Prometeo: Regalo o Maldición
❝Porque lo que no podemos ver, sentir, oler, tocar o comprender,
no lo creemos. Por esto, somos simplemente tontos caminando
sobre la base de un gran potencial sin comprensión de lo que es.❞
Cita de un monje budista
Tenemos ante nosotros un puzle de millones de piezas. Lo hemos reconstruido en gran parte, pero aún quedan piezas que encajar, algunas que pueden estar mal colocadas y por ello, aunque intuimos qué imagen es, no sabemos qué muestra el puzle. Kant, y otros, dicen que aunque veamos la imagen completa esta no nos dirá nada, pues hay algo que queda fuera de tal puzle, e imagen. Como metáfora, si tal imagen es la de un bebé, algo estará fuera de la imagen, y es el sentimiento que el bebé nos crea en nuestro interior. Aún quedará algo fuera, y ese es el sentimiento profundo que sólo sus padres pueden tener, de esa representación que es su propio bebé. Así, lo que queda fuera de la realidad es lo epifenoménico. Para los efectos ese puzle es como si un humano primitivo se encontrara una caja de cerillas, sin comprender que cada una de ellas potencialmente puede crear un fuego, que a la vez da calor, que hará que nuestros cuerpos gasten energía, que tal energía la usará el cerebro… En ese lenguaje el epifenómeno es la potencialidad de todo. Si volvemos al humano primitivo y este se encontrase con un trozo de uranio, ni siquiera se fijaría en él, lo tomaría como un trozo de tierra de un grisáceo plateado. Ahora sin embargo sí sabemos de su potencialidad.
El mito de Prometeo nos dice que este nos dio el fuego, pero a la vez la capacidad de crear un humano nuevo, de cambiarnos. Los filósofos han querido ver en el fuego no la capacidad de crear antorchas o una hoguera, sino como metáfora de la libertad. Esta es la que tiene la capacidad de crear ese humano nuevo. Sólo ahora empezamos a intuir qué puede ser tal humano. Alguien que tendrá la capacidad de volverse biónico o ciborg (extropianismo o transhumanismo), y diseñarse a través del ADN.

En la actualidad estamos en la encrucijada de dos seres humanos. El segundo, o posible, es el perfilado en el párrafo anterior, el primero es ese otro que ya tiene lo que ha de tener, como la capacidad del amor que pueda tener hacia su propio hijo, y por ello es el humano que era un ser “completo” o denso de Ser en tanto que se mantuviese en su estado natural. Bajo esta visión Prometeo no fue un benefactor, sino el que nos condenó a no estar satisfechos de nuestra naturaleza, a la eterna insatisfacción y por ello a la eterna preocupación. “Según una vieja fábula de Higinio, por orden de Saturno, Júpiter debería recibir su espíritu y Tellus (la tierra) su cuerpo después de la muerte del hombre; sin embargo, mientras viva, la preocupación debería retenerlo”. Este mito y metáfora nos dice que estamos condenados a mantenernos preocupados para permanecer vivos, en donde alguien sin preocupaciones está más cerca de morir. En ese sentido, todo humano ha de buscarse nuevas preocupaciones, nuevos temas en los que ocupar su mente. Todo humano se tiene que complicar la vida para seguir viviendo, mientras el velo de la ignorancia no nos deja ver esta simple trama (la felicidad del tonto, simplificada en la canción “don’t worry, be happy“, “no te preocupes y sé feliz”). No sabemos qué mito griego, dios o diosa, fue el que creó o gobierna tal velo, pues el propio velo nos impide saberlo, pero sólo en la edad moderna el humano ha hecho uso de tal concepto. En las creencias orientales tal velo lo creó la diosa Maya, y en la mitología egipcia era el velo de Isis.
¿La cultura occidental prosperó porque era ciega a tal diosa? En el budismo, Maya implica la humildad de no poder conocer todo, de no poder descifrar el puzle, de vivir en paz asumiendo esa imposibilidad. Pero la cultura griega puso de base humana a la razón (logos), gobernada por la libertad, en donde una y otra sólo tienen como meta conocer cada vez más y más, y dado que el humano está “infectado” por la preocupación (angustia existencialista), y ha de ir solventando, paso a paso, cada una de esas preocupaciones. Ya en el siglo XXI, nos damos cuenta que muchas cosas que resolvían preocupaciones a la vez han generado unas nuevas, más diversificadas y profundas. Descubrir la potencialidad del uranio nos ha hecho descubrir su energía, pero a la vez ahora sabemos que nos podemos aniquilar a nosotros mismos en una abrir y cerrar de ojos, a través de las bombas atómicas. El calentamiento global es otra nueva y profunda preocupación.
Los “profetas”, los voceadores, son aquellos que tienen la capacidad de quitarse, por breves momentos, el velo de la ignorancia, pues este sobre todo cubre a las ciudades, al hombre en tanto que vive dentro de lo social. En la soledad, fuera de lo social, el humano es capad de quitarse tal velo, pero a veces no tiene el valor de vivir sin él, y vuelve a cubrirse bajo su sombra. Esos profetas que se asoman por breves momentos a ver fuera del velo, nos dicen que no busquemos la inteligencia artificial, que no busquemos al humano biónico, pero sus voces no se oyen, pues el velo hace que el resto de las personas los ignoren.
Este es un cuento que no tiene un final escrito, y como todo relato inacabado, por ello, no tiene una moraleja, ni deja ver cuál es la “verdad”. Hay tres posturas sobre qué es la “verdad”. 1. Los que creen que no debimos aceptar el fuego de Prometeo, y que tuvimos que haber permanecido en nuestro estado natural, con el resto de los animales. Este grupo es muy pequeño. 2. Los que apuestan que el humano tiene que ser superado, dejar todo lo “animal” atrás, y ese camino pasa por: 2.1 construir una sociedad en esa dirección, 2.2 modificarnos a través del ADN, y 2.3 superar todo posible límite a través de implantes de microprocesadores y por ello llegar al humano biónico. Entre la postura 1 y 2 se encuentra el resto de humanos, que dicen sí a unas cosas y no a otras. La derecha cree en los valores innatos, pues son divinos, y creen en que no debimos coger el fuego de Prometeo, o morder la manzana en la cultura de herencia hebraica. En esa dirección, y aunque son ellos y su capital la que nos hacen ir hacia lo electrónico y la inteligencia artificial, reniegan de hacer cambios en lo que es natural. La izquierda “siente” o “intuye” que el humano sólo vivía en armonía en su estado natural, y simplemente trata de instaurar aquel modelo en el momento actual. Paradójicamente, ni una ni otra quiere exactamente la postura 2, y este grupo de humanos que apuesta por tal punto es pequeño, pero de nuevo Maya y su velo no nos deja ver que vamos inexorablemente a ese final, pues a cada paso nos sale una nueva preocupación que solventar, que de forma lenta, pero secuencial e inevitable, nos va llevando un pasó más adelante hacia ese final.
Las páginas del cuento que faltan, a modo igualmente de no poder ver todo el puzle, tiene dos posibles interpretaciones. Según unas creencias nos destruiremos a nosotros mismos, y Dios retomará el gobierno del mundo y del hombre. En ese caso la ciencia y la tecnología, en su unidad, sería el falso mesías que nos ciega y nos lleva a nuestra propia destrucción. Otro posible final es que vayamos hacia ese humano cibernético. Pero ese final tiene varias consecuencias encadenadas que irremediablemente llevan a un solo final. Se terminará por descubrir que lo orgánico, la carne, las vísceras, son demasiado aleatorias, frágiles, inestables e irreparables. Con lo que paso a paso el humano se volverá completamente una máquina, a la que este le habrá dotado de su propia esencia o alma, ese remanente que es el epifenómeno de la conciencia. De paso se restarán todo las taras cerebrales que provoquen trastornos mentales, lo que le restará creatividad, espontaneidad y capacidad para el asombro. En el proceso, igualmente, perderá las emociones básicas, sus pasiones y sus sentimientos más elevados (hipótesis sostenida en “Emociones Emergentes“). Siendo máquinas ya no tendrá sentido el concepto de paternidad, y ni siquiera el de amigos o el de pareja sentimental. Hoy nos puede parecer horrible e indeseable ese final, pero ese “nuevo humano” no creerá que ha traicionado a nada ni a nadie, ni a sí mismo —¿acaso creemos ahora mismo haber traicionado algo?—, pues igualmente habrá heredado el velo de la ignorancia, el cual no le dejará ver, sentir o intuir de qué maneras se ha “fallado” a sí mismo o al orden “natural”, (para los que creen a ciegas en ese final, no hay nada fuera de lo natural, y ese humano último es una consecuencia más de los procesos evolutivos y por ello naturales).

¿Qué final prefieres? A mí como cínico heredero del espíritu socrático no me gusta ninguno de los dos. En realidad no existe tal puzle, pues no existe una imagen final, yo he planteado dos vías por pensar que son en las que cree el mundo occidental, desde otras culturas la vía de la llegada de Dios carece de sentido. "La vida se abre camino" a cada paso, y en ese andar, va creando una imagen. Pero aunque ese andar pueda ser algo predecible, nada impide que se de un viraje tan alto, que sea impredecible hacia adónde irá. Lo más probable es que la humanidad llegue a un nivel de crisis que volverá a una nueva Edad Media. Otra cuestión es si al final se creará unos cambios climáticos tan drásticos, que provoquen que sólo sea viable vivir en las zonas ecuatoriales. Yo hubiera preferido haber nacido animal, o haber permanecido en la etapa humana más cercana a la animal o natural, antes de haber aceptado el fuego de Prometeo. Hubiera preferido carecer de conciencia, pues esta es la que capta las preocupaciones y la que tiene la capacidad de intensificar los sentimientos que estas provoquen. Desde antiguo el humano se ha dividido en cuatro caracteres. Hoy la más aceptada nos divide en cinco. En realidad no contraría las viejas ideas, sino que el proceso evolutivo ha creado una nueva tipología: el neurótico, aquel que se preocupa de todo y de nada, dominado por la angustia existencial y tendente a las crisis existenciales, al desasosiego y la desesperación (hay más entradas en la Wikipedia de los conceptos positivos que de los negativos, estos remiten a trastornos mentales, cuando yo los considero del “alma”, no reducible a su “química”; desasosiego no es traducible por ansiedad o agitación nerviosa, la entrada de la desesperación es alemana, no existe en el inglés, su tendencia al pensamiento positivo —reduccionista, diría yo— no les hace reflexionar sobre ello). A grandes rasgos evolucionamos hacia lo neurótico. De nuevo algo que ha creado nuestra capacidad hacia lo complejo, y el ir indefinidamente hacia la ausencia de las preocupaciones, crea al contrario un ser para el que todo es preocupante. Vuelve a saltar la idea de que el humano hay que superarlo por sus inherentes y profusas fallas.
Anti-cuento: de llegar a ese final de humanos como almas de metal, y ya sin ninguna meta… ¿se pondrá tal ser el propósito de volver a crear un humano de “carne y hueso”, con todos sus problemas y taras?, ¿seremos sus “juguetes, sus “mascotas”?, o el humano, ahora consciente del peligro, luchará contra la máquina.
«¿Os dais cuenta que aún se puede seguir tejiendo la maylla (doble sentido de maya y malla) sobre los mitos, y adaptarlos bajo nuevos parámetros y bajo la época que le toca a vivir a cada uno?»
Poner las siguientes citas, del libro de Robert Redeker “Egobody – La fabrica del hombre nuevo” (está en PDF escaneado, lo voy a poner en Word para poder crear un audio libro, o que lo lea el ordenador o el móvil: más tarde o mañana dejo el enlace), puede ensombrecer mi escrito, pero da igual:
“Inhumano, ¡qué término paradójico! ¿Puede el hombre ser o volverse inhumano? Si nos situamos desde el punto de vista de la idea de la naturaleza, la palabra «inhumano» sencillamente no tiene ningún sentido: ningún hombre puede ser otra cosa distinta de lo que la naturaleza ha hecho de él.”
“«Inhumano» en efecto, califica una constante de la humanidad: la crueldad sin límite manifestada por hombres contra otros hombres. En este caso, ¡nada más humano que lo inhumano! Pero la inhumanidad se revela mucho más humana cuando se constata la ausencia de comportamientos de esta especie entre las demás especies vivientes. Habría que admitir entonces que la inhumanidad es lo propio del hombre.”
“La diversión, y no el trabajo, la que en el mundo actual es la «mejor de las policías»: Si ha llegado a someter a la escuela a su voluntad de poder imponiéndole la dictadura del esparcimiento del niño, la diversión tropieza con la resistencia del trabajo cuando es trabajo duro, última zona de libertad.”
“Hoy la palabra «educación» dice lo contrario de lo que significa, pues no es más que un vocablo inflado de viento y con vertido en sinónimo de formación para el éxito social. Educar ya no consiste en construir un hombre, como lo pensaba Rousseau, ni un ciudadano, como lo deseaba Condorcet, sino en hacer un ser que pueda exhibir públicamente todos los fetiches de su éxito: objetos de consumo agarrados a las grandes marcas así como una panoplia de objetos high-tech.”
“El sentido de la palabra educación se perdió en las arenas del olvido, para no contener otra cosa que la adquisición del bagaje que permita «triunfar»: «Triunfar» es a la vez el nombre de numerosas escuelas privadas, y el objetivo único de los ministerios de Educación en todos los países desarrollados.”
“Ahora sólo se tolera al anciano a condición de que permanezca joven.”
“El dolor inscribe la existencia del alma en el hombre.”
“El ser humano en perfecta salud corre el riesgo de no oscilar nunca al viento de la inquietud, de no temblar nunca bajo su respiración.”
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