La Incertidumbre de la Razón II - El Superhombre


 que lo dicho hasta arriba parece una copia del escrito anterior, pero no lo es. Trato de trazar una nueva línea argumental a partir de lo ya dicho, pero bajo una nueva perspectiva. Si Nietzsche fue el que creó, según él, un antes y un después en la historia, en esta nueva línea argumental trato de hacer que esté presente su discurso, sus conceptos. En ese caso tendría que releer todos sus libros, coger apuntes y seguir a partir de ahí, pero en su defecto trabajo de memoria y reviso aquello sobre lo que dude. Lo ambiguo de leer a Nietzsche es que, quizás, es más lo que el propio cerebro deduce y procesa por su lado, que lo que dijo el propio pensador. Es como si en su lectura, al ser en la mayoría de los casos abierta a interpretaciones, sembrara semillas en nuestros cerebros (cultura viene de cultivar), donde en cada uno de esos cerebros brotarán unas flores, hierbas, arbustos o árboles muy distintos. Casi cada pensador o filósofo ha dedicado un libro a su interpretación/exposición, o lo habrá nombrado aquí y allá, pues Nietzsche parece ser ese autor con el que uno tropieza a cada paso de sus pensamientos. En otro orden de cosas, algunos le han visto como un demonio, mientras que otros lo han visto como un nuevo Prometeo (el que otorgó la libertad al hombre, para convertirlo en lo que ahora es). Todo esto es debido, en gran parte, a que algunos de sus principales escritos son aforismos, sentencias cortas más poéticas que argumentales. Se dice que optó por este camino por problemas con la memoria, para tejer argumentos largos y en libros, dado sus problemas mentales, seguramente debidos a la sífilis.  En muchos escritos, a mí me parece, que peca de superioridad ilusoriao en aquello que es tan humano como: “me habéis hecho daño, pero en vez de mostraros mi dolor, me mostraré fuerte y como si nada pudiera tocar, ni perturbar mi alma, mi esencia, mi núcleo”. En ese caso su concepto de superhombre es una llamada al orgullo y la dignidad, que es la que ha de prevalecer a nivel individual por encima de todo…, ¿y de todos? Eso lleva a otro tema, de dónde sale tal energía, que Nietzsche llama voluntad de poder. Con esto entronco con mi escrito anterior y retomo el tema.
Si bien Iain McGilchrist, la parábola del maestro y el emisario, la lleva al terreno de una lucha evolutivo/social de dos estructuras del cerebro, para Nietzsche tal dualidad sobre el maestro y el emisario, es algo así como un mesías y un falso mesías, o un líder y un falso líder. Bajo la idea que he plasmado del Nietzsche “resentido”, dañado en su orgullo y que llama a su dignidad, el “sistema” o lo social le habían “vencido”, tratando de ponerle en una posición sumisa, pero no porque el que le venciese fuera el “fuerte”, sino porque en el sistema humano actual no gana el “verdadero” macho alfa, sino el falso alfa por medios de estratagemas o caminos poco “nobles”. Ese ser que es máscara es la razón, como así nos lo hace ver en: “la cultura occidental está viciada desde su origen. Su error, el más pertinaz y peligroso de todos, consiste en instaurar la racionalidad a toda costa”. De esta manera Iain McGilchrist y Nietzsche están hablando de lo mismo, desde distintas perspectivas. ¿Qué nos puede decir la etología, la antropología y la psicología evolutiva de todo esto?









Como no podemos saber cómo fue en el inicio del ser humano, distintas ciencias del comportamiento analizan a los chimpancés en busca de pistas. El alfa no siempre es “noble”, se supone que un “buen” alfa hace de padre de todos y se basa en algo así como la empatía, en tratar de ganarse el favor de todos, “preocupándose” de cada detalle que pueda crear un conflicto en el grupo; pero ¿es política y por ello máscara, o es lo que lleva dentro? En el lado opuesto hay alfas que basan su “reinado” en la intimidación y el terror. Nietzsche, como yo, trata de analizar qué es “natural” y qué es máscara. Qué nace del núcleo del cerebro y qué son estratagemas para mantenerse en el poder, o quedar bien en lo social (“bienquedá”, se dice a esto último en jerga en España). Así nos dice: “soportamos más fácilmente la mala conciencia que la mala reputación”, donde tal postura implica oportunismo, y es similar a lo que yo dijera escritos atrás de que nos preocupa más el prestigio que la honestidad, a la hora de elegir a un líder. Otro tema nuclear de lo negativo de Nietzsche es si era o no misógino. Para el autor, y está en el inconsciente colectivo, la mujer representa ese otro papel de falso líder en la sombra (el emisario) que toma el poder por medio de sutilezas, y no por esa fuerza nuclear interna que él llama voluntad de poder. La teoría de la congruencia de los roles (dilema de competencia frente a agradabilidad) nos dice que: “las mujeres líderes a menudo deben elegir entre ser vistas como líderes competentes o ser queridas por sus compañeros de trabajo y seguidores”. Estudios al respecto analizan que las personas ven igual de competentes a los dos sexos, pero sienten con menos agradabilidad a la mujer líder, que el mismo rol o papel en el hombre. ¿De qué nos viene esto?, si como he dicho otras veces el cerebro crea mapas del mundo a partir de lo primero que le crea una impresión, la madre crea el mapa mental de “ser cariñosa y amable”, que después de mayor “no podemos cambiar”, y en donde no nos parece bien que tal “entidad” (sexo) ejerza de otro papel distinto a este. Esto que parece un “lio conceptual” se entiende mejor en un ejemplo. Si meto mi mano en agua muy fría, casi en su punto de congelación, y después la meto en agua a temperatura ambiente, el cerebro lo interpretará como que esta última está caliente. Si la otra mano la meto en agua muy caliente, al meterla en el agua templada me parecerá fría. Es el mismo agua y cada mano, en realidad el cerebro, lo ha interpretado de manera contraria, es el llamado efecto contraste (que los hay ópticos, sonoros, olfativos… con lo que se deduce que es un patrón incorporado o primitiva —patrones enquistados en mi lenguaje—), que igualmente entra en juego con los comportamientos, estereotipos y roles. De la misma manera si una “madre” de repente se muestra de forma enérgica, intransigente y dura, causará el mismo efecto que la mano que va del agua caliente a la templada y que se siente como fría, lo sentiremos con una emoción desagradable; frente a un hombre que se muestra agradable, donde sobre el “macho” tenemos la imagen o primeras impresiones de que sea duro, enérgico e intransigente, y que será como llevar la mano del agua fría a la templada. Todo lo dicho arriba, magnificado, exagerado en el inconsciente colectivo (cultura), dan como resultado ese pensamiento de Nietzsche de ver a la mujer como un falso líder, que llega a ciertas posiciones de poder por medios no nobles o estratagemas. Estas posiciones aparentemente falseadas nos llevan al tema y la dualidad de la realidad frente a la máscara.









Para Nietzsche, el superhombre no es el poderoso, es aquel que es consecuente con su ser genuino, que no es máscara. El problema viene en tratar de deducir de ahí una moral, o camino a seguir para vivir. Con los mismos dilemas insalvables con los que se topó Nietzsche me he encontrado yo. ¿El cerebro profundo puede ser tomado como no-máscara, frente a la razón que lo es? Al igual que yo he dicho —con tantos y otros pensadores— que no hay otra cosa que máscara, Nietzsche dijo: “todo espíritu profundo necesita una máscara: más aún, en torno a todo espíritu profundo va creciendo continuamente una máscara, gracias a la interpretación constantemente falsa, es decir, superficial, de toda palabra, de todo paso, de toda señal de vida que él da”. ¿No nos hace pensar esa cita en un psicópata? El chimpancé alfa empático, ¿es máscara?, sólo tiene ese comportamiento para mantener el liderazgo; ¿todo líder es máscara? El tema de qué es real y qué no lo es, es complicado de solucionar. Se supone que la razón, operando como pura lógica, debería estar libre de una identidad, pero en el escrito “identidad narrativa y realismo depresivo“, muy a mi pesar, me di cuenta que la razón nunca llega a esa lógica pura en la vida. Lo puede ser para lo abstracto de las ciencias positivas puras (matemáticas, física teórica…), pero cuanto más se hunde en el fango de lo que es la vida, en donde la base es lo emocional, más pierde su objetividad. Así dije que Deleuze, como cualquier otro filósofo, no crea una teoría social desde cero, sino que lo hace desde su cerebro ateo y de izquierdas. El resto de sus teorías tienen que encajar en esa percepción básica —para su cerebro— de la vida. Esto se debe a los distintos sesgos que validan y analizan la realidad a partir de mi propia identidad. En esa dirección la razón no es tal en el día a día, en la vida. La identidad, y sus consiguientes sesgos, son el papel sobre el que escribimos y trazamos nuestro propio mapa mental, tanto de  uno mismo, como del resto del mundo y la vida.
Nietzsche parte de esta misma base, pero la sutileza de tal “papel” del plano del mundo, es que en cada uno es distinto, con lo cual cada uno cree que es y tiene el “auténtico”, y como consecuencia el resto de las personas han de tener un plano de la realidad que sólo se puede manifestar como máscara. Esta se podría considerar la teoría central de qué es máscara (face, cara, piel), pero a partir de ahí las cosas se complican. Para Nietzsche la mujer es un claro ejemplo de máscara, y las religiones hebraicas tienen esa misma “alma femenina“, pero en la frase que he transcrito arriba… ¿no parecería que él mismo tiene ese alma femenina que denuncia en tantos lados? Por un lado habla de “espíritu profundo”, que implica un núcleo auténtico, y por otro dice que sale hacia afuera como máscara, luego que oculta ese núcleo. ¿De qué se trata todo esto?, en realidad de ser aceptado o no por los otros. Si ese hipotético “espíritu profundo” es aquello que es aceptado por los otros, ya no se da ningún problema, no tengo que ocultarlo. Si por el contrario ocurre, como es el caso del psicópata, que ese “espíritu profundo” sólo ve en los otros medios/impedimentos para llegar a sus fines, entonces es necesaria la máscara. Pongamos el caso del feminismo. Muchos están queriendo ver que es una máscara, donde su intención no es la igualdad, sino hacerse con el “poder”. Frases de la naifinición como “la revolución tiene que ser femenina o no será”, muestran esas otras “aparentes” verdades. En las películas sobre héroes las mujeres se están volviendo centrales. En casos como el de “Wonder Woman“, ningún otro héroe supera sus poderes, luego es la super-superheroína. Retomo el tema tras este breve desvío. Repito: si cada humano es dos realidades, la profunda y la que muestra al exterior, el problema radica en la aceptación de ese ser profundo. En que ese núcleo, en mi lenguaje, y “espíritu profundo” en Nietzsche, pueda salir fuera o expresarse porque es lo aceptable en lo social. El dilema es que nadie sabe realmente de sus estructuras profundas, y en realidad lo que cada uno creemos que es nuestro “espíritu profundo”, es de nuevo la razón “interpretando” a esa profundidad. En esta perversa ecuación de nuevo entran en juegos los sesgos. Los sesgos del manteni(miento) de la auto-imagen siempre están distorsionando para que nos veamos como: inteligentes, buenos y fuertes. La ciencia en cientos de experimentos nos hacen ver que estamos equivocados. El “destino” —leer con cautela tal frase— siempre parece sonreír a mis escritos. En el documental “prejuicios implícitos“, hacen referencia a una página y proyecto en Internet que nos muestran nuestros prejuicios y si somos sexistas, homófobos o racistas. A la conductora del programa le salió que era racista y repitió varias veces el test, sin que cambiasen los resultados, cuando ella se creía libre de tal prejuicio. Invito a que todos entren y se prueben a sí mismos. De paso tal proyecto, y documental, confirman lo que ya he dicho en otros lugares sobre que el Big data nos va a llegar a “conocer” mejor que nosotros mismos.
Por todo esto la base de estos escritos es la dualidad del realista depresivo y la identidad narrativa. La identidad narrativa está cargada de los sesgos que le hacen tener una buena imagen de sí mismo, de la vida y del mundo. El realista depresivo sabe de esos sesgos y ve el mundo como es. De lo que se trata de fondo, bajo todo lo dicho arriba, entonces es, ¿sobre la autenticidad y que esta sólo se puede alcanzar por tener una visión realista del mundo? ¿Se puede analizar a Nietzsche bajo este planteamiento?, pienso que no, que ahí es donde tropezó. Heidegger, así, retoma a Nietzsche y analiza y crea su concepto de autenticidad, a partir de esa nueva dirección. Quizás mi postura sea similar, la diferencia es que yo no trato de basar ninguna moral a través de dicha dirección. El realista depresivo se encuentra ante la realidad y no la trata de cambiar, porque por su propia naturaleza ese intento es un imposible. Es tratar de saltar, tan sólo con el propio impulso (realidad natural, límites cognitivos), un abismo de cientos de metros: la caída, el fracaso, están asegurados. ¿Uno se rinde al no intentarlo?, eso dice la identidad narrativa en su deseo de salvarse y creyendo en su “poder” y sus capacidades. El mejor juez, ante tales posturas encontradas, es la realidad: la sociedad nunca ha sido perfecta y siempre ha existido la desigualdad y la injusticia. ¿Hoy mejor que ayer y peor que mañana?, hay que creer en el progreso. Tal concepto es falaz y un constructo de la identidad narrativa. Nunca han muerto más humanos por medios violentos que durante el siglo XX…, ayer como quien dice. En el orden natural, entre los animales, impera la simulación de la lucha, medirse los cuernos, el tamaño o las fauces, y la señales honestas para que las muertes sean las mínimas. Las multitudinarias muertes y genocidios del siglo pasado fueron productos de la razón, esa que se cree libre y fuera de la naturaleza, y que se llama a sí misma progreso. Si todo humano fuera justo e igualitario, daría la mitad de sus posesiones al que nada tiene. Si tuviera dos casas daría una al que no tenga, compartiría la mitad de su jornada de trabajo con un desempleado. Ha nivel social es lo mismo. Todo país del primer mundo ayudaría, sin deseo de ningún beneficio, para que todos los países contasen con las mismas infraestructuras, educación y nivel productivo que el suyo. Por el contrario, se aprovechan —son oportunistas— y explotan los recursos de los países en desarrollo y su mano de obra para beneficio propio. En otros lados he dicho que la evolución “favorece” el oportunismo, en lo social humano, ya fuera de lo evolutivo, no es distinto. Si una persona “buena” se ve en la miseria opta o por suicidarse o por ser un sintecho. El humano oportunista tenderá, en menor o mayor grado, a la delincuencia. El suicida y el sintecho tendrán menos probabilidades de tener descendencia que el oportunista, que o bien puede ir a la cárcel o bien saldrá con lo “robado” de tal situación de precariedad, con lo que al final llevará una vida “normal” y procreará. Todo suicidio de una persona buena, que se haya visto abocada a tal estado límite por escapar de la miseria, es en realidad un crimen, y yo diría que es el peor que pueda concebirse, contra la especie.
—¡Ahí sí que te ha puesto excesiva(mente) moralista y trágico!
Creo que sí, nadie está libre de caer en el patetismo.
El problema de tratar de basar la autenticidad en lo cerca que se esté de una “verdad”, al final deviene de nuevo en si lo “descubierto” se amolda a lo deseado como normativo para lo social. Si el que asuma tal “verdad” va a ser aceptado en sociedad. La verdad es que no, ¿por qué?, porque si lo que ha validado la evolución es la mentalidad oportunista y puesto que posiblemente la bondad de corazón sólo tenga un 5% de posibilidades de ser heredado, todo humano puede ser más tendente a lo malo que a lo bueno. El que palía tal desastre es el hemisferio izquierdo, la razón, por medio del contrato social o la capa moral, luego lo que al final es más aceptado en lo social es la máscara, frente a esa verdad “podrida” que es el núcleo. Fijarse que yo no me ganaré muchos lectores con frases como estas, y no me las ganaré tampoco diciendo que la mayoría de los humanos somos oportunistas o no nobles, pero de nuevo ahí emergen los sesgos de la buena imagen que queremos de nosotros mismos y de la vida, luego lo mejor para la salud mental de dichas personas es creer que estoy equivocado, y en ese caso que no soy una persona o pensador aceptable. Sé que estoy creando una trampa lógica “Catch-22“: si no ves mi realidad es que te estas engañando, no la ves luego te estás engañando, el que no la veas demuestra la validez de lo que digo. ¡Suena un poco psicótico!, lo sé.
Nietzsche se encuentra y se enfrenta con mis mismas paradojas, sólo que él en el fondo es más optimista que yo (que en mi lenguaje, y bajo mis argumentos, eso quiere decir que se autoengañaba o era más optimista que yo). Lo que yo digo es que no se puede, ni debe, dualizar el mundo a dos contrarios, no hay bien y mal, ni Apolo y Dionisos, ni razón e inconsciente, auténtico y máscara, y todo es una larga y profunda realidad de grises entre cada uno de esos dos estados. Nietzsche decía y contraponía círculo (natural) y cuadrado (razón), mientras que yo digo que ni siquiera existe el círculo, puesto que en la naturaleza todo es demasiado caótico como para que exista en su perfección. La vida no se puede analizar con la lógica, sino con la lógica difusa, donde la impredecibilidad de sus variables nunca pueden crear unas constantes fijas e inmutables, a las que se le pueda reducir, y que sean fácilmente deducibles y tratables por y para el cerebro. Sí es cierto que se pueda analizar la maternidad en la naturaleza —y por ello lo femenino—, y como ejemplo, y se puedan deducir unas reglas, patrones o esquemas, pero también es cierto que ciertas hembras se salen de tales reglas y que quizás en ninguna de ellas se den todas las reglas a la vez. Por otro lado, y puesto que el prefrontal y la inteligencia implican neuroplasticidad, la mujer, y ya en lo humano, puede alterar o tratar de cambiar esas “directrices maestras”, o en otro caso dejarlas en suspenso. Luego, la razón o máscara puede tratar de estructurarse de unas maneras distintas a las “prefijadas”, y en caso que sean para bien, como pueda ser en el cerebro de un psicópata que trata de ignorar su “naturaleza”, entonces es de desear. Pero, ¿todo es así de fácil?
Si así lo fuera las sociedades humanas serían más justas e igualitarias, pero en realidad no lo son. ¿Dónde está el problema?, en que una cosa es lo que uno mismo proyecte sobre si, y otra cosa muy distinta es si es viable, y los tropiezos que surgen por el camino. Cuando un humano se suma a una sociedad esta adquiere su propia vida y el individuo al final puede hacer poco o nada para cambiar esa entidad que ha nacido de la suma de todos los humanos. Se supone que en el humano el papel del gobierno lo hace la razón, cuestión que no está tan clara como he tratado de hacer ver, puesto que nos negamos a aceptar lo peor que hay en nosotros. ¿Qué hace de ese papel en lo social?, en las tribus pequeñas, basadas en las manadas, era el macho alfa o líder. Hoy ese papel, en teoría, lo hacen los gobiernos y los presidentes electos, pero ¿cómo pueden dar estos una dirección si cada cuatro años se cambian y unos deshacen lo hecho por sus predecesores y contrarios? Si se diese el caso que tal entidad abstracta fuera una persona y que se llegara a un psiquiatra, este le diagnosticaría con algún trastorno de la personalidad, como la múltiple, o de inestabilidad emocional y del comportamiento, o desórdenes similares. Por otro lado, ni siquiera la cuestión es tan sencilla, puesto que los poderes fácticos de un país dependen de sus empresarios más exitosos y multimillonarios o de las corporaciones más poderosas, que en la sombra limitan los poderes de tales gobernantes.
¿Qué tenemos hasta ahora? Cada humano tiene dos realidades distintas siempre en lucha y donde la “externa” está en realidad “dibujada” con las estructuras internas, que para colmo no le dejan ver tal engaño. Si tal realidad interna es aceptable en sociedad, ningún problema, ese es el caso de las “personas buenas”, pero las reglas de la evolución han propiciado el oportunismo, luego la mayoría de las personas creen estar en ese rango, cuando en realidad las propias estructuras internas no le dejan ver el engaño (mala-fe en Sartre) y por ello son, en menor o mayor medida, oportunistas. En esa dirección la máscara, la capa moral o contrato social, es lo más aceptable ante tan nefasta realidad. Todos nos tenemos que auto-vigilar y auto-dirigir hacia lo deseable para lo social o para la mayoría. ¿Se puede, se logra?, ¿cómo se puede saber si por medio está el auto-engaño? Sin haber resuelto tales dilemas, la sociedad en sí crea un sistema, que no tiene ningún control central, y en donde al final hemos llegado a falsas democracias, y trastornadas, puesto que van dando tumbos a derecha e izquierda en cada legislación, donde los líderes ya nos son “auténticos”, puesto que se han vuelto tan públicos y teóricamente tan transparentes, que siempre nos “olerán mal” o nos terminarán por decepcionar, y donde además nunca tenemos en claro si hay poderes en las sombra que estén moviendo los hilos sociales en direcciones egoístas y que les favorezcan. Creo que tenemos el mundo que nos merecemos dadas todas estas coyunturas. ¿Se puede cambiar? O el tipo de algoritmo —y sus distintas constantes y variables—, en las que consiste el humano y lo social, siempre nos van a dar números negativos o resultados inestables.
¿La vida es tan negativa como yo la pinto?, en su superficie, viviendo en el día a día rodeado con los seres queridos, no. La vida también es limitarse a vivir de la forma más agradable que sea posible, sin ahondar demasiado fuera de ese pequeño círculo de tranquilidad.

En el siguiente escrito doy un paso atrás en mis argumentos, en la dirección de ir a la base que es el individuo, y trataré el concepto de la voluntad de poder de Nietzsche.

El concepto de “efecto camaleón”, del que hablan en el documental “Prejuicios implícitos” no tiene un artículo en la Wikipedia, pero lo tratan en:
 Espejo de la teoría social● Espejado

Mañana me los tomo de descanso, me voy a mi amada naturaleza.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Códice y Trucos Para Comprender los Sesgos Cognitivos

Índice y Preámbulo

Adendum - Micro-Historia de las Diferencias de Género - Un Viaje a Abilene