Controlar el Relato (III)
❝El tiempo de la política mezquina ha pasado: el siglo próximo traerá consigo la lucha por el dominio de toda la tierra.❞
Nietzsche
Antes de entrar en tema llamar la atención en una nueva película centrada en las problemáticas del macho. ¿Es casualidad que he hayan hecho dos tan cercanas en el tiempo?, o será el inicio de una tendencia. Las dos son españolas, quizás porque es un país donde el feminismo está más presente y de manera más pronunciada. La película se llama “el plan“, ¡¡¡SPOILER!!!, y se centra en el encuentro de cuatro hombres con problemas individuales y compartidos. Es una película ácida, de humor negro, en donde de forma curiosa uno de sus personajes es muy similar a mí, ya que habla sobre teorías científicas y busca causaciones. Igualmente en cierto momento dice “no todo tiene que tener sentido”, que es el argumento central de uno de mis escritos de atrás. El film mantiene una aire distendido y de humor negro, hasta llegar a un final acre y muy serio. Quizás para quitarle hierro, con una sola frase y con una voz en off sobre fondo negro, el tono humorístico vuelve.
Un consejo que yo daría, para leer un libro de filosofía o ensayo complicado, es no tratar de leerlo parándose en cada frase o concepto que uno no entienda. El aprendizaje implícito se encarga de “leer” los mensajes tácitos, las metáforas generalistas, el contexto, que harán que al final se empiece a comprender lo que el autor quiere decir. Esto lo traigo a colación porque tiene que ver con el tema. La estructura cerebral que se encarga de leer o captar el subtexto son las zonas subcorticales, más antiguas, y donde se da el aprendizaje y la memoria implícita. Muchas cosas que esta parte del cerebro “comprende” o aprende no llegan al prefrontal, la razón y la memoria semántica. Un caso es el sacar conclusiones, a lo largo de la vida, sobre qué tipos de rostros, o rasgos en este, son de una persona confiable o no. El cerebro profundo siempre está llevando sus propias estadísticas y va sacando sus propias conclusiones, que son ajenas a las que uno pueda conocer a través de las reflexiones del prefrontal. Un aprendizaje y otro no tienen por qué coincidir en sus conclusiones, lo que es un potencial para generar “dos caras” o identidades que no están de acuerdo en ciertas cuestiones. Muchas veces en las que las personas creen habernos “pillado en una mentira”, no es el caso, pues lo único que puede haberse dado es que hayan hablado esos dos lados, en donde lo que cada uno “cree” sobre cierto tema no coincide y se pueden llegar a contradecir. Es muy posible que a esa dualidad que llamamos corazón versus cabeza, sea en realidad la cognición implícita (más visceral, instintiva y emocional: comprender), y la explícita, basada en la lógica y la razón: entender. En un caso reciente que me ha ocurrido a mí, en una conversación dije a la otra persona que «los ordenadores Mac son muy pejigueros», y de repente el prefrontal o reflexión se preguntó que si estaba usando bien tal adjetivo…, si realmente conocía el significado, pues a nivel de prefrontal no lo conocía. La Real Academia nos dice que quiere decir: «cosa que sin traernos gran provecho nos pone en problemas y dificultades», luego el cerebro profundo sí lo estaba usando con las connotaciones de lo que quería decir. Lo mismo ocurriría en el cerebro de mi interlocutor: lo comprendería de manera implícita, pues “oía” lo que yo pretendía decir, aunque quizás no supiese exactamente qué significaba tal palabra…, en definitiva, que su cerebro profundo oía y comprendía el contexto de la frase. A la memoria implícita ni siquiera le hace falta la explicación de la real academia de la lengua, le bastaría leer una docena de frases, donde apareciese la palabra pejiguero, para captar su significado.
Entro en tema, y ahora sí tiene que ver con el título.
En el conflicto sexual e intragenómico de los dos sexos sale una regla de la vida: una información contenida en unos genes tienen una “versión” de cómo ha de desplegarse la realidad, mientras los de otra especie o sexo pueden tener “otra versión”. A ese nivel no existe la verdad, al modo de dos más dos igual a cuatro. Dicha información está constreñida a una finalidad, en donde dos genes distintos pueden tener finalidades distintas. Al empaquetado de esta estructura de distinta información debida a unas finalidades distintas es a lo que se puede reducir una identidad. Esta estructura es válida para entender a los genes, a las especies, a los dos sexos dentro de dicha especie, y para entender a un grupo social o a una cultura. Se sabe que el ADN porta muchas secuencias repetidas, esto se debe a que los genes tratan de replicarse la mayor cantidad de veces, como para que en una de esas secuencias se llegue a expresar. A mayor cantidad de secuencias repetidas, mayor probabilidad para que se exprese. Esto lo hago ver en tres direcciones: 1, la “lucha” se da incluso en algo tan vital, antiguo y esencial como el ADN; 2, incluso algo como el ADN no contiene una sola identidad y finalidades, no es unidad, pues la lucha es su base; y 3, lo central, a cualquier nivel de la vida, es la defensa y el mantenimiento de una información o identidad. La vida (concreta, de un individuo), el ambiente, es el escenario que valida o invalida una información o identidad. Todo gen pasa a la siguiente generación si tal persona, una apuesta génica única, ha llegado a tener el suficiente éxito como para reproducirse, como para replicar los genes que porta. La violación, así, es más trágica si se tiene en cuenta tal principio, pues es susceptible de portar tal comportamiento y “valida” la apuesta de ese individuo, sin que se lo haya “ganado” de forma “limpia”. Al dolor individual de la historia de esa mujer individual se le añade el peso de la historia del sexo femenino, que seguramente ha creado un gen que “multiplicará” ese dolor individual como una “derrota” del género y las reglas evolutivas de las finalidades de su género.
Si llevamos esto al conflicto intragenómico de los dos sexos, en el humano se puede llegar a concluir que lo femenino va ganando la guerra. Ciertos genes pasan a formar parte del gen X o del gen Y, como es el caso de la oxitocina y su papel. En ese caso el humano tiende a tomar rasgos de comportamiento cada vez más femeninos, que en otras especies no ocurre. Bajo este punto de vista… ¿cuál es el sexo “débil”?, si lo que se está “debilitando” a lo largo de la evolución, de las generaciones, son los genes más propios del sexo masculino. La película arriba mencionada nos habla de unos hombres pusilánimes, que ya no son capaces de imponerse en la sociedad, porque han perdido el coraje (o violencia) necesaria para hacerse oír; nos hablan incluso de una indefensión aprendida, de haber aceptado, asumido y tomado como identidad, el ser víctimas de la sociedad en la que vivimos.
Lo que he llamado arriba como una versión de la realidad, que a la vez implica unas finalidades, se puede llamar un relato. Una forma de contar la vida, con una estructura propia de todo relato. El relato tiene un inicio o “presentación” de la historia y sus protagonistas, un desarrollo de la trama, y un desenlace o conclusiones finales. Cuando nacemos, en cierta forma, sí somos una pizarra en blanco, que es escrita con un idioma y una cultura. Se inicia el relato en donde uno tiene que tratar de encajar su propia identidad con la identidad escrita en la pizarra. Toda la vida es la zona intermedia del relato, donde se desarrolla una dialéctica entre las distintas identidades internas en liza. La llamada edad de la razón, la mediana edad, es cuando empezamos a perfilar el final del relato, con sus dramas y conclusiones no siempre felices y de éxito. Esta misma estructura es válida para entender la historia de un pueblo, una cultura o una religión.
Lo que quería hacer ver, que era la segunda idea que no se ha presentado en los dos escritos previos, es algo tan sencillo como que si lo importante es el relato, aquel sexo, persona, grupo o sociedad que implante su propio relato a los otros, es el que tiene el control de dicho relato, y por ello de las finalidades y al final de la vida. A nivel de sexo se puede decir que puesto que el macho iba “perdiendo” a nivel génico, ha ofrecido una resistencia durante la historia, a través del llamado patriarcado, para tratar de no “perder”. Hay un concepto que se llama hipofrontalidad, que es propio de personas con trastornos del ánimo, pero a la vez general en su modo transitorio, en donde las funciones ejecutivas dejan de operar (principalmente, y en este caso, como inhibidora de las zonas primitivas) y en donde se puede llegar a tal grado de ira que se puede matar a otra persona. Si se analiza a nivel del conflicto intragenómico se puede concluir que es una “baza” o gen que trata de ofrecer una resistencia para que lo intragenómico femenino no “venza”, ya que puede estar implicado en la mayoría de los homicidios de género. Creo, pero no he encontrado que pueda ser así (seguiré buscando), que el macho humano es el que más homicidios de género comete, pero ¿no puede tener el “sentido” de “saber” que va “perdiendo” la guerra intragenómica y el gen que provoca la hipofrontalidad sea el que se mantiene y se exprese para seguir “guerreando”? ¿Estoy “leyendo” mal todo?, ¿me puede mi lado de ver más patrones de lo normal? Según se dice en la Wikipedia, la hipofrontalidad no se entiende porque igualmente no se entienden los trastornos. Bajo la hipótesis que he presentado sí cobra un sentido, lo que no quiere decir que sea “verdad”.
La evolución no deja todo en manos de los “pétreos” genes, que son muy lentos para crear cambios evolutivos. La epigenética es un “ardid” evolutivo para tratar de adaptarse más a la situación de una época o unos medios concretos. Tales cambios se llaman improntas, donde una de ellas es la presentada como “teoría de la impresión cerebral” y otra puede ser la impresión límbica. Puede que la de la orientación sexual sea otra, pero de momento sólo es tomada como un posible problema de estrés (deficiencias alimentarias o intoxicaciones) de la madre en ciertos periodos críticos en la formación del cerebro. La impronta límbica es donde seguramente se puede imprimir que se active la potencialidad hacia la hipofrontalidad. Con dicha impronta “algunos también se refieren al concepto del mapeado emocional humano, las creencias profundas y los valores almacenados en el sistema límbico del cerebro”. Muchos trastornos mentales provienen de cambios epigenéticos durante el embarazo, mientras que otros son debidos a dicha impronta límbica en los primeros años de vida, cuando tal humano aún no tiene o está formando una identidad, que es cuando mejor se puede “adaptar”, actualizarse, a cómo es la vida de esa época humana, a cómo ha de escribir las primeras páginas de su relato.
Los párrafos previos no los tenía previstos, han venido dados al saber de la teoría de la impronta cerebral, explicada en el escrito anterior, y de ver la película mencionada arriba. Cambio de tercio.
La historia humana puede ser analizada por la lucha de los distintos relatos que se mantienen vigentes. Cada religión, sexo, tendencia sexual, etnia, pueblo, país, e incluso clase social, son unos relatos. Lo que quiero hacer ver, y en lo que quiero centrarme, es en dos relatos: las clases sociales, y el relato de la cultura occidental. La primera trata de validar que las diferencias en las posesiones es vital y necesaria para una humanidad “sana”, mientras que la segunda ha impuesto al resto la validez de la razón frente a cualquier otro relato. Una y otra están unidas pues es sobre todo a través de la cultura occidental que hemos llegado al capitalismo.
La frase del título, “controlar el relato”, lo escuché en una serie de humor sin que fuese el centro de tal diálogo, pero se “conectó”, por medio de mi pegajosidad neural, a mi propio relato, pues cobraban mucho sentido ciertas narraciones de los argumentos de mis escritos. Todo imperio que ha tenido éxito en el tiempo ha sido posible porque trató de inculcar su propio relato al pueblo conquistado. En muchos casos borrando toda memoria o sobrescribiendo el relato de ese pueblo. Una excepción han sido los pueblos nórdicos, como el escandinavo (vikingos) y Gengis Kan (quizás Hitler en la historia moderna), pues sólo buscaban saquear pero no dialogar (dialéctica, crear una dinámica) con los pueblos que saqueaban.
Lo que me llama la atención del momento actual es la ingenua idea de que tales luchas se han acabado al tratar de controlar que no haya guerras. Al teórico fin de los metarrelatos que anuncia la globalización. Podría decir que es un proceso más del papel o esencia femenina en su tendencia a dominar el relato. La no-violencia es uno de los signos de su relato, pero como he tratado de defender en otros escritos, la violencia nunca deja de existir, aunque no se derrame sangre, pues la violencia permanece y subyace a nivel estructural (estados más militares, policiales, con más normas y vigilancia, sin posibilidades de disentir y que existan más opciones u otras vías para vivir, y altamente burocratizados, y en donde sus leyes ignoren lo concreto o individual como inexistente: para la burocracia o eres un 1 o un 0, si les argumentas que eres un 0,5 no les vale, si no hay una casilla para un caso, no existe. En un ejemplo, he tratado de abrir una cuenta a un banco por Internet, en un momento dado vi que no me interesaba y traté de anularlo, pero ya no había forma; y sin haber completado lo solicitado, ahora se creen con el derecho de llamarme para que finalice la solicitud, metiéndote en un laberinto de formulismo si lo quieres anular... Si una persona individual llama repetidamente a otra que la trata de evitar, bajo la ley es acoso, pero si lo hace una empresa o multinacional ¿no lo es? Tal estado de cosas en el medio social generan frustración, ira e impotencia, que potencialmente produce ansiedad o depresión. El sistema te mete en guerras, en donde el "enemigo" es el que ha puesto todas las reglas, y a ti sólo te queda la capacidad de luchar a la defensiva, en batallas que nunca llegas a entender. Yo he salido de verdaderos apuros en la naturaleza, de poner en peligro mi vida..., mi "alma" está preparada para tales situaciones naturales y lucha de manera combativa, ¡pero con las "guerras sociales" no puedo! Nuestros cerebros no están preparados para luchar contra tales argucias, en ese “poner piedras delante del ciego”, contra tales complejidades abstractas: toda la realidad se nos presentan como luchas quijotescas, como insania mental). Se puede matar de dos formas, directamente, o llevando a las personas al límite de su dignidad y sanidad mental. ¿Por qué pensar que una es menos violenta que otra?, porque no hay una mano directa que cometa el crimen…, ¿acaso no es más cruel la segunda forma? Hay que recordar el experimento mental y ético de mover un cambio de agujas que desviaría un tren que evitaría la muerte de varias personas, frente a sólo una; y en donde una variante del experimento consiste en empujar a una persona a la vía para salvar igualmente a varias, y en donde la mayoría de las personas sí son capaces de llevar a cabo la primera acción y casi ninguna lo es para llevar a cabo la segunda variante. Pensamos inocentemente que mover una palanca es una acción más inocente que un empujón directo, cuando el resultado es el mismo: la muerte de una persona.
Con esto vuelvo al ADN y la especiación. La evitación de la muerte directa de alguien de tu especie parece ser una regla evolutiva que ha de tener un empaquetado genético. Lo tienen muchos animales, que aún en sus luchas tratan de evitar la heridas mortales, pero que “aceptan” que accidentalmente ocurran. Es la misma estructura que la expuesta en el experimento mental del tren. El cambio de agujas parece incidental, mientras que el empujón o muerte directa no es algo que esté “escrito” en el ADN. La hipofrontalidad que lleva al homicidio impulsivo, analizada así, trata de “perfilarse” como un proceso incidental en donde la primera regla de no matar queda intacta. Una manera de ver todo este entramado es que el ADN es muy tramposo y se trata de autoengañar para salir indemne de tal tendencia y se “coherente” con ciertas de sus estructuras más básicas: preservar la propia especie, lo que nos lleva de nuevo que el empaquetado de un ADN de una especie no tiene porqué ser coherente y no portar unas luchas internas. De la suma de todo lo dicho se deduce que evolución no quiere decir “a mejor”, sino simplemente quiere decir “mayor complejidad”, que por lo demás es más susceptible de portar contradicciones o no una sola finalidad clara y prístina. Lo mismo se sigue del concepto humano de progreso. A menor cantidad de guerras, o violencia directa, una mayor violencia estructural, luego no está claro que hayamos ganado realmente nada.
El capitalismo, Estados Unidos como baluarte de tal tendencia, trata de dominar, sobre todo controlando el relato. Esto lo hace, en su manifestación más clara, con lo directo y mediático que es el cine. El cristianismo, la religión, trató de dominar el mundo validando su propio relato. Hoy, y ante su caída, lo hace el capitalismo. Trata de hacer ver al resto de los narradores que el capitalismo es la única salida, o más optima, para las sociedades humanas, y casi todo humano, y aunque nos sea a nivel de reflexión, está adoptando tal relato como el propio. Lo que no deja de sorprenderme es que casi nadie lo admita. Creen que es distinto asumir el relato capitalista que asumir, en su momento, el nazismo, cuando comparten la misma estructura. Y todo por la diferencia de que los segundos empujaban a las personas a las vías del tren, mientras que el capitalismo sólo mueve palancas. Al capitalismo le interesa el movimiento de no-violencia, pues bajo esa premisa nunca caerá. Una regla humana es que preferimos a los enemigos que nos vienen de cara, que los que tratan de apuñalarnos por la espalda (venganza espiritual o subrepticia en Nietzsche). Parece que la hemos olvidado.
Pienso que no tengo que decir más, pues hay ríos de tinta sobre el tema de la manipulación directa o subliminal, la necesidad de pertenencia, el encajar, seguir al líder, dejarse llevar por la mayoría o ahora lo viral…, y yo sólo quería exponer la estructura subyacente. El propio título tiene la fuerza que yo quiero dar entender y cala profundamente en toda mente humana. Habría que dar una vuelta al concepto de relato, no se trata de algo externo a uno mismo, tiene la dualidad de estar fuera y dentro, pero bajo la idea de lo que he dicho en otros lugares, en tanto que el “alma” —la identidad— trata de ser expansiva, y se recoge ante la presencia del otro. De esta manera controlar no es sólo al otro, sino en el mismo proceso a uno mismo. Bajo este nuevo aspecto el verbo controlar no es suficiente para explicar a qué me estoy refiriendo. Habría que comprender que a la vez implica dominar y domar, dominándonos y domándonos. Es un intento inútil de que afuera y adentro no existan, y que hacer y ser no sean dos propiedades complementarias sino sólo una. Quizás de nuevo sea un encuentro con lo autopoiético, la entelequia, el ser-es-hacer de Sartre y el posthombre de Nietzsche. Al construir, dominar, controlar y domar lo externo a través de nuestro propio relato, de lo que nos es propio, de nuestra identidad, queremos en lo más profundo tratar de evitar la otredad, el problema de la existencia del otro, puesto que me “obliga” a recogerme, a replegarme, pero en tal proceso y en tanto que implica una negación o inexistencia de la alteridad, hemos de asumir el mensaje, la comunicación, como la única manera de crear un nosotros que sea acorde o en comunión a mi propia identidad. ¿Es un proceso negativo o positivo?, hay que analizarlo más allá del bien y del mal, es la estructura con la que está construida la vida. Quizás la imagen que mejor explique tal proceso es la alimentación, donde in(corpo)ramos lo otro dentro de nosotros mismos. En el cristianismo al comer la hostia sacramental nos alimentamos de Cristo, pero a la vez de su palabra. En definitiva… no hay distancia entre el Ser y el mensaje, entre el Ser y el relato, como tampoco lo hay entre el ADN y su mensaje; este no porta una información, es en tanto que información y en donde, claro está, implica una identidad. Comunicarse es siempre el acto fallido de hacer que dos almas sean sólo una, sólo otra pasión inútil más del humano, de la vida. El acto sexual, como conexión física del amor, es el más cercano a que se produzca tal proceso. Por ello seducir es un verbo que tiene tantas implicaciones, pues vale tanto para el amor, la influencia sobre los otros, como para la mercadotecnia y su publicidad. Otras palabras o conceptos claves son atracción y sugerir (sugestión), dos modos de trampas en donde alguien trata de encauzarnos hacia sí y su relato.
Como conclusión final, cerrar el círculo de la idea que de existir Dios este no es bondad o representación del bien y lo moral. La lucha intragénomica, la posibilidad para crear humanos con autismos y psicóticos provenientes de los genes del padre o la madre, es una muestra más de la cruel naturaleza de la realidad. O Dios no existe o es un demiurgo y no el Dios cristiano (o se mantiene el Dios hebreo, al Dios temeroso, que nos castiga si nos desviamos de sus caminos, cuestión harto improbable pues pocos creerán que la teoría intragenómica pueda llegar a ser tan cruel, y sin darse tal lectura, no puede darse el aprendizaje). La razón no es lo moral si deja de ver o justifica la violencia estructural de los actuales sistemas sociales. La lógica es que siempre gana la narración del más fuerte (en inteligencia, en argucias, en seducción, en fuerza bruta, en belleza… y ahora quien tenga la capacidad monetaria para “doblegar” las leyes a su favor), y eso no es razón sino causación. Gana la naturaleza, lo determinado, pierde el hombre y su pretendida libertad, que además e inocentemente cree estar fuera de sus reglas.
Está expuesta la idea general, quizás desarrolle un cuarto escrito para validar, en un caso concreto, mis argumentos. Por ahora creo que me he ganado un descanso (tres escritos en tres días), pues además trato de evitar entrar en un periodo maníaco.
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