Genealogía del Mal
❝Dios creó al hombre porque le gustan las historias.❞ Elie Wiesel
❝Es mucho más fácil matar a un hombre si crees
que es el mal, y que tú eres bueno.❞ Hans Georg Moeller
❝Junta a un malo con mil estúpidos y tendrás mil malos.❞ Pérez Reverte
❝Siempre que se intenta suprimir la duda, hay tiranía.❞ The Lost Daughter
❝He comprendido que nuestra realidad es una decisión.❞ Dickens
❝La gente no es, en general, consciente de que la
moralidad tiene un lado oscuro.❞ Pablo Malo
❝El sabio si ve que algo está accionando en el mundo, como lo comprende, lo deja fluir.
El ignorante, como no lo comprende lo trata, de mejorar.❞ Javier Pérez Nieto
En la presente entrada comparto un escrito de diciembre de 2014. Por aquel entonces terminaba tan harto de redactar que después no me molestaba a corregir. Más teniendo en cuenta que por mi dislexia era un verdadero suplicio. Más tarde he recurrido al sistema de hacer que el ordenador me lea el trabajo, con lo cual voy mejorando mi escritura, llegando al momento actual, donde ya he depurado todo lo posible mi propia técnica y estilo. Con esto quiero decir que he tenido que corregir el escrito que voy a compartir, pero no he alterado el mensaje, y sólo he añadido 1. la alusión a las precuelas de las películas de Alien, pues claramente por aquel entonces no existían, y 2. el punto 15, pues en mi mente lo daba por obvio, pero seguramente no será así para los lectores (algún que otro añadido más en puntos que parecían oscuros). A la vez he añadido texto al principio y al final (en granate), en la dirección de ubicarlo al momento actual, pues ahora cobra un mayor sentido lo que en él propongo.
El escrito que sigue hace una propuesta atrevida —quizás molesta para algunos— que en realidad no me posiciona ante ninguna ideología, sino que tan sólo juega con la idea de cómo es el devenir de los conceptos durante la historia humana. La traigo a colación porque hoy más que nunca se está haciendo un uso excesivo del término «nazi» o «fascista», la mayoría de las veces sin sentido, pues ha terminado por convertirse en un insulto a lo «otro», a lo opuesto de cada una de las posturas en las actuales guerras ideológicas, culturales, políticas y de género.
El universo al expandirse crea realidad. El tiempo es aquel proceso por el cual de la nada emerge lo existente. En una imagen sería como si una persona diese un paso adelante en un precipicio, pero al dejar caer el pie ya no existiese el vacío, sino que hubiese un suelo bajo él. Por ello el siguiente paso es creación. Por el contrario, el pasado es lo muerto, o que tiende o está más cerca de lo muerto. La esencia del pasado es necesaria…, es el pie que se queda atrás para afianzar el siguiente paso. Analizado así, el conservadurismo político y social es ser, pero ser que ya está contaminado de la muerte —una muerte que le va pisando los talones—, mientras que lo liberal es nihilismo, ese paso en el vacío, ese universo que se expande, pero en tanto que su esencia está habitada por la nada. Está contaminado por lo contingente, por la dualidad de «poder ser o no ser»…, en definitiva, por la posibilidad de fallar.
En el párrafo precedente, ¿qué es el mal?, el universo consolidado o el borde de este al encontrarse con el vacío. La nada, la no-materia está entretejida con el propio universo. Hay más antimateria que materia. No tiene sentido aplicar conceptos morales a la realidad, pero siendo nosotros materia, priorizamos a esta, la volvemos moral, porque es una de las «funciones» de nuestro cerebro. En el escrito anterior no me he querido pronunciar sobre la crisis actual en España, porque realmente no la entiendo. Todos opinamos sin entender nada. Cada persona, grupo de ellas, ideología, género, instituciones, etc., parten desde su propia visión del mundo. ¿Hay alguien que esté al tanto de todo? No, realmente ningún humano tiene una «mirada de Dios», ninguno tiene la capacidad de abarcar todo lo que acontece. Todo va demasiado rápido y es demasiada la información. ¿Por qué están caros los carburantes? Si se pone esta pregunta en Internet, sale que es por el actual conflicto entre Rusia y Ucrania, pero el precio ya estaba alto antes del inicio de esta guerra. ¿Nos manipulan?, ¿quiénes, con qué intereses? Si se investiga un poco más, el petróleo llegó a su máximo de producción hace unos años y ahora vamos hacia su agotamiento —idea revisable si se tiene en cuenta que el petróleo se está explotando por otros medios—. No me quería detener demasiado en este tema, sólo lo quería poner de ejemplo. ¿Cuánto petróleo queda?, no se sabe, porque cada país productor se guarda para sí tal «secreto», pues es una ventaja con la que jugar. En todo caso, lo que sale a relucir, de unos casos y otros, es la ignorancia de las personas de a pie… de aquellos a los que al final se les deja votar para tener un partido de Derechas o de Izquierdas en el poder. ¿Tiene todo esto algún sentido para alguien? Para mí no.
¿Quién es hoy en día el «mal»?, o qué es lo nazi o no lo es. Nadie es bueno o malo de forma definitoria —quizás algunos psicópatas— Todo es gris. ¿Por qué soy antiglobalización?, porque no tiene sentido traer del otro lado del mundo algo que ya lo hay aquí, dado que en ese transporte se está gastando energía y se está repercutiendo en el cambio climático —si es que existe, algunos siguen convencidos que no— Independientemente de las posibles repercusiones climáticas, el petróleo se acaba y aún no tenemos una energía que lo sustituya. Los vehículos eléctricos, la electricidad, no es una energía en sí misma, sino que depende de otras energías que la produzcan. La electricidad ahora misma es muy cara. ¿Por qué?, tampoco hay una explicación clara. A la vuelta de la esquina puede estar la fusión nuclear, pero ahora mismo sólo genera la propia energía que la produce, o sea, no genera energía.
Después, si se mira al detalle…, porqué perjudicar a tus propios agricultores trayendo harina de otros países, si se podría optimizar aún más la producción aquí. Tienes que suponer que la Unión Europea sabe lo que hace…, pero ¿es así? Yo valoro más a un agricultor, a un albañil o un ganadero que a alguien de la Bolsa. ¿Por qué existe la bolsa?, dinero trabajando por el dinero. Multinacionales apostando a si a un sector, empresa o país le ira bien o le irá mal. Lo siento, no quiero entender el mundo. Es estúpido. Y está dominado por el poder y el dinero, no por las reglas básicas en las que se basa un humano con respecto a su propia familia. Se basa en la otredad, en lo diferente, en lo mejor para los míos.
—Ya, pero lo que no es familia, o de tu propio grupo, es siempre lo otro.
A eso quería llegar. La humanidad es la eterna dialéctica de los contrarios, de lo propio y lo ajeno, del nosotros y ellos. No tiene solución. Con esto volvemos al universo, y el Ser y la nada. Y los Conservadores y los Liberales. Los segundos son los que apuestan por lo propio —lo patrio—, y ahora quieren hacer de freno a la globalización, pero ni esta división está clara, pues las derechas son el poder y son las que tienen las multinacionales y a las que les interesa que sus empresas se expandan en todos los países. ¿Existe alguna alternativa?, alguna que no porte ninguna fisura de contradicciones, que no contenga en sí misma el bien y el mal. No. Cada persona escoge de aquí y de allá ideas dispares, según su propio punto de vista, su propia situación social y sus propios intereses. El sistema deviene en el nihilismo, en su total atomización, donde cada partícula mira sólo para sí misma y como mucho su familia. Dejo leer el escrito de hace años, y después retomo estos pensamientos. No asustarse por el título.
El Regalo Inesperado que Hitler hizo a la Humanidad
El presente artículo trata de dilucidar qué es un mito, y dentro de este qué representa el héroe, pero lo hace desde una visión renovada de todos estos conceptos, bajo la visión posmoderna del siglo XXI.
Para Lévi-Strauss, y por ello para el estructuralismo, el mito es orden, en el sentido de que al crear conceptos «apresables» o reducibles, el colectivo humano pueda «estructurar» la realidad, de tal forma que pueda sacar conclusiones, o buscar patrones por los cuales poder «predecir» la vida y por ello el futuro. Siendo así, y en su esencia, es un tratar de escapar del caos generando orden, «encarcelando» al propio caos en un patrón o narración. Pero hay que saber entender en profundidad esta propiedad estructurante. Es común en el mito el integrar al caos en su sistema, en la mayoría de los casos como momento inicial a la vida, la realidad o la existencia. Es más, muchas de sus «estructuras» o personajes míticos son más generadores de caos que de orden. Pero en la medida que se les «situaciona» dentro de un patrón, ya no son tan caóticos, o en cuanto menos se vuelven más tratables, predecibles y/o «domesticables».
Una primera cuestión que sale a la luz es el antagonismo de los contrarios, una visión dualista de la naturaleza. Si en un principio era el caos, y después devino el orden, ahí ya nace la dualidad o doble realidad de la naturaleza o lo «real». También sale a relucir una segunda propiedad: en la mayoría de los mitos el caos no era una entidad, o personaje que tuviera una «voluntad» o entelequia. Sino precisamente es lo que es por ser lo contrario a esto: a no ser un ente individual que fuera «apresable» y por ello «pensable»; donde tal propiedad, por lo demás, después crearía problemas en el propio desarrollo y evolución de toda mitología.
Sin embargo, y por el contrario, la «generación» de orden o el salir del caos, sí es achacable o debido a un ser o ente (o seres o entes) individuales, ya sea Gea en la mitología griega, o Dios en las creencias judeo-cristiana-musulmana, o cualquier otro dios en muchas otras. De aquí ya se deduce una segunda propiedad: el orden es Ser, mientras que el caos es no-ser o nada, de la que salió todo dios o ser. Por extensión y ya dentro del lenguaje dual, en el inicio era la oscuridad —en algunas mitologías en el principio era la noche—, donde nada había o nada se podía crear, y por ello la «luz» era el orden, o ver y crear —pues una cosa y otra en ciertas capas conceptuales es lo mismo— como para que surgiese la existencia, la realidad. En la conceptualización mitológica rápidamente se cae en un devenir moral del universo, ya que se «estructura» la realidad como dos partes o lados, uno de los cuales es deseable y por lo tanto bueno, y el otro es indeseable y por lo tanto malo: luz, orden, activo y entidad (ser) es lo deseable y bueno; mientras que oscuridad, caos, pasivo, y no-ser, es lo no deseable —incluso lo indeseable y repudiable—, al ser el mal. La vida cotidiana de nuestros ancestros «daban la razón» a esta dualidad: las noches eran frías, y antes del fuego eran muy vulnerables a los depredadores, pues estos sí veían en la oscuridad y los cazaban. El día traía luz, calor y una mayor posibilidad de protección contra los enemigos. En todo este juego dual, como no, la muerte «aparece» como una posibilidad que es más propia de la noche. Por lo demás, la muerte —como algo impredecible y no comprensible—, ha de ser algo que tenga que ver con ese caos o lado de la naturaleza inicial. Morir era en cierta forma como ser «devorado» por el caos —volver a la nada, a(l) no-ser— y de ahí que ciertos dioses fueran ilustrados como devoradores, en un sentido u otro: como algo terrorífico que devoraba a sus propios hijos o creaciones. Fue por esto, quizás, cuando al lado negativo de la dualidad se le empezara a dar «forma», entidad o individualidad. Y también es muy posible que fuera por esto mismo, que ciertas visiones mitológicas «reformulasen» sus ideas para integrar el lado negativo en la propia creación, como una forma más «activa» que puso todo en marcha. En la muerte también «había vida»: hay que matar para alimentarse, hay que devorar para sobrevivir; de otra forma, de lo muerto sale vida: flores, insectos… Pero la muerte en su «forma devoradora» también implicaba otra cosa: la antropofagia siempre ha estado ahí en lo humano, en distintos descubrimientos arqueológicos se han dado pruebas de la recurrencia de esta práctica de forma universal. En este proceso el hombre «compartía» una propiedad que sólo la tenían los propios dioses, la de destruir —devorar lo propio— para crear; en el caso de los hombres para mantenerse vivos. Es de imaginar que en este proceso, para aliviar la «carga cognitiva» negativa de sus actos, viesen al canibalismo como un «dictado» de los dioses: era algo tan solo posible y pensable por un dios —el destruir, llevar a la nada—, luego si yo destruyo y no soy un dios, ha de haber algo divino en este acto que yo hago. Este hecho no podía quedar sin ser «estructurado», sin volverse mito, sin que crease, por lo demás, un ritual. Una práctica común en todas las culturas antiguas del planeta fue el sacrificio. A través de estos actos rituales de sacrificio u ofrendas a los dioses, y dado que la antropofagia se «repudió» o incluso se prohibió como tabú, se «convirtió» en algo así como una «necesidad sustitutoria» de aplacar el lado negativo de los dioses, y en lo más profundo, una manera de «atar» la propia naturaleza mala del humano. Y he aquí de nuevo la capacidad estructurante del mito. El mal no podía ser gratuito, porque sí; sino por un hecho, por un efecto y consecuencia. Si todo tiene un origen y tiene un fin, tiene que haber unos porqués. Todo mal en la naturaleza era un mal causado por los dioses debido a que algo estaba mal en el orden. Había que equilibrar el mal y en ese proceso o se buscaba el chivo expiatorio —seguramente en el modo original del sacrificio— o bien, y más tarde, como ritual, simplemente se hacía un sacrificio u ofrenda a los dioses.
Hay por lo tanto una gradación secuencial deducible de todo este proceso:
1. Caos como no-vida, no-ser, nada.
2. Vida como negación de caos.
3. Procreador de vida como dios.
4. Luz como generadora de vida, luego el sol es (un) dios.
5. Noche como «secuestro» de dios o cierto abandono de dios.
6. Volver a la nada o al no-ser por la muerte.
7. La muerte como posibilidad de generar vida a su vez.
8. El caos, la nada y el no-ser se vuelve un ente individual.
9. En algunos mitos, un lado y otro de la dualidad están en un mismo dios: se crea el concepto de demiurgo.
10. El hombre «devora» sus «creaciones», su descendencia, sus iguales.
11. Dado que sólo es una propiedad de los dioses, el que lo lleven a cabo los hombres, debe de ser un dictado de estos.
12. Se deduce una narrabilidad de todo proceso de la naturaleza, todo tiene un porqué.
13. Dada la dualidad, todo hecho «malo» en la naturaleza es consecuencia de un dios, que puede devenir a que ese dios aniquile —devore— su creación y por lo tanto a la humanidad.
14. Si el hombre con la antropofagia sobrevive, se mantiene el orden.
15. Si hay un «castigo», por ocurrir algo malo en la naturaleza —sequía, terremotos, inundaciones, enfermedades—, algo de lo humano tiene que ser devorado o sacrificado por o para un dios.
16. Se demoniza a alguien o a un grupo, y/o se busca un chivo expiatorio, al que sacrificar a los dioses, en la dirección de que vuelva a restituirse el orden del mundo.
A partir de esto se pueden deducir otras muchas cosas. El fuego, al ser descubierto, nos daba vida en las noches, esa propiedad o «control» de los dioses nos lo otorgó un dios, Prometeo, y dado que era luz y por extensión conocimiento (poder ver en la oscuridad…, la ciencia como luz que nos saca de la oscuridad o la ignorancia), el hombre lo es en tanto que poseedor de conocimiento —mito del árbol del bien y del mal, o del conocimiento—.
Hasta aquí un resumen somero del significado y cronología de los mitos y ciertos procesos consiguientes. Nos toca ahora tratar de encajar esta «estructura» en la actualidad. Hoy en día ya no se cree en mitos —no con la misma fuerza o persistencia—, pero no por ello se ha perdido la capacidad estructurante que es el cerebro humano. Richard Dawkins nos «regaló» el concepto de meme. Un meme es, explicado de forma abreviada, el cómo un concepto o «quantum» mínimo de información sobrevive y se propaga a través del contagio —viral— entre las personas, culturas y sociedades, dado su «adecuación» a la forma de pensar que tienen las gentes, una cultura o una sociedad dada de una época. El meme es a la cultura lo que el ADN a la evolución. Son dos «vainas» que contienen una información para ser transmitida, para sobrevivir y puesto que su «adecuación» con el medio es válida. Visto así el meme es otra forma de nombrar al mito, con la salvedad de que no tiene las capacidades propias de los mitos tal como los concebimos ahora (el mito es algo pétreo, congelado en el pasado, mientras que el meme deviene y cambia constantemente; la información mínima de un mito se denomina mitema). En cierta forma es una evolución del mito, o el mito llamado de otra manera, si no piénsese por ejemplo en dos hechos actuales. 1. Por un lado tenemos los avistamientos de ovnis, que han devenido en toda una cultura que cree, de una manera u otra, que hay unos seres que nos visitan, que pueden ser nuestros creadores y que nos tienen guardado un final; el mismo mito de la creación y la vuelta al «paraíso» a través de algo exterior y superior a los humanos (las precuelas de la saga Alien siguen esta misma trama). Por otro lado tenemos los zombis. 2. El zombi es un meme que está teniendo más éxito que los vampiros y que deviene en una infinidad de formas de conceptualizarlos y de sus multiposibilidades simbólicas: pecado del hombre por tratar de igualarse a los dioses, la antropofagia a partir de la muerte —caos—, etc. Nadie cree que los zombis existan, pero imaginemos que hubiese un colapso de la civilización actual, si la cultura se perdiese, pero sobreviviera el meme del zombi, estos se podrían volver algo real en el imaginario —mito— de esas nuevas generaciones.
Ya tenemos medio camino andado, hemos definido el mito, y lo hemos asociado al meme. Nos toca saber qué tiene que ver Hitler en todo esto y cuál es su «regalo». Primero hay que aclarar una incógnita que se nos ha colado en la ecuación y que aún está por despejar. Me refiero a la narrabilidad humana, o dicho de otra forma, a su capacidad estructurante. Antes que los dioses, antes que el fuego, esa capacidad ya estaba en el humano. No es exclusiva de estos, sino algo constituyente de la propia vida. El universo en sus procesos «creó» ciertas capacidades estructurantes en ciertos de sus elementos. La vida es posible por la química orgánica o química del carbono. Este compuesto tiene una estructura muy regular entre sus átomos y crea variantes alotrópicas tan variables y dispares como la blandura del grafito o la dureza del diamante. Otra cuestión relevante es que «presenta una gran afinidad para enlazarse químicamente con otros átomos pequeños, incluyendo otros átomos de carbono con los que puede formar largas cadenas, y su pequeño radio atómico le permite formar enlaces múltiples.» (fuente Wikipedia) Toda la vida, así como gran parte de la «energía» que necesita o que después ha necesitado el hombre —dióxido de carbono, hidrocarburos— están relacionadas de una u otra forma con el carbono. Si hubiera que «anclarla» en la mitología, el carbono sería la deidad que nos dio la vida o la hizo posible: el orden estructurante. La vida en esencia, por lo tanto, es un orden en el caos que es el universo en su expansión. Toda vida se puede definir como un orden que trata de mantener su orden —su ser— durante el periodo de tiempo que es su vida. Lucha contra la nada o el desorden, hasta que el caos —en realidad la segunda ley de la termodinámica y otros factores como la gravedad y otras fuerzas—, la vencen. Tratar de pensar que el carbono nos ha creado la narrabilidad en el cerebro, sería una «impostura intelectual». Pero de alguna forma toda vida lleva implícito el «estructurarse» con aquello que hay en el entorno para seguir su propósito. No hay que tratar de buscar un sentido, un porqué o una finalidad. Aquí se siguen las leyes de la probabilidad y la variabilidad, si algo «funciona» se mantiene, si algo no funciona no sigue como patrón en la vida. Esta es básicamente la regla evolutiva. El cerebro o un sistema nervioso central, es una de tantas formas de esa variabilidad, y dentro de estos, el cerebro del ser humano otra de sus apuestas. El cerebro humano por sí mismo, en tanto que mente, sigue las mismas reglas que las de la evolución. De esta forma si su principio básico es la «conectividad» con lo externo para sobrevivir, lo es en la medida de mantener la vida, que es en sí misma la propiedad estructural y básica de la vida orgánica, que lo es a la vez por las cualidades del carbono.
Todo ser vivo muy evolucionado, como lo son los mamíferos, crea reglas o comportamientos que mejor se adapten a un medio. Pero a la vez, por esta misma regla como base, ciertos animales tratan de adaptarse a varios medios. Esta apuesta más oportunista requiere de un cerebro más sofisticado, más oportunista. Si se entra en este proceso, de tratar de adaptarse a cualquier medio, se crea inteligencia en la medida que se requieren de más tipos de comportamientos implantados en el mismo cerebro, así como la capacidad de discernir qué patrón usar para cada caso. Esto ocurrió una y otra vez en el ser humano hasta llegar a nuestros ancestros. Sea como fuere, seguramente por la alta complejidad que adquirió el lenguaje, nació la capacidad de percibir que no todos sus comportamientos se adaptaban bien al medio. Que el medio era, en algunas circunstancias, demasiado hostil como para poder sobrevivir, fuera cual fuera el comportamiento. Esto debió de crear incertidumbre y miedo —angustia básica e inicial—, que por evolución social devino en buscar causas mayores a aquellos acontecimientos: se crearon los dioses —la mitología— para «causar» el mundo, para volverlo regular, predecible, dentro de algún patrón. Este «modelo» de cerebro vivía más «conforme» o con menos miedos y por lo tanto es el que se propagó, se mantuvo y aún subsiste hoy en día. En cierta forma es como si al «morder la manzana», en ese nacer de la conciencia, consistiera en conocer el caos, en que no todo era predecible o controlable, que el caos tenía su «reino», y renegar de esta idea —libertad en tanto que imprevisibilidad, miedo y duda— y volver a los «brazos» del orden y lo predecible, creando los dioses causantes de ese aparente caos. O sea la libertad nació «miedosa», y renegó de sí misma poniéndose en las manos de los dioses: creándolos.
Hoy día sigue siendo vigente la misma problemática humana. Necesitamos un orden, una causa, un fin, un sentido de la vida, sin los cuales esta se vuelve más angustiante, asfixiante y temible. Hasta no hace demasiado el hombre ha vivido bajo el «paraguas» de las religiones, ha sido a partir del Renacimiento, y con la llegada de la Ilustración primero, y las revoluciones después, que las religiones y sus instituciones han perdido poder y legitimidad. Quizás sea cierto eso que dijo de sí mismo Nietzsche al decir que él era una línea divisoria en la historia, que habría un antes y un después, pero no por algo directamente ligado a él, sino por algo que vino de forma circunstancial debido a la crisis de los años veinte: debido a «La gran depresión». Fue por esta crisis que Hitler pudo llegar al poder y fue por esta crisis que las ideas de Hitler, que después han querido asociar con las ideas de Nietzsche, pudieron llevarse a cabo. Nietzsche no es la línea divisoria de la historia, pero sí lo es Hitler debido al Holocausto provocado por los nazis. Veamos porqué.
Con la entrada de la ilustración se empezó a racionalizar todo. Todo era susceptible de ser cuantificable y medible: estudiable por la ciencia. En esta carrera y dentro de las teorías que se fueron barajando de la genética y la evolución, se empezó a concebir ideas bajo los paradigmas de estos nuevos sistemas. Se empezó a plantear si no se estaría yendo contra las leyes de la evolución, al mantener enfermos mentales y con otras discapacidades, y si se les debería permitir procrear o siquiera existir. Si no repercutiría contra la propia naturaleza futura del hombre. La eugenesia se extendió como idea, y fue practicada en muchas partes del mundo sin que se pusieran demasiadas trabas a sus prácticas. En todo esto llegó la Gran Depresión, la entrada de Hitler en el poder de Alemania y finalmente la Segunda Guerra Mundial. Cuando finalmente los Aliados pudieron ir entrando en los dominios de Alemania, venciéndola, se encontraron con los campos de concentración y el Holocausto Judío. Las imágenes y las noticias recorrieron rápidamente todo el mundo. Nunca antes la sociedad se había visto cara a cara ante tales desmanes y atrocidades. ¡Y no porque fuera la primera vez!, genocidios han existido siempre, con mayor o menor «limpieza» o crueldad, y algunos con un mayor número de bajas. Lo que se unió en esta situación fueron muchos factores. En primer lugar la rápida difusión, debido a los nuevos medios de comunicación, por otro lado a que todo hubiera sido tramado por las obsesiones de un sólo hombre y finalmente por el nivel de crueldad hacia un solo pueblo, los Judíos.
Después del Holocausto Judío las cosas ya no volvieron a ser igual. La ciencia y sus teorías se pusieron en entredicho. Todo era cuestionable y a la menor podía ser calificado de Nazi…, ¡este es el regalo inesperado de Hitler a la humanidad! Si hemos visto la importancia de los memes, de la capacidad de estructurar y conceptualizar del cerebro del ser humano, la existencia del concepto Nazi ahora representaba algo que anteriormente no tenía un nombre y por lo tanto no podía «cabalgar» como meme por las mentes, culturas y sociedades humanas. Desde el momento que se descubrieron las barbaridades que llevaron a cabo los Nazis, ahora las barbaridades humanas eran susceptibles de tener un nombre, que previamente no lo tenía: ese nombre era Nazi. El cerebro humano, en su capacidad estructurante, no es capaz de manejar un dato si este no tiene un nombre —pensable, objetado, vuelto objeto—. Nombrar es dar realidad y vigencia a algo en el mundo. La capacidad de dar nombres es una cualidad inherente en el ser humano desde que este lo es. Mitologizar y dar nombres es una y la misma cosa en dos dimensiones distintas. Si nombro al caos doy un sentido al mundo, en tanto que aquello que lo «devora» y desde el origen que debió de nacer. Si aúno ciertas propiedades de la naturaleza y les doy una unidad y el nombre de un dios, desde ese momento aquello que me daba pánico, ahora con un nombre, esencia y realidad, se vuelve menos terrorífico. Con las palabras tratamos de controlar aquello que no lo es —uno de esos casos eran los maleficios y los talismanes para librarse de ellos—. En un principio era el caos, como había cosas susceptibles de «encajar» dentro del comportamiento de este, lo individualizamos. Como en el proceso creamos la dualidad del mundo, el caos era el mal, al individualizarlo creamos al demonio o los demonios según las creencias y las mitologías. Pero con la llegada de la ilustración y la caída de la fe y las instituciones religiosas, el demonio volvió al abismo de la ignorancia de donde nació. Ya había ido perdiendo, poco a poco, «poder», ya que la ciencia le había ido «expropiando» poderes. Los terremotos eran explicables por la tectónica de placas, los volcanes por el núcleo incandescente de la tierra… El demonio recogió sus cosas y se fue yendo del imaginario humano. Pero a partir de Hitler y el Holocausto Judío, ahora el «demonio» ya no necesitaba ser una entelequia invisible. El mal es el propio hombre en sus desvaríos, que puede llegar a ser o comportarse como un Nazi. Nazismo es, a partir de Hitler, el nuevo demonio en el imaginario humano. Algo de lo que hay que huir, que hay que temer, que hay que vigilar… Algo, por lo demás, que se ha vuelto una amenaza invisible. Cualquier escritor, ideólogo, partido político, ideología, nación, multinacional… es susceptible de estar comportándose como los nazis o ir en ese camino. Nazi ha tomado el mismo cariz y las mismas directrices de lo que era el viejo demonio, el viejo caos…. Y todo esto ha sido debido «gracias», y por desgracia, al demente de Hitler.
Cierre de sesión. Gracias Hitler por dar un nombre a una realidad hasta ahora intangible… ¿o agradecerle algo es inapropiado? ¿Es Hitler un héroe en la medida que nos ha dado, al final, un concepto que va a propiciar un buen desarrollo para la evolución social de la humanidad? O simplemente por no ser el causante directo, con una intencionalidad y finalidad de tal concepto, no lo puede ser. ¿Si algo es causante circunstancial de algo no es un héroe? ¿O será que esa forma de ver las cosas con causa, efecto e intencionalidad es un patrón errado, entre otros, del cerebro humano? Qué la propia idea de héroe esté errada en sus cimientos. Que cada cual conteste según sus convicciones… Lo curioso de todo esto es que el nacimiento de la palabra Nazi, tal a cómo ha devenido, tiene un poco la misma estructura trinitaria de muchas mitologías. El padre Nietzsche «creó» unas ideas, —logos, tesis—, que recogió su «hijo» Hitler —hecho carne, realidad, antítesis o segundo momento o desarrollo de la narrabilidad—, que devino en el Nazismo (síntesis), como algo que «destruyó» o dio otro sentido a sus dos estados anteriores. ¡Oh no, perdón, como humano he vuelto a estructurar algo que en realidad, quizás, no tenga estructura…! ¡Humano, demasiado humano!
¿A qué conclusión se puede llegar?, o no hay tal cosa. Hoy en día usamos nazi de la misma forma que antes se usaba el término de «el mal», el demonio o satán. Si uno se posiciona al lado de los globalistas, posiciona como nazi a la postura contraria, y a la inversa. Si uno no trata de caer en tal sesgo cerebral, al posicionarse desde la nada, el resto lo toma igualmente como el mal, pues no trata de hacer nada, dejando que las cosas sigan su desmoronamiento. ¿Todas las posiciones están equivocadas? Yo me posicioné contra el porno, pero después averigüé que había incidido en la bajada de las agresiones sexuales y ante tal evidencia era mejor mantenerse al margen. Ahora se ha averiguado que los jóvenes que se inician al sexo a través del porno están cayendo en las agresiones sexuales… ¿A qué posicionarse en cada momento si la «verdad» —y el bien o el mal, y por ello lo moral— cambia con el tiempo?, ¿todo se basa en ser un buen predictor? ¿No vemos un gran error tras esta premisa? ¿Se puede crear una moral basada en el azar? Sería igual que decir que impares es el mal y los pares el bien, e ir tirando el dado para saber qué es el bien y qué el mal. ¿No lleva esto a una moral relativa y por ello oportunista? ¿Qué queda entonces?, a qué posicionarse. O hay una «verdad» fundamental que hemos perdido y que hay que recuperar. ¿El porno es en sí mismo malo, sea como fueren sus consecuencias? Yo me baso en la siguiente regla: no quiero que mis nietos trabajen en la industria del porno…, ¿lo quieres tú para tus nietos? Lo liberal siempre ha de ponerse ciertos límites. Ha de calcular qué es lo mejor para la convivencia y la especie.
(Un porqué de la relatividad moral mostrada arriba: hace doscientos años un humano al llegar a los 16 años tenía todo el conocimiento que necesitaba del mundo, que le serviría para el resto de su vida —hipotético y en la dirección de hacerme entender—. Lo mismo para todos. De esta manera existía un suelo, una base, de los comportamientos en sociedad que eran fáciles de consensuar. Hoy en día es imposible. Todo cambia demasiado rápido, existe demasiada información. Cada persona crea su propio esqueleto moral a partir de lo que ella misma vivencia y ha llegado a leer y comprender. Imposible el consenso. Cada persona tiene su propia moralidad —moral viene de mores, costumbres o modos de hacer en la vida—. Estar rodeado de la familia conecta a tierra, al mismo suelo, a los hijos, pero esto cada vez sucede menos con las "pantallas".)
Esta es mi posición. Nadie está seguro ni sobre el cambio climático, ni sobre si daremos con una nueva energía a tiempo, ni si seremos capaces de frenar las superpoblación, ni si habrá los bastantes recursos en el planeta. Pero si estamos hablando de dados, y todo lo dicho son impares…, los dados que estamos lanzando, una y otra vez, tienen más impares que pares. Partimos desde la desventaja, de unas mayores probabilidades a que las cosas salgan mal…, luego lo lógico sería ser conservadores por un tiempo y dejar el sueño de la globalización para cuando alguno o varios de los dados nombrados tengan más pares que impares. O sea, toca recoger cable. No dar más pasos en el vacío. Trabajar a partir de lo que ahora sabemos que funciona. No tratar de traer cosas del otro lado del planeta (sólo de lo que se carezca). Que cada país se cierre más sobre sí, y que cree industrias que le hagan crecer y no depender de afuera. En otro orden de cosas… controlar el porno. El feminismo debería dejar de existir: ya ha conseguido la igualdad —con que cada mujer busque sacar su mayor potencial, ya es suficiente feminismo—, más luchas de género sólo están creando una guerra que nunca existió y nunca debería de haber existido. (Por ahí iba la frase de «tenemos que dejar de militar exclusivamente la moral y tenemos que empezar a militar en la utilidad» de Gabriel Rufián, ayer). Somos la misma especie en dos sexos para la reproducción, las desigualdades físicas y de las funciones llevan lastradas desde el principio del nacimiento del sexo en la evolución. La ciencia tiene bien fundamentado a qué se deben tales lastrados y las ventajas y desventajas de cada sexo. Todo es gris, cada género porta el bien y el mal en sus entrañas. Demonizar al hombre sólo va a crear una lucha más cruenta. No tiene razón de ser. El feminismo ha devenido a ser «nazi», a ser sexista, como demuestra la fotografía de abajo. Le toca retroceder.
¿A qué se resume el regalo de Hitler bajo mi actual perspectiva?, a que no tiene sentido demonizar al enemigo. Todos somos nuestros propios enemigos. Siempre seremos enemigos para alguien, por lo que hay que relativizar tales conceptos. La vida es la dialéctica de los contrarios: hay que convivir con ellos, dejar que fluya el tiempo dentro de tal lucha. El universo y el tiempo no pueden hacer otra cosa que expandirse. Estos últimos mensajes pueden resultar vacíos de sentido, al caer en lo demagógico y lo generalista, dejando de significar realmente algo. Todo son sólo opiniones, y donde existe la opinión no cabe la moral. «Vence» el universo, que al estar más allá del bien y del mal, excluye de su realidad la moral. No podemos escapar del regalo y la maldición de Hitler. El mito del Mal pervive. Somos humanos porque el mito nos hace ser. No, la razón no es su salida: la razón sólo es otro mito, por ello igualmente nazi, y está contaminada del Mal. Hay que aceptar cierto nivel de «ruido», de errores, en la realidad. Nada es perfecto, y buscar tal perfección es igualmente nazi. El primer cristianismo se basaba más en el perdón que en la culpa, pues implicaba el hecho de saber que todos somos imperfectos.
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