El Realismo Depresivo
"El mundo moderno no ha de ser ya venerado
ni temido como secreto. Exactamente en este
sentido ya no es sagrado. Sigue siendo, sin embargo,
inaccesible."
ni temido como secreto. Exactamente en este
sentido ya no es sagrado. Sigue siendo, sin embargo,
inaccesible."
"Una persona que no desee proyectar una imagen
favorable de sí misma es considerada como rara y
profundamente perturbada." Niklas Luhmann
"Un artista debe ser cínico y no preocuparse por el bienestar de los humanos o los dioses en su arte."
Lars von Trier en "The house that Jack built"
favorable de sí misma es considerada como rara y
profundamente perturbada." Niklas Luhmann
"Un artista debe ser cínico y no preocuparse por el bienestar de los humanos o los dioses en su arte."
Lars von Trier en "The house that Jack built"
La primera palabra en un escrito altera al concepto que la contiene. La primera frase todo el escrito. Cómo escapar de esta realidad, ¿lo habré conseguido con este subterfugio? Me gusta este tipo de inicio, porque tengo fetiche por la meta-literatura. Escribir -igualmente el habla- es un proceso extraño, que de entenderlo a la perfección entenderíamos el cerebro humano. La rareza de cómo se van desmadejando e hilvanando las palabras y los pensamientos parece algo mágico, que por lo demás nos da la sensación de tener una identidad o una entelequia propia (teoría de la mente bicameral). No es de extrañar que en el pasado pensasen que algún antepasado hablaba por sus bocas, y más tarde que Dios o las musas -diosas igualmente- fueran las que creasen esa propiedad humana.
¿A qué se refiere el concepto de realismo depresivo?, ¿es el concepto correcto para lo que define? A decir verdad tal concepto está creado a partir de la visión del sesgo optimista, por lo que habría que puntualizarlo y revisarlo. Lo que quiero decir es que el cerebro humano quizás pueda reducirse a dos funciones: sobrevivir y conocer, siendo en realidad incompatibles, situación por la cual el sobrevivir impera a expensas del conocer. Lo "conveniente" puede a la verdad. O dicho de otra forma y con una metáfora: si alguna vez creásemos una inteligencia artificial su fin sería los datos puros, este tipo de inteligencia estaría constantemente cuestionando todo acto y pensamiento humano como erróneo. ¿Habría que llamar a tal tipo de inteligencia como de realista-depresiva? O sea es como si el concepto lo hubiera creado un loco para definir a todo el mundo que contradice su forma de ver el mundo. Como lo que impera es el sesgo optimista, acuña con tal término negativo (y recalco lo de negativo y recordemos que la historia, en este caso de los conceptos, la escriben los vencedores) a todo aquel que no tenga tal tipo de sesgo positivo, sin importar que "obedezca" a un sentido o razón de ser. Pero voy demasiado deprisa, vayamos por partes.
Ya he dicho en otros artículos que la evolución siempre pone al límite las cosas para probarlas. Todo cambio en el ADN es susceptible de ser una mutación que al final puede ser la que impere en esa especie, que la termine por definir. Pero para llegar a eso no tiene otro camino que la prueba y error. ¿Cuánto puede alargar las uñas de una rapaz como para que sea eficaz para la caza, pero que no sea perjudicial para otros propósitos? ¿Cuánto de clara puede ser la piel con respecto para optimizar la captación de los rayos solares sin que se degrade o cree cáncer de piel? Todo los errores, todos aquellos especímenes que portaban esos límites, no se conocen, puesto que murieron. Según la teoría de los opuestos cognitivos, en este sentido hay dos extremos: el que ve excesivamente positivo todo y el que lo ve excesivamente negativo. El primer caso da un tipo de personalidad que puede ser cándida, tanto como para que toda la gente se pueda aprovechar de ella. En el segundo alguien que pueda ver todo de forma tan negativa, como para que lo que impere en él sea el miedo y la ansiedad anticipatoria. El humano medio es un tipo de persona que está en el centro de estos dos opuestos: es la apuesta evolutiva "correcta" por validada. Pero de nuevo esta visión es partidista, ya que está creada a partir del sesgo optimista imperante. Si de lo que se trata es de sobrevivir, la apuesta evolutivo/imperante es "correcta", pero si de lo que se trata es de tener una visión más precisa del mundo ¿quién tiene la razón? De nuevo volvemos al robot, él puede tener una visión más pormenorizada y adecuada, pero su falta de comprensión del mundo emocional ¿no le estaría cegando en sus juicios?, ¿no le faltaría un tipo de perspectiva que no le haría ser un buen "dictaminador" de la "verdad" humana? Este es un tema recurrente en el pensamiento humano que ha quedado una y mil veces plasmado en la literatura y la ciencia ficción. ¿Cómo resolverlo?
Pienso que el autismo y el síndrome de Asperger (ahora llamado "autismo de alto funcionamiento") son de ese tipo de apuestas evolutivas de "tanteo". ¿Son válidos estos "limites" como para vivir en lo humano? Recordemos, sin entrar demasiado en detalles, que uno y otro tipo de humano están desconectados de la realidad social. El autismo es un estado demasiado extremo como para que sirva como apuesta futura, pero ¿y el síndrome de Asperger? Alguien con esta sintomatología no es lo bastante extremo como para no sobrevivir, pero tampoco es una apuesta tan "suavizada" o normalizada como para que no tenga problemas. Los que padecen síndrome de Asperger no entienden la mayoría de las situaciones sociales. Sus cerebros son demasiado literales, no entienden las metáforas y la mayoría de las figuras del pensamiento. Tampoco saben leer entre líneas y la mayoría de las expresiones emocionales, mucho menos las que suelen estar de moda y no tienen todas las culturas. En cierta forma tienen uno de esos tipos de cerebros robóticos que no "introducen" a la emoción humana dentro de sus ecuaciones y cálculos, siendo así suelen estar fuera de tono y contexto en casi cualquier situación social. ¿No será que algunos a los que se les califica de realistas depresivos están en un estadio algo menos acusado de este tipo de síndrome? Algo que ocurre en los manuales de psiquiatría es que, digamos, para ser considerado como obsesivo-compulsivo tienes que llegar a una puntuación diez. ¿Si estás uno o dos puntos por debajo ya no se es? Podría ser así, bajo el punto de vista del punto crítico, donde algo pasa a ser de repente otra cosa, pero no creo que obedezca a esta regla. Más bien se parece a conceptos como los de la mayoría de edad: simples conceptos convencionales, reglados. ¿Cómo evaluar y nombrar a esos estadios previos o cercanos?
Cuando Hannah Arendt creó el concepto de "banalidad del mal" todo el mundo criticó su punto de vista. Tal concepto dice que el mal no tiene porqué ser producto de una mente maligna, enferma y/o inhumana. Sino que el propio hombre, cualquier hombre, es susceptible de llevar a cabo los actos más terribles y monstruosos, simplemente en el ejercicio y cometido de su vida "normal". A esa conclusión llegó al estar presente en los juicios contra Adolf Eichmann, teniente coronel encargado de la "solución final" del nacismo contra los judíos. Hannah Arendt se sorprendió a sí misma al comprender que ese taimado personaje se limitase a describir su cometido como algo que requería de una gran organización no exenta de problemas, como si en vez de hablar de vidas humanas y la crueldad se hablase de cualquier otro tipo de mercancía, o un objeto cualquiera. La finalidad y la preocupación de Eichmann era llevar a cabo bien su trabajo, centrándose en cada uno de los detalles, sin llegar a comprender que el resultado final era la aniquilación de seres humanos de forma cruel. ¿Es la visión de Hannah Arendt la correcta o es la visión típica de un depresivo realista? Hoy en día el concepto de "banalidad del mal" está aceptado masivamente, aunque la mayoría de las personas que la conciban sigan pensando en el fondo que el mal es de personas malas. El acoso escolar o laboral es un ejemplo de "banalidad del mal", donde un aparente juego puede llegar a ser mortal si esa persona es llevado al límite del suicidio. ¿Cómo abrigar en un mismo alma una realidad angustiosa y un "pensamiento mágico"? Fácil, conceptualmente -por medio de la razón- se acepta la banalidad del mal, pero el cerebro en su día a día recurre a subterfugios y sesgos que simplifican el mundo lo suficiente como para que se haga agradable o aceptable el vivir cotidiano. Si el mundo puede ser analizado con puntos de vista como los de la banalidad del mal y bajo el baremo de los sesgos cognitivos, ¿quién tiene la razón? A esta pregunta no se le puede contestar más que con otra pregunta: ¿razón para qué?, para vivir o para comulgar con la verdad. La evolución siempre ha estado jugando en ese límite de proveer a ciertas personas de la capacidad de discernir la "verdad" -verse libres del pensamiento mágico y los sesgos, entre ellos el optimista-, como para que a ellos les fuera lo suficientemente cómoda esa posición para sobrevivir, en tanto que teniendo como regla el restarles el menor realismo posible. A esta condición límite es la que hoy se le llama realismo depresivo. Llegados a este punto hay que diagnosticar las dos posturas, como para llegar a una comprensión de este difícil embrollo entre la felicidad y la verdad.
La homeostasis cerebral humana está "creada" para buscar la felicidad a través de la memoria, el aprendizaje, teniendo como base el sistema de recompensa. La dopamina se creó como este sistema de premio, con dos posiciones: la primera es la de crear un premio anticipatorio en previsión de conseguirlo, el segundo la propia consumación. O sea es distinto desear y prever el comer un pastel, que el conseguirlo y comerlo. En los dos casos es la vía dopaminérgica la que activa el núcleo accumbens, pero en el caso de la previsión hay una latencia que se mantiene mientras el deseo permanezca sin cumplir. Una vez que se ha consumado, la vía dopaminérgica se desactiva, y el núcleo accumbens vuelve a su estado "normal", no excitado. La mayoría de las personas no saben de este mecanismo, su pensamiento mágico no les deja ver todo este entramado, y se limitan a ir persiguiendo distintas zanahorias que se les van poniendo ante la vista. La razón -o en este caso el lado derecho del cerebro, menos propenso al optimismo- sin embargo se percata de este mecanismo y lo cuestiona, lo pone en un estado de suspensión. A este tipo de razonamiento o concepto llegó Schopenhauer -sin conocer nada del cerebro como la dopamina y el núcleo accumbens- cuando dijo que el hombre está condenado a permanecer entre dos estados: el aburrimiento y el deseo. Los franceses llaman al orgasmo masculino como "la pequeña muerte" (la petite mort), que define muy bien el pensamiento Schopenhaueriano. Vamos en busca del orgasmo, todo nuestro cuerpo y disposición cerebral se centra en ese fin, pero una vez que se ha orgasmado muere el deseo y deviene el vacío, en la pequeña muerte. Qué define al humano, ¿el deseo o la muerte de este? Para el optimista y el pensamiento mágico -para la evolución- el deseo, mientras que para el realista depresivo es la muerte. No la muerte en sí, como pensamiento que se posiciona en el extremo contrario, sino como ese doble juego de deseo y muerte que define las reglas implícitas de tal juego y que lleva solapada siempre a la muerte. El deseo se "concibe" a sí mismo -su ser es- como estado denso de ser, sin ninguna fisura: denso y perpetuo. La muerte no existe en ese estado, no hay fisura, no está habitado por la nada, que es su muerte. Al devenir la muerte no se toma conciencia de ese estado, como algo natural al ser. Por el contrario se le transciende y se le trata de ignorar, posicionándose de forma inmediata en otro estado posible de deseo. Cosa que no ocurre en ciertos cerebros, donde la muerte se toma como ese nuevo estado, extraño, que excluye y desmitifica todo estado denso del ser, de todo deseo. Tanto Schopenhauer como Hannah Arendt "desnudaron" una realidad, porque se supieron posicionar desde la nada. Fuera del relato, fuera del lenguaje humano, fuera de esa propiedad de estado latente del núcleo accumbens que densifica todo el relato, haciendo que permanezca denso y sin fisuras. Una vez que una realidad aparece desnuda, ya no se le puede "vestir" si no es con algún artificio y engaño. Un mecanismo del cerebro, que para que funcione, no tiene que "ser visto" (tomar conciencia de..., saber que se sabe); como al igual que un truco de cine o el de un mago, para que este nos envuelva, no tiene que mostrar ningún resquicio de artificialidad, ni ninguna fisura de no-real. No tenemos que descubrir su "banalidad", su "verdadera" realidad. O sea de lo que se trata al final, en los juegos mentales del pensamiento mágico, es el "esconder" todas las verdades que puedan ser incómodas, haciendo que el relato nunca muestre sus entresijos, su maquillaje, su estructura, sus artificios; al igual que para que un escenario de Hollywood "funcione", no se tiene que ver que los edificios son tan sólo una fachada de cartón-piedra, sostenidas por detrás con unos simples andamiajes. En ciertos cerebros este engaño no es posible, para el realista depresivo esta opción no es viable. Al posicionarse desde fuera, desde la nada, pensándose desde cada "pequeña muerte", "logra" ver todo el artificio, y de esta forma el pensamiento mágico -engaño propio del relato- ya no les puede "funcionar".

Pero este mecanismo, de no ver la artificialidad, de desnudar, no sólo se limita al deseo, por la vía dopaminérgica, sino que además es susceptible de crear estructuras que pasarán a ser propias del cerebro. Recordemos que la vía dopaminérgica es necesaria para crear recuerdos, memoria episódica, pero es que además también crea memoria implícita, mecanismos de deducción y abduccion. También recordemos que la previsión de premio -cebado- crea de por sí un tipo de mecanismo. Este debe de ser precisamente la base del optimismo: no el conseguir el premio, sino el dar sentido a la espera, a la postergación; manteniéndose latente. Mecanismo propio de la esperanza, como base de la felicidad. En un experimento se les dijo a unos estudiantes que pensasen en alguien famoso que les hubiera prometido dar un beso, y se les propuso si lo desearían ya o después de tres días. La mayoría escogió la espera, pues en esa espera el cerebro vive con ese premio postergado que le llena de alegría cada día -estado latente o de previsión de premio-. Un optimista de esa forma va de deseo en deseo, sin parar conceptualmente en sus muertes, puesto que el propio deseo esperado va unido a la totalidad de la acción de todas los actos. Pero el ser o yo es la suma de sus recuerdos y de los propios mecanismos que se crean durante este proceso. ¿Y si hay mecanismos en el conocer que al final interfieren en todo este proceso? Lo que quiero decir es que Hannah Arendt una vez que tuvo el concepto de "banalidad del mal" quizás ya no podía juzgar los actos humanos con la simple y maniquea idea de buenos o malos. De repente el propio concepto de "banalidad del mal" interfería a toda visión de la realidad humana, de tal manera que tales actos ya no podían ser dualizados y simplificados como buenos y malos, y como de personas buenas y malas. En la película "Cowboys & Aliens" uno de sus personajes dice: "he visto a personas buenas haciendo cosas malas, y a personas malas haciendo cosas buenas", propia de una mirada más realista. El bien y el mal se vuelven difusos, ya no se pueden deducir patrones en los que "encajar" a las personas y a la propia vida social. Lenguaje simplificado y dualizado propio del relato que el cerebro de fondo maneja a expensas del prefrontal, de la razón. En los optimistas este proceso reflexivo no puede "operar", dado que si empezamos a desnudar todos y cada uno de los conceptos humanos, de repente nos encontraremos con un humano conceptualmente "despellejado", mientras que su "belleza" y ser reside sencillamente en su "piel", en su aparecer no en sus entrañas (he ahí una explicación de la náusea al ver cuerpos destrozados, que no ocurre al ver animales con los que no convivimos). Nos encontramos entonces que el optimista "descubre" patrones que desnudan la realidad y que en teoría deberían de crear mecanismos cerebrales, pero que no parecen operar en él. ¿Por qué o qué mecanismos provocan esto? La evolución ha tenido que recurrir a este proceso, que a primera vista parece estúpido -no usar lo aprendido-, para "mantener" el cerebro humano "sano", en definitiva para mantener viva a la propia especie humana. Lo que quiero decir es que una y otra vez, durante la evolución, el ser humano se ha encontrado con esos "muros" -muertes del relato- contra los que se golpeaba, pero por dos mecanismos implícitos en el juego evolutivo, no han prosperado como la apuesta mayoritaria. La cuestión es clara, por un lado el propio individuo se podría llegar a suicidar y de esta forma no reproducir su "apuesta" realista; y por otro lado, ya estando metidos de lleno en el juego social de ser aceptados -que de fondo se es aceptado o no por las estructuras mentales de los sesgos optimistas-, porque el negativismo o pesimismo están muy mal vistos, con lo cual este tipo de apuesta está abiertamente rechazada y excluida en cualquier ámbito social -fijarse sino en el actual concepto de persona tóxicas, una clara y dura "revisión" del pesimista-. Dicho así, la posición de sesgo optimista no es la más acertada, con respecto a la verdad, pero es la más útil o funcional para vivir, para la evolución.
Dicen algunos que no existe algo así como un realista depresivo, que no es más que la propia defensa a la que recurren los depresivos. Yo no niego que exista un tipo de trastorno debido a los neurotransmisores, pero no reduciría a lo puramente químico ciertas condiciones humanas. Al igual que el lenguaje dio un salto cualitativo en lo evolutivo, que de ninguna manera se puede reducir a ninguna química o mecánica, el realismo depresivo, con ciertos patrones y mecanismos aprendidos y "funcionando", no puede ser reducido a la serotonina, ni ningún otro neurotransmisor. Pienso más bien que la evolución mantiene tipologías para ciertas situaciones. Se ha comprobado que son las respuestas de los realistas depresivos las que mejor "funcionan" en ciertas situaciones, en donde las puramente optimistas fallan por faltarles realismo. Si todos los humanos diésemos las mismas respuestas (cortados por el mismo patrón, como se suele decir en otro contexto) y esta fuera la equivocada, es muy posible que la humanidad se hubiera extinguido. Posiblemente, en nuestra condición de manada, muchas hubieran perecido por el camino. Las respuestas alternativas nos deben de haber sacado de muchos aprietos, como para haber llegado hasta donde estamos. Tanto a nivel de pequeños grupos -personas perdidas en un bosque-, o a nivel social, como puedan ser las crisis profundas mundiales, de las culturas y de los paradigmas.
Tampoco se puede reducir a realista depresivo toda respuesta -y apuesta humana- negativa o pesimista. En el ambiente hay demasiado ruido para saber qué es qué. Puede que a lo que se pueda llamar pesimista o negativo sea a un tipo de realista depresivo que no tiene muchas capacidades cognitivas, que aún actuando en él ciertos patrones su cerebro no ha sabido deducir de estos ciertas enseñanzas. Pero al igual que hay optimistas que son tontos de lo puro simplones que son. Eso no quiere decir que hay que ser "sabio" o tener cultura para ser un realista depresivo, la cosa no es así de evidente. La diferencia está en que hay ciertos tipos de cerebros que, por ejemplo, al encontrarse con el desamor, su cerebro de fondo ya ha calculado todas las preguntas y respuestas como para dar validez o no al amor. Y así con una y otras de las grandes palabras que definen lo humano: felicidad, inmortalidad, lealtad, amistad… Han creado patrones estructurales dentro del cerebro, como así ocurre con el de la "banalidad del mal", que no quedan "bloqueados" como sí ocurre en los cerebros optimistas. Tampoco es cuestión de tener o no mala "suerte" en la vida, de tal manera que una mala vida haya generado un tipo de cerebro tendente a pronosticar que todo va a salir mal (que también puede ocurrir en algunos cerebros). El realismo depresivo consiste en que una vez que has desnudado algo, que has creado un mecanismo implícito o estructural en el cerebro, ya no lo puedes volver a vestir o "esconder". No funciona el "engaño" propio del cerebro optimista, que se basa en olvidar y mantener todos los sesgos y patrones enquistados intactos, indiferentemente de la gravedad de las situaciones.
Puede que no haya logrado, en este artículo, la finalidad de probar y sostener la existencia del realista depresivo. Pero lo que sí puedo hacer es hablar de su condición. Mi condición.
Creo que fue Julian Baggini el que postuló que si se hiciera un diálogo, para ir al sentido último humano por medio de preguntas recursivas, donde cada respuesta se convierte en la siguiente pregunta, al final se llegaría a la respuesta de "para ser feliz", que ya no debería de tener más preguntas, pues no debería de caber la pregunta de "¿para qué ser feliz?" Yo no termino hay mi preguntar, un realista depresivo no lo hace. Yo entiendo -y siento en mi condición de cuerpo sensitivo- el sentirme extasiado ante la belleza. Me entra un escalofrío ante el impacto de ciertos atardeceres, ante los ojos de una mujer bella, ante la madre que mece a su hijo. Pero todos esos "sentires", esas plenitudes densas en los que todo mi ser desaparece ante ellos, son susceptibles de ser cuestionados. Ninguna de ellas, ninguna de esas inmensidades sensuales, niegan a mi conciencia, que las ve desde fuera como para saber que sólo son emociones para las que estoy programado. Mi finalidad en la vida no es la felicidad si esta me impide preguntar o cuestionar que puede haber otra pregunta detrás. Que ninguna pregunta cierra la serie de preguntas, que de esta forma se vuelven infinitas. Esta condición se vuelve en mí sino, puesto que en cada momento me nace la duda de la densidad de cada una de las emociones. En este nuevo estado no existe el puro instante, sino mediado por la conciencia que tengo de ese instante. Como un poner en entredicho de forma eterna a mis emociones. Vivenciar así la vida es hacer que siempre pase por el filtro de ponerlo en duda, de dejar todo en suspenso. Y si la vida es así, ¿no es acaso como hacer el amor no ya con un preservativo, sino con una armadura? Eso no impide que sea un acto sexual y sensual, pero la armadura pone una distancia conceptual que le resta densidad de ser.
Toda esta condición puede ser genética y a veces se crea en una niñez dura, por traumas (el ser preconciente del que hablo en mi libro). En los dos casos casi toda respuesta, casi toda activación neural, pasa por el prefrontal con un tipo de filtraje de ciertos patrones aprendidos. O mejor, por un desaprendizaje de sesgos y patrones enquistados. A la larga y si se aprenden otros conceptos como puedan ser el de la "banalidad del mal", o la "doble verdad" de Schopenhauer, se será ese ser que habrá desnudado a toda emoción de su quintaesencia, de su impermeabilidad, de su densidad de ser. Ese estado es un nuevo ser que no niega su sensualidad, emocionalidad, pero haciendo que no sean un fin en sí mismos. Una vez que no tienes esos sencillos placeres, que ya no son iguales… qué queda. Puedes llegar a un estado tal que ya no puedas comunicarte con nadie, pues nadie entenderá tu falta de "entendimiento" con lo humano. Que preferirás ni siquiera comunicarte, pues sólo vas a crear "sospechas"… o de tu locura, según algunos, o de tu depresión según el baremo de otros. Soy capaz de sentir, soy capaz de entender qué se siente sin filtros, pero los filtros son los que al final vencen en la lucha, pues es la forma de entenderme como honesto con las "verdades" a las que ha llegado mi cerebro. Entre la locura de sentir y la locura de saber la verdad, opté por la última. No es la mejor apuesta, no es la más práctica, pero por mis patrones entiendo que es la más honesta conmigo mismo dentro de la nueva entidad que soy.
Ahí sale la eterna lucha de la autenticidad y sus contradicciones. Un "simplón" es auténtico en su simplicidad, un realista depresivo es auténtico en su doblez. Los optimistas, la apuesta mayoritaria, cree que ser autentico es no tener dobleces, pero sólo es bajo el punto de vista de sus sesgos. El ser humano es lo que es por su prefrontal, por su conciencia, por su dislocación con la realidad. Durante toda su historia la ha huido, como una condición que le inoculó de una maldición de la que no se puede librar. Recurrimos al relato, a las drogas, a los cuentos para acallarla, sin nunca lograrlo. Ella, la conciencia analizadora, fría, robótica, siempre sale a la luz, siempre hay que silenciarla, sea por el medio que sea. Para el realista depresivo esa distancia es la "verdad". Vivir condenado a accionar en la vida con cierto alejamiento de las cosas es nuestra condición más humana. No "creo" en ninguna pasión porque sé que sólo es el núcleo accumbens el que "habla". Sé que después habrá una muerte, una "petite mort" que me recordará que corra tras el siguiente deseo. Carrera infernal que no lleva a ningún lado. Este maleficio lo han deducido las religiones orientales, más sabias y profundas que las occidentales, pero sus respuestas tampoco me valen de nada. La única forma de salir del ciclo de los deseos es el aislamiento total, tal como los monjes tibetanos, pues al estar en medio de la vida es imposible no ir de deseo en deseo, pues todo el universo urde la trampa para que la realidad humana sea así.
Si todo es susceptible de ponerse entre paréntesis, ¿qué es la realidad?, cuál su sentido. No hay sentido, no hay un porqué, ni un para qué. En todo ese trama de para nada, al final comprendes que el dolor y el mal tiene más peso y esencias que sus contrarios. El experimento contrario al de la espera del beso, nos dice que si nos auguran el tener algún tipo de dolor, este es mejor pasarlo ya, tal como lo escogieron a los que se les preguntó, y no esperar unos días, pues de nuevo su pronosticación y espera lo vuelve aún más doloroso. La espera del dolor "mata" o desactiva ese estado latente de la vía dopaminérgica. Todo placer es efímero, pero el dolor es consistente y pertinaz. Nada como un dolor de muelas para comprobarlo. ¿Qué hay en el lado contrario del dolor de muelas? La vida recurrió antes al dolor que al placer como sistema de enervación. El premio vino después…, de forma prolongada puede convertirse en dolor. Una risa mantenida es huera y al final crea agujetas. No hay ningún dolor que se convierta en placer a no ser que se recurra al masoquismo, que visto así debe de ser el culmen del optimismo. ¿Qué poner en el otro lado de la balanza como para que esta se equilibre si te secuestran junto a tu familia, violan ante ti a tu mujer y tu hija, las torturan y te torturan, y al final las matan y te matan? Recurrimos a "inventar" a los dioses y sus infiernos para tratar de equilibrar la balanza, para castigar a aquellos que nos hagan pasar por un infierno en la tierra: otro sesgo optimista que nos "impuso" la evolución.
No tengo que pasar por esos infiernos, del párrafo anterior, para comprender que la vida es así de injusta. Es sólo una cuestión de honestidad con mi razón. Sé que lo más seguro es que nunca me pase nada de esos sucesos a mí, humano occidental, pero la idea sobre la que hay que quedarse es que ese nivel de comprensión cruda de la vida es la que siempre está presente en mí. Los otros dicen, los optimistas, que porqué pensar en esas cosas. Contesto lo mismo que George Leigh Mallory cuando se le preguntó el por qué subir al Everest: "Porque está ahí". Pienso porque todas las preguntas y respuestas han de ser hechas, porque no preguntarme y no cuestionarme no entra dentro de mi ser, dentro de lo que soy como apuesta humana. Me pregunto porque sé que la mayoría de la humanidad no lo hace, y en mi condición de uno entre veinte humanos tengo que tener preguntas y respuestas alternativas. ¿Me crean dolor?, no lo sé, en ciertas ocasiones se llega a cierto grado de morbidez por esta condición, quizás porque el cerebro tiene que buscar mecanismos que me "ayuden" a vivir dentro de mi condición.
La globalización no ha ayudado a nada en todo este proceso, más bien lo ha empeorado. En la condición de realista (quizás en ese estadio sin el conato de depresivo), un individuo cazador-recolector apenas si se limitaba a pensar en ideas o salidas alternativas a ciertas condiciones eventuales del grupo o manada. Pero con el conocimiento de lo humano como totalidad, todos los problemas del mundo inundan a este tipo de cerebros. De nada vale el típico "no cargues con todo el peso del mundo", pues una y otra vez los medios de comunicación te los recuerdan. Por lo demás… una vez que los conoces ¿qué honestidad es posible si cierras los ojos a todo? Pero ahí no acaba el problema, no acaba más que empezar. Si pones en suspenso toda emoción, ¿por qué no poner en suspenso todo valor humano? Parte de los problemas del mundo son debidos a la superpoblación (por una parte debido al optimismo que propició el baby-boom y por otro por el papel que está haciendo la iglesia católica en países "subdesarrollados" al ponerse en contra de los preservativos y otros medios anticonceptivos) ¿Por qué no evaluar que no estaría mal que cierto número de humanos muriese? Nace así el pensamiento cínico, pues al final comprendes que todo lo que se haga no es más que poner tiritas a una puñalada mortal en el pecho. Lo que quiero decir es que el realismo te convierte en un nihilista, el cuál niega la legitimidad de toda entidad densa en el cerebro y en el mundo. El siguiente paso es la de convertirte en un cínico al comprender que nada tiene arreglo, en un mundo donde el optimismo pone impedimento a todos los cambios drásticos necesarios. He aquí la mayor sospecha que levantan los realistas depresivos. Al final no construimos nada, más bien quedamos revelados en personajes como el del Jocker en la película "El caballero oscuro", no queremos nada, sólo queremos ver cómo arde el mundo. No queremos alcanzar al coche, tan sólo somos los perros que se limitan a perseguirlos. "Si tan mal la vida te parece... no te rebeles, ¡enloquece!"
En definitiva, de ser totalmente honestos, ¿cómo volver a ser un "humano"? Querría haber nacido en una tribu de áfrica de cazadores-recolectores, y que mis conocimientos y límites fueran para la caza y la supervivencia. Pero en un mundo inundado de memes, en el nuevo mundo del treme ¿qué espacio me queda para vivir? Si me cuestiono como un simple ser que no le basta la felicidad y vivo en un mundo que quiere ser feliz, pero este no logra alcanzar la felicidad, ni comprende el por qué no llega a ella, pues ni siquiera sabe qué es eso a lo que llama felicidad… ¿qué mensaje honesto se les puede dar? Hombre era aquel que vivía en armonía en su hábitat y su manada. ¿Por qué pretender que ahora somos "más" humanos, bajo el apelativo de civilizados? Somos la suma de todos los memes. ¿De qué me sirve el meme Arte si en el loco proceso de crear más y más memes, se ha creado el meme de asesino en serie y del psicópata que es "mejor" cuanto más mate y más cruel sea? ¿De qué me sirve desear las nuevas tecnologías si por ellas se está desequilibrando aún más la distancia de ricos y pobres? ¿De qué me sirve la era de la Ilustración, de la razón, en un mundo que aún es más fanático religioso y/o nacionalista? ¿De qué me sirve la igualdad de la mujer si ha devenido a que todas son susceptibles de "comerciar" con su cuerpo y el sexo? La balanza no se equilibra, el mal pesa toneladas y el bien apenas unos kilos. Al salirnos de la naturaleza rompimos todo equilibrio. Había cierto equilibrio natural en nuestros ancestros, la diferenciación de hombre o mujer de ser algo era simplemente natural, como el león se pueda diferenciar de la leona. Con el nacimiento del meme sometimos a la mujer; hoy pretendemos que hay igualdad, que hemos conquistado algo, pero no hemos vuelto a nuestro estado inicial, sino a uno en el que el sexo es uno de los mayores mercados del mundo, sobre todo ahora en Internet. Así uno tras otros con todos los problemas, no se vuelve a un estado inicial y natural, sino cada vez más artificial y dislocado, nihilizante. No hay cura para la muerte del hombre, este murió cuando apostamos por la agricultura y las ciudades. Cualquier "arreglo" artificial tan sólo trae más y más artificialidad, más y más caos. El cerebro del realista depresivo comprende todo esto por simple intuición, como una sensación que constantemente le habita y que los mecanismos optimistas ya no son capaces de hacerlos callar…, ¡me voy a dormir un rato!
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