La Sangre Justa



Aunque pudiéramos sobrevivir todavía seríamos estos especímenes
narcisistas, limitados, infelices, ansiosos y miserables.
❞ Iain McGilchrist
Olvídate de un futuro más brillante, progreso, ideales…,
eso está todo muerto, eso es lo que nos hace sufrir.
Solo queda el presente, el aquí y el ahora, olvida todas
las expectativas, no pospongas el presente.
❞ France
Para corromper a un individuo, basta con enseñarle a llamar Derechos
a sus anhelos personales y abusos a los Derechos de los demás.
❞ Chesterton
Por primera vez en la historia todos los hombres
se ven enfrentados con todos los demás hombres.❞ Hannah Arendt
Todos son corresponsables de lo que ha sucedido, de lo que
precedió a este evento y de todo lo que seguirá.
❞ Tibor Dery
«El progreso es una falta de orden social
que se ha convertido en un sentimiento personal.
❞ Bruno Bauer
De la torcida materia de la humanidad nunca se hizo nada recto.❞ Kant
No hace falta que me mandes al infierno: ya estoy en él.❞ Juniper
La guerra de las identidades son síntomas, no causas.❞ S. Critchley
La costumbre es el rey de todos los seres.❞ Píndaro


¿A qué sangre me refiero? La palabra «justa» puede provenir de justicia, de los justos y de la proporción, como en la medida justa de agua para llenar una botella de litro, ¿cómo lo habíais interpretado?, y ahora que habéis leído sus dos formas, ¿con cuál os quedáis? El título debería de ser «la sangre de los justos», pero perdía el doble sentido. Este título no tiene que ver con el escrito, tampoco lo he puesto por hacer clickbait, que sirva de anzuelo. Es que no sabía qué título usar y a veces me sale la vena poética. La fotografía de cabecera tampoco tiene que ver ni con el título, ni con el escrito. Es de un vídeo de una conferencia de Daniel Dennett. La primera imagen es un termitero. No tienen planos de ellos, van cambíandolos al azar, pero llegan a estructuras similares a las concebidas por la mente humana. Este caos y falta de concordancia entre el gráfico, el título y el texto, es un claro ejemplo de qué es lo posmoderno.

(Me falta hacer la gráfica a la que hago mención una y otra vez durante el escrito. Ahora estoy cansado. Los escritos que menciono se pueden descargar abajo).


Nota previa. No puedo empezar un nuevo blog, ignorando el actual, pues me tocaría definir toda mi filosofía de nuevo. No estoy mucho mejor que cuando dejé de escribir, mi desesperanza y nihilismo me vence (¿qué vence a qué? y quién afirma esto). Pero dado lo vital de las nuevas propuestas, tengo que actualizar la filosofía, o puntos de vista, de mis escritos, en la actual entrada. Preferiría no hablar del feminismo, pero es que es tal su latencia y presencia que se hace inevitable hacerlo (sobre todo en España y estando en el poder, y habiendo creado un ministerio de la igualdad). A este respecto diré que están haciendo perder la tranquilidad hasta del más pintado. Ahí está el caso del muy tranquilo Daniel Dennett —que no deja de parecerse a un oso perezoso (Folivora)—, que en su nuevo libro dice…

«Así que vamos a retirarnos, hacer una pausa, y revisar algunos hechos claros, dejando las explicaciones y refutaciones para más adelante. Es un hecho obvio que aunque ha habido muchas mujeres brillantes de gran logro, ninguna de ellas ha alcanzado el estatus icónico de Aristóteles, Bach, Copérnico, Dickens, Einstein…. Podría fácilmente enumerar una docena más de hombres en la misma liga, pero intenta por ti mismo pensar en alguna gran pensadora que pudiera fácilmente desplazar a cualquiera de estos hombres en el papel emblemático en mi título (del libro). (Mis favoritas serían Jane Austen, Marie Curie, Ada Lovelace e Hypatia de Alejandría. Dudo que haya pasado por alto a algún candidato obvio, pero el tiempo lo dirá.)»

No he terminado de leer el libro (lo bajé a partir de ver esta conferencia de Daniel Dennett en YouTube, parte de mi escrito está inspirado en tal vídeo —explica la fotografía de arriba—), y por ello no puedo decir en qué basa sus argumentos y si se parecerán a los míos. Lo que sigue lo llevo escribiendo tres días, a expensas que gasto mucho tiempo para tratar de seguir las noticias de la nueva situación, tanto en España —todos los partidos políticos están metiendo la pata—, como en el conflicto de la guerra —invasión— entre Rusia y Ucrania (sobre esto hablo al final del escrito). Lo dicho, el presente escrito vuelve a ser un retomar o reescribir lo fundamental de mi filosofía o cosmovisión, pero ha sido por necesidad.

Preámbulo

He encontrado una línea de investigación —a medio caballo entre la neuropolítica y biosociología— que va tras las pistas de dos de mis principales hipótesis: 1. la división entre dialéctica negativa, donde dos tipologías humanas constantemente están en conflicto y «diálogo», extrapolable a mi división entre preconcientes o personas normales, o entre los tendentes al realismo depresivo y la identidad narrativa; y 2. estas hipotéticas divisiones vienen dadas por diferencias anatómicas en los cerebros, y por sus neurotransmisores. Este último punto es el que ha descubierto la ciencia para pronosticar las personas liberales y las conservadoras. Si bien, por sus argumentos y conclusiones, parecen ir contra parte de mis premisas. En este escrito trataré de ver si mis hipótesis se mantienen o si por el contrario he de revisarlas.

Por otro lado crearé una hipótesis de un posible porqué cierta parte de la humanidad se ha vuelto más sensible al medio, como para volverse más empática con los colectivos en minoría, así como con los animales y los temas medioambientales. Al final del escrito trataré de vincularlos para intentar dar una visión más completa de mi línea de pensamiento. Entro en tema.

Premisas

Imaginar tener una tarta decorada de forma geométrica, de tal forma que no la puedas cortar, según su decoración, a partir del número de los invitados (en el ejemplo hay 14 cortes, pero tienes 16 invitados). El cerebro se esfuerza en tratar de mantener la geometría, pero por más que este quiera, se percata que es un proyecto inútil. Esta analogía viene al caso para hacer ver que la ciencia, en la actualidad, se basa sobre todo en el análisis hipotético-deductivo. Esto es: se tiene una hipótesis, una idea o punto de vista del mundo, y se trata de rebatir o sostener a través de pruebas (ensayos, estudios, estadísticas). Esas hipótesis, lo que cada estudio ponga sobre la mesa, es en nuestro ejemplo la tarta, y los cortes que hagamos es lo que por deducción hace nuestro cerebro para salir del paso. Según sea la hipótesis (la tarta) conlleva en sí mismo ciertos conceptos (adornos sobre la tarta) que van a requerir una forma de trabajar del cerebro…, inferencias, deducciones, generalidades, clasificaciones, o conclusiones.

¿Qué tiene el humano en claro?, con qué conceptos parte (adornos en la tarta) para primero crear hipótesis (tartas) y segundo para hallar nuevas hipótesis y descubrimientos (dividir la tarta). Todo esto puede tener un análisis sencillo: el cocinero/a dependiendo del número de invitados, y sabiendo sus gustos y ascos, crea una tarta a la medida. Así es como funciona en gran medida la tecnología y las innovaciones técnicas y prácticas. Otra cosa es que al final falte algún invitado o vengan dos más (errores tecnológicos y rectificaciones durante su desarrollo). Pero como de lo que tratamos es sobre el humano, su cerebro y su comportamiento social, entonces los «adornos» ya están todos ahí, y dependiendo de la hipótesis con la que se trabaje (idea o visión general de la tarta final) se cogerán unos adornos y, por claridad en el trabajo —y mantener una temática—, se tendrán que dejar otros de lado. ¿Algún científico puede ser lo bastante «loco» como para creer que puede poner todos los adornos encima de la tarta, creando cierta armonía y sin que su base se derrumbe ante el peso que ha de soportar?

En mi caso llevo más de dos meses «investigando» sobre varios temas sin llegar a determinar ciertos conceptos. Cuando me cansaba de no llegar a nada claro sobre uno, lo dejaba aparcado y me iba a otro. Todos los días la realidad me vencía: no llegaba a ninguna idea mínimamente definida. Uno de tales temas es la «muerte del sujeto», otro la conciencia, y qué es ego y qué el yo, y por otro lado qué es identidad o qué es personalidad y carácter. En el fondo todos van de lo mismo: la posibilidad de que exista, o no, un agente en el cerebro, y cómo es y cuál ha de ser su autenticidad o verdadero ser, si tal cuestión es planteable. Todo va dirigido a tratar de solventar, o entender, en los problemas en los que se encuentra hoy en día el ser humano. Según mi hipótesis, en tal situación nos ha metido el posmodernismo (faccionado en distintos aspectos como el postestructuralismo y el deconstructivismo). Y de ellos, en parte, nace el concepto de la muerte del sujeto. Dado que podía ser una de las causas de la situación actual, traté de entender tal término, pero sigo sin entenderlo.

Más tarde me he percatado que yo mismo «mato» al sujeto en varios escritos (en esta entrada, por ejemplo, pero que no coincide con el concepto de «muerte del sujeto» posmoderno, como se verá más abajo), pues me atengo a que la idea que la conciencia, que es la que nos crea la percepción de ser un agente que conduce nuestra propia vida, es sólo un epifenómeno o ilusión mental. Pero, ¿es esa idea —la plasmada en mis escritos— la que se esconde tras la «muerte del sujeto» entre los posmodernos? No parece ser así, ya que no trabajaban a partir de ideas de las neurociencias, aunque tampoco lo tengo claro. Leí el libro con el sugerente título de «The Death of the Subject Explained» de James Heartfield… ¡mentira!, no lo explica, ni siquiera lo disecciona. Leí el libro «Death of the Subject» de Agnes Heller…, no veía ninguna muerte, ni ninguna aclaración. Busqué en otros artículos de Internet y encontré «Lo aporético sobre la muerte del sujeto» de Gary Anton Mostajo Troche. No avanzaba ni un ápice en mi comprensión del asunto. Me percaté que el inicio de todo el galimatías posmoderno nació a partir del concepto de «la muerte del hombre» (humano) y busqué desde ahí y me llevó al libro de Chantal Bax «Subjectivity after Wittgenstein – The post-cartesian subject and the death of man» —, que aún estoy leyendo, pero que he dejado aparcado, porque tampoco dice nada claro—. En mi loca persecución busqué ambos conceptos en todos los libros que tengo digitalizados, sin que ninguno dijera nada realmente relevante y que lo definiese. E aquí algunas frases que pueden tener algo que ver:

«La política no es un aspecto añadido del sujeto, sino el modo de ser del sujeto, es decir, precisamente lo que es el sujeto.» Sadeq Rahimi

 «Toda experiencia es mundo y no necesita el sujeto.» «El yo filosófico no es el ser humano, no el cuerpo humano o el alma humana con las propiedades psicológicas, sino el sujeto metafísico, el límite (no una parte) del mundo». Wittgenstein

Qué he sacado en claro del «calvario» que he pasado. Sujeto proviene, en la filosofía griega, de objeto, en tanto que es una representación mental del mundo. En ese caso, creo recordar que lo estipuló Aristóteles, toda representación u objeto mental, tiene un ser o ente que los concibe. Sujeto, que en un principio era subjeto, era —como el propio prefijo sub- nos hace ver— lo que está por debajo del objeto, lo que lo sujeta o sostiene. O sea, la propia capacidad mental para hacer una representación mental (un símil válido es la de un líquido —objeto— que coje la forma del vaso que lo contiene —sujeto—). Esto lleva a dos cuestiones: 1. desde entonces llamamos subjetividad —que claramente proviene del antiguo subjeto— a tal capacidad, y 2. se crearon las primeras versiones dualistas del mundo, donde por un lado existe el objeto o representación mental, y por otra el ente o sujeto que tiene o porta tal representación mental. Tal dualismo lo terminó de fundamentar Descartes cuando dijo: «pienso, luego soy», pues creó una dicotomía entre la realidad externa y la capacidad humana, habitada con un ente («luego soy»), para representar el mundo. Por tanto lo que cuestionó el posmodernismo es la capacidad para ser una subjetividad (y que tuviese importancia o relevancia en el mundo), ya que son las acciones y nuestra identidad social —nuestro hacer en lo social, como dicen Sadeq Rahimi o Wittgenstein arriba— lo que nos define. Yo mismo he dicho varias veces aquello de «por dentro no importa», frase de la película «American Psycho», que en realidad retrata —o denuncia— y se identifica con las ideas posmodernas.

Así que ya tenemos unos cuantos adornos para nuestra tarta: representación mental, subjetividad, Dualismo filosófico y sujeto. Vayamos a por más.

Unos de los estudios con los que me he encontrado: «La ideología política como cognición social motivada – Evidencia conductual y neurocientífica» de John T. Jost y David M.  Amodio, parte de la hipótesis de que puedan darse diferencias en el cerebro entre las personas conservadoras (tradicionales, que no quieren cambios o los mínimos) y liberales (buscando o adaptándose constantemente a los nuevos cambios). Al parecer los primeros tienen, por un lado, una amígdala más grande que los liberales, y por otro una corteza cingulada inferior más pequeña. Antes de seguir analizando tal estudio, he de tratar de posicionar mis propias hipótesis con respecto a lo que Jost y Amodio proponen. Según mis propias conclusiones, los preconcientes o con tendencia al pesimismo, que pueden llegar al realismo depresivo, tendrían que trabajar de forma distinta con la memoria y postulé, sin haberlo leído en ningún lado, que tendrían que tener una amígdala más agrandada (la amígdala sobre todo procesa el miedo, de ahí que se tienda al pesimismo…, mientras que a la vez —y en oposición— los psicópatas tienen una amígdala pequeña, lo que les hace no tener miedo y por ello su carencia para empatizar con el miedo del resto de las personas). A la vez, en otros lados, he dicho que una de las características principales de los preconcientes es su baja inhibición latente. Para entender esto último hay que entender que el cerebro se «cierra» a la mayoría de los estímulos del mundo, esto lo hace inhibiendo la mayoría de las señales del medio (miedo), luego quien tenga dañado esta función es más propenso a sobrecargarse y ver más cosas en la realidad que ataquen su ser, lo que les lleva a sobrecargarse de miedos. Esta inhibición latente la lleva a cabo la corteza cingulada inferior, y dado que es más pequeña, inhibe menos los estímulos. En el propio escrito nos avisa de varias facticidades. No se sabe si hay causa o simplemente correlación, y si el ser de esa forma —conservador— es por lo que se agranda la amígdala y se empequeñece la corteza cingulada inferior, o si por el contrario se parte de esta estructura y por ello se dan las consecuencias de las que estamos hablando. Al parecer, y desde las conclusiones sobre estudios genéticos con gemelos —se suelen «usar» para determinar qué es genético y qué ambiental—, se nace con tales características, lo que apunta a que se nace con la predisposición para la variación de los tamaños de tales partes del cerebro, y por ello para ser —aparentemente— conservadores o liberales.

Hemos añadido dos conceptos más, o adornos del pastel: baja inhibición latente, y mayor tendencia al miedo. Hay que añadir, además, el concepto de neuroticismo, pues esa disposición de esas dos partes y tamaños del cerebro crea a las personas neuróticas. En todo esto hay algo que no me cuadra. Que no encajan con mis propias hipótesis. Añadamos más adornos a la tarta. ¡Por fin encontré el término científico de mi concepto de «pregunta abierta»!, se llama «necesidad de cierre cognitivo«. Al parecer lo tenemos todos, pero los neuróticos —llamémoslos de momento así para que sea legible mi escrito— al tener una baja inhibición latente, se percatan de forma más prístina del «ruido ambiental»—incongruencias, ambigüedades, sin sentidos, irracionalidades, contradicciones…— del medio, ya que uno de los papeles de la corteza cingulada es la de procesar o llevar a cabo el control de errores —disonancias cognitivas— y monitoriza los datos en conflicto, cuestión por la cual a la vez esta zona hace evaluaciones de las personas y por ello de lo social. A un mayor nivel de ruido, incongruencias y ambigüedades, una mayor —en teoría— «necesidad de cierre», de preguntas abiertas con las que cargar y que el cerebro tendrá que resolver. Yo esta navidad me sobrecargué y me terminé por derrumbar (como es de notar en los últimos escritos). De repente el mundo sólo era «ruido» y nada tenía sentido.

Con lo dicho. ¿Cómo puede encajar que una persona que tenga una mayor «necesidad de cierre cognitivo» —o emocional— pueda ser conservadora? Una posibilidad es que existan dos tipologías entre los neuróticos: los que se cierran a estímulos para que todo este «cerrado» en sus mentes más sensibles, que serían donde encajan los que tienen como ideología política el ser conservadores (de derechas), y los que no se cierran tanto y se abren algo más y por ello se ven supeditados a estar cerrando preguntas abiertas, a dar sentido a toda novedad —percepción nueva— del mundo. Los segundos tenderían a ser científicos, investigadores, exploradores y artistas. Estos sí pueden llegar a ser liberales. O sea, y para ser reduccionistas, los primero son algo más «cobardes» o comedidos (la cobardía implica rectitud, o «La prudencia puede ser un conveniente disfraz para el miedo», nos dice Rubén Gisbert, y otra frase: «muchos disfrazan su cobardía de moralidad» de Daniel Habif), posiblemente porque sus facultades mentales no tengan la capacidad de tratar de encajar toda la complejidad, y los segundos son más «locos», atrevidos, intrépidos, rebeldes, anárquicos u osados, como para abrirse algo más —o incluso demasiado— a las novedades. A partir de estas indagaciones, el estudio falla o no han afinado sus investigaciones, como para tener en cuenta que tales humanos pueden tender hacia esas dos posibilidades, o que pueda existir tal subdivisión dentro de tal condición. O sea, que la mayoría —estadísticamente hablando— con una amígdala mayor y una corteza cingulada inferior menor, sí podrán ser conservadores, pero no todos…, y esos otros o en minoría son a los que yo llamo preconcientes o dominados por el realismo depresivo. Hemos añadido dos adornos más a la tarta: 1. una alta «necesidad de cierre», para no vivir bajo 2. dudas, incertidumbre y el miedo (FUD, por sus siglas en inglés).

A todo esto… ¿no se nota que vivimos bajo el imperialismo cultural estadounidense?, creo que todos los conceptos que he usado los han creado científicos de los Estados Unidos. Aun con todos los términos que se han creado, seguimos en la oscuridad a la hora de entender la vida, el universo, la mente y lo social. ¿Más en la neblina que hace cien años?, el problema —y siguiendo con la analogía de la tarta— es que hace un siglo se manejaban menos conceptos y todo parecía más perfilado, mientras que hoy en día todo se ha vuelto más complejo, como para unificarlo a unas ideas sencillas. Bajo mis puntos de vista sobre la epistemología, o por lo menos en las ciencias humanistas, para cada pensador tienen sentido sus propias hipótesis, para ellos mismos y para sus tipos de cerebro —sesgo de confirmación—, otra cosa es que coincida más o menos con el resto de los pensadores o personas desde sus propios cerebros. Yo no me excluyo de este último análisis, puede que sólo para mi tenga sentido lo que digo.

En la cocina que estoy preparando la tarta, hay dos barras para preparar distintas partes del dulce. La parte previa ya parece bastante elaborada. En la otra barra está otro escrito, el cual busqué a partir de cierta idea que leí de corrido, en algún escrito que ya no sé localizar. Iba en la dirección de tratar de entender ciertas particularidades del presente. Dije escritos atrás que las personas solitarias se vuelven más empáticas a daños de otras personas, ayudándolas en cuanto les sea posible. En el presente se da una alta concienciación de «los males del mundo» en las personas. Se han vuelto más sensibles a los daños a los animales, al medio ambiente, a otras culturas, a los inmigrantes, a las etnias o culturas vejadas, a los homosexuales, a cualquier otra minoría, etc. Se puede decir, sin que de momento lo afirme, que los conservadores de repente están tendiendo a ser menos indulgentes contra ciertos postulados, y estas otras personas más «sensibles» al medio, cayendo, en teoría, en posturas fascistas o de extrema derecha o izquierda (pues los límites, en una realidad que parece circular, se juntan). ¿Qué hay que decir sobre todos estos nuevos adornos de la tarta?

El escrito que comparto, en este caso, que se llama «Psicología social y de la personalidad sobre los fenómenos hipo-egoicos» de Mark R. Leary, Kate J. Diebels, Katrina P. Jongman-Sereno y Ashley Hawkins, estudia varios componentes del cerebro y sus manifestaciones sociales, si bien parto de la idea de que tal escrito no está bien planteado y tiene muchas lagunas y contradicciones. Sin que lo digan ellos, van contra dos tipos de humanos: los neuróticos, los analizados arriba, y los que tienen como rasgo principal el autoritarismo, pues un autoritario, y como así dijo Theodor Adorno, antes que hacia el exterior lo es hacia sí mismo. En ese caso las personas de arriba, las que caen dentro de la denominación de conservadores, arbitran la realidad desde una identidad muy rígida —dudas que salen al paso sobre el lenguaje, rígido y rigor provienen de la misma raíz, el segundo término es de desear de todo experto, las personas rígidas se pueden creer con rigor, y desde el exterior se puede interpretar que alguien riguroso sea rígido— con unas creencias inamovibles y férreas que nadie puede cuestionar, y por ello son hiper-egoicas o centradas en un ego muy fuerte. Voy demasiado rápido, primero tengo que establecer qué entienden los autores bajo el concepto de hipo-goico. Lo que sigue es un resumen estructurado de parte de sus ideas:

  1. La mentalidad hipo-egoica (o «ego silencioso o tranquilo»), difiere del estado egoico típico, en que las personas se enfocan menos en sí mismas y piensan en sí mismas de maneras más enfocadas en el presente, concretas y no valorativas; o con una conciencia desapegada, interdependiente, compasiva y de crecimiento, Wayment y Bauer (2008).
  2. Una mayor autoconciencia objetiva lleva a las personas a comportarse de manera más consistente con sus valores y estándares personales, aumenta la intensidad de sus reacciones emocionales, las hace menos susceptibles a la presión social, afecta las atribuciones que hacen de los eventos, e influye en una mejor autorregulación. A veces conduce a resultados negativos (por ejemplo, cuando las personas tienen actitudes antisociales; Carver 1975).
  3. La pérdida de la autoconciencia conduce a la desindividuación, un estado en el que las personas no logran regular los impulsos antisociales que normalmente se controlan mediante el control autoconsciente. Las investigaciones sugirieron que las personas se comportan de manera inusualmente deshonesta, cruel y antisocial cuando están desindividualizadas (Diener, 1976; Diener, Fraser, Beaman y Kelem, 1976; Zimbardo, 1970).
  4. La disminución de la autoconciencia también puede liberar las inhibiciones de las personas para actuar de manera prosocial (Gergen, Gergen y Barton, 1973; Johnson y Downing, 1979). Reducir el grado en que las personas son conscientes de sí mismas y piensan sobre sí mismas generalmente conduce a resultados no deseados.
  5. Reducir la autoconciencia, como así es a través de la meditación, mejora el bienestar emocional y promueve las conductas prosociales. (Es contrario al punto 2 y 3).
  6. Un estado egoico es aquel en el que las personas están muy centradas en sí mismas y en sus preocupaciones personales, un estado en el que el «yo» y el «mí» ocupan un lugar destacado en los pensamientos y reacciones de uno.
  7. Cuando las personas se concentran en pensamientos relevantes para sí mismos que no son útiles, o peor aún, que crean emociones negativas o interfieren con la acción efectiva, son problemáticos.
  8.  A veces la atención y los pensamientos de las personas están dominados, con una menor fuerza, por preocupaciones personales, lo que hace que el «yo» y el «mí» sean menos prominentes. Caracterizamos tales estados como hipo-egoicos, porque no involucran el nivel típico de pensamiento egoico.
  9. Los estados hipo-egoicos se caracterizan por una mentalidad específica que se distingue por cuatro características interrelacionadas: (1. enfoque presente, 2. introspección mínima, 3. auto-conceptualizaciones y autoevaluaciones concretas, y 4. atención mínima a las evaluaciones sociales); en un mayor y mejor desarrollo:
    (1) Centrarse principalmente en la situación actual; (no se distraen de la situación actual por pensamientos extraños).
    (2) Introspección mínima sobre los propios pensamientos, motivos y sentimientos; (tienden a involucrarse en el procesamiento experiencial (Brown, Ryan y Creswell, 2007)).
    (3) Pensar y evaluarse a uno mismo principalmente en formas concretas; (implica principalmente auto-conceptualizaciones y autoevaluaciones concretas en lugar de abstractas).
    (4) Prestar relativamente poca atención a las percepciones o evaluaciones de otras personas sobre uno mismo (Leary & Diebels, 2013; Leary y Terry, 2012); (piensan menos en cómo otras personas las perciben y evalúan de lo que normalmente lo hacen).
  10. El ego tranquilo se vincula con: 1. Una conciencia desapegada se refiere a percibir eventos con una falta de actitud defensiva consciente en la que las personas no reaccionan a los significados simbólicos de los eventos para ellos mismos y sus puntos de vista. 2. La interdependencia implica la conciencia de las interconexiones entre las personas que le permite a una persona identificarse y empatizar con los demás. 3. Juntas, la conciencia desapegada y las percepciones de interdependencia, promueven la compasión, tanto hacia los demás como hacia uno mismo. 4. El crecimiento se refiere al desarrollo de la madurez, la sabiduría y la prosociabilidad que surge cuando el ego se aquieta.
  11. El punto 10 difiere de nuestro análisis de las mentalidades hipo-egoicas principalmente en que se enfoca en las manifestaciones psicológicas e interpersonales de un ego tranquilo, mientras que nosotros nos enfocamos en los procesos cognitivos y motivacionales que los subyacen.

(Ya en otros escritos he analizado o atacado el mindfulness. ¿A qué viene esto? No estoy en contra a que las personas utilicen este método si en algo les ayuda. Con lo que estoy en contra es a que cierto colectivo lo ponga como la panacea que salvará a la humanidad. Según deduzco, a esta semi-religión, se acogen la clase alta y media alta de los Estados Unidos, o sea los neoliberales, argumentando que si se da el mal en el mundo es que es un problema de los individuos, y que si toda persona siguiese sus pautas —practicar el mindfulness— se solucionarían todos los males. O sea, me parece una monserga neoliberal para justificar y mantener su estatus quo, sin hacer nada más en lo social…, el cual no tiene que cambiar en nada).

El escrito parte de la idea de que no hay una definición clara de qué es el ego, la conciencia, y el yo —y qué correlatos cerebrales pueda haber de fondo—, pero aun así se aventuran a formular sus distintas hipótesis. Hemos llenado la mesa de adornos (conceptos): ego, interdependencia, compasión, autoconciencia objetiva, presión social, autorregulación, anti-sociabilidad, prosociabilidad, individuación y desindividuación, control autoconsciente, honestidad y su contrario, desinhibición e introspección.  Aparte de las dichas, el escrito analiza los estados de rumiación, que nace a partir de la mente errante, que son de los que hay que escapar, y llama a la meditación, a los estados de flujo y a la atención plena (mindfulness). Lo primero que salta a la vista es que si hemos quedado en que los neuróticos tienen una mayor necesidad de cierre cognitivo, entonces cierta rumia es necesaria para una mente inquieta y preparada para la investigación y el pensamiento abstracto. Puede aducirse que el escrito propone cierta «disciplina» para dirigir los pensamientos, pero la mayoría de los descubrimientos suelen venir de «momentos eureka», de intuiciones que de repente saltan a nuestras mentes, luego en ese proceso de nuevo no es la razón sino la rumia o el cerebro trabajando en circularidades, la que parece crear un tipo concreto de cerebro. Pero para aclarar todo este estado confuso de cómo adornar la tarta, primero he de desviarme para exponer mis propios puntos de vista.

A todo esto… no he olvidado que está pendiente el tema de la pretendida muerte del sujeto. Estoy buscando en la «periferia» para volver a ello más adelante…, y por cierto, ¿no es paradójico que tengamos a la conciencia como la principal facultad humana y a la vez tratemos de escapar —acallándola— de uno de sus modos de manifestarse? Algo no cuadra ahí.

Hagamos un experimento mental visual y reduccionista (que acompañaré con una gráfica) de los procesos evolutivos y sociales. Las primeras formas de vida complejas tenían unas células nerviosas sensoriales que activaban una o varias células nerviosas. Tenemos así una señal que va hacia adentro del ser vivo, que a la vez acciona —hacia afuera— en el mundo. Si rotamos copias de estas dos células, desde uno de sus extremos, nos encontramos con dos círculos concéntricos: 1. el interior en donde el proceso es interno, y en un segundo que es hacia afuera y externo. En ese momento no se podría afirmar taxativamente que existiese un interior (ente o agente) y un hacer afuera. Ser y hacer eran unidad, al igual que al dar al interruptor de la luz esta se enciende o se apaga. Un segundo proceso evolutivo fueron los animales sociales. Ninguno de ellos sabía cómo sentía el resto de los de su especie, cómo serían las células sensoriales que iban a su interior (círculo interno). Lo único que les «importaba» era igualarse o complementarse a sus comportamientos (a nivel del sistema externo y motor, círculo exterior). Así tenemos que en un banco de peces, cada individuo busca estar cerca, para nadar juntos como si fueran unidad. Me he referido a la vez a complementar, porque al «nacer» la reproducción sexual, machos y hembras diferían en ciertos comportamientos, pero se tenían que complementar para la reproducción. Ya hemos «complicado» —vuelto más complejo— la realidad de esos seres vivos. Si a un pez social lo tienes en una pecera no «le» (agente) parece faltar nada, vive por sí mismo. Y si a la vez no tiene otro pez de su especie del otro sexo, tampoco «le» parece faltar nada. Vuelve, en cierta medida, a su estado primario de un ser donde su externalidad sólo actúa a partir de sus propias percepciones (neuronas sensoriales). ¿Se puede conceptualizar como egoica esta forma de vivir? Un momento, hay que desambiguar términos. Claramente egoico hace referencia al ego, palabra de la cual se derivan egoísmo, egotismo, egolatría, egomanía, egoicidad,  etc., en algunos casos unas sinónimas de otras (egoísmos es hacia las cosas —querer poseer todo para sí— y egotismo es ponerse a uno mismo siempre por encima de los demás). ¿Qué es el ego? Mi propuesta es que es toda parte del sistema nervioso que se centra en sus partes y procesos internos. Esa parte del círculo interno en nuestro experimento mental (este postulado se entenderá mejor más abajo). A la vez tiene que ver con la parte más visceral, sencilla y primaria de lo que es la vida (instinto de vida —preservación— y de accionar en el medio). Tanto si se analiza el cómo una rama de una enredadera busca un punto de apoyo, como si se analiza una ameba o se analiza una sola neurona por sí misma, nos percataremos que todas se aperciben del medio, y buscan de forma ofuscada, confusa, aleatoria y primaria, el sobrevivir accionando sobre su medio. A esta forma de proceder lo ha llamado, W. Tecumseh Fitch, nano-intencionalidad. Así, este autor nos dice, que en lo elemental, no es que sea que la neurona pueda llegar a colaborar con otras, sino como proceso secundario o a posteriori, y en donde lo principal es que al llegar a conectarse con otras neuronas —volviendo significativo tal vínculo— lo hará bajo cierto nano-egoísmo, ya que de esa forma sobrevivirá, mientras que si no crea ninguna conexión perdurable tendrá que programar su propia muerte (apoptosis). ¿No se parece demasiado a la propia vida humana?, sin vínculos realmente significativos es más posible que se dé el suicidio, o de forma menos drástica puede llevar a la muerte social. De esta manera, si la vida se explica desde lo sencillo, desde sus orígenes, es más fácil entenderla. Sólo hay que irle sumando sus distintos niveles de complejidad.

Ameba capturando/ingeriendo un paramecio.
Neuronas «buscándose la vida», como decimos coloquialmente en España.

Un concepto que hay que tener en cuenta es el proporcionado por Daniel Dennett, en su nuevo libro «From bacteria to Bach and back – The evolution of minds» (leyéndolo ahora) es que esas nano-intenciones, están regladas por el azar, por el caos. Apuesta a que es la azarosidad, la falta de orden (o mínimamente sostenidas bajo reglas estocásticas, bayesianas y del tropismo), lo que realmente crea la vida. En ese caso, los ingenieros de los ordenadores, al partir de celdas (palabra que proviene de célula), que son todas iguales y haciendo siempre un modo de operar ordenado, se encuentran con esta dificultad para crear una «verdadera» cognición. Esto es un tema complicado, ¿se puede simular el azar en la computación? Tampoco está claro si en la naturaleza opera el azar al cien por cien, pues todo elemento o proceso siempre parte de ciertos valores. No recuerdo si ha sido Dennett o Iain McGilchrist el que ha dicho que incluso dos mismas moléculas, en aparentemente las mismas condiciones, accionan de distintas formas, implementando un principio de incertidumbre, y por ello de «libertad», a ese nivel de la materia.

¿Os dais cuenta cómo estoy complicando todo?, volviéndolo complejo. Partí de explicar algo que era fácil —el asunto del cerebro y la doble tendencia a conservador/liberal— y ahora mismo tengo varios frentes sin terminar de cerrar y explicar. ¡Así es la vida!, este escrito lo resume. Es posible cerrar todas las cuestiones, pero eso sólo ocurrirá en mi mapa mental, pues no todos compartirán mis distintas soluciones a cada tema. Y he aquí otra cuestión infranqueable: cada uno tiene o alcanza su propia «verdad», siempre y cuando no se aparte excesivamente de lo que pueda haber establecido la ciencia. Nadie está en posesión de la «verdad» sobre los temas humanos, y sólo se pueden pactar acuerdos sobre qué «verdades» son las más inevitables, y han de ser las consensuadas. Cuando un científico —o persona no lega— deja ciertos temas de lado (adornos de las tartas), sea a a buena o a mala fe, construirá un tipo de tarta concreta, ignorando, de nuevo a buena fe o mala fe, que la tarta podría haber sido otra con otros ingredientes y adornos. Vuelvo a tema, sigo desarrollando la gráfica a modo de metáfora visual sobre la evolución.

(Este modo de pensar se acerca al de Paul Karl Feyerabend (anarquismo epistemológico), que por cierto he vuelto a leer, habiendo olvidado que ya lo había hecho —mi memoria cada vez está peor— y que incluso había escrito sobre su forma de analizar la epistemología. Una máxima de Feyerabend es la de «todo vale», para analizar el mundo y tratar de hallar verdades, atacando así el método científico).

Compliquemos la cosa. Cada individuo, pues esa es la ventaja de la que se quiere valer la selección sexual, nace con un círculo interno —una forma de percibir el mundo— algo distinto a la de los individuos de su propia especie. Es la hembra la que selecciona a los machos y por ello valida la forma de su círculo interior, pero lo hace por sus acciones, por su exterioridad: es ciega a qué ocurre en su interioridad. En ese caso las acciones comparten la misma «frontera», perfil o borde, en la parte interna, de sus «potencialidades» de acciones. Estas últimas frases parecen algo enrevesadas… en un ejemplo, si un pez se apercibe mejor de la distancia con los otros peces, al ir en bandada, accionará para mantener mejor la distancia con respecto a los peces vecinos. La hembra seleccionará esa «habilidad», pero viene dada por una mejor percepción, cuestión que es invisible para ella.

Saltemos, por acelerar y no detenerme en cada proceso, hasta el hombre. Tanto el hombre, como casi todo animal complejo, tienen cerebros, en donde la evolución ha «creado» unas neuronas entre las sensitivas y las motoras, las interneuronas, para poder modificar los comportamientos durante la propia vida (en la gráfica representado por el vacío entre el círculo interno y el externo). Bajo este aspecto no ya solo es que cada individuo nazca con una forma concreta de sentir el medio, sino que además puede «elegir» u optar entre varias acciones ante un mismo estímulo. A ese nivel es un camino previo hacia la libertad. Este «mecanismo» va en la dirección de aprender en la infancia ciertas reglas, volviéndose un sistema más rígido al llegar a la madurez. Ese es el caso de la mayoría de los mamíferos: un perro —vagabundo— suele no volver por un callejón donde le apedrearon. Es el condicionamiento clásico, concepto sobre el que se excedieron en sus conclusiones los conductistas, a la hora de tratar de aprehender la naturaleza humana. La mayoría de los mamíferos, en cierta forma, nacen con cierta libertad (neuroplasticidad) y la pierden. En ese mismo estadio se encontraba el humano antes de la palabra. Fue la palabra la que nos volvió lo que somos: pudiendo intercambiar ideas y estados de ánimo, proceso por el cual el interior de la otra persona se nos volvió algo más trasparente. Pero con la palabra a la vez nació la capacidad para que cada individuo la interpretase a su manera. Además cabía la posibilidad de usarla para engañar (por ejemplo en los niños al decir que están enfermos para no ir al colegio). De este origen y esta problemática nacieron las primeras culturas, donde cada una tenía sus propias nominaciones de la realidad, y más adelante su propio pasado y narraciones del mundo. Con el pasar del tiempo, además, las grandes distancias entre los humanos crearon diferencias a nivel genotípico (internos, leves: resistencia a vivir en las altas montañas, al frío, al calor…) y en rasgos fenotípicos (externos: color de la piel, el cabello, forma de los rostros, altura y corpulencia). Pero indiferentemente a tales mínimos cambios, en lo que más diferíamos era en lo cultural. Casi toda guerra ha sido cultural. En el momento actual, incluso a nivel de género y sexo.

Pero en lo que me quiero centrar es en que los primeros humanos, y en la dirección de salvar las diferencias dentro del mismo grupo, crearon costumbres y tabús que no podían ser trasgredidos. Al apostar por esa forma de operar, en cierta manera, optaron por prescindir de las diferencias individuales, optaron por prescindir de la libertad, a favor del bien común. En el siguiente paso, al llegar al neolítico y más adelante a las grandes religiones, algunos tabús se mantuvieron, otros pasaron a ser tomados como pecados (en el fondo tienen la misma capacidad y estructura prohibitiva) y en otro caso leyes. Nuestra historia es un proceso desde el cual fuimos desde el tabú a los pecados, para llegar al momento actual de las leyes. ¿Cuál es la diferencia?, los tabús operaban desde dentro hacia las acciones, pues en muchos casos provenían de las propias reglas evolutivas (tabú hacia el incesto, la endogamia, el asesinato —si no era por autodefensa— y el canibalismo), pero las leyes no están interiorizadas, sino que nos vienen desde afuera y van hacia adentro (se aprenden y no siempre). Es cierto que ciertos tabús se mantienen, pero allí donde en la prehistoria eran muchos, fueron menos o relegados a pecados durante las grandes religiones, y ahora apenas se han quedado en los que he nombrado, y el resto de hacer humano —y de no haber leyes que digan algo al respecto— son tan sólo disposiciones o reglas que se pueden saltar, o que cada uno interpretará según su disposición interna (círculo interior…, por poner un caso claro: un sádico busca hacer daño, y un masoquista sentirse dañado y/o dominado…, se buscarán y se emparejarán, pues se complementan).

Volvamos un poco más complejo el tema. Hasta hace relativamente poco una cultura y sus tradiciones seguían siendo reglas que nadie se debía de saltar, de querer ser aceptado en tal cultura. Pero tras la llegada a la modernidad y finalmente rematándolo el posmodernismo, ninguna cultura tiene la suficiente solidez, validez o legitimidad como para «aferrar» —sujetar al sujeto— tal individuo dentro de su círculo de acciones. O sea, por un lado el espacio entre el círculo interior y el exterior se ha vuelto más amplio, y por otro lado se han vuelto más evidentes —y en muchos casos legítimas— las diferencias individuales (diferenciaciones como la homosexualidad se han legitimado, pero no la pedofilia). Las que están en el círculo interior son las que reglan el círculo exterior, donde ahora se ha creado un tercer círculo, que son las leyes, que son los nuevos límites, a modo de sujeción (palabra que proviene de aquel sujeto que hemos tratado en los primeros párrafos) para el círculo exterior, el de las acciones, pero no para el círculo interior, el de la forma de sentir y crear un mapa del mundo. En este caso «por dentro no importa», el sujeto, la subjetividad, aparentemente, ha dejado de contar. ¿Realmente es así?

¿No captáis todos los fallos de los nuevos paradigmas bajo los que vivimos? Cuando dije escritos atrás de que no se trataba de ser inteligente sino de no ser un gilipollas iba por lo que aquí he planteado. Para el caso una muestra. Hace poco me enteré de una persona —hombre denunciado en las redes sociales— que decía  que si podía se quitaba el preservativo o que les decía que lo llevaba puesto cuando no era así, y cuestiones similares. No hay ley contra algo así —que yo sepa—, luego lo hacía y le daba igual. Sin tabús, sin pecados, resquebrajando toda regla de convivencia, sólo se queda el individuo ante las leyes y su propio criterio sobre qué es la gilipollez (ceguera moral), donde cada uno tiene su propia frontera para no llegar al estado de gilipollas. Pero eso no es lo peor. Lo que haga esa persona para mí es gilipollas, pero es muy posible que ciertas cosas que yo haga y aprecie como normales, él las capte como las de un gilipollas… ¡y simplemente estas pocas explicaciones dan cuenta de nuestra situación actual! Si nada es legítimo, si parece no haber un sujeto en nuestra mente, si no hay un agente, tampoco lo hay para lo moral (agencia moral) deviniendo el sistema a caer bajo un confuso y problemático relativismo moral. Para ser más concreto, un caso más grave es el expuesto en el documental «Thought crimes – The case of the cannibal cop» de 2015, el cual nos muestra a una persona —un policía— que entraba en un chat de hombres con tendencias extremas, donde jugaban con la idea de secuestrar mujeres, violarlas, para al final matarlas y comérselas. ¿Cuántos de los tabús, arriba nombrados, se han saltado ahí?, ¿realmente el interior, la subjetividad no cuenta?, realmente el sujeto ha muerto, ¿no pareciera que hoy está más vivo que nunca? El final de la historia, del probable «policía caníbal«, es que lo cogieron por lo presuntamente cerca que estaba para llevar sus fantasías a la realidad. En el juicio quedó absuelto, pues no se podía probar si eran simplemente fantasías o es algo que esa persona quería llevar a cabo. Como «por dentro no importa», no se puede juzgar a nadie por sus pensamientos, pulsiones, emociones o deseos. Nadie duda que la ley no tiene, ni puede, ni debe juzgar a nadie por su «círculo interior», pero a la vez a todos nos parece patente que cada persona debería de ponerse unos límites.., y que tales límites —o eso es lo que sería de desear— deberían de existir. En otro caso más antiguo, apodado como «canibalismo por amor«, dos personas se pusieron en contacto para que uno fuera comido por el otro. Lo más espeluznante del caso es que lo fue cortando a trozos, mientras aún seguía vivo. Bajo ciertos criterios, y para ciertas personas, y si los dos estaban de acuerdo, en tales actos no hay ningún mal.

Tuit del clima de «gilipollez» en la redes, he tapado el nombre para que no se le ataque.

Aclarar que la gilipollez no tiene que ver siempre con el nivel académico o de la inteligencia. Algunos científicos también lo son. Investigar para que el humano pueda ser inmortal —o alargar la vida todo lo posible— es la mayor gilipollez que haya escuchado nunca. La mayor prioridad ahora debería de ser que todos los países estuvieran al mismo nivel económico, de igualdades y de justicia, y que en cada país se diera esa misma igualdad sobre todos sus ciudadanos —real, no la pretendida— y que no hubiese desempleo o en muy bajo nivel.

Remato con ciertas consideraciones, si bien las retomaré más abajo. En la actualidad y contra la idea del posmodernismo de la muerte del sujeto y la subjetividad, las redes sociales «funcionan» bajo el lema de que todo son opiniones y todas cuentan. La individuación nunca había sido tan marcada. Cada persona puede adherirse a grupos sociales, pero siempre a sabiendas que no compartirá y se unirá al cien por cien a todas sus ideas. Al conectar con otros, o a redes sociales, siempre se dará la misma circunstancia…, siempre se dará un margen de desacuerdo por el cual no terminar de formar parte de un colectivo o grupo. Bajo estas reglas vivimos en unas situación de guerra de todos contra todos  —en el tema del feminismo cualquier argumento, y de hacerse viral, será potencialmente revisado y cuestionado por al menos la mitad de la población—, donde además —y cínicamente—, se «usará» a los grupos con la única finalidad de crear frentes fuertes y sólidos contra los otros grupos —hemiplejia moral— (se han creado ciertas tendencias del uso de las redes para cada grupo: los hombres antifeministas radicales dominan YouTube —las retan a debatir, pero no quieren—, las feministas en Instagram —raro dado el medio y sus fines, pero es así— y Twitter —guerra de guerrillas, cancelación de cuentas—. ¿La única forma de salir de tales guerras?, desconectar o hacer un uso mínimo o nulo en las redes sociales. No formar parte de corrientes ideológicas. Limitarse a ser un humano con tu entorno más cercano.

Con esto vuelvo al tema anterior, que trataba sobre el asunto de qué es el ego y el yo, y como conectar con el resto de las personas a través de la atención plena. Partamos que tanto el primer escrito como el segundo no tienen en cuenta a la psicología evolutiva, y que ciertos temas no se pueden entender o explicar sin remitirnos a tales inicios. Provenimos de animales de manada que eran jerárquicas. Muy al principio a partir del concepto de macho alfa. Bajo tal tipo de sociedad el alfa creaba y dirigía sus emboscadas, y el resto de los individuos tenían que «leer» las intenciones de su líder. En la metáfora del círculo, y para el caso, sus acciones —círculo externo, su accionar en el mundo— tenía que ajustarse o sincronizarse a las estrategias del alfa. En cierta forma se tenían que «vaciar» de una parte de sí mismos. Ese es el principio de a qué se debe la desindividuación. Los beta quizás no lo hiciesen, sino que jugaban un segundo puesto de observación sobre el resto de los individuos. Cuando más adelante se llegó a las tribus, la cultura —como tabús, normas y tradiciones—este todo, de los constructos sociales, pasó a jugar el papel de lo que era ser el alfa. La cultura era con lo que se «rellenaba» uno, el proceso por el cual uno se desindividualizaba para formar parte de un todo. En el primer escrito, lo que ellos entienden por conservadores, estos parten de, seguramente, no ser o tener mentalidad de alfas como para «conformarse» o sentirse bien al ser parte de una cultura o religión. Los alfa a su vez se sienten bien si tienen sus seguidores y formando parte de una cultura.

El segundo escrito es aún más ciego a todo lo establecido por la ciencia, excepto en lo que se ha aprendido a partir del mindfulness. Bien, si vives en un pequeño pueblo o ciudad y todos —o la mayoría— tienen una misma cultura y religión, es fácil conectar con el resto de las personas, pero ¿y si has tenido que migrar a otro país y el resto o la mayoría de las personas te rechazan, te ignoran o incluso te agreden?, de qué sirve toda la arenga de la atención plena en tal situación. Se desbaratan todos sus supuestos. En el primer escrito nos dicen que «desde un punto de vista psicológico, la omnipresencia y la potencia de los sistemas de creencias políticas y religiosas, o ideologías, pone de relieve un enigma fundamental sobre la motivación humana: ¿cómo es que los individuos y los grupos pueden estar tan fuertemente inspirados por una configuración de ideas, por las que están dispuestos a sacrificar incluso sus propias vidas, para que las ideas mismas puedan vivir?». Con esto entramos en el tema de qué es el yo: este, según la sociología tiene tres aspectos: la identidad personal, la identidad relacional —con los más allegados—, y la identidad cultural. El argumento del posmodernismo es que la identidad cultural está prefabricada, ya que si se nace en otra cultura, uno sería de otra forma, eso está claro, pero aún queda la identidad relacional y la personal, donde la primera se construye desde las reglas de los animales de manada que éramos, y la identidad personal, que está fundamentada desde las reglas evolutivas más básicas. El problema es que la identidad que uno tiene, ese yo que somos, es indiscernible de la identidad cultural. Uno en su propio país es ciego a verla o notarla, pero se hace clara cuando vamos a otra cultura y nos sentimos incómodos, o con desasosiego, ante ciertas cuestiones propias de esa cultura. Una parte de la teoría del liberalismo es borrar las diferencias entre todas las culturas, pero a la vez caen en el fallo de defender a grupos minoritarios por su cultura y sus «diferencias» (color de piel, sexo, género). Para el caso, su mano izquierda hace una cosa y su mano derecha deshace lo que ha hecho la primera, o cuanto menos contradice sus acciones. Ahí está, como caso ejemplar, el concepto de apropiación cultural, la atenuación de las férreas identidades no se puede llegar a dar, si no se puede hacer uso —o está mal y es políticamente incorrecto— de lo propio de otras culturas —y para más inri, sólo de las culturas minoritarias, pues sobre el acerbo de la cultura occidental no se puede, ni debe, usar el mismo concepto (¿por qué?, sus argumentos es que esas minorías no tienen poder —este argumento proviene de los estudios étnicos (afroamericanos y otras étnias en minoría) y de género (feministas y colectivo LGTBI)—, y sólo desde el poder es posible la apropiación cultural…, no trates de usar la lógica para entenderlo, no tiene lógica…, aplican el concepto catch-22 (trampa argumentativa lógica, en donde sea que se conteste sí o no, siempre se llega al mismo resultado), si no eres de una raza en minoría o género sin poder o en minoría, no lo puedes entender; por está «fatídica y extraña lógica». Un ejemplo de trampa-22: «la negación de la cultura de violación es cultura de la violación«, de la feminista Rachel Venema (esta argumentación también cae en el «argumento que cierra todo pensamiento» —sin posibilidad de contraargumentar—, y el estás conmigo o contra mí —si me niegas estás a favor de la cultura de la violación—). FaceBook censura si se pone algo así como «put0 ñegr0», pero no si se escribe «puto blanco», pues según la teoría de los estudios étnicos, si no se tiene poder no se puede tener ni sentir racismo —sino que hay que interpretarlo como un tipo de defensa desde tu propia indignación—); veamos esto: el racismo en lo básico se basa en el odio —independientemente que sea justificado o sea visceral (por visceral entiendo un tipo de emoción que emerge desde lo profundo del cerebro y que la razón no comprende por qué es); un empleado puede sentir odio por su jefe y a la inversa; el odio es el mismo, si el empleado al final tiene algún tipo de poder y el jefe cae en desgracia y lo pierde todo, se invierten las tornas y ahora el odio del antiguo empleado es el que toma el poder; otro análisis, si el empleado no tiene poder, pero por su odio puede subrepticiamente perjudicar —sin saber este quién le daña— al jefe, lo hará. Me acabo de enterar que a esta doblez o doble rasero se le está llamando en España «PSOE State of mind«, pero es extensible a todo el mundo, pues parte de las ideas de cierto colectivo que critica «ese hacer» de las izquierdas, las que parten de una supuesta superioridad moral —de tal tendencia política—, supuestamente o presumiblemente más humanista.


En algunos escritos he dicho que el cerebro se creó una identidad —y de paso un agente en el sistema— para solventar la ansiedad, el miedo y la angustia que le producía apercibirse a sí mismo. Con esto llegamos a otro de los nudos gordianos de la cuestión. Si la conciencia es aquella que se representa mentalmente el mundo, al pensar en uno mismo uno es a la vez el «objeto» y el sujeto dentro de tal proceso. Es a esto que se llama autoconciencia, que siempre implica un tipo de metacognición, de cognición que se sabe saber, pero esta apreciación casi siempre está mediada por la palabra. Ese diálogo interno es la imaginación, o representación, de nosotros mismos hablando, en donde como ocurre con la palabra, a la vez nos «escuchamos» internamente. La rumia es esta misma capacidad pero a un nivel inferior, donde el cerebro está usando la palabra para revisar parte del pasado o parte de lo que haremos en el futuro. Si hemos pasado por traumas, y como son —como se suele decir— «heridas abiertas», llaman a la parte que hace de «cierre cognitivo» para volverlo a analizar bajo otros posibles ángulos, pero al hacerlo a la vez se llama a las emociones negativas que van parejas a tales vivencias. Si es el caso que es así, si una persona vive de forma desasosegada por esas irrupciones, sí sería aconsejable algún tipo de terapia, pero todas las religiones y culturas tenían sus propios métodos para acallar esas «voces». El rezo o los mantras, ocupar la mente en otro proceso, ya es suficiente para no entrar en rumia. Bastaría tatarear internamente canciones para que eso ocurriese. Esto lleva a que la conciencia es sólo la capacidad del cerebro para centrarse en algo, por ello es equiparable a —o es— la atención. Durante tal proceso se activan ciertas áreas, sobre todo del prefrontal izquierdo, a la que se le llama red positiva o sistema ejecutivo, mientras que cuando no ponemos la atención en nada se entra en la red del modo predeterminado. Sistema que está «pensado» sobre todo para procesar las preguntas abiertas bajo las claves del cierre cognitivo. A nivel más bajo, durante la rumia las neuronas tratan de hacer nuevas conexiones entre ellas. Lo que trato de estipular aquí, solapadamente, es si tanto "relajamiento mental" no crea un "tonto feliz", pues como dice el refrán, "la necesidad es la madre de todas las ciencias", donde necesidad es que hay algo que falta, impeliendo a que el cerebro use su necesidad de cierre cognitivo.

Volviendo al segundo escrito, la desindividuación es el proceso por el cual uno puede caer en manos de una secta, o en una ideología como la que creó Hitler. A tal proceso se le llama estado agéntico (sin agente), según la terminología de ‎Philip Zimbardo, y es el estado en el que uno entra para volverse sumiso y obedecer. Madurar significa individualizarse, remarcar lo que uno significativamente es y que le diferencia del resto. Por eso sus resultados —ahora el individuo es agresivo, ahora es normativo— son contradictorios y confusos. La forma de resolver sus dislates es que si te desindividualizas en buenas manos o dentro de tu propia comunidad de iguales, todo puede ir bien, pero como lo hagas bajo una ideología o cultura negativa, las cosas podrán ir mal. En todo caso los que nunca se desindividualizan son aquellas personas que se aman a sí mismas, sin llegar a excesos, o bien los alfas. Nunca lograrás que un verdadero alfa se vacíe de sí mismo, y un alfa no tiene por qué ser alguien negativo o destructivo, sino que hay alfas o líderes que son justos o virtuosos.

Dicho esto trataré de exponer un posible porqué del que ahora «nos hayamos vuelto más sensibles a los daños a los animales, al medio ambiente, a otras culturas, a los inmigrantes, a las etnias o culturas vejadas, a los homosexuales, a cualquier otra minoría, etc.», retomando el tema pendiente de arriba. Al parecer en estados de meditación, o de atención plena —según sus estudios—, se llega a estados hipo-egoicos, o sea que la presencia del ego o yo cae a sus mínimos…, ¿por qué?, porque era el mismo proceso que en la prehistoria se requería cuando el cuerpo se «cerraba» a ser sólo acción, anulando o acallando la red del modo predeterminado y entrando en los estados de flujo con nuestro cuerpo, pero a la vez con el resto de los individuos de nuestra manada, durante la caza o más tarde bajo los bailes rituales (y para mantener tales estados de armonía y por tradición). En la actualidad casi no dejamos que nuestro cerebro entre en estados de rumiación y sí en estados hipo-egoicos, a través del uso constante con los móviles, las pantallas y el ordenador. Pero es un proceso en vacío, ya que nos vaciamos de nosotros mismos, pero no a través de otras personas o lo social, sino a nivel individual y en muchos casos en soledad. En ese caso nos volvemos sensibles a todo aquello que sienta dolor, porque hemos entrado en ese estado hipo-goico, cuya clave consistía en tratar de llenarte de un otro, que en la prehistoria era el alfa y más tarde era toda la tribu o cultura. Siendo llano y vulgar, es como masturbarse en solitario, se tiene la experiencia, pero en realidad no es la misma que el propio acto sexual en donde entra en el proceso otra persona, y en donde al vaciarse uno de sí mismo —a través del estado de flujo que es en lo que consiste el acto sexual— cada una de las dos personas se llena de su pareja. Para resumir, al entrar en estados de vaciado de sí —sobre todo desde el móvil y viendo vídeos de injusticias—y al no haber nadie directamente, nos «llenamos» de esas minorías —o animales o aquello que estemos visionando— y sus estados frágiles, a falta de otra cosa a lo que vincular ese ego disminuido. Puede ser una visión bastante cínica, pero para mí, y partiendo de todas las premisas, tiene sentido. Rematar que el escrito que estamos analizando trata y llama a los estados de humildad, pues son hipo-goicos, al parecer humildad proviene de humus —ceniza, tierra— que a la vez es el origen de la palabra humano. Casi todos los grandes hombres (humanos) eran humildes, y por ello hipo-goicos, pero teniendo en cuenta que no trataban de desindividualizarse, sino que tenían un fuerte, estable y denso yo o identidad. En definitiva, uno se vacía de la parte del cerebro que es acción (exterior del círculo), pero no se deshace de la parte sensitiva y más interna que es la más propia. Uno puede hacer el gesto de comer un helado como la pareja, pero cada uno sentirá el sabor y el frío del helado de una forma particular y seguramente única. Llamar la atención que tal estado fluctúa y no se mantiene, pues en cuanto perdamos el estado de flujo nuestro cerebro volverá a su estado egoico. Pero dado que tenemos una identidad que trata de ser coherente consigo misma, que no acepta las contradicciones en las que se puedan caer —vía identidad narrativa: entra en juego el sistema del control de errores y la profecía autocumplida—, mantenemos tales convicciones a nivel racional…, cuando en realidad se racionalizan (justifican).

La ventana de Johari es triádica, puesto que la segunda (arriba a la derecha) es una mirada desde fuera, no desde el cerebro.

Ahora  me toca revisar un poco el lenguaje de todo lo dicho arriba, pues lo había mantenido en la dirección de atenerme a las premisas del segundo escrito. 1. Cada uno de nosotros es como una neurona que trata de ser significativa, 2. conectándose —puesto que somos un animal social— con el resto de humanos para sobrevivir. Cada sistema de vida parte del punto uno, es lo que hace. Cada microbio, cada bacteria, cada célula. Los animales sociales tenemos una doble naturaleza, ya que nos acoplamos y sincronizamos a lo social, pero de igual forma podríamos no hacerlo y vivir de forma más aislada e individual. En casi todas las ciencias sobre el ser humano, salen triadas sobre la mente, pues como ya he dicho, en la propia sociología emerge la triada de identidad personal, relacional y social. En el psicoanálisis sale la triada del ello, el ego y el superyó. A grandes rasgos la ciencia diferenció el cerebro reptil, el mamífero y el humano. ¿Y qué es el yo, el ego o la identidad en todo este galimatías? Yo y ego son sinónimos en el lenguaje del segundo escrito. En el fondo hacen llamada al orgullo y la soberbia..., lenguaje en desuso —proveniente de los pecados dentro del cristianismo—, que al parecer hay que evitar. Hacen, en definitiva, mención a un punto intermedio entre lo instintivo, las pulsiones, emociones primarias, y la razón, pues esta sólo es una forma concreta del sistema ejecutivo. Pero bien mirado, la parte primitiva —como así es con cada neurona— lucha por sobrevivir (hay que tener en cuenta que todas las células de nuestro cuerpo se renuevan una y otra vez —tenemos un estómago nuevo cada mes, y un riñón nuevo cada tres años—, menos las cardiacas, las del iris y las neuronas, que son las mismas durante toda nuestra vida). Hay un concepto que se llama «egotismo implícito«, que nace de lo profundo del cerebro como estado latente y constante. Lo vemos en nuestras mascotas, no nace de la razón o el yo, que no tienen los animales. Nace de la esencia que es la vida, y desde esa misma —y paralela a ella— nace nuestro concepto de dignidad y de búsqueda de ser un a individualidad significativa. Este es el ego que no hay que perder, pues de perderlo, y como hace una neurona, nos «programaremos» para la muerte —apoptosis en el primer caso y suicidio en el segundo—, distintas palabras que se refieren a un mismo concepto.

Hace unos días han compartido el documental «Rat Park» de 2019. Casi todos conocemos la paradoja de que si a una rata enjaulada se le da la opción para elegir entre agua y agua con drogas, «eligen» la segunda, llegando incluso a morir. Al psicólogo canadiense Bruce K. Alexander se le ocurrió —intuición, cerebro en modo predeterminado— pensar que qué pasaría si viviese de forma armónica en una comunidad, e igualmente se le diese a elegir entre los dos tipos de agua. Recreó un entorno, un parque amplio, limpio y lleno de ruedas de correr y otros utensilios con los que jugar (enriquecimiento ambiental y enriquecimiento conductual), junto a otras ratas, y bajó drásticamente la ingesta de drogas. Más adelante otros científicos han tratado de recrear el experimento y los resultados no fueron los mismos. Pero a todos nos parece intuitivo que tenga sentido (una recreación tampoco es una vida natural, no sé si las ratas —en el experimento y sus recreaciones— eran familia o eran todas extrañas entre ellas). Esto lleva a dos cuestiones, 1. las ratas tienen metacognición, pues parecen tener conciencia de sus vidas miserables, en las jaulas, y les parece dar igual acabar con sus vidas (su conciencia de sí de forma miserable), y 2. el entorno natural, el ambiente para el que ha evolucionado un animal —y si es social, junto a otros de su especie— es aquel por el cual uno puede llevar una vida más digna y feliz.

En ese caso a lo que se refiere el segundo escrito, bajo el concepto de hipo-goico, es al yo relacional y social. En el primer caso, no tenemos que partir de la idea de ser superiores al resto —a nivel relacional: con nuestros seres más allegados—, y ni siquiera llegar a ese punto por mera educación, sino «sintiéndolo de verdad» (lo pongo entre paréntesis por que el tema es complejo de desmadejar, no lo trato en profundidad porque no viene al caso). Igualmente tenemos que ser hipo-goicos en nuestra dimensión social…, no pensar en una superioridad moral, de inteligencia o de cualquier otro factor, sobre otras ideologías, religiones, géneros, culturas, etc. (otro tema complicado de tratar que dejo aparcado). El posestructuralismo fue un ataque a la «mirada» estructuralista de los antropólogos, como Levis Strauss, y al analizar e interpretar, estos, el resto de culturas desde la propia cultura, que era/es la occidental. ¿Era legítima la mirada estructuralista, fue legítimo su ataque? Lo que trató de hacer el estructuralismo fue buscar los patrones subyacentes de todas las culturas, sus estructuras, pero inevitablemente tal visión se hacía desde la propia, luego «contaminaba» (o no, sería un tema a debatir) lo analizado bajo su propia «estructura» (diferencia entre emic y etic en las ciencias de los análisis del comportamiento). Pongamos un caso. Es bastante universal, en las culturas más antiguas, el concepto de la maldad del primer gemelo en salir. En algunos casos se les mataba, o por lo menos al primero. La estructura latente ahí —puede ser, me aparto de las ideas de Strauss— a que tales gemelos han competido entre sí, desde el vientre, por acaparar los recursos, de tal manera que el que nace dominante ya lo hace con cierta preponderancia para sobresalir, competir y ganar, pauta que va a mantener durante su vida (como quien dice sus cerebros ya han creado conexiones neuronales en esa dirección), en una sociedad de tipo relacional que se basaba en la concordia y en lo hipo-goico. Bajo tal concepto, es posible, que ahora tengamos el concepto del «gemelo malvado» —la sombra en Jung—, que nos habita en nuestro interior. Esta visión, la que he hecho yo ahora, es desde mi propio punto de vista, que es occidental y desde las neurociencias, y que no tiene por qué coincidir con los de cada cultura, que sentirán, comprenderán, tal mito desde su pensamiento mágico, el cual ni siquiera tratarán de analizar. Simplemente lo vivencian, lo accionan sobre el mundo. ¿Es ilegítimo el tratar de buscar esos rasgos comunes entre todas las culturas?, ¿no trata de unirnos en vez de dividirnos? No quiero resolver el tema, sólo lo planteo para que lo analice cada uno. Dos casos claros de deslegitimación, desde la mirada postestructuralista-posmoderna, es analizar la sexualidad desde la heterosexualidad, o lo femenino desde la masculinidad. Claramente un hombre no sabe cómo siente y percibe el mundo una mujer (círculo interior), sólo lo interpretará desde su masculinidad (por poner un ejemplo, y por lo dicho arriba sobre compartir un helado, las mujeres tienen una mayor variedad y profundidad para captar sabores…, e igualmente olores, puesto que gusto y olfato están unidos —si uno se mete en la boca canela, tapándose la nariz, la canela no sabe a nada, se parece a la sensación de meterse harina—.

(Otro ejemplo de análisis estructuralista es la castración (y/o emasculación). Durante nuestras vidas hemos escuchado en las noticias varios casos en donde la mujer corta los genitales de un hombre. En muchas culturas hay mitos, leyendas o narraciones sobre este aspecto humano. Si se repite tanto, ahí existe un patrón que es interesante de estudiar. Nos habla de muchos aspectos humanos, pero sobre todo del conflicto y las diferencias entre los hombres y las mujeres. Un hombre no puede cercenar la feminidad de la mujer —bueno sí, siendo drásticos y no siendo un caso paralelo, cortándoles los pechos, la ablación del clítoris, y desfigurándoles la cara (con todo esto, aún podrá ser madre, no se le extirpa los ovarios, sin por ello querer decir que la mujer se pueda reducir a la maternidad): casos que se dan en otras culturas y no se dan —o en pocos casos— en la occidental—, pero la castración parece ser un recurrente que no tiene visos de desaparecer, pues es una forma directa y más o menos fácil —pues se suele hacer mientras el hombre duerme— a la que se puede recurrir para aniquilar la masculinidad de un hombre y por ello su ser o esencia (no podrá tener hijos y no producirá testosterona, que es lo propio de la masculinidad —estado de eunuco, en donde el hombre se vuelve más «femenino»—). Este es un ejemplo y caso que no compartirán de igual forma las feministas, por más que yo lo haya tratado de la forma más analítica y neutral posible).

Vuelvo a tema, que me he desviado. A nivel profundo nacemos con ciertas diferencias a la hora de percibir y sentir el mundo —de ahí mi interés por el primer artículo tratado, pues propone una diferencia de tamaños de la amígdala y la corteza cingulada inferior en ciertas personas—, que son las que nos van a crear la identidad social. Según mi propuesta ese ego profundo y primario no tiene identidad —igualmente los sostenía Sartre—, porque no tiene conciencia de sí dentro de sus propias estructuras, simplemente es; la conciencia de sí se da en las zonas más nuevas de la evolución. Siendo así, ese ego no perfila desde sí mismo una identidad o yo, sino que existe como límite, como estructura bajo la que se construye la identidad relacional y social. Es nuestro carácter: está en la base de la estructura de la identidad, a modo de sus cimientos, o como lo es el esqueleto de un edificio con sus columnas de hormigón, pero como pasa con estas, al final se vuelven invisibles y no parece formar parte del «aspecto» externo del edificio. Pero con todo, si se quiere hacer una reforma, no se puede hacer nada con tales columnas y hay que hacer cambios a partir de ellas. En un caso, uno puede estar bebiendo demasiado y puede dejar de beber, pero no en todas las personas «funciona» porque algunas nacen para ser más tendentes a las adicciones (2) (sea hacia el sexo, la comida, alguna droga, Internet, o las pantallas…). No puede —o les cuesta demasiado— cambiar o controlar esa tendencia. Volviendo a los puntos de vista de cada persona…, un no-adicto no puede hacer una análisis desde su propia condición, sólo otro adicto entiende (cognición, razón) y comprende (emoción, comprehensión) a otro adicto, el resto sólo los entendemos (desde la cognición y sin empatía).

Viéndolo así, de la estructura de la que nos podemos vaciar —de la que podemos ser hipo-goicos—es de la cultural, que parece ser la «añadida» o superpuesta durante la vida. Pero, ¿es tan fácil el tema? Uno no puede vaciarse de ser hombre o mujer (u otro género): es estructural, construimos nuestra identidad cultural a partir de tal «esqueleto». En otro caso más claro. Yo no tengo un ápice del sentido de la espiritualidad y la religiosidad, pero entiendo que haya personas que nazcan con tal estructura y que su fe sea inquebrantable. Y volviendo a las premisas de la legitimidad: mi ateísmo no me legitima para ir contra los religiosos y creyentes…, por lo menos no como una premisa incontestable y bajo los conceptos expuestos hasta ahora. En otro ejemplo, uno nace con la capacidad para aprender un lenguaje, está programado en el ADN que hay un límite o periodo crítico para aprenderlo, y si se traspasa ese límite, costará mucho «adherirlo» (nunca he entendido esa hache en medio en nuestro idioma) a nuestro circuito neuronal. Consiguientemente si en España usamos la palabra morriña nos entendemos entre nosotros (otras que me gustan son chincharguiñapo y jalear), y hay ciertas palabras que no son traducibles a otros idiomas, y tendrán que recurrir a una frase para referirse al mismo aspecto o concepto con el que trabaja nuestro cerebro. Por este proceso, si se aprende un idioma muy tarde, no se «entrelaza» de la misma forma en el cerebro que el nativo.

¿Qué falla para vaciarse de ciertas cuestiones?, pongamos tres capas, pues parece ser que son las que se van revelando: 1. la identidad personal, que está sustentada por el egotismo implícito —a falta de otro concepto más definitorio, quizás la voluntad de poder bajo el lenguaje de Nietzsche— y el carácter, 2. cierta cultura que se solapa a esta misma estructura, puesto que se parean —espiritualidad cerebral que se adhiere a la religión bajo la que se nace, el idioma—, y 3. el resto de la trama cultural. ¿Se comprende, a simple vista, que de la segunda capa tampoco es que se pueda uno vaciar del todo? Pero todavía hay otra capa de abstracción que hay que comprender del punto tres, que complica aún más las cosas. Lo expondré con un ejemplo y después recurriré a su categorización. Al parecer los varones nacidos en la era de Internet y el porno, tienen más probabilidad para el gatillazo —que no se tenga una erección estando sexualmente con la pareja—, que los hombres que nacieron antes del porno. ¿La explicación?, no nacemos con todo el cerebro cableado, y la primera experiencia sobre cada tema, crea unas primeras conexiones sobre tal asunto y a partir de entonces el cerebro activa ese circuito ante tal situación. O sea, es una especie de impronta para todo aquello para lo que no nacemos con una estructura neuronal. Nacemos con la estructura para el sexo, pero no es demasiado rígido el qué es lo que va a hacer que esto se active. Todas las parafilias o fetichismos sexuales se explican por este fenómeno (del que no he encontrado su nombre o estudios…, tampoco he buscado mucho). Así, si la primera vez que uno despierta al sexo, uno a la vez estaba en el suelo y viendo y oliendo los pies de una mujer, se tendrá tal fetiche hacia los pies (podofilia). Al ser una tercer capa, y a través de terapias conductuales, se puede modificar, pero en cierta forma crea otra capa de la que uno no puede desprenderse, como demuestra los gatillazos en las nuevas generaciones y al haber creado su impronta a través del porno. Por el mismo efecto, y buscando punto por punto cada primacía, uno no se puede desprender de ser español o cualquier otra nacionalidad bajo la que se nazca, y el resto de cuestiones que implican a su cultura. El «PSOE State of mind» o «ideología de izquierda State of mind» —provenientes y con sus orígenes en los puntos de vista del posestructuralismo— no se solucionará, sino que se seguirá incrementando sin ninguna salida.

Punto muerto. Este escrito no trata de buscar una solución a nada. Sólo pretende hacer ver que nuestra actual situación, de guerras culturales y de género —y siendo tan compleja— no tiene ninguna solución fácil. (Una posible solución es entender la vida y que esta consiste en las relaciones de las partes, y por ello en asumir su complementariedad, o lo que la filosofía siempre ha llamado la unidad de los opuestos, concepto que es uno de los principales fundamentos de Hegel, y de la que trata de valerse Iain McGilchrist en su libro «The matter with things«, para llegar a alguna vuelta a la cordura o el sentido común, desde nuestra situación actual, pero las feministas y el movimento LGTBI —es complicado, sino imposible, buscar una unidad de los opuestos en la teoría Queerpues parten de lo no-binario—, desde su perspectiva postmoderna, no aceptan tales lenguajes, a los que podrán tildar de patriarcales).

Bajo mis premisas —y antes de haber entrado en las actuales «guerras»— la vida se regía por dos fuerzas: la retroalimentación positiva y la negativa. En otro lenguaje, el de Hegel o igualmente el de W. Adorno, existe (o existía) una dialéctica de contrarios, donde el sistema crecía desde la retroalimentación positiva, y era frenada o contrarrestada por la negativa. En una analogía visual, es como sujetar a alguien que quiere correr, o en otra imagen que ya he usado: el sistema da dos pasos hacia adelante y uno hacia atrás. Pero esas fuerzas eran de aquellos que ahora son los que han tomado la bandera de igualarse a la retroalimentación positiva, y ahora el sistema ya no tiene freno. O sea, los conservadores y tradicionalistas —y las mujeres—, eran (o son) la retroalimentación negativa, pero ahora se cuestiona todo conservadurismo (nacionalismo, patriotismo, religiosidad) y las mujeres se han sumado a la retroalimentación positiva, «arrastrando» con ellas a todas las minorías, aparentemente sin ninguna regla claramente premeditada y/o muy bien calculada.

Ya tengo todos los adornos (conceptos) que necesito para mi análisis, si bien por necesidad de ser claro y lo más sintético que pueda, sólo utilizaré los más necesarios.

Volvamos al segundo escrito, y a las tres divisiones del cerebro y las identidades (que parece ser que puede dividirse a cinco). Al parecer, según mis hipótesis, existe otra división humana o una característica con la que no nacen todos los seres humanos. Al igual que uno nace con una tendencia para la espiritualidad, que parte de la fe, totalmente de espaldas a la razón (teoría de las dos verdades), hay quienes nacen para no tener fe en la identidad cultural. Sí, estoy hablando de la división entre los realistas depresivos y la identidad narrativa. Veamos esto. Según la teoría de la identidad narrativa, la memoria de nuestras vivencias —de nuestro desarrollo— se divide en la memoria episódica y la autobiográfica. La primera son los datos en bruto, mientras que la segunda son con las que nosotros «trabajamos» (concepto del «trabajo sobre el yo«). Por ejemplo, la episódica guarda algunos detalles concretos —particulares— que nos sucedieron al viajar todos los días en el metro para ir al trabajo, pero no son acontecimientos que revivamos y contemos a la gente. Aquello que contamos a los otros —y a nosotros mismos— una y otra vez, es lo que nos crea la identidad narrativa, que a fuerza de repetirla nos terminará por condicionar (concepto de profecía autocumplida, por ejemplo cuando uno se define en la adolescencia a que es un artista, sin que quizás en su carácter sea así). Si uno ha hecho algún acto con visos de ser heroico, es sobre el que volvemos para crearnos tal identidad. Es ante tal identidad, o yo, que nos crecemos —ego elevado— y es tal rasgo al que tenemos la potestad de callar, siendo más humildes, o del que nos podemos vaciar. ¿Siempre? Tal rasgo está «cosido» a los rasgos culturales —uno se puede sentir orgulloso de cierta experiencia dentro de su cultura, que en otra cultura será vista como un defecto y por ello tendrá que ocultar al encontrarse con ella—, y en algunos casos, esos acontecimientos serán los que han llegado a crear los estados primados en nuestros cerebros. Quizás el ejemplo más claro es el sentido del humor de cada país, lo que es cómico en una cultura, es indiferente en otra —no tiene gracia—, o es insultante y/u ofensivo para otras. Tenemos así la división a cinco, o si se quiere a tres y dos puntos adicionales del tercero. 1. la identidad personal, que está sustentada por el egotismo implícito y el carácter, 2. cierta cultura que se solapa a esta misma estructura, puesto que se parean —espiritualidad cerebral que se adhiere a la religión bajo la que se nace o el idioma como ejemplos—, y 3. el resto de la trama cultural, la cual se puede dividir y subdividir entre: 3a. los estados por los cuales el cerebro crea una impronta —se inicia— sobre ciertos aspectos de la identidad, y 3b. la identidad narrativa, que es aquella sobre la que uno constantemente trabaja y cara hacia el exterior; en esta identidad se dan dos componentes a la vez: 3b1. lo que uno es a partir de su pasado —cree ser, en realidad— y 3b2. lo que uno quiere alcanzar a ser. A lo que va apuntando tanto la neuropolítica, la biosociología o cualquier otra rama de las ciencias humanas basadas en la biología, el ADN, y la economía y la ecología (2) del comportamiento —entiéndase por esto la optimización estadística de las conductas a lo largo de la evolución y en cada sociedad, época y vida individual—  es que nacemos o están regladas ciertas tendencias en nuestros cerebros, lo cual cuestiona una de las principales premisas del posmodernismo, bajo el concepto del construccionismo social. Bien entendida todas estas estructuras, hay poco que cambiar, solo la piel, como quien dice: la identidad narrativa, que es la que realmente construimos, la parte más externa de nuestra identidad, o en la metáfora de los círculos, la capa de las acciones, de nuestro hacer en el mundo, en lo social de la tercera capa. Pero no siempre es fácil, los conservadores —y yo diría que la mayoría de las personas—, la tomarán como la «verdadera» identidad, de la cual uno no se puede —o debe— desprender. De entender bien la evolución humana, provenimos de unos ancestros que sólo tenían las dos primeras capas: la personal (individual) y la relacional (familiar), donde la segunda siempre era con los de la propia tribu, con los que siempre se tenía una relación basada en los lazos de sangre. Sólo al llegar al neolítico y al crearse las grandes ciudades nos topamos con la necesidad de crear la tercera capa, la social, con aquellas otras personas con las que no se compartía nada. Siendo así se puede explicar la necesidad de la «creación» de las grandes religiones, pues se necesitó pactar algo que uniese —moral y ontológicamente— a todas las personas de tales ciudades y nuevos estados. De esta manera nación y religión —identidad nacional— han permanecido unidas hasta hace unos siglos. Al devenir el mundo hacia la laicidad, con la llegada de la modernidad, la religión se separó del Estado, si bien seguía unida a nivel de la identidad social y nacional. Con el posmodernismo —y con el «experimento» de la aparente multiculturalidad de los Estados Unidos como telón de fondo— se llega a un nuevo giro de los acontecimientos: la identidad nacional y religiosa entra en una nueva crisis y cuestionamiento, acentuándose o activándose el papel que han de hacer los conservadores para afianzarse y tratar de tener un peso prominente en este nuevo estado de cosas. Analizado, a nivel profundo y nuclear, todo esto es un problema sobre el ser, en tanto ente y en tanto que este lo es por tener una esencia. Una paradoja de la evolución es que es permanentemente cambio, siendo así, —por el principio de la especiación, de que una especie trate de mantenerse como lo que es… un gato como gato— cuando una especie se ve sometida por el ambiente a que tenga que hacer cambios los hará, pero a la vez habrá dejado de ser la especie que era, con lo que de nuevo se ha «extinguido» a nivel ontológico. O sea, si los gatos ante una presión ambiental no pueden sobrevivir, puede que solo lo haga un grupo de ellos que tengan una mutación, que no sea algo muy concreto de su «gaticidad». Me enredo con ejemplos complicados, hay un animal en el que está claro. El oso panda tiene un carácter muy tranquilo y es de movimientos lentos, por su tipo de alimentación, pero fue debido a un proceso en donde alguno de sus ancestros tenía tolerancia para alimentarse con bambú. Al final murieron todos los que fueran omnívoros o carnívoros, y sólo quedo el oso que ahora conocemos. ¡Pero dejó de ser aquel oso que era!, luego aquel se extinguió. O dicho de otra forma, el actual oso panda no tiene la esencia de aquel otro ancestro, luego ahora es otra esencia distinta. Otro caso más evidente aún: las aves son lo que queda de los dinosaurios. Volviendo al tema y contando con este nuevo concepto o paradoja, los conservadores no quieren perder su esencia, y una profusa entrada de inmigrantes puede causar que así sea. Esto va en la dirección de uno de los actuales miedos de los nacionalismos: la teoría del gran reemplazo, la idea de que si entran muchos musulmanes a Europa, al final esta sea musulmana. ¿Sería esto posible?, no parece haber sido así en Estados Unidos al ir dejando entrar a otras culturas…, han tratado de mantener su identidad cristiana. Lo que alegan los que creen en la idea del gran reemplazo es que los inmigrantes tenderán a tener más hijos que los propios europeos, con el consiguiente retroceso de la propia cultura, donde al final se podrían quedar en minoría, con sus consiguientes desventajas. He tocado el tema de la religión, que es algo menos sensible, por no entrar en el tema de la pérdida de la identidad étnica. Uno de los alegatos que suelen usar los que sostienen tales ideas, es si cualquier nación estaría dispuesta a ser invadida por alguna nación árabe, como para hacerse con el poder de la nación, y como para que a la larga creasen leyes contra ellos. O en otro caso, pues está de actualidad: ¿querríamos que Rusia fuera invadiendo al resto de Europa e implantase su sistema menos —o nada— democrático?

Voy a hacer un pequeño análisis sobre todo esto, sin ser demasiado exhaustivo, en pos de la brevedad. Todo es susceptible de tener siempre un origen fisiológico/evolutivo. El racismo, la homofobia, el sexismo, el rechazo a lo otro y lo extraño, activa una respuesta en la región que controla el asco —la ínsula anterior en unión a la amígdala (emociones, asco, miedo) y el cerebro más antiguo y visceral, pues activa el acto reflejo de vomitar o cuanto menos del asco—. A un nivel menos bajo, tenemos el miedo al contagio, a lo que nos contamine, infecte o que nos agreda. Estas mismas estructuras y conceptos se ramifican en el resto de las estructuras y los conceptos mentales. Los muy conservadores tienen miedo de la más mínima contaminación de su «sangre», de su etnia y de su cultura. Pero, ¡es que no hay nada «puro» en ninguna etnia o cultura humana! De analizarlo así, los humanos más puros son los negros africanos —uso este término para hacerme entender, ya que son distintos de los africanos de origen árabe, que están sobre todo en el norte—. Tampoco existe algo así como lo «español». Ya en otro lado he dicho que nuestro actual sentido de la privacidad es una mezcla de la árabe y la hispana. De nuestra cultura euro-latina tenemos nuestro deseo de estar en la calle y los lugares públicos, y de la cultura musulmana nos viene el querer tener una alta privacidad en casa —como demuestran nuestro tipo de persianas—. El patio andaluz, cerrado e interior, que se extendió al resto de la península, es de la cultura árabe. Pero aun lo dicho, pienso que si se está politizando todo, y por lo que es complicado de desgranarlo o deslegitimarlo a alguna «realidad» —al afirmar al cien por cien que no hay naturaleza humana, y quién es el «malo» y quién el «bueno»—, es porque lo que sí existe es esa doble naturaleza de nuestra especie a 1. la apertura —devenida al lenguaje político como liberal o de izquierdas—, y 2. lo tradicionalista de los conservadores y las derechas. Ninguna de las dos posturas son legítimas al cien por cien y hemos de asumir que las dos tienen que existir. Todo sistema complejo —estable o metaestable— es posible por las interacciones entre la retroalimentación positiva y la negativa. Un sistema tendente a pronunciarse sólo en la positiva es un huracán, y apenas si dura unas pocas horas. Por ello, y de nuevo, lo único posible es el hecho de que tenemos que aceptar la unidad de los opuestos. Si se acepta, esto sólo puede ser a través de su diálogo, y no tratando de acabar con el opuesto, como así lo hace el feminismo al tratar de «aniquilar» la masculinidad (y no siempre es a nivel simbólico (muerte al macho), pues se leen proclamas en las redes de acabar con los hombres —¡cómo no enfadarse ante tales desmedidas y sin sentidos!—, en estos días las feministas dicen que la peor carga de la guerra ruso-ucraniana es para las mujeres y los niños, el hombre muerto en la defensa de su país parece que les da igual —de nuevo ceguera y hemiplejia moral—).

Con lo dicho yo no he querido pronunciarme en nada, ni dar ninguna solución, sólo muestro la problemática de la situación actual. Mi punto de vista es aperturista. Para mí la esencia humana no está en la capa cultural. Pero aún con esto, tengo mis irresolubles contradicciones. Me gusta el «alma» o esencia latino-europea, frente a la germana-anglosajona, pues estas nos han llevado al actual neoliberalismo, que a la vez conlleva a la cultura del trabajo, que a la vez conlleva a un tipo de mentalidad más «depredadora» e individualista. ¿Veis cómo se complican las cosas a poco que uno piense? No creo que exista ninguna persona que pueda unificar una idea del ser humano y de sí misma, sin portar —y sin que conlleve— el caer en tales contradicciones y paradojas: la honestidad intelectual a de partir de esta premisa (no deja de ser extraño que las personas escondan tanto sus puntos de vista políticos, parece ser que todos estemos jugando al poquer y tengamos que esconder nuestras cartas, para así tener a nuestro favor el usar los faroles, aunque también puede ser que estemos tan perdidos que ya no sepamos a qué atenernos). Siento que Europa se está viendo «invadida» por la mentalidad estadounidense y no me gusta. No por defender mi cultura —desde afuera hacia adentro, que no sé si es por lo cultural o es algo más profundo, uno nunca puede saber cómo están entrelazadas las capas que he mostrado arriba—, pero sí porque mi tipo de mentalidad no encaja con su modo de ver el mundo. O sea, que cualquier invasión no siempre es a nivel de tocar tierra, pues la pérdida o las «alteraciones» son, en primer lugar, debidas a las «invasiones» culturales —me atengo a que soy español y esta nación así lo hizo en américa, pero no eran yo… Para ser más claro, tengo una hija ecuatoriana (doble nacionalidad), si ella tiene 50% de española y de latina… ¿cabría argumentar que ella se invadió a sí misma?, no puede tener a la vez mentalidad de víctima y de culpable, va contra los principios ontológicos y de la lógica más básica (principio de no contradicción: A no puede ser a la vez no-A, en este error cae mucho el feminismo, pero son ciegas a verlo sobre sí, cuando si lo captan en los otros), creo que queda claro qué es lo que quiero decir—. A este respecto, para bien o para mal, Latinoamérica ahora tiene una sola identidad —más o menos— y es menos propensa para los conflictos internos (entiendo que visto desde fuera es de «locos» que Europa siempre tenga tantos conflictos… mirar el mapa, lo pequeña que es y la rugosidad de sus fronteras; mientras que en otros lados suele darse un solo idioma y cultura, en Europa hay tantos idiomas y culturas —más en realidad— como naciones haya…, llevamos toda la historia luchando entre nosotros, algo vergonzoso, si se analiza desde afuera). VOX, la teórica ultraderecha de España, dice no tener nada en contra de la migración latinoamericana, tampoco a favor de abrir las puertas, claro. Apuesta a dejar las cosas como están ahora con Latinoamérica, que tampoco es que sea muy aperturista (otra cosa es que no sea verdad). Pero no quiero entrar tanto al detalle sobre la situación actual, sólo me gusta planear desde arriba y tener puntos de vista globales, para tratar de reducir todo a sus patrones más básicos (bosquejar), que es para lo que es más óptimo el cerebro que soy.

Un último dato a tener en cuenta, a la hora de analizar la realidad y sus determinismos —y ya para ir terminando—, es si la historia, las naciones y los imperios siguen ciclos. Uno de ellos es que los imperios van de oriente a occidente (yo me di cuenta de esto en mi adolescencia, y después he averiguado que lo han sostenido algunos pensadores y científicos). Así tenemos que los imperios —dejando de lado los más orientales— fueron desde Mesopotamia a Egipto, para llegar a Grecia, y más tarde Roma, pasando a manos de España, subiendo a Francia y seguidamente a Inglaterra, para al final y en la actualidad llegar a Estados Unidos (seguidamente pasará a China). Se sabe que los imperios tienen una vida de nacimiento, crecimiento, y decadencia y muerte. En una de esas fases pasa por su periodo más álgido o alto, que en el caso de Estados Unidos parece haber sido entre el final de la Segunda Guerra mundial y la entrada del nuevo siglo. A partir de la real y simbólica caída de las torres gemelas, empieza a errar en sus comportamientos y empieza su decadencia. Otra teoría a tener en cuenta es la «generacional de Strauss-Howe«, la cual se basa en ciclos de unos noventa años, y paradójicamente predijo la crisis bursátil de 2008 y las posibles guerras antes de 2028, año en el que ha de empezar un nuevo ciclo. Yo no creo tanto en tal teoría, pero no deja de ser extraño que esté acertando. Se basa en el comportamiento, y por ello «predijo» la generación milenial y subsiguientes, y sus tendencias a ser unas generaciones más sensibles o con una capa de piel más fina, como les gusta decir a los estadounidenses. Según tal teoría mi generación y a mi edad, yo, hacemos de «profetas» —o avisadores o de preparadores—, para las actuales generaciones jóvenes —y de nuevo extrañamente así parece ser—. De ser cierta tal teoría, de nuevo todo el peso lo podría tener la mujer, al alterar epigenéticamente —cambios en sus cerebros— hacia ciertas predisposiciones a sus hijos. Igualmente hay que tener en cuenta todas las ideas del determinismo medioambiental o geográfico.

Se ha descubierto que las culturas generadas a partir de regiones desérticas con escasez de recursos son más propensas al monoteísmo, los conflictos, la estratificación, el dominio masculino y la opresión femenina, mientras que las culturas originarias de regiones forestales exuberantes y abundantes tienden a ser más propensas al politeísmo, el igualitarismo, menos tabúes sexuales, la mejora de los derechos de las mujeres y menos conflictos. Naturalmente, se trata de observaciones amplias, promediadas y a largo plazo con excepciones, pero la coherencia es, sin embargo, sorprendente.❞ Peter Joseph

Conclusiones someras. ¿Estamos seguros que nuestra vida es mejor que la de los cazadores-recolectores?, sus mentes no tienen fisuras y se resquebrajan con la facilidad de las nuestras. Su cultura «rellena» los vacíos entre su sentir y su hacer. Son seres densos y llenos de sí mismos, cuyas mentes raramente dudan, pues sus vidas sencillas y humildes están completamente regladas por sus tradiciones, tabús y culturas (también suele ser así en los pueblos pequeños). En contraste nosotros hemos llegado al estado más extremo de la libertad, de apenas contar con unas pocas reglas validadas por todos, a costa de ya no podernos conectar en grupos homogéneos y férreos. Ante nuestro vacío sólo nos queda el camino de tratar de validar nuestra propia «verdad», nuestra verdad individual, luchando contra todo aquel, contra todo grupo, que no se paree con nuestro propio punto de vista. En esa dirección y como partimos desde nuestro propio círculo interior, que es único —unos más que otros, jejeje— para tratar de crear comunidades (hay sobre 60 variantes del feminismo, por poner un ejemplo), sin nunca llegar a lograrlo. Qué quiso decir el posmodernismo al conceptualizar la muerte del sujeto. ¿Que este no tenía que morir a manos de los Estados?, a costa de qué, ¿de deslegitimar todo como para que todas las opiniones fueran igual de válidas? No parece que esté funcionando, más bien es lo contrario, quizás la humanidad nunca haya estado más perdida que en el momento actual. El sistema ha devenido a una guerra de todos contra todos, en el nihilismo epistemológicomoral y existencial. ¿El único camino?, desconectarse. Vivir la vida con tus seres más allegados y limitarte a sentirte pleno desde esa identidad personal y relacional, tratando de ignorar lo máximo posible la identidad social, y rehuyendo de parearte o unirte a cualquier ideología. Quizás no sea distinto a cualquier otra visión nihilizadora, pero por lo menos no tratarás de validar tu propia identidad a partir del odio hacia el resto de las identidades y las opiniones.

Bajo lo dicho, y según ya he anunciado en otros escritos, los Estados se verán sometidos a poner cada vez más leyes para tratar de controlar el caos actual. En España estamos bajo la «ley mordaza», que el PSOE dijo que revocaría al entrar en el poder, pero no lo ha hecho, ni tiene visos de hacerlo. Se anuncia, además, más medidas para controlar la creación de noticiarios —que se están creando en plataformas de Streaming, como en YouTube—, para que no puedan emitir, si no parten de cierta legitimidad y de noticias contrastadas y «serias» (tratan de ir contra los discursos de odio y las fakenews…, no sé demasiado de esto, está en proyecto). A la vez las minorías están haciendo de mordaza y de censoras —nuevo puritanismo, lo llaman, orquestado principalmente desde el feminismo— para tratar de controlar aún más el sistema. O sea, y según mis análisis, la situación actual no es nueva, el humano debe de haber pasado una y otra vez por este mismo caos. Me imagino que el mito/realidad de Sodoma y Gomorra nos habla de un estado de cosas en donde los tabús y tradiciones tribales dejaron de «funcionar» en las nuevas ciudades…, situación por la cual el sistema social humano fue, —¿evolucionó?— hacia las nuevas grandes religiones, creando el concepto del pecado, en el caso de las religiones hebraicas. Previamente, quizás, durante el salto entre el comportamiento de tribus pequeñas y consanguíneas, al siguiente de tribus más grandes, se hizo necesario la creación de los tabús. Ante la misma situación, en la actualidad, y ante el caos en la nueva era de la información y la globalización, las leyes tienen que ser más extensivas y estrictas, y tratar de controlar todo lo que ahora nos parece demasiado caótico y problemático. ¿Resultado?, no algo muy diferente de los Estados autoritarios…, ¡vaya paradoja!

Quizás todo lo dicho sólo sea basura…, que sólo sea la necesidad, del cerebro que soy, de dar un sentido y orden al mundo, pues de lo contrario caigo más en el nihilismo y la ansiedad. Acciona, por ello, el locus del control y mi necesidad de cierre cognitivo, pues así estoy «programado». Y quizás, además, y durante las fases histórico/evolutivas que he descrito en el último párrafo, las erinias —las furias— sean imprescindibles para crear tales cambios necesarios, y yo no lo quiera aceptar porque en su proceder siento que están atacando mi ser, mi identidad.


Sobre el tema y la situación actual en España. Sobre Putin y la guerra ruso-ucraniana. Tengo unos puntos de vista demasiado extremos como para exponerlos, prefiero guardármelos para mí. El mundo está lleno de signos, cartas de tarot, que cada cual interpretará a su manera. Cuál ha sido uno de los «falsos» argumentos de Putin para invadir Ucrania. Que quería contrarrestar la tendencia hacia la extrema derecha. Hace tiempo creía que la extrema derecha surgía a partir de personas que estaban calladas y ocultando sus ideas. Pero después de varios años me he percatado, y he tenido que aceptar, que es la respuesta de todos aquellos que están contra el «PSOE State of mind». Un caso paradigmático es el carismático Frank Cuesta, conocido por las serie sobre la vida salvaje «wild Frank». Este ha dicho que qué queda para volver al sentido común… ¿votar a VOX? A partir de tal duda le atacaron por todos los frentes, incluso los defensores de los animales, cuando su vida son estos y ha creado un santuario en Tailandia. Bajo mi punto de vista el llamado «PSOE State of mind» nace desde el feminismo, pues otras minorías no tienen tanta fuerza o están en todos los países —el movimiento afroamericano, por ejemplo— como para hacer tanta presión al sistema. Su fuerte y constante presencia está «provocando» que las personas se vinculen a la extrema derecha como único modo de luchar contra ellas. No es lógica esta tendencia a la extrema derecha por tales causas, ya lo sé, pero las «guerras» nunca los son. Las feministas no es que hayan premeditado nada. No hay una agenda, sólo es un sistema que en cuanto se le ha echado a andar ya no hay nadie que lo pueda parar, ni siquiera ellas mismas, pues no parten de una buena organización y jerarquización (en parte porque están en contra de las jerarquías). Pero ¿qué es un sistema sin una cabeza que lo gobierne?, ¿un pollo descabezado dando tumbos y sin dirección?, que es lo que somos ahora. Otro signo es que Putin, Rusia, no quiere dentro de sus fronteras al movimiento LGTBI (creo que tampoco al movimiento feminista, pero sin que con esto se tenga que asumir que sus mujeres no estén, más o menos, al mismo nivel de igualdades y derechos que el resto del mundo occidental). Otros signos…, Putin repudia al Atlantismo y las políticas liberales y la globalización. Busca alguna alternativa sin quizás tener ninguna en claro. Se dice que simpatiza con las ideas de Aleksandr Duguin y su «cuarta teoría». A la fecha, Unidas Podemos está en contra de mandar armas de apoyo a Ucrania, y al final PSOE ha optado por ignorarlas y las va a enviar. Esta postura, y otras, marcan su muerte, pues seguramente —sea a corto o largo plazo— terminarán por desaparecer. Lo que sucede en torno al tema de Ucrania marca el desatino del feminismo —paso de replicar las cosas que están llegando a decir, me ponen de mal humor—, y a la vez marca la necesidad de preservar la masculinidad del hombre. Por muchos frentes en España alaban el arrojo de los hombres ucranianos. Se ha llegado a clamar la frase de «os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra… elegisteis el deshonor, y ahora tendréis la guerra” de Churchill. Las mismas fuentes dudan que en España tuviésemos la misma firmeza. Pero con respecto a los ucranianos, no es de extrañar, en el fondo tienen los mismos orígenes que los rusos.

Hay que aclarar que se está manipulando el lenguaje, lo hacen todos, y se hace un uso incorrecto de los términos y los conceptos. Vox no parece ser de extrema derecha, si por tal término quiere decir «alineado con los nazis». Tampoco «Unidas Podemos» es extrema izquierda. En Estados de democracia tales partidos no pueden operar hacia los extremos. Otro caso es el sufijo -fobia. Una fobia es un trastorno psiquiátrico, tal estado crea reacciones a nivel fisiológico, como taquicardia, ansiedad, bloqueo del cuerpo, etc. Va desde el cuerpo a la razón, y el prefrontal no se ve capaz de controlarlo. Racionalizar un odio, no es exactamente una fobia, este modo va desde la razón hacia abajo, hacia el cuerpo. A la larga se puede somatizar. En muchos casos no tiene sentido decir homofobia, o gordofobia. Este es un caso muy claro, no querer tener una pareja con cierto peso no implica una fobia. Otro uso abusivo es el de maltratador. Si se ha dado un tortazo sólo una vez a la pareja, tal proceder no lo «convierte» en maltratador. Quizás nunca se vuelva a dar en la vida de esa persona. Como tampoco es un delicuente el que sólo se ha saltado una vez la ley, sino el que reincide una y otra vez; ni es alcoholico el que se ha emborrachado una vez, o de vez en cuando al salir de fiesta. Aquí se aplica aquello de «maté un perro y me llamaron mataperros». Otro caso son los conceptos de delito y discurso de odio, como se explica en el vídeo.

Esta guerra acabará, pero habrá creado un precedente que se volverá a repetir según vaya incrementándose la presión social a nivel mundial. China apenas si se pronuncia, pues espera a ver los resultados y si le será posible hacer ella lo mismo con Taiwán. Pienso que Putin solo ha querido tantear el terreno —cómo se comportaría la OTAN— y ha querido, a la vez, desestabilizar el imperialismo liberal. Y lo va a conseguir, pues va a crecer la inflación en todo el mundo durante este año. ¿No es raro que Israel incrementara su presupuesto en armamento antes de que sucediese nada? Alemania se ha unido a subir su propio presupuesto. Mientras tanto en España, «unidas podemos» quiere gastar mil millones de euros en tratar de dar salidas viables a las prostitutas…, ellas no se lo han pedido, se van a encontrar con una gran cantidad de mujeres sin papeles…, qué harían en tal caso, ¿concederles la nacionalidad? De ser así, hecha la ley hecha la trampa, más mujeres inmigrantes y sin documentos simularían ser prostitutas para que les diesen la nacionalidad. Además se han gastado cien mil millones para tratar de potenciar el «Body positivity» (contra la teórica fobia de la sociedad a la obesidad). ¿Todo esto —y otros temas que no pongo por no alargar— es más importante que el desempleo de los jóvenes en España?, que es de los más altos de Europa. ¡En fin, qué se le va hacer, cada uno tiene que vivir la vida, la época y la cultura que le haya tocado!

Otros temas. Sin tener que «atacar» a las mujeres, encontré el término al que quería hacer mención en los últimos escritos, que como es tratado por la sociología no es un ataque que venga desde mí. El concepto es el de «agresión relacional«, que es el que se ve en ciertas películas de adolescentes en donde los grupos de mujeres líderes hacen fuerza y presión social al resto de mujeres, a través de tácticas de desprecio, cotilleos, desprestigios, insultos, ninguneos y hacerles el vacío (en la serie «euphoria», por ejemplo, —qué imagen están dando Estados Unidos de sí mismos en los últimos años en sus series y películas, imposible identificarse con ninguno de los personajes de Euphoria, y lo mismo con otras series del mismo estilo —he dejado de verlas y ahora soy estricto a que «consume» mi cerebro…, estoy viendo series «viejas», de antes de 2010—). Al parecer se están dando más suicidios entre las adolescentes en los últimos años, a partir de marcarse los signos que están guiando las feministas y su empoderamiento (vincularé dos escritos, los tengo que localizar), que son —las mujeres empoderadas— las que hacen acoso sobre las propias adolescentes. Por otra parte una feminista creó el concepto de «abeja reina«, en contraste al de alfa entre los hombres, para nominar a las mujeres que toman el poder y el cómo se comportan con el resto de mujeres de rango inferior. Según estudios —otros los desmienten o corrigen— tales subordinadas se ven más presionadas y estresadas con mujeres al mando, que con respecto a si el que estuviera al mando fuera un hombre. Otro caso sobresaliente de la competencia entre las mujeres se da entre la madre y la nuera, "roce" que no se da de igual forma entre el padre y el yerno (el feminismo podrá argumentar que sólo es un estereotipo, una construcción social). De sumarse todo, se comprenderá que se pueda decir que la mujer también tiene su lado monstruoso (con respecto a que según el punto de vista de algunas feministas, sólo lo porte el hombre).


Voy a compartir tres libros clave para entender el momento actual, al respecto al tema de las minorías (y el feminismo).

1). «The coddling of the American mind – How good intentions and bad ideas are setting up a generation for failure» de Greg Lukianoff, Jonathan Haidt. 2). «The rise of victimhood culture – Microaggressions, safe spaces, and the new culture wars» de Bradley Campbell, Jason Manning. Y 3). «Cynical theories – How activist scholarship made everything about race, gender, and identity;  and why this harms everybody» de Helen Pluckrose, James Lindsay

El tercero apunta a las hipótesis que yo he apoyado, sobre los orígenes y desde el posmodernismo (o más exactamente: el posestructuralismo. El primero es más generalista —analiza más temas— y añade los actuales problemas. El segundo lo llama la era del «victimismo», pero creando cierta connotación específica para tal término, o sea no niega los problemas, pero se están extralimitando. Este dice que se inició en las universidades de Estados Unidos, y por ello daría razón al libro de Theodore Dalrymple «Sentimentalismo tóxico», que ya he analizado en mis escritos. Esta teoría no explica que se propagase al resto del mundo y no a través de sus universidades, sino de las redes sociales.

En el primer libro usan el concepto de antifragilidad, que es de uso en la ciencia, para referirse a lo mismo que he dicho yo, de que algo de presión es necesaria para que el carácter se endurezca. Los americanos lo llaman thick skin, «piel gruesa», y a su contrario thin skin, «piel fina», para referirse a ser demasiado sensible a las críticas y al medio social. El concepto de antifragilidad, creado por Nassim Nicholas Taleb, en un libro sobre el tema, se puede entender fácilmente en el caso del proyecto Biosfera 2 (creo), que trató de recrear sistemas ecológicos, en grandes naves cerradas a todo lo externo, para ver si el hombre podría terraformar otros planetas, o crear tales tipo de biosferas en la luna u otros planetas, y con qué dificultades se podrán encontrar aquellos que los lleven a cabo. El caso, a lo largo del tiempo, es que se dieron cuenta que los árboles no tomaban la típica estructura robusta de sus homólogos sobre la tierra. ¿El problema?, no tenían que soportar las fuertes lluvias, nevadas, y vientos, como así ocurre con los que están en la naturaleza. Es la intemperie, con sus dificultades, lo que hace que se fortalezcan. Otros ejemplos más claros son los huesos de una persona que permanezca enfermo y en cama durante mucho tiempo, pues se debilitarán; y otro ejemplo más es el sistema inmunológico. Este es más fuerte cuanto más sea atacado. Las vacunas simulan un ataque, donde a partir de ese momento el sistema ya «conoce» a qué tiene que atacar o de qué defenderse.

Fuera de tema, otro concepto a tener en cuenta es el «efecto Coolidge«, que «es un fenómeno biológico que se observa en los animales, en el que los machos exhiben un interés sexual renovado cada vez que se introduce una nueva hembra, incluso después de tener relaciones sexuales con parejas sexuales anteriores pero todavía disponibles. En menor medida, el efecto también se observa entre las hembras con respecto a sus compañeros.» Esto explica el «aburrimiento» al que llegan las parejas y que tengan cada vez menos sexo entre ellos, después de varios años, y los «cuernos», así como una posible explicación de que las mujeres sean más propensas a cambiar de imagen: tales cambios irían en la dirección de incentivar la mayor necesidad de novedad de los hombres. A este concepto llegué a través de esta conferencia TEDx.

Descargar documentos. (Son versiones traducidas automáticamente y las originales, más los dos estudios tratados en este escrito. El libro «Cynical theories» y los estudios están bastante revisados). Por cierto, estoy leyendo también el último libro de Iain Mcgilchrist, no es demasiado interesante, se pierde en citas de otros, sin remitir a demasiados estudios cientificos, es más lírico —pero además sin «magia»— que científico.

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