¿Machismo?, ¿Feminismo?
Continuemos la odisea de tratar de demostrar la premisa del título y que en el hombre el sentido de la vida es más exiguo y por ello está más “inyectado” del instinto de muerte, después de esta larga pausa sobre la homosexualidad. Si algo queda claro sobre el tema de la homosexualidad es que el cerebro profundo, el más conectado con las premisas del ADN, y en definitiva todo el cuerpo y sus disposiciones, tienen sus propios “planes” independientemente de lo que crea cada ser humano. De esa manera el feminismo cree que ha iniciado un cambio, cuando ese proceso viene desde el principio de la vida en la coevolución del macho y la hembra. Es más, el feminismo lo ignora, y como trataré de demostrar en el siguiente escrito, en realidad puede estar perjudicando el papel que hace lo evolutivo.
Mis escritos incomodan, la ciencia lo hace, porque hace “spoiler” sobre nuestras vidas, cuando la premisa es que tan sólo nos tenemos que sentar en el sillón y disfrutar viendo la película, de la cual no sabemos su argumento. Cada instante de la película nos provoca miedo, simpatía, sorpresa… porque el cuerpo está “hecho” para emocionarse. Si nos cuentan la película, y sus detalles, ya no habrá emoción, pues el saber el argumento ya nos distancia de las emociones que deberían haber sido de ser las genuinas y “originales”. En definitiva, el prefrontal o conciencia, en sus análisis y saber, trunca la pureza de las emociones. El sentido de la vida es sencillo: sobrevivir y procrear, y dado que hay dos sexos el sentido de esas dos sencillas ideas o semillas se vuelve algo más complejo. Bajo mi punto de vista, y que repito una y otra vez, no hay libertad, sino complejidad. Esta noche se me ha ocurrido una analogía que es la que puede hacer que se entienda mejor lo que quiero decir. Imaginar un laberinto circular, pero primero uno que sólo tenga tres círculos concéntricos. Seguramente la vista, la cognición implícita, sin que entre en juego la conciencia, lo resuelva por sí sólo. A medida que se añadan más y más círculos se vuelve más complicado resolverlo y ya entra en juego la conciencia, la atención y la planificación de seguir varias posibles rutas, y de estar cerradas volver un paso atrás, en un momento en el que tomamos un camino y no otro. En la vida actual es de tal tamaño el laberinto que ya ni siquiera somos capaces de tener un plano que se abarque a simple vista, sino que es un mapa plegado en donde uno tan sólo conoce una parte de dicho mapa, y cree que esa parte del mapa y laberinto es todo lo que es el mundo. En definitiva, que cada humano se mueve en su propia parte del laberinto y encuentra sus propias alegrías y frustraciones dentro de dicho fragmento que le ha tocado recorrer, con la falsa idea de creer que todos tenemos el mismo mapa y creyendo que sus “soluciones ” han de ser válidas para todos. Cada cultura es ese paradigma, y por ello cada momento de la historia. A los humanos que vivián ajenos a la “civilización”, los humanos tribales de cazadores-recolectores, antes de las grandes exploraciones, de repente les llegaba un caucásico y les decía: “tú no eres feliz, yo sí lo soy y te voy a enseñar a serlo”. ¿No nos damos cuenta de lo estúpido de tal planteamiento?, por medio estaban sus religiones, culturas y creencias que eran un “estorbo” para que “comprendiesen” lo que el caucasiano armado quería decir. Había que tratar de borrar toda huella que les recordase su mapa del laberinto y meterlos en el mapa del laberinto que el caucasiano creía que era la realidad. Dando un paso atrás en todo este planteamiento, ¿por qué creer que la felicidad ha de ser algo más que esa simple vida grupal con los tuyos con la única meta de sobrevivir y procrear dentro de la lógica que el medio ambiente te exige? El cerebro estaba hecho para ser capaz de ver el mapa al completo, y que este era sencillo y el cerebro profundo captaba esa sencillez a simple vista. Todos los círculos que hemos ido añadiendo no nos han hecho más felices, y sí ya no ser capaces de ver ni el mundo, ni la felicidad, ni el sentido de la vida. En definitiva, que no nos hemos hecho una vida más cómoda o con más “artilugios” que nos provean de felicidad y que nos den un sentido de la vida: simplemente la hemos vuelto tan compleja que al final hemos creado un gran laberinto como para poderlo comprender y tener la posibilidad de llegar a ese centro, que además al racionalizarlo “creemos” (del lado de la razón, en tanto que su semilla es la duda) que esa solución no puede ser, pues es demasiado sencilla y “simple”.
El problema de mi escrito parte de no saber cómo se fueron añadiendo círculos y en la ciencia sólo hay suposiciones. Dichas suposiciones pueden ser partidistas, lo que de nuevo nos mete en una nueva complejidad laberíntica de la que es absurdo hablar, pues de nuevo cada uno cree que su parte del laberinto es la realidad. Así que yo como hombre, que además es individualista, planteo cuestiones desde mi mapa, tratando de “mirar” el mapa de la ciencia, en donde esta tampoco es que tenga un mapa “real” y fidedigno. Al final casi el único recurso es la lógica y la razón, y “leer” el mapa de la ciencia para ver si esas conclusiones están demasiado alejadas de lo que estas digan bajos sus métodos científicos.
En mis escritos he ido trazando una hoja de ruta. La sociabilidad en los peces -su movimientos en los bancos- está reglada por la sincronización, dentro de un patrón o regla sencilla que puede ser replicada en un ordenador. Arriba, hablando sobre las diferencias entre homosexuales y heterosexuales masculinos y femeninos, salió a colación la diferencia en los tamaños del núcleo supraquiasmático, el cual regula ciclos y ritmos. De alguna forma -que no puedo verificar- ese núcleo también ha de estar implicado en otros ritmos y tendencias a la sincronización con otros seres humanos, y por ellos es mayor en las mujeres que en los hombres, aunque de forma extraña es mayor en los homosexuales masculinos que en las mujeres. La empatía ha de entenderse en primer lugar como una inducción, o sea como una sincronización y por ello “leer” el ritmo del “alma” del otro. Sólo me puedo atener a un tipo de razonamiento ya usado arriba: en la mujer la sincronización está más descentralizada y generalizada en todo su cerebro, mientras que para “crear” esa misma peculiaridad en el cerebro de un hombre, quizás la evolución hizo “trampas” -dado que no podía igualar todo el cerebro- y sólo agrandó la parte principal de todo el proceso. En otros lados ya he dicho que la arritmicalidad, el no saber bailar, es más propio del hombre: un homosexual pasivo por lo general bailará mejor que un “macho”. (Se me ocurre que la mujer se quedaba en el poblado y cantaba, -algo así como que en la actualidad tengamos puesta la radio o música de fondo- mientras el macho necesitaba el silencio absoluto para no espantar a las posibles piezas de caza y/o no llamar la atención de los depredadores). Arriba también salió a colación que el homosexual tiene más desarrolladas las habilidades motoras finas. En otros escritos he hecho ver que el sistema motor tiene esos dos procesos y están “conceptualizados” por la evolución, pues todo el cuerpo y por ello el sistema nervioso y el cerebro, tienen una función llamada de movimientos gruesos y otros finos. Esto se aprecia fácilmente en un brazo de un robot: suele hacer unos movimientos rápidos y precisos (gruesos) para posicionarse encima de lo que va a mover, pero de repente enlentece la velocidad y ajusta sus “dedos” lentamente para coger algo. Podía haber usado de igual forma el brazo humano, pero he puesto ese ejemplo como demostración que los sistemas se encuentran con los mismos problemas y buscan las mismas soluciones, pues la realidad y sus leyes físicas son las que (im)ponen los límites. Un humano puede usar sus movimientos gruesos para alargar sus brazos a un bebé, pero en el momento que sus manos están cerca se “activan” los movimientos finos y enlentece el proceso para tratar de ser preciso y cuidadoso. La conclusión es que el macho humano primigenio hacía un uso más extensivo de los movimientos gruesos, mientras que de alguna forma la hembra estaba más especializada en los finos. Se me ocurre que no es lo mismo golpear que tratar de recoger un pequeño fruto, pero en su origen el macho también recogía frutos. También puedo pensar en lo dicho arriba, que la hembra era la que se hacía cargo de los hijos y eso requirió una mayor delicadeza. Vuelvo a lo dicho arriba, me siento estúpido tratando de conjeturar sobre el plano del laberinto. Si vamos a una época en la que la hembra cuidaba y recogía frutos y el hombre cazaba, el rompecabezas parece resolverse: el macho perdió algo de movimiento fino a favor del grueso, más teniendo en cuenta que en este proceso el instinto de lucha y huida se tuvo que hacer más sólido, crear nuevos mecanismos y capturar más zonas y funciones del cerebro, y dado que el acto reflejo de sobresaltarse (espantada) requiere sobre todo el movimiento grueso, pero tal idea de nuevo parece torpe, puesto que en un siguiente estadio había que elaborar herramientas y eso requería el movimiento fino. ¿Y si no era el macho el que hacia las herramientas?, en todos los documentales sale que son estos los que los hacen. Otra posibilidad sería si el agrandamiento del prefrontal, que es sobre todo puesta de atención en una tarea, se incrementó y se creó la lateralización en el macho -entre otras cosas- por tener que ser más preciso en sus movimientos finos en la elaboración de herramientas, y dado que su núcleo supraquiasmático era menor y no tenía por defecto dicho proceso en la misma medida que la hembra. Eso explicaría la preferencia de los hombres por las ciencias tecnológicas. Supuestamente esto viene de más antiguo, del proceso en donde el hombre se especializó en la caza, que a la vez consistía en lanzar objetos con fuerza que requerían el proceso de movimiento grueso, lo que hizo que su cerebro fuera “más fino” a la hora de crear y manejar la tridimensionalidad a nivel cerebral, que después le fue útil a la hora de hacer herramientas, pues en el fondo mapa del terreno y herramienta son lo mismo: un “objeto” mental que hay que rotarlo para saber en qué parte se está a partir de tener una meta, en el caso del territorio volver al origen, en la herramienta el hacha de mano final.
Quiero salir de los hipotéticos laberintos o no entrar en ellos, pero parece inevitable. Lo que he tratado de trazar en el párrafo anterior es un porqué de una mayor rítmicalidad del cerebro femenino y por ello el hombre homosexual pasivo, a partir de un mayor control del movimiento fino y con el fin de ser más sociables, pero no sé si he aclarado algo o lo he vuelto más confuso. Quizás la respuesta la tenga ante la vista y por lo planteado. En el macho ese proceso pasa (pasó) por usar el prefrontal -razón al fin y al cabo, y por ello entendimiento-, mientras que en la mujer eso se da(ba) a un nivel más profundo, comprensivo y emocional. En definitiva, que el macho razona y entiende la necesidad de la empatía (sincronización) y la sociabilidad, pero la mujer lo comprende y lo siente, pues ese es su núcleo, su corazón. El cerebro de un homosexual masculino pasivo (feminizado) es un estado “truncado” o forzado para que el cerebro de un macho comprenda, en vez que entienda, sienta, en vez que razone. Se me dirá que de nuevo estoy siendo esencialista e ignorando los géneros a favor de los sexos, pero según un estudio un homosexual masculino pasivo -y a partir de las conjeturas expuestas arriba de que es una “creación” de la hembra para ayudar a sus hermanas- tiene el rol de mujer (comportamientos, emociones, formas de procesar la información…), mientras que la mujer homosexual masculinizada es y hace el rol de hombre.
Demos un giro al desarrollo para ampliar la vista. Introduzcamos el tiempo en todo este proceso. La hembra -y voy a hablar de manera genérica, no centrándome en la humana de momento-, está preparada para sus ciclos internos, como el ovulatorio, que además está preparada para el largo proceso del embarazo y la crianza de su descendencia, mientras que el origen del macho era simplemente ser oportunista, tratando de tener sexo con todas las hembras que pudiera. La hembra “necesitaba” sincronizarse con las estaciones para optimizar la reproducción, mientras que el macho no tenía en cuenta dichas estaciones, sino tan sólo estar pendientes de las señales de las hembras. De nuevo la idea que el macho es un satélite de la reproducción, donde el planeta sobre el que orbita es la hembra: en él no existen ciclos tan claros, siempre está produciendo espermatozoides, y sus “ciclos” vienen dados por estar pendiente de los de las hembras. Para el caso, a nivel del juego evolutivo, la hembra es la hormiga en el cuento de “la cigarra y la hormiga”, y la tortuga en el cuento de “la liebre y la tortuga”. El macho sólo sobrevive y está pendiente que una hembra que esté cerca esté dispuesta para el sexo, mientras los “planes” de las hembras, en todo su sistema, en todo su cuerpo, son más sistemáticos, lentos y programados.
Voy a tratar de poner los primeros círculos concéntricos del laberinto. La supervivencia y la reproducción están en el centro. Nadie lo dudará, pues la mayoría de humanos muere por accidente o vejez, y puesto que la población mundial humana se va acercando lenta pero paulatinamente a los ocho mil millones. El segundo círculo es la sociabilidad, el permanecer en el banco de peces, el bailar con el grupo, moverse a sus ritmos (noticias, meme, tendencias…). El tercer círculo es la aptitud, no la de uso común y la que nos diga el diccionario o la filosofía, sino la que usan las ciencias sobre la evolución o los comportamientos de los animales en donde en una simplificación es: “el éxito reproductivo individual, que es igual a la contribución promedio al conjunto de genes de la próxima generación realizada por individuos del genotipo o fenotipo especificado”. Para entender tal cuestión dividamos el problema en partes. Demos pasos atrás en la evolución e imaginemos casos hipotéticos de momento. Si el coste de ser hembra es muy alto con respecto al macho no tiene sentido que pase por todo el proceso -y sus costes energéticos- para que al final las huevas que ponga sean defectuosas. Solo hay que pensar en el caso de la tortuga marina: gesta de entre 50 a 350 huevos en su interior, con el consiguiente gasto de energía y búsqueda de comida, para después, además, desplazarse miles de kilómetros para poner sus huevos en las mismas playas en las que nacieron. Toda hembra que no fuese selectiva a la hora de escoger el macho adecuado puso una mayor cantidad e huevas defectuosas y su descendencia fue menor, con respecto a otras que sí eran selectivas. La evolución es lenta pero al final el resultado de todas esas sumas y restas hicieron que las hembras que nacían fuesen muy selectivas, y que los machos tuvieran que entrar en ciertos cánones como para ser los seleccionados. En ese momento entró en juego la selección sexual y por ello los dimorfismos -diferencias entre los sexos-, pues el que tenía que demostrar algo y que su aptitud era la “buena/adecuada” era el macho. Algo que se ignora de la violación, porque el humano está demasiado centrado en su ego y su conciencia, es que en primer lugar, y en lo profundo del cerebro, es una rotura de la regla de que es la hembra la que selecciona: se viola primero esa regla, violar es un concepto genérico que quiere decir, “Infringir o quebrantar una ley, un tratado, un precepto, una promesa, etc.”, en donde tal precepto es el evolutivo y para el cerebro profundo (1). En la cuestión de la actualidad “no es no” es donde mejor se aprecia esta trama (aunque hoy estén por medio los medios anticonceptivos), si una mujer está en una situación íntima con un hombre -que ya implica cierta aceptación a estar en esa situación-, su “no” final, en una gran mayoría de los casos, viene desde el cerebro profundo y las reglas de la selección de las hembras en general al tratar de captar la aptitud el macho (finnes, tal como lo he señalado arriba). El tercer círculo es lo que puede explicar toda la evolución y la historia humana. Por eso es falaz el concepto de patriarcado tal como lo usan las feministas, pues la evolución y la historia humana vienen dadas por la aptitud y esta depende de la selección sexual que está en manos de las hembras.
Voy a tratar de poner los primeros círculos concéntricos del laberinto. La supervivencia y la reproducción están en el centro. Nadie lo dudará, pues la mayoría de humanos muere por accidente o vejez, y puesto que la población mundial humana se va acercando lenta pero paulatinamente a los ocho mil millones. El segundo círculo es la sociabilidad, el permanecer en el banco de peces, el bailar con el grupo, moverse a sus ritmos (noticias, meme, tendencias…). El tercer círculo es la aptitud, no la de uso común y la que nos diga el diccionario o la filosofía, sino la que usan las ciencias sobre la evolución o los comportamientos de los animales en donde en una simplificación es: “el éxito reproductivo individual, que es igual a la contribución promedio al conjunto de genes de la próxima generación realizada por individuos del genotipo o fenotipo especificado”. Para entender tal cuestión dividamos el problema en partes. Demos pasos atrás en la evolución e imaginemos casos hipotéticos de momento. Si el coste de ser hembra es muy alto con respecto al macho no tiene sentido que pase por todo el proceso -y sus costes energéticos- para que al final las huevas que ponga sean defectuosas. Solo hay que pensar en el caso de la tortuga marina: gesta de entre 50 a 350 huevos en su interior, con el consiguiente gasto de energía y búsqueda de comida, para después, además, desplazarse miles de kilómetros para poner sus huevos en las mismas playas en las que nacieron. Toda hembra que no fuese selectiva a la hora de escoger el macho adecuado puso una mayor cantidad e huevas defectuosas y su descendencia fue menor, con respecto a otras que sí eran selectivas. La evolución es lenta pero al final el resultado de todas esas sumas y restas hicieron que las hembras que nacían fuesen muy selectivas, y que los machos tuvieran que entrar en ciertos cánones como para ser los seleccionados. En ese momento entró en juego la selección sexual y por ello los dimorfismos -diferencias entre los sexos-, pues el que tenía que demostrar algo y que su aptitud era la “buena/adecuada” era el macho. Algo que se ignora de la violación, porque el humano está demasiado centrado en su ego y su conciencia, es que en primer lugar, y en lo profundo del cerebro, es una rotura de la regla de que es la hembra la que selecciona: se viola primero esa regla, violar es un concepto genérico que quiere decir, “Infringir o quebrantar una ley, un tratado, un precepto, una promesa, etc.”, en donde tal precepto es el evolutivo y para el cerebro profundo (1). En la cuestión de la actualidad “no es no” es donde mejor se aprecia esta trama (aunque hoy estén por medio los medios anticonceptivos), si una mujer está en una situación íntima con un hombre -que ya implica cierta aceptación a estar en esa situación-, su “no” final, en una gran mayoría de los casos, viene desde el cerebro profundo y las reglas de la selección de las hembras en general al tratar de captar la aptitud el macho (finnes, tal como lo he señalado arriba). El tercer círculo es lo que puede explicar toda la evolución y la historia humana. Por eso es falaz el concepto de patriarcado tal como lo usan las feministas, pues la evolución y la historia humana vienen dadas por la aptitud y esta depende de la selección sexual que está en manos de las hembras.
Lo que me interesa del tercer círculo es lo prominente y eje que se volvió, pues además es el que tiene más peso para el humano moderno. Si yo, como ejemplo, escribo sin parar estoy mostrando una aptitud -recordar que es con respecto al concepto evolutivo- de tener 1. energía de más o en exceso (o sea, estoy sano como para derrochar energía), y 2. no sólo la tengo sino que la despliego para que sea vista (display en inglés, y se entiende mejor en el típico desplegar de los pavos reales, que son los machos los que tiene las grandes colas). Lo que me interesa sobre este hecho no es su proceso externo, pues en la actualidad no tiene casi sentido: no escribo para reproducirme ni tampoco para tener “sexo fácil”, aunque esa sea su raíz o núcleo, sino que yo mismo me siento bien por el hecho de tener tal capacidad. Es lo que he nombrado en otros lados bajo el concepto de autoeficacia. Desmadejemos esta cuestión, pues es central para entender la historia humana. Uno de los aciertos del psicoanálisis, a sabiendas que también tiene o cometió grandes errores, es que las pulsiones se desplazan al ir pasando por las distintas capas del cerebro, cual cedazos que filtran lo grueso de lo fino, de tal manera que al final la conciencia tiene un “producto refinado” que ya no es “igual” que el que era en su origen. La conciencia es saber que sabe, y esa “nueva” apreciación sobre lo que cree saber, cuenta para la construcción, las emociones y los comportamientos de esa persona. O sea, que para mi identidad narrativa y mi yo, al final mi actitud no es tanto como lo que tenga detrás y el cerebro desplace, sino lo que yo sienta, cómo y piense sobre dicha aptitud.
En los siguientes párrafos me centro en el hombre y más adelante hablaré de la mujer: es necesario para entender el mapa que estoy desplegando.
En un escrito de hace tiempo decía que el artista es un ser que se cierra sobre sí, que es autopoiético; dije además que es un sentimiento más férreo y generalizado para que se exprese en el hombre. Lo que suena a machista. Unamos los dos párrafos anteriores con esta afirmación. La finalidad de lo femenino, en términos evolutivo/conceptuales, lo que le cierra, la completa, es su maternidad. El macho es su satélite y el cierre de este depende si es seleccionado por las hembras. El artista se cierra sobre sí en su autoeficacia, pero en tanto que su núcleo, aunque desplazado, proviene de su aptitud (evolutiva, insisto pero para que no haya ambigüedades en el mensaje o la interpretación). Un psicoanalista, así, diría que el artista es macho y hembra a la vez, y su obrar es su autofecundación y sus obras sus hijos. Si se me has seguido hasta aquí se entenderá que al final el macho trató de dar sentido a su vida independientemente del de la hembra y por ello trató de dejar de ser un satélite de esta y la reproducción: sus obras en el mundo eran sus hijos. A la vez en ese obrar al final era el seleccionado por las hembras, con lo cual la evolución histórica humana tomó ese camino. El patriarcado así no es algo prefijado por el macho para el dominio de la hembra, sino una “conclusión” a partir de unas premisas. Hoy sigue funcionando el mismo mecanismo. Da igual que yo escriba, si no soy ambicioso no es algo que una mujer vaya a seleccionar como pareja. La creatividad tiene que estar unida a la ambición. Yo he tenido “éxito” con las mujeres -y no trato de usar mi voz de macho orgulloso de sus éxitos, sino como claro ejemplo que conozco y para que se entienda lo que quiero decir-, cuando era joven, y puesto que la mujer joven es inexperta a la hora de seleccionar y ve el “display”, mi cola desplegada, y tiene la “esperanza” que sea igual de “productivo” en todo, pero como la sociedad se regló a la vez por la ambición, al no serlo me faltaba “algo” para tener la aptitud que requiere la evolución dual: la evolutivo/social. Por lo que el juego evolutivo sigue operando, y por ello la aptitud, por muy fuera de la naturaleza que nos creamos.
Este substrato de fondo es el que se “lee” a la hora de analizar la maternidad y la paternidad, tal como era hasta hace unas décadas. El padre era el proveedor y productor, no porque quisiera a la mujer “en casa y con la pata quebrada”, sino porque era lo que le daba un sentimiento de plenitud y de sentido de la vida. Algunos padres terminan por dar tanta prioridad a sus “obras” que al final ponen a su familia y a sus hijos en segundo plano. Un caso como ejemplo, que es en lo que se centra una de sus películas biográficas, es Steve Jobs y su relación con su hija. En realidad es uno de los temas recurrentes de la historia y la literatura humana. Toda obra literaria o visual sobre este tema en el fondo es moralista. Por defecto tales hechos, cuanto menos, nos producen disonancia cognitiva, pues aunque nos alegremos de sus logros, no dejamos de tener el sentimiento de fondo de que era un “fraude” y que “falló” a la hora de tratar de ser un humano, como para que sea un referente moral de lo que se espera de un hombre.
Tenemos así a tres humanos (voy a describir todo lo extremo): 1. los artistas -en el mismo rango los exploradores y ciertos científicos- que se deben a sus obras e ignoran por completo a la mujer o tienden a “cosificarla”, como así fue en Einstein, 2. el empresario ambicioso que tiene familia, pero la deja en segundo plano, y 3. el hombre promedio que trabaja tan sólo para mantener a su familia y es muy posible que nunca llegue a nada. (Yo nunca pensé en estereotipos y este tipo de lenguaje, pero al final lo fui -encajo más o menos en el primero-, entonces, ¿no será que existen y son arquetipos o conceptos que “maneja” la evolución?). La elección de la mujer de un tipo de hombre u otro, entre estos tres prototipos, a la vez depende de cada tipo de mujer, pues la evolución sexual al final repercute en las aptitudes de las hembras. Como resultado final lo social -y por ello la herencia dual-, “crea” y se define con los signos con los que escriba su libro. Si los signos son los tres que he mostrado arriba, el tercer grupo será la masa indiferenciada que estará conducida, a nivel cultural, comercial y de gobierno, por las dos primeras tipologías. Ya está, no hay que dar más vueltas para entender la vida. Las mujeres que seleccionaban las dos primeras tipologías han marcado igualmente el rumbo de la historia humana. Con esto vuelvo a las tribus de cazadores recolectores. Si bien parecen patriarcales, en su núcleo son matriarcales, pues la mujer es la que puso el freno en el “display” del macho y puesto que este proceso viene de la evolución de la selección y el dimorfismo sexual, dimorfismo que está sobre todo en el display del macho. Dichas tribus se basan en no ensalzar y promover las colas vistosas, sino en avergonzarlas por hacer alarde de ellas. Hoy aún tenemos un remanente de esa larga era, pues nadie acepta el exceso de engreimiento en nadie; "a mayor arrogancia menor indulgencia", reza un dicho popular. Si nadie sobresale se rasura la sociedad a una media (que bajo los cánones occidentales son mediocres) y de esa manera el hombre sólo se centra en la familia y la paternidad. Quién rompió ese “pacto” no establecido, ¿el hombre o la mujer?, yo diría que simplemente el devenir y el azar. Tanto el hombre como la mujer han generado la sociedad actual en tanto que había hombres de las dos primeras tipologías, y en tanto que había mujeres que los seleccionaban como pareja y padres (independientemente que hubiera algunas mujeres que emergieran con dichos roles, pero que en definitiva se posicionaban en un rol más propio del macho).
Con esto llego a las mujeres y el feminismo. Por qué si el hombre tiene la capacidad y el disfrute de su autoeficacia, ¿no tendría que poder disfrutar de él la mujer? O sea, debería de ser un derecho universal y no estar sexuado. Y es cierto, yo no tengo nada en contra de que sea así, lo que pasa es que por el camino se pierden o se destrozan muchas cosas. Las feministas masculinizadas encajan con el primer grupo propuesto arriba, no sienten o quieren tener hijos y se tratan de basar en la autoeficacia. Este feminismo hostiga -o cuanto menos promueve al llegar a afirmar que no hay algo así como el instinto maternal-, que toda mujer tenga que tener el mismo núcleo. Como eso no encaja en los cerebros y disposiciones de todas las mujeres algunas llegan a la posición dos, las del emprendedor que pone a la familia en segundo lugar. Ahí empiezan a fallar las cosas, porque el instinto de los hijos es buscar el afecto de las madres. Es por eso que traté de poner atención sobre el concepto de querencia, que en ciencia es estudiado con la teoría del apego. El “hogar” humano -su núcleo- son sus afectos, más arraigados cuanto más primitivos y básicos sean. La ligazón de dar de mamar crea y da forma a ese núcleo, y todo humano que no pase por esa fase siempre tendrá carencias emocionales y de confianza. La madre arraiga a un humano para que sea social, el padre tenía el rol de romper esa ligazón para que el individuo no se quedase “atrapado” en esa estructura y como para que al final tienda a la autodeterminación. El equilibrio era “perfecto” y es lo que validó la evolución. Que sólo esté la madre, o el padre, o que la madre se vuelque más en su obrar en sociedad que en sus hijos, rompe esa armonía o precario equilibrio. Una pareja homosexual “funciona” si cada uno de los dos componentes toma uno de los dos roles. Un ejemplo que todos podemos conocer -y a modo de cliché- es la relación de Leonard en la serie “the big bang theory” y su madre psicoanalista. Leonard al final es una persona insegura y emocionalmente inestable.
¿Abogo por que la mujer no trabaje?, no, pero que sea lo bastante responsable como para no tener hijos si pone como meta su carrera o sus ambiciones sociales. Lo mismo podría decir del padre. Yo soy anarco-primitivista, la sociedad “perfecta” era la de los cazadores-recolectores, pues por lo demás su impacto ambiental es/era nulo, pues viven/vivían como cualquier otra animal a expensas de lo que su medio ambiente les permitía. La agenda oculta de las feministas masculinizadas y más autopoiéticas es que empiecen a darse mujeres que sobresalgan en cualquier ámbito social (artístico, científico, político…) y no les falla la sociedad y porque sea patriarcal, sino las propias mujeres, pues en el fondo hay muy pocas que no quieran hijos o que al tenerlos antepongan su carrera a su hijos. Pueden esperar a tenerlos criados y bien posicionados, pero como en las sociedades modernas esa edad es muy alta, sobre los 24/26 años, entonces al final ya les queda poco tiempo para dedicarlos a sí mismas y sus ambiciones. Esta es la misma conclusión a la que llega el documental “Explained – why women are paid less”, que expone que si en ciertos momentos en los que una madre tenga que seleccionar ganar más y por ello dedicar más tiempo a su trabajo, por lo general no escogerá esa opción, no por imposición del macho o la sociedad, sino porque es lo que sienten. De lado dejo, por no largarme, que el macho es más competitivo por naturaleza y la mujer más cooperativa, lo que puede ir en su contra (en algunos casos no, puesto que seleccionan preferentemente la colaboración). Recordemos que es más fuerte el instinto maternal que paternal, pues tiene unas raíces más profundas y arraigadas en los cerebros de las mujeres, frente al hombre que trató de no ser un satélite de la mujer por medio de la autoeficacia y la creación como sus propios hijos. Si tal idea está fundamentada por la ciencia, y puede explicar la historia humana, porqué tratar de llegar a “extravagancias” como las del patriarcado. Eso no quiere decir que tal concepto no exista, sobre todo por lo desigual en la sexualidad, pero no es tal como lo tratan de reflejar el feminismo más extremo y radical, y mucho menos si no basan nada de sus argumentos en la ciencia. La sociedad tal como estaba hace unas décadas puede que no fuera la perfecta, pero quizás era la menos mala dada las premisas de las que partía la evolución. Ahí se tiene a los pobres herbívoros comiendo sin cesar hierba, para pasar el resto del día adormilados por lo que cuesta digerirla. La evolución no es justa, ni moral, tan sólo se equilibra a partir de unas premisas, a unos les va mejor y a otros peor. Las “guerras” sociales del feminismo están rompiendo aquel equilibrio, si fuera para bien sería aceptable, pero no creo que lo esté siendo.
Léase este escrito con la lapidaria sentencia que en la guerra de los sexos, como en todas las guerras, los que terminan por perder son los más inocentes, y en este caso son los hijos, que son el futuro y son los que definirán la condición futura del ser humano. De nuevo me he alargado y en apariencia no he tocado el tema del título, pero creo que se perfila de fondo.
(1) ¡¡¡Spoiler sobre la serie “Living with yourself “!!! En esta serie un hombre es replicado sin saberlo y su clon tiene sus mismos recuerdos. Por ciertas visicitudes al final se tienen que poner de acuerdo para vivir en la misma vida, sin que nadie más lo sepa. El clon es el original mejorado. En cierta fiesta el clon se muestra muy encantador y seguro de sí mismo, y su “mujer” -con la que tiene ciertos problemas y no han vuelto a tener sexo- se siente de nuevo “encantada” con él, y esa noche tienen sexo. Pero el pacto del clon y el “original” es que sólo este puede tener sexo con su mujer y por ello el que al final tiene sexo es este y no el clon, que había sido el que le “incitó” a tener sexo. El sexo de esa noche: ¿es una violación?, según el concepto que yo manejo sí -aunque a nivel de las leyes y la percepción analítica de la mujer no lo sea-, puesto que la mujer había seleccionado tener sexo con el clon que estaba mejorado, y no con el marido, que se había vuelto algo más mediocre. La cuestión se resuelve si cambiamos a que la mujer sólo es una chica a la que un gemelo encantador y empático liga una noche y al final esta quiere tener sexo con él, pero ya en la habitación los hermanos se intercambian y es el otro gemelo, más apático y sin encanto, el que tiene sexo con ella.
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