Lo que es y lo que (a)Parece III – El Realismo Depresivo
Como decía el grupo King Crimson “la confusión será mi epitafio”. Me gustaría que la ciencia fuera unificando criterios, hay demasiados datos: redundantes, sin categorizar, sin fundamento o sentido… Encuentras argumentos en un sentido y argumentos hacia lo contrario. Sólo desde la filosofía se puede tratar de crear un cuerpo lo bastante sólido para “encajar” todo dentro de una teoría (algo) unificada.
Cuando leo sobre enfermedades mentales me pongo epistemológicamente “enfermo”. ¿Qué sentido tiene la enfermedad y el trastorno mental dentro de la evolución?, no va contra natura. Por otro lado, ¿acaso no ponemos a la conciencia humana (capacidades del prefrontal, por medio del lenguaje) como en un nivel más elevado de otros sistemas de la naturaleza?, porqué si esto es así, la enfermedad y el trastorno mental aparecen y se analizan en una capa inferior de esos estratos de sistemas. O sea, si las facultades más elevadas del cerebro ya no pueden (o deben) reducirse a lo meramente físico, sino que obedecen a un nuevo nivel de la naturaleza, porqué a los trastornos los tratamos de reducir a lo puramente físico del cerebro, a una capa anterior dentro de la comprensión de los sistemas complejos. Para acercarme, oblicuamente, a este tema, podemos analizar la obesidad en la actualidad. Vivimos en un mundo que tiende inevitablemente a la obesidad, es uno de los males del nuestro presente y de nuestro futuro. La obesidad, vista así, es una inadaptación dada por ciertas circunstancias del presente. A nivel evolutivo, recordemos, es mejor tender a varias apuestas que tan sólo a una. La obesidad y la flaqueza son dos extremos a los que siempre juega la evolución. El “obeso” tiene una mayor resistencia a las hambrunas. El “flaco” es de energía rápida, pero que se agota rápidamente. Para “crear” una tipología u otra se dan varios cambios en los genes, que desencadenan cambios en muchos aspectos de las personas. El “flaco” es la típica persona inquieta, que no sabe estar parado. Su musculatura siempre está produciendo pequeñas “convulsiones” que no se ven a simple vista. Su genética está preparada para estar constantemente quemando energía de forma innecesaria. El “obeso” por el contrario, tiende a la quietud, su cuerpo (genes) están preparados para convertir todos los carbohidratos en células de grasa (lípidos).
Estos dos prototipos, evolutivamente hablando, sobreviven, se equilibran y hallan una media de ni obeso, ni delgado. Pero he ahí que de repente tenemos los medios de producir una gran cantidad de carbohidratos y azucares. El “obeso”, y esa tendencia, sufre las consecuencias: llegamos a la situación actual de una humanidad que tiende al sobrepeso, y que trata de solventarlo con medios como el exceso de ejercicio. Qué esta “errado”, ¿los genes o la sociedad actual? Sin duda la sociedad actual. Los genes son la tortuga en el cuento de la tortuga y la liebre. La sociedad, cual liebre, crea demasiados cambios y trastornos a los que los genes (la evolución), irremediablemente, no son capaces de adaptarse.
Llegamos al trastorno mental. Podemos pensar que muchos de los trastornos son “culpa” de la herencia, que los genes están “equivocados”: esta es la corriente que parece imperar o cuanto menos la que se intuye en cuanto uno se informa un poco. Pero, por qué no pensar, como así se deduce de la obesidad, que quizás haya ciertos prototipos o tipologías de humanos que simplemente no se adaptan a la situación actual.
Dentro de las distintas teorías sobre las tipologías humanas voy a centrarme en la de los estudios Dunedin, que se basan en las conclusiones a las que han llegado por medio de analizar a unas mil personas a lo largo de sus vidas. Este estudio divide a las personas en las siguientes tipologías:
- 40% de “personas bien adaptadas”, este es el prototipo humano “normal”. Están bien relacionados, se adaptan a los cambios y suelen tener un trabajo y una vida familiar estables.
- 28% de “seguros de sí mismos”, son los aventureros, los amantes de las emociones fuertes.
- 15% de “reservados”, ese tipo de personas, que sin llegar a ser tímidos, tienden a ser callados y a no sobresalir en las reuniones.
- 10% de “subcontrolados” (baja tendencia a controlarse), tienden a ser personas violentas e impulsivas. Ellos son los que generalmente crean más violencia en la sociedad.
- 7% de “inhibidos”, en este perfil encajan los “Hikikomori”, los jóvenes japoneses que viven encerrados por años en su habitación. Son personas que rehúyen del contacto humano. Tienen una gran vida interior.
En realidad los dos últimos “obedecen” a dos tipos de genes o mutaciones. Los “subcontrolados” tienen la versión corta del gen MAOA, el cual regula la función de la monoamino oxidasa A, que se encarga de catalizar ciertos neuroreguladores, y que por lo tanto, tiene que ver mucho con las respuestas emotivas. Los inhibidos están ligados en el “mal funcionamiento” de la proteína 5-HTT, dependiente del gen SLC6A4, que está asociada a la función del transportador de la serotonina, importante en la comunicación sináptica de las neuronas. Si se hila fino, se puede llegar a pensar que los “subcontrolados” son la “versión mala” de los “seguros de sí mismos” y que los “Inhibidos” los son de los “reservados”. El estudio Dunedin, cae en reduccionismos, pues ¿dónde encajan los bipolares?, ¿son una “mezcla” de “inhibidos” y “subcontrolados” o son otra cosa? Yo puedo llegar a encajar entre los “inhibidos”, pero en cuanto estoy viviendo al lado de una montaña, estoy de constante buscando nuevos caminos, rutas y forma de subirla. Me comporto como un “seguro de sí mismo”. ¿Quiere decir eso que soy un bipolar o quiere decir otra cosa?
En mis escritos he llegado a la conclusión de que hay ciertos prototipos de humanos, no por un fin individual, sino dentro de un sentido para la manada original de la que provenimos. La división más concisa, dentro de la psicología evolutiva, es la de macho alfa y betas, y las de los “conformistas” o seguidores. Los alfas y betas pueden ser catalogados de los “seguros de sí mismos”, mientras que los seguidores o conformistas, encajan entre los “reservados” y las “personas bien adaptadas”. En esta división bastarían dos prototipos humanos. Pero la realidad, y a las conclusiones a las que he llegado en mis escritos, es que fácilmente puede haber cuatro. Machos alfa y betas, el lugarteniente -mano derecha- del alfa, el “apaciguador” y los seguidores. El “reservado” bien puede encajar como apaciguador, no parece tener una entidad propia, sino dependiente de su posición dentro del grupo. El lugarteniente no pretende llegar a ser macho alfa, pero tiene la bastante fuerza e inteligencia para “apoyar” y mantener un equilibrio entre el líder y el resto del grupo. Como quien dice, tanto el “apaciguador” como el “lugarteniente”, son dos posiciones intermedias entre el líder y los seguidores, uno más cercano al primero y otro a los segundos. Todo esto da cuatro prototipos y no cinco. Pienso que el estudio Dunedin se limita a ver prototipos esenciales a su forma de actuar en la vida actual, ya de por sí distorsionada, sacando dos tendencias “erráticas”: la de los “subcontrolados” y los “inhibidos”, y olvidándose de la función social de las personas. Es muy posible que los “reservados” busquen, en la actualidad, profesiones humanistas o espirituales, mientras que el “lugarteniente” no parece tener ya lugar, pudiendo convirtiéndose en “subcontrolado”, si no se posiciona bien en la vida.
Hasta aquí mi pensamiento parece claro. Pero, ¿cómo encajar la somatización o enfermedades psicosomáticas y otros problemas actuales denominados trastornos? El que un ser humano se auto-inflija enfermedades no parece tener ninguna lógica y sentido dentro del concepto de adaptación evolutivo. Ahí encaja, en parte, ese “otro” humano que bien puede ser un quinto prototipo y que en la actualidad se presenta como bipolar, en su faceta “negativa”. En mis escritos he llegado a la conclusión de que la “vena” espiritual, que en la prehistoria “encajaba” con los chamanes y brujos, más tarde devino en lo que en la actualidad se llama “pensamiento divergente”, que está asociado con los artistas, los innovadores, los investigadores y emprendedores. ¿Encaja con la mutación del gen MAOA o la versión mutada de la proteína 5-HTT o es otra cosa? En el cerebro, ciertos neurotransmisores actúan como inhibidores y otros como activadores. Las “personas bien adaptadas” tiene la “versión” equilibrada de este juego de inhibición y activación. Mientras que otros prototipos, como la de los líderes-betas y los “inhibidos”, tienen versiones mutadas. Ya he dicho que la evolución consiste en llevar al límite cada posición extrema, si una “versión” de este cóctel genético de las emociones, es demasiado extrema, simplemente “no funciona” y no se propaga. Si ponemos de un lado de un extremo la tendencia hacia la falta de regulación de los inhibidores y del otro la potenciación de los activadores, nos encontraremos con un cerebro con demasiado “ruido” (demasiada información no filtrada). Ese extremo da como “resultado” la esquizofrenia. Baja o sube un poco una tendencia u otra, y nos encontraremos con los distintos trastornos y enfermedades que hoy en día tenemos categorizados. Uno de esos extremos, algo adaptados, da como resultado a lo que hoy en día se les denomina como “personas altamente sensibles“. La conclusión a la que han llegado los científicos del estudio Dunedin, es que si bien el mal funcionamiento de la proteína 5-HTT puede dar como resultado la ansiedad y/o la depresión, si esa persona encuentra un equilibrio en lo social, da como resultado una persona más sensible a las emociones que los demás, más incluso que los “bien adaptados”, que pueden caer fácilmente en la frivolidad y la falta de empatía (los abusones en clase, debido a su buena posición). Ahí tememos que esa versión de la proteína 5-HTT, en buenas condiciones, dan como resultado o un apaciguador o un lugarteniente, lo cual “explica” su sentido en lo humano. Esa sensibilización en este tipo de personas, viene dado por una tendencia al miedo y a la falta de una respuesta agresiva ante este, dando como resultado, en conjunción con las neuronas espejo, a que sean más sensibles a captar las emociones de los otros, a ser empáticas.
¿Qué pasa si además de ser más sensible al miedo, a lo emocional, se es más sensible a tratar de buscar patrones en el medio? Inteligencia, en su nivel más reduccionista, es la capacidad de buscar patrones en la naturaleza, por medio de los cuales emprender una acción. Si me encuentro, en la prehistoria, en la sabana de áfrica, qué es mejor: ¿hacer caso al ruido que he oído en la hierba o ignorarlo?, sin duda hacerle caso, ya que puede ser un depredador acechándome, y este tipo de reacción me puede salvar la vida. A esta propiedad del cerebro a buscar patrones Michael Shermer lo ha llamado patronicidad (patternicity), mientras que denomina agenticidad (agenticity) a “la tendencia a infundir a los patrones de significado, intención y agencia (agente activo o vivo)”. Pero el buscar patrones, indefinidamente, conlleva a problemas: no se puede estar constantemente en estado de alerta, que todo adquiera tintes de peligro, sin caer en la ansiedad, que no es otra cosa que el que esté activo de forma constante el sistema simpático, en el cual al darse una química totalmente distinta, se incurre en el problema de inhibir la génesis celular, que el sistema inmunológico este híper-activo, etc. Como la evolución “juega” con los límites, he ahí que una apuesta o prototipo humano da como resultado la capacidad de mantenerse en ese extremo. Situación en sí misma imposible, sin que dicho sistema tenga una caída repentina por agotamiento. Esa dualidad, de extremo de patronicidad (creatividad incesante) y su caída (depresión), es la que fácilmente puede ser denominada personalidad bipolar.
Nos encontramos, en estas indagaciones, a que la evolución creó un prototipo para un fin en la naturaleza (al igual que el obeso), que de repente no encaja en la situación actual. Ese prototipo es el que en la actualidad se puede denominar “persona altamente sensible”. El que la naturaleza “provoque” buscar patrones de todo aquello que entra por los sentidos, llevó a “crear” un prototipo humano que era capad de “potenciar” cualquier pequeña señal del exterior. O sea, a que los activadores estuvieran más “despiertos” y a bajar la capacidad de los inhibidores cerebrales (eso es lo que hace la serotonina y en la que “fallan” sus trasportadores o proteínas 5-HTT). Eso llevó en la prehistoria a que este tipo de personas, junto a la agenticidad, tendiesen o encajasen en el papel de los chamanes: daban sentido al mundo, al cielo, a la realidad, sumando (patrón) todo aquello que los otros no eran capaces de discernir o distinguir. Más tarde se les denominó profetas. Siguiendo la misma lógica de la “perturbación” de lo moderno, en las mentes o prototipos (genes) primitivos, nos encontramos que tenemos unas personas que tienen la capacidad neuronal de potenciar todos sus sentidos, pero a los que al no darles un “uso” real en el mundo, los “centran” en sus propios patrones o “ruidos” del cuerpo, dando como resultado un prototipo de personas que creen encontrar patrones en los “mensajes” de su cuerpo, cuando en realidad allí no hay ningún patrón o realidad física. En definitiva, y para acabar el presente desarrollo ya demasiado largo, que ese prototipo llamado “persona altamente sensible”, fuera de lugar ahora, en unos patrones sociales artificiales o no naturales, es la más propensa a la neurosis y a las enfermedades psicosomáticas.
Con esto llego, con cierta tardía, a la explicación de qué es el realismo depresivo. Todo cerebro o apuesta evolutiva tiende a la máxima natural que es la de la supervivencia. Su sentido último en el mundo obedece a las leyes naturales. Todo humano no sobrepasa esta realidad, que aunque ilógica en muchos sentidos, le dicta su conducta. Pero, ¿hoy en día tiene sentido la regla de tener hijos, de reproducirse? Al ritmo que vamos llegará un momento en que la cantidad de humanos sobrepasará la capacidad del planeta para sustentarlos. Hoy en día vamos por el camino de ignorar esa “verdad”, aún a costa de que una gran mayoría de humanos vivan en la pobreza y la más absoluta de las injusticias. Las “personas altamente sensibles” son capaces de ver estas contradicciones sin resolverlas. Sabiendo que la humanidad en su conjunto “se equivoca”. En definitiva, que en el cerebro del depresivo realista, se crea una dualidad de entre lo que le dicta su naturaleza y sus reglas, y lo que le dice el prefrontal, en su análisis de los patrones humanos. En esa disyuntiva apuesta que, de ser honesto con las razones del prefrontal, el cerebro primigenio con sus reglas se “equivoca”, y nos está llevando a caminos sin salidas. Esa situación no se ha dado ahora y con el tema de la superpoblación: la disyuntiva entre razón y naturaleza existe desde que existe el prefrontal y la palabra. En la antigüedad, los chamanes vivían en “carne” esa contradicción, y trataron de encontrar una respuesta o solución en lo espiritual, en lo divino, en fines últimos. A lo largo de la historia ese cerebro “sensible” fue adaptándose a los descubrimientos, llegando a la situación actual, donde el prefrontal, quizás, nunca ha estado más desnudo ante la cruda realidad. Hoy en día ya no queda ningún lugar donde “refugiar” ese dolor primigenio de la división entre vida y razón. Ese vacío que provoca el ver que lo humano (la vida, la realidad, el universo) es ilógico y que carece de un fin último. Ese vacío, que por fuerza, les van a aislar del resto de los humanos que creen en la vida, pues esa es su disposición natural, o la que les ha “impuesto” la evolución de ignorar el vacío y la división cerebral. Toda emoción está plegada a ciertas verdades mínimas de sobrevivir y reproducirse. Toda emoción es sospechosa vista desde el prefrontal, vista por las personas altamente sensibles, por los realistas depresivos. La razón, así desnuda de toda “verdad emocional”, ve su propia desnudez, y se avergüenza de sí misma y su inutilidad (mito de la expulsión del paraíso).
Hemos creado un mundo tan artificial, tan lleno de “ruido”, que lo único que ocurre es que crea una gran miríada de trastornos y enfermedades mentales “adaptativos”, de mentes que viven fuera de su realidad primera. No hay felicidad sin engaño, no hay felicidad sino ante la ignorancia de todos los problemas que estamos generando. No hay manada sin conflicto, sin que se cuele la injusticia…, hoy en día es tal el desnivel de justicia, y de apreciación de este, que la felicidad se ha vuelto un imposible. La enfermedad y el trastorno mental tan sólo es el resultado de una sociedad enferma. Parafilias, obsesiones, ansiedad, depresión, neurosis, borderlines y las más recientes como son las autolesiones, las psicopatías, los trastornos alimentarios, aboulomanía, trastorno dismórfico corporal, y un largo, largo etcétera. Son tantos los trastornos, variantes y mezclas, que la psiquiatría ha tenido que reconocer que lo normal es lo anormal. Cuanto más avancemos en la “artificialidad”, más nos adentraremos en la enfermedad y el trastorno mental. Más desubicación habrá, más imposible será encontrar el para qué de un tipo de cerebro o prototipo humano. La humanidad era “feliz” o mantenía un equilibrio como manada, donde sus constructos mentales tomaron forma. Hoy en día se es algo de feliz en la medida de reducir todo posible “ruido”, y hallar algún reducto de ese estado primigenio: la familia, el sentido de pertenencia o identidad grupal, etc. En ese sentido van orientadas las mayorías de las terapias cognitivas. Pero para el realista depresivo esa reducción ya no es posible. Una vez que se sabe saber, ya no hay vuelta a la posición inicial, a la posición cero de no saber. Una vez que se sale de la cueva, ya no es posible volver a ella.
Descargar Documental sobre las personas altamente sensibles: Sensibilidad a trasluz
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