Tabú y Minorías
❝Sufrimos más en la imaginación que en la realidad.❞ Séneca
❝Lo alarmante de la igualdad es que entonces los dos somos hijos,
y la pregunta es, ¿dónde está el padre? Sabemos dónde estamos si uno de nosotros es el padre.❞ Donald Winnicott
❝El ego es la peor adicción.❞ Hector de Miguel (Quequé)
(He tenido que pagar mi deuda de sueño y cansancio por varios días.)
Se da un problema de yo como mente (suena mal pero tiene sentido). Ya no recuerdo bien cada escrito, olvidando lo que en algunos casos deberían ser las bases de los siguientes escritos o líneas de mi pensamiento. Tampoco quiero ser pesimista ante tal tara, ya que de esa forma no avanzo, y el buscar constantemente desde lo profundo del pozo puede ser una buena “estrategia”, pues desde la desesperación el cerebro trabaja con más intensidad (el hambre agudiza el ingenio). Esto lo traigo a colación por el hecho de que alguien ha llegado al escrito “Un elefante en la habitación“ y allí aposté por pensar que la identidad narrativa es un mecanismo de defensa más entre otras del cerebro, pero que a lo largo de la evolución y la historia social ha ido cobrando mucha (demasiada) importancia, hasta llegar a ser como ahora es: el intérprete del hemisferio izquierdo, el emisario que tomó el papel de su amo (idea de Iain McGilchrist, basada a su vez en Nietzsche) y el hilador de nuestra propia historia individual (narrador y por ello el “protagonista” de la identidad narrativa), o el navegador o controlador dentro del teatro cartesiano, o cualquier otra analogía paralela a estas.

¿Cómo saber que das con librepensadores?, porque se mantienen escuchándote/leyéndote aunque digas cosas con las que no estén de acuerdo. ¿Un librepensador está cerca del nihilista?, no lo tengo claro, que lo piense cada cual. Voy a tocar un poco las narices al principio, pero tiene su porqué.
Vamos a hacer un experimento mental. Un hombre sale de una calle principal hacia otra más bien solitaria, pero al hacerlo se topa con una chica que la transita. Los dos se miran para ver quién cede el paso. Es verano, la chica va con un short que muestra parte de sus nalgas, y un niqui muy pegado al cuerpo y con escote. El hombre, después de mirarla de arriba abajo tiene tres opciones: 1. le dice “¡pasa¡, así te voy mirando el culito”; 2. no le dice nada, le deja pasar y le va mirando las nalgas de forma disimulada de vez en cuando; 3. le deja pasar, pero se cruza a la acera del frente, enlentece el paso para que la chica se distancie e irá mirando el suelo. Claramente la primera opción da grima, pero ¿acaso la segunda opción no puede ser la más habitual? La chica cree que seguramente así sucede. ¿En qué medida la sociedad se basa(ba) en aceptar este tipo de cosas? Esto va en la dirección del doble agente que somos: uno más instintivo y básico, y uno segundo que cree estar al mando, que es el que tomamos como dueño de la conciencia y la razón. Todo esto igualmente está ligado a un escrito de atrás sobre qué es la mentira o la fachada. ¿El hombre y la mujer de este ejemplo tienen “una verdad” interior y otra social?, ¿se adapta la social a ser algo permisiva con respecto a la instintiva? ¿Cuándo, cómo?
¿Por qué este escrito?, trato de “validar o invalidar” (crítica constructiva) los argumentos de Juan Soto Ivars en su nuevo libro “La casa del ahorcado”, título que hace referencia a la norma social no escrita de no nombrar la soga en la casa del ahorcado (al igual que no hablar de la muerte con alguien que ha perdido a un ser querido hace poco) y por ello de un convencionalismo (no lo he leído —estoy por no gastar dinero, si diese por válido sus argumentos podría comprarlo, pero no parece el caso—, de todas las formas he visto tres vídeos en YouTube (el principal), donde el autor habla de su libro —más de tres horas—). El primer “error” es así de claro: una norma, convención o costumbre no tiene porqué partir de un tabú. Por ello el tema de su libro no es un problema sobre la trasgresión de los tabús, sino de no atenerse a las normas establecidas dentro de una comunidad, cultura, religión, sociedad o nación. Es por ello una trasgresión a lo que está establecido dentro de una sociedad dada, en donde el tabú sólo es una parte de todas las reglas existentes. El libro, por tanto, cae en argumentar desde lo particular (parte) hacia lo general (todo) —falacia de composición—. En definitiva que es un problema sobre la transgresión, donde el tabú sólo es una norma más dentro de lo establecido como parte de una sociedad concreta. Bajo mi lenguaje es un problema entre los duales identidad y otredad, y cuándo algo que es identidad puede pasar a ser otredad. En ese caso cuando es peligroso para la propia identidad “portar” algo que es potencialmente o sospechosamente peligroso para la propia existencia. Esto está en todos los niveles de la vida, y nació con esta como base del sistema que creó. El ADN es una forma de mantener la identidad, y un virus hace “uso” de hacerse pasar por tal identidad para matar a las células y a la vez multiplicarse. En otro caso, un pequeño bulto dentro de la epidermis puede haberse dado por una defensa del sistema inmunológico ante un cuerpo extraño (otredad), pero puede a la larga crecer tanto como para volverse un tumor, que puede llegar a ser un cáncer.
Un segundo análisis es el nivel de separación de una forma de vida para llegar a ser otra especie, y que por ello tal segunda existencia pueda implicar un peligro para la primera, aunque sólo sea a nivel de competir por los mismos recursos. Ese fue el caso de los sapiens y los neandertales. Tuvieron un ancestro común, pero llegó un momento en el que fueron tan distintos que compitieron por el mismo hábitat. Esto a la vez, ya en lo humano, tiene que ver con el concepto de comunidad. Tema tratado someramente en “Devaneos XXV – controlabilidad y libertad” y en (tengo que buscarlo…) donde trataba de establecer que llegado un número de cambios (a modo de mutaciones) dentro del corpus de unas ideas, estas se escinden en dos o más identidades (o ramas de la ciencia como ejemplo claro). Como fue el caso entre el cristianismo al dividirse en protestantismo y catolicismo. Viéndolo así, mi análisis es bajo los paradigmas de los sistemas, mientras que Juan Soto Ivars lo trata de hacer desde la sociología o la antropología. Como digo en el escrito “Un elefante en la habitación“, las ciencias concretas tienen la falla de perder el punto de vista holista de la realidad. Sí, puede que tengan un amplio conocimiento de algo muy concreto, pero al “caer” en esta especialización, mirar el árbol, se pierde de vista el bosque. Con esto me desligo ya de hablar del libro “la casa del ahorcado”, en parte, pues algunos análisis le incumben. Vuelvo al ejemplo del encuentro del grimoso hombre con la chica en una calle solitaria.
La violación se puede analizar como tabú, pero también desde el punto de vista de la genética y las reglas que siguen las especies y por ello la propia vida. El humano “adoptó” ciertos tabús desde las emociones que le venían dadas por los instintos. En concreto a la repulsión que pueda implicar tal acto. Aquí se da un problema no resuelto en la evolución. Si sólo existiese la repulsa, la violación no existiría, pero no se da tal repulsa de forma generalizada, porque el macho humano proviene de un estado en el que no se implicaba en la crianza de su descendencia, a una segunda fase en la que sí. En ese segundo estadio, el macho se tenía que preocupar de que sus hijas o su mujer no fuesen violadas. En el caso de su mujer, y de no saberlo el hombre, con el consiguiente problema de mantener a alguien que no es de sus propios genes. Recordar que el león mata a los que no son sus hijos cuando se hace con el harén de unas hembras. Esto propicia a que las hembras se pongan antes en celo. O sea, en los comportamientos no aparecen en un primer vistazo los porqués. Propiciar antes el celo puede ser sólo una estrategia para tener antes una cópula con tal hembra, y puede parecer que es por tener sexo y por ello ser “premiado” con el orgasmo, dado que está dentro de un sistema de aprendizaje donde la memoria del individuo está reglado por la dopamina ante “las cosas bien hechas”, pero la evolución llega a esa suma desde la regla de que los descendientes de ese comportamiento son a partir del león que ha seguido esos comportamientos, que son los que heredan tales guiones instintivos. Los problemas de muchos análisis que hacen en las redes sociales es que construyen el edificio por el tejado, pues no son capaces de ver cuáles son los cimientos de tales comportamientos, cayendo en el error, de paso, de pensar que es algo nuevo en las sociedades actuales (o en el humano civilizado e “historizado”).
Vuelvo al tema, que parece que me he desviado demasiado. La mujer viene de serie con la hipervigilancia, que puede activarse o no. Si una mujer nace en un ambiente muy controlado, por ejemplo en una tribu basada en la familia extendida, puede que nunca se le active la hipervigilancia, pues todos los hombres de su tribu y medio son sus parientes en algún grado, y sólo llegan a esa tribu otros hombres en situaciones especiales, en donde las mujeres están protegidas o rodeadas de sus propios parientes. El incesto como tabú nace así desde dos lados: las propias normas evolutivas implementadas en el ADN y llegar a la violación desde una situación social que de base tendría que ser segura. A lo que quiero llegar es que hombre y mujer nunca podrán convivir como iguales en tanto que la violación y el incesto sean posibles, situación por la cual la mujer porta la hipervigilancia dentro de sus genes. Relegarlo a un problema social actual es perder de vista que tiene un componente genético y evolutivo.
Esto nos remite a la violación de nuevo. ¿Qué significa “realmente”? Las hembras en casi todas las especies suelen ser las “selectoras” de quién ha de ser el padre de su descendencia. Hay que recordar que la selección sexual es uno de los principales motores de la evolución. En ese caso la mujer tiene (tenía) un poder evolutivo, poder que pierde cuando una sociedad establece quién ha de ser el marido de las hijas (por ejemplo). Esto lleva a que macho y hembra (hombre y mujer) son otredad, que cada cual tiene o pierde unas posibles ventajas evolutivas, dependiendo de las normas que se establezcan dentro de una sociedad. El poder selectivo de la mujer no se basa en la “justicia” —reglas sociales humanas—, obedece a reglas evolutivas. Con la liberación sexual y el feminismo, se han tornado hacia su lado ciertas desigualdades que establecieron hacia su propio lado los hombres por milenios, pues ahora las mujeres “ejercen” su poder tal como estaba establecido durante la evolución. Y no ha sido hacia una postura “más justa”, si no de vuelta a lo más básico, desequilibrado y desventajoso de nuevo para el macho. Lo que quiero hacer ver es que el feminismo no lleva o llega a un estado más “justo” para los dos sexos, sino que al volver a su estado “natural” este está reglado por las reglas evolutivas, donde la evolución ignora por completo el mundo de los valores humanos. Yo no tengo nada en contra de que sea así, pero hay que tener en cuenta que una vez que el mundo de los valores se quedan al margen, ya no podemos pedir a la vez justicia. Parece que me he enredado, pero no es así. Vamos a aclarar todo este desarrollo apresurado.
Voy a reordenar todo lo dicho en varios párrafos. La violación es una rotura contra el principio evolutivo de la selección de las hembras. Viola (la violación viola) las expectativas evolutivas de que sea la hembra la que seleccione al macho, en la dirección que su descendencia porte los mejores genes (selección sexual) o los “mejores” comportamientos (principio o efecto Baldwin) en su descendencia. La estrategia del macho es la de ser el seleccionado, pero en caso de que no sea así, puede recurrir a la violación (pensarlo a nivel evolutivo y no desde el mundo de los valores humanos). Tal comportamiento se hereda, puesto que tales machos tienen sexo. De nuevo volver a que la evolución no tiene valores, que se regla por el simple principio de qué “funciona” y bajo qué número de veces. Esto crea un “conflicto” evolutivo, pues si todos los machos violasen, las hembras se quedarían al margen de la selección. La hipervigilancia es una regla evolutiva para que toda hembra trate de evitar el ser violada. Una posible solución es escoger una sola pareja y que esta te proteja de las violaciones. Ese es uno de los papeles que hace el alfa en los animales basados en harenes, lo cual desgasta mucho al macho, y por otro lado lleva a que durante la evolución se cree un alto dimorfismo sexual. En otro lenguaje más coloquial, de diferencias externas “movidas” desde el propio ADN y desde el interior del cuerpo, como una alta dosis de esteroides para tener una gran musculatura, como es el caso de los gorilas, que son una especie basada en harenes. La hembra humana trató de evitar esa tendencia a partir de seleccionar rasgos más sociales (empáticos) entre los machos, con la posibilidad de tener sexo con los “canallas” (menos empáticos, pero mejores genes y siendo más competitivos —cabrones o canallas a la hora de actuar con otros machos—, con lo cual algo de desear para tus propios hijos y dentro de las reglas evolutivas y sin los valores humanos). Así parece ser entre las bonobos, y las chimpancés: tienen sexo con casi cualquier macho, pero cuando están menstruando optan por “elegir” a los más canallas o los mejores genes. Este comportamiento es muy general en la naturaleza. Las aves, a las que se tiene como el orden de animales más fieles, en realidad no lo son, pues tienen sexo fuera de la pareja en la dirección, de nuevo, de elegir los mejores genes.
Entonces, si se supone que la hembra humana tendió a escoger una pareja por sus distintas ventajas, el hombre se encontró que no podía estar seguro que a los que cuidase fueran sus hijos, pues la hembra podía haber tenido sexo con otros machos. En esa situación la violación podía ser uno de esos casos, con lo cual la violación fue algo que traía desventajas para el propio macho…, y con esto volvemos a la situación aparentemente segura de la familia extendida y el caso del incesto. Ataca de nuevo tanto lo que pretende la hembra como lo que pretende el “nuevo” macho…, en un espacio que tendría que ser seguro, y con el añadido de que es algo que transgrede las reglas genéticas. Con todo, no es algo totalmente “desechado” por la evolución, puesto que en casos de cuellos de botella evolutivos (de baja densidad de población), sigue siendo la “única” solución viable para salir del paso. Se ha descubierto un alto grado de endogamia dentro de asentamientos de neandertales, especie más proclive a los cuellos de botella, dadas las dificultades de vivir muy al norte de Eurasia. En ese caso, y mediando ya lo social, trataban de tener descendencia con familiares los más alejados del primer grado (hermanos, padres…, tíos), como era el caso de los tíos abuelos (gran diferencia de edad).
Añadamos un dato más a la ecuación. Si la hembra tenía que ser a la vez la seleccionada por su pareja de por vida, esto implicaba que tenía que tener unos rasgos en sus comportamientos, que después implicaron unos rasgos externos para ser seleccionada. O sea, en el humano el dimorfismo sexual está tanto en los hombres como en las hembras. Creo que no hace falta que los nombre uno por uno. En el macho lo más evidente es la altura (muy, muy raro será ver una mujer alta con un hombre muy bajo; en una encuesta el 96% de las mujeres dijeron que la altura importaba), la mandíbula (muy pronunciada: rasgo dado por una alta cantidad de testosterona) y la mujer es aún más divergente, puesto que implicaron las mamas, las nalgas y caderas, y los rostros más aniñados (esto implicó la posibilidad a que se diese la pedofilia, como traté de postular escritos atrás). Esto lleva a que tanto el hombre como la mujer, con unos buenos atributos genéticos, sientan cierto placer de mostrarlos. El macho del pavo no sólo “consiste” en tener una buena cola, sino en saberla exhibir. No en vano a tal comportamiento ya en el humano se le llama “pavonearse“, ¡a tal comportamiento le hemos hecho un verbo!, lo cual denota el grado de importancia de tal acto. Con esto volvemos a la chica y el hombre grimoso, pero ahora teniendo todos los datos necesarios para analizar mejor la situación. En la actualidad, tras el paso del feminismo y la revolución sexual, la mujer puede hacer alardes (pavonearse) de sus atributos de “buena hembra” a nivel evolutivo, y lo hace además valiéndose de las modas, de tal forma que estas funcionan a modo de “estímulo supranormal“. Analicemos esto último más detenidamente.
La selección sexual implica que en algún momento un pavo macho nació, quizás por alguna mutación, con una cola donde su plumaje simulaba un ojo. Este rasgo fue seleccionado, de tal manera que si otro macho nacía con dos o más, las hembras los seleccionaban frente a los que tenían sólo uno, y en esta suma y sigue se llegó a la actual cola del pavo real. ¿Qué regla se deduce?, que durante la evolución se exagera o se exceden ciertos rasgos, lo cual es lo que implica el concepto del estímulo supranormal. Toda mujer concreta se encuentra con el dilema de que quizás no haya nacido con los mejores dones, pero los puede remarcar con la moda. Si a la vez otra que sí nace con tales “ventajas” se encuentra que tiene que competir contra las que les tratan de igualar por la moda, entonces entran en su mismo juego competitivo de ir exagerando más y más lo que remarquen sus dimorfismos: sus pechos y sus nalgas. Quien se asuste ante tal afirmación que eche un vistazo al grado de locura al que se está llegando a través de los selfis y las redes sociales como es el caso de Instagram (las mujeres están, quieran o no, en guerras internas).
Demasiadas digresiones en mis narrativas, pero necesarias. Volviendo a la chica y el “grimoso”. La chica tiene desde su genética tanto la disposición de alardear de sus cualidades (lo cual le da a la vez cierta satisfacción —a veces mal llamada autoestima, pues las feministas podrán argumentar que su autoestima no puede reducirse a su físico—), y por otro lado tiene la hipervigilancia. En una situación de cercanía o en soledad con un hombre, que no sea de su “gusto”, entran en conflicto estas dos disposiciones instintivas, creando un alief —disonancia a nivel de instintos—. Ese caso que he puesto como ejemplo da cuenta de la actual “paradoja” con la que se encuentra la mujer y el feminismo. Querrían poder dar salida a esa parte de su naturaleza, pero sin toparse con la hipervigilancia, un imposible en un mundo lleno de hombres “grimosos, feos, desaseados y perdedores” (en términos usados por las propias mujeres). Si con el que se topase esa chica fuese con Brad Pitt, en ella no se activaría la hipervigilancia y seguramente se “pavonearía” más, pero como con el que se encuentra no es con alguien que instintivamente elegiría como el padre de sus hijos, se activa por el contrario la hipervigilancia, ante el miedo a la violación o el ataque sexual, que en algunos casos y en la actualidad puede ser por algo tan sencillo como el ser mirada con descaro o ser piropeada.
Conclusión y de vuelta a lo dicho al principio. A la mujer no le importa ser mirada si es con discreción y por hombres de su mismo u superior rango, le hace sentir ese rasgo evolutivo de ser “elegible”, el cual crea su propio cóctel de neurotransmisores, neuropéptidos y hormonas. Al hombre le gusta mirar y sentirse “motivado” por la belleza o los rasgos dimórficos de las mujeres, que igualmente se verá premiado a nivel de moléculas complejas. Y con esto vuelvo al tema del libro de Juan Soto Ivars. No es tabú mirar o ser mirado, es una norma social, al igual que lo es el nombrar la soga en la casa del ahorcado. Esto lleva a otro de sus conceptos, en el que basa su principal hipótesis. Religión proviene del concepto Romano de religio. Él se ha centrado (por lo menos en los vídeos) en ciertos de sus aspectos, relegando posiblemente los principales (que no lo aseguro por no haberlo leído). Yo diría que lo principal en la religio era no “pecar” ni de exceso ni de carencia. Lo que ahora llamamos dogmático, fanatismo o integrismo (igualmente puritanismo a nivel sexual), en la religio era tomada por el término “superstitio”, de la que proviene nuestra actual superstición. Era ir más allá de lo que la religio, lo normativo y conveniente (de ahí las reglas de conveniencia) en la sociedad. Mientras que la falta de religio era en la que podía caer el ateo…, por ejemplo. O sea, que es de nuevo y como en todos los sistemas, una cuestión del papel de la homeostasis —o estado equilibrado— de las dos fuerzas que se dan en los sistemas complejos tendentes o a la retroalimentación positiva o a la negativa. La supertitio Romana, o el actual integrismo (o lo facha), es un exceso hacia arriba (retroalimentación positiva), mientras que el ateísmo para la religio, o actualmente el cinismo o el nihilismo, son un exceso hacia abajo del estado equilibrado del sistema social que implicaba la religio.
Por esto venía el caso de poner el ejemplo y sus tres posibilidades en la situación del posible grimoso y la chica. La primera elección, el decirle “pasa tú y yo te iré mirando el culo”, es una respuesta excesiva con respecto a las actuales normas sociales, mientras que la tercera (dejar que pase, cruzarse a la otra acera y mirar al suelo) es una opción por debajo de lo que piden las normas sociales. En ese caso, soterradamente, lo aceptado en sociedad, pues suple el ser mirada de la mujer y el mirar del hombre, es mirar pero con discreción, y siempre bajo el respeto y la ausencia de intimidación. Y retomo lo dicho arriba, esta regla tácita en sociedad no tiene porqué conocerse a nivel consciente y de la razón, pero es algo que da por sentado el cerebro profundo, que es el que va generando reglas de comportamiento (patrones) a través de imitar o seguir lo que hace el resto de la sociedad. Este tema está cerrado y creo que no necesita más explicaciones. Vayamos ahora a un análisis de la realidad actual —como así lo hace el libro “La casa del ahorcado”, a partir de estas pocas reglas y alguna otra que habrá que añadir.
En los vídeos de Juan Soto Ivars nunca hace uso del concepto de chivo expiatorio, pero no sé si lo nombrará en el libro, de cualquier forma no le da protagonismo, cuando yo creo que es la regla más evidente que puede explicar las constantes luchas identitarias en las redes sociales. De mis escritos se puede deducir que yo estoy poniendo de chivo expiatorio al feminismo en concreto y a las mujeres en general. ¿Es así?, puede ser, puede que no me pueda librar de tal sesgo. Pero antes que nada habrá que explicar qué es un chivo expiatorio, en términos de los análisis de los sistemas complejos. Hemos acordado en los escritos que los sistemas complejos los son porque tienen a la vez algún sistema de control. La homeostasis (puntos intermedios equilibrados entre dos opuestos) en la vida hace ese papel. El cuerpo tiene que equilibrar la cantidad de glucosa en sangre y demás otros componentes. En el cerebro unos neurotransmisores activan las capacidades del cerebro, y otros las “frenan”. La máxima es que tiene que controlar dos cosas: el calor y el gasto excesivo de energía (la película “Sin límites” ignora el calor que puede generar el cerebro al estar al 100% todo el tiempo, las neuronas son similares a los fusibles, se “rompen” sus conexiones por el exceso de calor). La evolución llega a estados homeostáticos por sí solo. El “problema” en el humano es que al hacerse autoconsciente de sí, y de sí en un medio, es que se percató de que la naturaleza tiende hacia el caos, hacia el desorden, dentro de un sistema que no había previsto que esto sucediese, lo que implicó un nuevo tipo de angustia y una alta tendencia al miedo, y por ello a la ansiedad (miedo al miedo), y la depresión (autoconcepción de no tener control sobre el medio). Esto tomó dos caminos: a que la evolución crease el locus de control, el engaño de que se tiene control sobre el medio, y por otro lado llevó a las normas sociales, y que estas se “anclasen” a lo que se “sabía” que funcionaba para reglar una sociedad, a las llamadas normas y convenciones sociales.
En esa situación, algún error cognitivo a nivel del conocimiento primitivo, les llevó a pensar que si algo se salía de control y el medio seguía siendo igual, el culpable tenía que estar entre algunos de los individuos del poblado, por haber trasgredido alguna norma o tabú. No voy a tratar de profundizar en todo esto…, si el humano podía autoengañarse fue (es) porque se creía en medio de un “sistema” en donde el estado superior (macrorrelato, dios, dioses) era roto, dado que dentro del grupo de humanos algo había quebrado tal equilibrio (microrrelato). Acabando con quien había roto el equilibrio —o por alguna ceremonia como el sacrificio— este se restituía. El concepto de chivo expiatorio proviene de los hebreos, en donde una vez al año se soltaba a una cabra que era la que se llevaba consigo todos los “males” y quebrantos que había cometido el pueblo contra Dios (sistema macro), pero seguramente obedece a ese otro proceso más antiguo, que si no es como he dicho será algo similar, pues aún se mantiene entre las tribus de cazadores-recolectores que quedan. El caso es que el tema va en dos direcciones y sigue reglas relacionales que no causales (diferencia con las que no trabaja el pensamiento mágico). Si la “moral” o las normas se traspasan un poco y no sucede nada, entonces no son tomadas como transgresiones, pero si empiezan a suceder cosas negativas (pestes, inundaciones, sequías…) entonces es que alguien ha caído en algún tabú o roto alguna norma. Y esto simplemente es lo que explica la situación actual. Estamos mal, en una crisis muy profunda a distintos niveles, y necesitamos echar la culpa a alguien, debido a tal mecanismo. Aún seguimos bajo las reglas del pensamiento mágico y de confundir relación con causalidad (sobre todo los creyentes). Esto implica el tratar de recordar el momento en el que las cosas estaban “bien” (como así es el caso de perderse uno en un bosque y tratar de volver a una parte de él en el que aún no estábamos perdidos) —y que de cualquier forma seguro que no se estaba “bien” al cien por cien— y pensar en qué ha podido cambiar a partir de ese momento.
(Yo como cerebro estoy agotado, el calor, incrementado por el generado por el ordenador y los monitores, hace mella en mi capacidad para seguir de forma fluida).
Esto lleva en tales situaciones a pensar en qué creemos que se ha cambiado o “roto” (trasgredido). Lo que llega al límite de su resistencia ante la rotura es la identidad cultural/social, puesto que lo que se quiebra son normas de comportamiento validadas en una sociedad concreta…, y si es así, los que rompen tal equilibrio siempre van a ser las minorías o la otredad dentro de dicha cultura dada. Ya sean los homosexuales, los judíos, los gitanos o cualquier otra forma de “isla identitaria” dentro de una sociedad, sobre aquellos que tienen una clara ventaja —en número y/o poder— de lo que ha de ser una identidad normativa. Tales identidades, al no ser la propia (ajenas, otredad), serán asumidas como de ser aquellas que han podido romper el equilibrio de la estructura social. Creo entender que lo que sostiene Juan Soto Ivars es que siempre hace falta un chivo expiatorio (sin hacer uso de este concepto, pues se atiene a la idea Romana de la rotura de la religio, cuando hoy hemos “normalizado” este concepto para nombrar tal idea), a modo de regulador interno del equilibrio para que una sociedad dada mantuviese la religio, como para los hebreos lo era la cabra que se dejaba libre. Pero eso sólo “funciona” u opera mientras la sociedad vaya bien, pues una vez que la sociedad está mal se buscará y rebuscará en todas las concavidades y profundidades humanas qué es lo que ha roto dicho equilibrio, cayendo en el “juego de las culpas” (“has sido tú”, “¡no¡, tú empezaste”, “mentira, fuiste tú”…) , más propias de los niños que de unas mentes racionales.
¿Es lo que hago yo con el feminismo?, o he encontrado causalidades y no es mera suposición relacional. No es que el feminismo sea el “culpable” de todo. Esa posición la tiene el neoliberalismo, pero tampoco ignoro que la superpoblación sea la principal causa (creando el “mayor mal”: la falta de puestos de trabajo). En todo este entramado las redes sociales, y por ello Internet y la globalización, son los que están haciendo de cámara de eco de todos estos problemas y de las distintas e inacabables identidades nuevas que van naciendo.
Yo soy minoría bajo tal regla, puesto que me reconozco cínico y tendente al nihilismo… ¡algo rechazable unánimemente por la sociedad!, o sea que la actual tendencia de las minorías o posiciones desventajadas, como los homosexuales, las etnias no blancas o las mujeres, son solo la realidad en la que ellos mismos quieren creer (en occidente…, siendo ahora el hombre blanco, heterosexual, el culpable de todo, y por ello el chivo expiatorio de tales identidades, que en su suma son mayoría (puesto que sólo la mujer ya está cerca del 50% de la población). Un blanco heterosexual, pero lisiado, bajo, gordo y feo, está más en desventaja que cualquier mujer de “buen ver”. En realidad todos somos minorías, bajo el punto de vista de la individualidad. Cada humano es una isla identitaria que tiene que unirse y sumarse a otras para llegar a ser tenida en cuenta: eso es básicamente una identidad o grupo social, fuera del primigenio (y real) que era la familia. En ese caso nacen grupos como los incels, solteros que no tienen las capacidades para tener sexo. Lo dicho en el escrito anterior, las barreras y fronteras no desaparecen, sólo se mueven de sitio a unas identidades más abstractas y ambiguas (dos de ellas: los anoréxicos o las personas que se hacen cortes).
Remato con varias ideas. Se puede usar tabú bajo el concepto de aquello que la sociedad prohíbe o ve muy mal, como sinónimo de morbo, en ese caso tal como lo usa Juan Soto Ivars es correcto, pues además a veces lo relaciona directamente con aquello que da morbo. Pero pienso que el tabú tenía que portar unas connotaciones duales entre qué es lo establecido por lo social y lo que la “mente” individual lee como “contra los dictados de la naturaleza” (contra natura), en ese caso sólo hay unos pocos tabús. Otro dato a tener en cuenta es en qué medida al favorecer (o no desfavorecer) a ciertas minorías, no se les termina por ensalzar a una posición que los vuelve “fachas”, en tanto que “nuevos” privilegiados. Pienso que es un error en el “favoritismo” en el que está cayendo, por ejemplo, los homosexuales. A mí me da igual la sexualidad de las personas, pero ver que una y otra vez se les hacen mención en todos los medios, cuando del parado de larga duración no se hace ninguna mención, me parece que al final los volverá demasiado visibles, como para que eso no vaya en detrimento suyo. ¡Y acaso no está pasando ya!, están siendo cada vez más el chivo expiatorio de ciertas posturas contrarias, no por la realidad que subyace detrás, que puede que también, sino por la relevancia que han cobrado, frente a otras minorías y problemas de los que no se hablan. Lo mismo para las feministas y por extensión con las mujeres. Este proceso es tonto por lo básico que es. Cuanta más energía “gasten” tales colectivos para hacerse visibles (retroalimentación positiva desenfrenada), más hará falta una fuerza contraria que las contrarreste (retroalimentación negativa). En el lenguaje de la religio, han llegado a lo extremo, a la “superstitio”, a lo “facha” (como insulto que se ha universalizado) en el lenguaje de Ignatius, a lo integrista en otro lenguaje, cuando su fin debería haber sido reglase en la posición media de la religio, pues todo el que “actúa” como la media, al final se vuelve invisible e indistinguible. ¿Acaso no es eso lo que se entiende por ser un igual? Si el día del orgullo gay y las feministas tienen sus días para salir y “tomar las calles” y yo no tengo esos días, ya no somos, ni podemos, ser iguales.
Remate final. Entre las tres posturas dichas arriba yo he optado por la tercera, pues como “soltero de larga duración”, ir por las calles se me hace muy “agresivo” para mi mente y testosterona (secuestro limerente, bajo mi lenguaje). Como no puedo repercutir sobre cómo pueden ir las mujeres por la calle, a mí solo me queda la opción de mirar al suelo y enlentecer mi paso. En algunos casos me cambio de acera si creo que puedo haber activado la hipervigilancia en la mujer, de lo contrario sería un “facha”. De cualquier forma no creo que sea la posición más justa, pues se ha cambiado o alterado la posición equilibrada que debería de ser la religio. En muchos de mis escritos “ataco” a la mujer para hacer ver que tanto hombre como mujer parten de errores evolutivos, y que por ello no sólo son errores del hombre y de sus deseos instintivos, pero tal idea no cala (cierto feminismo aceptan a la mujer como “perras”, pero no así toda mujer).
Hubo un escrito en el que dije que tenía pendiente una nueva revisión de la teoría de la “coalición cosmética“, que viene a decir que la mujer, a través de avergonzar a los que se vanagloriaban de sus “heroicidades”, igualaron la sociedad para que no dominasen los alfas. En ese caso Ivars se me ha adelantado (él va por otros derroteros y de manera más generalista, pero en el fondo es el mismo mecanismo), ya que la mujer está volviendo a tender a avergonzar al macho, haciendo que nos sintamos “miserables” como género, pues a los ojos de las feministas radicales no tenemos nada positivo. En un lenguaje más vulgar y llano, nos están castrando, en la dirección de ocupar el espacio de nuestra “retirada” (pero sólo en el terreno sexual, que era en el que tienen poder a través del mecanismo de la selección sexual). Lo que nos dice Ivars es que no hace falta nada más que nosotros mismos (no hacen falta religiones o curas) y solamente con nuestra mirada avergonzante basta para tratar de controlar a la sociedad (la mujer “controla” al hombre y este a la mujer en lo sexual). Esa es la mirada que está poniendo la mujer sobre el hombre, no pudiendo este poner ese mismo tipo de mirada sobre ellas, sin ser tildado de machista, lo cual ha vuelto desigual la “guerra” y por ello vence la mujer (han vuelto a usar las “armas” que ya se validaron en la prehistoria contra el alfa). Lo que he tratado de hacer ver en este escrito y en otros, es que los errores sociales vienen de los dos sexos, mirar o ser mirado es un juego de dos, y no como lo quiere hacer ver el feminismo al volverse —aparentemente— intolerante con la mirada del hombre, pudiendo la mujer ir como quiera por la calle, o haciendo todas las “burradas” que se les antojen en las redes sociales. A “modo de prueba un botón” (he ocultado la “genitalia”, pero no sé si he adelantado algo como para que no sea una imagen demasiado sexual, ¿acaso no es incitación a la pedofilia?, los genitales de tal chica están poco desarrollados, lo que crea un “mejor efecto” sobre lo que ella busca).
(¿Hay subtexto…?, en todo caso si se me atribuye que he dicho algo, puedo argumentar que sólo es una mala interpretación, este juego del “ratón y el gato” es otro de los juegos favoritos de la actualidad.)
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