Las Orillas de la Vida


Cuando la eternidad se mueve la llaman tiempo.❞ Platón
El que hace no hace; quien no hace, hace.❞ Lao Tse
El hombre no actúa como piensa, sino
que piensa según como vive.
❞ Marx


La vida es tan cabrona, que se inventó el dolor para que te ocupes de ella.

Llevo días tratando de crear una gráfica, que había concebido y prometido escritos atrás, sin ningún resultado válido. Quería hacerla por aquello de que vale más una imagen que mil palabras, pero la he abordado desde distintos ángulos y desde varios programas, sin lograr el resultado esperado. Si la hacía muy sencilla, se perdía la idea, si la volvía compleja, de nuevo no se entendía la metáfora, incluso se volvía totalmente opaca. Esta noche, después de tantos caminos recorridos en el laberinto teniendo que volver atrás, decidí simplemente que quizás la forma más gráfica sea a través de una metáfora.

Diagrama Sankey, se pueden hacer con este programa, o con este complemento para Microsoft

Unos de esos acercamientos de llevar mi idea a una gráfica, y en el primero que pensé, fue a través de un diagrama de tipo “Sankey“, porque las flechas que unen los nodos, a través de su ancho, muestran su tipo de incidencia o importancia, pero al poner sólo tres elementos comparativos, la gráfica “no decía nada”. Así que la volví más compleja, con el resultado de que al final se perdía toda la idea. En otro proceso creé una hoja de Excel a esos tres componentes (que eran personas con las que trataba de hacer comparaciones) les añadí cuatro valores horizontales a cada uno: máximo, mínimo, promedio y valor esperado, y 26 verticales, que son valores que en su horizontalidad reflejan ciertas funciones que hace el cerebro desde lo más profundo: el tronco encefálico, a las funciones más nuevas propias de la corteza cerebral, pasando por las funciones del sistema límbico. Esta es la lista: autopreservación, reflejos, emociones básicas, apego, ímpetu, motricidad, hormonas, neuromoduladores, sentidos, afectos, memoria, emocionalidad, credulidad, imaginación, predicciones, valores morales, cognición implícita, sociabilidad, cultura, sentimientos, convenciones, valores normativos, sesgos, esperanza, hipótesis y razón. Al final a la hoja de Excel le generaba gráficas estadísticas, pero al parecer, y al partir con tantos datos, de nuevo se perdía la idea que quería mostrar. Tenemos así que aposté por lo sencillo y por lo complejo, dando como resultados procesos fallidos, con lo que por lógica y deducción, tenía que optar por crear una gráfica de un tamaño medio. Me decidí hacerla con Microsoft Visio, pero tenía que hacer todo a mano. Tanteé varias ideas, para que fueran simplemente visuales, y ninguna me terminó por convencer, por lo que desistí y dejé el tema aparcado.

Intento de gráfica fallida en Excel. De aquí me surgió la idea de la cuenca de un río

Fuera ya de todo esto, vayamos al tema. Escritos atrás me percaté que, como quien dice, todos somos iguales a nivel básico y profundo. Hablar de instintos a estas alturas de la historia ya no nos parece convencer, pero ahí están, como un mejor exponente de mis ideas, los actos reflejos. Todos tenemos (cuando haga este tipo de afirmación excluyo algunos pocos casos de personas que nacen con unos problemas tan profundos de daños, que se salen de tales estadísticas) el reflejo de cerrar el ojo, en cuanto este se percate que se le acerca algo con rapidez, o en otro caso más claro tenemos el estornudo. Puede pensarse que no hay tantos actos reflejos, pero de hecho yo he contado 55 en la lista proporcionada por la Wikipedia, sin saber si aún faltará alguno más (la pongo abajo del escrito, para que así no rompa la narrativa de la entrada). Tenemos así que somos casi al 100% iguales en ese ámbito, lo que crea un valle o terreno hipotético, sobre el que se asienta la realidad humana, que es la idea de fondo de lo que quiero mostrar con la presente metáfora. Desde el lado contrario, desde la orilla opuesta, desde la cognición, todo el humano es igual o tiene las mismas construcciones de cómo analizar el mundo. Nadie trataría, por ejemplo, de meter un melón en una almeja, nacemos con ciertas nociones básicas de la física; o si tenemos dos manzanas y otra persona nos da otras dos, todos sabemos que ahora tendremos más, y en otro ejemplo, y con números pequeños, todos hacemos la suma mental de 2+2=4. También sabemos que si soltamos una de esas manzanas, esta se irá al suelo, y sabemos que si estamos en la pendiente de una montaña, lo más posible es que la manzana rodará ladera abajo, hasta que algo la detenga o llegue a un llano. Sabemos igualmente que si lanzamos una pluma y después una manzana, la pluma se quedará a nuestro lado, mientras que la manzana llegará muy lejos. ¿Qué tenemos?, que todos venimos de serie con un tipo de cognición que nos iguala en lo básico. Así, tenemos que volvemos a tener un valle allanado en su 100%, que para seguir con la metáfora sería el otro lado de lo que será una depresión en el terreno entre medias de tales orillas (ver gráfica). ¿Por qué?, porque entre medias de lo que hace el tronco encefálico y lo que hace la cognición, en la corteza cerebral, las cuestiones ya no son iguales al 100%, creando depresiones por debajo del llano. Sigamos construyendo el terreno en depresión, entre un lado y otro de tales orillas (Instintos y razón).

Imaginar un niño y su progenitor, de repente este se levanta, se hace con un objeto pesado y contundente, y llegándose al hijo le golpea la cabeza hasta matarlo. Es muy posible que todo humano sienta lo mismo ante este breve relato: repudio, terror. En otro ejemplo, si cuatro adulto sujetasen en el suelo a una persona, cada uno poniendo todo su peso en cada una de las extremidades, como para inmovilizarlo, mientras otra persona la violase, a todos de nuevo nos resultaría una escena demasiado desagradable y horrorosa. Del lado de la orilla de los instintos han de estar ciertos valores morales. Aun con todo se dan bastantes casos de filicidios y se dan muchas violaciones en grupo, luego ese rango moral no se da al 100% en los humanos, lo que crea una pequeña depresión en el valle. Si nos vamos a la otra orilla de la metáfora, pongamos que lanzamos una roca de 40 kilos con una catapulta, si seguidamente lanzamos una sandía, uno se puede aventurar hasta dónde llegará, pero lo más probable es que todos fallemos. Se recurre a la prueba y error, u hoy se puede calcular con medios matemáticos, puesto que hemos reglado en la balística las leyes que entran en juego. Pero lo importante es que de forma “natural”, no todos lograríamos acertar, luego desde este lado de la orilla se hace otra depresión. Podría seguir mostrando que cuanto más nos alejásemos de las dos orillas: instintos y valores primitivos, frente a cognición de leyes físicas básicas, y hacia el centro, más evidente y profundo se hará el valle, con lo que con lo que nos encontramos al final es con una cuenca. Así mismo ocurrió en las gráficas que hice con Excel: se parecían a cuencas vacías de un río o a los regatos dejados después de haber corrido el agua, en épocas de lluvia, que después secándose dejan esas huellas tan sinuosas en los terrenos.

Esta metáfora guarda tres ideas principales, empezaré por una de ellas, la de los géneros (sexos), que si no gusta se puede saltar, y por ello las pondré con texto granate. Las otras dos ideas son, quizás, las más interesantes (el primer párrafo aunque está en granate, tiene una parte que hay que leer, por ser común para todas las ideas. ¡Atención!, se pierden la visualización de los enlaces bajo el texto granate, ir pasando el puntero por si los hay).

En esta imagen tenemos que la humanidad, como sociedad o especie, es esa cuenca, mientras que las personas, a lo largo de la evolución y la historia, somos el agua que ha creado tal cuenca y que fluye por ella. El sistema límbico, lo central del cerebro, crea estados duales y opuestos como: introvertido/extrovertido, cobarde/osado, tímido/atrevido, etc. Cada persona es única (algunas más que otras, jejeje), en tanto que hay demasiadas variables de tales duales, como para que sea imposible abarcarlas todas. Toda teoría de la personalidad tiende a ser reduccionista, acertando en su granulado grueso (los duales expuestos), pero fallando en su grano fino (nada impide que un tímido no lo sea en ciertos ámbitos o partes de su vida). La metáfora ya empieza a cobrar vida, pero faltan componentes para terminar de comprenderla. Si juntásemos a una gran cantidad de mujeres a lo largo de toda la evolución, como para que formasen por sí solas una parte de la cuenca del río, ¿sería igual que la cuenca que se formase sólo con hombres? Cuando he usado el breve relato del progenitor que mata a su hijo: ¿de qué sexo era el progenitor en tu mente?, lo más probable es que se haya pensado que era un hombre. ¿No ha sido así igualmente con el acto de la violación?, en la mente de la mayoría de las personas el grupo de violadores eran hombres y la violada era una mujer. ¿Es misandria que la mayoría de las mujeres hayan pensado en hombres al referirme a las personas anónimas que han llevado a cabo tales actos? De hecho es así a nivel estadístico, y sin que las personas estén al tanto de tales datos manejados por la policía, las autoridades o los sociólogos. Pongamos el caso que la violación la llevaran a cabo un grupo de humanos homosexuales. ¿Se ha pensado en hombres homosexuales activos o mujeres homosexuales masculinizadas?, seguramente en los primeros. En todo caso los homosexuales pasivos en los dos sexos o las mujeres heterosexuales, son en las últimas que pensaríamos para tales actos. ¿Es construccionismo social?, o por el contrario es algún tipo de conocimiento con el que nacemos (la nueva película “voyagers“, bajo mi punto de vista demasiado paralela a la novela “El señor de las moscas”, se decanta a mostrar las diferencias instintivas de los sexos, (el nuevo cine trabaja con buenas ideas, que pifian al parecer los directores y los guionistas de la nueva ola, no logrando llevar a buen puerto tales ideas, como así es el caso de la película mencionada).

Aerial view of tidal channels in marshland. Mockhorn Island State Wildlife Management Area, Virginia, USA. May 2019.

Vayamos a los procesos evolutivos. Si se conoce un poco el cerebro, uno se percata que tiene cierta arquitectura, y que algunas partes tienen una estructura muy extraña y geométrica. Esto obedece a que la evolución se encuentra con problemas que tiene que resolver, y a lo largo de millones de generaciones y de la prueba y error, da con una posible solución para cada especie. Ciertas estructuras del cerebro son la huella de esos procesos. Pero, ¡claro!, la “obra” nunca se termina, y la evolución a partir de dicha función y comportamientos, se encuentra con nuevos problemas que de nuevo tiene que resolver. El cerebro humano es una estructura en proceso, donde las partes más antiguas y probadas tienen que volver a ser replanteadas a partir de estructuras y funciones nuevas. Todo siempre está en transición. Somos entes inacabados, que nunca llegarán a un “resultado final”. Pensar que el humano actual es ese producto acabado final, es un error muy común. Uno de esos casos, de problemas con los que tiene que lidiar la evolución, es el ojo y el nervio por el cual fluye la información hacia el cerebro. La realidad se proyecta en el fondo cóncavo del ojo y por ello la imagen está invertida, con el problema añadido que donde está el nervio, el ojo, y por ello el cerebro, no tiene visión. Es el llamado punto ciego. Para “resolverlo”, la evolución ha recurrido a que el ojo se mueva constantemente, encargándose el cerebro de rellenar la información de la zona ciega, con los datos que ya cuente. Es más, el ojo deja de ver la realidad y cuenta con la información que ya tiene en el cerebro, y en ese caso el ojo y la atención se centran en aquello que se pueda mover dentro de tal imagen mental (este mismo proceso es el que se utiliza para comprimir una película en el ordenador: en cámaras fijas el compresor solo guarda lo que se mueve, pues ya tiene la imagen fija). Esto es a nivel mecánico, pero tales mecanismos y “apaños” están en todo el cerebro. Los llamados “mecanismos de defensa” son igualmente soluciones “trampeadas” que ha hallado la evolución para resolver problemas en la vida social (por ello he colocado los sesgos cerca de la razón en la gráfica, pues la distorsionan).

Teniendo esto en cuenta, y a tenor de que nacemos con una capacidad tan nueva a nivel evolutivo como la de aprender un idioma, cuestión aparentemente ladina para “programarla” en el ADN —pero que es muy compleja, como están averiguando los que tratan de poner esta función en una inteligencia artificial—… ¿realmente creemos o podemos pensar que el cerebro no tiene un esquema mental o primitiva sobre qué es un hombre y qué una mujer?, a modo de arquetipos. Cuando Jung pensó en el imago paterno o materno (arquetipos), estos no se crearon de la nada o a partir de nuestro propio padre y madre. Residen en el cerebro, y puede que nuestros progenitores no encajen a la perfección en tales arquetipos, pero también es muy posible que la integridad y sanidad mental de un individuo sea directamente proporcional a que los padres coincidan con tales arquetipos, frente a que no.

Volvamos al acto de la violación. La ciencia sabe que el género que más sexo tiene (promiscuo, pero tal palabra hoy en día se quiere/tiene que dejar de usar) es el homosexual masculino, seguido de los hombres heterosexuales, después las mujeres y en el último puesto las homosexuales femeninas. El género tiene que ver con las hormonas que entren en juego. Los andrógenos tienen unas funciones marcadas para los rasgos de la masculinidad, y los estrógenos para los rasgos de la feminidad. Tampoco es aún una imagen perfecta. La dualidad es más bien en el papel que hacen por un lado la testosterona y la oxitocina por otro. La primera es la que procura lo que el propio feminismo ha aceptado por llamar “envenenamiento por testosterona“, que es la que es más proclive para la violencia, y por ello la violación; mientras que la oxitocina, que en su origen era la que propiciaba el parto, es ahora la hormona del amor o de los lazos afectivos humanos. Todos los humanos nacemos con todas estas hormonas, y nos diferenciamos en la cantidad. A resulta de esto se dan tantos géneros, pero está claro que seguramente una homosexual masculinizada tendrá más testosterona que un homosexual pasivo. De llevar tal disparidad a una gráfica, esta no sería la de un semicírculo, en donde en el centro estaría la homosexual masculinizada y el homosexual feminizado, sino que serían dos semicírculos, que seguramente no se acabarían de formar y unir, y en donde cada uno de ellos empezaría desde los límites de lo hiper-masculino y lo hiper-femenino. Esto lo prueba, entre otras cosas, el que antes de la pubertad niños y niñas sean más iguales, y que sea a partir de la pubertad, que es cuando entran en juego las hormonas y por ello las sexuales, cuando se diferencian, e incluso se distancian, más las personas por los géneros (sexos), y con respecto a sus roles y temas o cosas en común. Cuestión paralela ocurre igualmente al llegar a la ancianidad, pues se mitigan sus efectos, perdiendo la alta diferenciación que crearon las hormonas sexuadas. Igualmente puede servir de evidencia que una hipótesis que se baraja para el autismo, es el fuerte papel que hace la testosterona a cierta edad temprana en algunos cerebros, como para crear los distintos problemas que conlleva tal peculiaridad humana. El autismo se da más en hombres que mujeres, la falta de empatía y conexión de los autista se debe a su baja cantidad de oxitocina. Si se les administra por separado, se vuelven más empáticos y quedan menos marcadas sus peculiaridades.

Sea como fuere, el humano crece más estable si tiene una figura protectora y una segunda más rígida y crítica. Da igual quién haga de tales roles, si bien está claro que lo regulado por la evolución, el primer papel lo hace la mujer y el segundo el hombre. En el caso de las parejas homosexuales, alguna ha de hacer de un papel y otro. Si falta uno de los dos papeles, es cuando es posible que la persona sea más proclive para crear trastornos. Si se da el caso que sólo esté uno de los dos padres, en ese caso el niño no sabrá interpretar que la misma persona sea “buena” y “mala”, a la vez o en distintos momentos, y de nuevo creará trastornos, como así lo predice la teoría del “doble vínculo“. Así, en la mitología, el humano expele sobre los dioses los roles masculinos y femeninos. En la cristiandad Dios es hombre (colérico, vengativo, violento: antiguo testamento), mientras que Jesucristo (nuevo testamento) hace el rol de lo femenino, ya que su principal mensaje es el amor, la humildad y la piedad (María, su madre, hace el mismo papel).

Lteoría psicoanalítica, y otras, tienen en cuenta estos constructos, para Freud, y frente al principio de placer, se encuentra el principio de realidad, la parte normativa del humano, representada por el superyó. Papel que es el que hace el sistema ejecutivo del cerebro, que es el que evalúa y planifica (razón), “frenando” los impulsos y la “simple” búsqueda del placer. La teoría que yo he creado coincide con la freudiana y psicoanalítica, puesto que el yo o ego (sistema límbico, social), es la posición media entre el ello (“id”, instintos, pulsiones, tronco encefálico) y la corteza cerebral como superyó (razón, convenciones, valores normativos).

Parte del feminismo se ciega a que los sexos son construcción, cuando el humano, como tal, sólo lleva unos doce mil años de existencia, frente a los cientos de miles de millones de años en los que la evolución ha ido “perfilando” los sexos y sus roles. Doy por terminada esta sección y voy a la segunda idea principal, a partir del desarrollo de la metáfora de la cuenca del río y sus “aguas”, donde estas son las individualidades.

Si los humanos en su individualidad son tan diferentes, ¿cómo pactar para unirse a proyectos?, las individualidades crean sobre todo disparidad de opiniones y posturas encontradas (como nos está demostrando Internet), tendentes a la imposibilidad para la comunicación y la unidad para crear proyectos. Ahí es donde entran en juego los relatos y las culturas. Arriba puse que una de las variables que añadí en las gráficas era la del “valor esperado”. Cada sociedad y en cada época tales valores cambian. Una persona puede ser muy emotiva, pero tiene que “refrenarse” u ocultarse para encajar en la sociedad que le toque vivir, si tal sociedad pone como normativo no ser muy emotivo. Ha habido épocas y culturas (o clases sociales) humanas que han dado más pie para ser emotivas, frente a otras en las que no se permitía ningún gesto demasiado emotivo. Hoy en día el llanto se ha “normalizado”, se ve en unos y otros medios de comunicación, a personas que al abrirse ante el espectador lloran, cuando en otras épocas el llanto estaba mal visto…, era solo algo propio de la infancia, pues el llegar a ser adulto implicaba no llorar en público. Este es un caso, y se podría hacer el mismo tipo de análisis para cualquier otra dualidad del fluir humano en su aspecto individualizado. A lo que quiero llegar es que en sus inicios, nacer en una sociedad dada implicaba poner unos márgenes a los comportamientos, por los cuales todas las mentes se pudieran sintonizar a una media. Siguiendo la metáfora de la cuenca del río y sus aguas, es como si el relato, como cultura, elevase el terreno, creando una pequeña isla en medio del río, donde se les hiciera habitable y cómodo el estar a todos los humanos que allí arribasen (tribus, grupos sociales, ciudades). Un lugar donde lo más liminal de todo lo individual se limase en la dirección de que fuera posible la comunicación y el colaborar en los mismos proyectos. Ninguna sociedad humana está libre de crear tales islas, la cuestión sobre la situación actual es que tal isla se ha vuelto demasiado pequeña o demasiado polarizada, como para que resulte cómodo vivir en ella. Por poner un ejemplo, antes el matrimonio era una “isla” en la cual se hiciera viable vivir a los dos contrarios que son los sexos. Hoy en día tal isla está cuestionada por muchos frentes. Primero por el feminismo, al poner en juego el papel del padre, segundo porque según nos dice la ciencia y casi todos sentimos, no estamos hechos para ser monógamos y vivir de por vida con una misma persona, más teniendo en cuenta lo larga que son nuestras vidas en la actualidad y cuánto cambiamos. Tercero porque al crear la “isla matrimonio,” esta institución puede conllevar el tener hijos, donde estos crean aún más terreno en tal isla, cuando nuestra individualidad “ama” nadar y fluir en el agua. Aquí va otro “ataque” a las ideas preconcebidas del feminismo. Un rasgo humano que ha salido a colación recientemente (que no por ello no ha estado siempre ahí), es la reactancia.

La reactancia es una excitación motivacional desagradable (reacción) a ofertas, personas, reglas o regulaciones que amenazan o eliminan libertades conductuales específicas. La reactancia ocurre cuando una persona siente que alguien o algo le está quitando sus opciones o limitando el rango de alternativas.
La reactancia puede ocurrir cuando alguien es fuertemente presionado para aceptar una determinada opinión o actitud. La reactancia puede hacer que la persona adopte o fortalezca un punto de vista o actitud que sea contraria a lo que se pretendía y también aumenta la resistencia a la persuasión. Las personas que utilizan la psicología inversa están jugando con la reactancia, intentando influir en alguien para que elija lo contrario de lo que solicita.

Pues bien, al parecer la reactancia se da de forma más pronunciada en los hombres. Esto encaja con la evolución, puesto que pocos machos mamíferos se quedan al lado de la madre y su descendencia, mientras que una cosa que implica el ser madre (y mujer) es el aminorar la capacidad para la reactancia, dado que tienen que criar durante muchos años a sus hijos. Hoy en día el feminismo, el de la cuarta ola, sostenido sobre todo por jóvenes que no son madres, propicia la reactancia en las mujeres, sin darse cuenta que si la sienten igual a la que puedan sentir los hombres, es por el hecho que al ser madres, es cuando se darán los cambios hormonales y en sus cerebros, como para poseer un menor uso de la reactancia. Luego, en todo esto de la igualdad de la individualidad y el deseo de libertad, no es tanto una cuestión de patriarcado (algo empujado por y desde el hombre), sino de ser o no ser madres, y por ello “programado” en la evolución. La teórica ausencia de la igualdad salarial entre los sexos no viene dada a que las leyes no la establezcan. Viene dado a que una gran mayoría de las mujeres darán prioridad a ser madres frente a competir por los puestos de trabajo o hacer más horas o trabajos extras (la película “nomadland” muestra el deseo de libertad de una mujer ya entrada en edad, y ya exenta de deberes en la sociedad).

El humano ha pasado por distintos tipos de sociedades a lo largo de la evolución. Se supone que en una de ellas se tendía a la poligamia, hecho por el cual no se podía saber quién era tu hijo o no lo era. Llegar a la monogamia no fue ni una victoria ni una derrota. Ninguno de los sistemas es totalmente óptimo, pero si los hijos esperan una figura paterna (leer sobre “hambre de padre” y ausencia del padre) y dado que si este falta se es más proclive para algún tipo de trastorno, estos dos datos han de querer decir que la monogamia debe haber sido la que más ha durado, y que era/es la más “conveniente” para la especie/sociedad, como para ser la mejor opción para “crear” un mejor adulto. Si el humano no hubiera tendido a la monogamia, el hombre nunca hubiera perdido su nivel de reactancia y nunca se habría implicado a cuidar a sus hijos. El hombre, al ser padre, tiene un mayor nivel de oxitocina, tendente a dar y recibir amor, y tiene un mayor nivel de prolactina, que le baja su nivel de agresividad. Desde los años sesenta, y la revolución sexual, se están tendiendo a volver a tantear todas las posibles apuestas. Pero que “funcionen” para algunas personas no quiere decir que tales apuestas tengan que funcionar para todos. De hecho todas las comunas hippies terminaron por desembocar en harenes, donde uno o varios alfas “copaban” todas las mujeres (hay un documental sólo centrado en esto, pero no recuerdo el nombre, pero también está tratado de forma somera en el documental “All watched over by machines of loving grace” de 2011, del director Adam Curtis). No por imposición patriarcal, sino porque las propias mujeres preferían a los hombres de poder sobre los pusilánimes y adocenados. Lo cual de nuevo nos hace pensar sobre qué ha de entenderse por patriarcado (recomiendo igualmente el documental “The truth about marriage” de 2018, que habla de todo esto desde distintas perspectivas, aunque es de suponer que pueda ser “vomitivo” para algunas feministas radicales o mentes con mentalidad Queer).

Tercer y último tema.

Cada humano nace con la premisa de que su apuesta es la mejor. No es soberbia, no es cultural, es lo que le dicta cada una de sus células, lo que le dicta el ADN y la evolución. La sociedad es el escenario en donde tal estrategia entra en juego, la pared con la que la mayoría de los humanos chocan a partir de tal esencial supuesto. Toda persona a la que le vaya bien, pensará que no hacen falta islas en medio del fluir del agua, que los pactos sociales siempre son cortapisas a sus verdaderas potencialidades. Pero, ¿qué sería de una de esas persona si no viviese en una sociedad donde su juego individualista fuese posible?, o sea, al poder llegan en medio de lo social, y porque tal sociedad ha creado islas habitables y con normas (con las que juegan y las cuales se saltan a su antojo para tomar ventaja). En ese sentido se equivocaban Steiner, Nietzsche o Ayn Rand. En un mundo totalmente individualista y sin normas no ganaría el más inteligente… ganaría el más fuerte y brutal, pues en el hipotético caso de encontrarse una de estas personas con Ayn Rand, y en una situación como el hundimiento del Titanic, la hubiera matado de un palazo, sin ninguna consideración ni remordimiento. En las revoluciones, guerras y crisis profundas (quizás cada vez menos, dadas las armas de fuego y otros artilugios que desequilibran tal balanza, o aún en este caso, como muestra la película mexicana “Nuevo orden“) vencen los que tengan más fuerza, por eso se sigue manteniendo como apuesta evolutiva el macho de gran tamaño y musculado, por eso la mujer nunca ha llegado a la total igualdad, pues ellas los “elegirán” durante tales crisis (el síndrome de Estocolmo puede ser una evidencia de esta tendencia; todo odio interiorizado por los hombres hacia las mujeres se desatan en violaciones masivas en las guerras y las crisis profundas… ¡espera a la crisis que venga!, no es un deseo, es sólo un vaticinio conociendo las “reglas del juego” —o no ignorándolas, o no dando por sentado que el humano obedece a reglas ancestrales—). En definitiva… y para concluir este párrafo, la fuerza y la violencia nunca las desechará la evolución como cartas importantes, pues en periodos de fuertes crisis siguen siendo de las más válidas. El humano no resta y anula su parte primitiva en las sociedades modernas: las reprime, las rechaza bajos sus leyes y convenciones, y cada persona ha de tratar de controlar la bestia que le habita. Con todo, la bestia siempre estará ahí, pues la jaula bajo la que está presa es frágil y endeble. La “sujeta” el sistema ejecutivo, el prefrontal, parte de la que el cerebro se “desprende” en casos de emergencia, dado el alto coste energético que conlleva.

La democracia entra con paciencia, cucharadita a cucharadita. Y a toda esa gente de ultraderecha intolerante y renegada nazis y fachas antisistema, les quiero decir que tengan calma, que sin arcada no hay democracia.❞ Ignatius Farray

El caso, y ya fuera de lo planteado en el párrafo previo, es que si lo que importa es el relato, las palabras, lo dialógico… ¿no captáis el por qué es tan vital la ambigüedad del lenguaje? Tales imprecisiones del lenguaje tiene dos vertientes, por un lado escapar, o engañarnos que lo hacemos, de los dos márgenes y orillas que son el cauce del río. Nadie puede librarse de que el párpado se cierre como acto reflejo, podemos andar de lado, hacia atrás, pero en una carrera siempre ganará el que ande hacia adelante (quien se crea totalmente libre que ande en ángulo, a ver que tal llega a los sitios, jejeje). Desde la otra orilla, dos más dos siempre serán cuatro, en tierra nuestro cuerpo se mueve a tenor que trabaja para vencer a la gravedad, pero la papada, los pechos caídos, y las ojeras nos recuerdan que no podemos vencerla. Tenemos así que una orilla y otra son como las dos partes de una jaula que nos terminan de cerrar y prefijar a ciertas posiciones, pareciendo que carece de sentido el ser libres. La cuestión sobre el libre albedrio es sencilla: los somos, pero en un mundo lleno de cárceles, de barrotes (no recuerdo de quién es esta frase), hay infinidad de frases con esta misma y subyacente idea, como “un hombre puede hacer lo que desee, pero no puede elegir lo que desea”, de Schopenhauer (tal idea, con otras palabras, viene de lejos en la filosofía) o esta otra y quizás más clara de Erich Fromm: “el hombre moderno vive bajo la ilusión de saber lo que quiere, cuando en realidad desea únicamente lo que se supone (socialmente) que ha de desear […]. Nos hemos transformado en autómatas que viven bajo la ilusión de ser individuos dotados de libre albedrío”. La ética de Kant y otros tantos filósofos, suelen implicar el renunciar a la libertad frente al bien, lo cual convierte al concepto del bien en una fuerte y pesada cadena. En la lista de arriba puse cerca de la razón a los valores normativos y las convenciones, porque independientemente de lo libre que nos creamos, solemos poner por delante las rejas que son tales valores sociales. Estos son los que hacen que las individualidades más marcadas y liminales no prosperen o tomen relevancia, como para que se cree un gran abismo en la cuenca del río que somos como sociedad. Se supone que uno mismo tiene que elegir tales barrotes (contrato social), pues de lo contrario la sociedad no sería posible. En definitiva, que me he extraviado, por medio de la ambigüedad, de juegos del lenguaje (Wittgenstein), uno se autoengaña a que los humanos no somos un único relato, que todos leemos y entendemos de la misma forma, sino que cada cual lo deforma o transforma para que tal lenguaje explique, implique y reafirme nuestra propia apuesta individual y libre. Cada uno, en definitiva, deforma el relato para que la apuesta propia e individual sea la protagonista del relato (“Sonder” en el lenguaje de John Koenig; “delirio del show de Truman” en otro lenguaje). En mi caso al “inventarme” a los preconcientes, a los que pertenezco y del que soy su vocero o “profeta”. Nietzsche “eligió” primero a Dionisos y lo adaptó a sus “gustos”, y más tarde “eligió” como representante de sí mismo y su apuesta a Zaratustra. Y así ha sido una y otra vez con cada uno de los filósofos, pensadores, profetas, chamanes o religiosos en el poder (a tener en cuenta el caso del creador de la sociología, Auguste Comte, quien al ganar muchos seguidores con su nueva ciencia, tuvo la tentación de crear una nueva religión). Cada uno adaptaba los relatos establecidos en sus épocas a su propia realidad e individualidad. Lo fatídico y macabro de todo esto es que… ¿en qué medida no será un mecanismo defensivo más de la evolución, como para que cada humano tolere lo social y viva consigo mismo en paz, al aceptar vivir encerrado en el correr del fluir de la cuenca del río que es lo humano? Como dijo el poeta: “no hay libertad sin cadenas” y a la inversa (cadenas y condenas que son las que han hecho a los héroes, como son los casos de Prometeo Sísifo, o en casos más cercanos: “El conde de Montecristo”, el protagonista de la novela “Los miserables”, o allí donde terminaron los sueños de libertad del personaje central de “Crimen y castigo” ). A tener en cuenta el caso de Wittgenstein, pues su primer libro, escrito en las trincheras durante la I Guerra Mundial, quiso reafirmar, adhiriéndose a la filosofía analítica, que el lenguaje común no es racional, ni lógico, y por ello el humano nunca podrá alcanzar la racionalidad, a no ser que lo adaptemos para que lo sea. Dando un giro de ciento ochenta grados en sus últimos años y escritos, al decir que un lenguaje analítico poda y cercena de cierta realidad al lenguaje y por ello a la existencia humana, y que por tanto el lenguaje común es el único que hace posible tal emergencia, tanto en el humano como en lo espiritual (no material, fuera del puro objeto).

Un dato de interés, es que el área fusiforme de las caras, especializada, como su propio nombre dice, en la percepción y el reconocimiento de rostros, en su lado izquierdo (el mismo que el del habla y la escucha de voces), se ha dedicado a la lectura y por ello al reconocimiento de las letras y caracteres (como los emoji o iconos). Es por esto que aunque haya infinidad de fuentes de letras, y aunque muchas de ellas sean realmente extrañas, las reconocemos de igual forma, pues tal área para la percepción de las caras es la que se dedica a reconocer a los rostros familiares (y supuestamente amigables), frente a los que no. Si tal zona está poco desarrollada se es más impreciso a la hora de reconocer rostros. Dos datos más de interés, es que incluso aunque se nazca ciego, tal zona se sigue activando, con distintos patrones, cuando se está con personas conocidas que con respecto a desconocidas. El segundo dato es que no toda persona sabe leer, luego tal aprendizaje “secuestra” (neuroplasticidad) una zona del cerebro para una función nueva para el humano (lleva apenas unos cinco mil años), en principio tal zona estaba dedicada igualmente al reconocimiento de rostros. Charles Fernyhough, en su libro “The Voices Within”, propone que la lectura potenció en el humano la voz interior, pues al aprender a leer, primero se hace en voz alta, y después se recurre a “leer para adentro”.

Segunda cuestión de la idoneidad de la ambigüedad, porque el relato hace posible el fluir (hay una tercera más obvia: la conveniencia para la agilidad mental, al necesitar menos términos). Al igual como así ocurre en la evolución, donde algo con un papel tan restringido como la oxitocina, al final es la “molécula del amor”, toda palabra y relato, en sus ambigüedades, están abiertos a miles y millones de posibles interpretaciones, cuando no es posible en algo como dos más dos igual a cuatro (se les llama verdades lapidarias, pues están muertas e inertes). De esta fórmula George Orwell, en su novela “1984“, en donde un Estado totalitario adocena a sus ciudadanos a tomar como verdad sus doctrinas y por ello aceptar que 2+2=5, y en donde como forma de rebeldía Winston Smith escribe en su diario: “2+2=4”, Orwell juega con la paradoja de que lo rebelde es decir la verdad (cuando de uso común el rebelde va contra las normas y la realidad). Hoy, y siguiendo el mismo esquema, podría llevarse a que yo escribo la palabra patriarcado, no como nos lo quiere hacer entender el actual feminismo, sino teniendo en cuenta nuestro pasado animal, realidad que nunca hemos abandonado, sino que sólo hemos maquillado (“teoría de la capa moral“; ¿sabéis qué es “déspota” hoy en día?: que al poner “river”, para buscar ríos en Google imágenes, me salgan casi exclusivamente fotos del equipo de futbol, cuando lo más relevante deberían de ser los ríos…, los ríos no se ríen ante este problema!, jejeje). O sea, Jesucristo, y como ejemplo, no es un ente cerrado y denso, sino un ser al que cada cual le añade algo, como para irse adaptando a los nuevos tiempos, y como para que de esa forma pueda convivir con los nuevos relatos. Ahí la Grecia Clásica acertó en la extrañeza y alta condensación de ideas que solían encerrar en sus mitos, pues mientras que la historia de Jesucristo es bastante cerrada y con unos pocos mensajes, a los mitos griegos se recurre una y otra vez dada su riqueza, pluralidad e inmensidad de posibles mensajes. En fin, los relatos son inagotables porque mutan constantemente, creando por ello nuevos relatos al sumar unos y otros. Algo tan aparentemente banal, crea las posibilidades para que se propicien nuevas filosofías, religiones, culturas, sociedades, ideologías, formas de gobierno o paradigmas, que es posible que sean las válidas para las futuras y cercanas generaciones. Lo que hoy desechamos, lo reciclará alguien bajo un nuevo prisma en el futuro, que es posible que sea lo que dé un nuevo empuje a la sociedad de ese momento.

Últimas consideraciones. No quiero redundar más, prefiero trazar ideas generales con las que trabajen vuestras mentes, porque esa forma de actuar es aceptar que todo en la vida es fluir. Yo me reconozco “mecánico”, cada año por estas fechas entro en una fase en la que me cuesta dormir. En dos noches sólo he dormido ocho horas, más o menos. Son las orillas de mi ser, de lo inmutable, donde no opera la libertad. El cerebro, en su lenguaje, con sus consiguientes ambigüedades, baraja cartas y me las devuelve. ¿Son verdades?, qué más da, son ideas que cada sociedad puede ponerlas en su mazo de cartas o no. En el escrito anterior hice mención al juego de los abalorios, los más astutos seguro que se dieron cuenta que me refería al libro de Herman Hesse. Este no explica qué es ese juego. Creo que yo lo he perfilado aquí. Hesse, bajo el influjo de las religiones orientales, basadas en su concepto del fluir de la realidad, no quería que se usase la razón para tratar de entender qué era tal juego. Explicarlo sería matarlo. Dos más dos siempre serán cuatro, tal verdad no tiene ninguna magia, no te hace pensar en ello. No mueve ninguna rueca en nuestra alma (fijarse en la contraposición de alma y rueca para nombrar a una misma cosa). Los haiku, la poesía, tienen la potencialidad de crear tantas ideas nuevas como conceptos o palabras maneje. Incluso el aparente banal juego “Word” de Andreu Buenafuente, esconde esa magia de tratar de evocar otra palabra no totalmente evidente, ni lo bastante “loca” como para que no guarde algún mágico y extraño nexo con la palabra propuesta. Las palabras son los eslabones de la cadena de lo que podría ser un dios. Cuanto más ambigua pueda ser una palabra, mayor será su peso y valor dentro de nuestros cerebros. ¿Que no existe una buena definición del amor?, no le hace falta. Ese es su verdadero y más profundo misterio. Cada humano es una gota de agua en la cuenca del río que es la humanidad como especie. La cuenca nos da forma, unos límites por los que fluir, pero a la vez el agua tratará de cambiar la cuenca, según las nuevas condiciones y premisas del ser humano. Sólo conviene recordar algo: lo que hace a un río es su cuenca. El agua desparramada en un llano se terminará por filtrar en el terreno, sin dejar ninguna huella. Esto es: llegar a la idea central, tras de la tan proclamada frase atractora de mentes caóticas, del “bienvenido al desierto de la realidad”, que bien mirado es el desierto de la razón (como razón y maquinal es Matrix). En lo básico, este reduccionismo de lo espiritual es lo que es el nihilismo: la rotura o pérdida repentina de todos los relatos, en donde todo hecho narrado lo es por su alta tendencia a la interpretación. Nihilismo es ese rellenar la cuenca con arena, en la única dirección de que el fluir vuelva a su individualidad, a su estado básico como gotas únicas entre el resto de gotas, sin capacidad para conectarse y unirse en charcos, riachuelos…, ríos. No pienses en todas estas ideas: visualízalas como las he plasmado, interiorízalas…, siéntelas. Yo sólo las sueño, pues la razón no me deja imaginar nada más que en lo maquinal que es la vida.

(¡Llevo catorce horas escribiendo, corrigiendo y haciendo gráficos…, a ver cómo frenar ahora al cerebro!)


Lista de reflejos en humanos.

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