Controlar el Relato (II)
(Dije que iba a dejar de escribir. La vuelta obedece a un motivo, que hasta que no acabe “su” devenir no puedo aventurar el porqué de dicho regreso. Estoy en la época del año más productivo y quizás delirante, hasta mediados de julio…, me dejo arrastrar por la corriente de lo determinado.)
(Idea para un libro de ciencia ficción. Si alguna vez fuéramos capaces de lograr descifrar cómo está empaquetado el concepto de caer por un abismo, que se manifiesta en los sueños, como apunto en el escrito anterior… ¿qué pasaría si tal sociedad manipulase el ADN para retirar tal sueño y “escribiese” los sueños que habrían de tener los humanos? ¿Tal idea es manipulación?, ¿se usaría en esa dirección?, o sólo para tratar de hacer que los humanos fueran más felices. Las psicosis, fobias y paranoias se alimentan de las pesadillas y miedos que están escritas en el ADN. ¿Se acabaría con tales trastornos? Sería un tema muy similar a la idea del libro “1984” de George Orwell, pues el personaje principal tendría sueños que el resto de humanos ya no tiene, y tal humano se cuestionaría si tal manipulación no ha restado algo de libertad o de la naturaleza humana. ¿Acaso no está ocurriendo ya al tratar de matar los mitos, los metarrelatos y los arquetipos?)
Del escrito anterior espero que quede sobreentendido que el concepto de subtexto es sólo una analogía. Retomemos el tema por si no ha quedado claro. Digo que la cultura tiene el mismo componente o estructura, ya que por ejemplo un escritor puede describir un personaje o situación quijotesca, sin llegar a usar tal adjetivo en su libro. A la vez en la mente del lector nacerá o emergerá tal concepto al llegar a dichos párrafos. Dicho concepto no tiene equivalente antes del siglo XVII, y o bien habría otro (el más cercano sería locura), o se usaba una expresión o frase, pues quijotesco a la vez se puede nombrar bajo la frase de “luchar contra molinos de viento“. Una paradoja es que es un adjetivo que no toda persona puede conocer, luego para el escritor o el lector —o para ambos— puede que tal concepto no emergerá del texto en sus mentes. Se puede decir así que la inteligencia implícita es más profunda cuanto más adjetivos conozca (conceptos en general), pues será más capaz de leer los posibles subtextos o lo implícito, tácito o contextual de la vida y de las obras. Escritos atrás hice mención del “nacimiento” de los adjetivos. Al humano primitivo, aquel con el que nació el lenguaje, le interesaba sobre todo dar nombre a las cosas, y se hizo primordial, en esas primeras culturas, el conocimiento y acuerdo del uso de los sustantivos. El adjetivo nació como un segundo sustantivo que daba cierto matiz a este, pero con el paso del tiempo y la evolución de la memoria semántica en el cerebro y en la cultura, al final se fueron usando más y más segundos sustantivos, que hicieron necesario el nominarlos con otro nombre. Es muy posible que el adjetivo tenga el mismo camino evolutivo que los apellidos, ya que al principio sería un adjetivo del nombre, como llamarse Luz, y que fuera diferente de llamarse Luz de Luna (las culturas americanas, como ejemplo y por ser la más reconocida, mantuvieron más tiempo esa manera de llamar a los hijos, en occidente se optó por varios caminos, como el lugar de nacimiento, el nombre de los padres o el oficio.
Fijarse que cuando Aristóteles dijo que “el ser es uno, pero se dice de muchas maneras”, ya estaba hablando de lo plegado y desplegado, y en cierta forma que la adjetivación sólo leía “accidentes” o acoplados del ser. Esa idea es muy seductora porque tal propiedad es aplicable a Dios. Dios, como Unidad, ¿es un Ser que al desplegarse crea todas las posibles realidades del universo?, ¿Dios en su mente, despliega, todos los posibles de su Ser? (cierto modo de panpsiquismo). En todo caso es trasladable a la idea de la naturaleza y por ello a la teoría de la superveniencia: esta sólo despliega todas sus posibilidades y ya en la vida se manifiesta como el proceso evolutivo.
Así mismo cogí de ejemplo la arginina, que el ADN ha de tener la secuencia de cómo producirla, pero que en el cuerpo humano puede servir para activar que el sistema inmunológico aumente el número de leucocitos, entre otras cosas, lo que denota que no tiene una función concreta, sino más generalista, y que no está “escrito” en la propia arginina, sino en conjunción con otros componentes o dentro de cada función corporal. De manera “loca” llevé la idea al extremo y escogí algo tan complejo como los sueños recurrentes de caerse por precipicios, para hacer ver que de alguna manera algo tan complejo y concreto ha de estar escrito en el ADN. Como tales ejemplos son muy abstractos, vayamos a algo tan reconocible en lo humano como la lealtad. ¿Dónde se encuentra en el ADN? Si se analiza a través de los posibles componentes químicos que entran en juego, se puede pensar en la oxitocina, la prolactina, quizás la serotonina y en el hombre la bajada de la testosterona, si bien eso ya puede estar implicado en un juego a dos entre la prolactina y la oxitocina. La reducción de la testosterona es necesaria para bajar la competitividad propia entre los hombres; la oxitocina crea un lazo de unión en donde el nosotros —y no dos yos— entre en juego, a la vez que esta, junto con la dopamina y la serotonina, crearán una sensación de bienestar al ayudar o apoyar a esa persona. Todo esto no está escrito en el ADN, está como posible, como potencialidad de la interacción de los componentes nombrados. Tal potencialidad se expresará en la vida concreta de un individuo en su sociedad, se jugará, se actualizará.
A estas ideas he llegado a través de dos caminos. 1. El físico teórico David Bohm ha creado el concepto de plegado y desplegado, o implicado y explicado, o empaquetado y desempaquetado, para dar una teoría de la realidad, de la propia vida. El humano hace uso del concepto de lealtad, que es una explicación (desplegado, desempaquetado) de ciertos componentes químicos expresándose a través de un comportamiento entre las personas. En una persona que fuera abandonada a su suerte en una isla, no tendría sentido hablar que pueda darse en él la lealtad. Tal concepto está plegado, o como potencialidad (lenguaje de Aristóteles), y es la suma de muchos factores el que se manifieste. 2. El documental “código origami” plantea la cuestión de si tal arte no será una analogía de lo que hace la naturaleza a distintos niveles. En dicho documental sale una investigadora ejerciendo una fuerte y repentina presión en distintos materiales y formas, para demostrar que se plegarán siguiendo unas formas e iteraciones muy geométricas. El propio ADN está plegado físicamente para ocupar el menor espacio posible dentro del núcleo de cada célula. El ADN no “necesita” tener secuencias de cómo o qué es la lealtad, solo está virtualmente, está plegado, en potencialidad o como “subtexto”.
Arriba apunto a la idea de que el concepto de lealtad tenga sexo, cuestión que puede que no agrade, pero si el macho es el portador de la testosterona por un lado, y por otro la oxitocina en un principio era sólo de la hembra y para asistir al parto, y sólo en un primer momento se “usó” (desplegó) para crear un lazo de unión con las crías, y en un segundo momento para crear lazos de unión con cualquier otra persona, entonces tal “propiedad” o potencialidad es más propia de las hembras. Se me ocurre el ejemplo de las elefantas, que viven aisladas de los machos. En esa especie la oxitocina no llegó o ha sido usada en el macho, y entre estos sólo existe la competitividad. El ADN de machos y hembras, en todo el reino animal, suelen tener distintas finalidades. En la medida que son muy distintos, estos dos “modos de ADN” compiten entre sí. Se da así una evolución centrada en los genes, donde la evolución ocurre a nivel interno de la lucha por la expresión de los distintos genes. A tal disposición se le llama conflicto sexual y empieza por el conflicto intragenómico, de los “intereses” y finalidades de los genes sexuales. La teoría de la impronta cerebral, propuesta por Bernard Crespi, dice que la tendencia a la psicosis es heredada como una disposición de la madre, mientras que el autismo es una disposición heredada desde los genes del padre. Para evitar que pueda caer en las malas interpretaciones, transcribo lo que pone en la Wikipedia:
❝ La teoría de la impronta cerebral es una variante de la teoría del conflicto de la impronta que argumenta que en los organismos diploides, como los humanos, el conjunto de genes maternos y paternos puede tener intereses reproductivos antagónicos, ya que la madre y el padre pueden tener intereses antagónicos con respecto al desarrollo del niño. (…) La teoría del cerebro impreso argumenta que, dado que es incierto si los otros hijos y futuros hijos de una mujer tienen y tendrán el mismo padre, así como que el padre generalmente tenga una menor inversión en la paternidad, puede ser de interés reproductivo del padre que su hijo maximice el uso de los recursos de la madre, aunque puede ser de interés para la madre limitar esto para tener recursos para sus otros y futuros hijos. (…) Por lo tanto, una impronta genómica con ligero sesgo materno se asociaría con factores como la disminución del crecimiento, un comportamiento más manejable y una personalidad empática y menos egocéntrica que causa menos demandas a la madre. Lo contrario ocurriría para un ligero sesgo paterno. Sin embargo, se argumenta que una impronta genómica extrema a favor de los genes maternos causa psicosis, como en los trastornos del espectro esquizofrénico, mientras que una impronta genómica extrema a favor de los genes paternos causa trastornos del espectro autista.❞
La base se encuentra —que es por lo que es vital traerlo a colación dado el tema que trato— en que las personas con el espectro autista son literales, no ven el contexto o el subtexto de las interacciones sociales; mientras que por el contrario los psicóticos son el lado opuesto, ya que ven más patrones y potenciales mensajes escondidos, allí donde quizás no los hay. A los genes de los padres, de modo extremo, les “interesa” que el niño sea literal, con poca imaginación para leer lo implícito, si se quiere decir así, porqué “obligará” a la madre a que ocupe más recursos de su tiempo y energía a ese hijo. A la madre le interesa que su descendiente sea más sensible, con una baja inhibición latente, que le hará captar mejor la realidad, más afines a su “espíritu”, pero en su lado extremo tal capacidad podrá crear personas tendentes al espectro esquizofrénico. Tales “estratagemas” intragenómicas refuerzan mi teoría de que el feminismo, la entrada en liza directa contra el hombre, debe de haber forzado a que la impronta cerebral se esté pronunciando en su grado extremo, lo que ha hecho que se estén dando más casos de trastornos mentales y de autismo en las nuevas generaciones.
(Intuyo que muchos lectores abandonan la lectura y el seguirme cuando leen cosas así, es terrorífico que tal teoría sea verdad, pero yo sólo me limito a exponer lo que va diciendo la ciencia. Suelo recordar que no hay que matar al mensajero, pero no sirve de nada: toda persona sólo quiere leer lo que le dé la razón, lo que no vaya contra su identidad y “verdad”.)
Lo dicho arriba añade una capa más de complejidad al concepto de cómo guarda el ADN la información, cómo la usa, y cómo de paso crea dos humanos opuestos que son capaces de entender ciertos “plegamientos” de la realidad, mientras que otros nos son capaces de “leerlos” o desplegarlos (de nuevo sale a colación un sistema dual de dos contrarios). O sea, no basta que la “realidad” esté plegada, además se añade el componente de poder leer o no tales plegamientos o subtextos (esta idea hay que cogerla con pinzas, ya que ciertos autistas padecen el síndrome de Idiot-Savant, ‘idiota-sabio’, y ven ciertas realidades que el humano medio “no ve”). El feminismo “lee” el patriarcado, pero no quiere “leer” o desplegar que la lucha entre los sexos es algo más profundo y antiguo, y que de darse esa lucha, necesariamente hay una esencia femenina y masculina en la naturaleza, que se manifiesta en arquetipos en la historia y en estereotipos en cada generación. Tales esencias no hablan de posturas acertadas o desacertadas, mejores o peores, no tienen componentes morales o de valor, sólo son, están más allá del bien y del mal.
En definitiva, y como ya he dicho otras veces: no estamos sabiendo leer el libro de la vida.
(De nuevo me he alargado en tratar de asentar el escrito anterior, y he de posponer el siguiente tema para una tercera parte.)
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