La Normalidad como Enfermedad Social I
"Ante una situación anormal, la reacción anormal
constituye una conducta normal." Viktor E. Frankl
Antes que nada una puntualización, sé que repito algunas cosas constantemente en los artículos. Pero hay que tener en cuenta que son enlaces únicos en los buscadores, con lo cual una persona seguramente lea uno solo. Eso me obliga a mantenerme a repetir ciertos conceptos para que se entienda todo el artículo, no tratando de remitir a otros, como así ocurre en los libros. El presente escrito no sé si será el único, o una serie que se centre en este tema. Sé que esta idea da para todo un libro, -como otros de mis artículos-. Podía pensar por días todos los puntos a tocar, clasificar, y ordenar mentalmente, pero no es mi fuerte. Por otro lado quizás se pasase de largo. Por eso iré improvisando y ya veré sobre la marcha.
Cuando en mi escrito “los Límites Humanos” decía que las personas me parecían sacar un siete de promedio de inteligencia, fui magnánimo. A lo que me refería, de fondo, era que si bien te encuentras, en todos los seres humanos, una maquinaria inteligente, con sus consecuentes módulos lógicos de deducción e inferencias, después en realidad la “fastidian” cayendo en este o aquel sesgo cognitivo, dogmatismo, obsesión, cerrazón, emoción, creencia…, que manda al carajo toda la maquinaria. Dan Ariely está centrando sus estudios en la deshonestidad, pero de fondo sus estudios son también unos estudios sobre las irracionalidades. En ese sentido si él llega a la conclusión de que “el problema no es que haya algunas personas haciendo mucha trampa, sino que haya muchas personas haciendo un poco de trampas”, viene igualmente a decir que el problema del mundo no es que haya algunas personas muy estúpidas, sino que haya muchas personas con pequeñas estupideces. En ese sentido este escrito sigue la ruta de camino del escrito de “Los límites humanos”, pero desde el punto de vista más individual, desde la “normalidad” de cada una de las personas.
Me encuentro con otro problema. Siempre he pensado que las feministas cometieron algunos errores de base. La segunda ola, que pretendía liberar a la mujer; en donde una de esas luchas era la igualdad en el terreno sexual, generó la liberación sexual. Después he descubierto que la tercera ola viene a decir más o menos lo mismo que yo, ya que esa liberación ha hecho que se pronuncien (guerra sexual feminista) aún más ciertos aspectos como que las mujeres lleguen a la prostitución, a ser camgirls o cualquier otro medio de ganar dinero por el sexo. O sea han caído más vertiginosamente a ser reducidas a meros objetos sexuales. Pero en la investigación de todo esto me he encontrado que se está llegando a una guerra abierta entre los hombres y las mujeres, o quizás sólo entre los machistas y las feminazis, no lo sé. El caso es que todo este nuevo ambiente está dando más problemas que soluciones. Por eso me voy a centrar en este tema, porque expone muy bien la finalidad de este escrito.
En una película tan tonta como “Capitán América – Guerra civil“, se dice que si fuésemos consecuentes con la causalidad, tendríamos que saber que “nuestra fuerza invita al desafío, el desafío incita al conflicto y el conflicto genera la catástrofe”. Puede parecer que son sólo palabras, pero la realidad demuestra que no es así. Hace unos días un “macho”, en su guerra, en la guerra que ha iniciado el feminismo ofuscado, puso una foto que mostraba la típica foto de perfil de una chica normal, pelo largo, enfundada en su sonrisa, vestimenta normal. A su lado la que se supone que era la misma chica, después de una violación, en la que aparecía desnuda, con el pelo rapado “a lo campo de concentración”, y con el cuerpo lleno de rotulaciones burdas en las que ponía “soy una puta” y cosas similares, en un rostro lleno de miedo y lloroso. No la guardé, pues qué sentido tendría guardar algo así. Al día siguiente la quise recuperar, porque en definitiva demostraba que tenía razón en mi escrito “Sobre el concepto – Las luchas identitarias”, pero habían cerrado el perfil de la persona que la había publicado, y desapareció de Twitter. Desde un primer momento me encontré con una doble posibilidad, “ves, tienes razón en tu teoría”, pero también pensé que podía ser un “fake” -algo falseado-, una foto que se había hecho a sí misma una feminista, extremando lo que puede llegar a hacer el “macho”. Más tarde caí en la cuenta de que aunque fuera un fake, me seguía dando la razón, pues si una feminista llegaba hasta ese extremo del engaño, seguía validando que lo identitario luchaba por crear el conflicto, cayendo en la irracionalidad.
En este sentido toda mujer que luche en esta guerra está siendo irracional, y por eso me centro en este caso. Es correcto que la mujer luchase por la igualdad de sus derechos y sus deberes. Ahí tenía que haber acabado el concepto feminista como “etiqueta”. La segunda ola creo unos conceptos que les han llevado a errores -como el apuntado arriba-, y la tercera ola está creando este caos y lucha sangrienta actual, desde plataformas como twitter, donde el límite de 140 caracteres no son un medio precisamente adecuado para la creación de un diálogo racional. Con eso no quiero decir que no haya reivindicaciones, que se tengan que silenciar. Pero han de ser reivindicadas desde cada una de las mujeres. Siempre fue así, las mujeres tienen una inteligencia más práctica, moderada, prudente, sutil. Me es igual que piensen que pueda ser un concepto machista, sexista o cultural. Los test hechos en infantes, que casi no han asimilado la cultura, dicen que es así, y es en este sentido que se suele decir que las mujeres maduran antes mentalmente que con respecto a los hombres. El hombre es una máquina gobernada por la testosterona, esta le impele a luchar hasta la muerte. Igualmente le lleva a luchar en cualquier batalla hasta el final, aunque en el proceso pierda la razón y la cordura. Eso se nota en que el hombre siempre suele tener que decir la última palabra. La mujer, nuestras madres, nuestras abuelas, sin los conceptos actuales de entrar en guerra contra el macho, les daba igual perder unas cuantas batallitas y que el hombre dijera la última palabra. Al final las guerras las ganaban ellas, cuando al hombre les bajaba el nivel de la testosterona, y podían razonar con ellos. En ese sentido son más moderadas, sutiles y astutas, sin que este factor tenga que ser negativo.
No estoy de acuerdo con la frase que se repite hasta la saciedad de que “lo que primero que muere en una guerra, es la verdad”, lo que realmente muere es la cordura, la racionalidad. Tiene más sentido la frase de “Platoon” de “el infierno es la imposibilidad de la razón”, donde ese infierno son las guerras humanas, y donde si la verdad muere es porque la razón desaparece. Si el feminismo existe, por su sola existencia, desde ciertos principios que no están muy bien pensados, sólo generan lucha, guerra; más teniendo en cuenta que contra los que luchan son contra los “hombres”, esos a los que le puede la testosterona, y están “creados” para luchar hasta la muerte. ¿Qué hay que luchar contra la prostitución, las violaciones o la violencia machista?, desde la ley, desde el humanismo. No hacen falta más banderas, sobre todo si la bandera feminista incita a la lucha irracional del hombre. La existencia de tal bandera, de tal sesgo individual, pues se ha convertido en tal cosa, lleva a que ciertos hombres lleguen a ese acto de “marcar” sus imposturas, en esa violación de la foto del 26 de agosto de 2016, justificando y racionalizando que están en una guerra, justificando sus atrocidades y cayendo en lo irracional de cualquier guerra.
Otro error del feminismo es que el más radical, a veces, viene desde la homosexualidad femenina o de ciertos grupos de nuevas entidades que se declaran fuera del juego de los sexos, o son asexuales por no tener ningún tipo de deseo sexual (se crean nuevos neologismos, banderas e identidades que a veces es como la diferencia de echar una pizca de un condimento o no a una receta como la paella, sutilezas que están de más, pues no se puede decir que ese sea otro plato distinto que la paella). El hombre y la mujer están condenados a entenderse, para perpetuar la especie, y porque en ese proceso del emparejamiento la testosterona del hombre baja, siendo más regado por la oxitocina y la prolactina al tener hijos. He sido camarero de la noche y he sufrido en mis propias carnes la violencia del “macho”, algunas de esas personas me han pedido perdón, cuando me los he encontrado más adelante, y estaban ya casados y con hijos. Esa situación les cambiaba la perspectiva de todo. No estoy yendo contra la homosexualidad, y en este caso la femenina, pero es que hablan desde una posición desde la cual para ellas, el hombre, no existe más que como un estorbo, muy distinta de esa otra mujer que espera encontrar una pareja, las cuales tendrán que ajustarse a dos bandas. Caen en eso que se suele decir de “tirar la piedra y esconder la mano”. La mayoría de las fotos más radicales feministas, vienen desde ese lado de la “frontera” (como la de ese posible fake sobre una violación “firmada”). Este mismo patrón ha ocurrido otras veces en la historia. El genocidio de Ruanda, que fue la lucha de dos etnias, fue promovida desde muy lejos por los antropólogos, que durante el colonialismo se llegaron a África para estudiar las diferencias externas raciales. Esa demagogia, desde fuera, desde la posición privilegiada de la raza caucásica, ha creado más errores que aciertos. Hoy en día la ciencia sigue encontrando diferencias raciales, como la incidencia de enfermedades, pero “se las dicen entre ellos”, y no arman revuelo, por no caer en el mismo error que el de hace unos siglos. En ese mismo rango caen las jóvenes, esta edad es de radicalidad, de una búsqueda de una identidad, donde al no haber sido madres todavía, no son capaces de ver o sentir todas las dimensiones de ser mujer. La mayoría de las mujeres feministas pierden su radicalidad al tener hijos, no es una derrota, es madurez de ideas desde una nueva situación más amplia que lo cambia todo. En definitiva, los heterosexuales tienen que arreglar sus propios asuntos. Sólo desde la perspectiva que les da un orgasmos al unísono (con el concepto de “ponerse en los zapatos del otro” y sin desvalorizar los de los homosexuales), se tiene la capacidad arreglar las diferencias.
Por el contrario al remarcar las diferencias sexuales, a través del feminismo de la segunda y tercera ola, unido a la liberación sexual y toda la confusión y caos posterior, se ha creado un mundo -como efecto secundario, no deseado, no predicho- de “singles“, donde el otro sexo al final se ha convertido en una finalidad/resistencia, donde el otro es en principio una sola noche de sexo; relegando como de más, todo el artificio y personalidad con el que nos podamos enriquecer a lo largo de la vida de una pareja. Se llega así a que el hombre y la mujer es aquello que le sobra a al pene y la vagina. Perdiendo en el proceso toda posible dimensión espiritual de todo contacto con el otro sexo. ¿En qué sueño o pesadilla eso es lo que deseaban las feministas?, no es un dato lo bastante fuerte para reconocer que es mejor que abandonen tal concepto que sólo está llevando errores, sobre todo teniendo en cuenta que no son una sola voz y un solo predicado de ideas. De paso queda la derrota a la que se llega a cierta edad, el hombre ya no tiene tanto acceso al sexo, pierde su atractivo, su juventud, y es en ese instante cuando nace su radicalidad, donde la mujer es una resistencia, una otredad, que sólo le crea frustración y odio. Es en ese proceso donde nace el peor tipo de “macho”, el resentido. El que seguramente sí cree un odio hacia la mujer del que hablan las feministas. En ese sentido el feminismo se vuelve una profecía que se autocumple.
Con esto llego al punto del título, pero en este artículo, centrándome en un solo tema. La normalidad está regada de las utopías, de los nobles fines últimos, crean una metahistoria individual y de la humanidad bajo el sesgo de progreso. Este concepto es falso. Nos viene dado desde los conceptos protohumanos, desde las religiones, donde el humano y el bien son los fines últimos de la vida. Todo humano “normal” está regado de este doble sesgo: el teleológico, en donde el fin explica y justifica los medios, y el de progreso, donde todo paso adelante sólo crea mejoras. Cada nuevo adelanto no crea más y mejor, puesto que no se destruyen las viejas estructuras jerárquicas, y puesto que cada nuevo adelanto lleva emparejado siempre más caos, y nuevas potencialidades de hacer las cosas mal. Ahí tenemos otro nuevo trastorno alimenticio como ejemplo, la ortorexia, donde la idea de comer sano les lleva a estar desnutridos. O sea se “inyecta” en la sociedad la idea de rehuir de lo transgénico, lo artificial y al final se crea un trastorno más con el que lidiar. Tampoco con eso hay que frenar la historia o ir marcha atrás, eso es casi imposible sin caer en algún tipo de dictadura. Pero si se tiene presente, siempre, el cuestionar estos dos conceptos, el de lo teleológico y el concepto de progreso, si los tenemos en cuenta a nivel del prefrontal, a nivel de individuo, no caeremos en errores de apreciación, en errores de juicio, (base ideológica de la conquista de América y el Colonialismo, como ejemplos). Otro sesgo es el intragrupal, este sesgo echa por tierra cualquier otro concepto de otredad, en el sentido de que todos portamos este y es en este donde encaja el racismo, la xenofobia y el sexismo. Si se entiende que existe tal cosa, no es ya que tengas que luchar contra los más evidentes, sino que además eso debería de repercutir a la hora de enarbolar y defender cualquier bandera o identidad. La defensa y el orgullo de lo intragrupal es el que lleva implícito la “otredad”, creando una división humana que más que ayudar, va contra la idea del humanismo al crear división, conflicto y guerra. La única bandera permitida, contra cualquier odio, violencia e injusticia, debería de ser la del humanismo, tal bandera, la trasparente, de forma curiosa, no existe y no se enarbola. ¡Premio para el que la cree y la lleve en sus manifestaciones contra todo lo inhumano!, aunque sea contra las violaciones y la violencia machista, pues habrá entendido todo este concepto básico de sesgos errados.
Desde lo individual lo que prima es el orgullo, esa capacidad de autodefensa que es la base egoísta del ADN, del gen. Cada cual es una apuesta única, que en cuanto se cuestiona todo, que en cuanto todo lo demás cae, es la única que queda. Agarrarse al orgullo es uno de los peores sesgos que existen, de los más irracionales. El individuo, en su inmediatez, desde la soledad que le da el estar solo en su habitación, conectado a las redes sociales, contesta desde su orgullo. La mayoría de los trolls, y de las batallitas y las guerras que se dan desde internet, se dan desde el orgullo herido, desde el dolor de ese ente que no está conectado físicamente con nada o desde una posición interna intragrupal.
Dejo este escrito, me parece demasiado moralizador, cuando el tono de mi “queja” por la “normalidad” humana es más cínica. Me cansan las mentes normales que fácilmente hacen juicios de valor sin ver el panorama general de todo. Sin darse cuenta que caen en errores de base y están creando más problemas que los que tratan de solucionar. ¡Ojo!, mi cinismo es uno de ellos, pero es desde lo liminoide, no desde la “normalidad”, aunque el final sea el mismo en los dos casos. No hay progreso, yo soy cínico y quiero destruir ese concepto. La normalidad, desde su normalidad, destruye aquello que quiere crear. ¿Se nota la diferencia? El nihilismo no cree en nada y destruye los conceptos de los otros, la normalidad pretende crear felicidad y justicia, y la destruye y se autodestruye. A nivel epistemológico son las mismas reglas, pero a nivel ontológico el cinismo crea la destrucción que predice, mientras que la normalidad crea la contranormalidad y caos, contra la que cree luchar desde su supuesta normalidad incuestionable. En definitiva: el cínico acierta en su exposición del medio y del fin; la normalidad, por el contrario, en su lucha destruye aquello que cree y quiere crear: la normalidad (estabilidad), creando en su proceso más posiciones “normales” erradas, que crean más anormalidad o caos. Lo digo de distintas formas para ver si en alguna de esas se entiende. Avanzamos sólo dando vueltas sobre las mismas cosas. Idea que captó Nietzsche con su eterno retorno de lo mismo y que está representado en la rueda de la fortuna.
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