Hacia una Comprensión Unificada del Ser Humano
Resumen en “La destrucción como origen del devenir” por Sabina Spielrein, (traducción Viviana Ruth Johanis, leer escrito completo.)
“Todo contenido que aparece en la conciencia es un producto diferenciado, derivado de otros contenidos psicológicamente más antiguos. Este contenido es adaptado al presente y recibe un matiz específico inmediato que le otorga el carácter de la relación con el yo. Existe por lo tanto en nosotros una tendencia a la diferenciación. Cuando queremos hacer comprensible, es decir, accesible a otros este contenido específico que sólo lo es a nuestro alcance, hacemos una diferenciación hacia atrás: despojamos al contenido de lo específicamente personal y lo expresamos en la forma simbólica, universalmente válida para la especie. Con ello seguimos la segunda tendencia en nosotros, la tendencia de asimilación o disolución que está en oposición con la primera. La asimilación hace que de una unidad válida para el “yo” se forme la unidad que sirva al “nosotros”. La disolución y asimilación de una vivencia personal en la forma de una creación artística, de un sueño o de una simbología patológica, transforma a esto en una vivencia de la especie y hace del “yo” un “nosotros”. La aparición del placer o displacer está vinculada con el establecimiento o desaparición de la relación con el yo. Si la vivencia personal ya está transformada en una de la especie, entonces nos comportamos con respecto a ella como espectadores, quienes sólo participan de sus afectos cuando pueden ponerse en la situación de la representación. Tales espectadores son los enfermos de demencia precoz (esquizofrenia en su nomenclatura actual) y nosotros en nuestros sueños.
Al instinto de autoconservación en nosotros corresponde la tendencia a la diferenciación y la perduración de una partícula del yo cristalizada o de toda la personalidad del yo. El instinto de conservación de la especie es un instinto de procreación y también se exterioriza psíquicamente en la disolución y en la tendencia de asimilación (transformación del yo en un nosotros) con la sucesiva nueva diferenciación desde la “substancia originaria”. “Donde reina el amor muere el yo, el déspota tirano”. En el amor, la disolución del yo en el amado es a la vez la más fuerte autoafirmación, una nueva vida del yo en la persona del amado. Si falta el amor, entonces la idea de una transformación del individuo psíquico o corporal bajo la influencia de una fuerza extraña es, como en el acto sexual, una idea de destrucción o de muerte.
El instinto de autoconservación es un instinto simple, que sólo consta de un elemento positivo; el instinto de conservación de la especie, que tiene que matar lo viejo para que surja lo nuevo, consta de un componente positivo y de uno negativo. El instinto de conservación de la especie es ambivalente en su esencia, por eso la excitación del componente positivo provoca a la vez la excitación del componente negativo, y viceversa.
El instinto de autoconservación es un instinto “estático”, en la medida que defiende al individuo ya existente de influencias extrañas. El instinto de conservación de la especie es un instinto “dinámico” que pretende la transformación, la “resurrección” del individuo en una forma nueva. Ninguna transformación puede darse sin una destrucción del antiguo estado.”
- Adaptación de las ideas arriba expuestas a mi gráfica y visión de la condición humana.
- Para el psicoanálisis, y este es el aporte de Sabrina Spielrein, toda vida implica una muerte, ya sea esta simbólica o real.
- Al nacer lo hacemos con la estructura de la especie a modo de primitivas, instintos y conceptos (círculo verde de arriba).
- En la adolescencia y juventud “matamos” tal entidad para crear la individualidad (círculo verde de abajo, "diferenciación" en el lenguaje de la psicoanalista). Un proceso necesario para "saltar del nido", rompiendo con los credos de los padres y por ello con lo propio de la especie. Este estado crea desunión -rotura, muerte- con la integridad que somos como ente de una especie.
- El siguiente proceso hacia la madurez es forjar nuestra identidad buscando a nuestros “iguales”, aquellas personas con las que conectamos, pero que inevitablemente tiene como “carga” de nuevo la identidad de especie, que dentro de la teoría dual es una simbiosis entre lo evolutivo y lo social (forma roja que se cruza en los social, en el centro de los dos estados opuestos).
- Cada persona y época se “diferencia” de otra con respecto en dónde se intersepciona la forma roja. Más arriba es más tradicional y más abajo más individualista. En la actualidad la intersección apunta a la identidad narrativa (más hacia abajo), que se centra en el yo creado o cristalizado.
- En la madurez y al llegar a la mediana edad se llega a una posición más holista y abarcadora (forma azul), que trata de conciliar lo individual y la tradición -en realidad se termina por comprender- , al yo y la identidad de la especie, y que lo importante y el motor evolutivo/social es la especiación, cambio que se toma como si uno se volviera más de derechas.
- A ese estado se llega normalmente al ser padres, en donde la disolución del yo emerge en la dualidad unificada de hombre/mujer, en la pareja vinculada a través de la unión de ambos en el ADN del hijo, que porta la identidad de la especie y el principio de la vida, que es en lo que consiste -y lo que simboliza- la reproducción.
- Estos últimos argumentos explican la situación actual, pues las nuevas generaciones están hoy más desligadas del “saber” de los adultos que nunca, pues “creen” que al no estar estos conectados con las tecnologías en igual grado, no los pueden comprender y a la inversa. Se ha producido un divorcio generacional, en donde la juventud no quiere tomar el relevo de los adultos.
- Otra cuestión a tener en cuenta es que en la antigüedad esas muertes y renacimientos simbólicos se llevaban a cabo por medio de los ritos de paso. Hoy tal concepto no existe y las muertes y renacimientos simbólicos son más difusos o invisibles, con lo que ciertas personas son proclives a quedarse atrapadas o estancadas en estadios previos. En las generaciones actuales, donde se está dando más importancia a las identidades de género o perdedor/ganador, e identidades ya no ancladas en lo fenotípico sino en las ideas (razón), no hay un paso definitivo de la forma verde inferior (individualista) a la forma roja que es la vinculación en lo social. Te quedan atrapados en lo liminal, en la frontera de los dos estados.
- La curva estadística, con una gráfica de distribución normal, muestra que la tendencia generalizada es hacia lo social, si bien hay que tener en cuenta que en la actualidad está descentralizada hacia abajo, hacia la individualidad y la razón.
- Una última cuestión que nos dice Sabina Spielrein, y yo he dicho en otros escritos, es que los trastornos mentales, donde su límite es la esquizofrenia, el individuo se “desliga” de lo social y ve esa estructura desde fuera. “Mata” tal identidad sin ser capaz de renacer en una nueva, quedándose atrapado en el desierto de esa zona fronteriza. El psicópata vivencia esa exterioridad en lo emocional (forma verde llevada al límite inferior - hipercontrolado), y los borderline con respecto a lo social (forma verde llevada al límite superior - subcontrolado), mientras que las personas con el espectro autista pierden el vínculo social, pero en ellos se manifiestan las reglas de la especie, si bien desde la razón en los casos de síndrome Savant (genios/idiotas, término en desuso por lo inconveniente de uno de ellos.)
- Lo mismo que he dicho para el individuo es aplicable a las culturas, y las generaciones y épocas de la historia, se han de mover por los tres círculos de la gráfica: más individualistas, más integradas en los social, o más holistas, ya que una sociedad es las suma de sus individuos. Individuo y sociedad, así, se retroalimentan para “matar” y renacer a nuevos estados. Los individuos “matan” las culturas previas masificándose, y los culturas “matan” lo liminal para mantener su identidad
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