De la Razón Como lo Irracional (o en Busca de Dios)
❝Lo irracional se deja en cierto modo persuadir por la razón.❞ Aristóteles
❝La realidad humana es perpetuo trascender hacia una coincidencia consigo misma que no se da jamás.❞ Sartre
❝La coincidencia y la especulación son más emocionantes que la coherencia.❞ Robert Crumpton
❝A menudo, cuando las personas crean algo nuevo, terminan a horcajadas entre la cordura y la locura.❞ Kári Stefánsson
(Añadí dos párrafos, quizás en el lugar equivocado, y en el proceso además repito algunas ideas sin necesidad. Pendiente de revisar y recolocar. En muchos casos un escrito es lo que calla, en otros los subtextos.)
Este escrito pretende reunir distintas ideas que he plasmado aquí y allá, y trata de darles un sentido final o una estructura que acoja a todas. Mis últimos escritos pueden ser leídos como una manera “bastarda” y sencilla para comprender a Nietzsche, como para que sea más comprensible para el humano medio…, más popular, si se quiere decir así. A qué se puede reducir lo que decía Nietzsche y en los últimos escritos yo, a la siguiente contestación a la siguiente pregunta: ¿en qué se diferencia el humano del animal?, cuya contestación más llana, y a la vez profunda, es en que el animal busca causas, mientras que sin embargo el hombre busca significados. La ciencia —y la filosofía— ha tratado de definir siempre al hombre con un adjetivo al término homo, donde el de uso más común y actual es el de sapiens, mientras que otros como ludens (que juega), o faber (hacedor y hacer uso de herramientas) perdieron su legitimidad al descubrirse que otros animales tenían esas mismas propiedades. Yo he puesto en entredicho en muchas ocasiones nuestra inteligencia, o a lo que llamamos razón o verdad, luego bajo mi punto de vista el de sapiens tampoco me parece el más apropiado, y habría que denominarlo como buscador de significados (no quiero pretenderme con la capacidad para traducirlo al latín, y los traductores automáticos no creo que me puedan dar una traducción “correcta”).
Un problema en epistemología, y por ello en filosofía de la ciencia, es si todo está causado, en donde causa implica un porqué. Que la piel pique implica una causa que es investigada por un dermatólogo, si bien puede picar por ciertas causas que impliquen a otras ramas de la medicina como la endocrinología, por poner un ejemplo. En apariencia, si no hay una causa física, se deriva al paciente a un psiquiatra o un psicólogo. Aquí empezamos a enredar la cuestión, pues qué es cerebro y qué es mente, y por ello qué es el hombre. Si se reduce el cerebro a sus componentes físicos/químicos se podría analizar como un “causador” de cierta irritación en la piel, que puede que simbólicamente sea una transferencia de una irritación de dicha persona hacia otra o hacia la sociedad. A todo esto: ¿qué diferencia hay para que un síntoma lo genere cualquier otro órgano a que lo genere el cerebro?, ¿todo síntoma o trastorno no es físico/químico? La ciencia llama causa de un síntoma a una disfunción que implique un desajuste de la “máquina” que es el cuerpo, no de la mente. Se deduce así que las ciencias positivas buscan causas, mientras que las humanas buscan “razones” o significados. Las primeras son verdades, mientras que las segundas parecen ser verdazes (verdades individuales). La diferencia más elemental es que las enfermedades físicas casi siempre siguen un mismo encadenamiento causal, mientras que las mentales parecen tener un mayor componente azaroso, pues a partir de unas primeras causas se pueden derivar muy distintos trastornos. Así nos encontramos que el cuerpo, sobre todo su sistema nervioso, comete “errores”, pueden darse ciertas descargas aleatorias que el individuo las sentirá como un cosquilleo, pinzamiento, dolor aquí o allá, y aunque no tengan ningún significado, en tanto que no tienen una causa que apunte a ningún mal, el prefrontal, al tomar conciencia de tal dolor, se podrá obsesionar por buscarle algún significado.
Me podría contraargumentar a mí mismo, y tratando de tintar el tema de colores alegres, que lo que llamo buscar significados donde no los hay, es parte de lo que se entiende por creatividad, y seguramente sea así. Todos los animales tienen bajo instintos la detención de patrones que les vayan a ser útiles para vivir, la mecánica de sus ojos (ver más o menos colores, con más o menos profundidad, etc.) está preparada con respecto a dichos límites, pero el humano no tiene tal capacidad tan “cerrada”, sino que es más libre, más de tipo multipropósito. Pero hay humanos que exceden el límite de tal máquina al caer en ver patrones (significados, sentidos) donde no los hay. Es lo que se llama apofenia. Hoy abundan en Internet las ideas conspiranoides, y de creer haber encontrado cierto lenguaje cifrado en tal o cual autor o libro. Recordar la película “el número 23“, si uno se obsesiona con ver el 23, lo verá por todos los lados. En un caso nuevo, el documental “El código Shakespeare” nos habla de una persona que dice haber descifrado que tal autor era Francis Bacon, si ves el documental puede que te convenza, pero ¿por qué crear un código tan complejo que se ha tardado siglos en descifrar, si lo podría haber confesado justo antes de morir? En definitiva…. el humano parece tener un dispositivo de detección de agencia y patrones hiperactiva. Parte de esta estructura es a lo que se llama pensamiento mágico.

Voy a usar estas capacidades de crear sentido y significado a todo en un caso. La capacidad para adjetivar viene dada por una propiedad creativa de redundar y de dar tonalidades y puntualizaciones a los sustantivos. En un primer momento se les llamó segundo sustantivo o subordinado, pero finalmente las gramáticas le otorgaron un nombre propio. Una persona lacónica puede ser signo de ser una persona poco creativa, ya que tenderá a no usar o poner muchos adjetivos. Si vas a una casa y dices: «alguien anda en la cocina, se oyen ruidos», y la otra persona te dice: «es el gato», no es lo mismo que decir: «es mi dulce gato» o «es mi dulce gato travieso y endemoniado». A mayor cantidad de adjetivos una mayor creatividad, pero algunas personas muy racionales dicen que usar muchos adjetivos es hacer un uso inadecuado de los sustantivos, incluso se podrá alegar que el “ser es uno y se dice de muchas maneras”, lo que denota un ser racional, más tendente a buscar causas que significados. Aquí nos encontramos otra dualidad intrínseca del ser humano tendente a que luchen eternamente: los racionales y los creativos. Se argumenta que los creativos tienden más a la ciclotimia (bipolares, ansiedad, depresión) y los racionales a la esquizotimia, tendentes a la esquizofrenia y sus variantes (el caso de John Forbes Nash retratado en la película “una mente maravillosa”). Esta misma división es… ¿causación o búsqueda de sentido? (Por cierto, yo antes era artista, pero por mi edad —mente cristalizada— y la constante escritura, al final mi cerebro a “mutado”. ¿Se puede tender primero a la ciclotímia y después a la esquizotimia?, o uno se mantiene en lo primero. Ahora al ver películas veo más “patrones” tendentes a encontrar los fallos, que dejarme “embaucar”, seducir en la magia del mensaje. ¿En la juventud, bajo la mente fluida, se es más ciclotímico y en la madurez más esquizotímico…?, o tal lenguaje desbarra en tratar de hallar patrones donde no los hay.)
Demos un paso atrás. Un animal busca causas. Si la hierba se mueve puede ser por un depredador al acecho, por una ráfaga de viento, por la caída del fruto de un árbol o por un animalillo inofensivo. Sólo le interesa saber (verificar) que no es un depredador. Ahí detiene sus “pesquisas”. Pongamos el caso que sea el hombre el que analiza algo tan nimio, por lo menos el hombre idealizado. A tal humano no le bastaría con saber que no es un depredador, se acercaría al lugar para saber el por qué, y si no fuera por una causa directa de las dichas arriba, aún trataría de darle un significado. Durante toda la historia humana es lo que hemos hecho. Si se oían ruidos por la noche y se descartaba que fueran roedores, pues se tenía un gato, se achacaba tales ruidos a los duendes o cualquier otra causa a la que le pudiera dar un nombre. Lo más seguro es que la causa fuera que cierto objeto que estaba en una posición de equilibrio precario, se asentara a otra posición con el paso del tiempo o por que interviniese otras causas como el frío o la humedad.
Se puede alegar que por lo tanto que el humano es sapiens, pues trata de saber, pero si se aduce tal cuestión es que o bien no me hecho entender o el lector no me ha entendido. Quizás la forma más trivial de entenderlo es que la vida tiene causas, pero no razones y ningún significado último. Una animal vive, no se pregunta por qué vive, qué es la vida y por qué hay vida. ¿Es por ello “mejor” el humano que el animal? Bajo qué baremo, sólo el del propio hombre erudito, pues para el humano medio —más cercano al animal descrito al que sólo le interesa las causas— los dos estamos al mismo nivel. La vida y el universo son, y sus causas no nos “pueden” decir nada más. Sólo al hombre le pica el tábano de buscar razones o significados, pues el resto de los animales no se preguntan nada.
Vayamos a una frase de Estragón que puse en el escrito anterior: “…los vetones, cuando entraron por vez primera en un campamento romano, al ver a algunos de los oficiales yendo y viniendo por las calles paseándose, creyeron que era locura y los condujeron a las tiendas como si tuvieran que o permanecer tranquilamente sentados o combatir.” Yo le di una explicación (significado, razón) que era la que encajaba o venía bien dentro de los argumentos en curso, pero tal comportamiento paradójico puede implicar otras razones o significados, pero donde se hace imposible saber o reducir tales comportamientos a unas “causas”. En algunos escritos digo que por qué el humano tiene siempre que estar haciendo algo. Que por qué no se tumba y/o se duerme sin más, en periodos de inactividad, como lo hace cualquier otro animal. Bajo este punto de vista los vetones estaban más cerca del “animal”, pues acuciaban a los romanos a que si no tenían que hacer nada, que simplemente se quedasen quietos. ¿Es esta la causa o le estoy dando un significado? Este argumento me llevó a pensar que la vida, por término medio, tiende a la retroalimentación negativa, a echarse a dormir para reducir la entropía, el gasto de energía, mientras que el humano no. Pero si algunos hombres, o el hombre primitivo o más cercano al animal, sí tenía esa tendencia a optar por el reposo, ¿cuándo y porqué tendió a no hacerlo? En un primer momento pensé que toda cultura dominante lo es porque es más “activa” que el resto de las culturas, como así aparecen los Romanos ante los vetones. Tiende más a la retroalimentación positiva y eso le hace destacar sobre el resto. Pero esa no es la causa, sino una razón. La causa es que sobresale del resto porque tiene que defender una posición que no tiene el resto. Este pensamiento me llevó a la vez a que es lo “típico” de los alfa. Su posición sólo se entiende, y tiene como causa, que tenga que defender una posición de dominio, que el resto no han de tener. Los beta sí tienen que tener una posición más activa con respecto al resto, y en esa dinámica el alfa se ve “encadenado” a mantener la retroalimentación positiva. Hay otra posible “causa”: el alfa es el que tiene un mayor acceso a los alimentos en cantidad y calidad. Ha de “hacer ver” que tal “regla” es por y para algo. Los chimpancés alfa “sin venir a cuento” (frase de esas que usa alguien que apuesta a que sólo hay que atenerse a causas evidentes) suelen hacer alardes de bravuconería (gracias al castellano por tal palabra), display en antropología, en donde se demuestra que su buena alimentación le proporciona una energía desmesurada o por encima de la media. ¿No es lo que hace Estados Unidos y por ello “su” capitalismo desmesurado?, es su display, y despliegue de condición y posición de alfa.
Lo que he hecho en el párrafo anterior… ¿es buscar causas o significados? Es causa si sólo trato de argumentar un comportamiento fuera de todo valor moral, es significado o razón si tal argumento es para ir contra Estados Unidos o el capitalismo. En ese sentido Nietzsche decía que no había que analizar el componente moral de las acciones. ¿Mi forma de analizar los “hechos” es “más allá del bien y del mal”? ¿Puede el humano no dar valores humanos a sus acciones y comportamientos?, no. O sea, un antropólogo o un etólogo hace ese tipo de análisis en los animales, y al hacerlo “más allá del bien y el mal” no actuará frente a un león que se come a unas crías de un león rival, pero ni el antropólogo ni el etólogo se quedarán al margen si ven ese mismo comportamiento en un humano. La empresa de Nietzsche, así, se presenta como quijotesca, pues en sus propios análisis incurre en aquello a lo que ataca: ser moral —correcto frente a incorrecto— con respecto a los que moralizan sobre el acontecer de la vida humana, y por otro lado puede caer en lo psicopático si en su proceder, por acción u omisión, no tratara de salvar la vida de otro ser humano, en manos de otros humanos más fuertes o con mayor ventaja. El propio Nietzsche fue contra sus propios postulados, se traiciona, pues… por qué trató de mediar para que no dieran latigazos al caballo al que terminó por abrazar y por el que lloró, sino por sentir compasión.
Así se llega que el humano, y parafraseando a Sartre, es el ser por el cual el valor deviene en el mundo. Cualquier animal actúa bajo unas reglas y “sus” reglas son sus causas. El resto de causas o reglas le son —y le han de ser— ajenas, pues de lo contrario no podría vivir. Entendido este hecho sencillo se puede entender la extensa parrafada de Sartre y su Ser del valor. Cuando el humano se distancia de las causas, cuando le busca significados, parte del hecho que en ese primer momento no lo tienen, de su desconocimiento. En esa medida esa negación de saber se constituye como una nada. En otro lenguaje, es una pregunta que queda abierta —o que no se cierra, si es más visual en su negación— en donde el ente que hace tal pregunta se queda pendiente de ser cerrado y por ello condenado a (querer) cerrarse. Esto nos ha metido de lleno en la ontología. En el problema del Ser y el hacer, los dualismos, mente/cerebro, alma/cuerpo, esencia/ente, etcétera. Quien quiera llevarlo a ese lenguaje lo puede hacer, pero quizás las salida de todo dualismo se pueda resolver con lo que la ciencia sabe. Qué es una especie, si tal concepto está subsumido en el de la evolución y por ello el cambio que implica toda adaptación. Adaptación y especie parecen contradecirse, pues si todo cambia, ¿por qué puede ser nombrado? En un primer análisis se hace uso del concepto de especie dado que los cambios evolutivos son tan lentos que los humanos no ven dichos cambios durante cientos de generaciones. Por otro lado porque el concepto de especiación implica que tal especie se mantenga sin cambios siempre y cuando no se tenga que readaptar a un nuevo ambiente. Analizado de otra manera: el ADN no implica ningún significado. No tiene ninguna finalidad, si ello implica razón de ser. Es un código que se transcribe a sí mismo de distintas maneras. No es el contenido del código, eso ya es buscarle un significado. O sea, un alfabeto no significa nada, un libro sin embargo sí. Dada unas reglas implícitas, y otras externas a “él”, ciertas partes del código se mantienen y otras desaparecen. Aquello que se mantiene, en su expresión en un ser vivo, por largo tiempo, es lo que se puede llamar una especie. Darse cuenta que la explicación de Sartre sobre el ser del valor es válido para esta manera de entender el ADN. La validez no está implícita en el código, en esa medida el código porta la pregunta: «¿soy válido —lo acertado— para el ambiente en el que voy a venir a la realidad?», que sólo se valida existiendo, “jugando” la vida. En la medida que esa especie sólo es, solo porta, un tipo de apuesta, es de un solo valor, mientras que el humano es ese ser que tiene la capacidad, incluso, de cuestionarse su propio valor (un filósofo como Nietzsche lo hace, pero la cosmovisión antropocentrista del hombre medio no lo hace).
Llevadas estas ideas a la dualidad mente y cuerpo, espíritu y máquina…, los distintos comportamientos posibles operan como actualizaciones en vida de una máquina concreta, de un animal concreto. Si son “acertados” llegará a la edad adulta y de procreación, si no lo son, no. La abstracción y combinación de comportamientos y actualizaciones al medio (elecciones) crean lo que se puede llamar una mente concreta, una personalidad o yo en el hombre, en una época y medio concreto, que si tiene el éxito para reproducirse, creará otros cuerpos o máquinas más o menos iguales a sí misma, que creará la tendencia (potencialidad) para que esos mismos comportamientos (mente, elecciones, mentalidad) sean los de su descendencia. En el humano se sumó el alto tiempo que los padres han de cuidar de sus hijos, lo que les daba más tiempo para “forjar” la mente, ahora bajo la rública de lo que entendemos como culturas, o alma o espíritu de un pueblo o una nación.
Volvamos a la idea de la especie, como ente que es en tanto que válido, dado un medio que le es “conveniente” o adecuado. En el escrito “un porqué evolutivo de la identidad”, trato de mostrar que el efecto Baldwin y el de especiación son los que “explican” la realidad de una especie, y de esta misma manera la del hombre. Un ser vivo ha de validar viviendo su propia apuesta, su genética —”jugándolas”—. Al tipo de validación concreta que se da en una vida, en tanto que a la vez puede ser aprendida de los padres (y ya en el humano, en el medio que es su país), es a lo que se puede reducir el concepto de cultura. Esta “segunda” apuesta está subsumida en la primera e internamente muy relacionada, al modo de la uña y el dedo, o la piel y el cuerpo. Bajo este punto de vista reduccionista, mente o alma (personalidad, yo) es una tercera capa donde el individuo “expresa” su ADN y su cultura. Habría que verlo visualmente como una goma que se estira y torsiona con cierta “libertad”, pero siempre desde un centro, que es lo inherente al ADN y a la especie a la que pertenece. Hay cierto grado de cambiar lo cultural e incluso de negarlo, una parte de la goma intermedia, pero un grado menor de alterar el “mensaje” del ADN. La elección de pareja o de los grupos a los que pertenecer implican una “selección” de un tipo de apuesta cultural a la vez que evolutiva, pues una pareja similar a mi identidad es más proclive a mantener los rasgos “deseados” de lo que ha de ser la especie. La educación de los hijos con unos valores, terminan de forjar la identidad deseada de lo que ha de ser el humano, desde el punto de vista de cada pareja.
Qué tenemos hasta ahora. Un animal no busca significados, sólo causas. El humano es un “tipo” de animal que busca significados. En esa medida, mientras que el resto de los animales son apuestas cerradas a sus causaciones, el animal humano es un eterno tener preguntas abiertas que no son saciadas por sus causas. Nietzsche sentenciaría que esa tendencia es enfermiza y es la que nos procura debilidad e infelicidad, para él hay que volver al “animal” y salir del mundo de los valores, pero como hemos visto, no se puede, pues sus argumentos ya están dando un tipo de valor a los suyos frente al de los otros. Mi postura es más cínica y realista, dice que es igual lo que pretendamos, pues por un lado nos es imposible abarcar todos los conocimientos (acatalepsia) para estar bien “encaminados”, y por otro que es imposible llevar tal plan a lo social, pues este está subsumido en luchas internas, en donde ninguna de ellas ha de ganar, sino permanecer dentro de sus dialécticas o luchas. Es una visión fatalista, donde cada individuo se ha de reconocer como un mero engranaje dentro de sistemas demasiado complejos como para “trazarles” una sola y unificada finalidad, y que tal finalidad pueda llevarse a cabo, sin que por medio se nos escape alguna variable, y que en realidad nos hagan andar por caminos que al final nos llevarán a callejones sin salidas. Es más, la actualidad sólo se puede entender bajo esta visión.
Así que en mis escritos he dicho que de existir Dios este no es Aquel Ser por el que el hombre es un ser por el cual el valor deviene en el universo. ¿O sí? (Los discursos que siguen están planteados desde la suposición que Dios exista). ¿Por qué Dios habría de crear unas leyes naturales y otras para el hombre (divinas)? Tal suposición es la que trata de sustentar cualquier idea antropocentrista, pero como se sabe el incesto no es una ley divina sino natural, pues a las pocas generaciones se pueden dar deformaciones físicas y cognitivas. Otro tanto ocurre con el asesinato. Todo animal recurre a la pantomima de hacer valer su superioridad, evitando así que haya la menor cantidad de heridas y muertes. En casi toda especie en la que tienen que luchar los machos para ser los alfas o tener acceso a tener sexo con las hembras, le basta hacer simulaciones de fuerza, tamaño, etcétera, tratando de evitar una lucha sangrienta. Ni siquiera es pensando en el otro, sino que lo que está implícito es el instinto de supervivencia, si evito sangrar evito correr peligro de muerte, luego esa misma posición por los dos lados dan como resultado que la apuesta evolutiva más validada sea el mostrar y hacer demostraciones de los propios atributos y por ello compararlos a los del contrincante, que a su vez hará lo mismo. Lo moral sobreviene a la vida dada la complejidad a la que llegue una especie, que a la vez implica una química más elaborada en el cerebro para dar existencia a tal complejidad, que a la vez implica una mayor y variabilidad de las emociones. Recordemos el caso viral de la madre panda que se asusta tontamente por un estornudo de su cría. La panda se asusta y ahí se queda el tema. Esa misma escena en lo humano llevaría a un tercer proceso, que sería que la madre se reiría de sí misma y la situación por haberse asustado por algo tan nimio. En otro lado he apuntado que la risa, en casos como el descrito, es un comportamiento en donde se alivia el estrés súbito. Es lo contrapuesto al llanto. Nietzsche dijo que “el hombre es el único animal que sufre tan intensamente, que ha tenido que inventar la risa”, y no estaba desencaminado, pues se sabe que es una manera de liberar estrés, dolor, pero se equivocaba en que fuera el único animal, pues es propia de muchos mamíferos sociales. En otro caso, animales que nos son cercanos como los chimpancés tienen claras muestras de compasión o sentido de la justicia, propiedades que en la antigüedad se pensaban que eran exclusivas de los humanos. No creo que tenga que redundar mucho más en el tema. Mayor complejidad social e inteligencia implica una mayor cantidad de emociones, en donde muchas de ellas, como la compasión o el sentido de justicia, pueden tomarse como morales o aquellas que implican una agencia moral en el cerebro.
Cuando transcribí los párrafos de Sartre sobre el valor, lo hice con la intención de hacer ver que el valor es sólo un concepto entre otros. Lo hacía para hacer ver que la evolución “crea” o llega a conceptos y los “usa” en distintas ramas evolutivas (no es así, es por concurrencia, pero sea). Bajo el lenguaje de Maturana y Varela, un concepto es una suma de acoplados que emergen para constituirse como una nueva propiedad de los sistemas. La compasión es una suma de acoplados, que aislados uno a uno no crean nada, pero en su suma crean el concepto de compasión. Tratemos de ver el proceso evolutivo: 1. propio dolor físico —> 2. propio dolor psicológico —> 3. ver la herida de la propia cría y procurar cuidarla con más esmero —> 4. concebir que la propia cría tenga un dolor psicológico y consolarla o mimarla—> 5. llevar todas las apreciaciones anteriores hacia alguien de tu propia especie, sin ningún lazo = compasión. En el humano de las últimas décadas se está “creando” esa compasión hacia casi toda criatura a la que creemos o tomamos con una conciencia y/o inteligencia (falsa conciencia diría yo, pues no la tenemos igual por las ratas, que en realidad nos son muy cercanas: quien vea cómo una madre rata cuida a sus crías quizás lo pueda llegar a sentir por ellas igual. Por lo demás no es una nueva mentalidad, si acaso ha sido retomada, ya que era parte del hombre primitivo y aún subsiste en las tribus que se mantienen como eran nuestros ancestros). En este nuevo sentimiento que emerge en lo humano sobre los animales vemos que no tiene por qué haber un Dios en tal proceso, pues parece ser algo nuevo que no parece mostrarse en la biblia o en libros de la antigüedad. La evolución sigue su camino hacia la complejidad. Retomo el principio del párrafo sobre el valor y los conceptos. La principal diferencia del humano con respecto al resto de los animales es un lenguaje altamente simbólico, abstracto y complejo. No fue primero la conciencia y después el lenguaje. La conciencia es un subproducto, estado emergente de acoplados, del lenguaje, en donde la propia capacidad de conceptualizar toma conciencia de sí (no ver nada místico aquí, a veces en el lenguaje el creyente “ve” a Dios, pero sólo es el juego evolutivo hacia la complejidad). O sea, siempre he sostenido que el prefrontal era una última fase de verificar los procesos mentales/acción, pero que en el humano, y por medio del lenguaje, se vuelve en un estado emergente. Este sistema se puede cerrar sobre sí, tomar conciencia de sí, y crear nuevos conceptos a partir de esta circularidad, como así es el yo. La prueba del espejo, de reconocerse en un espejo, no es exclusiva del humano, luego tampoco es una propiedad que sólo tenga el humano, y “demuestra” que tampoco tuvo que intervenir Dios en crear tal capacidad, sino que es otro proceso evolutivo más, dados unos altos parámetros de complejidad o acoplados.
Lo que he tratado de hacer ver, en los escritos anteriores, son dos consecuencias que se siguen de las anteriores premisas. 1. De existir Dios, está más de “Acuerdo” o Concuerda más con el cerebro profundo, subcortical, que es el que más implementado tiene las leyes naturales. Por otro lado la creencia de Dios, su mayor “fuerza”, proviene de la fe, que de nuevo implican estructuras subcorticales, más que las de la razón y las corticales. Todo intento por parte de teólogos y filósofos de poder creer en Dios por medio de la razón, o que Dios sea razón, no se han sostenido a lo largo del tiempo. Lo que siempre ha quedado, y queda ahora, es la fe. 2. La conciencia, cerrada sobre sí, en tanto que razón desvinculada de las emociones, tiene una alta probabilidad de dar como resultado al psicópata, a ese ser que se desprende de la compasión y de toda regla o ley natural. En un caso, ¿sería lícito viajar en el tiempo para matar a Hitler?, o ha de primar no asesinar. El ir contra el asesinato de manera tajante, ¿es natural o es “humano”?, fuera de lo natural. En las luchas que he descrito arriba, entre machos de la misma especie, en muchos casos se llega a la muerte, pero no son asesinatos. Ciertas muertes entre los chimpancés pueden ser tomadas como lo que se entiende por asesinato en las leyes humanas, luego parece un proceso más allá de la complejidad de las sociedades y los cerebros, y no una “desnaturalización”. La posición humanista alegará que puesto que el humano tiene la capacidad de pensar en las consecuencias, su agencia moral más elevada tratará de superar ese lado negativo de su “naturaleza”. Pero en todo caso no hemos llegado a una posición superior, porque la misma capacidad de crear la posición humanista, la toma de conciencia, el prefrontal, la razón…, esa misma zona aislada de las emociones, crea al psicópata. ¿Cuál de las dos posturas es la más evolucionada? (evolución no implica a mejor, es un concepto errado en lo social). En teoría el psicópata, según el concepto de progreso, pues este tipo de humano emerge dentro de las sociedades más complejas, en las mal llamadas sociedades civilizadas, y sobre todo en las grandes ciudades, cuya trama existencial se basa —en teoría— en principios “evolucionados” (el capitalismo, por ejemplo), frente a las comunidades más pequeñas basadas en las reglas naturales y por ello en las emociones. No caigo en el concepto del “buen salvaje”, pues de cualquier manera las muertes entre las tribus de cazadores-recolectores o llamadas “primitivas” se parecen más a las muertes que ocurren como consecuencia de las luchas sangrientas, como así se dan entre los machos contendientes entre los animales, que al asesinato premeditado de las sociedades modernas. La premeditación, frente al arrebato, es un agravante en las leyes humanas, luego es un proceso que se analiza bajo otros baremos que al homicidio involuntario o por un arrebato, que son más “naturales”. Dicho de otra forma: las leyes ya tienen como premisa que la conciencia, el prefrontal aislado de toda otra regla, “existe” y es “peor” que las zonas subcorticales “obrando” con sus propias reglas.
Si se entiende lo dicho, entonces creo que queda claro que de existir Dios, no fue el que creó las leyes humanas, ni habría disposiciones distintas a las naturales como divinas, sino que estás las creó el propio hombre (ficcionalismo moral). En definitiva, que el hombre lo que en realidad ha solido hacer es poner en Boca de Dios, leyes que el mismo crea para llevar a cabo ciertas acciones que pueden ir contra las leyes naturales (guerras santas, inquisición, adoctrinamiento de otros pueblos…) en nombre de Dios. Cada cultura y religión proyecta (proyectivismo) sobre “su” Dios, sus costumbres, reglas y moral, y no a la inversa. En todo caso a la conclusión a la que se puede llegar es que con el advenimiento de la conciencia, de las capacidades del prefrontal, se arribó a un nuevo estado que era tendente a tener la capacidad de llevar a cabo el asesinato (mito del asesinato de Abel a manos de Caín), que a la vez era el mismo “instrumento” o capacidad para evitarlo. O sea, la típica doble naturaleza de que un bisturí sirva para operar o sirva para asesinar, o que la energía nuclear se use para proporcionarnos energía y a la vez las bombas atómicas. Algunos podrán aducir que dada esa doble naturaleza, de la capacidad que hace único al hombre sobre el resto de los animales, Dios sí creó unas leyes divinas específicas para los hombres, pero creo que queda claro en el escrito que no son necesarias, que son las denominadas leyes naturales a las que hay que llamar, para evitar asesinar, por ejemplo. Por esta dualidad de la conciencia es por la que se puede decir que a través de ella, que el mundo de los valores entran en juego —juego del lenguaje— el valor en el mundo o la realidad, y por lo que terminé por aceptar los postulados de Sartre sobre el valor como constituyente de la conciencia, como el prefrontal rumiando —circunvalando— sobre su propio Ser.
Lo que yo opino, y quizás ponga tales concepciones en boca de Nietzsche de manera desacertada, es que no es lo mismo matar que asesinar. Nietzsche abogaba por la restitución de las leyes naturales, que en sí mismas no son “injustas”, sino simplemente eso, naturales. Donde se pueden dar muertes, pero no asesinatos. Hitler asesinó, no mató, a cada uno de los hombres que perecieron en el holocausto judío. Para mí la vida no es sagrada, la miro de manera natural y pienso que es “más humano” anteponer la dignidad a la vida, el evitar el sufrimiento continuado por medio de la muerte rápida (base de la novela “¿acaso no matan a los caballos?”, haciendo alusión del tiro de gracia que se le da a un caballo si se queda cojo). Hitler no es la sinrazón, no es lo “irracional”, es la razón equivocándose estruendosamente. Una entre tantas hipótesis catastróficamente erradas de a lo que ha de llegar el ser humano, siempre orquestado por las zonas del prefrontal de evaluar y tratar de prever futuros estados mejores, mirando las finalidades, y en donde el resto son tan sólo consecuencias. Es el prefrontal que ignora variables y se pone unas metas elevadas en nombre de sí misma, de la razón.
Con esto llegamos al momento actual. ¿Cómo saber qué consecuencias genera cualquier acción? Hacemos uso de la razón y esta no es capaz de medir consecuencias, ni medir los posibles daños colaterales. El estado más cercano a nuestra condición humana es la de los humanos de las pequeñas tribus y clanes que aún sobreviven en el mundo. Todo nuevo estado lo son en tanto que mediados por la razón, donde en muchos casos la razón se usa para enderezar entuertos en los que ella misma se mete. Ahí tenemos sin ir más lejos la actual tendencia a la obesidad mórbida, las enfermedades autoinmunes, el calentamiento global, y la alta tasa de extinciones de especies que se están dando en los últimos siglos. Toda pequeña tribu es parte de su ecosistema, está más cercano a las leyes naturales y sus reglas, que toda pretendida toma de la razón del hombre occidental.
La razón humana crea leyes que no te permiten matar directamente a un humano, pero que sí le permite matarlo lentamente. Que no asesina, pero que sí quita de toda dignidad a cada vez una mayor cantidad de seres humanos. No estoy hablando de la teorización de las leyes, estoy hablando del acontecer de las leyes que siempre las sabrán usar más a su favor aquellos que más dinero tengan, y que por lo tanto no pueden ser justas. Mata de un arrebato a un hombre y serás condenado por años en una cárcel, envenena la tierra que creará problemas endocrinos y cánceres que harán que mueran personas y nazcan niños con deformidades, y te echarán una multa de una suma de dinero descomunal, pero que de cualquier forma no restará el poder de tal multinacional y de los hombres que la gobiernan. El problema de base no es que la justicia no se lleve a cabo, ¿no hemos entendido nada?, el problema es que las capacidades de abstracción humanas no son capaces de resolver él mismo las consecuencias que crea, en un mundo cada vez más complejo, con unos cerebros “primitivos” o razón básica individual muy limitada. No es “culpa” de nuestro lado primitivo y natural, son problemas que genera la razón, desvinculándose de su lado natural. En definitiva del prefrontal no subsumido bajo las leyes naturales, sino creyendo que las puede superar con reglas, con razones.
La metáfora del jardín del edén es la toma de conciencia del ser humano y la entrada en juego de la razón, que de repente sintió que su desnudez natural estaba mal. No porque tras de tal conciencia hubiera unas causas, sino porque trató de buscar significados y razones. De ser así, de nuevo, de Dios sólo provienen las leyes naturales, y todo el resto de “equivocaciones” son dadas por esa mente que no le bastaron las causas de la vida, de la realidad, para existir, y buscó, con su nueva capacidad para el conocimiento, el significado y las razones de todo. Un animal abocado a morir en buscar el significado de todo, y en donde si muere el signo, como es la actual época de la muerte de los significados, de los metarrelatos, él muere como ente, o cuanto menos la cordura de su alma. El nuevo signo del ser humano, por ello, es la extrañeza, el aislamiento, la soledad y el desorden mental.
De existir Dios no creo que estuviese o se posicionase más cerca del hombre civilizado, que del hombre de las pequeñas tribus, sustentadas por las simples leyes y reglas naturales. Yo no tengo duda que hubiera sido más feliz, y mi mente se hubiera mantenido más sana, en unas de esas tribus. En definitiva, lo racional es lo irracional, en tanto que sale fuera de las leyes naturales. El humano no es sapiens, de serlo no habría abandonado su condición…, es razón, búsqueda de sentido y significados, perdiendo por el camino su alma y sanidad.
Sé que puede parecer (o ser cierto) que caigo en contradicciones, pero algunas no son tales. Argumento que la identidad, y su defensa a ultranza, es uno de los principales problemas humanos, y así es. Pero tenían sentido dentro de las pequeñas sociedades, tribus y clanes antes del neolítico, pues se basaban en la territorialidad, como otros animales, y sus conflictos provenían de tal concepto de las leyes naturales. Mantenían, como quien dice, un equilibrio ecológico y natural, que con el neolítico se empezó a perder. Por otro lado, para aquellos que crean en una alta tasa de vida inteligente en el universo, pensar si África hubiera estado más aislada, como Australia, o aún más que esta, sin sus islas al norte. El humano no habría salido de tal zona, no hubieran tratado de hacer cambios en sus sociedades, como así ha sido en todas las zonas ecuatoriales, y no hubiéramos llegado a las sociedades tecnológicas modernas, con posibilidades para comunicarse con otros sistemas solares o galaxias. Hubiéramos sido una especie inteligente, sí, pero no tecnológica, nos habríamos mantenido más cercanos a las reglas naturales, que a las posteriores “humanas”.

Comentarios