El Big Data Como Conciencia
“Este es el mundo de hoy: nadie pide nada, pero luego es demasiado tarde.”“La información ya no existe.” Dobles vidas
“No somos absolutamente libres porque siempre estamos arraigados en nuestras relaciones con el mundo y con otros agentes libres.” Christine Daigle y Christinia Landry parafraseando a Sartre
“No somos absolutamente libres porque siempre estamos arraigados en nuestras relaciones con el mundo y con otros agentes libres.” Christine Daigle y Christinia Landry parafraseando a Sartre
Este escrito son sólo apuntes. Las ideas generales habría que desarrollarlas más.
La conciencia humana se puede describir bajo una gran multitud de paradigmas (visiones). De forma escueta se puede decir que es una centralización de la cognición, un proceso por el cual algo relevante es llevado desde el cerebro de fondo, o modo automático de trabajar, a un espacio en donde la atención se centra sobre dicho tema para ser analizado de forma más precisa. Los procesos subconscientes son como todos los exámenes de una clase, y la conciencia es cuando el profesor revisa cada uno de los trabajos. Revisar es volver a ver con más atención, detenimiento y cuidado.
En mis escritos he ido llegando a la -provisional- conclusión de que en lo social no puede darse la conciencia. El Estado no lo es porque siguen siendo varias conciencias independientes, que aunque se sienten alrededor de una mesa siguen siendo individualidades, y lo que se ponga sobre ella no llega a ser analizado desde una mente, tan sólo consensuado. Bajo estas premisas mis primeras conclusiones eran que lo que emerge como un todo en lo social, es lo inconsciente -o subconsciente-; esto es: lo que se manifiesta en una región ciudad o país (cultura) como la suma promediada de todas las mentes. La única posibilidad de conciencia sería una Inteligencia Artificial. Pero estos días he estado pensando sobre esto y me he dado cuenta que el Big Data y los algoritmos ya están funcionando como “conciencia” del sistema; aunque de momento todo está descentralizado. Los algoritmos recogen información en bruto y la procesan (revisan) buscando patrones por medio de los cuales sacar conclusiones de cómo es el sistema (el ser humano y este en sociedad). La conciencia, cuando toma el control del cerebro, lo hace bajo cierta premisa: con un por qué, un cómo y un para qué. Lo que analiza queda “contaminado”, alterado, por dichas premisas. De igual forma el Big Data y los algoritmos tienen las mismas premisas, que en la mayoría de los casos es la productividad y las ganancias.
Pero no se salva la paradoja de que el Big Data no lee lo “deseable” o las posibles tendencias del prefrontal o conciencia de los humanos, sino que analiza sobre todo lo inconsciente. Con un caso se entiende lo que quiero decir. Los algoritmos que trabajan en los sitios porno se basan en estadísticas de visualización, pero ¿qué se ve por término medio? El deseo sexual humano se está saturando. Si hace cincuenta años excitaba un simple escote o una minifalda, hoy ya no lo hace. En esa saturación el porno ha ido hacia el “Hardcore”. Cuando este se vuelve rutinario se exploran aún más los límites. Las compañías del porno han funcionado bajo esta regla: hacen lo que se vende, lo que se demanda. Como resultado los algoritmos “creen” que eso es lo que quiere o es el ser humano. Todos y cada uno hemos hecho “creer” a dichos algoritmos que esas escenas definen la sexualidad humana (o la del macho). No han “leído” el cómo es deseable un acto sexual -promedio- de un humano con otro humano al que ama, ha leído lo más recóndito de los instintos. Unos y otros algoritmos no leen la realidad, sino en muchos casos las fantasías más irreales (o grotescas a estas alturas). No la casa que uno puede tener dada su condición económica, sino la más exuberante, grande y deseable. Lo mismo para un viaje, una noche de fiesta (recordar las películas de fiestas desmadradas -¿será esto un micromachismo?- que se han vuelto tan populares), etc.
Ahora imaginar lo contrario. Que cada uno siendo consciente del papel que hace sobre lo que ha de ser el humano, no buscase en Internet lo “exagerado” y “extralimitado”, sino lo que uno tendría que pensar como razonable. Los algoritmos se “reacondicionarían” a esta nueva manera de ver el mundo. Cuando uno buscase tendría que ser consciente de dos cosas: qué imagen queremos que tenga el Big Data sobre el humano y qué imagen queremos que vean nuestros hijos y nietos sobre nuestra generación. Quizás no esté diciendo nada nuevo, la cultura siempre ha sido esa suma de una época y sociedad que heredan los hijos. Hace de alguna forma de conciencia, pero no es igual al Big Data, pues este es constante presente, mientras la cultura es el poso que queda después de unos años o décadas: es lo remanente de un pasado.
Límites de tales planteamientos. La mayoría del tiempo el humano se mueve en sociedad como un autómata, más ligado a lo instintivo y la memoria implícita, que de manera consciente y con la memoria explícita. La “conciencia” actual del Big Data, para lo que está programado, es para la productividad y la ganancia. Las premisas están mal. Todo Internet está bajo esta premisa aunque tal “verdad” parezca ser invisible. Todo lo que cualquier persona haga en Internet está reportando dinero a los creadores de contenidos y a las compañías basadas en el Big Data, luego nuestra simple interacción en Internet genera un dinero del que uno mismo no recibe nada material a cambio. En esa doble dirección uno desea “recibir” algo físico también, lo que hace que tal sea la premisa -esa es la tendencia- de fondo de Internet: que todo tiene que implicar alguna ganancia.
Siendo así, y si alguna vez se centralizasen todas las “conclusiones” a las que van llegando "los" Big Data, en una Inteligencia Artificial, y se le preguntase a esta sobre nuestra naturaleza, sobre cuál es la condición humana, quedaríamos mal parados con su forma de “mirarnos”. Quedaríamos fotografiados por todo lo más perverso y bajo del ser humano. Lo promediado sería lo mezquino, el odio, la ira, el egoísmo, el narcisismo, el deseo sexual más instintivo, la trampa, el engaño, la mentira, la estupidez, lo zafio…
Siendo así, y si alguna vez se centralizasen todas las “conclusiones” a las que van llegando "los" Big Data, en una Inteligencia Artificial, y se le preguntase a esta sobre nuestra naturaleza, sobre cuál es la condición humana, quedaríamos mal parados con su forma de “mirarnos”. Quedaríamos fotografiados por todo lo más perverso y bajo del ser humano. Lo promediado sería lo mezquino, el odio, la ira, el egoísmo, el narcisismo, el deseo sexual más instintivo, la trampa, el engaño, la mentira, la estupidez, lo zafio…
Otro tema al que he dado vueltas muchas veces y está ligado de fondo al anterior. En cierto escrito (de hace diez años) decía que la sociedad era como la base giratoria de un molino, en donde en su giro y en su centro se ejercen fuerzas centrípetas (tiene cierta inclinación para que el grano caiga), y en la parte más externa fuerzas centrífugas, si se diese el caso que la rueda girase a mucha velocidad. Mas recientemente dije que yo sentía en verano algo así como ser “tragado” o succionado al ojo de un huracán. Por aquel entonces ya pensé en la posibilidad de si la típica campana de Gauss, de lo promediado estadísticamente, en realidad sólo es la forma bidimensional de una espiral logarítmica. La parte más alta de la campana es el ojo de la tormenta, donde se generan fuerzas centrípetas, mientras que en la parte más externa se pronuncian las fuerzas centrífugas. Cuanto más aguda sea una campana más fuerzas centrípetas se ejercen, momento en el cual, cual vórtice que se colapsa sobre sí, dicha fuerza energética se vuelve caótica al perder la uniformidad y su estructura. Una campana de Gauss baja se mantiene más estable.
La sociedad se ve succionada al centro de la campana, o de la tormenta, más a mayor crisis, como si estas fueran las energías que alimentaran la tormenta. Pensemos en la siguiente situación: uno se encuentra en una entidad bancaria y de repente entran unos asaltantes. En situaciones de rehenes la gente tiende a paralizarse, a “no mover un dedo” para no llamar la atención de los asaltantes. Todas las personas en ese medio tienden más a mimetizarse, a igualarse. Debe de haber una primitiva que revele aquello de “clavo que sobresale será martillado”. Cuando tenemos miedo tendemos a taparnos la boca con la mano, para que no se nos escape ningún sonido. Seguramente tenga el origen de permanecer en silencio y sin moverse ante la presencia de los depredadores. Lo que quiero hacer ver es que las personas tendemos a mimetizarnos más de la media en situaciones de peligro, y que seguramente ese sea nuestro proceder durante las crisis. Tampoco hay que ignorar que el que se “mueva fuera” del grupo será el posible chivo expiatorio.
Uniendo puntos con otros escritos, los bancos de peces cierran su agrupamiento cuanto más rodeados se encuentren, con lo que se da una situación similar de fuerzas hacia el centro y posibilidades de ser despedido fuera del grupo cuanto más en la parte externa se esté. Lo que trato de hacer ver es que tanto en los sistemas físicos, como en los vivos, se siguen ciertas reglas de los sistemas dinámicos. La espiral logarítmica se da de igual forma en una galaxia, en una tormenta, como en un banco de peces. En lo humano la campana de Gauss seguramente sea la forma bidimensional de un espiral logarítmica. Las fuerzas son mayores cuanto más se esté en el centro, y a la vez cuanta más masa haya en dicho centro más energía habrá de succión hacia él. Las personas liminales, ya sea porque no tienen la fuerza o la convicción de seguir o dejarse llevar por esas fuerzas, son expelidas hacia las partes más externas. A mayor exterioridad, mayor posibilidad de ser el clavo a ser golpeado o chivo expiatorio.
Por si no se ha entendido del todo, cuanto más se tienda a emular a la masa en tiempos de crisis, más miedo se tiene. O dicho bajo otra perspectiva: se emula y se genera mayor miedo en el sistema, que por retroalimentación genera más tendencia a emular.
La nueva película del “Joker” tiene ese trasfondo (no creo hacer spoiler, pues se deduce desde el principio que esa persona no es el Joker, y que la película va sobre ese cambio al Joker que conocemos). Un individuo mimetizado en el miedo generalizado que al final se cansa de tener miedo. Toda la clase trabajadora, en alguna medida, somos el Joker. Se tiene el temor que la película se vuelva mimética o cree alteraciones del orden. No creo que sea así. Las dos fuerzas en juego son la ira y el miedo, y de momento gana el miedo.
Nada más. Que cada uno a su gusto sume las dos partes del escrito y saque sus propias conclusiones.
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