La Normalidad como Enfermedad Social II – Pan
Segundo intento de un acercamiento a mi propuesta sobre la irracionalidad latente en lo social, la primera ha sido algo fallida, pero la dejo estar.
Como voy a estar hablando de la normalidad y de las personas normales, por comodidad voy a crear una abreviatura. Pero para ser elegante voy a elegir una que tenga muchas connotaciones. Voy a hablar de las “personas abocadas a la normalidad”, Pan, por sus siglas. Pan (su etimología más remota es “todo”) era un semidiós, un sátiro, de Pan proviene la palabra pánico, ya que se le asocia al miedo que las mujeres tenían al atravesar los bosques y poder ser violadas por este sátiro (extrapolación del miedo al macho cabrío, del macho humano). Ese miedo constante, de alerta, de ampliar todos los sentidos, para tratar de captar a Pan, es lo que hoy entendemos por pánico. Se ha de entender como lo que hoy conocemos como posesión, que seguramente venga de esta idea primera, donde ese todo de emociones intensas y profundas eran el propio Dios Pan, moviendo nuestros hilos físicos, emocionales y de pensamiento, desde dentro (posesión, no dominarse a sí mismo). De Pan proviene, en parte, las características que hoy conocemos sobre el diablo (el de la cabecera es Pan), pues los retratos de este último, ya tardíos, que se hicieron en la edad media, se alimentaron del dios Pan: pies de carnero, con barba y cuernos como un chivo. De este semidiós proviene la caricaturización del personaje Peter Pan (como fauno), y a la vez de este proviene el concepto de no querer madurar o complejo de Peter Pan. Es una buena definición porque en las personas normales, Pan, hay cierto infantilismo(1) en su modo de enfrentarse al mundo de las ideas abstractas. Nunca maduran en ese aspecto, si lo hacen dejan de ser Pan. Por otro lado crean el mal en el mundo, en su inconsistente manera de proceder, con lo cual hay cierta extrapolación hacia lo “diabólico”, al crear el pánico, o su tendencia, subyacente que existe en el mundo. Pienso que los monstruos, de donde proceden nuestros terrores, nos provienen del miedo. El miedo primigenio era más sano y directo, se sentía miedo por el león, o cualquier depredador, por los precipicios, por los ríos; pero los terrores, los basados en la ansiedad (ser consciente del miedo y hacer de caja de resonancia de este), los crearon los hombres por el propio miedo que tenían de sí mismos, de los enemigos, de los eternos “otros”, aquellos que no eran nosotros, que no formaban la cultura propia. Crearon al “otro” como monstruo, que era capaz de todo, y en ese proceso se llenaron de historias que recreaban esos terrores, que retroalimentaban el terror hacia los “otros”. El violador no era el de grupo, era alguien de otra tribu, de otro grupo, y no sin razón. Aún en el siglo XX se sigue esta secuela de hacer que el otro sea, tenga la apariencia y se comporte como un monstruo. En los carteles propagandísticos de las dos Grandes Guerras, hacían caricaturas que ponían como monstruos a los enemigos. Los japoneses, en algunos casos, les tenían tanto miedo que preferían suicidarse de las formas más brutales imaginadas, a entregarse a ellos. Las feministas más radicales vuelve monstruos al hombre, argumentado, por ejemplo, que todo hombre es un potencial violador.
Sé que estoy creando un concepto, y eso puede llevar a división humana y a la confrontación. Nunca he dicho que esté libre de caer en errores. También quiero hacer notar que digo que la normalidad es una enfermedad social, ¿por qué no personal?, en realidad la normalidad es el estado más adecuado para los “planes” de la evolución, pero no así para lo social. Pan está inyectado de una bomba de racimo, que es el sesgo optimista, que se expande en el auto-engaño, en no ver tres pasos adelante en su modo de proceder y de esta forma anular el miedo al futuro, y otros cuantos artificios de este tipo. ¡Les va muy bien!, suele estar contento, contento no es feliz, pero como va con esa sonrisa inocente de Pan, pues no se plantea que eso no sea la felicidad. Es enfermedad social, desde el punto de vista humanista, porque es la que trae todos los males en las situaciones de crisis, pues el pensamiento de Pan no ve más allá de sus propias acciones, y que puedan estar generando un efecto bola de nieve que cree todos, o casi todos, los males del mundo social.
Pan construye el mundo de arriba hacia abajo. Como Dios está arriba y abajo está él mismo, desde dentro de su bóveda craneal, deduce que él es la obra de Dios. Todo lo que haya entre esos dos pasos carece de significado e importancia. Racionaliza y justifica cualquier paso intermedio, sin pensar que cae en infinitos errores en su construcción. No hay espacio para la duda en Pan, regado del sesgo optimista: si algo no lo entiende es que es muy complejo, pues así lo debe de haber querido el de Arriba y no trata de indagar más. Una pregunta que siempre ha acuciado al humano, pero con otras palabras o emoción, era la que Sartre definió con su: “por qué hay algo en vez de nada”, que crea sólo una gran desazón, por ser imposible de resolver. Como Pan no profundiza, con su infantilismo, creó ese ser primero que está en esa capa de su construcción de arriba abajo. Eso ocurre con la mayoría de las religiones. Sólo he encontrado una que haya solucionado a medias el problema. Para los hinduistas Dios no es la causa primera incausada, porque lógicamente no resuelve el problema. Si Dios es la primera causa, ¿quién lo creó a Él?, o sea, se creó a Dios para resolver esta pregunta, pero si Dios es increado, ¿por qué no lo puede ser el propio universo? Si Dios es eterno y sin causa primera, el propio universo puede entrar en esta misma categoría abstracta y extraña. Para los hinduistas hay un algo anterior a Dios, que creó a Este, pero no tratan de ir más allá. Son lo bastante honestos como para saber que no se puede resolver el problema, como así nos lo hizo saber Sartre.
Una vez que creas un bosquejo de una pirámide, y tienes la punta, Dios, y la base, los humanos, hay que poner y construir los lados de la pirámide, por capas. Cada tribu en la prehistoria creó esa construcción a su manera. Eso les creaba una seña de identidad. Pero ¡alto!, ahí están los “otros”, aquellos que son los “monos”, “las heces de la tierra”, que son nuestros enemigos y tienen otra idea distinta de Dios, y de la base, ¡que se creen ser ellos!, y además han construido la pirámide mal. ¡Hay que acabar con ellos! Este pensamiento, que se ha repetido hasta la saciedad en la historia humana, aún nos da problemas, como la radicalización de los musulmanes por ejemplo. La evolución dotó a Pan de la capacidad de crear esa estructura mental, que tiene un espacio en el cráneo, lado derecho de nuestra cabeza (lóbulo temporal), arriba y algo atrás de la oreja, pues le proporcionaba paz y tranquilidad para afrontar lo desconocido, sin pensar que en el proceso creaba la estructura de la “otredad”. A la evolución le da igual que lo “otro”, lo que le ofrece una resistencia, sea una piedra, un león u otro humano, siempre y cuando esa creencia le haga luchar y sobrevivir, por todos los medios posibles, para esparcir su ADN. El gen que más obcecado sea es el que triunfará. En ese proceso si alguna vez existió el ateo en la prehistoria, se extinguió, porque las “armas” mentales de Pan eran más eficaces para aniquilarlo. Lo que es bueno para la evolución puede ser igual de eficaz para lo cultural: el Cristianismo, negando cualquier otra forma de construir la pirámide, de su idea desde la mentalidad Pan, trató de acabar con cualquier otra idea, a cualquier coste.
Se supone que eso es cosa del pasado, excepto algunas “resistencias” como la de los musulmanes, pues las sociedades van hacia la laicidad, pero ¡es que hay procesos mentales en Pan que siguen las reglas de estas viejas estructuras! Pan piensa que una sola causa y un sólo efecto dan una estadística, piensa que el mundo es teleológico,(1) que como está Dios como fin, todo lo que hay por medio carece de importancia y está construido con este fin. No es algo trivial, ahí hay mucha miga. Si yo estoy fuera de esa estructura, toda persona Pan con la que me encuentre inmediatamente choca contra mí. No es ficción, sus constructos nos hacen ser de dos planetas distintos. Pan no ve el modo que esa estructura crea el resto de estructuras de su cerebro, y por ello todo el resto de sus formas de pensar y de actuar. En ciertos experimentos se ponía a los individuos delante de un panel de interruptores, que se supone que hacían una acción en una pantalla, no recuerdo bien los detalles, pero lo importante es la idea. Había algunas personas que creían que sus actos, la secuencia de abrir y cerrar interruptores, eran la causa de la acción en la pantalla. No era así, lo que ocurría en la pantalla era aleatorio. Su sesgo optimista y el sesgo teleológico, no les hace ver ni comprender lo que es lo azaroso. Recordemos que Dios es el comodín de que todo está causado, que todo tiene un porqué, luego si se tiene esa estructura, el azar no entra en juego. Pan, en este caso los investigadores, en vez de pensar que esa forma es la errónea, deducen que los que piensan que ellos mismos no tienen el control, tienen el sesgo pesimista. O sea la norma es engañarse, aunque esa estructura esté mal. Pensar así es como concebir que si un muro se derrumba es que es el tipo de muro correcto. En definitiva, que la estructura teleológica de la vida es la humana, y el que no la tenga está fuera de lo humano, es un “otro”, que está fuera de lo humano. De nuevo la dictadura o pensamiento errado de la otredad y la identidad. No hemos salido de ella. No se puede salir si no se destruyen las estructuras parejas que lo sostienen, pero no se puede hacer puesto que son estructuras “implantadas” en el ADN.
Con esta estructura de base, Pan es más probable que se haga adicto a cosas, pues si echa una moneda a una tragaperras y gana, se creerá ser el “agente” que ha propiciado tal acto, recordemos que el azar no existe, o está como conocimiento, pero no es su estructura básica de forma de crear y procesar la información. El azar es algo de lo que hablan los estadistas, los científicos, pero no parece que opere en su mundo, en su cerebro. Pan de esta manera está lleno de errores de base. No comprende que un solo error de la biblia la invalidaría por completo, pues basta ese sólo error para que ya no haya ninguna base por la que pensar que todo son errores o una gran mayoría. En esa situación ¿qué sí es un error y qué no?, ya no sirve de guía, ya no puede ser una base. Así, con la biblia tiene que ser o un todo o nada: o nada es un error o ya no es fiable nada, como esto segundo no puede ser, entonces sólo queda que todo es fiable. La otra salida, la tomada por la Iglesia, y que no conocen o a la que no se atienen la mayoría de los creyentes, es que lo importante son las leyes morales, pero ¿cuáles si la biblia es una metralleta que apunta y dispara en todas las direcciones? Pasa un poco como los refranes, los hay que dicen una cosa y otros que dicen justamente lo contrario: “al que madruga Dios le ayuda”, “no por mucho madrugar amanece más temprano”, por ejemplo. En la biblia puedes encontrarte con el “ojo por ojo” y con todo lo contrario, en este caso se recurre a que el Nuevo Testamento, invalida ciertas cosas del Viejo, pero ¡sólo a veces! Fijémonos con detalle. Toda persona sabe qué significa la estructura lógica o A, o B, pero de forma milagrosa no la aplican a todo. No la aplican a que la Biblia es un o A (todo es válido) o B (una sola invalidez niega a A).
Me he detenido en el tema cristiano o la biblia como ejemplo. En Estados Unidos es más demencial esta rotura con la cordura y la lógica, desde este punto de vista. El documental “3 ½ Minutes, 10 Bullets“, trata sobre el caso de un blanco que disparó y mató a un negro (si pongo nombres nos perdemos, lo pongo en estos términos porque de fondo es una lucha identitaria de razas), por tener la música muy alta en un aparcamiento, que degeneró en una disputa homicida, pues al final el blanco se creyó amenazado, y disparo a diestro y siniestro, alegando autodefensa en el juicio. En un primer juicio, la madre, claro, rezó a Dios para que le pusieran como culpable. Quedó absuelto. Después de unos años la madre volvió a rezar en su siguiente juicio de apelación y se le dio como culpable. ¡Claro, ha sido por obra de Dios! No entiendo esta lógica, debo de ser de otro planeta. Si Dios lo quería como culpable lo hubiera puesto la primera vez. La mentalidad teleológica dirá que ese retardo es por y para algo. Las cuestiones de Dios, así, son inescrutables. Más bien, como dijo Alain Finkielkraut, es que “los caminos del señor son impracticables”, por carecer de ninguna lógica el que cree en ellas, o sea Pan. En realidad, al acusado del homicidio que analizamos, se le puso de culpable por cuestiones más mundanas: por lo desastroso de la sociedad actual norteamericana, porque al final se volvió una cuestión sobre el racismo. En el primer juicio no se quería caer en la discriminación positiva, en culparlo solamente teniendo en cuenta el factor del color de la piel de la víctima. Con los años este caso tuvo tanto bagaje y tanto peso, y discusiones y guerras entre identidades, que al final era mejor optar por culparlo, y no estar en guerra con la comunidad afroamericana disgustada. Yo no estoy juzgando, estoy tratando de hacer un análisis de todo el entorno de los conflictos norteamericanos que nunca acaban. En esta misma situación se salvó O.J. Simpson. Aquí vemos una vez más lo irracional de lo identitario: casi todo afroamericano se puso del lado de O.J. Simpson, cuando todas las pruebas indicaban que era culpable. Esa es la inteligencia humana, así opera Pan en la sociedad. En el juicio que retrata “3 ½ Minutes, 10 Bullets”, hay tantos factores a tener en cuenta: la facilidad de tener un arma en Estados Unidos, las leyes que se tienen sobre la autodefensa, el miedo que han creado los músicos rap y dicha subcultura, donde si te dan un tiro eres mejor rapero, la guerra de bandas… El blanco se sintió aterrorizado, no era odio racial, era miedo racial, aunque parezca lo mismo… el resto es una consecuencia de las disposiciones en las que está Estados Unidos. Creamos una base incorrecta (toda la sociedad lo es) y Pan sale del paso en cada uno de los casos con ciertas reglas básicas, y siempre teniendo como “cárcel” los errores de su propio entorno. En ese caso fue lo que él creía que era la defensa de su persona, “escogiendo” (en realidad no era elección era concatenación lógica en base de unas premisas erradas) una forma desastrosa de salir del apuro. El asesino real de Jordan Davis, el adolescente de color, es toda la sociedad norteamericana, fundada en las reglas de Pan. Si creas una sociedad sin ninguna lógica, con injusticias, pronunciando lo identitario, defendiendo la posesión de las armas…, sus resultados siguen esa “lógica”. No hay que buscar otra. Una vez fuera de las reglas lógicas es estúpido reclamarlas, hay que atenerse a esa salida de la lógica, a su locura; en realidad a su irracionalidad.
Volviendo arriba, una estructura mental teleológica es la que ha creado el actual estado del mundo. Si los ladrillos son las estructuras mentales erradas de lo humano, de Pan, entonces el edificio entero parte de este error. No hay forma de pensar qué es la justicia, porque cada cual analizará desde su bandera la situación, a lo que se pueda llamar injusticia. Tratar de encontrar lógica en lo irracional es imposible. (¡Atención spoiler de una serie!) Ahí tenemos una serie genial que retrata muy bien el estado actual de la sociedad y la justicia: “The night of“. En cierto momento, cuando se sabe que el culpabilizado es seguramente inocente, tanto la policía como el fiscal piensan que es mejor dejar que lo culpabilicen, porque ya se han generado unos costos judiciales muy altos, y el nuevo posible culpable tiene menos evidencias como para ser llevado a juicio y culpabilizarlo. El fatídico final, después de un largo tiempo en la cárcel y sus “lógicas” o reglas, es que el inocente, que sale absuelto por juicio nulo, ha acabado con una drogadicción: una nueva víctima más de la sociedad, que a partir de ese momento sólo creará caos en el sistema (fin spoiler). Todo esto, toda la sociedad actual, se me parece a las típicas trifurcas de las peleas de los niños: gritos, puñetazos y lloros, la madre los separa y pide explicaciones: “no, ha sido él”, “pero él me llamo (no sé qué)”, “tú no me dejabas jugar”, “es mentira, no quería que cogieras lo mío”… Disputa que no tiene fin y que la madre acaba con la sentencia: “¡los dos, cada uno a su habitación, y a hacer los deberes!” No es una solución, no es una resolución a un problema, es una salida sin ninguna lógica, a una situación ilógica. Ni que decir tiene que la actual situación en España con el tema catalán cae en esta misma trama. Es un claro ejemplo de los que es una escalada irracional, el sesgo de grupo y el sesgo de homogeneidad fuera del grupo.
No trato de hacer un examen exhaustivo a Pan, sólo muestro mis puntos de vista, cada cual saque lo que pueda o quiera de lo escrito. No trato de hallar soluciones, diagnostico el panorama general del mundo. Si lo hiciera pareciera que estoy tratando de crear alguna metodología, o alguna nueva ideología o religión…, que todo se retuerce de mil maneras en Pan. En el fondo todo sería más sencillo matando al concepto del héroe, pues no me trato de poner de héroe o de sabio en nada, y puesto que se cree que el héroe, en lo más soterrado del cerebro, es un tipo de semidiós, con ciertas características y/o poderes, que tiene algún propósito último para el bien de todos los hombres. Fijarse que un chimpancé trata de buscar la manada “perfecta”, que tenga un macho alfa “perfecto”, que no sea demasiado agresivo, y sí algo social y cercano. Cuando una manada perdía a un macho alfa y se deshacía el grupo, esperaban llegar hasta esa nueva situación de encontrar ese “buen líder”, de ahí, de tan antiguo, nos tiene que venir la idea y el concepto del mesías, que después se desvirtuó en el judaísmo. Cada nuevo emperador, cada nuevo rey, y ahora cada nuevo presidente, pretendemos y deseamos que sea ese el mesías, ese ser magnánimo que por fin restituya la justicia para todos. J.F.K. pareció ser, en ese sentido un nuevo Jesucristo, donde su posibilidades quedaron muertas cuando fue asesinado (de nuevo el sacrificio como fondo). Me gusta la serie “11-22-63“, protagonizada por James Franco, porque nos pone ante el postulado de que J.F.K. se hubiera salvado, y al final llegásemos a una distopía con una guerra de fondo y campos de concentración. Mata la idea del “mesías”. Con Obama hemos visto que no existe tal cosa, se esperaba mucho de él y todo ha quedado en poco o nada. Pues el Mesías es otro de tantos trucos falseados que tenemos en nuestro cerebro. O quizás, al final, y simplemente es que habría que banalizar al héroe. La mitología griega es lo que hacía, los volvía más humanos, se mezclaban con nosotros, tenían nuestros propios defectos, se les podía matar o castigar. Esa mitología construía un mundo más mundano, en el que el bien y el mal eran el pan nuestro, donde la tragedia había que entenderla bajo la lógica de que la vida, y por mucho que busques hacer el bien, las cosas se van a retorcer y salir mal, siempre, para alguien. O sea, se atenía a que la vida humana es así de imperfecta. El Dios cristiano sin embargo construía el bien y otro ente nos traía el mal. El humano ha de buscar a Dios que es el bien. En ese proceso el bien y Dios funcionaban como un proceso teleológico mental del que uno no podía escapar. Todo lo malo no es un proceso trágico, no es un proceso azaroso, es simplemente que no ha actuado Dios, que uno se ha salido de su mirada y dirección, que por algún lado ha entrado el demonio, lo malo, o que las malas acciones del pasado ahora nos persiguen. Todas las religiones occidentales se parecen porque de una manera y otras llegan a esa conclusión, pues incluso en la griega está el mismo meollo. Al final todo se reduce a no entender el azar, a que nuestra mirada teleológica del mundo nos haga creer en el destino. Si el mundo está aquí es por una razón, el hombre tiene esta inteligencia (¿inteligencia?) por un inicio, una causa, si algo malo o bueno ocurre es por algo. Todos son señales, todo tiene un significado. Me gustó la picardía de un científico que sentándose delante de un mago le dice, voy a hacer magia, y echando unas cuantas cartas sobre la mesa, y dándoles la vuelta dice: ¡magia!, a lo que el mago, extrañado, le contesta que dónde estaba la magia. El científico le dice que ha creado una secuencia de cartas que tiene una probabilidad de entre millones que ocurra, luego es algo mágico, extraordinario, un milagro. El mago seguía sin entender, posiblemente el lector tampoco. Según la definición de milagro, es aquello que se sale de lo extraordinario, por su rareza y que quizás nunca se vuelva a repetir. Lo que quería dar a entender es que todo es azar, y dependiendo del orden de las probabilidades, parece más mágico o milagroso. Esa secuencia de cartas era una entre millones, luego era un milagro. Pan no entenderá aún el “truco” de este efecto lógico que nos trata de hacer ver el científico, pero lo que sí hará es decir que si una persona cae de un edificio de diez plantas y le pasa poco o nada (porque algo le acolche en el camino o la llegada), eso es un milagro. ¡El hecho extraordinario de esa persona que se salva y la del juego de las cartas del científico es el mismo, tiene la misma estructura, es puro azar! No interviene ningún Dios, no es causado sino casual, no hay que analizar todo el suceso desde el fin hacia el principio (teleológico): se ha salvado luego ha de ser por y para algo, como para racionalizar que para esa persona Dios tiene algo preparado, (llamadme loco, pero en Estados Unidos personas que se han salvado de situaciones muy complicadas, se han vuelto predicadores o han creado algún grupo de seguidores, pues han sido “llamados” para hablar de su “milagro”).
(1) En realidad “juvenismo” o “jovenilismo”, pero tales conceptos no está aprobados por el diccionario de la Real Academia. Si se dice infantilismo, es porque antes de “inventarse” la adolescencia, el joven ya se le consideraba y se tenía que comportar en un adulto. Hoy ya no es así. Al comportamiento que me refiero es al del joven, ni maduro ni con la inocencia del niño.
(2) Para todo los que piensan así, de forma teleológica, que todo tiene esa razón, que piensan que si le rezan a Dios tiene una oportunidad de ser salvados; les vendría bien ver la escena de la película “El Hombre de Hielo (The Iceman)”, donde Richard Kuklinski, asesino en serie, le da una oportunidad, a una de sus víctimas, a que Dios le salve rezándolo. Claramente no es así y lo mata.
(2) Para todo los que piensan así, de forma teleológica, que todo tiene esa razón, que piensan que si le rezan a Dios tiene una oportunidad de ser salvados; les vendría bien ver la escena de la película “El Hombre de Hielo (The Iceman)”, donde Richard Kuklinski, asesino en serie, le da una oportunidad, a una de sus víctimas, a que Dios le salve rezándolo. Claramente no es así y lo mata.
Comentarios