Los Renglones Torcidos de Dios y Razón
❝ Lo mejor que tenemos proviene de la locura. ❞ Sócrates
❝ Quizá la verdadera locura no sea otra cosa que la sabiduría misma que, cansada de descubrir las vergüenzas del mundo, ha tomado la inteligente resolución de volverse loca ❞, ❝ Los locos son una terrible equivocación de la Naturaleza; son las faltas de ortografía de Dios. ❞ Torcuato Luca de Tena
(He hecho añadidos a los dos escritos previos, y el último lo tengo que volver a retocar añadiendo otro documental y conclusiones.)
Este escrito va a ser un ejercicio de razón mínima, en el que trataré de no desgastarme mentalmente. El cerebro siempre espera un premio ante un sacrificio o esfuerzo. Esta es una regla empaquetada de la vida, ¿cómo se despliega?, ¿hasta qué límites?
Toda forma de reglamentar la vida va a crear dos posiciones opuestas: 1. los que opinan que hay que respetarla sin fisuras, 2. aquellos que las doblegan, se las saltan o no les dan fe. ¿En qué medida los primeros lo hacen porque coincide con su manera de entender la vida?, como que lo que fundamenta y establece tal regla es una verdad. En ese caso en los segundos tal regla no coincide con su manera de ver la vida. Ahora la situación cambia y tenemos cuatro tipos de humanos: 1. los “ortodoxos”, para los cuales una regla es verdad y por ello la respetan; 2. los que no creyendo en esa regla la respetan por tratar de obrar armónicamente en sociedad; 3. los que ni creen, ni respetan tal regla, pero tratan de parecer que son del primer o segundo grupo (posturas tramposas); 4. los que ni creen, ni respetan tal regla y muestran abiertamente tal postura. Todo humano es susceptible de portar uno de los cuatro lados, dependiendo de la regla de la que hablemos. Quizás hay un quinto y sexto tipo de humano, en donde 5. uno de ellos sigue toda regla de la mayoría por sistema y 6. el que se opone a toda regla por sistema, el primero de estos es tomado como dogmático, el segundo como un rebelde (personalidad desafiante). Dejo como ejercicio mental para el lector el encajar estas tipologías con el concepto de actualizarse expuesto escritos atrás.
Lo que he presentado es un desempaquetado de una multiplicidad de posibilidades que contiene el ADN humano, la evolución y cada sociedad es el campo de batalla de tales disposiciones (a veces pienso que voy hacia el tipo de pensamiento abstracto y sintético del cerebro de Kant…, ¡baja de ese caballo cerebro!, ahora me he ido al lado opuesto: Nietzsche). Yo abogo por el espíritu libre, al pensamiento crítico, si bien no sé si pertenezco al grupo cuatro —ir contra reglas concretas si no creo en ellas— o el sexto: tener una postura desafiante y rebelde de la vida. Dejo un nuevo ejercicio mental al lector: tratar de encajarse a sí mismo con respecto al coronavirus y la situación actual de profilaxis, como es el caso de la mascarilla. A veces me encuentro, a unos diez kilómetros de cualquier población, con personas que llevan la mascarilla. Pertenecen al grupo uno o dos, dentro del segundo análisis. Sócrates era del grupo seis: simplemente se ponía en la postura contraria de su interlocutor, para ponerle en aprietos al descubrirle y enfrentarle a sus contradicciones. Otros filósofos le han seguido su estela: no tratan de buscar verdades, sólo mantienen una postura desafiante contra aquellos que creen que han encontrado verdades. Uno de estos casos, por lo menos en sus últimos escritos, fue Foucault.
Mitologicemos todo este tema. En varias religiones muy dispares del planeta existe el concepto de locura divina. “La locura divina, también conocida como theia mania y sabiduría loca, se refiere a comportamientos no convencionales, escandalosos, inesperados o impredecibles vinculados a actividades religiosas o espirituales. (…) Por lo general, se explica como una manifestación de comportamientos iluminados por personas que han trascendido las normas sociales”. Si bien algunas de las religiones o creencias, la dividen entre buena o “mala”. Al desmitificar tal tema nos encontramos que tal división puede ser por algo tan simple como que aquel que tiene tal “don” es pacífico o tranquilo, o por el contrario está dominado por la ira y el odio. A los primeros se les puede tomar como santones o bendecidos (favorecidos) por un dios, y a los segundos, en algunas creencias, como que están endemoniados. Los renglones torcidos de Dios hace alusión al camino de la izquierda, Vāmācāra, al gemelo maligno que nos habita, a salirse del camino correcto (en inglés derecha y correcto son la misma palabra, right, en castellano derecho (ir derecho, ir bien) es cercano y proviene de la derecha; hoy se ha hecho emblemático el “dejarse llevar por la fuerza” de la saga de “la guerra de las galaxias”, igualmente con dos lados o rutas a seguir). El propio Jesucristo ha sido analizado bajo estos baremos (salud mental de Jesús), pues ya en la biblia se dice «y cuando su familia lo escuchó, salieron a capturarlo, porque la gente decía: “Está fuera de sí”. Y los escribas que descendieron de Jerusalén dijeron: “Está poseído por Be-el’zebul , y por el príncipe de los demonios expulsa a los demonios”» (Marcos 3: 21-22); o «nuevamente hubo una división entre los judíos debido a estas palabras. Muchos de ellos dijeron: “Él tiene un demonio y está enojado; ¿Por qué escucharlo?» (Juan 10: 19-20). No expongo ideas más extremas en esta misma dirección, por aquello de que siempre se mata al mensajero, remito al artículo de la Wikipedia que trata el tema de manera más extensa. Sobre lo que sí quiero atraer la atención es sobre el hecho de la imagen que se tiene por defecto de Jesús, como persona tranquila y apaciguadora (templanza), en contra de algunos pasajes de la biblia en el que se nos muestra con un equilibrio temperamental algo inestable… recordar, por ejemplo, la ira de Jesucristo desatada en el mercado del templo. Temperamental es equivalente a impulsivo, que es lo contrario de alguien que tiene un total control de sus emociones o más tranquilo. Analizado de forma más extensa, casi toda persona cae en momentos de ira o impulsivos, que es distinto que serlo de manera permanente, lo que quiere decir que quizás Jesucristo no fuera temperamental, sino solamente que a veces tenía algún que otro arrebato fuera de tono. Todo esto lo hago ver bajo la idea que Jesucristo no parece encajar con la idea del cristiano perfecto que se ha tratado de imponer en el cristianismo, siglos más tarde, y en donde la ira es en sí misma un pecado. De nuevo nos encontramos con un Dios que no “encaja” con la perfección, con el bien. La pregunta final sobre este tema sería que en qué medida Jesucristo tenía seguidores por creer que estaba poseído por la locura divina y no por su bondad, carácter o cualquier otra consideración.
Lo que me interesa hacer ver es que muchos humanos que han sido tomados como poseyendo locura divina, eran en tanto que tenían como base una rotura con las creencias ortodoxas o de los humanos que pertenezcan al grupo uno y dos (John Nash, retratado en la película “una mente maravillosa”, y que era psicótico, en otro contexto y época de la historia hubiera sido tomado como dotado por la locura divina). Tal postura se llama antinomianismo, en donde antinomia quiere decir “contradicción entre dos preceptos legales o dos principios racionales”, y antinomianismo “es cualquier punto de vista que rechace las leyes o el legalismo y argumenta contra las normas morales, religiosas o sociales (costumbres), o al menos se considera que lo hace; el término tiene significados religiosos y seculares”. El propio Jesucristo es tomado dentro de tal postura, ya que iba contra la ortodoxia Judía. La sutileza del tema es cuándo uno puede llegar a ser tomado como apóstata o como bendecido de la locura divina. En su rasgo y denominador común es que alguien con locura divina es aquel que parece llegar a ciertas verdades “invisibles”, impensables e incalculables para el resto. Hoy, quizás, a toda persona de ese tipo la catalogaríamos de psicótica o paranoica, como que tiene algún problema mental; pero en su momento era tomado como un don divino, como aquel que podía ver cierta realidad que el resto no podía ver. En la dualidad, y polarización de escritos atrás, entre literales y psicóticos, son los segundos (¿los dogmáticos lo son porque son literales?). En ese caso tales personas hacen más uso de la cognición implícita, la más visceral e instintiva y en contacto con las reglas de la naturaleza, no dejando que las reglas de una sociedad concreta y de la razón “enturbie” tal capacidad. No estoy afirmando que un psicótico vea la naturaleza tal cual es, sino que puede que en su “locura” tenga algún que otro acierto. ¿Más que con el uso de la razón? La memoria implícita “ve” generalidades, tiene vista de pájaro, mientras que la razón hace contacto con la tierra y ve las cosas concretas que “toca”, sin tratar de creer que si teoriza sobre una generalidad esta ha de ser verdad: tal módulo lleva implícito que tiene una alta probabilidad de equivocarse, cuanto más generalista sea un postulado.
Dado que el antinomianismo es una capacidad para ir contra las reglas, este concepto también puede ser llevado a lo moral. Un grupo herético de la edad media llamados “hermanos del espíritu libre“, así, alegaban que “nada era pecado excepto lo que uno mismo piensa que es pecado”. Volvamos a las seis tipologías de arriba, tales ideas y posturas…, ¿son del grupo cuatro o del seis? En muchos de mis escritos digo que la única verdad es la individual. Cada humano es único y porta un “mensaje”, que en muchos casos no encontrará un igual en la tierra. Como la evolución se basa en las reglas de los sistemas complejos y una de esas reglas es la iteración, la repetición de patrones, hay una gran cantidad de humanos “iterativos”, que forman la joroba de la campana estadística de Gauss, mientras que otros nacen “condenados” a estar en sus márgenes. Siempre se dice eso de que “los límites se tocan”, la realidad es curva u obedece a la imagen gráfica del uróboros, la serpiente que se muerde la cola. En ese caso las tipologías humanos de subcontrolados, en los que no parece operar el prefrontal, y los hipercontrolados, entre los que se pueden “colocar” a los psicópatas, están “unidos” en que tienen una alta capacidad para matar y no sentir nada. La idea de “nada es pecado excepto lo que uno mismo piense que es pecado”, ¿es propia de los subcontrolados o los hipercontrolados?, ¿de ambos o de ninguno de los dos? Dejo la resolución de tal ejercicio intelectivo a los lectores.
Lo que se perfila a lo largo del escrito es una dualidad entre el respeto de las leyes (reglas, normas, moral) y el nihilismo. ¿Nietzsche o los hermanos del espíritu libre eran nihilistas?, ¿lo es, o es susceptible de serlo, todo aquel que no esté dentro del grupo uno o dos? Nietzsche en sus escritos trataba de transmutar los valores de su época, y quizás solo aquel que establecía o iba en contra del grupo dos, aquellos que sin creer en una norma la respetaban por ir acordes a lo social. Tal postura, bajo el punto de vista de Nietzsche, es sumisa, pues tal persona trata de no oír su propia voz, y sólo se atiene a la voz de la mayoría, una ideología o un líder. Igualmente dice que aquellos que creen estar en la “verdad”, del grupo uno, se establecen como la autoridad moral, a la que el resto no han cuestionar o poner en duda. En ese caso se establece una voz autoritaria o de alfa (grupo uno), y otra de sumisos (grupo dos); o en el lenguaje de la biblia, de pastores y ovejas. Lo que decimos tanto Nietzsche, los hermanos del espíritu libre y yo, es que no existe una voz más legítima sobre otras que no lo sean. Unos que tienen o han dado con unas verdades “eternas y universales”, que el resto tienen que seguir a ciegas, como a ciegas fueron los que siguieron a Hitler.
El humano medio está en el grupo dos y tres. Lo común es ir con la mayoría —por contrato social— e ir contra algunas reglas que se crean equivocadas; es la voz actual y laica. Pero tales grupos ¿están de acuerdo con que “nada es pecado excepto lo que uno mismo piense que es pecado”?, ahí las cosas se complican. Nos encontramos con el núcleo de lo moral, si realmente existe una moral o aunque sólo sea unas pocas reglas que sean universales, y de paso cuáles habrían de ser estas. En última instancia, si es legítimo el concepto de agencia moral. O sea, el eterno dilema de que para un psicópata nada es pecado puesto que no lo siente así. Lo que querían decir los hermanos del espíritu libre era que pecado no era lo que establecía la Iglesia que era pecado, pero eso no los posicionaba como nihilistas, la misma regla para Nietzsche. En realidad este trataba de luchar contra el nihilismo, al que poco a poco iba llevando una sociedad que se hacía laica y dominada por la razón, y en donde la legitimidad del relato se perdía. El “fallo” de Nietzsche es que quería acabar con un relato concreto, no con la capacidad que tienen los relatos. Quizás el mismo patrón encaje con mi mensaje. O sea, el posmodernismo ha tratado de hacer caer todos los relatos, en su lugar no “coloca” nada, lo que irremediablemente es tendente al nihilismo. ¿Si no hay relato ya no hay legitimidad en nada, ni siquiera para lo moral? La sociedad no está cayendo en el nihilismo moral (algunos pensarán que sí, yo argumentaría que si acaso puede que estemos cayendo en un nihilismo mental, que sería traducible a una caída de la identidad y por ello hacia una fuerte tendencia a la despersonalización), porque la media evolutiva pertenece al grupo del medio (dos y tres), y vence la postura dos, en tanto que el grupo tres es tomado como tramposo y tendente a usar el engaño, y ya de por sí tal postura no es aceptada por nadie. Así se sigue que sí parece haber posturas o reglas morales universales, pues el engaño no parece ser aceptado por nadie. Ni siquiera está pareada tal regla moral con las leyes naturales, pues el engaño es común en la naturaleza. Por otro lado el humano cree en las mentirijillas, y la mentiras convenientes y piadosas, ¿pues cómo educamos a nuestros hijos sino con tales estructuras falseadoras de la verdad? Pongo el caso del teniente Colombo, que se puede establecer como regla o paradigma de forma actuar de la ley contra el delito; tal personaje de ficción solía atrapar a los criminales a través del engaño y las trampas. Su propia imagen descuidada y distraída, que además alagaba al oído del criminal y se hacía familiar y cercano para bajarles la guardia, eran ardides que ocultaban a alguien muy agudo, inteligente, calculador y perspicaz, concepto muy similar al del camuflaje y el engaño en la naturaleza, en concreto a un inverso del camuflaje deimático. En Colombo se aplica, por lo menos en el engaño, que “nada es pecado excepto lo que uno mismo piensa que es pecado”, y que el engaño está “justificado (consecuencialismo, el fin justifica los medios), pues valida el engaño y la mentira para atrapar al criminal. ¿Cómo encajar todo esto?, mi lado rebelde (quizás con un tipo de personalidad antinomiana) y arracional o antirracional (voy a usar estos términos como ir en contra de la razón, a diferencia de irracional o sin razón, al modo que el antirrealismo trata de fundamentarse en lo intuitivo, frente a lo real o independiente de lo real), no tiene por qué encajar todas las piezas del rompecabezas. Si afirmo que no todo tiene sentido o causa, es como argumentar que cuando se creó la realidad y la vida no obedecían a unas reglas con unas finalidades concretas, y que para el caso es como si te vendiesen un puzle al que le sobrasen muchas piezas, que de ninguna forma, claro está, encajarán en el puzle finalizado; es más, puede que algunas de esas piezas, en apariencia bien encajadas, sean intercambiables por alguna de las sobrantes. Dicho de otra forma. Si hubiera reglas morales universales e innatas ningún humano podría ir contra ellas, ni implícita, ni racionalmente, pero como no las hay, es por ello por lo que es tan complicado crear una ética universal, o en otro caso, ¿cómo encajar en tal universalidad la “ceguera moral”?, como error, siendo así entonces no es aplicable la universalidad. Hay tantas éticas, casi como pensadores que las han tratado de validar, lo que es una mala —pésima— noticia para legitimar nada. Si es posible la ceguera moral, la ausencia o daño de tal agente, sólo cabe el relativismo moral y sólo puede ser la ética normativa o prescriptiva.
—Mi cerebro es un cajón de-sastre, ya no sé cómo seguir desarrollando el tema o cómo finalizarlo.
—Vete cerrando temas de arriba hacia abajo.
—¿En orden, con un patrón, racionalmente?, ¡no sé…!
Bajo mi punto de vista, aquellos llamados como poseídos de la locura divina, ven reglas naturales profundas, o tienen esa capacidad, pues dejan “aparcado” el prefrontal, la razón verificadora, en donde el cerebro profundo e implícito está más cerca (evolutivamente hablando) de conocer las “causas” de los procesos evolutivos o evolutivo/sociales. En tanto que si lo que decían “comulgaban” con las reglas aceptadas por la mayoría, eran tomados como bendecidos por un dios, o un carisma donado por Dios. Mientras que podían ser tomados como endemoniados (o apóstatas o locos) si iban en contra de la leyes (normas, costumbres) establecidas. Lo que querían decir los hermanos del espíritu libre era que si no había una emoción negativa ante un acto, es que no era un pecado, pero tiene la falla que cierta tipología de humanos sí tienen una carga cognitiva negativa cuando llevan a cabo tales actos, aunque sólo sea porque lo dice alguien (persona o institución) al que creen como poseyente del saber y la legitimidad (en la actualidad la voz de la mayoría es la legítima). Nietzsche, como yo, en ese caso trató de establecer que tengamos que ser críticos sobre la legitimidad, y que hay que cuidarse que tal ente abstracto e irreal nos “sugestione” o induzca a sentir algo que por sí mismo el cerebro, quizás, no sienta. O sea, uno mismo es el único guía moral de su vida, pero tal estructura no sirve como regla social, pues legitimaría todo lo que pudiera hacer un psicópata, y alentaría el nihilismo moral.
La paradoja es que tal estructura, la presentada en el párrafo anterior, sólo la puede establecer la razón o establecerse desde la razón. En otros términos, si yo en ningún momento me he creído un iluminado o dotado de locura divina, es que la razón no legitima, duda, de lo que parece “mensajes” divinos o señales provenientes de un dios. Podría hablaros de cientos de casualidades y haberlas llamado causalidades que me han llevado a unas ideas, pero no lo he hecho (casualidades como que al ejecutar el reproductor de música en el ordenador, y entre más de mil canciones, saliese la que se muestra en el vídeo de abajo). Ni siquiera creo que me “conecte” con las reglas naturales, pues al final aduzco que sólo son probabilidades, no certezas. Dicho en otros términos, ciertas de mis ideas pueden parecer psicóticas, pero no lo son porque no las creo verdad; en la medida que creo tal distancia, a través de la razón y la duda, escapo de lo psicótico o de lo irracional, dentro de otro lenguaje.
Esta última regla no establece que al final la razón es la única validadora y por ello una regla universal. Mi antirracionalidad trata de establecer que hay reglas que quizás sólo sean captadas fuera de la razón, y que no todas las piezas del puzle tienen porqué encajar en una “verdad última”, al modo de la verdad “suprema” (paramārtha), y que por ello la propia razón, quizás, sea sólo una de esas piezas sobrantes, y no la pieza clave que encaje toda la realidad. De alguna forma el cerebro implícito está más cerca de esa visión global, pero ya no somos capaces de conectarnos a tal “conocimiento”, pues siempre lo tratamos de hacer por medio de reglas, del aprendizaje, de maestros… en definitiva por medio de métodos y la razón. Todo lo contrario de lo que realmente es ese “módulo”.
Como corolarios (no sé decir esta palabra y como no sé, tampoco soy capaz de escribirla, escribo algo cercano y uso el corrector) finales hacer ver, por un lado, que una ideología como el capitalismo ha venido a ocupar como “verdad” sobre la que todo humano se ha de posicionar. Aceptar al capitalismo como la única “verdad”, el camino de la derecha o correcto, es dogmático. Por otro lado hay que retomar el concepto de actualizarse bajo el prisma de la situación actual. Hasta hace poco más de un siglo el humano se actualizaba de por vida, a como eran las costumbres de su pueblo o ciudad. Hoy sin embargo los cambios son tan vertiginosos y rápidos que la capacidad para actualizarse parece una tara más que un don. ¿Qué somos si uno de nuestros núcleos es la capacidad para actualizarse en un mundo que no deja de cambiar? Antes la creencia en Dios daba sentido a toda la vida, ahora cada día hay que buscar un sentido, quizás solo válido para esa jornada. ¿Caemos en la insania de no saber convivirnos o de actuar? Una regla que sirve para hoy, mañana puede que no valga, si la moral es normativa y las normas cambian…, ¿la moral se vuelve volátil, líquida, inaprensible, e incomprensible?, al parecer no, porque el monto de la humanidad pertenece y permanece en lo alto de la curva de Gauss, pertenecen al grupo dos, aquellos “que (aun) no creyendo en esa regla la respetan por tratar de obrar armónicamente en sociedad”, vamos a lomos de la regla del viaje a Abilene (en su reducción es igual al refrán de “dónde va la gente, donde va Vicente”, el resto de la gente). Nos comportamos como todo animal que se ve arrastrado por una estampida: corremos por que el resto corre. Nos ponemos una mascarilla contra el coronavirus, porque el resto lo hace. Las leyes, las normas y las convenciones sociales, así, se convierten en lo legítimo, que tratan de mantenerse firmes a todo oleaje. En ese caso “gana” el espíritu de una época, el estatus quo, lo establecido, en donde en la actualidad es el capitalismo. Analizado a vista de pájaro un paradigma, como estatus quo de una época o cultura, se posiciona a como funciona el principio de especiación: hay que tratar de mantener el mensaje lo más intacto posible. Hoy es el capitalismo, ayer el cristianismo, y quien sabe si dentro de unas décadas podrá venir un nuevo panteísmo. Nadie "elige" los cambios o los encamina, "suceden", como así se dan los cambios dentro de una especie durante la evolución, en la que los factores externos y mutaciones internas son los motores para llegar a un nuevo estatus. Siendo así, ¿no es simplemente determinismo y conformidad, y por ello no búsqueda de un proyecto óptimo?
—Lo sé, actúo al modo de Sócrates, sólo toco las narices, soy del grupo seis, tengo una personalidad antinomiana o en lenguaje coloquial estoy poseído por el espíritu de la contradicción. La genialidad y sencillez del método socrático es el saber que todo es atacable, que no existen fundamentos sólidos, nada excepto —quizás— esta propia verdad. Quizás no pretenda llegar a la razón y sólo intente llegar a tu cognición implícita, esa que busca, o se reencuentra, con las esencias…, y ya que hablamos de caminos, y puesto que ya no escribo tuit’s, dejo uno aquí: la vida sólo es un desvió en el camino hacia la muerte.
—¿Tu mensaje no se reduce a que el camino de la izquierda es el “correcto”?, caes en la superioridad moral del rebelde.
—Ya. No trato de ser moralista, ni trazar caminos, sin embargo todo humano busca el sentido de todo escrito, cuando quizás no exista. Mi postura es cínica, sólo trato de hacer ver que no hay caminos, la vida es sólo causa y azar, y que el valor se lo añade cada cerebro desde su identidad.

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