El Retorno del Fantasma en la Máquina



Lo que sigue es un añadido del escrito anterior, pero como se lo pueden perder los que ya hayan llegado hasta él, y dada su importancia, he optado por crear una nueva entrada.

(El título evoca a la saga de “la guerra de las galaxias”, y al escrito que inició el desarrollo de todas las entradas posteriores hasta la actual.)


Tampoco estoy de acuerdo sobre ese hipotético subproceso previo de la contienda de esquemas. Si tal contienda fuera tan compleja no podría ser tan rápida. Estaríamos constantemente paralizándonos y avanzando a “trompicones”. En el habla se muestra que ese proceso no es así. Nadie es consciente del porqué alguna parte del cerebro ha “elegido” un adjetivo frente a otro, todo el proceso del habla es demasiado rápido como para que parta de un sistema mínimamente complejo. Las frases hechas, las muletillas, frases de moda y demás “atajos” las usa el cerebro profundo en la dirección de acelerar el proceso de comunicar, las disfluencias del habla (interrupciones en el habla con onomatopeyas como ¡eh!, ¡mmm!), no son tantas. El habla en el fondo implica a la memoria motora (cuerdas vocales, lengua, músculos de los labios), desde la posición motora de ciertas consonantes es “incómodo” llegar a otras, y en parte los idiomas se fueron construyendo a partir de tal problema motor. El caso es saber cuál es el “motor” principal (qué rueca mueve a una secundaria), si la memoria implícita, como memoria muscular, y recurre al “diccionario” de la memoria semántica; o a la inversa, la siguiente palabra y memoria semántica mueve y activa la memoria motora (seguro que ya hay estudios de esto). Como sea. Ese mecanismo a dos (o tres si se parte del conocimiento declarativo, o cuatro, si se “mueven” emociones) no tiene que ser excesivamente complejo, pues de ser así sería más lento y torpe. En definitiva. El habla no es tan susceptible de ser reducido a esquemas, porque cada frase puede ser única dentro de nuestro repertorio de frases. Los esquemas tal como los utiliza Donald Norman y Tim Shallice, son lo que entendemos por hábitos, procesos repetitivos que llevamos a cabo todos los días, pero no puede ser la base del cerebro, porque además una de las claves humanas es su constante espontaneidad, y deseo de la novedad, que de fondo significa una rotura con la evitación de lo “esquemático”. Puede que esté extralimitando el juego que tiene la espontaneidad, pues como dice el refrán “el hombre es un animal de costumbres”, y también se puede afirmar que la edad de más espontaneidad es la infancia, y debe de perderse gradualmente con la edad, donde la ancianidad es el lado opuesto, pues estos se atienen casi exclusivamente a rutinas, pero lo hago en la dirección de hacer ver que la propuesta de Donald Norman y Tim Shallice es bastante mecanicista y hay que hallar una propuesta que lo sea menos. La espontaneidad no surge del prefrontal, sino de las profundidades, luego tampoco podemos llegar a la conclusión de que el cerebro profundo sea más mecánico y el prefrontal sea más “libre” o no reducible a lo mecánico. En definitiva, que el “misterio” de ese aparente “fantasma en la máquina” sigue sin resolverse.

De seguir secuencialmente varios de los párrafos de arriba, la niñez tiene el “secreto” de eso que nos hace humanos: se rigen menos por esquemas (los están creando) y tienen un mayor grado de espontaneidad. El concepto que más se ajusta a esa edad es el de entusiasmo, esa cualidad que la antigua Grecia la achacaba a estar bendecidos o “poseídos por la esencia de un dios”. ¿Hay un agente detrás, o sólo ocurre que de repente dos esquemas, o más, se unen creando algo nuevo e insospechado? Una de mis hipótesis es que el cerebro, en momentos en los que la atención no es sostenida, en los que la energía está “desocupada”, tiende a trabajar en sus propios procesos, creando o tanteando nuevas conexiones con otras neuronas, en la dirección de consolidarse, pero con el resultado de crear esas “ideas” nuevas…, que no por nuevas tienen por qué ser geniales o acertadas. En ese caso tampoco existe un centro, agente o fantasma al mando, sino que todo el cerebro está lleno de esos “agentes” en la medida que en cada zona se están creando nuevas conexiones (alianzas) y por ello ideas. La sociedad misma sigue ese mismo patrón, las personas se juntan y hablan, del encuentro de ciertas ideas extrañas de dos personas, o más, nace algo nuevo y creativo. La sociedad humana actual, en general, se ha vuelto más creativa por el uso de Internet y las “conexiones” improbables de personas, de muchas culturas y cosmovisiones del mundo totalmente dispares.

Hace unos días vi un documental sobre Claude Shannon, el creador de la teoría de la información, la base de que ahora tengamos ordenadores, conexiones a Internet y Wifi, o los móviles. Al parecer fue contratado por el MIT (Massachusetts Institute of Technology) para seguir trabajando y desarrollando tal teoría, pero… ¿qué hizo Claude Shannon?, cada vez iba menos y se dedicó a inventar y desarrollar distintos tipos de monociclos en su casa de campo. Tal comportamiento no encajaría con una mentalidad como la de Édison, y sólo encaja en la de un espíritu jovial, entusiasta y creativo, propia de un niño (que igualmente era palpable en Einstein). En el documental, en sus entrevistas, lo que sobresale de él es su eterna sonrisa inocente, sencilla y sincera, propia de los niños y su entusiasmo. Su casa estaba llena de sus inventos, entre los que se encontraba una calculadora de números romanos, aparentemente inútil, pero claramente “divertida”. La paradoja y lo trágico es que padeció de Alzheimer y pasó sus últimos años en soledad en una residencia de ancianos, luego el entusiasmo no nos libra del Alzheimer.

Lo que nos hace humanos, a la vez, es lo que nos “pierde”, pues parte de la base de la infidelidad es la búsqueda de novedad y del salir de la rutina. Otro tanto ocurre con las adicciones o el deseo de correr riesgos. Terminar diciendo, sobre este tema, que entusiasmo es otra forma de decir motivado, y de nuevo ahí entra en juego la dopamina.


A Claude Shannon, como dice en el documental, se le reprochó prescindir del significado en su teoría de la información. El significado es el “fantasma en la ópera”. Esto lleva a lo plegado y desplegado en la teoría de David Bohm, o la esencia y la forma en Platón, y demás teorías dualistas de la realidad como la división de mente y cuerpo o espíritu y materia. Esto nos lleva que si bien Claude Shannon fue el iniciador del momento tecnológico actual, a la vez es el “padre” del Big Data y todo este tipo de reduccionismo humano a números. La realidad siempre es dual: al buscar el bien siempre se desencadenará el mal, y paradójicamente a la inversa, pues las guerras aceleran los adelantos tecnológicos, o en un caso concreto, ha “hecho falta” Hitler para darnos cuenta que no hace falta recurrir al demonio para explicar el mal de nuestras sociedades. El mito de la caja de Pandora siempre está presente en lo humano.


(Estoy buscando un programa de mapas mentales que sea más ágil y dinámico, a la hora de hacer ese hipotético diagrama del curso de una investigación mostrado en el escrito anterior. Cuando tenga alguno que me convenza, lo hago saber. Microsoft Visio es muy complicado y no es tan dinámico.)


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