Meme, Liderazgo y Normalización
❝Es posible que hayamos vivido los mejores cincuenta años de la humanidad…,
pero después llegaron las redes sociales.❞ Ricky Gervais
Este escrito tiene un preámbulo, que enlaza con el escrito de ayer, pero después he añadido un escrito al que llegué al dar mal en un clic, y que guarda relación con todo esto (el escrito es de enero de 2011, —llevo escribiendo de continuado desde principios de 2009— pertenece a un seudo-libro llamado “la imposibilidad de la razón”, que ya no está en línea, lo he arreglado —por aquel entonces no lo hacía—, y he añadido algo de texto, cuando algo no se entendía o tendía a la ambigüedad — no tiene enlaces, puede que los añada mañana—). Ayer dije que no iba a hablar más sobre estos temas, pero este será mi último escrito al respecto y después ya me centraré en mis propios asuntos de filosofía y ciencia. Ahora se entenderá porque hablaba ayer de madurez e inmadurez. Lo traigo a colación por ser un ejemplo claro de la idea que suelo tratar de trasmitir.
El año pasado una menor (quince años) tuvo relaciones sexuales (o fue violada) con/por tres jugadores de un equipo de fútbol (Caso “arandina”). Situación: en el porno se ha normalizado tal tipo de sexo en grupo (porno al que tienen acceso tanto chicos como chicas) y el feminismo dice que la mujer es igual sexualmente que el hombre (igualmente "culpables" —en malas "manos"— las teorías actuales como la del poliamor y la teoría Queer", esto es por el hecho que todas estas ideas crean un clima que asegurando que todo es construccionismo social, es por lo que hay que romper los moldes mentales bajo los que estamos)). Después de tales actos, la chica se jactó de tal “heroicidad” ante sus amigas a través del móvil. No conozco todo los hechos y no tengo ganas de rebuscar (menos porque nunca se puede llegar a saber todo, dado los secretos de sumario, ir al enlace de arriba, y después rebuscar en Internet). Pero suena a lo típico de Ignatius de “jóvenes confusos”, propio de tal edad, pero aún más confusos por el porno y por lo que les dicen sus mayores, líderes y del mismo sexo, como ese es el caso del feminismo. La cadena más vista en España es Tele5, donde sus tertulianas (a las que se les admira y se las tiene como modelos o influencer's) dan mensajes del liberalismo sexual, en frases como “yo con mi coño hago lo que me dé la gana”, frases que las jóvenes las convierten en suyas. Al final, pues así lo ha predispuesto el propio feminismo, los únicos culpables fueron los hombres. El feminismo crea las condiciones para la confusión, pero después sólo pone de culpables al macho (diferencio entre “bien y mal” a nivel intuitivo y “hechos ante la ley”, ante esta última lo son).
(Bajo esta misma idea, desde el primer visionado de la película “El club de los poetas muertos”, yo siempre pensé que el “culpable” del suicidio de uno de los jóvenes fue el profesor, pues la juventud es una fuerza y energía sin control que sólo los padres pueden “controlar” sobre cada uno de sus hijos, al conocerlos al detalle, y el profesor en ese caso, desató las energías de los jóvenes sin conocer a cada uno de ellos y el cómo les repercutiría. La posición del padre estaba mal, pero el profesor fue demasiado inconsciente y el “motor” del resultado final, dentro de la trama de la película.)
Tratando de unir estas ideas con el escrito anterior. ¿Por qué las jóvenes, menores de edad, pueden opinar sobre el feminismo y el tema del sexo, airando a los hombres y creando malestar social, cuando se les supone inmaduras? Este puede ser el perfil de ciertas autodenominadas feministas de la cuarta generación en redes sociales, donde no siempre se conoce la edad, pueden nos saber guiarse en la vida, pero nada les impide crear odios e iras entre los hombres.
“Cuando tenemos libertad de hacer lo que queremos, por lo general nos imitamos.” Eric Hoffer
“Cuando se teme a alguien es porque a ese alguien le hemos concedido poder sobre nosotros.” Herman Hesse
“Cuando canta el abad, responde el sacristán.” Refrán español
“En la medida que no te hagas preguntas te guían las respuestas de otros.” Joaquín Lorente
“Un niño cuando es pequeño coge el palo de una escoba, lo convierte en un caballo y se pone a jugar. Pero si su madre le llama —¡Hijo, a merendar!”, lo que tira no es un caballo sino una escoba.” Chesterton
¿Qué determina en cual posición está una célula dentro de un órgano?, o dicho de otra forma ¿cómo sabe un conjunto de células que forma tiene un hígado, o un páncreas, o un riñón…? ¿cómo sabe X célula que su posición es la más noroccidental posible dentro de un órgano y que más allá no tiene que haber otra célula? Cuando se descubrió las posibilidades de las células embrionarias o células madre, la ciencia intuyó sus grandes posibilidades, pero en la medida que se han ido investigando, muchas de sus viabilidades se han visto frustradas. Se puede hacer crecer o cultivar a las células madre, se ha hecho que cojan una función o se diferencien hacia células cardiacas o de la piel, etc. Pero, ¿cómo crear un corazón?, ¿cómo hacer que cojan una forma? La conocida imagen de un rata en cuya espalda salía una pabellón auditivo humano tenía su “trampa”, partía de un molde de un tipo de material que al final debería de ser absorbido y eliminado de forma natural. Otro proceso más novedoso ha sido el de la descelularización. Consiste en “matar” todas las células de un órgano dejando tan solo su matriz o forma, para después “bañarla” de células madres diferenciadas y que de esta forma recompongan el órgano. En realidad es destruir un órgano para crear otro, pero con la ventaja de que el nuevo órgano estará creado a partir de las células del propio paciente con lo cual se evitará el rechazo.
En lo que nos toca en el presente capítulo, la cuestión es que las células madre embrionarias en una persona adulta en realidad tienden a crear cánceres, pues cada una de ellas tiende a crecer y multiplicarse de forma descontrolada. Estás están creadas para el propio proceso de la embriogénesis, en donde de alguna forma su función queda delimitada al propio proceso de crear un nuevo ser vivo. O en otro caso, en tanto que en la persona adulta también existen células madre adultas que cumplen mejor la función de renovar y reparar órganos y daños en distintas partes del cuerpo. Pero las preguntas iniciales se siguen sin responder. Parece ser que en la embriogénesis las células madre embrionarias tienen un comportamiento muy concreto y muy diferente de las células madre de los adultos. Las primeras crean un ser vivo, mientras que las segundas tiene la función de reparar. Si quisiéramos responder las preguntas pendientes deberíamos de saber “interrogar” a las células madres embrionarias, pero quizás este proceso se entienda mejor a partir de las células adultas ya diferenciadas.
Una célula está interconectada con sus células vecinas, al modo de una red, y entre ellas se están comunicando constantemente para saber qué tienen que hacer en común a través de las uniones Gap. ¿No se parece esto bastante a los cardúmenes de animales o a los insectos sociales? Cuando se ve a un cardumen de aves, siempre resulta espectacular que guarden ciertas formas que suelen ser ovaladas y que, aunque su dinámica sea constante, traten de mantener cierta cohesión formal. Quizás exista una fórmula escondida en la naturaleza, donde por un lado existe el determinante de las leyes físicas, y en su extremo opuesto la libertad que procura la caoticidad de todo sistema complejo vivo. O dicho de otra forma: en tanto que la información contenga un mayor nivel de datos, cohesionará con tal cantidad y amplitud de posibilidades, de tal manera que a posteriori pudiera parecer haber cierta apreciación de eso a lo que pudiéramos llamar libertad. Pero en este sentido habría que revisar el concepto de libertad. Esta no parece existir, tan solo es la apariencia (su aparecer) que nuestro cerebro (razón, toma de conciencia, análisis) deduce a partir de unas premisas mal entendidas (2). Si un dado se lanzase controlando todos los parámetros que pudieran repercutir en su estado final —presión atmosférica de la habitación, forma de soltarlo, lugar donde va a caer, etc.— seguramente caería siempre en la misma posición. Dado que es una situación complicada de controlar, cualquier pequeña variable hace que no parezca ser predecible. Pero esto no es aleatoriedad, es tan solo impredecibilidad y descontrol del medio.
Pero volvamos a las células y las formas. El que una célula sepa que es la célula más noroccidental, por ejemplo del hígado, lo sabe porque se lo están diciendo las otras células. Pero si cada célula depende de las otras células, ¿cuál es el origen de la información que se está transmitiendo? Esta información la contiene el ADN y dada una primera posición, el resto de las células tan solo tienen que tener una información relativa a partir de esta célula origen, y con unos parámetros de posiciones o coordenadas relativas X,Y,Z. Esa es la magia de la embriogénesis: la diferenciación y partición que se produce en la creación de un ser vivo, hará que a partir de una primera célula del hígado se cree un hígado completo (1). Muy diferente de la función de las células madre adultas que tan solo se adhieren a una zona dañada y se enlazan y comunican con sus vecinas para saber que función y posición han de guardar.
Si extrapolamos esta forma que tiene la vida de crear cohesión y coherencia u orden o control a nivel celular: ¿no se dará este mismo patrón o exigencia en toda forma de vida, de cooperación y control dentro de una especie? Todo animal social crea una estructura que viene dada por ciertos principios o parámetros: supervivencia, homeostasis, procreación…, y cada especie adapta estos parámetros a su propia conveniencia a partir de unas pequeñas variables dadas en su diferenciación como especie. Esto es: dada una pequeña variable en el proceso —mutación, adaptación a un medio concreto— lo único que hace dicha especie es reajustarse a dicha adaptación. O en el ejemplo del dado controlado, si lo hemos dispuesto para que salga siempre el seis, un pequeño cambio hará que desde ese momento salga siempre el uno. Por lo tanto, si se sigue este modelo básico, los canales de comunicación de la vida se adaptan para normalizar dicho cambio y que ese nuevo origen sea, a partir de ese momento, el que construya o constituya a dicha especie.
A lo largo del libro hemos visto que el ser humano ha construido su comunicación a través de dos principios básicos: amor y poder. Este estadio se mantuvo por un largo tiempo en lo que he venido a denominar familia primigenia, de tal manera que vino a ser la forma que se esconde en nuestra sociabilidad o gregarismo. Un individuo al nacer actúa en cierta forma como una célula madre adulta: tan solo se adapta a un patrón ya creado y fuertemente constituido. Cada familiar y adulto le dice cuál ha de ser su posición y función en la sociedad, y esto ocurre a través de la educación en todos sus niveles: 1. en la enseñanza para diferenciar al individuo dentro de una clase de inteligencia y 2. en la escuela de la vida, donde aprende cuál es su capacidad de liderazgo —poder— o capacidad de cohesión —amor— dentro de cualquier formación de un grupo.
Analizado de esta forma, vemos que los canales de comunicación son los que crean la estructura social, pero siempre a partir de ciertas otras reglas implícitas dentro de nuestro entramado, en tanto que un grupo concreto que se ha de cohesionar a partir de las reglas de la familia primigenia. La información en este sentido ya no es información pura, que tan solo contenga datos que se añaden a unos datos dados —apilamiento de datos puros—. Sino que toda información tiene ciertos parámetros implícitos —y velados— que son los que en realidad le dan cierta validez y solidez, no con respecto a un canon de una verdad pura, sino en la medida de estar constreñidos a las formas que han de mantener en tanto que validen la estructura de lo que nos constituye como especie. Volviendo al ejemplo de las células, imaginemos que el hígado sufre un pequeño daño, las células madres adultas se posicionarán en el daño, se interconectarán con las células vecinas y estas le dirán su posición y función. No es aceptable o admisible que una de estas nuevas células se comporten como una célula cardiaca, así como tampoco es aceptable, ni conveniente, que crezcan y se dupliquen de forma descontrolada, pues este comportamiento tan solo va a provocar un tumor o un cáncer. La individualidad humana o libertad, entendida así y por lo tanto, opera o es susceptible de que opere, a modo de una célula cancerígena.
Dada la importancia de la comunicación, entonces podemos ver el peso de los memes. Recordemos que todo meme actúa de la misma forma y con los mismos principios que la evolución: nacen, crecen, se reproducen (o mutan) y mueren. Pero la validez y legitimidad de un meme —que se puede correlacionar con su acercamiento a una verdad— depende de otros memes ya validados y fuertemente legitimados, y que en última instancia han de coincidir con las formas o patrones que nos constituyen como especie. En este sentido el aislamiento de un individuo al no coincidir con el principio de cohesión que nos impele hacia el amor —en el sentido general que he estado usando en el libro— y por tanto al gregarismo y la sociabilidad, es un meme que está llamado a extinguirse en tanto que actúa más a modo de célula cancerígena que a modo de célula normalizada. Todo meme que lleve implícito cualquier concepto de amor, lealtad, fidelidad, etc., va a tener una mayor probabilidad de propagarse y mantenerse con respecto a cualquier otro que tenga como principio lo contrario. Lo mismo se puede decir del optimismo, y de la perpetuación y legitimidad de los poderes.
Pero si estas reglas, aquí presentadas, fueran muy rígidas: ¿de qué manera o forma se podrían dar cambios en la sociedades humanas? Si algo se sigue a lo largo del periplo histórico humano es el aparente y perpetuo cambio. O por lo menos eso es lo que parece a simple vista. Lo que he tratado de hacer ver en el presente libro es desvelar los patrones que rigen la sociedades humanas y que son las que nos constituyen tanto a nivel individual como grupal. Por un lado he revelado —o transformado a partir de otras ideas— la existencia de la pulsión atemporal. La aptitud, lo dado, el carácter, puede de fondo a la intención o la conciencia, personalidad o creencia del yo, pues es la estructura base del cerebro. Y las reglas que aún funcionan en lo social son las reglas de la familia primigenia, por encima de cualquier otra regla o ley social de la democracia. En definitiva: no hacemos más que dar vueltas a las mismas reglas y normas para tratar de adaptarlas a los nuevos cambios tecnológicos y sociales, pero de fondo estas son las bases o estructuras de todo cambio. Estos memes primigenios son a los que se adaptan todo nuevo meme.
Pero si los canales de información son tan importantes, pero siguen ciertas reglas…, ¿cuáles son estas? Recordemos que gravitamos alrededor del amor y el poder. ¿Cuál de las dos tiene una mayor fuerza gravitatoria? Esto es complicado de determinar. Un líder tiene, en teoría, que ser carismático y atractivo, contendrá en sí mismo tanto poder como capacidad de crear simpatía, empatía o amor. Se puede generalizar, casi sin posibilidad de equivocación, de que un verdadero líder tiene un campo gravitatorio fuerte al contener en sí mismo tanto capacidad de poder como capacidad de amor —justicia, piedad, integridad, coraje, eticidad, etc.— Un desequilibrio de estas fuerzas puede llevar a errores y a caminos no deseados: dictaduras, oligarquías, desigualdades extremas, etc. Esta era la función del líder dentro de la estructura primigenia humana en tanto que tribu, pero con la creación de las ciudades —la agricultura y la ganadería como base del sustento— este principio se fue un poco al traste. El liderazgo se empezó a hacer más difuso y entreverado en todo proceso humano, y cada vez menos tendente a crear en un solo líder esa integridad hacia la capacidad estática, coherencia y viabilidad para toda una generación o pueblo. La entrada del nuevo leviatán ha terminado —por lo menos en teoría— por acabar con la idea del antiguo líder. Las democracias tan solo validan, por un margen de entre cuatro a ocho años, a un mismo líder, después de los cuales las sociedades los renuevan. Pero este comportamiento no es por una adaptación ya reglada a nivel estructural dentro de nuestro ADN, o dentro de nuestra estructura de lo que queremos ser en tanto que grupo. Más bien vivimos en un periodo en el cual el desencanto, de forma constante nos musita y atosiga a los oídos de nuestra cognición y corazón, a causa de que no encontramos un líder o ideología que nos satisfaga por demasiado tiempo. La democracia no es en sí misma una ideología, es el fin último o conclusión de no haber podido encontrar otra forma de vivir en armonía. O dicho de otra forma: la democracia es el sueño de la razón formalizada en un descontrolado y creciente monstruo, que nos va aniquilando como individuos a favor de la sociedad: el poder de la mayoría, el poder de la normalización, pero no ya en aras de hallar un equilibrio entre el amor y el poder, sino ejercido sobre todo desde la presión del poder, que de forma vana y fallida trata de posicionarse como un estado de amor o bienestar.
Somos mentes primitivas en un medio hipersofisticado. Las reglas sociales se van adaptando al nuevo leviatán, pero el cerebro y el ADN va mucho más lento en este proceso. A nivel local, esto es, a nivel de pequeños grupos, tribus, familias, barrios, bandas o ciudades, seguimos funcionando con nuestras reglas y memes de la familia primigenia, pero la sociedad ha cambiado de piñón y su marcha es muy distinta. Y lo peor de todo esto es que el nuevo leviatán se alimenta y aprovecha de las viejas reglas para su propia conveniencia. Seguimos a un líder porque tiene la capacidad de atraernos con sus convenientes memes pensados para satisfacer nuestro primitivo ego, nuestros principios de estímulo/respuesta o sistemas de recompensa y estabilidad homeostática. Nos dejamos embaucar por su dialéctica, carisma y atracción porque nuestro cerebro se embebe y empapa de su lenguaje o canales de información. Y como funcionamos así, las corporaciones y las marcas se sirven de las mismas estrategias y aptitudes que antes validaban a un líder, para atraernos hacia sus causas y fines. Pero recordemos que no hay un agente detrás de todo este proceso, no caben las ideas conspiratorias: en el nuevo leviatán todos somos engranajes dentro de la misma máquina. La posición de adinerado o líder tan solo es circunstancial y puede ser efímera.
Y lo peor de todo esto, es que no tenemos la bastante humildad y sinceridad para reconocer que todos estamos implicados en este proceso. La frase más trillada que se suele escuchar a diario es: “la gente es así…” y otras variantes por el estilo, como si por algún tipo de sortilegio el que diga esa frase, no fuese “gente”. Eso me recuerda a la arquetípica imagen del niño que se tapa los ojos y dice “¡ya no me ves!”, la distracción recursiva —sortilegio, prestigio— trata de hacernos funcionar en tanto que creadores y actores en la misma acción, cuando en realidad en la vida tan solo somos actores secundarios de forma casi constante. O dicho de otra forma: siempre somos gente, siempre somos aquello que criticamos y aquello que en teoría —a nivel de yo o conciencia— rechazamos. Y esto es así porque cuando entramos en sociedad, entramos de lleno en su ya iniciado entramado teatral —recuérdese a la “pobre” célula condicionada a formar parte de la red o tejido ya formado—, y porque nuestro cerebro está constituido de unos memes que están pensados para construirnos como familia primigenia, y dado que todo nuevo meme, para que funcione, tiene que dar la razón a los previos.
Está naciendo una nueva ciencia que trata de dar forma a todas estas teorías: la teoría de grupos, y su precisión matemática, a partir de ecuaciones simples aplicadas a matrices, asusta con respecto a su nivel de predicción. Cuando se divide un grupo a dos se busca un líder en cada grupo, y una cohesión dentro del grupo que les lleve a rechazar aquello que es identificativo del contrario. Por otro lado aquello que se vuelve identificativo del propio, por parte del contrario, se vuelve identidad dentro del grupo. (El siguiente dato lo recogí de un documental, cuyo nombre no recuerdo, y después no lo he podido verificar en ningún lado, con lo que no hay que quedarse en lo concreto, sino con la idea general: la idea general es que el pueblo hebreo se vio conquistada por los pueblos del mar, que se quedaron en las orillas del mar y sus márgenes, mientras que los pueblos de esa zona, por presión, se tuvieron que ir a protegerse y a esconderse en las montañas —este mismo comportamiento se ha dado en otros tipos de pueblos “conquistados”, como así ocurrió con los españoles y sus aborígenes en América—, donde crearon nuevas costumbres y modos de vida, desde ese nuevo hábitat. La idea más aceptad es que Israelí es “el que lucha con Dios”, pero antes Dios se podía llamar a todo que tuviese mucho poder, como así fueron sus invasores). Esto se puede entender mejor en un ejemplo: hay una teoría que dice que la palabra Israelí proviene del simple hecho de que cierta tribu de las montañas de Judá, no comían cerdos, ya que al ser pastores de alta montaña que criaban cabras y ovejas, eran de estas de las que en definitiva se alimentaban (los cerdos se criaban en rediles en los llanos). El propio concepto como pueblo o identidad nació de que los de la ciudad y los llanos les llamasen, quizás despectivamente, “los que no comen cerdo”, concepto del que se deriva, siempre según esta teoría, la palabra israelí. Este concepto al final fue adoptado por esta comunidad como parte identificativa de su forma de ser y hacer, hasta que al final quizás se puso como regla o prohibición, por ir contra la identidad, el comer cerdo. Regla que aún pervive, aunque racionalizada o justificada en distintas reglas e historias y mandatos de la Torá, en la actualidad. No me parece desacertada dicha propuesta, ya que de forma general en muchos lugares del mundo, se tienen a los “serranos” como gente muy lejana de la mentalidad urbana, y siempre se da algo de mofa y rechazo inconsciente hacia ellos, y por lo tanto, al contrario: los serranos pueden llegar a sentir algo de rechazo hacia los urbanitas, y consiguientemente orgullosos de ser serranos. De igual forma se ve en algo tan banal como el fútbol: la palabra merengue (al referirse al equipo de fútbol Real Madrid, por ir de blanco) significará algo muy distinto para un pastelero o para un niño que para un hincha del Barcelona. Merengue ha pasado a convertirse en una seña de identidad del contrario y estos mismos, al final, lo han asumido para sí.
En el comportamiento diario de cualquier individuo siempre se entreteje la condición de las matrices o reglas de la cohesión de la sociedad humana. Cualquier palabra siempre va a llevar la carga de los memes primigenios que sirven de matriz a nuestra concepción en tanto que seres humanos. Dado que nos entrelazamos por la comunicación, por la palabra, cualquier meme que atente contra el meme de la lealtad será rechazado, y por ello igualmente se rechazará al que lo pronuncie o lo sostenga. Pero de esta regla tan sencilla es de donde nacen la mayoría de nuestros males y conflictos, pues ¿a qué ser leal?, cada cual crea sus lealtades, y las del otro pueden atentar contra las mías propias. La enemistad y la otredad —lo ajeno— empiezan a definirse a partir de la propia lealtad a las que nos debemos: por la propia regla de la lealtad que en definitiva fundamenta nuestra propia identidad.
Cuando alguien se erige en líder, ha de tener una carga de atracción —gravitatoria— que esté sostenida por su discurso y por su hacer. Hasta ahí la cosa no parece grave. El problema empieza a complicarse cuando los complacientes hacen de la lealtad a este líder parte de su identidad, de tal forma que no pueden ir contra el propio líder sin ir contra sí mismos y el propio concepto de lealtad e identidad. Por eso toda apuesta inicial crea vértigo —miedo a la libertad—, y toda elección siempre es una apuesta sin ningún principio de idoneidad con ninguna verdad transfenoménica. No hay verdad última, casi todas son apuestas casuales y azarosas sobre las que solemos asentar nuestra lealtad y por lo tanto nuestra identidad (3). Bajo esta perspectiva, la rebeldía y el cinismo —dos de las apuestas de los preconscientes— es no deberse a ninguna causa más que la de sí mismo, siempre mudable, siempre una segunda piel de la que uno se puede desprender: siempre tendiendo a ser camaleónico. Postura, por lo demás, que suele despreciar cualquier ser humano, pues ¿cómo fiarse o guiarse de este tipo de mentalidad sin aparentes reglas? Lo desconocido, lo impredecible, siempre nos da miedo, pues su reglas es el descontrol y necesitamos del control como al agua y al aire. Y volvemos a la normalización, a la mediocridad ya sentenciada capítulos atrás. Tanto la postura de lealtad férrea e inquebrantable, que puede llevar al sectarismo y los integrismos, como el cinismo extremo o la propia identidad del psicópata, son tan solo los dos extremos dentro de la norma. La normalidad o mayoría humana siempre se mueve entre los dos extremos: ora lealtad extrema, ora cínico; en esto sí y en aquello no. Esta postura crea confusión, que es el panorama actual y la condición humana que ahora nos define. Todo humano siempre se cree en la postura correcta y que las incorrecciones las acometen las otras gentes. No nos creemos en ningún grado cínicos o fanáticos de ninguna causa, cuando en realidad es así. Siempre estamos jugueteando entre extremos y vacíos. Entre el Ser —Parménides, ser creyendo, constituidos de fe— y la Nada —siendo cínicos y creyéndonos libres—.
Como apunte final, hay que analizar la actualidad bajo todos estos parámetros. El nuevo leviatán se sustenta en la juventud. Y lo predominante de esta edad es la falta o necesidad de crear una identidad, pero siempre desde la nada que sustenta su rebeldía, y su búsqueda de la novedad y la rotura. ¿Cómo crear una sociedad bajo esta matriz y reglas? La novedad no crea reglas, tan solo una búsqueda incesante sin orden ni dirección. Los líderes crean reglas y normas a partir de esta desestructuración, pero la sociedad permanece en constante cambio y movimiento, sin saber si tenemos control de la máquina, o esta hace ya tiempo que ha perdido la capacidad de estructurarse en algo definido y concreto (premonición de nihilismo). En realidad se podría decir que ha vencido la postura cínica, puesto que la permutación es su faz, pero dado que la máquina conoce su descontrol, crea cada vez más normas —en teorías abstractas y ambiguas—, que tratan de poner un orden superior que contenga todo los tipos de caos (los realces en el asfalto de las calles, para limitar la velocidad de los vehículos, es un buen ejemplo). Esa es la paradoja de la democracia, la paradoja del nuevo leviatán, siempre cambiante, siempre otro, pero sin perder nunca de vista que por encima de todo ha de controlar el caos. Asume la libertad, pero conteniéndola, y para ello necesita legislar y tratar de normalizar a través de un lenguaje que se supone humanista, pero que al final no es otra cosa que un lenguaje primigenio. Somos seducidos por el lenguaje optimista, por el lenguaje de la innovación y de lo posible en el futuro, porque en definitiva se fundamenta en el lenguaje de nuestros ancestros, cuando en realidad ya no somos aquellos, ni tenemos su inocencia. Al devenir en un nuevo orden hemos matado al líder a favor de lo común, estamos yendo hacia el animal social, matando poco a poco —por medio de la constante mutación de los memes ancestrales— al lenguaje ancestral que nos fundamentó, nos dio origen y que estructuró nuestro cerebro. ¿Es posible esta mutación de los memes sin alterar totalmente la estructura mental? De momento están cambiando los medios y mutando los memes, quizás algún día esa estructura acabará formando parte de nuestro ADN (los urbanitas que sepan adaptarse a las macrociudades serán los que lleven estos cambios adaptativos a las siguientes generaciones). O quizás, sin darnos cuenta, el camino del nuevo leviatán sea la de convertirse en una plaga, que cual langosta, y al acabar al final con todos los medios y recursos del planeta, terminará acabando consigo misma. Recordemos la mutación de la langosta (4), sus dos naturalezas, la de animal pacífico y la de su naturaleza gregaria y devastadora. Quizás nuestra mutación no se deba más que a esta misma regla de la naturaleza. Nunca llegaremos a entender todos los entresijos de la realidad, o aunque los lleguemos a conocer, no seremos lo suficientemente humildes como para llegar a pensar y asimilar que nos influyen, y que formemos parte de tales estructuras.
(1) Y ya que estoy con este órgano, al parecer es el único que se reconstruye a partir de un daño, aunque este sea bastante grande.
(2) Se sabe del caso de dos gemelos criados por separados, que al juntarse descubrieron que coincidían en que a los dos les gustaba hacer la broma de estornudar en los ascensores. Que dos gemelos separados coincidan en el tipo de peinado o forma de vestir puede tener su lógica, pues quizás sea el tipo de peinado que mejor vaya con sus facciones, y algo similar se pueda decir de la forma de vestir, pero en algo tan concreto como la broma del estornudo en los ascensores, que pudiera ser tomado como un signo indiscutible de individualidad, da mucho de que pensar sobre el grado de la libertad del ser humano. No discuto que se tenga la posibilidad de ir contra el gen, pues es este el que ha creado este tipo de broma en los gemelos, pero dado que vivimos por las dos facticidades y determinantes: la del gen y la de la cultura social, es complicado ir contra estas dos guías que nos encaminan en una corriente (ya usaba esta metáfora, aunque no la de la cuenca del río). Por lo demás, cuando tomamos la postura rebelde: ¿cómo saber exactamente que se es realmente rebelde y no algún tipo de designio o constructo determinante hacia la rebeldía? Hay poco espacio para la libertad y no tenemos la capacidad de saber cuándo estamos operando realmente bajo ella.
(3) Recuérdese el anuncio tan acertado en el que un hijo pregunta a su padre: “Papá, ¿porqué somos del Atleti?”
(4) Se ha averiguado que la mutación de las langostas obedece a unos receptores en sus patas propulsoras, en sus articulaciones, al sentir que otros individuos chocan contra ellas. No deja de ser curioso que sea algo similar a nuestro “darse de codazos”, cuando nos sentimos apretujados en una situación de masificación. Hoy estamos masificados: ¿no nos estaremos convirtiendo en langostas, queriendo arrasar con todo el medio?
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