Creando un Esquema Mental



¿Ser rico te hace querer muchas mierdas
o tener muchas mierdas te hace querer ser rico?
Utopia
Hay que ponerse metas, eso es lo que nos diferencia de los animales.❞
Amor y anarquía



Antes de entrar en tema he de tratar dos previos.

En el escrito anterior hacía ver alguna “debilidad” de la teoría practopoyetica. Se me habían pasado por alto las notas de tal escrito, por venir al final del texto. El autor postula tres niveles de complejidad cognitiva, pero duda, y expone, si el formar parte de una especie puede ser una cuarta capa, puesto que la cognición se adapta y modifica a lo largo de la historia de la especie. Además deja entrar a colación el que tal especie forme parte de una sociedad y subsumida como parte de un ecosistema, donde ambos dan forma a la cognición. Esto devela el mínimo papel de la cognición individual —y su importancia—, que va en la misma dirección de lo que trato de hacer ver yo a lo largo de mis escritos. Por otro lado en las notas introduce el concepto de ideateca (biblioteca de ideas), que es similar o lo mismo que el concepto de esquema del escrito previo. No hubiera sido necesario crear un nuevo neologismo, pues los conceptos representan eso a lo que se quiere referir el autor. En ese caso, quizás, sería más acertado llamarlo conceptoteca, aunque a decir verdad el origen griego de lo que es una idea, es en la actualidad equiparable a concepto.

Segundo tema. Breve. La izquierda política, como alternativa política, no existe. Es una mala interpretación de viejos armazones de las estructuras de las que nacen las sociedades humanas. La izquierda es el equivalente de los betas en las especies jerárquicas de manada. “Sirven” de acicate del alfa, de hacer que no baje la guardia, que mantenga su energía, bravura e ingenio, pero nada más. Una vez que un beta vence deja de serlo para ser alfa y otro ocupa el lugar del rol del beta. De esta manera nunca se ha dado realmente un gobierno de la izquierda, porque el poder, y la estructura jerárquica, emerge de nuevo en un líder o alfa (o Estado), que es acuciado por detractores (betas). Es lo que se deduce al analizar la historia. El único momento que no ha sido así fue antes del neolítico, cuando —supuestamente— las hembras “descabezaron“, “desjerarquizaron”, sus grupos y crearon las opciones para que nadie fuera más que nadie en las pequeñas tribus de cazadores-recolectores. La “lógica” es que en ese estado, el humano, sin los roles de alfa y beta, sin la lucha de contrarios, no “avanzaron” y se mantuvieron así hasta la actualidad. O sea, tal estructura sólo es válida para el humano cazador-recolector, o en la actualidad para pequeñas comunidades de ganaderos y agricultores (hippies, Amish…), pero no para las grandes ciudades y lo urbano. De esto se deduce que el crecimiento de las poblaciones en centros o ciudades es lo que hizo realmente nacer la actual historia humana, y no la agricultura y la ganadería, estas sólo fueron las mechas que hicieron posible prender el “fuego” de lo que iban a ser las grandes ciudades y el humano actual. Todo este párrafo arroja de nuevo un inevitable fatalismo sobre nuestro acontecer y condición, pues todo obedece a estar dentro de ciertas estructuras casi inamovibles, en donde el individuo, y su teórico y venerado voto, cuentan para poco o nada…, o sólo para hacer el papel de los antiguos betas.


El cuerpo central del presente escrito no está muy meditado, creo que no voy a hacer llamadas a entradas de la Wikipedia; es en gran parte crear ideas a partir de un relato personal.

En verano de 2018, hacía alarde de tener en mente cuatro o cinco escritos previos, donde si me percataba que tenía que corregir o puntualizar algo, a partir de nuevas ideas, sabía dónde había tratado tal tema. Esto viene dado por la memoria declarativa a largo plazo. Ahora mismo no recuerdo casi nada de lo que escribí hace unos días. Mucho menos lo que escribí hace una semana, y nada de lo que escribí hace un mes. Con la preparación del escrito de ayer me topé, en el programa del mapa mental, con la teoría del guion y con su autor Silvan Tomkins, fue entonces cuando caí en la cuenta que había dedicado una entrada a tal teoría, y que además había traducido el libro y lo había leído. Eso fue hace poco más de dos meses. Una cosa es que lo hubiera tratado a partir de la Wikipedia, pero otra muy distinta es todo el trabajo (y días) que me debió de llevar. Procesos, además, por los cuales sería lo que me debió de ocupar la mente durante una semana o más…, y de repente, ¡puff, todo se ha desvanecido de mi “cabeza”!

El año pasado me extirparon la vesícula biliar y al volver a casa, y mi vida habitual, encontré que mi cerebro no “funcionaba” igual. No era capaz de mantener en memoria nada, ni a corto ni a largo plazo. Se me hacía imposible elaborar un tema complejo, pues me era imposible manejar a la vez los distintos temas, teorías y conceptos en paralelo que tenían que ver con el escrito. Recurrí a tener que crear una lista en la cabecera de la entrada, a la que recurría para tratar de tener todo en cuenta. Investigando encontré que se puede dar una “disfunción cognitiva posoperatoria“, que consiste en “…una disminución en la función cognitiva (especialmente en la memoria y las funciones ejecutivas ) que puede durar de 1 a 12 meses, o más, después de la cirugía.  En algunos casos, este trastorno puede persistir durante varios años después de una cirugía mayor; (…) sus causas están bajo investigación y ocurren comúnmente en pacientes mayores y aquellos con deterioro cognitivo preexistente”. Mi duda es… ¿hay algún vínculo entre el Alzheimer y haber pasado por una anestesia general? No estoy diciendo que la “provoque”, al modo de aquellas personas que piensan que el autismo es debido a las vacunas, sino que active o propicie un “relé” de algo que en ese momento sólo estaba “latente” y podía no haberse dado sin tal anestesia general. Puede que de fondo todo sea un problema vascular. Si una persona tiene un problema en ciertas arterias del cerebro, de que cierta zona no sea bien irrigada de sangre y por ello oxígeno, puede que tal zona se vea perjudicada durante la anestesia. Además, conozco otro caso de una amiga de mi edad, que ahora parece más “torpe” cognitivamente, que igualmente pasó por una operación de anestesia general.

Cómo el escrito se estaba presentando como demasiado “paranoico” y especulativo, he buscado estudios científicos y así lo parecen indicar las hipótesis que se están manejando. “Los anestésicos generales y otras drogas administradas durante la anestesia interactúan con el sistema central colinérgico, y las enfermedades degenerativas del cerebro se asocian con déficits en el sistema colinérgico. Los estudios preclínicos que exploran el impacto de los anestésicos en βA y tau y los estudios clínicos que examinan los biomarcadores de la enfermedad de Alzheimer (EA) en el período postoperatorio, convergen para indicar que los anestésicos podrían afectar la patogénesis de la EA, ya sea directa o indirectamente”, (conclusión más larga de otro estudio, abajo del todo). Luego me doy por “satisfecho” y no redundo más en el tema (apuntan al papel del sistema colinérgico, yo no descartaría el problema vascular y la posible hipoxia de ciertas partes del cerebro, pero es más complicado averiguar en esa dirección, pero tendré que leer más sobre el tema para terminar de entenderlo). El propósito de hacer ver mi caso no es egocentrista, o ponerme de “víctima”, sólo era un preámbulo al tema que sigue, pero ya sea dicho de paso, esto demuestra lo “perdida” que está la ciencia y sobre todo lo mal que actúa la sanidad gratuita. En el estudio dicen que habría que hacer un examen cognitivo a los pacientes, para calcular tal riesgo, o cuanto menos que el paciente supiese de los riesgos. Yo me “fié” de la ciencia y no me avisaron de nada, pues por lo demás no tenía por qué saber de tales riesgos.

(El proceso de todo lo ocurrido se encuentra en mis escritos, creo que me operaron en marzo del año pasado. Empecé a notar que el cerebro iba “mal” y por eso investigué y di con la “disfunción cognitiva posoperatoria”, que no es lo mismo que supiese de ella y hubiera podido entrar en juego la sugestión. Es más, al principio lo achaqué a que estaba más débil, pero al recuperar las fuerzas mi “torpeza” cognitiva se mantuvo, que fue lo que dio paso a que tratase de averiguar los porqués. El caso de mi amiga lo deduje a posteriori, al contar con todos los datos.)

El enfoque de este escrito es cómo o porqué se ve dañada la memoria, así como el papel que hace el prefrontal y la memoria de trabajo. O sea, tal parece, por lo dicho arriba, que es un todo emergente, donde de dañarse una de las “piezas” o partes, se viene abajo todo el sistema, o cuanto menos deja de ser totalmente funcional. Lo que trato de hacer ver es lo vulnerable y “delicado” que es tal sistema.

Imaginar que estáis escribiendo y de repente no os convence un sustantivo o adjetivo, o que incluso queráis cambiar parte de la frase. Qué hacéis… ¿dar a la tecla retroceso como locos y borrar todo, o tratáis de analizar qué partes pueden volver a usarse y en ese caso ser selectivo sobre qué borrar? ¿Qué haría esa teórica inteligencia artificial a la que quiere llegar el humano? Esta última pregunta depende si tal IA estuviera delante de un ordenador, y un teclado y ratón, que si fuera parte interna del propio ordenador, en donde no tendría que recurrir al teclado y el ratón. Cuando se escribe se trata de trasladar el habla a otro medio (y los músculos implicados), con la salvedad que por medio de la retroalimentación implícita, de poder ver lo leído, uno cambia las frases para que estén mejor construidas, sean menos ambiguas, etc. Esto conlleva una serie de esquemas, pues un escritor experimentado suele mejorar con los años, pues tendrá más esquemas que los que tenía al principio, donde sus primeros escritos seguramente sean más “torpes”. Pero me quiero detener en el acto de borrar lo escrito. Si el cerebro tuviera que analizar posibles partes de la frase o ciertas palabras, o incluso letras, bajo el punto de vista de la frase sustitutoria, sería muy trabajoso, y por otro lado la mano derecha tendría que recurrir al ratón, apartándose del teclado y volviendo a él, lo que podría, a la vez, implicar un mayor tiempo. Tal proceder no es óptimo. Todo escritor ha pasado por este proceso más de una vez, y en algún caso tales acciones le han llevado a un buen resultado, e incluso se ha ahorrado tiempo, pero lo que está claro es que tal caso excepcional no le puede haber creado un patrón, un esquema mental, puesto que cada frase que ha de ser corregida y circunstancia del escrito es única, y tal actuación no es extrapolable para otro caso. El cerebro de fondo, el creador de esquemas, que se basa en la memoria y la cognición implícita, en la cuestión mecánica de escribir delante de un ordenador (levantar la cabeza para releer, teclear, recurrir al ratón…) “deduce” (inferencia bayesiana) que lo más óptimo es la tecla de retroceso y borrar hasta el punto en el que la frase iba bien.

Al crear tal esquema el cerebro por sí sólo ya no recurre a que quizás en algún caso sea mejor sólo coger el ratón, ir hasta tal punto, borrar y escribir algo, y volver al ratón para devolver el ratón a la posición final, o recurrir a un atajo de teclado para ir al final de la línea o del texto. Esto último, además, implicaría recordar (recuperar una memoria) cuáles son tales atajos, y además haber creado un esquema mental concreto de cuándo es más conveniente o preferible un “ir al final” de frase o de línea o de texto. Lo que quiero hacer ver es que el cerebro profundo, por defecto, es el que actúa en el día a día recurriendo a esquemas o patrones “optimizados”, los cuales, además, los ha creado el cerebro profundo de manera automática, aunque en algunos casos, supervisado por el prefrontal o conciencia…, lo que implica que casi todo el peso cognitivo, del vivir en el día a día, recae en el cerebro profundo. Y que además, si se diera el caso que el prefrontal quisiera tomar el control (¿quién o qué decide ese paso del “testigo”?), esto conllevará a un estado más concentrado, como así lo requeriría tratar el discernir qué mantener de cada parte de la frase, palabra, letra o una sentencia o frase a borrar, que implicaría un mayor gasto de energía, con el consiguiente problema de llegar más rápidamente al agotamiento mental.

Entonces, en vista a lo dicho, ¿cómo trabaja el cerebro y qué papel hace el prefrontal? La mente está recurriendo una y otra vez a esquemas mentales. El prefrontal, como conciencia o razón, en el día a día, entra a colación cuando el cerebro se enfrenta a algo nuevo, sobre lo que no tiene ningún esquema (esto se hace automáticamente y el estudio vinculado al escrito anterior dice que toma apenas de ocho a diez segundos), o cuando el control de “errores” halla uno de ellos, que puede ser visual, cognitivo (no lógico) o incluso moral, o en caso que a lo que nos enfrentamos tenga un alto grado de dificultad o implique peligro. Ese es el caso de ir por una pasarela de unos setenta centímetros de ancho, sobre un abismo. En realidad se puede ir rápido, pues en nuestro andar normal de todos los días solemos ir perfectamente en línea recta, pero en el ejemplo de la pasarela y el abismo, donde se pone en riesgo la vida, el cerebro recurre al prefrontal para medir y analizar mejor cada paso.

Si se piensa bien, el cuándo y cómo llamar a las funciones del prefrontal son igualmente esquemas (patrones aprendidos). Así, no es lo mismo la llamada al prefrontal y la concentración si lo que tengo entre las manos es un kilo de patatas, con respecto si tengo un  portátil, o si me dan a coger un bebé. Lo que quiero hacer ver es que es el cerebro profundo el que, al recurrir a uno de los esquemas existentes, pasa el “testigo” de la atención al prefrontal y este, como sistema ejecutivo y entrando en modo de “supervisor de la atención” (SAS), es el que tiene la capacidad para cambiar la atención sobre algo fijo, dividirla a varias tareas o cosas, o mantenerla concentrada en una sola tarea.

(Por cierto, el gráfico sobre el “sistema supervisor de la atención”, del escrito anterior, no está traducido, porque no estoy seguro que el concepto “contention scheduling” quiera decir simplemente “programación de la contención”. He bajado el documento original de Norman y Shallice y estoy pendiente de traducirlo, para “analizar” todos los contextos donde utilizan tal propiedad de su sistema, y así deducir qué quiere decir.)

Siguiente tema.

En el escrito “teoría tri-trasversal de la mente” decía que los distintos sentidos y partes del cerebro “compiten” para “formar parte” del “reducido” espacio global de trabajo (atención, foco de la acción mental, en este caso tendría sentido el concepto de contención del sistema supervisor de la atención, pues contiene, frena, lo menos relevante a ocupar tal espacio). De cualquier forma el que no haya un claro “vencedor” o la relevancia sea muy igual, implica una interferencia en el hilo conductor de la acción. Eso puede ser lo ocurrido si la mesa que tenemos delante se tambalease, se cayesen varias cosas y el cerebro tuviese que “decidir” si tratar de coger la taza de café o el móvil. No hay una respuesta clara, al móvil puede no pasarle nada al caer de poca altura, y si uno apuesta a coger la taza el líquido inevitablemente se derramará, con lo cual puede que al final ese líquido vaya a parar al móvil ya en el suelo. Seguro que si es un móvil muy caro y nuevo el cerebro trata de impedir que se caiga. Si es viejo y uno cuenta con mucho dinero, puede que lo deje caer, pues de romperse sería una buena excusa para comprar uno nuevo. Cómo sea, que me enredo. El caso es que el cerebro profundo en muchos casos opera bien por sí mismo, y la toma de conciencia es la que interfiere en esa labor finamente elaborada, a lo largo de los años, de crear patrones de comportamiento o esquemas. Ese es el caso de la centración, que ocurre cuando el cerebro, el sistema supervisor de la atención, se ocupa de algo irrelevante, dejando de prestar atención a lo que realmente la requiere. Poniendo un ejemplo claro y tonto: el que los perros miren la mano señalando, en vez de mirar a lo que esta señala. Volviendo al tema de escribir y corregir, —este es mi caso— si el cerebro trata de analizar qué es salvable y qué no, en vez de recurrir directamente al patrón de dar a la tecla de retroceso, la toma de conciencia de tal frase, hace que pierda el hilo y por ello que se me olvide la frase que venía a continuación. Esto es a grandes rasgos lo que ocurre a los diagnosticados con desorden hiperactivo y déficit de atención, su tipo de cerebro parte del hecho que a nivel profundo no les “funciona” (en realidad les funciona de otra forma que la normalizada —en muchos casos, yo, quiero llegar a 4 sin haber pasado por 1,2,3…, a las conclusiones sin las premisas) el mecanismo de la “inhibición latente“, con lo que cualquier cosa les distraerá, haciendo que pierdan el foco de la atención, o se les detenga en algo irrelevante. Otro caso similar es lo que ocurre con el autismo. “Los individuos autistas tienen una corteza agrandada caracterizada por un crecimiento neuronal irregular, un volumen reducido del cuerpo calloso (que deteriora la comunicación entre hemisferios), una estructura y función anormales del lóbulo frontal, cerebelo, lóbulo temporal medial, sistemas límbicos relacionados (amígdala e hipocampo), y niveles elevados de serotonina”, (fuente Wikipedia). El prefrontal es la zona básica que entra en juego para que se pueda dar, y entre por medio el sistema supervisor de la atención, luego el que sea anómalo implica los comportamientos del autismo, entre los que están el centrarse en lo irrelevante, según los estándares de la sociedad.

Lo antedicho es paralelo al concepto de hiperfoco. Si el cómo se manifiesta para la vida social el autismo es “malo”, y se basa en centrarse en lo aparentemente irrelevante, eso conlleva a la vez a que tales personas tengan una alta capacidad para centrar todas sus funciones cognitivas en otros procesos mentales. Entre esos casos está el que algunos autistas retengan y memoricen todo lo que ven, como es el caso de Kim Peek, popularizado en la película “rain man“. Otro caso autista es el artista Stephen Wiltshire, capaz de reproducir sobre un lienzo, con sólo ver una vez una ciudad, todos los edificios al detalle.

Por otro lado, el sistema ejecutivo, donde el sistema supervisor de la atención es una propuesta de cómo funciona o es, es el que tiene que entrar en juego en casi todas las decisiones. Esto es: si el cerebro profundo no tiene la capacidad de discernir que es más relevante, frente a dos decisiones muy igualadas, pero de consecuencias importantes, pasa el “testigo” al prefrontal, que es el que tiene que evaluar los pros y los contras, tratando de usar unos “métodos” más lógicos, racionales y profundos (reflexionar). El caso es que tal capacidad puede llegar a fatigarse (las cajeras de los grandes supermercados son un ejemplo), y por ello que cada vez su forma de proceder, y por ello sus decisiones, sean cada vez más erráticas y falibles, pues el prefrontal necesita de un mayor riego de sangre, oxígeno y nutrientes… en definitiva de energía.

Conclusiones.

Lo que se “desmonta” y empieza a dañar, en la demencia senil y el Alzheimer, es al principio la memoria declarativa (del lenguaje, del funcionamiento de las cosas, de los conceptos…) construida con y para el apoyo de la memoria episódica, creando la memoria autobiográfica, donde esta es el cómo cada persona cuenta, construye y elabora su propia vida e identidad. No deja de ser extraño que lo que nos ha hecho humanos sea a la vez nuestro talón de Aquiles, nuestro punto más débil, quizás por la simple lógica que es lo último que ha aparecido a nivel adaptativo, y la evolución aún no ha terminado de perfilar una estructura física lo suficientemente estable, consolidada y fuerte como para que no sea así. Decía Weston La Barre, parafraseado por Philip Slater, que “la realidad no puede, por sí sola, volver neurótico a un animal, sino que es necesaria la aplicación mecánica de algún retorcido sistema simbólico”, sentenciando a la vez —Slater— al decir que “solamente el humano puede volver neurótico o loco a otro animal o a otro ser humano”, a lo que continúa con el argumento de que “la psicopatología  es un derivado inherente  de la habilidad de generar símbolos” (sólo por medio de lo altamente simbólico se llega a algo como el canibalismo por amor). Su lógica es que por medio del lenguaje nos “escapamos” (eco del mito del Edén) de la retroalimentación inherente a los ecosistemas, de los límites naturales y de la naturaleza…, con lo que creamos, esto ya es mío, un sistema cerebral enfocado a la palabra, a lo simbólico, desoyendo que de ir en esa dirección, crearíamos un sistema cerebral demasiado complejo, delicado y frágil…, demasiado proclive al error, a la locura, a la infelicidad…, ¡y por qué no!, a la imbecilidad a nivel de especie. De Philip Slater es igualmente la frase de que “la máquina no proviene de la nada: refleja la inteligencia mecánica del hombre”. El sistema ejecutivo está más cerca de la máquina que del animal, por ello, porque el humano parece estar poniendo todas sus cartas en juego a esta capacidad —me voy a poner transcendental y poético—, quizás “necesita”, y se ha empeñado, en llegar a la inteligencia artificial, para no sentirse tan claustrofóbicamente solo, como “especie” fuera de lo natural.

Cuestiones personales. Investigo en esta dirección para comprender mi estado actual. El invierno pasado, donde tampoco ayuda una alimentación deficiente, y vivir a pocos grados y que el cuerpo dedique toda su energía en generar calor, me “deterioré” demasiado al dejar de escribir, luego he de mantener esta actividad. Ciertos capítulos los orienté a la energía metabólica y que esta fuera la causa de una peor cognición, pero al final lo que nos dice la ciencia es que la evolución no tenía programado que viviésemos tantos años, pues el cerebro ya empieza a ir a menos a partir de los 25 años. ¿Programación evolutiva de tal proceder? Parecer radiantes y vibrantes mentalmente para encontrar pareja, en la dirección de procrear; tener un cerebro preparado para enseñar a los hijos y llevarlos a la edad adulta, y después los padres ya son “prescindibles”. El llegar ancianos y que estos puedan ser “útiles” por sus enseñanzas (inteligencia cristalizada) y poder cuidar a los nietos, ya es una cuestión de la evolución social. Hoy en las sociedades modernas tal papel se está cuestionando, luego se “activa” lo “programado” en el sistema previo, lo programado por la evolución.


Segunda conclusión sobre anestesia en persona mayores y Alzheimer:

El conocimiento de la fisiopatología de los trastornos neurodegenerativos se ha acelerado drásticamente con los avances en genética y biología molecular.  Los experimentos in vitro sugieren que algunos anestésicos actúan en el procesamiento del péptido de amiloide directamente (es decir: producción y oligomerización) y/o indirectamente (es decir: mediante la interacción con el sistema central colinérgico y, por lo tanto, en el metabolismo de la proteína precursora del amiloide), lo que proporciona un vínculo plausible entre los efectos de los anestésicos y las secuelas cognitivas postoperatorias. Si se produjeran procesos similares in vivo, los anestésicos (especialmente los agentes volátiles) podrían provocar aumentos persistentes de las concentraciones de péptidos asociados al Alzheimer. Dado que muchos pacientes de edad avanzada se someten a anestesia con agentes volátiles, esto plantea la posibilidad de una asociación mecánica entre la anestesia, la POCD y los trastornos neurodegenerativos. El quid de nuestra hipótesis es que: la enfermedad de Alzheimer y la POCD parecen compartir un mecanismo similar, que implica una función aberrante del sistema colinérgico en el cerebro; la producción de péptidos amiloides y la oligomerización son importantes tanto en la enfermedad de Alzheimer como en la POCD y podrían explicar la propensión de los ancianos a padecer ambos trastornos.  agentes volátiles) causan la oligomerización del péptido amiloide B. Esta propensión puede indicar un vínculo entre los anestésicos, la POCD y la enfermedad de Alzheimer. Los altos niveles del péptido amiloide B cerebral pueden ser un marcador de riesgo de POCD en pacientes ancianos, lo que hace posible el desarrollo de intervenciones preventivas o terapéuticas.  Como nuestra hipótesis se basa en pruebas obtenidas principalmente de estudios animales e in vitro, serían valiosos los estudios clínicos que traten de investigar la supuesta asociación entre el tipo de anestésico utilizado, la POCD y la enfermedad de Alzheimer. (Origen)


(Los textos de Philip Slater son de su libro “paseo por la tierra”, que estoy releyendo ahora (en papel) y leí por primera vez hace más de treinta años. No lo he encontrado en digital, si tengo ganas —y muy aburrido— lo escaneo y lo compartiré.
Recomiendo ver el documental “Trump 2024: the world after Trump (2020), como muestra de la imbecilidad humana, de la que nadie está vacunado, yo tampoco, claro. Si uno ve el documental como si fuera de humor, se ríe uno mucho.)

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