Paradoja del Hedonismo – Afluencia
❝No importa lo que engendremos, aún estamos hechos de codicia.❞
Imagine Dragons
❝Hace diez mil años, como cazadores-recolectores, vivimos una vida sostenible porque esa era la única opción. Todos estos años después, vuelve a ser la única opción.❞ David Attenborough
❝Si el alma del mundo está débil, el mundo también.❞ El tercer día
❝Pagar tus deudas no es una definición correcta de justicia.❞ Platón
❝Hemos transformado la información en una forma de basura.❞
Neil Postman
Cuatro escritos, y cuatro paradojas de lo que la gente cree, pero puede llegar a ser al revés. Ha sido casualidad, no tenía premeditado el enlazarlos en tan poco tiempo y de forma tan seguida.
He leído parcialmente, a saltos de partes y capítulos, el libro “Affluenza: The All-Consuming Epidemic“, buscando qué sentido psicológico dan a tal término y no se da el caso. Es un estudio de la sociedad estadounidense a través de los siglos, con la entrada en juego del marketing y el comercio, en donde este cada vez tiene una mayor importancia y protagonismo. Pero el libro es árido en la meta de buscar el significado profundo del porqué el humano va en esa dirección. Si de lo que se trata es de una seducción, la del vendedor o la marca a los usuarios, esta no es posible sin entender qué ocurre en la mente del seducido. O sea, la actualidad no es una violación, es un juego de seducción que sólo es posible porque uno de los lados está dispuesto a ser seducido, pero no violado. Bajo esta directriz este escrito trata de buscar ese sentido faltante al concepto de afluencia.
“Affluenza: The All-Consuming Epidemic” es el arquetípico libro estadounidense de buscar fuera del cerebro, pues en definitiva este es una caja negra de la que sólo tenemos inputs y outputs, y por ello con tan sólo saber las respuestas o salidas a los estímulos ya nos dan pistas sobre lo que ha de suceder dentro de la caja negra. Por lo demás, es innecesario, pues el pensamiento dominante en Estados Unidos es el utilitarismo, y tal estudio está dirigido no a buscar los porqués, sui géneris, sino a diagnosticar al “paciente” y con la finalidad de buscar una cura.
Muy por el contrario, yo busco los porqués y no me importa si en esa búsqueda genero vacío existencial, cinismo o pesimismo. Como he dicho otras veces, para salir de un pozo primero hay que asumir que los pozos existen, que se está en uno de ellos, y qué limites humanos existen para enfrentarnos a esa empresa. De esa manera si sus paredes son lisas o duras, nuestras manos no están preparadas para subir por ellas. A partir de asumir que es así, hay que buscar soluciones realistas. La denominación de la afluencia —en Estados Unidos, donde parte de sus primeros colonos iban buscando precisamente eso, recordar los amish, escapando de la complejidad en la que estaba entrando Europa—, ha venido dada desde la premisa de defender la vida sencilla. En ese sentido el concepto afluencia, bajo estos fundamentos, es lo contrario de una vida sencilla, sosteniendo que cuanto más alejado esté una persona de tal tipo de vida , más abocado estará para padecer la afluencia. Pero en el documental sobre el tema “Escape from affluenza” nos dicen que durante la Gran Depresión de 1929, las personas optaron por la vida sencilla, pero… ¿había otra opción? El humano se adapta a las circunstancias, y al parecer si hay abundancia “adapta” su mente a tal exceso, y al contrario al haber pocos recursos. ¿Es distinto en otros animales?, no, luego hay reglas que fundamentan la vida. En ese caso lo primero es buscar qué es el ser humano como para poder “caer”, o ser “contagiado” por la afluencia.
A modo de resumen podemos buscar las causas, desde las primeras y hacia abajo, que son como siguen: 1. la vida tiende a controlar el caos, luego es una energía ciega dirigida a un fin, que implica una tendencia a la retroalimentación positiva. Bajo este punto de vista de lo que nos habla Schopenhauer, bajo su concepto de voluntad, es de esta tendencia de lo vivo. 2. El humano toma conciencia de sí, pero tal capacidad es un “habitáculo” mental, un vacío, que se ha de “rellenar” de forma constante, con la tara que tal captación de dicha estructura crea infelicidad, aburrimiento y angustia. No nos alejamos de la idea fundamental de Schopenhauer, al decir que la búsqueda del placer nos causa dolor, en donde al alcanzar aquello deseado de nuevo nos crea desazón al sentir el vació. 3. Bajo las reglas anteriores la paradoja del hedonismo y la adaptación hedónica nos dicen que una vez alcanzado cierta media, de tener suplido lo necesario y básico para vivir (comida, refugio, relaciones sociales…) no hay un nivel superior por el cual uno pueda ser más feliz, sino que por lo contrario, uno se ve abocado a entrar en la dinámica nefasta y negativa del punto uno y dos. A partir de estas tres primeras directrices se siguen el resto, pues “más no es mejor” (incluso “peor es mejor“), y al estar muy conectado con muchas personas se puede caer más fácilmente en el efecto del “pez grande en el estanque pequeño” (sentirse poca cosa). Desgranemos todo este párrafo excesivamente condensado de conceptos.

Un segundo apartado es buscar soluciones realistas. En la actualidad hay una falta de foco de lo que debería de entenderse por motivación. Tal concepto ha de estar ligado al sentido de la vida, donde uno de sus pilares emergen a partir de la autoeficacia. Con todo existe un peso evolutivo, pues la actualidad, la vida humana posterior a la era industrial, donde la era de la información es su última manifestación, es sólo un suspiro dentro de la larga vida del homínido que somos. En ese sentido, estamos perdiendo la perspectiva de aquello que somos en realidad, dado que la sociedad materialista, que es la que implica el capitalismo, está dejando de lado ese largo proceso evolutivo que nos hizo ser lo que somos. En ese caso la retroalimentación positiva de la era moderna está llevando a la autosuficiencia, a un cerebro basado en la carencia. Si la vida tiende a la retroalimentación positiva ha sido porque la energía en el planeta, a nivel regional y de una sola especie, es escasa, y en esa dirección la vida es sensible a retroalimentarse en positivo cuando hay un exceso de “energía” (alimento, por ejemplo). En esa dirección, y como allí donde hay exceso hay más animales, el sistema se equilibra para que ninguna especie pueda excederse en demasía, pues los sistemas se equilibran con las otras especies, creando equilibrios ecológicos. Bajo las reglas previas se produce otro efecto, que es el establecido en la hipótesis de la reina roja, o cinta andadora, donde hay que correr, no parar de progresar, para ir al paso de la escasez y los avances que acomete cada especie dentro de un ecosistema dado. O sea, si el ciervo gana resistencia y velocidad a la carrera, sus depredadores han de equilibrase a tal nueva medida y ganar algo más con respecto a las presas, y vuelta a empezare el ciclo. Se supone que es lo que ocurrió con el cerebro humano, donde la competencia se daba entre distintos homínidos, o incluso tribus o culturas. En la medida que el humano se ha salido de tal equilibrio, que ya no “compite” más que consigo mismo, ya no tiene ningún freno a su retroalimentación positiva, y esto se da a dos niveles: social e individual, en donde en el impasse en tal estado, emerge el principio de la paradoja del hedonismo, en donde lo que se pierde es aquello que realmente somos: animales que son (o eran) más felices o equilibrados a partir de cierta escasez, donde todo, incluso las relaciones sociales, cobraban más sentido.
Ahora hagamos el ejercicio contrario. Vayamos de arriba hacia abajo. La hipótesis central del presente escrito es que hemos perdido contacto con las señales básicas del cerebro, del cuerpo. Un sistema es más sensible a fallos cuanto más complejo sea. Pongamos el caso de una central nuclear. Cada parte del sistema tiene su propio control. Por ejemplo el escape o pérdida de presión por medio de un termostato. Una canalización de tuberías tendrá de forma visual visores de la presión interna de las tuberías. Cada parte del sistema tiene su propio tipo de control. Está claro que no sería óptimo que una persona tuviera que ir de un sistema a otro para ver que todo va bien. En ese caso existe una habitación a la que llegan las lecturas de todos los sistemas de control, pero eso ha requerido hacer que vayan cables desde cada sistema concreto al central. Ahora cada uno de los sistemas puede fallar de dos maneras, porque el control individual esté fallando, o porque falle el cable que lleva la señal a la sala central. Se puede añadir una nueva capa al sistema, donde el sistema individual y el central tengan que ser coherentes en sus señales, pero de nuevo es otro posible sistema que puede fallar.
La evolución de las señales internas en los seres vivos han ido evolucionando hacia los sistemas nerviosos, a su centralización en un cerebro, y en el caso humano al sistema ejecutivo que opera en el prefrontal, que es por el cual tenemos la percepción de tener control del “sistema”, y en ese proceso, y por medio del lenguaje de las palabras, de etiquetas, se crea la autoconciencia. Este sistema tiene la misma tara que el del párrafo anterior. La última capa de “seguridad” o supervisión, la conciencia o razón, no tiene contacto “real” con cada “termostato” del cuerpo, cada capa hacia abajo tiene más contacto con la inferior, pero la capa superior tiene un contacto menor cuanto más hacia abajo esté tal capa. Tenemos una conciencia plena cuando es algo muy básico, como el hambre, la sed, o la necesidad de ir al servicio, pero realmente no tenemos conciencia de otros órganos que no requieran del control centralizado, como así es con el bazo o el páncreas. De esta manera se puede concluir que las funciones cerebrales elevadas, median sobre todo con el comportamiento. Muchos animales buscan comer minerales como la sal o el calcio. ¿De qué manera son “conscientes” como para que sus cerebros creen ciertos comportamientos? Los elefantes africanos se desplazan muchos kilómetros, en medio de desiertos, para llegar a unas minas de sal. Por el camino pueden llegar a perder la vida, ya que no hay casi agua o alimento. ¿Es un mecanismo de rango muy bajo el que le impele a tal odisea o es un proceso que se da en las capas más altas de sus cerebros? ¿Cómo se comunican tales capas? Si nos damos cuenta puede ser similar a la necesidad de alimento, luego se sigue que hay sistemas que unen partes antiguas con nuevas. Ese es el caso de la dopamina, el sistema de premio y aprendizaje de los cerebros complejos. Este sistema es el que está más vinculado a la retroalimentación positiva, ya que algo que nos cause placer o bienestar, es algo para lo que el cerebro está más preparado y predispuesto. Por este “mecanismo”, en la actualidad, se da la obesidad, porque tendemos a comer cosas con mucha grasa o dulces, pues de forma natural era algo que era escaso. Igualmente está vinculado con toda adicción…, pero por qué.
Cuando un elefante llega a la mina de sal sólo toma la necesaria. Qué sistema le dice cuál es el límite. Esta en una capa baja o alta, es un termostato o es una toma de conciencia…, o en los elefantes no hay distancia entre tales capas. No hay respuestas directas para tales preguntas, pero sí para saber por qué se dan las adicciones. Estas no son sólo humanas, incluso las hormigas o las abejas se “drogan”. De nuevo todo esto nos remite al sistema de premio y la dopamina. Estamos “programados”, o tal sistema funciona, para buscar —con un mayor grado— todo aquello que sea escaso, en donde se da una mayor suelta de dopamina cuanto mayor haya sido el premio o lo conseguido. Pero tal sistema se volvió tan vital, “necesario” y validado por la evolución, como para tener cierta autonomía. Por este tipo de proceso todo cuerpo complejo, la vida, crea una función. Pensemos por ejemplo en los pulmones y la respiración o el corazón y flujo sanguíneo. Son casi totalmente autónomos. No podemos dejar de respirar, mucho menos control tenemos sobre el riego de la sangre. Pero si es así… ¿por qué la conciencia se hizo autónoma?, por qué parece ser lo que somos, por qué tal agente en vez de nada. Volvamos a la analogía de la central nuclear. La habitación en la que se han centralizado todo los controles del sistema es una donde todo está mediado por ordenadores. Está claro que tal habitación y redes de ordenadores, tienen su propio sistema, e igualmente su propia seguridad. Es una capa de complejidad del sistema. La central nuclear podría funcionar sin tal capa, con los termostatos descentralizados, pero requeriría una supervisión constante. Por otro lado, ciertas lecturas de algunos de los termostatos o visores, hay que leerlos teniendo en cuenta otros. Esa es parte de la función que hacen los ordenadores. Tienen en cuenta la lectura de muchos controles y acciones a distancia del comportamiento de alguna de las plantas dependiendo de dichas lecturas complejas. A la vez hay ciertos operarios que están pendientes de las pantallas de dichos ordenadores. Con todo, la central nuclear necesitará un departamento informático, que si bien no sabe nada de cómo opera la central nuclear, es el que se necesita para que todos los ordenadores funcionen correctamente y con seguridad.
Lo que nosotros llamamos conciencia, o yo, es tal departamento. Como en la analogía de la central nuclear, nosotros no sabemos cómo funciona los riñones, el páncreas o el porqué de tantos ventrículos en el corazón. Nos ocupamos solamente de los “ordenadores”, cada uno con su propia función (memoria, cognición, emociones…) de la habitación central, que en nuestro caso es el cerebro. Otra analogía necesaria, es que no es lo mismo los operarios informáticos que se ocupan del hardware y el cableado de la red, que los que se ocupan del sistema operativo y los programas que se usen. Lo que nosotros llamamos conciencia, ni siquiera sabe del cableado y el hardware del sistema, de eso se ocupan las partes más profundas del cerebro, lo subcortical. El yo, aunque emerge del cuerpo, su sistema nervioso (cableado) y de lo subcortical, este sólo se ocupa de lo que aparece en la pantalla de los ordenadores, del aparecer de la complejidad de todo el sistema. Al igual que bajo la central nuclear se dan avisos de fallas en el sistema, el dolor o las sensaciones físicas, unida a los sentidos, es lo único que “sale en pantalla”, y que emerge a la conciencia.
Retomo el tema de la dopamina. La analogía con la central nuclear ahora se nos vuelve insuficiente, pues sólo tiene dos estados: el correcto —todo va bien—, o algún fallo en el sistema. Así, si en “pantalla”, a la conciencia, sólo le llegase el aviso de que algo en el sistema falla, tal sistema vivo sería muy sencillo. Aprender a evitar lo negativo es un sistema muy básico, pues la evolución sería menos cambiante con tan sólo esta regla. Tal sistema se basaría en la retroalimentación negativa: evitar el dolor o la escasez de algún componente interno. En la medida que se dio una lucha por los recursos entre distintas especies, aquel que iniciase una búsqueda activa de los recursos, en vez de esperar a que estos llegasen a su “boca”, o que tuviese contacto con tal entidad viva, tendría ventaja sobre el resto, ya que se haría con todos los recursos de tal hábitat, provocando la muerte y la extinción de las otras formas de vida (parecido a lo que viene ocurriendo ahora entre el hombre y el resto de animales). Para el caso entró en juego la retroalimentación positiva, en donde al haber varias especies se dio inevitablemente la competencia entre ellas. Aquella que fuera más óptima era la que ganaba ventaja evolutiva, pero como ya se ha dicho arriba, todas las especies se vieron sometidas a la misma dinámica, por lo cual el motor principal de la evolución es la retroalimentación positiva: accionar en la vida, no esperar o estar a la expectativa sobre el medio.

Como ya he postulado en otros escritos, la evitación del dolor, fue un primer sistema orientado a crear unos comportamientos, pero de alguna forma al llegar al estado correcto u homeostático al final se captó como “bueno” o placer. Bajo mi punto de vista esto vino dado por un cambio en la función de la dopamina y en lo social. Remito al escrito donde lo postulo (II y III)y ahora me centraré en la teoría del rebaño egoísta. La idea es muy básica e intuitiva, es algo que yo he tenido siempre en cuenta. En la tierra se dan valles y estepas limitadas, donde los herbívoros se alimentan de las hierbas que crecen más cerca de la tierra húmeda, cerca de los ríos. Eso crea una zona bastante delimitada de hábitat. Por otro lado el depredador estará alrededor de tal zona, al acecho, pues al estar en el medio hay más ojos para localizarlo. Este límite de los comportamientos generó que las presas evitasen encontrarse en los límites, siempre más cerca de los depredadores. La lógica de tal comportamiento es que al final se congregaran todos los animales juntos, con el problema añadido que sigue existiendo la parte externa de tal grupo. Encontrarse en medio del grupo da ventaja al que allí se encuentre, porque se centrará sólo en comer, mientras los que están en los límites han de estar pendientes a la vez de los posibles depredadores al acecho. Esa es la idea del concepto del rebaño egoísta, pues cada cual sólo se ha de preocupar de sí mismo y de encontrarse en la zona central del grupo. Bajo esta simple regla, caben las siguientes posibilidades de darse en especies de tipo manada, como así fue en los inicios humanos (fuente Wikipedia):
- Liderazgo aparentemente cooperativo: la ruta elegida por el líder resulta ser beneficiosa para toda la manada.
- Liderazgo abiertamente egoísta: la ruta elegida por el líder minimiza el riesgo de depredación, pero no minimiza el riesgo de depredación total de la manada.
- Liderazgo aparentemente altruista: la ruta elegida por el líder puede ser favorable para la mayoría de la manada, pero puede ser difícil para los miembros más rápidos.
- Liderazgo aparentemente populista: la ruta elegida por el líder es más fácil de seguir para los miembros más lentos, pero puede ser más difícil para otros miembros.
- Liderazgo aparentemente rencoroso: la ruta elegida por el líder es difícil de seguir para todos, pero es casi imposible de seguir para los miembros más lentos.
Fuera de contexto, y por tener cerca la referencia. ¿Acaso la pobreza no es ese “depredador” a evitar y ahora el liderazgo no está optando por la última postura de la lista?, ¿no es esa la regla que se sigue bajo el capitalismo y el concepto del sueño americano? Lo dejo estar.

¿Qué se sigue de todo lo anterior? La retroalimentación positiva, propiciada por el capitalismo, se basa en el miedo. A no estar en los “límites” existenciales del “rebaño”, en la precariedad o la pobreza. De lo que se sigue que la base humana es el miedo, en donde estar fuera del miedo habría de procurar la felicidad, pero… ¿por qué no parece ser así? En realidad en la abundancia, fuera del miedo, cada persona se vuelve más autónoma, pues aparentemente no necesita del “rebaño”, lo cual le llevará a alejarse de las personas, pues pueden ser una fuente de conflictos, en una persona que tiene la capacidad de generar por sí misma el placer, o felicidad, necesario para sobrevivir. La raíz del concepto de autoeficacia es el prefijo auto-, en donde una persona tiene una mayor capacidad hacia la autopoiesis, hacia la total autosuficiencia. Pero al parecer tal estado nunca se alcanza, o sólo de forma ilusoria. “Carl Jung dijo que la mayoría de las personas infelices que vinieron a verlo no padecían alguna enfermedad clínica, sino el vacío y el sin sentido de sus vidas” (he perdido la referencia de esta frase). La raíz del problema es que en el proceso evolutivo de crear la sociabilidad, esta se volvió en un “ingrediente” necesario para la felicidad, o del estado homeostático del cerebro humano. Sin el contacto con las personas se da una carencia, que por el largo tiempo evolutivo que se ha mantenido, se ha vuelto una necesidad entre otras. Todo animal social al ser aislado lo va a sufrir, pudiendo generar trastornos mentales, el humano no es una excepción. Es más, en nosotros tal deficiencia está incrementada. Veamos porqué.
Retomemos la analogía de la central nuclear y sus informáticos. Es de suponer que tendrán su propio departamento y recursos. Si un operario de las tuberías y un informático se encontrasen no tendrían nada que decirse. En realidad trabajan con dos “lenguajes” distintos, el primero analógico y el segundo basado en lo digital. Lo mismo ocurre con el cerebro subcortical y el cortical. El primero se basa en señales químicas y eléctricas, mientras que la corteza cerebral, en el hombre, sobre todo se basa en la palabra. Esta dimensión individual no es posible sin la social. O sea, el lenguaje no se creó como medio para pensar, el cerebro ya lo hace por sus propios medios, el lenguaje se creó para comunicar algo al resto del grupo. Es por medio del lenguaje complejo que el humano ha llegado a ser lo que es, pues puede transmitir un tipo de información que no sería posible por otros medios, o en todo caso serían más torpes. La mayoría de los animales complejos e inteligentes aprenden de sus padres ciertas cosas, bastante limitadas, las necesarias para vivir, pero en el humano, y por medio de la abstracción que procura el lenguaje hablado, lo que se puede aprender parece ser ilimitado.
Después de cientos de miles de años, al igual que ocurriese con la sociabilidad, el habla se volvió una necesidad, una carencia a rellenar, por la que está diseñada el cerebro. Yo siempre he pensado que el lenguaje es un instinto, que al final lo ha confirmado el concepto de la gramática universal, el cual nos dice que nuestro cerebros vienen estructuralmente preparados para el habla. Hay un concepto denominado estereotipia que es “un movimiento, postura o expresión repetitiva o ritualista” que tiene todo animal. Cuando un animal está intranquilo o nervioso recurre a su propio rito o estereotipia (ver “mal de los establos“, sobre los trastornos mentales de los equinos). Tal proceso, en realidad subproceso, proviene de los instintos de cada animal. Un gato se lame en cuanto se siente desocupado, tal limpieza suele preceder a dormirse. Es de suponer que el lamerse, la autolimpieza, le tranquiliza. Eso lleva que en ciertos estados ansiosos recurra a lamerse para tranquilizarse. Estos días, pensando sobre esto, me llevó a pensar que el habla en el humano cae dentro del concepto de estereotipia, ya que hablar nos tranquiliza. Creo que la confesión cristiana, y más tarde el psicoanálisis, se basan en este hecho. Pensar por ejemplo que toda persona con algún tipo de demencia tiende a hablar ella sola. En esa dirección la autosuficiencia nunca se termina de conseguir en la medida que llegamos a ciertos logros de forma aislada, pues tenemos la necesidad de contárselo a alguien. Esta idea es una constante en mis escritos, y siempre recurro a la película francesa “la bella mentirosa”, en la cual un pintor hace un retrato de una modelo, para al final emparedarlo en la pared, sin que nadie lo hubiera visto. Lo extraño de tal película es si eso sería posible, si no sintió la “necesidad” de dejar que su obra “hablase” para los demás. ¿Por qué emparedarla en vez de destruirla?, porque de la primera forma aún queda la posibilidad que al final “hable”, que la descubran y la vean. Este mensaje de fondo nos lleva a la transcendencia de saber. Cuando el ISIS ha destruido obras de Arte ha sido más mediático que la “rutina” de las muertes en sus guerras. La preservación del saber, de la cultura, proviene de nuestro instinto de comunicación, pues “sabemos” que lo que nos ha hecho humano son los conocimientos transmitidos.

Pero al afirmar algo así sólo nos encontramos a medio camino. La trasmisión que ha durado más en el tiempo es la narrativa. Antes de las ciudades los humanos vivían en pequeños grupos que se juntaban alrededor del fuego y se contaban cosas, tanto las sucedidas ese día, como las historias de sus ancestros. ¿De dónde sino puede venir que los niños se sientan necesitados de que le cuenten relatos antes de dormir?, al igual que el gato se lame con esa misma finalidad. A lo que quiero llegar, es que ese análogo al departamento informático, que es a lo que llamamos conciencia, “está” contaminado por la narrabilidad (capacidad de volver todo narrable): por la necesidad de contar historias con cierta estructura de principio, medio y final o conclusión, que es la que ha creado lo que se conoce con el concepto de identidad narrativa. La memoria de los hechos pasados se conoce como memoria episódica. Esta capacidad la tiene todo animal complejo, es una forma de aprendizaje. Un perro vagabundo (qué paradoja, en el mundo occidental ya no hay perros vagabundos, pero sí humanos), no vuelve a pasar por una calle donde le apedrearon, pero es un conocimiento emocional y mecánico, que opera al modo de un instinto. El humano, por medio de la palabra, ha creado la llamada memoria autobiográfica, que se basa en el lenguaje, y el cómo esa persona cuenta un hecho de su pasado. O sea, una función que tenía una finalidad social, como es la palabra, al final es la que ha creado a eso que llamamos yo o agente que se manifiesta en nuestro cerebro como conciencia de sí, con la tara que tiene tres necesidades: la sociabilidad, la necesidad de hablar (comunicarse), y la necesidad de crearse una identidad narrativa, sólo posible en tanto que haya alguien ahí que sea testigo de nuestra historia…, en definitiva, que nos escuche.
Qué tenemos hasta ahora. La vida es una huida del caos, lo logra sobre todo por medio de la retroalimentación positiva, tal energía en vacío es la capacidad de llenar alguna carencia, algo faltante; los animales sociales al llegar a la sociabilidad se crearon una nueva necesidad, que siempre suele implicar un lenguaje, y en donde en el humano ha creado una nueva necesidad, que de forma consecutiva le creó una identidad narrativa, que igualmente le ha creado una nueva necesidad. Dos moléculas complejas pueden llegar a unirse por un componente que haya en su medio, creando una molécula aún más compleja. Esa es la base de la vida, que ha tendido a la complejidad, pero que a la vez ha creado más y más necesidades que sólo son suplidas accionando de forma activa sobre la vida, esto es: por medio de la retroalimentación positiva. La autoeficacia no tiene sentido, vista como un estado autopoiético, en la medida que tenemos la necesidad de otros seres humanos para que suplan nuestro vacío de sociabilidad, de comunicarnos y de crearnos una identidad narrativa. Pero dicho así puede sonar todo demasiado mecanicista, como es el caso que para generar fuego haga falta el oxígeno. Tenemos que tener en cuenta que todos los estados de los que he hablado son estados emergentes, en donde algo nuevo surge, no pudiéndose ser explicado por cada una de sus partes. La base del problema del capitalismo es que maneja datos, hechos, donde en tal proceso se ignoran los estados emergentes. O sea, la “teoría” cínica de la película “el club de la lucha”, de las raciones, donde una “ración” de “contacto humano” cualquiera supla nuestra necesidad de contacto, no “funciona”. Lo que yo he reducido a unos pocos párrafos ha venido dado por un largo proceso de cientos de miles de años, que han creado unas estructuras mentales, para las cuales no es lo mismo 0.01, que 0.001, o que en definitiva es un mecanismo tan sensible y armoniosamente equilibrado, que en realidad un “sucedáneo” no suple lo “realmente necesitado”. Hablar con un cura, un psicoanalista o un extraño en un avión, no “rellenan” el vació de la necesidad de hablar con un ser querido o de tu grupo. Nada lo suple. Siendo así el humano es algo muy complejo “creado” por los procesos evolutivos, que si bien está dotado de la neuroplasticidad, no por ello tiene la plasticidad necesaria para engañarse con sucedáneos, puede que sí a corto plazo, pero de ninguna forma durante mucho tiempo.
Queda fuera del propósito del presente escrito saber qué son y cómo son estas necesidades, pero todos las intuimos y sentimos en nuestras entrañas. De nuevo el problema viene dado por la complejidad del sistema. El informático piensa que el aviso que le está dando en la pantalla el ordenador, y sin que haya ningún termostato en toda la planta en alerta, puede ser un error en la programación de su software, pero puede que al final sea un error de un termostato concreto del sistema. Como por un lado estamos bañados de la retroalimentación positiva para detectar errores, y por otro lado ya no tenemos comunicación “real” con nuestro cuerpo, en un sistema humano y social cada vez más complejo, se nos enciende la alarma en pantalla (conciencia), como que tenemos alguna carencia, que tratamos de subsanar, no tratando de ir a la raíz del problema, sino supliendo por otros medios que tengamos a mano, ese vacío inherente. La base de todo trastorno alimentario, que lleve a la obesidad, por ejemplo, viene dado a que de este modo se trata de suplir una carencia o vacío que no sabemos interpretar, que se manifiesta como ansiedad o depresión, y se suple de forma errónea con los dulces o las comilonas. Lo mismo para toda adicción, como lo son la de las drogas.
El humano no está “construido” para la autoeficacia, si tal concepto ha de implicar la autosuficiencia. Necesitamos que nos necesiten y eso en sí mismo ya es una necesidad o carencia que uno mismo, claro está, no puede suplir. Necesitamos pertenecer, pero en grupos que sean una “piña”, no en una alta jerarquización de niveles incomunicados, como lo son las grandes empresas y multinacionales. Necesitamos saber y sentir que nadie se queda fuera y excluido, porque eso va contra nuestro concepto de unidad y pertenencia. No quiero hacer un relicario de todo lo que está “fallando” ahora, pero está claro que las actuales plataformas de la información nos hacen “comer” más de lo que nuestros cerebros son capaces. Nuestra necesidad de la narración se está viendo saturada, de tantas y tantas series, películas y libros. Vivimos en la sociedad del exceso, y estamos “obesos” de comida, de ociosidad, información e historias, donde ni el cuerpo ni el cerebro son capaces de “digerir” tanto sin enfermarse. Hoy se da incluso el síndrome de agotamiento por aburrimiento (boreout).
Lo que se concluye es que somos “animales” creados para la escasez, donde el sistema se equilibra con muy poco. Sale a colación aquella idea tan antigua de “no es feliz el que más tiene, sino el que menos necesita”. En mi caso, que me imagino que es bastante general, podría crear arte o imágenes con los programas que tengo, pero siempre me queda la duda si hay alguno mejor, o una mejor técnica de llevarlo a cabo, quizás con un nuevo plugins, como para sentirme más realizado. Si sólo existiese un programa y no tantas posibilidades sería más productivo de lo que lo soy ahora. Igualmente cuando pintaba, y no existía Internet, apenas si me encontraba con otros creativos en mi ciudad, con lo cual me sentía algo especial, pero ahora en cuanto uno se pasea un poco por Internet uno se siente “pequeño” y no tan especial (efecto pez pequeño en estanque grande), generándome malestar y falta de sentido para ser creativo, pues en mí tampoco existe la necesidad de la competitividad, como para tratar de alcanzar o superar lo que veo en Internet. Mi teoría, cuando pintaba, era no tratar de ver ningún otro arte, como para que “mi” lenguaje fuera totalmente mío y sin influencias, pero hoy si se hace algo muy a mano, al final puede que descubras que lo puede hacer cualquiera por medio de algún programa sencillo preparado para ese fin. Hoy cualquiera, con un móvil, puede hacer lo que antes requería ser un especialista en Photoshop.
Esto expuesto en el párrafo anterior es extrapolable a cualquier otro rango de la vida. Todo se reduce a “más”, como así han denunciado los posmodernos, de lo maxi se pasó a lo super, para llegar a lo hiper y de este a lo ultra. Los seguidores de las redes sociales, y los que puedan ver tu perfil o tus vídeos, cada vez han ido subiendo a más, hasta llegar a unos números exagerados en cuando a lo deseado. En definitiva: estamos pisando con cada vez más fuerza el pedal de acelerador, olvidando que lo importante era ver el paisaje, la vida, el mero hecho de disfrutar para aquello que estamos programados. De paso tal velocidad está creando el calentamiento global, la superpoblación y la muerte de aquello que define todo estado emergente.
Todo animal está "programado" para el exceso.
Me he dejado muchas cosas en el tintero. El escrito ha ido por derroteros que no había pensado, pero tengo la “necesidad” de terminar este escrito y lo doy por acabado, ya que de centrarme en cada punto que quería tratar (y que quedan ampliados al leer los escritos de la Wikipedia enlazados), y en los que me debería de detener, se volvería demasiado largo para lo requerido ahora en el medio que es Internet. De cualquier forma todo lo pendiente puede que tenga más sentido en el escrito que está por venir, que se llamará “la herida invisible”, que tras lo escrito en el presente me imagino que se intuirá a qué me refiero.
Para los que sean “nuevos” en mi blog, los mapas mentales están creados con TheBrain, y provienen del mapa sobre la Superveniencia (descargar última versión, ir a esta página para saber cómo instalar).
Como dice el propio escrito, el saber que ya se ha hablado de todos estos temas (hasta la saciedad), ha hecho que lo retrase, sobre todo porque todo lo que yo pudiera decir se queda en poca cosa, con respecto a este documental sobre “la gran desconexión“. He tratado de ser optimista en pensar que estamos dejando escapar algo, y eso es lo que nos crea el actual estado de malestar, pero bajo otra visión más pesimista diría que el vacío interior es insalvable, y por otro lado tanto lo que dice el documental como lo dicho por mí, crean la sensación de fatalidad de la historia, en el sentido que por mucho que se hable de ello, y aunque todos sepamos que vamos por mal camino, nada evita que todo siga su curso e inevitabilidad.
(Puede que falten enlaces, creo que he puesto los principales, mañana reviso.)
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