Devaneos XV – Las Metáforas de la Vida II



Hemos conocido al enemigo y somos nosotros.❞ Pogo Walt Kelly
Cuando los humanos inventamos el estatus socioeconómico
descubrimos la manera de subordinar a los necesitados de un
modo que ningún primate había hecho antes
.❞  sapolsky
Estamos viendo un máximo histórico en la
necesidad de competir económicamente,
y un bajo nivel general de sensibilidad
y relaciones humanas. La frecuencia de la
sicopatología va en aumento.
❞ Franco Beraidi



I
E
ste escrito trata de buscar los fundamentos “científicos” a lo dicho en el escrito anterior (advierto que no va a ser un escrito tan “divertido”: al ser algo más “técnico”, se pierde esa “chispa loca” que nos hace y nos acerca como humanos…), pues a partir de él he buscado corroborar algunas ideas, donde en algunos casos los resultados no están muy claros. Por ejemplo, se me ocurrió que si todo el cerebro tiene como base el ser una metáfora de crearse mapas mentales espaciales, entonces… ¿los taxistas tendrían una menor tendencia a caer en el Alzheimer o la demencia senil? Al buscar “taxista, Alzheimer” en Google académico, me llevó a un estudio sobre unos pocos casos (el que aparce más arriba en la búsqueda), y orientado al análisis de si queda dañada la capacidad de orientación visio-espacial con la edad, y bajo la demencia o el Alzheimer. Hay que hacer un alto y reconsiderar cuestiones.

En primer lugar el cerebro viene programado para formarse con ciertas rutas o vías principales. Es igual para todos los seres humanos. En una analogía, es como la red de autovías y autopistas de un país. Lo que ocurre, es que de humano a humano, varían las carreteras comarcales, y de municipios a municipios. Esto puede venir dado de nacimiento, y por el tipo de vida de cada persona. Los municipios más importantes tienen conexión con las autovías, pero los menos importantes recurren a ir a estos municipios, ya sea de forma directa o por otras carreteras secundarias. El conectoma que se está creando del cerebro humano establece tal red de “autovías y carreteras”, y cuáles son de una sola dirección (salida, entrada) o de dos, y su ancho (dos carriles, cuatro), los colores de la gráfica tienen que ver con tales cuestiones. Dependiendo de la forma de vida: sedentaria, trabajo manual o muy físico, trabajo intelectual, ciertas vías se ensanchan y otras toman una menor importancia: las autovías principales nunca se pierden, pero pueden tener menos tráfico. Las “ciudades” o “pueblos” son las partes anatómicas y funciones del cerebro, como lo puede ser el hipocampo y la amígdala, que igualmente se pueden agrandar o atrofiar (hay una mujer, que se mantiene anónima, que carece de amígdalas y no siente miedo por nada, pero tal “capacidad” en realidad es un “desventaja” –ver documental, en minuto 40-). Volviendo a los taxistas. Leyendo el artículo mencionado me di cuenta que los taxistas, o el humano actual, no son un buen ejemplo del cerebro humano primitivo. Todos ahora tenemos mapas reales, en un plano, el ordenador o en el móvil, de una ciudad o una zona del campo. Cuando se nos dice ir desde X a Y, el cerebro recurre a ese mapa mental de nuestra ciudad, por la vista de satélite que hemos visto en Google map u otros similares. No era así en el cerebro del humano primitivo, ni lo es en los animales. Se sabe que con el Alzheimer o la demencia senil hay un deterioro del hipocampo, que es la principal zona implicada en la memoria, pero en los cerebros de los taxistas, aunque por el Alzheimer el hipocampo haya perdido masa, se siguen sabiendo orientar, por que recurren a la memoria explícita, asentada en la corteza cerebral, pues recuerdan nombres de calles, monumentos, tiendas, ministerios, y cuestiones similares, que han creado su propio mapa de la ciudad. Para el caso es como tener dos mapas, y al estar deteriorado uno recurrir al otro, que puede que también esté deteriorado en alguna parte. El caso es que al operar con esos dos mapas, —o más, si se recurre a otras funciones que guarden ciertos tipos de memoria, como que una zona de la ciudad tenga un olor específico, u otro lugar donde tuvo un choque de importancia—, aunque dañados, tienen una mayor capacidad para orientarse, que si fuese el caso que sólo tuviera un tipo de mapa.

(Offtopic: la capacidad de crear mapas del terreno, llevó al cerebro a trabajar con los mapas cognitivos, que en las sociedades actuales lo hemos llevado a crear mapas mentales o conceptuales, los cuales nos ayudan visualmente a comprender temas muy complejos y abstractos. Ahora la “sabiduría” parece pasar por tener uno mismo la capacidad de crear mapas mentales, pues implica haber entendido una “estructura” de la realidad, o haber logrado concretar un tema abstracto. En algunos casos a dar “forma” a un saber que ya posee el cerebro profundo a modo de intuición.)

Todo lo anteriormente dicho me llevó, entonces, a tratar de buscar qué profesiones eran de más riesgo, pero no he encontrado ningún artículo muy claro (este como ejemplo), ya que se mantienen en el lenguaje estadístico muy técnico, que un lego no logra comprender. Lo que sí dicen claramente es que los trabajadores intelectuales, frente a los físicos, son menos propensos para padecer Alzheimer. Esto lleva a un posible porqué existe el arquetipo de “sabio viejo“, pues toda persona altamente dada a pensar debió de sobrevivir sobre el resto de las personas, en épocas remotas, que de no morir caerían en la demencia, frente a los activamente intelectuales. Por otro lado, es evidente que la vida sedentaria es la más proclive para caer en el Alzheimer o demencia, pero este tipo de vida repercute en el “hardware”, en la salud del propio cuerpo, luego no es el mejor caso para orientarse sobre tal tema…, o quizás de forma oblicua.

Siguiente “camino” en mis investigaciones: ¿hay menos casos de Alzheimer entre los cazadores-recolectores que aún quedan en el planeta?, así parece ser, pero de nuevo “interfiere” al “hardware”, pues el humano actual vive bajo el estrés, la alimentación de productos muy manufacturados, donde uno y otro crean problemas de obesidad, cardiovasculares; sistema inmune alterado, la flora bacteriana que repercute en la salud física, en el propio sistema inmune, pero igualmente en el cerebro; contacto con componentes químicos perjudiciales para la salud o que alteran el sistema inmune, etc.

Sea como fuere, por el tipo de vida puramente social y por cómo este repercute en la salud y por ello en el cerebro, hay tribus de cazadores-recolectores con una menor incidencia en el Alzheimer o la demencia senil. Bajo mi punto de vista un cerebro equilibrado, menos tendente a los trastornos mentales y las demencias, es aquel que se mantiene fiel al propósito para el que fue “creado” durante el noventa por ciento de la evolución, o más. Un paso “errado” que ocurrió con la agricultura y las ciudades, fue “perder” el concepto de familia extendida… aquello de “el casado, casa quiere”, pues las tribus de cazadores-recolectores se basan sobre todo en el concepto de la familia extendida. Se convive con tíos, abuelos, primos, tíos abuelos, etc., de tal manera que lo que prima es el ayudarse unos a otros, a que son una unidad. La vida social, junto a los seres queridos, es el factor que más “protege” contra las demencias y los trastornos mentales. ¿Qué emana en tal situación?, las emociones, la empatía y el concepto de pertenencia. De paso la propia identidad está bien pertrechada: es tan sólo la de formar parte de tal comunidad con lazos sanguíneos, como hermano, hijo, padre, primo… Nadie trata de sobresalir, opera el concepto de vergüenza para todo aquel que lo trate de hacer en algún momento, donde el resto de sus familiares o de la tribu le “bajan los humos” para que no lo haga. Este “ingenioso” recurso social, iniciado en algún momento de la prehistoria, parece haber sido iniciado por las mujeres para frenar la tendencia a la vanagloria del macho, lo que llevó acertadamente a los grupos sociales sin jerarquías. La base ha de ser la colaboración, donde todos tienen una función equivalente o igual. De otro modo, ayudar y dejarse ayudar es la base de tales comunidades, ni siquiera creo que entendiesen tal frase, pues es connatural o constitutivo a sus cerebros, y sería tan evidente como decirles que tienen una nariz.

II
Paralelo a esto, en realidad fue primero, traté de buscar si tenía algún fundamento “físico” en el cerebro la hipótesis léxica, y así parece ser, como nos dice el artículo “Culture wires the brain: a cognitive neuroscience perspective“, de Denise C. Park y  Chih-Mao Huang. Donde nos dicen en su resumen que…:

Hay evidencia clara de que las experiencias sostenidas pueden afectar tanto la estructura cerebral como la función. Por lo tanto, es bastante razonable plantear que la exposición sostenida a un conjunto de experiencias culturales y prácticas conductuales afectará la estructura neuronal y la función. El floreciente campo de la psicología cultural a menudo ha demostrado las sutiles diferencias en la forma en que los individuos procesan la información, diferencias que parecen ser un producto de  experiencias culturales. Revisamos la evidencia de que los sesgos colectivistas e individualistas de las culturas de Asia oriental y occidente, respectivamente, afectan la estructura neuronal y la función. Concluimos que hay evidencia limitada de que las experiencias culturales afecten a la estructura cerebral y considerablemente más evidencia de que la función neuronal se vea afectada por la cultura, particularmente las activaciones en la corteza visual ventral, áreas asociadas con el procesamiento perceptivo.”

Uno se “tropieza” con la frase: “concluimos que hay evidencia limitada de que las experiencias culturales afecten la estructura cerebral y considerablemente más evidencia de que la función neuronal se vea afectada por la cultura”, cuando arriba dicen lo contrario. Lo que quieren decir, volviendo al caso de las autovías y las carreteras comarcales, es que las primeras, las estructuras, no cambian tanto, y sí lo hacen ciertas funciones (pueblos, ciudades). El caso de los taxista son un ejemplo, pues suelen tener un hipocampo más grande que la media. Esto lleva a delimitar el concepto de cultura. Está claro que ser de oriente o de occidente afecta, y lo hace cada cultura de cada país, pero casi todos los taxistas de las grandes ciudades “comparten” el “rasgo” cerebral de tener el hipocampo agrandado. Lo mismo para los escritores de ficción, o para los ensayistas, que pueden tener predominio de una o varias zonas del cerebro, o de las personas que centran sus vidas en ayudar a las personas desfavorecidas. Por eso he sostenido, en contra de los nacionalismos, que tienen más en común dos personas que tengan de profesión la pesca, y que uno sea de Andalucía y otro catalán, que dos catalanes, en donde el otro, frente al pescador, sea un banquero. En resumen: todo oficio crea una cultura —modo de hacer, pensar y comportarse—, pues tal concepto es muy amplio.

Sea como fuere, al nacer lo hacemos en una cultura dada, que reestructura parcialmente la anatomía y las funciones del cerebro. Así en el estudio del que tratamos se nos dice: “el aumento del grosor en las áreas frontales de los jóvenes occidentales podría ser debido al mayor enfoque que la cultura occidental pone en el razonamiento, la resolución de problemas y el pensamiento independiente”; y “algunas investigaciones sugieren que el chino es menos silábicamente denso que el inglés, y permite un ensayo más eficiente (Cheung & Kemper, 1993, 1994), lo que resulta en un espacio de memoria de trabajo aparentemente mayor para los chinos”. Además hay que tener en cuenta que cada cultura da preferencia a ciertos comportamientos, prefijados a partir de ciertos conceptos o palabras, frente a otras. Tales conceptos en Estados Unidos, por ser un ejemplo conocido por todos, y en donde en concreto uno de ellos es “el sueño americano“, bajo el que subyace el poder lograr lo que uno se proponga, en tanto que su base, por lo tanto, es la competitividad, es a lo que a la vez lleva al individualismo, pues como nos dice el estudio de Denise C. Park y  Chih-Mao Huang, llevar una vida egocéntrica (basada en el yo), difiere y estructura al cerebro de distinta forma que una vida alocéntrica (con base al nosotros). Si la “regla fundamental” es atenerse a lo que ha sido el humano durante el mayor tiempo evolutivo, el primer tipo de vida es el menos “acertado”, procurando una mayor tendencia a los trastornos mentales y las demencias. No lo sé si lo es en esto último, pero creo que queda claro que Estados Unidos es posiblemente la nación con una mayor incidencia de trastornos y que estos sean más graves, tanto como para que existan más asesinos en serie o psicópatas, como para los comportamientos homicidas, como es el caso de que niños o jóvenes lleven a cabo tiroteos escolares. En la actualidad Estados Unidos está sumido en una crisis de identidad, con una gran polarización de las identidades (políticaeconómicaracialde género y de grupos), donde a lo que más temen es el llegar a una nueva guerra civil. Asombra ver los documentales que ellos mismos hacen, sobre todo los de este año, y en donde bajo su egocentrismo no tratan, ni por asomo, el analizarse a partir de otras culturas o naciones, y crean que su único problema sea el haber perdido poder a nivel internacional. Siguen reduciendo, bajo su ombliguismo, sus pensamientos a que todo el universo gira en torno a su nación. Para el caso es como si con el paso de las décadas los pocos conceptos, bajo los que se concibieron y que son los que han creado su identidad, se comportasen como un huracán, pues estos cada vez están más concentrados sobre sí, hacia el centro, de tal forma que cada vez tienen una mayor fuerza y velocidad destructiva. Todo el panorama actual lo veía venir yo hace años, al crear el concepto de las islas identitarias. La fuerza centrípeta cultural, que es Estados Unidos, es tan fuerte, que está arrastrando a todo el mundo occidental a su propia “locura” identitaria, y bajos sus mismas palabras clave. Las propias culturas orientales, más alocéntricas, se ven arrastradas poco a poco hacia el concepto egocéntrico, de la cultura occidental, alejándonos cada vez más de lo que es el alma humana que nos dio origen, y sigue viviendo en los actuales cazadores-recolectores.

III
V
uelvo al cerebro. Trato de subsanar algo que puede que no se terminase de entender en el escrito anterior. Pensemos que cada función cerebral fuera un engranaje. Pensemos además —por nuestra neuroplasticidad—, que pueden ser intercambiados. Toda esta maquinaria de engranajes tiene un motor, que mueve un engranaje principal, que suele ser el más grande y resistente. Lo que quería decir en el escrito anterior, es que ese motor está en el cerebro profundo, cuando en la actualidad tratamos de cambiar el motor al engranaje que es el prefrontal. Este es “pequeño”, está al final de toda la maquinaria, luego el tratar de hacer que la maquinaria cerebral sea movida por tal engranaje, no parece ser óptimo ni acertado. Lo que llamamos motivación es una mezcla de energía corporal y deseo o pulsión, movida por un segundo engranaje que son las emociones. Si uno está gravemente enfermo, al no tener energía, no se mueve el engranaje principal, y altera totalmente el comportamiento de todo el sistema. El engranaje final, que es el prefrontal, apenas si se mueve. Este hace de inhibidor de impulsos, y una persona enferma, o una muy agotada, suele ser más tendente a perder los nervios, a los ataques de ira. Así que el humano ha tendido —a nivel histórico y a partir de la agricultura—, a poner el “motor” principal en la razón y la volición, con los consiguientes problemas en el funcionamiento de toda la “máquina”. El prefrontal no es emocional, es lo más alejado de la emoción que pueda existir de tal función. Opera a la perfección para el frío cálculo. Las personas más sanas y con más provisiones, sin carencias, tienen una mayor capacidad para que este engranaje esté constantemente en movimiento, luego… son las más alejadas de lo emocional.

El documental “The Weight Of Gold (2020)“, basado en los deportistas medallistas olímpicos, es un claro ejemplo a que no se puede o debe “voltear” dónde colocar al “motor” cerebral. Una de tales deportistas dice: “para mí, no fue un sacrificio. Todo lo demás en la vida era un obstáculo que quería dejar de lado; no quería pasar tiempo con los amigos, no quería ir a la escuela; quería hacer todo lo posible para ser la mejor patinadora que podría ser”. La “conclusión” del documental es que cuando se acaba sus vidas deportivas, al ser sustituidos por gente más joven y potencial, pasan por una profunda depresión y pérdida de identidad, pudiéndoles llevar a las drogas, la vida desorganizada o al suicidio. Sus prefrontales se habían fijado unas metas, ignorando el resto de las cuestiones de la vida, del resto de engranajes que hacen funcionar la “máquina”, con lo cual al perder o llegar a “destino”, tal rueca ya no era válida para hacer “girar” o hacer funcionar el cerebro. ¡No saben cómo hacerlo!, pasan por una crisis de identidad porque la que habían “creado” era hipostática, no real, falsa, bajo la perspectiva de la estructura de cómo funciona el cerebro. Por el mismo trance pueden pasar los actores o toda persona pública. La misma trama sale a relucir en la serie “The queens gambit” (capítulo 4).

No creo que tenga que redundar en tal tema. En el fondo todos captamos que algo no “funciona bien” en la actualidad, tanto en lo social como en nuestros cerebros, y el creador de tal documental deja plasmado a la perfección lo que yo trataba, quizás torpemente, hacer entender en los escritos previos.

IV
A qué conclusión se llega con el tema del Alzheimer. En realidad mi visión no está del todo acertada, o sólo parcialmente. El caso de las monjas con deterioros cerebrales físicos de Alzheimer, de las que no dieron muestras mientras estaban vivas, apunta a que algo como el servicio de ayudar al prójimo desinteresadamente, al estar más cerca de lo que era el humano dentro de la familia extendida, procura estabilidad en los comportamientos cognitivos. Por otro lado en lo que está poniéndose de acuerdo la ciencia, queda resumido en el siguiente extracto de un estudio al hacer referencia a la forma de vida de nuestros ancestros:

Durante décadas de subsistencia, los comportamientos de los recolectores envejecidos se volvieron rutinarios, sus movimientos motores automatizados y su experiencia arraigada hasta el punto en que ya no necesitaban la memoria de trabajo, de primer nivel, que poseían cuando eran más jóvenes y aprendían activamente. Los cambios de Alzheimer median de forma selectiva y precisa una adaptación a esta importante transición de la historia de vida.”

Las resoluciones del estudio es que, incluso a partir de edades tan tempranas como los veintidós años, la energía del cuerpo cada vez es menor, lo que lleva a una adaptación del cerebro a consumir cada vez una menor cantidad de energía metabólica. Eso se hace patente a cierta edad, sobre los cincuenta, a la que raramente llegaba el humano primitivo:

“Se sabe que varios de estos programas de adaptación acompañan al envejecimiento y se cree que tienen menores requisitos de energía para los cazadores-recolectores ancestrales, de entre 30, 40 y 50 años. La capacidad de búsqueda de alimento de los cazadores-recolectores modernos disminuye rápidamente, más de una década, antes de la edad terminal promedio de 55 años. Teniendo esto en cuenta, el cerebro humano habría sido una tremenda responsabilidad metabólica que debe haber sido atenuada, ventajosamente, por los primeros cambios celulares y moleculares de la enfermedad del Alzheimer, que comienzan a acumularse en todos los humanos durante la edad adulta temprana. Antes del reciente alargamiento de la esperanza de vida, los individuos en el entorno ancestral murieron mucho antes de que este programa de reducción del metabolismo resultara en enfermedad del Alzheimer clínica, por lo que nunca hubo presión selectiva para evitar que los cambios adaptativos progresaran hasta un grado desadaptativo.”

Lo insidioso de todo esto, y en lo que tenía razón en mis conjeturas en el escrito “programando la muerte“, es que lo que primero “cede” es la memoria de trabajo. La explicación es que las personas mayores, en la prehistoria, basaban sus comportamientos en sus hábitos aprendidos, que además eran muy pocos. Luego, la memoria de trabajo, que forma parte del prefrontal, que igualmente es un módulo vital para el aprendizaje, ya no “hace falta”, y por ello es el primero en “caer”, puesto que además es uno de los que más energía gastan.

Otro estudio nos dice que una mutación en una proteína, la apolipoproteína E (APOE),  perteneciente a las apolipoproteínas, y que  “son proteínas que se unen a los lípidos (sustancias solubles en aceite como la grasa y el colesterol) para formar lipoproteínas. (Y que) transportan lípidos (y vitaminas liposolubles) en sangre, el líquido cefalorraquídeo y la linfa”. Recientemente se “ha estudiado su función en varios procesos biológicos no relacionados directamente con el transporte de lipoproteínas, incluida la enfermedad de Alzheimer (EA), la inmunorregulación y la cognición”, que mutó en el humano a la variante ApoE4, pues era más resistente a las infecciones y los patógenos, pero dado que nuestro modo de vida nos ha llevado al total control de parásitos e infecciones, tal variante es más proclive para llevar al Alzheimer, frente a comunidades como la de los Tsimane, en el amazonas boliviano, que aunque sean portadores de tal mutación son menos proclives a perder sus capacidades cognitivas, por tener el sistema inmunológico más activo, al estar más expuestos a infecciones y patógenos. Yo de paso no descartaría el tipo de vida más comunal (alocéntrico) y más cercano a la vida social alentado por la empatía y la ayuda mutua, que dio forma al ser humano.

V
R
esumiendo. No creo que haya habido una generación de ancianos, durante la historia, más desubicados y perdidos que los de las últimas décadas, donde todo gira en torno a “aparatitos” demasiado complejos para ser abordados por los tipos de cerebros que les han dotado la evolución. Ninguna generación de ancianos ha sido más dejada de lado e ignorada. Por mi parte, mi generación, la que vio nacer a la informática e Internet, creo que entendemos mejor al ordenador que las nuevas generaciones, pues conocemos sus inicios y entresijos de una forma más profunda, pues la tendencia de la informática ha sido hacia la simplificación. Sigo sin entender mi pérdida de memoria de trabajo. Tampoco sé cuánto se puede deber al efecto Google, a descargar procesos cognitivos al ordenador. Aunque he cometido “fallos” peligrosos, ajenos a la informática y la memoria declarativa, que me hacen pensar que es otra cosa. Por otro lado, ayer me desperté con la idea que en el escrito del sábado había puesto hemisferio temporal, cuando tenía que haber puesto lóbulo temporal. ¡Magia!, el cerebro profundo siempre me sorprende. Por lo demás, remedo mis posibles deficiencias con el conocimiento que tengo en informática. Tengo programas para crear macros bajo atajo de teclados y de forma extraña tengo cerca de veinte y los recuerdo todos, pero eso puede que ya sea un hábito, una optimización y potenciación de la memoria a largo plazo.

Otra consideración es la tendencia actual de la sociedad. Lo “mejor” que puede pasar en los siguientes años es que Estados Unidos termine de caer, pero toda decadencia de un imperio lleva demasiados años, décadas, o incluso más de un siglo… nos seguirá arrastrando irremediablemente, cual huracán, a su “locura” y decadencia. ¡Así es la vida!, te toca nacer en una época ruinosa y es la vida que has de vivir. (Decir esto último no sé si me perjudicará en el “tratamiento” que me haga Google, como buscador.)


Descargar enlace Torrent y subtítulos a documentales de interés sobre el panorama actual (traducciones automáticas):
– American Selfie One Nation Shoots Itself (2020)
– Stars And Strife (2020)
– The Weight Of Gold (2020)

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