Ser-ahí o Estar-ahí, he ahí la Cuestión



Creo que el trasfondo del miedo, es el trasfondo de la injusticia económica.❞ The Antidote
Somos diferentes de lo que éramos hace tres minutos, y dentro de tres minutos volveremos a ser distintos…❞ Yaacov Agam
El instinto supera a la razón y hay muchos estudios que lo confirman.
The undoing
 ❝Ninguno de nosotros ocupa moradas seguras…, verdaderos hogares. Somos todos la misma “gente de todas las pensiones, de todas partes”, que trata desesperada y furiosamente de establecer contactos satisfactorios con los vecinos.❞ Harold Clurman
Describir la desastrosa tensión y desorientación que provocamos en los individuos al obligarlos a un cambio excesivo en un lapso de tiempo demasiado breve.❞ Toffler
No escuches a quien tiene las respuestas, escucha a quien tiene las preguntas.❞ Einstein


Esta es una entrada más en la serie devaneos, el XXI, pero no he querido alargar el título. Por otro lado tengo más temas que escribir, pero he optado por dejarlos pendientes, dado que el último punto me creó la sensación de punto y final, y que de decir más ya tenía que ser en otro escrito. Tampoco hay que ignorar que ya es de por sí bastante largo, completo y con su propia narrativa, y que quizás se “pervertiría” al añadir más temas.

I
E
n cada momento del año se activan y desactivan relés en el cuerpo y el cerebro, a pesar de ese agente que creemos ser. Sin que este los conozca, sin que este pueda evitarlos. En otoño, y cuanto más va entrando el frío, se activa un relé de “quédate tranquilito en casa”, de sentirse bien cobijado en el “refugio”, contra las inclemencias, que es el hogar. Con el sub-relé de “evita salir a la calle; a la intemperie”. Da igual el cambio climático, da igual que haya días que no sean fríos o que el tiempo no amenace lluvias. Un segundo sub-relé crea una mayor resistencia a usar el prefrontal, la atención sostenida. Evita hacer cosas que requieran mucha energía mental, como la concentración, la multitarea de más de dos cosas, el tratar temas profundos y que requieran pensarlos o racionalizarlos… ¿Qué son tales mecanismos y qué activan realmente?, yo por más que he buscado no he encontrado nada. La base es que mantener el calor interno es uno de los procesos que más gasta energía, pero hoy en día mucha gente vive en casas en las que pueden controlar el calor, y esto no parece desactivar tales mecanismos. Parece algo programado en el ADN. De ser así tiene un reloj interno que “sabe” en qué época del año se está.

~ En los dos casos, desde febrero y hasta verano, son los meses de menos nacimientos. ~

Tampoco hay que ignorar que la cognición es un punto de atracción a tener en cuenta para encontrar pareja. En primavera y verano se está cognitivamente más atractivo (ingenio, mejor memoria, rapidez de respuesta, espontaneidad…) para poder gustar a otras personas. He buscado para ver cuándo nacen más bebés, y sí hay alguna relación con lo antedicho, pero no parece haber ninguna de forma clara. En Inglaterra el mes de más nacimientos es julio, lo que quiere decir que fueron concebidos en octubre (frío), En España nacen sobre todo en septiembre, lo que apunta a que fueron concebidos en diciembre… ¡peor! Se puede tener en cuenta que un posible patrón subyacente en el ADN es que los niños nazcan en verano, donde al haber demasiado calor en España, pueda ser preferible en septiembre. De cualquier forma la teoría del atractivo cognitivo no se tiene porqué descartar, pues casi todo los animales tienen como época de cortejo sobre todo la primavera y el verano. Son sólo ideas, hay demasiados parámetros a tener en cuenta como para deducir que exista algún patrón detrás. Como ejemplo, es de suponer que dado que el humano vivía en comunidades pequeñas, donde el cuidado de los niños era una labor en la que intervenían todos, sobre todo las mujeres…, era preferible que no todos los bebés nacieran al mismo tiempo, pues daba una mejor opción para ir ayudando, escalonadamente, a las madres. Con todo, el primer párrafo parece ser un patrón bastante universal. Sirva de ejemplo una gráfica personal de cuándo escribo más o menos durante todo el año, dividido por quincenas, donde se “justifica” el por qué he estado algo más activo estos meses atrás con respecto a la media de invierno. Es curioso que el peor mes sea finales de diciembre y principios de enero, que coincide con la fecha de mayor fecundación en España. ¿La baja capacidad moral y del ánimo, lleva a tener más sexo como una forma de compensar y tratar de evitar caer en la depresión? Lo dicho, son sólo ideas por simples deducciones, que son susceptibles de estar ignorando demasiadas variables.

Siguiendo lo dicho en escritos atrás, me doy cuenta que por mucho que yo quiera permanecer como ser-ahí, que quiera que el prefrontal esté presente en el “aquí y ahora”, no ocurre. Con la edad y con las estaciones frías el prefrontal está menos activo, se ausenta, y siguiendo la metáfora del Barón Münchhausen, este no podía sacarse a sí mismo de un pozo tirándose del cabello, por mucha fuerza que pudiera tener. La atención no se puede llamar a sí misma para ser-ahí…, está o no está. Quien dice la atención, dice la voluntad; esta no puede ayudarse a sí misma para ser más voluntariosa, todo este tipo de lenguaje cae en lo absurdo y en la recursión al infinito.

Todos sabemos que cada edad tiene una apreciación distinta del tiempo. Muy lenta para los niños y muy rápida para las personas muy mayores. Resulta que si duermo mucho, mi apreciación del tiempo es más rápida, la arousal desciende (estado de ánimo muy tranquilo), y si duermo poco es más alta (algo más ansioso) y la apreciación del tiempo es algo más largo. En este segundo estado tengo una mayor capacidad de ser-ahí, y es mucho menor en el primero. Todo esto es muy lógico, pero son mecanismos, relés, sobre los que uno no tiene el control, excepto el “obligarte” a dormir poco y tener la arousal algo más alta. Esto, además, es una posible explicación para los que “padezcan” de bipolaridad, como para que en los estados ansiosos(maniacos) duerman menos. Es un estado retroalimentado: ((más ansiedad=dormir menos)+(dormir menos=más ansioso))=estado maniaco.

(Offtopic: como mi estómago ya no es “normal, por carecer de vesícula, ahora cuando duermo mucho por unos días,  me estriño, y al contrario, cuando por unos días duermo muy poco, tendiendo a un  estado más ansioso, suelo tender a estar “suelto”, a que el estómago deseche la comida en cuanto sean copiosas, y le hagan trabajar demasiado, en donde está compitiendo por la energía contra un cerebro más activo. En esos estados, la cena es la única que el estómago “tolera”, porque tiene la noche y el sueño para digerirla. De hecho, se piensa que los cálculos biliares, por lo que me fue extirpado, son debidas a la pesada digestión nocturna, por eso, entre otras cosas, aquello de las cenas livianas.)

Volviendo al tema de la senectud, ¿Cómo el cerebro pierde tanto su relación con la temporalidad? Siempre pensé que tenía que ver con los latidos del corazón, que el ritmo de este sea más lento con la edad, pero por lo que he averiguado el ritmo del corazón es más rápido en la niñez, pero al llegar a la adolescencia se estabiliza en un promedio de 64/68 pulsaciones por minuto (en estado de reposo y tranquilo) y se mantiene así durante toda la vida, perdiendo, si acaso, unos pocos latidos por minuto. Luego se descarta el corazón de la ecuación. Sea como sea, ¿interviene esa sensación de la temporalidad para que la memoria no se asiente como debería? Vuelvo al tema de si en todo ello no hay un componente de software, más que de hardware, aunque al final el que tal reloj interno de la apreciación del tiempo varié tenga que ser algo de hardware. Me pregunto si el ser-ahí, la entrada en juego del prefrontal, es el que hace que la percepción del tiempo sea más lenta. Tiene su lógica, pues cuando estamos más ansiosos o en momentos de peligro físico, es cuando más activo está el prefrontal. Sin la sensación de ser-ahí, además, en el día a día rutinario, sin novedades que clamen la presencia del prefrontal, todo se vuelve como una extraña y constante sensación de Déjà vu, de que ese momento ya lo has vivido. Con esto vuelvo al tema de la teoría de la información, lo repetitivo, no es información, no crea memoria. Sumando factores, y siendo casi cuestión de software, de modos de comportamiento, no es de extrañar que el hacerse mayor implique vivir como en una constante y neblinosa pesadilla, donde de vez en cuando tomas conciencia y te dices… “¡ah!, ya es viernes, si parece que fue ayer que fuera lunes”. A esta “conclusión” llegué hace varios años, usando de analogía el senderismo y los hitos, pues estos sirven de referencia para saber dónde nos encontramos, pero la falta de hitos no crean huellas nemotécnicas, cambios o nuevas conexiones entre las neuronas. Tampoco ayuda, a los ancianos “encerrados” en residencias, que la visita de los familiares sea siempre el mismo día, y a la misma hora y con el mismo tiempo de duración. Vuelve a ser rutina.

Esto lleva al porqué el humano trata de forma “desesperada” de huir de la monotonía, y los trabajos rutinarios y repetitivos…, en las primeras industrias de trabajos funestos y repetitivos, los humanos se salían a media jornada, con lo que los capataces decidieron cerrarles las puertas. Igualmente algunos se “salen” de la pareja o de la familia en cuanto sienten esa letanía de sucesión de días todos iguales y que no requieren el ser-ahí, y permanecer o sentirse vivo. En el fondo divide a los humanos entre los neofóbicos, miedo o ansiedad a los cambios, y los neofílicos, los que buscan y necesitan la novedad. Los primeros asentados bajo los efectos de la serotonina, los segundos dominados o por la adrenalina o la dopamina. A veces porque en realidad tienen los mecanismos de tales vías “dañadas”, suele ser un problema de los receptores de tales neurotransmisores, y se suele nacer con dicha “tara”, (lo que me lleva a pensar que al salirnos del sistema “natural” de selección natural, casi todos portamos mutaciones, y por ellos somos —y vivimos— en una sociedad y especie de mutantes).

Una última consideración personal sobre el trasfondo de todo lo dicho, que puede ser general a todo “neurótico” o pensador. Pienso, deduzco, intuyo, que el que no esté “operativo” como ser-ahí, como consciente de los actos, es porque están en competencia el cerebro profundo y el prefrontal, por unos recursos energéticos, que con la edad cada vez son menos. Lo que noto, en los momentos en los que me percato que no soy ser-ahí, es que el cerebro profundo a la vez esta “enredándose” en sus propias cavilaciones. Tratando de buscar resoluciones a las preguntas y cuestiones abiertas (pendientes de ser cerradas, “resueltas”), que en realidad tienen que ver poco con la “cotidianidad” de mi vida social, sino que tienen que ver más con las abstracciones “filosóficas” que me llevan a pensar en ciertos temas, que son los que se plasman en estos escritos.

II
El documental “Crazy, not insane“, 2020 (descargar, tiene subtítulos en español), trata sobre la vida profesional de Dorothy Otnow Lewis, y relacionada con su vida como evaluadora y testigo, en sus juicios, de asesinos en serie o con posibles trastornos, en la dirección de poderlos salvar de la pena de muerte, de la cual está en contra. Esta es su opinión:

Lo que hace el daño cerebral es que aumenta la labilidad (inestabilidad) emocional, la impulsividad, la falta de juicio. Pero la mayoría de las personas con daño cerebral no son violentas. Y las psicosis, incluso la paranoia … incluso la esquizofrenia paranoide, no suelen crear violencia. La mayoría de las personas con este trastorno no son violentas. Y probablemente el abuso por sí solo no crea un individuo grotescamente violento. Sin embargo, cuando se juntan estos aspectos, la disfunción cerebral, la tendencia a la paranoia y al sufrir horribles abusos y violencia, obtienes una receta para la violencia.”

Pero una segunda lectura del documental es el separar el concepto del “bien y el mal” con respecto a la locura. El título “loco, pero no insano”, hace referencia al concepto insane en inglés, que no es usado de la misma forma en el castellano. Pues por insane se puede entender a  lo irracional, lo gravemente enfermo mental, lo profundamente molesto, o incluso a lo perverso, ligado a la maldad. En cierto momento del documental Dorothy Lewis dice: “la maldad es un concepto religioso, no científico”. Su argumento es que las leyes no se han actualizado con respecto a los conocimientos científicos, y su “reduccionismo” está sesgado bajo los conceptos morales propios de las religiones. Esto lleva al eterno problema de si la naturaleza del hombre es “mala” o “buena”. Al poner por medio a Dios y la religión, Dios nos hizo buenos, y el mal es algo propio del diablo, del Ángel caído. Los estados que aún mantienen la pena de muerte, en Estados Unidos, suelen ser los más religiosos, como así es Texas, pues en sus mentalidades, tales tipos de personas y crímenes no son propias del humano, sino del “mal”, donde tales personas están siendo conducidas o manejadas por el demonio, o por el lado negativo de sus religiones, pero nunca por Dios…, luego se han “desviado” del camino, y demás jerga ligada a esta forma de pensar.

Estados Unidos es paradigmático. El día en el que va a cumplirse la sentencia de muerte, donde se recurre al perdón y puede ser pospuesta, personas religiosas en contra de los criminales se reúnen en las puertas de las cárceles, pidiendo que sea llevada a cabo la sentencia, mientras otros grupos pro-vida o contra la pena de muerte piden el perdón. No deja de parecerse, salvando las distancias, a los circos romanos, o a las ejecuciones públicas de siglos atrás.

Los Estados Unidos son un mal ejemplo para el resto de creyentes del mundo occidental, donde ya muy pocos comparten el “fanatismo” y la “ceguera” que parecen padecer los estados más religiosos de dicho país. La religiosidad, así, es cada vez más laica, se acerca más a las posturas científicas que a la división taxativa del bien y del mal, propia de las religiones, o de una naturaleza buena del hombre dada por Dios, que se pervierte por medio del mal o el demonio. ¿La nueva religión es la ciencia?, no es un concepto extraño. En realidad la ciencia nunca, o si acaso en su idealización, escapa de tener creencias. Ayer, en tiempos evolutivos, creíamos que la tierra era el centro del universo, y hoy ya no. Cada día tenemos que “adaptar” nuestras “creencias” a un nuevo descubrimiento que desdice lo del día anterior, a “sabiendas” que puede que dentro de un año lo tengamos que abandonar por una nueva teoría en boga. Como dijo Louis Agassiz: “Primero la gente dice que entra en conflicto con la Biblia. Después, que ya fue descubierto hace tiempo. Por último, que siempre había creído en ello”.

Esto me lleva a que lo paradigmático o sistema de creencias de un momento dado de la historia, “manipula” a todo humano para que converja en dicha mentalidad. Recuerdo que de niño crecí con las películas de “indios y vaqueros”, donde los primeros representaban el mal. A mediados de los ochenta empezaron a hacer películas donde los “malos” eran los conquistadores, los “vaqueros”, el ejército estadounidense, el “blanco”. “Ayer” el animal era solo eso… un animal, y hoy cada vez está más en boga su defensa y el veganismo. “Ayer” en Estados Unidos vilipendiaban a todos los que fueron a la guerra de Vietnam, y ahora están haciendo películas para que nos pongamos en la piel de los soldados de a pie, que habiéndose sacrificado por su país, y habiendo sido verdaderos héroes, fueran tan denostados y despreciados tan “injustamente”, cuando por lo demás vinieron con graves daños psicológicos.

¿Qué es uno mismo si los valores del bien y el mal son tan volubles?, si ayer se pensaba contra esto o aquello, y hoy lo apoya incondicionalmente. ¿Se puede hablar, entonces, de que haya realmente un agente bien definido y prístino, detrás de toda acción y decisión, teniendo en cuenta lo dicho?

III
Por lo antedicho, qué es el humano…, ¿su neuroplasticidad o “lo que le dicen sus tripas”, sus instintos e intuiciones? Qué es más “digno”, tener unas claras convicciones o adaptarse. De fondo resuena la lucha entre las izquierdas y las derechas, entre las religiones y/o los sistemas de creencias o la ciencia. ¿Qué ha de ser el pensamiento crítico si existe esta dualidad dentro de un mismo ser humano? Por adaptarnos, por neuroplasticidad, hemos asumido la pornografía como “normal”… ¿es lo correcto? ¿Hay realmente alguna regla de oro en lo moral? En la distinción del bien y el mal. En anteponer o no los medios a los fines. ¿Todo se basa en saber a través de la razón?, o vale más la intuición, “eso” que parece hablarnos desde lo profundo. ¿O no existe tal “núcleo” que implique un conocimiento tácito entre el bien y el mal? A mí, por mucho que me digan…, sé tácitamente, que los líderes que hacen “gestos” de aprecio por cualquier persona con las que se cruza, con las que se da la mano o incluso las abraza, “sé” que no es real, que es postureo, gesto. Lo tácito en lo humano es “amar” a tus personas allegadas y con las que tienes una relación diaria basada en los afectos positivos. Amar a la humanidad, como concepto abstracto, es por medio de la razón, de los valores “añadidos” en los últimos siglos, llamándonos a usar la neuroplasticidad…, esa que hoy es de una manera y mañana de otra, como he hecho ver arriba. A quien crea que todo es neuroplasticidad le “invito” a pensar en su hija siendo una actriz porno, del porno más ruin y vejatorio. ¿Duele?, llama a ese núcleo, que sí existe… y puede que no sea “perfecto”, pero que nos habla de una parte de nuestra naturaleza humana. ¿No es acaso el momento actual uno en donde tal “núcleo” está más acorralado que nunca? Aquellos obreros que se iban de las fábricas tenían “razón”, todo trabajo rutinario, muy físico y con horario, va contra ese núcleo humano que es creativo. Hoy ya nos hemos distanciado de aquella sensación primera de tales obreros, nacemos en una sociedad que desde niños nos hacen “trabajar” en labores onerosas, desagradables y que van contra nuestro espíritu. Puede que de fondo todos pensemos lo mismo, pero educamos a los hijos bajo la lapidaria frase de “la vida es así”. Entonces… ¿se saca de todo esto alguna regla? Si como he dicho arriba los tejanos se equivocan al concebir la pena de muerte y su reduccionismo de lo que es el bien y el mal,  entonces… ¿cómo puede tener algún valor lo nuclear humano, si es en el que supuestamente se basan ellos? ¿O no es así?, ¿el Ángel caído es todo humano, que vive “confuso” y sólo Dios tiene unas reglas fijas y válidas? ¿Cuáles, si cada uno tiene su propia lectura de tales reglas? Si por un lado está la tendencia a la entidad y por otro, como se ha dicho escritos atrás, la comunión, ¿cómo estarlo con los tejanos?, cuál ha de ser esa comunidad a la que unirse…, ¿los veganos, los de la vida simple y lenta, la nueva globalización, los ecologistas…? Si uno no se siente al cien por cien identificado con ninguna, entonces no es posible la comunión, la llegada a una comunidad o aldea global…, luego sólo queda el camino de la entidad, de la individualidad… de la desconexión a todo posible grupo. Ante tal debacle, de los sistemas de valores, se deduce una sola regla, la que todo pobre y cínico sabe o intuye… que la vida es una “mierda”, en donde por vida no hay que pensar en esa que nos hace ser y estar ahí, sino la vida social que poco a poco el humano ha construido por siglos, sin habernos llevado a ningún paraíso, sino a su contrario, a un verdadero infierno en la tierra.



A modo de anécdota con respecto a mantenerse “más vivo” alejándose del orden, y por ello siendo desordenado (propuesto escritos atrás), fijarse en el despacho del vitalista anciano Rainer Weiss, premio Nobel de física apenas hace tres años.


(Offtopic. Fijarse, también, en el “acierto” del título, no es cuestión de ser o no ser, que remite a la muerte, sino a la división entre ser o estar, donde en el primer caso uno se siente vivo y en el segundo uno se convierte en algo cercano a lo que es un zombi.)

Comentarios

Entradas populares de este blog

Códice y Trucos Para Comprender los Sesgos Cognitivos

Índice y Preámbulo

Adendum - Micro-Historia de las Diferencias de Género - Un Viaje a Abilene