Devaneos XIV - Las Metáforas de la Vida
❝La sociedad te estrangulará si se lo permites.❞ Gutterbug
❝Tienes que estar loco…, sólo tienes una pequeña chispa de locura, y si la pierdes…, ya no eres nada.❞ Robin Williams (Actor)
❝Cualquier persona con medio cerebro
puede ver lo fácil que es simplemente perderse.❞
❝Hablas siempre de la libertad, pero ¿es la libertad el bien final?❞ Roadkill
❝El miedo mantiene más la obediencia que el amor.❞ The wristwatch
He hecho un mapa mental, con el programa TheBrain, sobre los sesgos cognitivos (descargar), del cual ya había hecho una gráfica (el mapa mantiene la misma estructura), y este era el motivo de hacer una entrada, pero al final me he puesto a escribir, hasta que me he “saciado” de divagar. En los comentarios de este vídeo de YouTube se explica cómo instalarlo.

I
La vida es una metáfora de la materia. Pensarlo…, desarrollarlo. Ahí tienes que unos huesecillos al final de la mandíbula en los reptiles, a lo largo del tiempo, terminaron por formar el oído medio. Oído y ojo son dos metáforas que tratan de sustentar o validar a los creacionistas y al concepto de evolución. Según los primeros, algo tan complejo como el ojo tiene que haber sido obra de un creador, de una intención. Para los evolucionistas, lo extraño y remoto de que unos huesos que se terminan por desprender de la mandíbula, porque los animales tienen que cambiar de una posición horizontal (reptiles, reptar) a una más vertical, ya en tierra, terminen por formar parte del oído medio, porque fuera del agua el sonido opera de otro modo y este sentido se volvió vital para la supervivencia, tanto de depredadores como de presas, es simplemente una clara evidencia de dar con una solución a un problema, por medio de lo que cada ser vivo “dice” de la vida. ¿Os habéis fijado lo complejo de la frase anterior? Es una ruta de A a B, pero con muchas sub-rutas anidadas. Ya en otro lado dije que el lenguaje escrito sería más fácil si fuera con apertura y cierre de paréntesis, pero requeriría todo un esfuerzo para el escritor el tener que hacerlo (los lenguajes de programación los usan, pero las interfaces de los programadores van llevando las cuentas y les suelen avisar cuándo es posible que se requiera un cierre de una función, rutina o una estructura), y no está claro que fuese mejor para el lector, que tendría que estar pendiente de cada nueva apertura y su correspondiente cierre. Tenemos que resolver todo con “comas”, y dejar que el cerebro profundo reconstruya por sí mismo qué pretendía decir el cerebro del escritor. La frase de arriba, sin tantas subordinadas (esta lo es), sería algo tan sencillo como: “para los evolucionistas lo extraño y remoto de que unos huesos que se terminan por desprender de la mandíbula terminen por formar parte del oído medio es simplemente una clara evidencia de dar con una solución a un problema”. A todo esto, la ruta principal, la meta a la que quiere llegar este párrafo, era que creacionistas y evolucionistas guardan cierto parentesco con la identidad narrativa y aquellos otros que no tienen fe de tal estructura. El yo ha sido un análogo a esos huesecillos del oído. La evolución no tenía una finalidad clara desde el principio, y de repente se encuentra que el azar de múltiples cambios en el cerebro y lo social, crean eso a lo que llamamos yo. A partir de un primer momento, donde suele operar una mutación y por ello lo arbitrario, el sistema se retroalimenta sobre sí (y en este caso el entorno social), como para tender hacia eso que acaba de aparecer, para al final tener una estructura tan compleja, como para hacernos pensar que allí tiene que haber habido una “mano” (intención, la mano siempre es intencional: “¡quita de ahí esas manos!”) que contase desde el principio con un “plan” (Dios).
Arriba me he encontrado con varias palabras polisémicas, con varios significados por cada palabra, una de ellas la he cambiado por que volvía la frase demasiado ambigua y tendente a ser malinterpretada. Cada vez que “llego” a una palabra polisémica, mi cerebro “ve” sus distintos significados, lo cual me suele distraer. Lo que quiero hacer ver es que el lenguaje es análogamente, de nuevo, esos “huesecillos” que andaban por ahí y al final tomaron una función clara para formar la autoconciencia y el yo. Al principio el cerebro no estaba preparado para almacenar muchos signos comunicativos (sonidos, gestos, posturas), así que cuando nació la palabra, lo más adaptado para esos límites cognitivos, para guardar la información a modo de memoria, era usar unos mismos signos, donde dependiendo del contexto podían decir una cosa u otra. Al final tal adaptación creaba ambigüedad en los mensajes, con lo que cada vez había más signos, ya como palabras, que a la vez requerían ampliar el cerebro para guardarlas y tratarlas. De nuevo dos tipos de cerebros, los que son como los míos, que ven la arquitectura del lenguaje y se distraen fácilmente al desnudar tal edificio a su esqueleto, y aquellos que ven sólo la fachada del edificio, y nunca piensan en su estructura y la función de cada parte del armazón. Estos tienen ventaja para aprender, y les suele ir “mejor” en la vida, pero no tienen ventaja para comprender, frente a los segundos. Literales, identidad narrativa, creacionistas, oyentes de los mitos, frente a metafóricos, realistas depresivos, evolucionistas y destructores de mitos. Por lo demás, no es, o no debería de serlo, una lucha en la que unos terminasen por vencer frente a los otros: el cerebro humano, como animal evolutivo, requiere de las dos tipologías para ser (en mi mente emerge la dialéctica hegeliana, pero no me quiero detener aquí; por cierto… no hay síntesis, Hegel sólo postulaba una lucha sin fin de contrarios, la vida es fluir, hacerse no para llegar, donde una aparente unidad emerge de tal lucha, sin “disolver” las partes). La paradoja es que los “destructores de mitos” suelen ser los más narrativos (creativos) y los que al final tienen más la funcionalidad o potencialidad de crear nuevas narraciones…, muchas veces a su pesar, pues son los “creyentes” los que terminarán de dar forma a tales raquíticas estructuras, o los que le ponen la fachada, piel o “alma”. El espíritu en ese caso es la suma de una estructura (realistas depresivos) con un alma (identidad narrativa). El espíritu o mentalidad de una época emerge en tal fusión de estos dos contrarios. Resumiendo: el cerebro humano es la unidad de muchos contrarios, donde estructura (hardware, neuronas, su química) y esencia, crean una unidad indiscernible e indivisible. Ni la ciencia, ni la religión tienen que vencer para que el espíritu humano siga vivo. Mi “profecía” es que la razón “mata” una de las partes, con lo que al final se destruye la “verdadera” esencia humana, ese medio camino entre el orden y el caos, entre el mal y el bien, entre Dios y el demonio… somos ángeles caídos, luciferinos, demiurgos. El paraíso perdido nos define (Milton).
II
Una palabra “infinitamente” polisémica es carácter. Así en la serie “Roadkill” (bajar subtítulos – ¡atención, posible espóiler!), en una conversación entre la primera ministra (presidente, es una serie británica) y uno de sus ministros, hablan de por qué la gente otorga más fe a Peter, el ministro, cuando ha cometido tantos fallos en lo personal, aduciendo la primera si será debido a la misoginia (odio a la mujer, a lo femenino, frente a lo masculino, en este caso). Él dice que: “could also be down to character”, “character?”, alega ella inquisitivamente. El caso es que el traductor automático lo hace así:
-También podría deberse al carácter.
-¿Personaje?
Una vez Google lo traduce bajo uno de los significados de carácter y la segunda por otro. Este fallo tan evidente no lo comete el cerebro humano. ¿En qué sentido lo decía Peter, el ministro? Esto me lleva de nuevo a la “hipótesis léxica“, aquella que afirma que las palabras “conforman” la mentalidad de las personas, de sus grupos y por ello, al final, la de una época. Yendo al origen de las palabras, por un lado nos encontramos que carácter es sinónimo de temperamento, esa disposiciones o rasgos que heredamos y que definen a las personas (iracundo frente a tranquilo, por ejemplo); y por otro lado nos encontramos que los griegos usaban unas máscaras en sus obras de teatro, para que fueran captadas desde las partes más lejanas de la platea, donde se exageraban sus rictus o las características “malévolas” o “buenas” de los actores. Tal máscara se llamaba carácter, de donde proviene personaje (character en inglés, e igualmente de esto proviene el concepto de personalidad), lenguaje propio de los escritos literarios, ya sean estos novelas, o guiones para el teatro o el cine.
Aquí nos encontramos de nuevo unos “huesecillos” a la deriva en la evolución social/biológica humana. En España solemos usar “personaje” despectivamente, en frases como “¡vaya personaje!”, mientras que alguien con carácter puede ser tomado como un rasgo positivo, aunque de cualquier forma los dos conceptos tienen su lado positivo y negativo, siempre dependiendo del contexto e incluso del tono de voz. Por lo que he intuido en la lectura y el visionado de películas y series, para el inglés (lo anglosajón), ser un personaje no siempre es tomado como negativo, sino todo lo contrario. Así, en el debate entre Zizek y Jordan Peterson, el segundo dice al primero que ya entiende por qué Zizek encandila a la gente, pues es todo un personaje, a lo que Zizek, siendo de otra cultura, le pregunta si eso es bueno o malo, a lo que Peterson le contesta que es bueno, muy bueno. Con todo lo dicho en mente, volvamos a la hipótesis léxica. Tiene sus detractores, que alegan que tal hipótesis no explica la naturaleza humana, su carácter, como quien dice. Pero eso es no haber entendido lo que sostienen sus postulados. Tal hipótesis no habla del carácter humano, sino que las culturas sociales crean personajes, arquetipos, en donde al final estos terminan de dar forma a algo que quizás no lo tenía, y en donde la totalidad del carácter de una persona, y el personaje que “adopta”, se retroalimentan el uno al otro, como para terminar de completar aquello que al principio no tenía realmente una forma muy definida. Pensar por ejemplo en Trump y Vladímir Putin, son personajes. En algún momento de sus pasados “adoptaron” ciertos rasgos arquetípicos, que al final los han definido dentro del panorama de la actualidad. Trump exagera sus gestos, hasta volverlos muecas fácilmente imitables; Vladímir Putin está haciendo el personaje del arquetipo del trickster, el embaucador, el tramposo (tratado en el escrito anterior), al intentar de desestabilizar la imagen de Estados Unidos en el mundo. Por cierto, trickster es polisémica y no sé la traducción “correcta” al castellano, pues, como vamos viendo, cada cultura le da unas connotaciones distintas, pero creo que habría que traducirla como “burlador” , pero teniendo a la vez en cuenta que se acerca al concepto de pícaro, y por ello a la picaresca de España, como así podría ser tomada la obra de “el burlador de Sevilla“. El Joker, el personaje de los comic y las películas de Batman, en Latinoamérica lo traducen como “guasón”, concepto cercano a lo picaresco, o de aquellas personas que desestabilizan el orden a partir de destruirlo, desde la falta de la “seriedad”…, ¡otra palabra polisémica que se las trae! Bajo mi hipótesis del concepto de preconciente (en mi primer libro), como realista depresivo, el cómico de alma, no reducible al que cuenta chistes, es un preconciente, un desestabilizador de la seriedad, de la máscara de los personajes, de sus mitos y relatos, de su identidad narrativa. Por cierto: la dramatización y desdramatización, que en el lenguaje común podrían reducirse a “saber reírse de uno mismo”, a no tomarse en serio, son dos tipos de terapias.
III
Vuelvo al tema de andar, de ir a lugares, como estructura interna del cerebro del escrito anterior. El lenguaje humano, y la mentalidad actual, está transida de una grave contradicción de base o esencial (me he puesto melodramático). Por un lado la mentalidad de ganador es aquella que se guía por metas, pero a la vez una y otra vez se nos dice que lo importante es el camino, no el llegar a destino. “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, seria traducible por: no existe la felicidad, esta consiste simplemente en vivir fiel a tu propio tipo de andar o paso y disfrutarlo. Así se dice, siendo la base de la paradoja hedonista, que la felicidad es algo que ocurre mientras vives de la manera que coincide con tu propia personalidad, reducible al concepto de la autorrealización, a sentirse realizado. ¿Cómo encajar esta contradicción? ¿La meta es sentirte realizado?, pero en ese caso ya es una meta para el que no lo está, no el camino.
En el escrito anterior decía que la memoria, el aprendizaje, tiene la estructura de inicio del camino, trascurso de este y llegar a meta. Siento hambre estando delante del ordenador, voy al frigorífico y me alimento. Por otro lado decía que la memoria de trabajo es esencial para truncar tal estructura. Alguien con Alzheimer sale de casa, pero por el camino no recuerda ni por qué está allí, ni dónde está, ni dónde iba o tenía que ir. En mi escrito “Reflexión sobre Interreflections II” es lo que me pasó. Perdía el hilo de forma constante (tren de pensamiento, en inglés). No sabía en qué parte del escrito me encontraba, porqué estaba en ese punto, ni a qué quería llegar. En cierto momento un párrafo me “entregaba” el paso a dar en el siguiente, pero algo en el ordenador me distrajo, y al final perdí esa idea, con lo que ya no sabía cómo tenía que ser el siguiente párrafo, e incluso perdí la estructura de todo el escrito. A decir verdad, perdí los “nervios” y lo acabé como pude, pues no entendía —y me frustraba profundamente— esa liviandad de la memoria de trabajo. Releer no me servía de nada, porque todo me parecía llano, sin hitos de relevancia que me dijesen dónde estaba.
Por cierto, la ciencia no sabe si memoria de trabajo y a corto plazo son lo mismo, luego hay cierta ambigüedad en todo este lenguaje. De extrapolarlo al ordenador, el microprocesador tiene internamente una memoria caché (más rápida: no “sale” a la más lenta velocidad de la placa base), de tal forma que ciertos procesos no los lleva a la memoria RAM. ¿Es lo mismo en el cerebro?, ¿el prefrontal internamente crea conexiones metaestables de neuronas, en las que intervienen las gliales, para cada proceso que va llevando a cabo?, y que es distinta de la memoria a corto plazo, en la que interviene el lóbulo temporal. Llevándolo a la estructura base que son las rutas en la naturaleza. El cerebro profundo tiene las metas, pero el prefrontal, el estar en el “aquí y ahora”, tiene que lidiar con cosas básicas, como evitar pisar una piedra, tratar de ir buscando las sombras si hace calor, y cuestiones de ese tipo. Si es así, alguien con Alzheimer parece tener “rota” las rutas de las neuronas entre el prefrontal, el “aquí y ahora”, con el cerebro profundo (ir a estudio). Así parece ser, pues los estudios están centrándose en el papel que hace los ganglios basales, una estructura muy antigua en el cerebro medio altamente conectada con todo la corteza cerebral. En ese caso conecta el hipocampo, en donde una de sus estructuras son las neuronas de lugar, de crear mapas mentales, con el prefrontal. Por otro lado una de las estructuras de los ganglios basales es el núcleo accumbens, y por ello el sistema dopaminérgico, o de premio. La metáfora es que saber dónde se está y dónde se quiere ir premiaba con dopamina al cerebro, que es la base para aprender y por ello crear memoria, o lo que es lo mismo: alentar la producción de nuevas conexiones y neuronas. No en vano cuando estamos mal decimos que nos sentimos perdidos, e igualmente existe el trastorno de la pérdida de la identidad, o en otro caso, la crisis existencial, que consiste básicamente en haber perdido el sentido de la vida (como meta), y su significado (camino).
Ahora mismo me he perdido un poco. Cuando a veces digo que el ser humano no es inteligente, tiene que ver con toda esta estructura. El humano actual, donde este se define por su ociosidad, pasea, ya no va a lugares. Queremos mostrarnos a los otros como que sabemos dónde vamos, pero suele ser falso. Simular tener metas es equivalente a simular ser inteligente, que en este caso es sinónimo de sabiduría. Mi principal crítica al momento actual y al documental Interreflections, es que las utopías ya no nos valen. Hace tiempo que dejaron de ser metas. El que el comunismo “fallara” tan estrepitosamente quiere decir que todos los metarrelatos (mental-relatos sería otra opción) han muerto, que sólo nos queda el mero camino de la actual y árida democracia. Por lo demás, sin que la estructura jerárquica se tambaleé ni si quiera un poco, sino que por el contrario cada vez se vea más fortalecida y asentada.
Sigo sin saber dónde estoy en el escrito.
—Es igual, sigue caminando.
El cuerpo, la vida, nos lleva a accionar en tanto que su base es la carencia, en cuanto que lo urgente de una necesidad nos apremia a movernos. Una animal se mueve hacia la luz y el calor, más tarde por buscar alimento. Pero, ¿dónde se ha de mover el humano si ya no tiene “necesidades” espirituales? Sé que hay un salto conceptual en toda esta exposición, pero el lector avispado sabrá cómo he llegado hasta aquí. El humano es capaz de hacer huelga de hambre y desoír esa necesidad tan básica. ¿Un ateo no tiene necesidades espirituales? El concepto humanista trataba de suplir a Dios por la idea y meta de una sociedad justa e igualitaria. Su humanismo era su espiritualidad, su necesidad esencial no suplida. Pero si de un lado vamos hacia el ateísmo (cientifismo), y por otro damos por perdida la idea de llegar a una sociedad justa e igualitaria (humana), ¿qué nos queda?
IV
Vuelvo a los huesecillos del oído. Una vez que llegaron a ser lo que son ahora, se nos hace imposible pensar que andaban por ahí, por el cráneo, sin ninguna finalidad. Sin esta, al final, la evolución los hubiera hecho desaparecer de la nueva estructura craneal. No habría quedado huellas evolutivas de su existencia. La evolución “anula” lo que no “sirve” de nada, lo que no se ha adaptado. Lo que no tiene un cometido, lo que no se ha actualizado a un nuevo fin. Así que, al final parece que las metas importan, aunque siendo muy cínico, puedo llegar a pensar que vivir sin metas es en sí mismo una meta, eso podría argumentar un optimista —como así es el punto de vista de Camus y su mito de Sísifo: el subir la piedra a la montaña, una y otra vez, sin meta, y aunque esta siempre cayese al valle, a su origen—. Luego cinismo y optimismo son dos extremos que al final se juntan, aunque desde ángulos muy distintos.
Por cierto, no es lo mismo actualizarse que adaptarse. No “divido” conceptos de forma aleatoria. Uno se adapta a aquello que no nos da otra opción, y uno se actualiza a aquello que uno desea. Lo primero es negativo: adaptarse a la esclavitud, a la rutina diaria de un trabajo; lo segundo es proactivo, uno lo busca y lo desea. La mente nos engaña, nos autoengañamos, al pensar que muchas adaptaciones son actualizaciones. De esa manera, con tal sesgo, uno vive más “feliz”.
V
La lectura de lo dicho… ¿quiere decir que hay que buscar metas?, pues no lo sé. Soy una persona que está perdida, por lo tanto no es conveniente seguir mis pasos. Puedo pensar que los que tienen la identidad narrativa tienen “metas” y que los realistas depresivos carecen de ellas, pero para estos puede ser así porque saben que tales metas son “irreales”. O sea, ir a la caza de un mamuts, para con su carne sobrevivir durante el duro invierno, me parece una meta muy “real”, pero no sé si es lo mismo levantarse todos los días de forma rutinaria para ir a un trabajo que no te gusta, y moverse en la vida como un zombi, aunque en el fondo sea para lo mismo: “llenar la panza”. Nuestros ancestros eran unidad, ahora somos individualidades, en donde lo social no nos suple ese estado de unidad. Pensar en los ancianos que hoy en día mueren víctimas del coronavirus, aislados en sus residencias, desconectados totalmente de lo social, cuando son las mismas personas que de niños pasaron por las calamidades y crueldades de la Guerra Civil Española o la Segunda Guerra Mundial. Imagínate que tuvieras que darles un sentido a sus vidas, en esos, sus, últimos suspiros… ¿podrías?
Tenemos hambre de humanidad, de humanismo, y ya nada suple tal hambre.
VI
—Deberías de dejar de escribir el presente escrito. Creo que la última frase sería un buen final.
—Tengo “hambre” de escribir, de comunicarme.
Así que tenemos dos estructuras en el cerebro, unidas por un fino y voluble “puente”. El prefrontal, en su eterno “aquí y ahora”, y el cerebro profundo con su estructura narrativa. Cuando doy mis largas caminatas, me percato que el prefrontal queda anulado, pues está atareado en sortear una piedra, tantear un nuevo camino, en atajar aquí o allá, etcétera, mientras que por otro lado tengo una meta: llegar hasta cierto lugar que está lejos, lo cual me sirve de reto. Meta y propósito son sinónimos, pero quizás el sentido que le doy en el escrito sea más cercano al segundo. Frente a esta “actitud”, la gente sale a pasear, va por caminos bien perfilados, y escapa de toda sorpresa. Esta segunda actitud es la de la razón: allana terrenos, hace carreteras, inventa vehículos cada vez más rápidos y efectivos, donde como resultado de todo ello sólo se quedan las metas. Pero por otro lado la sociedad actual ya no tiene realmente metas. ¿Acaso no hemos creado una sociedad transida por lo tendente y lo conceptual del Alzheimer? No importa el camino, tampoco son realmente importante las metas. El Alzheimer, como mal humano real, ¿es una metáfora que nos está contando nuestra forma de proceder, para que volvamos a reconducir nuestras vidas?, para que entendamos las estructuras por las que están construidos nuestros cerebros. ¿A alguien le extraña que el género de terror con más éxito sea el de los zombis?, ¿no estamos proyectando lo que creemos de la sociedad actual en tal tipo de personaje y nuevo arquetipo? La actual tendencia al hedonismo, de las sociedades del primer mundo, son esos zombis que se mueven por muy pocos motivos y estos son muy básicos. Realmente los zombis no piensan, son meros termostatos que accionan mecanismos básicos al detectar unas pocas cosas en el ambiente. No tienen ningún proyecto de futuro, sólo “sobrevivir”…, activándose en algunos momentos de “aquí y ahora”. ¿Realmente un zombi es vida tan sólo por tener la capacidad de moverse? No, los definimos como muertos vivientes. No llamo zombi a cada persona. Ese zombi es la mentalidad de las sociedades modernas. El zombi es lo social, lo es la democracia, muerta pero que se “mueve” y sólo da vueltas sobre sí misma; lo es el consumismo, donde todo nuevo aparato es sólo algo que destripar, para ir al siguiente; lo es toda otra persona, donde hemos logrado, hasta la perfección, “detectar” qué es un zombi como nosotros, y qué es lo “otro” y ajeno a nuestra identidad. Saltamos sobre el “otro”, en las redes sociales, hasta que sólo quedan de él, en el suelo, sobre las paredes, los restos de unas vísceras despreciables a nuestras bocas, y mucha sangre.
—Ves, ahora tienes un final peor que el anterior. Lo que acabas de decir me ha recordado al documental “American selfie – one nation shoots itself“, un retrato perfecto de lo caótico y cacofónico de la sociedad actual.
—Ya, bueno, la perfección no existe, hay que asumir que la vida es así, y que en realidad es caótica. Sólo la razón pretende lo imposible, y como vamos viendo, tal tendencia implica demasiados problemas. Voy a rematar ideas.
VII
Queda sin saber si en el diálogo de la serie “roadkill”, se refieren a carácter o a personaje, pero creo por el contexto que es lo segundo. El concepto de personaje, de lo que nos habla, es sobre la volubilidad de una esencia humana, en donde el hacer un papel en sociedad, sea este un rol o un arquetipo, es lo que nos termina de definir. “Apostar” por un rol u otro, un personaje u otro, es lo que da éxito a las personas, pues el cerebro está ávido de esencias, de cosas que salgan de la ambigüedad. Ese era el papel de las máscaras griegas. No dejar ninguna duda de quién estaba enfadado o de quién era el malo (pensar en el “sambenito” de hacer de malo en todas las películas, o de presentarse a un papel de feo/a). Hoy la literatura y el cine siguen haciendo lo mismo. En toda película queremos a alguien a quién “odiar” y a quien “amar”, qué acciones son reprobables y cuales a seguir. ¿Hay que superar esto?, ¿cómo “decirle” a los huesecillos del oído que dejen de ser lo que ahora son? Una vez que una estructura forma parte de la vida, se tardan millones de años para que puedan perder tal función…, y todo pasa por la adaptación, casi nunca por actualizarse. Eso sólo ocurre en los animales sociales complejos, pasó en el humano en cierto momento de su historia, pero ocurre que llegada a cierta complejidad, lo que impera de nuevo es lo adaptativo, pues el individuo al final pierde el control, al sumirse dentro de otro sistema con sus propias estructuras y reglas. Aún hoy, algunas personas son capaces de actualizarse, pero cada vez es algo más anecdótico.
La conciencia tiene la capacidad de cuestionar lo dado, incluso el propio carácter, pero si lo cuestiona todo…, ¿no se cae en un pozo sin fondo?, en la irrealidad de la nada. Ese es el camino hacia donde vamos, al cuestionar la legitimidad de los personajes, los roles y los arquetipos. La hija de la columnista, escritora, ensayista, directora y guionista, Nora Ephron, con películas como “cuando Harry encontró a Sally”, “algo para recordar” o “tienes un e-mail”, ha hecho un documental sobre su madre con el título “todo es una copia”, que era un mantra en la vida de la polifacética Nora Ephron. Al parecer ella pensaba que no había sido realmente creativa, que todo su trabajo eran copias de cosas ya existentes. Se dice que el mismo concepto tenían, sobre sí mismos, autores y creativos como Orson Wells o Picasso, yo apuntaría lo mismo de Van Gogh. ¿No es universal? Si todos somos una sola mente dividida en individuos, que es a lo que llamamos cultura, ¿qué es ajeno y qué propio? Lo que quiero hacer ver, es que a veces se hace complejo pensar en sí mismo como un ente individual, y en ese caso la historia humana ha ido hacia la individualidad, quizás en la dirección de escapar de la sensación de que carecemos de una esencia propia, de un alma. Este vacío nos nace desde nuestra condición animal, que ha adquirido conciencia, pero a la vez se pronuncia en la historia, pues al ir hacia la razón, esta, como tal, es un habitáculo vacío que emerge como nada. Con lo cual, todo subterfugio que nos haga creer o tener la sensación de ser alguien, como así lo hace el concepto de personaje, nos evade de la fría sensación de carecer de alma. En esta trama, la identidad narrativa nos procura de tal parche en el cerebro, y por ello la evolución validó tales “huesecillos” para hacer la función de dar estabilidad al sistema, con ese fantasma en la maquina al que llamamos yo.
Otro tema pendiente: vivir el momento o ponerse metas. El test de las golosinas sobre niños, ese donde el experimentador les dice: “vuelvo en un rato, no te comas la golosina, y después te doy el doble”, y en donde la mayoría se come la que tiene delante, nos dice que el humano quiere la inmediatez, el “aquí y ahora”. En este caso el prefrontal cede, o se impone a sí mismo no comer y esperar una recompensa mayor. El prefrontal hace de razón y se establece una meta (en el vídeo dicen que recurren a estrategias inconscientes, no me parece correcto tal análisis, pues el control de los impulsos —y no comer la golosina lo es— es parte del sistema ejecutivo, que es la función principal del prefrontal, ya que de estar dañada las personas suelen ser más impulsivas e incluso instintivas; hay un conjunto de partes del cerebro implicadas, pero el “supervisor” final es el prefrontal…, el caso de Phineas Gage —una barra de hierro le atravesó tal zona— es una demostración de su papel). Parece al revés de como lo he establecido arriba, ya sé, pero las metas del cerebro profundo es comer y sobre todo si es algo con azúcar, y en otro caso el prefrontal era un mecanismo del control de los impulsos, un evaluador de la situación, que es el papel que hace en tal experimento. El cerebro profundo se ponía metas sencillas en nuestra condición más cercana a la animal: ver lo que había al otro lado de una montaña o de un río, el prefrontal lidiaba con cada problema concreto de esas situaciones. Hoy el cerebro parece haberse volteado. El prefrontal se pone metas a largo plazo, una carrera universitaria, y tiene que buscar motivaciones profundas para esa lucha. Tal “volteado” es hipostático, no real, pues son las motivaciones las que “inducen” al prefrontal el sortear todos los problemas que salgan al paso. En ese caso el cerebro pone todas sus cartas en el papel que haga el prefrontal, como así es el caso concreto con los niños y las golosinas. De cualquier forma, y aunque los niños que logran tener el control de la situación, en el experimento, suelen tener más éxito en la vida, no por ello son más felices, pues además, al poner al prefrontal y la volición como la parte esencial del cerebro, esas personas serán más proclives para las conductas sociópatas, pues ninguna circunstancia tendrá que impedir lograr sus metas, donde las otras personas podrán ser analizadas igualmente como impedimentos o trabas a sus logros. “Siempre hay que elegir entre ser fuerte y ser querido”, nos recuerdan en la serie “roadkill”.
—Suena moralista, no me gusta cuando tiendes en esa dirección.
—Ya. A mí tampoco. Creer en lo correcto y lo incorrecto, es “incorrecto” desde el caos, y en ese caso habla la razón como orden. Hay que quedarse con la vindicación hecha arriba sobre que los contrarios tienen que sobrevivir en su dialéctica. Asumir tal cuestión ya no sé si es orden o es aceptar el caos. Para ser lógico el caos no debería tomar conciencia de sí mismo, al hacerlo ya entra en juego como “contaminado” por el orden.
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