tal sistema caería, apostando por ello, mientras que los bancos a los que recurrió se reían de él (síndrome de Casandra en todas sus vertientes). ¿No nos recuerda todo esto al cuento de “El traje nuevo del emperador“, donde sólo un niño veía que no existía tal traje? La moraleja del cuento se basa en el dicho popular de que los niños no mienten y que la verdad es vista sólo a través de los ojos de un niño, debido a su inocencia. El niño representado por Hans Christian Andersen es un recurrente en la literatura de todas las culturas, donde existen versiones con variantes de tal cuento. Mi escrito se basa en el ser y el aparecer, ¿en qué medida la mirada del niño no es capaz de captar el aparecer y ve una verdad más simple y profunda en todo ello? La sociedad actual es un constructo social (como el traje del emperador) que se ha ido tejiendo por siglos, y para la que el cerebro humano no ha nacido. Recordemos que somos neuroplasticidad, pero hay ciertas reglas bases que construyen esa realidad plástica. O sea construimos el mundo por las reglas que están asentadas en el ADN. Puesto que no tenemos capacidad para ver la biofluorescencia, hasta hace muy poco no sabíamos que una gran mayoría de peces se “comunican” con este lenguaje. Lo mismo se puede decir de las flores a través de los rayos ultravioletas o los infrarrojos. Pero las reglas sociales se han vuelto tan complejas, se han enredado tanto a lo largo de los siglos, que un niño, aún su neuroplasticidad, no es capaz de entender el mundo social. Lo “interpreta” y lo ve con las reglas básicas asentadas en su ADN, y eso es lo que nos llama la atención en ellos, en su “inocencia”. Su forma de ver el mundo, en cierta forma es tal como es (tal como debería de ser bajo las reglas evolutivas de la especie humana en tanto que manada), en vez de en su aparecer, que es como todos las “vemos”.
   Esíndrome de Asperger, precisamente, hace que el cerebro de la persona que lo padece no pueda ver el aparecer de la sociedad compleja actual, viéndolo de forma simplificada bajo las reglas más básicas que le “dicta” el ADN. O sea se queda, en cierta forma, en su fase infantil, en donde de lo que se trata es de ver lo que se espera ver, en vez de haber aprendido a ver el mundo bajo las nuevas reglas: complejas y muy abstractas. Un símil que representaría esta idea para hacerla más clara, sería la de una persona que nace en una obra de teatro y al principio ve que está actuando, para al final dejar de ver que todo es tan sólo una representación, convirtiéndose en el personaje que representa, frente al niño autista que nunca dejaría de ver que todo es parte de la representación del teatro. O para que se entienda mejor: como si Jim Carrey en “El show de Truman” al descubrir, al final, todo el entramado, aceptase que todo aquel plató y él mismo dentro de la trama, aceptase y sintiese que es así como ha de ser la realidad, que no hay otra distinta. Parece una idea cazada al vuelo, que en realidad no se sostiene, pero tengo dos bases para sustentarla. La primera, y más evidente, es la capacidad que tiene el cerebro de adentrarse en una representación ficticia y vivirla en primera persona: nos identificamos con los personajes, y reímos o lloramos sus aventuras y desventuras. En muchos casos las personas esperan que el personaje y la persona coincidan en la vida real, defraudándose cuando los actores les dicen que no son como sus personajes. O sea, y por ejemplo, se espera que Andreu Buenafuente sea igual de cercano, espontáneo y cómico como en sus show, cuando en realidad no es así. Muchos actores y personajes públicos han hecho ver su malestar ante este hecho y es algo que les importuna de la fama.
   La segunda razón, por la que sostengo tal hipótesis, en parte se sigue de la primera. Ciertos actores llegan a tal estado borderline, que empiezan a confundir personaje y realidad. Así se cree que ocurrió, por ejemplo, con Johnny Weissmuller, el actor quizás más representativo de Tarzán, que terminó por creerse que era Tarzán. Entre la persona, el personaje y el público se crea una dinámica que a veces lleva al actor o el cantante por caminos que en un principio no se esperaban, rompiéndose las barreras entre lo real -ser- y lo ficticio -lo que (a)parece-. Un caso conocido de esta dinámica es Jim Morrison, cantante del grupo The Doors. Morrison en un principio era una persona retraída y tímida, sus primeras apariciones, delante del público, las hacía dándoles la espalda. Paso por una segunda fase por la cual ganó seguridad en sí mismo debido a su belleza y magnetismo, pero dado a ciertas coyunturas, por lo problemático e inestable de su manera de ser, empezó a trasgredir los límites en el escenario, de tal manera que parte del público iba a sus conciertos a la espera de esas “salidas de tono”. Al final Jim Morrison se convirtió en este personaje “nacido” entre lo que el público esperaba y su inestabilidad emocional; convirtiendo tal “aspecto” como parte de su seña de identidad, tanto en el escenario, como en su vida personal. Su pareja, Pamela, viendo esta dinámica tan auto-destructiva le trató de orientar. Al final el único camino que encontraron fue la de separarse del grupo. Si se está al tanto del “actual” Jim Carrey… ¿acaso no pareciera como si se hubiera perdido entre los papeles de los personajes como el de “la máscara“, el poder borrar el pasado como en “¡olvídate de mí!“, una historia autobiográfica que es de mentira como en “el show de Truman“, la duplicidad de “Yo, yo mismo e Irene“… y por qué no “dos tontos muy tontos“?, como si de repente estuviera mezclándolos todos en su “coctelera” mental, coctelera a la que la ciencia ahora llama neuroplasticidad.
   Todos y cada uno hemos pasado por este tipo de fases desde que nacemos: entre lo que somos y lo que los demás esperan de nosotros. Este juego a nivel global ha hecho que hallamos creado un tipo de ficción social, la vida actual, que seguramente no coincide para nada con el “plan” que tiene el ADN para nosotros. Es muy seguro que el lado derecho del cerebro vea mejor esta dinámica y “engaño”, frente al izquierdo que es el que ha asumido de forma fehaciente este lado social como el “real”. Hemos llegado a tal nivel de disparate, que hoy en día si alguien duda sobre la legitimidad de esta realidad, y trata de “encontrarse” a través de los conocimientos actuales que nos brinda la ciencia, se le puede llegar a tildar de neurótico; cuando antes era una máxima la de llegar a conocerse a sí mismo y se tenía a tales personas de sabias o espirituales. La diferencia entre lo que llamamos hoy neurótico y la antigua idea de persona espiritual es la complejidad. Hoy en día hay que “bucear” en aguas muy profundas y oscuras para tratar de llegar a alguna “verdad” -dada la complejidad del saber de todas las ciencias-, mientras que antes tan sólo había que lidiar con unos pocos conocimientos básicos. O sea, y como metáfora, si tengo que acertar un número entre dos soy espiritual, mientras que si lo tengo que acertar entre miles soy un neurótico. El “camino” que encontró buda, o cualquier personaje de aquella época, hoy en día considerados sabios, era uno entre unos pocos, mientras que si alguien como Woody Allen se pierde en esa búsqueda de cientos de probabilidades, es un neurótico. La búsqueda es la misma, tan sólo ha cambiado el medio, pues este se ha vuelto mucho más complejo. Hoy ya no es posible la sabiduría, el sabio, ¿no es suficiente tal argumento?
    Retomo la película “La gran apuesta”, el segundo personaje a destacar es el representado por Steve Carell. Este bosqueja a una persona quemada y cínica que, por la acumulación de sus vivencias, ha terminado de dejar de ver la vida tal como la sociedad nos dice que tiene que verse. En algunos momentos se le llama cínico, mientras que en otras se le llama simplemente realista. Steve Carell representa lo que en el artículo anterior me refería de llegar al mismo fin, pero por otros medios, frente al camino “real”. O sea Christian Bale es el “real”, pues lleva consigo el síndrome de Asperger, frente a Steve Carell que ha llegado a su mismo nivel de cómo ver la sociedad, pero por un camino más largo. ¿Hay diferencia entre uno y otro en su aparecer?, ¿no pareciera que al final siempre se “fusionaran” aparecer y ser? Toda vida humana es un camino de lo real a lo real “recreado” como real; los actores y cantantes se vuelven sus personajes; la acumulación de saber puede llevar a un estado de terminar por “ver el entramado del teatro que es la vida”, al igual que lo ven los que padecen el síndrome de Asperger.
“- Eso no habla de la persona… habla de lo que hace esa persona.
– Somos lo que hacemos.”, en la serie Mr. Mercedes
   Llego a la conclusión que el contestar sí o no a la última pregunta, implica más cuestiones “morales” que simplemente la búsqueda de la verdad. Es racionalización en vez de razón. Si realidad y aparecer se vuelven uno, entonces la realidad social bajo la que vivimos hoy está “justificada”. Si está justificada y es ya en sí una realidad, entonces ¿qué ven los “realistas”?, ¿ven tan sólo la distinción de realidad y realidad “recreada”?, ser y aparecer, ¿es tal sutileza justificación para su cinismo y su pretendido realismo depresivo? Dejo de momento toda respuesta posible en el aire, que por lo demás parece que quizás no puedan ser respondidas.

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