Lo que Es y lo que (a)Parece - Los Trastornos Mentales
(Como había prometido empiezo a pasar todo lo escrito bajo el título de “Los que es y lo que (a)parece”. Lo haré desde el primero hasta alcanzar el primero que ta está publicado aquí. Cuando haya terminado podré generar el libro para compartirlo gratuitamente.)
Si pienso algo y no lo escribo, a la larga puede ser como si nunca lo hubiera pensado, pues no queda ninguna “huella” en las neuronas. No crean memoria, estados estables de enlaces neuronales. ¡El maldito “si un árbol cae y nadie lo oye ¿hace ruido?” (haiku), en este caso nos dice que no lo hace! O sea, tengo que seguir escribiendo lo quiera o no, y cuando en realidad ya no tengo un deseo profundo de comunicar.
Empiezo una serie de artículos que tratan sobre lo que el título reza. En la serie anterior definía al ser humano como un ser camaleónico, pero ¿hasta qué punto lo es y cuanto tiene que ver su naturaleza? En el fondo trato de llegar a alguna conclusión sobre uno de los actuales paradigmas psicológicos y de la autoayuda, la tan manida frase de que “todo depende de la actitud”. No tengo una respuesta, tan sólo indago y pongo las contradicciones sobre la “mesa”, para que cada cual saque sus propias conclusiones.
En el anterior artículo decía si en cierta forma los realistas depresivos no tendrían algo de síndrome de Asperger, empiezo mi odisea en adentrarme en los distintos trastornos, patologías y enfermedades mentales. Seguramente a toda persona que tenga síndrome de Asperger se le pueda calificar de “friki“. Puede ser así, pero seguramente no todo friki tiene este síndrome. Lo que quiero decir es que una gran mayoría de personas que se aíslan terminan por parecer tener parte de las manifestaciones propias de los que padecen síndrome de Asperger, pero eso no quiere decir que sea lo mismo, esto es: se parecen, pero no lo son. Para entender mejor todo esto pongamos un caso más sencillo sobre otro trastorno. Casi el cien por cien de los rockeros, con cierta fama, que salen de gira, empiezan a parecer bipolares. Tienen una alta dosis de adrenalina, dopamina y serotonina previos al concierto, durante este y más tarde en la fiesta que suelen hacer; mientras que tienen una fuerte caída a la mañana siguiente y los días posteriores. Una alta subida arousal (excitación nerviosa) y una profunda bajada. Durante estas giras este es su estado. Durante el estado de subida se creen o se sienten como dioses, con mucho poder y capacidades; mientras que en las bajadas se sienten sin fuerza mental, deprimidos, y con algo de anhedonia: fríos, insensibles y distantes. Pero ese estado es dada su actividad. No algo que su cerebro provoque desde dentro, sino un periodo en el que el cerebro se ve impelido a llevar unos ciclos típicos de “montaña rusa”. Recordemos que la máxima en el cerebro es la homeostasis, la tendencia al equilibrio. Para tal fin el cerebro tiene los neuromoduladores, los cuales “saben” cuál es el estado estable o normal y el que estos tipos de moléculas tienden a provocar en sus acciones. En los artistas estos neuroreguladores están bien, pero llevan un tipo de vida en los que “pierden el rumbo” temporalmente. Un bipolar, sin embargo, lo es en tanto que estos neuroreguladores no “funcionan” bien. Tenemos por lo tanto un típico caso de lo que es y de lo que (a)parece ser (parece proviene de aparecer, lo que se asoma, lo que se ve en un primer vistazo, sin análisis).
Pero bajo el punto de vista de lo que es y lo que (a)parece: ¿en qué medida la psiquiatría y la psicología cae en el error de perderse entre lo que es y lo que parece al crear sus diagnósticos de enfermedades y trastornos? Bajo este idea, no a todos sus conceptos los califican como enfermedades, sino como trastornos, espectros y síndromes. Todo esto es confuso y complejo. Lo que un día era una enfermedad de repente es un síndrome o un trastorno o a la inversa. La dificultad se encuentra, en parte, en que a la hora de poner líneas -fronteras, separaciones- entre unos síntomas y otros se comete el error de hacerlo mal. Para entender esto recurro al refranero español: “no mezcles -o confundas- churras con merinas”.
El ser humano pone líneas imaginarias y conceptuales a todo con el propósito de catalogar. Todo esto se puede apreciar en la taxonomía, la clasificación de los seres vivos en clases, órdenes, géneros, etc. Hoy en día su clasificación parece estar muy clara, pero para haber llegado hasta la situación actual ha habido que pasar por grandes errores desde sus bases. Hoy se sabe que las clasificaciones “funcionan”, pero siempre con ciertos límites. En el refrán dicho arriba, las dos son ovejas u ovinos, pero son distintas razas. Un neófito las pondría juntas en su clasificación, pero son distintas. Cuándo se da un nuevo tipo de raza, ¿cuándo se cruzan distintas?, cómo clasificar estas hibridaciones. Está clara la división de los primeros híbridos, pero se vuelve confuso cuando son de segunda o más generaciones y dependiendo de nuevo con qué se hayan vuelto a cruzar. Lo mismo se puede decir de los trastornos mentales. En el “Manual de Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales” (DSM -5), ya no aparece el síndrome de Asperger, habiéndose relegado a un tipo de autismo de alto funcionamiento (HFA), ya que el autismo se analiza por el tipo de gravedad o profundidad. Esto ha generado un gran debate, por el cual la OMS (Organización Mundial de la Salud) al final ha decidido seguir usando el término y la catalogación de síndrome de Asperger. En los síndromes, trastornos y enfermedades mentales, los síntomas y las manifestaciones se cruzan y se repiten en unos y otros; por ejemplo las obsesiones o la ansiedad se dan en distintas conceptualizaciones. Los autistas se atienen a pequeñas rutinas repetitivas y se obsesionan en algunos casos en ciertas tareas, sin que se le pueda llegar a clasificar como obsesivos. Esto se da porque ni siquiera está claro qué es una obsesión: en qué medida esta es adaptación simplificada a una rutina propia de la edad y el cerebro o cuando es simplemente una pasión. ¿Cuándo una “pasión” se vuelve obsesión?, cuando se vuelve problemática para sí mismo o para otros. ¿No estamos cayendo en el viejo problema de la clasificación de los pecados, y por ello cayendo en la dicotomía de lo “bueno” y lo “malo”? Y finalmente…, ¿no será, acaso, que aún no se ha creado un “cuerpo taxonómico correcto” en estas ciencias humanas?, ¿que quizás estamos lejos de encontrarlo? Lo mismo se puede decir sobre las teorías de la personalidad. No hay una sola teoría, conviven muchas sin que ninguna parezca tener una mejor validez o ser más aceptada que las otras.
El ser humano pone líneas imaginarias y conceptuales a todo con el propósito de catalogar. Todo esto se puede apreciar en la taxonomía, la clasificación de los seres vivos en clases, órdenes, géneros, etc. Hoy en día su clasificación parece estar muy clara, pero para haber llegado hasta la situación actual ha habido que pasar por grandes errores desde sus bases. Hoy se sabe que las clasificaciones “funcionan”, pero siempre con ciertos límites. En el refrán dicho arriba, las dos son ovejas u ovinos, pero son distintas razas. Un neófito las pondría juntas en su clasificación, pero son distintas. Cuándo se da un nuevo tipo de raza, ¿cuándo se cruzan distintas?, cómo clasificar estas hibridaciones. Está clara la división de los primeros híbridos, pero se vuelve confuso cuando son de segunda o más generaciones y dependiendo de nuevo con qué se hayan vuelto a cruzar. Lo mismo se puede decir de los trastornos mentales. En el “Manual de Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales” (DSM -5), ya no aparece el síndrome de Asperger, habiéndose relegado a un tipo de autismo de alto funcionamiento (HFA), ya que el autismo se analiza por el tipo de gravedad o profundidad. Esto ha generado un gran debate, por el cual la OMS (Organización Mundial de la Salud) al final ha decidido seguir usando el término y la catalogación de síndrome de Asperger. En los síndromes, trastornos y enfermedades mentales, los síntomas y las manifestaciones se cruzan y se repiten en unos y otros; por ejemplo las obsesiones o la ansiedad se dan en distintas conceptualizaciones. Los autistas se atienen a pequeñas rutinas repetitivas y se obsesionan en algunos casos en ciertas tareas, sin que se le pueda llegar a clasificar como obsesivos. Esto se da porque ni siquiera está claro qué es una obsesión: en qué medida esta es adaptación simplificada a una rutina propia de la edad y el cerebro o cuando es simplemente una pasión. ¿Cuándo una “pasión” se vuelve obsesión?, cuando se vuelve problemática para sí mismo o para otros. ¿No estamos cayendo en el viejo problema de la clasificación de los pecados, y por ello cayendo en la dicotomía de lo “bueno” y lo “malo”? Y finalmente…, ¿no será, acaso, que aún no se ha creado un “cuerpo taxonómico correcto” en estas ciencias humanas?, ¿que quizás estamos lejos de encontrarlo? Lo mismo se puede decir sobre las teorías de la personalidad. No hay una sola teoría, conviven muchas sin que ninguna parezca tener una mejor validez o ser más aceptada que las otras.
¿Se puede clasificar a un ser humano? Aunque yo, por lo general, digo que tengo personalidad artística, y este tipo de personalidad está muy aceptado en casi todas las clasificaciones, este “taxón” no me abarca. No termina de definirme, no me encaja como un guante a una mano. ¿Acaso alguna clasificación es capaz de posicionar a cualquier ser humano sin caer en ideas simplistas y en errores? Bajo este tipo de idea, de la tendencia al error y las simplificaciones actuales, las neurociencias están tratando de crear clasificaciones bajo los conceptos de las divisiones de las partes del cerebro y sus neurotransmisores. Hay varias teorías del porqué del espectro autista, y su forma leve como síndrome de Asperger, sin que ninguna de estas teorías terminen por definir y explicar todo. Una de las más novedosas es la de que durante el desarrollo del cerebro, en los primeros años de vida, hay un problema en el área de la corteza que se encarga en procesar el movimiento. La teoría se entiende mejor llevando dicho concepto a la hora de crear inteligencia artificial. Sólo ahora se están empezando a crear programas a los que si les das una imagen, te pueden decir (con voz sintética), que se trata de, por ejemplo, un gato encima de un sofá y con una lámpara al lado. Hoy en día la mayoría de los programas incorporados en las cámaras fotográficas detectan las caras y la posición de los ojos para un mejor encuadre. Cuando se han empezado a crear este tipo de reconocedores se ha comprobado que es mejor detectar las líneas o bordes de los objetos por la diferenciación de los tonos en las luces y las sombras. En las imágenes fijas es más difícil determinarlas, es mejor con las imágenes en movimiento, puesto que los bordes de los objetos se mantienen y cambia el fondo. Este es el mismo proceso que ha seguido la evolución y es la que sigue el cerebro al desarrollarse en los niños. O sea, no es que la evolución lo haya incorporado en los seres vivos y ahí se haya acabado el trabajo. El problema de la complejidad en la neuroplasticidad humana es que cada individuo tiene que “aprender” estas reglas de nuevo al nacer. Se tiene el cómo y el porqué, pero hay que crear las conexiones neuronales de distintas partes y funciones del cerebro para que se estructuren estas reglas. Al parecer en los niños con autismo y síndrome de Asperger hay un retardo en este proceso, de tal forma que no terminan de definir los objetos en el mundo, por sus bordes y sus movimientos, a la edad que se esperaba. Al tener este retraso, los aprendizajes para los que está programado el cerebro se acumulan, de tal manera que la comprensión de los rostros, sus gestos y las emociones no se llegan a entender o no quedan “conectados” en ese todo, que es la entrada de información y su interpretación.
Si tal teoría se valida demuestra muchas cosas. Primero que más no es mejor, que más evolucionado quiere decir más complejo y por ello una mayor tendencia al error (31 millones de personas con síndrome de Asperger en el mundo). Segundo que el cerebro humano, aunque dotado para la neuroplasticidad, demuestra que está “programado” con ciertas reglas, como lo es que para cada aprendizaje existe un momento de “caducidad”, de tal forma que más adelante no se aprende igual o es imposible aprenderlo, (el aprendizaje del lenguaje en personas sordas que después dejan de serlo es una demostración). Tercero de cómo lo pequeño y nimio repercute en lo grande y los conceptos más abstractos. El proceso que siguen las interneuronas son las de funcionar como puertas lógicas. El cerebro procesa todo a un nivel muy abstracto. La visión no es un proceso sencillo, tal como se pueda entender a nivel profano. Ciertas neuronas procesan bordes verticales, otras horizontales y otras diagonales. Otras procesan el color, otras el contraste para hallar bordes, y otras el movimiento. Si ciertas partes del cerebro se dañan, no se procesan sus funciones. No se ve el movimiento, el color o alguno de ellos, etc. Esa información básica se procesa para, en un segundo paso, interpretarla; tal como se está programando ahora para los ordenadores. Si ciertas otras partes de este procesado se dañan, las personas que padezcan estas deficiencias, no entenderán por ejemplo una fotografía, pues no tendrán profundidad de campo, ni movimiento. Esta interpretación visual se dirije a otras zonas que analizan los rostros, las emociones en ellos, unidas a las palabras que esas personas estén diciendo y sus interpretaciones, etc. Una falta de “afinación” en cualquier parte del proceso retrasa la interpretación y el dar una respuesta “correcta”. Los autistas al tener esta falta de “afinación” cerebral, se ven bombardeados por información visual que no terminan de procesar con la rapidez que el mundo requiere, de tal forma que se ven sometidos a un estado constante de estrés y ansiedad. Ante esta situación, de alguna forma, el cerebro recurre a un subterfugio torpe e inadecuado: tratar de “cerrar” la entrada de ese bombardeo de información. Ese “cierre” es lo que conocemos como uno de los espectros propios de los autistas y personas con síndrome de Asperger.
En el caso de las personas con el síndrome de Asperger ese cierre y falta de interpretación, ocurre sobre todo en los social. Como si lo que no se terminase de conectar fuera la información emocional que viene de las otras personas, con respecto a la información que tiene uno mismo de lo que son las emociones propias. A primera vista puede parecer falta de empatía, similar a la psicopatía y la sociopatía. También parece que deben de entrar en juego las neuronas espejo y la teoría de la mente, esa capacidad de captar que los otros tienen un yo y por ello comprender sus gestos y palabras: ponerse en su pellejo. Lo que quiero decir es que se llega a una misma situación por distintas partes y procesados del cerebro. En los psicópatas al parecer lo que entra en juego es la amígdala, suele estar atrofiada. Si ellos sienten menos miedo, no se pueden “poner en el lugar de las amígdalas” de los otros, más “miedosas” o precavidas. En el caso del síndrome de Asperger es como si la teoría de la mente no se hubiera formado en la edad adecuada, de tal manera que es como lo que ocurre a una persona que aprende un idioma en edad avanzada: que no lo habla ni lo interpretan bien. La zona del cerebro que lleva a cabo todo este tipo de conexiones es la ínsula. Pero volvamos a las churras y la merinas: ¿existen estadios híbridos de estas dos posiciones?, ¿o son excluyentes al igual que ciertos híbridos no pueden procrear? ¿Cómo encontrar algo de claridad con tanta complejidad? ¿Cómo crear una clasificación acertada?
En el libro hablé sobre la teoría periférica (teoría de James-Lange): al ser perseguido por un depredador: ¿se corre porque se tiene miedo o se tiene miedo por correr? (teoría del feedback –retroalimentación– sensorial). En el caso de aquel que haya visto al depredador el primer caso, pero en una estampida, los que simplemente se ponen a correr por que los demás corren, es por lo segundo. Pero, ¿al fin y al cabo no es la misma respuesta emotiva y motriz en un caso u otro? Y con eso retomo el principio. Si un friki o un realista depresivo se aísla de la sociedad, ¿al final no se sigue el mismo proceso de desentenderse de las emociones humanas y las situaciones sociales? Lo que quiero decir es que se da una “atrofia” o falta de uso de las zonas del cerebro que se encargan de esta labor, y dada la neuroplasticidad otros procesos “secuestran” esa zona. La corteza cerebral humana es de tal forma que si una zona no lleva la labor para la que estaba programada por el ADN, no se queda inactiva o muerta. Esas neuronas se conectan con otras zonas del cerebro para especializarse en hacer otras cosas. En algunos casos son “usadas” por las especializaciones cerebrales que están cerca de esa área. Por eso muchos frikis suelen destacar en algo, al igual que las personas con síndrome de Asperger, porque todas las zonas y neuronas programadas para interpretar el “juego” social, que son muchas y muy activas, se dedican a hacer otros procesos. El mismo resultado por distintos caminos. La diferencia es que unos son “natos” (nativos) o por procesos desde dentro (ADN, retardo en la programación), mientras que otros son por desencadenantes sociales o externos. Aún con todo, esta “pequeña” diferencia es la que hace, en teoría, a los primeros genios (síndrome de idiot-Savant entre los autistas) y a los segundos, quizás, simplemente personas “muy aplicadas”. Paradigma que queda expuesto en la película de Milos Forman “Amadeus“, pues se piensa que Mozart padecía de síndrome de Asperger. ¿Los primeros Ser y (a)parecer los segundos?, ¿se ha aclarado algo el panorama o se ha oscurecido? Se han llevado a cabo experimentos en animales en los que la zona auditiva se “conectaba” para ser usada como visual o a la inversa. La corteza cerebral se adapta a este cambio, pero al parecer el proceso no es “tan bueno” como para el que estaba “programado”. De vuelta a la teoría periférica: la ansiedad en muchos casos es un miedo indefinido (angustia en la antigüedad), ¿ocurre así entre los que simplemente se ponen a correr por hacer lo que hace el resto de la manada, a diferencia del miedo definitorio que es saber que cerca hay un león? Se activa una parte distinta de las amígdalas, más propia de lo que conocemos por ansiedad. El artista rockero, si persiste en su modo de vida, ¿no termina tan mal como un bipolar?, la historia así nos lo hace ver: demasiados suicidios y vidas truncadas entre este colectivo. Por otro lado: ¿un sociópata lo es por tener atrofiada la amígdala o se le atrofia por serlo? No hay respuestas claras en casi nada.
Qué tenemos hasta ahora. La complejidad no es mejor, más complejo es sólo más complejo (no más evolucionado), que por lo demás, por la segunda ley de la termodinámica, genera más desorden. Al haber más caos quiere decir que a su vez la vida, generadora de orden, tiene que crear más procesos de control del caos. La psiquiatría y la psicología se tienen que rendir a las evidencias que les vayan dando las neurociencias. ¿Falta una nueva clasificación de los trastornos y síndromes a partir de los componentes cerebrales? Distintas partes o funciones del cerebro dan una misma función por distintos caminos. Esas distinciones de origen no parecen dar un mismo resultado, aunque en algunos casos parecen lo mismo. En este sentido: ¿qué es ser y que parecer si todo es proclive de ser aparecer (la ciencia, en lo básico, es el estudio de los resultados, de lo que aparece)?, ¿o todo depende del paradigma o función bajo el que se analice? Muchos casos de idiot-Savant no dan mejores resultados que ciertos casos de personas aplicadas. En el caso de Einstein, ¿tenía síndrome de Asperger, como se ha apuntado, o era otra conjunción de cosas lo que “creó” esa obsesión y aplicación a un tema muy concreto y abstracto? Lo que quiero decir es que eran pequeñas cosas, y que quizás no puedan ser cuantificables por la ciencia, lo que daban esa suma total que se llamaba Einstein. Einstein no puede definirse por la división y análisis de sus partes sin caer en incongruencias. Ahí tenemos por ejemplo la voz humana en el canto: se clasifican por bajos, barítonos, tenores, contraltos, mezzosopranos y sopranos, pero esta clasificación no explica ninguna voz en concreto, donde se da tal cantidad de variables y sutilezas que no creo que se pueda decir que haya dos voces iguales. Las “genialidades” de los idiot-Savant van desde los números a lo puramente visual, el agruparlo con ese concepto de idiot-Savant, de nuevo, no nos dice nada claro y definitorio. La división de lo humano en trastornos, síndromes y demás no nos dicen nada de casi ningún individuo. Cada humano es algo más que la suma de sus trastornos y síndromes. Algo no cuantificable, ni clasificable.
Con este escrito, ¿acaso hemos llegado a la aptitud?, no, ni siquiera la hemos rozado. ¿Se puede contraponer ser y aptitud, como así ocurre con ser y parecer?, queda pendiente esta respuesta.

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