El Nacimiento de la Identidad Narrativa



"Prefiero ser oportunista y flotar, que irme al fondo con mis principios alrededor del cuello." Stanley Baldwin


   
   Arrastro varios temas pendientes de escritos atrás. El presente trata de solventarlo, así como crear una hipótesis del nacimiento de la identidad narrativa.

   Según transcribí en el artículo anterior, Christopher Boehm argumenta que durante la evolución social se dio una inversión de la dominancia, en donde principalmente por medio de infundir vergüenza, el poder pasó del macho alfa a la sociedad, de tal forma que tal situación llevó a las sociedades acéfalas (sin mando), y según Boehm tendió a las sociedades igualitarias. Como ya dije en el escrito, eso no quiere decir que el espíritu o la condición humana sea la igualdad, sino no desear estar al mando de nadie; por orgullo (egotismo), por el implícito ímpetu que todo individuo -o vida- conlleva de querer ser el mejor, tal condición es propia de todo animal: los animales complejos dentro de sociedades no tratan tanto de mandar, como de no ser mandados. Piénsese bien, las luchas por dominar sólo pueden generar violencia, quedaba  el otro camino, que nadie tratase de dominar. De fondo, además, tal tendencia lleva implícita la autopoiesis: la autodeterminación propia de toda vida. Retomo ese tema para hacer ver dos cosas evidentes: 1. la "regla de oro", aquella que dice que "no hay que desear a nadie algo que uno no quiera para sí mismo", no nació de lo positivo como tal regla es, sino que nació a partir de asentar la vergüenza como base de la vida en sociedad: nació de lo negativo, de no desear caer en desgracia para el resto, y en esa medida congraciarse y tender a la regla de oro con el resto de las personas, en la medida de temer y evitar la vergüenza. 2. la sociedad actual -por medio de la educación- trata de crear unos individuos que se sientan seguros de sí mismos, de su condición y sus acciones. Tal tendencia lleva implícito poner en jaque al concepto que era el baremo del comportamiento social, hasta ahora, de sentir vergüenza: ¿qué implica tal cuestión? Los dos puntos hacen referencia a la teoría del posthombre de Nietzsche (que no superhombre, como quiso dejar escrito su hermana) pero, ¿tal tendencia es la acertada según el concepto de familia y juego, en donde tal juego -como hemos visto en el escrito anterior- dice que no hay que desear ganar dentro de una misma identidad? Dejo de momento tal pregunta en el aire, voy primero al tema del nacimiento de la identidad narrativa.

   En escritos anteriores he dicho que la vida, la evolución, "sabe" que no se puede tener el control del medio, que lo que prima en la realidad es el azar. El universo está reglado por el segundo principio de la termodinámica, por el caos, por el desorden, por la complejidad. La vida trata de ser un sistema cerrado que se libre de tal ley: genera orden, y lo hace a través del control interno y en la medida de lo posible de lo externo. ¿Me he ido demasiado atrás?, trato de hacer ver que todo tiene un porqué, que el desarrollo del universo, y por ello la vida, trata de "contestar" preguntas pendientes, o mejor dicho, se atiene a las reglas de los sistemas previos sin poder cambiarlos (teoría de la superveniencia). Toda la vida se las aviene a las reglas de la gravedad, de las leyes del electromagnetismo y las leyes de la termodinámica. La vida "funciona" por la química de la regla del octeto para crear moléculas complejas estables. El mismo cerebro es un laboratorio de química donde los neurotransmisores -y por "dictados" del ADN- parten de las monoaminas elementales para crear moléculas más complejas, con funciones igualmente más complejas. Estas moléculas terminan por degradarse y son vueltas a componentes básicos para volver a crear otras moléculas complejas. De hecho se cree que ciertos trastornos son debidos a las monoaminas oxidasas (MAO),  "una familia de enzimas que catalizan la oxidación de las monoaminas , empleando oxígeno para eliminar su grupo amina", en donde no hace su labor de la "inactivación de los neurotransmisores"Se sigue -por todo lo dicho igualmente- que es un sistema cerrado que trata de reciclar en la medida de lo posible y en esa dirección no tratar de depender del medio. Eso es la vida: un sistema cerrado que trata de ser autopoiético: autosuficiente y autodeterminado. El humano, como se ha dicho arriba sobre su condición, hereda esas reglas de un sistema anterior.


   Crear movimientos óptimos es el sistema nervioso más antiguo de la naturaleza, el segundo lo es a partir de saber del medio a través de los sentidos. En eso consiste el crear conexiones entre el aparato locomotor y el sensor. El medio ofrece una resistencia, por ejemplo el agua, y el sistema motor se adapta a ese medio. Tal tipo de memoria es la llamada procedimental. La mayoría de la vida nace con esos movimientos programados en el ADN, pues son reglas que llevan millones de años, pero en los sistemas vivos complejos esas reglas se ponen en suspenso en la medida de tratar de aprender de manera más afinada sobre cómo es el medio. ¿Por qué la vida sabe del caos y el azar?, piénsese en uno de los más antiguo modos de reproducirse: poner huevas en el mar. Cuando se dieron los depredadores la mayoría de esas huevas eran ingeridas por dichos animales. La vida toma dos vías a partir de estos hechos: 1. poner huevas en exceso o 2. poner más cuidado sobre ellas. Las dos apuestas se mantienen, pero la segunda es la que tendió a los animales complejos y por ello a los cerebros más complejos. Una regla que se deduce de esta anterior es que la evolución "resuelve" un tema, para inmediatamente encontrase con nuevos problemas, o crearlos ella misma. O sea, el exceso de huevos "creo" un tipo de alimento -energía- y por ello un tipo de animal oportunista, que se aprovechó de tal energía de fácil acceso: creó el depredador. Por otro lado al tender a la segunda apuesta, la de poner cuidado de las huevas, creó el problema de la dedicación de los individuos por esas huevas: creó el concepto de maternidad, que era más propio de uno de los sexos. Solución al que el feminismo hoy en día da vueltas, olvidando o ignorando esos inicios tan elementales y prácticos. Si se piensa en esos inicios, la maternidad sólo le podía tocar al que estuviese en el momento del parto: la madre. En esos tiempos evolutivos tan remotos el macho fecundaba y desaparecía para siempre. La situación se mantuvo así por millones de años, a la fuerza los sexos diferir.

    Creemos una capa de abstracción sobre todo esto. Toda diferenciación crea identidad, y en la medida de que existe eso diferente a mis propósitos se crea el concepto de otredad. Uno de los sistemas más antiguos de la vida son estas dos reglas. Como el ADN básicamente es información que se transmite, el ADN tenía que influir en la detención de identidad y otredad entre los individuos: tal proceso es la base de la comunicación. La vida es azar y control, y la evolución trata de mediar entre esas dos fuerzas. Entre medias de esos dos procesos nace el concepto de lo estocástico, de pequeñas variaciones para crear o tratar de controlar qué es una identidad. En animales complejos el hecho que toda cebra sea diferente, o las de que no haya dos huellas digitales iguales entre los humanos, obedecen a las reglas de lo estocástico: se trata de mantener la identidad, pero a la vez se "acepta" el azar. Esta nueva regla, además, tenía mucho sentido cuando se dio el sexo, pues la evolución cogió un atajo, en cuanto rapidez para llegar a posiciones óptimas, en tanto que la alta variabilidad conllevaba la multiplicidad de las diferenciaciones, que al ponerse en juego se validaban o sólo se reproducían aquellas que más éxito tenían, en tanto que adaptadas al medio. Se siguen dos reglas de todo este entramado: 1. cada individuo es un ser único en la medida que sus variaciones estocásticas crean un tipo de diferenciación que tiene como propósito tratar de sobrevivir y propagar su variación. 2. había que mantener la identidad de la especie: que muchos cambios estocásticos no generasen infinidad de especies. Esas dos reglas son las que saca a relucir Jacques Monod y su concepto de teleonomía. La vida es azar, pero sigue el plan de tratar de mantener identidades: especies (invariancia).

    Vemos, así, que el azar está implementado en el sistema que es la vida y lo "asume". Por otro lado, y ya en los animales complejos, creó cierta disponibilidad en sus cerebros para aprender del medio, en vez de atenerse a reglas asentadas como instintos. Esa neuroplasticidad implica "saber" que el medio es complejo y caótico. Estoy dando un largo rodeo para hacer ver que la mayoría de animales complejos "saben" de una forma implícita que la realidad es caótica y llena de desorden, pero no saben que lo saben, cuestión que es diferente en el humano. La conciencia implica un sistema de retroalimentación por el cual un aprendizaje no es meramente procedimental, que es un circuito o rotonda cerrada, sino que el sistema complejo que es el cerebro humano implica que lo que ocurre en esa rotonda está siendo observado por una cámara (no siempre), de tal forma que tal cámara o nueva rotonda, tiene un conocimiento tácito de lo que ocurre en la primera rotonda. Tal concepto se expresa y es expuesto en la teoría del doble bucle del aprendizaje. La mayoría de los animales complejos tienen este sistema, tienen cierto nivel de consciencia (doble circuito), pero sin un sistema o lenguaje complejo de análisis, no llegan al nivel de conciencia simbólica humana. Me detengo a explicar mejor esto.

   Ya hemos visto en un escrito anterior que el aprendizaje se da en tres capas: 1. la muscular o del movimiento (procedimental), 2. la de las emociones y 3. la semántica o altamente simbólica que solo tienen los humanos. Todo animal tienen a las emociones como juego simbólico y como capa de abstracción para diferenciar dos memorias procedurales distintas. Si la emoción implicada es el miedo, la memoria procedimental se adapta o se escribe en el cerebro con dicho "símbolo" que está diciendo algo concreto del medio. Tal tipo de aprendizaje se llama condicionamiento clásico, es el más estándar o validado por la evolución, y lo tiene el propio hombre. Si se entiende bien la forma de proceder, tal tipo de memoria trata de volverse o se comporta como un instinto, en la medida que cuanto mayor haya sido la posibilidad de morir en tal situación, más se asentará tal aprendizaje y repercutirá con mayor fuerza en las nuevas situaciones iguales o similares. Se ha comprobado recientemente que este tipo de aprendizaje, sin supervisión del prefrontal o conciencia, es de los más fuertes que quedan implementados, frente a todo aprendizaje en el que medie la razón o conciencia (atención) y que no implique tanto a las emociones. El síndrome de estrés postraumático tiene su "solidez" en dicho tipo de regla, pero además sale a colación a lo que quiero llegar. Un perro, por ejemplo, con un condicionamiento clásico, huirá de aquello que le provoca miedo, y una vez que se haya alejado vuelve a su estado de tranquilidad u homeostático. Pero por la alta capacidad simbólica humana, el prefrontal puede volver a recuperar ese episodio y mantenerse en estado de pánico, sin necesidad de estar frente al "objeto" del miedo.

     Estoy dando muchas vueltas al tema porque es complicado tratar de fundamentar que la vida "sabía" del azar y la falta de control, pero tal hecho no creaba angustia en los animales, mientras que en el humano ese proceso es distinto. La teoría del doble bicle se puede aplicar igualmente al miedo en tanto que el segundo circuito "sabe" del problema del primer circuito, pero no tiene un medio directo para frenarlo; más bien al contrario: tal parece que retroalimenta el primer circuito de manera que se incrementa el miedo, con el consiguiente estado de ansiedad mantenida no ya por el objeto del terror, sino por la imaginación de tal objeto. A nivel de química es distinto el proceso llevado por el cortisol y la adrenalina, que es una hormona que hace que el sistema entre en alarma de forma momentánea y rápida, el idóneo para la lucha o la huida, que el siguiente estado de alerta de larga duración que es mantenido por la noradrenalina. El mantenimiento de tal estado es al que se le llama de estrés, y tal estado lleva o bien a la ansiedad o a la depresión, o va de un estado a otro, que a  nivel de excitación es perder el equilibrio al centro, e ir periódicamente arriba y abajo. Este "problema" repetido por cientos de miles de años tenía que "resolverse" a nivel de evolución, de que se validase algún promedio, que era el que más se terminase por reproducir. Todo humano que se mantuviese permanentemente ansioso o deprimido no se reproducía, ya que tal estado repercute en el sistema parasimpático y en todo lo relacionado a la reproducción. Es ahí donde nace la identidad narrativa.

    Como ya he dicho otras veces, un infante pasa por las distintas etapas de la evolución, varias de ellas nos dan pistas sobre la creación y el uso complejo del lenguaje humano (sistema simbólico complejo), que es la base o el motor de la conciencia. Muchos niños tienen amigos imaginarios, ¿cómo y por qué? Según la teoría de la mente bicameral el humano en un principio no tenía capacidad de usar el lenguaje de forma privada e interna, sino que era un acto social y por lo tanto un tipo de acción meramente muscular entre otros, aunque con una alta capacidad de comunicación. En tal estado el humano aún no tenía conciencia, excepto la que pudiera compartir con el resto de animales. Según dicha teoría hubo un momento en que alguna mutación, recordar los cambios estocásticos, en donde en el cerebro de algún individuo se creó internamente la activación de las neuronas motoras del habla, sin por ello hablar; o sea, se creó la capacidad de la voz interior. En ese momento, y según propone la teoría, esa voz no fue tomada como la propia, sino como de alguien que le hablaba en el interior, y que además era la voz de alguien que le trata de guiar o aconsejar. Esa segunda voz fue tomada como la de un ángel, duende, dios o alguien externo al propio individuo. Esto encaja con una nueva teoría que dice que la voz interior es procesada por la circunvolución temporal transversal izquierda (hemisferio del lenguaje), un área que forma parte de la corteza auditiva, y que además procesa el significado (semántico) de lo escuchado. Tales teorías encajarían con la fase en algunos niños del amigo imaginario, que aún se manifiesta de vez en cuando. También cobra sentido en ciertos casos en donde alguien en peligro parece escuchar una voz que le dice como salir del apuro: en tal estado esa vía parece activarse en el caso que la conciencia esté tan colapsada por el peligro y el miedo, como para que el antiguo sistema haga uso de ese modo de comunicación interna. Lo importante aquí es hacer ver que tal voz parecía "tener ciertas opiniones" que el propio individuo no parecía discernir de dicha situación. Bajo mi punto de vista eran las primitivas, el aprendizaje implícito o inconsciente, que haciendo uso del lenguaje, hacía llegar al prefrontal una información en la que el área de trabajo no tenía puesta la atención. El cerebro trabaja con la atención, y esta es la llamada conciencia que tienen todos los animales, y a la vez procesan el resto del mundo a través de la vista periférica. Si tal sistema secundario detecta un peligro, se lo hace saber al área de trabajo y este sistema pone la atención en el peligro. En el humano ese tipo de aviso, en situaciones menos acuciantes o instintivas, activó un tipo de vía que era a través del habla, a modo de una voz interior. A la larga anuló tal distancia -dejó de ser tomada como ajena- y esa voz era a la vez parte del área de trabajo, que es a la que hoy conocemos como conciencia. Aparte del amigo imaginario y en las situaciones de peligro en las que se oye una voz, esa etapa puede ser evidente en el hecho que en ciertos trastornos, como en la esquizofrenia, en donde esa voz se vuelve a separar y es tratada por el individuo como ajena. En un caso más grave, el trastorno de la inserción del pensamiento nos dice que la persona que lo padece ni siquiera siente una voz que le habla en el interior, sino que lo que toma como intrusivo son los propios pensamientos, que cree que son de otra persona. Otro caso es que las persona suelen repetir varias veces sobre lo que quieren dar énfasis, que a la vez implica que en algunos casos se dé un tipo de trastorno que consiste en repetir las últimas palabras de lo que dice la otra persona, a modo de eco (ecolalia) y en la dirección de que el cerebro refuerce el aprendizaje. Dos casos más, extraídos del escrito sobre el narrador interior, son que 1. en casos de estrés, como cuando tenemos que preparar una entrevista de trabajo o la primera cita con una posible pareja, recurrimos más a usar la voz interior, o incluso exterior, a modo de entrenamiento, frente al mero pensamiento; 2. y que en casos que se trate de medir la capacidad para recordar, leyendo o pensando en listas a la vez, la voz tiene primacía sobre el pensamiento, solapando y obstruyendo la capacidad de pensar y por ello de recordar. Por último, están las pruebas neurológicas que nos dicen que las decisiones son tomadas a nivel de las primitivas, del aprendizaje implícito y profundo del cerebro, unas décimas de segundos previos a ser conscientes de dicha decisión, cuando uno mismo cree que tal hecho ha sido deliberado a nivel de la conciencia.

   Retomemos el dato principal: un animal no tiene a la temporalidad como parte central del cerebro y vive una situación de miedo pasada como algo actual en cuanto se da la misma situación. Todos los datos del pasado conviven amalgamados e indiferenciados en sus cerebros como puntos o eventos indeterminados del pasado (grises), su baremo o el valor lo da el lenguaje de las emociones, que no son tantas como para crear un lenguaje ni memorias complejas, aunque sí lo suficientes como para diferenciar lo estocástico en cierta medida, las individualidades, y como para saber quién es aliado o enemigo dentro de su propio grupo. El humano, por medio del lenguaje y la transmisión de la información, llegaron a un tipo de conocimiento del medio que sí incluía al tiempo a nivel consciente y simbólico. Los ciclos de la luna fueron esa primera toma de contacto con la dimensión temporal. Si un humano tenía una cicatriz sabía que fue debido al encuentro con un depredador hacía seis lunas. Las vivencias ya no eran datos anónimos apilados aleatoriamente en la memoria. Ahora tenían otra dimensión que les proporcionaba más colores o nuevas tonalidades, mediados por el lenguaje. Para usar una metáfora, aunque quizás tosca, las memorias de los animales son como los sonidos de distintos tambores, mientras que por medio del lenguaje el humano volvió a su memoria y cerebro como los sutiles y armónicos sonidos de un afinado violín.


   Lo que he tratado hasta ahora son datos comprobados, si bien unidos o tejidos aquí hacia una finalidad. Ahora me toca hacer suposiciones, que por lo demás los baso en actuales evidencias. Se sabe que la subvocalización, el hacer que los músculos implicados en el habla se muevan sin emitir sonido, crean una mayor capacidad de aprendizaje que sin ella. Por otro lado la mayoría de las personas hacen uso de lo que se llama auto-mensaje o auto-declaración, a modo de reafirmarse ante cierta duda interior o a modo de auto-convencerse. Estos dos principios conllevaron al 1. automonitoreo, el analizarse uno a sí mismo como si desde fuera se hiciera; 2. la autosugestión y además 3. la tendencia de autodirigirnos. Eso en definitiva va encaminado al autocontrol, que nos lleva a la autoeficacia, la auto-autoría, la autocensura, crítico interior, etc., e igualmente a cosas menos óptimas como el autoengaño o al autodesprecio. De vuelta la ruta evolutiva y que es por la que pasan los niños: una gran mayoría de infantes tienen charlas consigo mismos, lo que se llama "habla privada" (autoinstructiva), que va en la misma dirección de autodirigirse. Es de suponer que la conciencia, antes de llegar a ser lo que es hoy, pasó por tres etapas evolutivas: 1. voz externa dirigida a uno mismo y en la dirección de hacer de automonitoreo y autodirigirse, como voz externa y habla privada, -el típico monólogo de "mira que te lo he dicho otras veces: ¡no seas tan inocente!" o cuestiones similares-; 2. voz interna bajo la teoría bicameral, en donde el proceso del primer punto se llevó a cabo a nivel interno, pero creando en un principio cierta ambigüedad; 3. voz interna y en la comprensión que era la de uno mismo, y que es la que conocemos hoy en día como conciencia. En el niño, no en la evolución, se pasa por una etapa anterior, según el psicoanálisis, y más concretamente por Lev Vygotsky, en la que esa voz de autoridad es externa -y que guía, y quizás de ahí que aparezca con ese cariz en casos de peligro- y es la de los padres. El cerebro del niño en los primeros años no tiene una voz interior propia, y esa voz es la de los padres o cuidadores. El siguiente paso es el habla privada del punto uno: sustituir la voz de los padres por la propia. El resultado final es que tal proceso sea tan rápido y silencioso, que ya ni siquiera sea tomado como una voz interior, sino como una parte integrante del pensamiento o procesamiento mental, integradas en nuestra percepción del yo. Osea, tal sistema se vuelve invisible. La finalidad evolutiva fue a que dicha voz lo era en la medida de hacer de sistema de retroalimentación, en tanto que un tipo de monitoreo y autodirección y con la finalidad de crear estabilidad en el cerebro. En definitiva un sistema de autocontrol. Ese sistema es tan invisible hoy en día, lo somos tan sin distancia, valga el oxímoron, que nos puede parecer mentira que pudiera haber tenido unos inicios tan erráticos y sin una finalidad definida desde su principio. Pero hay que recordar que la evolución es tanteo de errores y que al final llega a alguna meta, más o menos acertada, bajo alguna de sus premisas. Una evidencia de estos hechos es que hay una terapia y técnica de aprendizaje llamada de "sombreado del habla", que consiste en repetir a viva voz lo que se trata de corregir o aprender. En otro caso, hablar en tercera persona (illeismo), es cognitiva(mente) un "mejor" proceso para aprender y el auto-control emocional y la creación de sentido (ver documento PDF sobre el estudio). Bajo mi punto de vista, y deduciendo de lo escrito, hablarse en tercera persona es un modo de hacer de la voz de los padres o tutores, para que de esta forma el cerebro siga sus instrucciones, por lo tanto como auto-instrucción; no en vano a este modo de proceder siempre se le ha visto como aniñado. De fondo lleva implícito que en dichos procesos se hace uso de la memoria procedimental, la muscular, que por ser la más antigua es la que más huella deja como memoria, y la más válida para crear autosugestión y control de uno mismo.

Subvocalización
  
   Sólo queda unir puntos. Cada vez que contamos algo de nuestro pasado a alguien, estamos haciendo uso de todos los procesos analizados arriba, ya que se reescribe ese hecho y al hacerlo a voz viva se hace uso de la memoria procedimental. Por otro lado reafirmamos la temporalidad, en que fueran llevados a cabo tal día o tal año, de tal manera que generamos orden en el caos que debería de ser la memoria. El resultado final es que damos orden allí donde quizás no lo había, pues al contar una y otra vez ciertos sucesos los alteramos para adaptarlos a historias más congruentes o menos caóticas. En definitiva le damos el marchamo de la narrabilidad: historias con un principio, un desarrollo y un final (arco narrativo); igualmente durante esos relatos nos las tenemos que ver con dar continuidad a las historias, así como que no haya agujeros argumentales. Cada vez que contamos la historia habrá sido mejorada en alguna forma. A la vez ese proceso de repetir una y otra vez ciertas historias, frente a otras, nos proporciona cierto control sobre quiénes somos y como actuamos ante la vida, lo que nos da la identidad narrativa. Este proceso individual fue llevado a cabo por cientos de miles de años, y la evolución validó o promedió a aquellas personas que daban más fe de este tipo de identidad, pues en definitiva les hacían más actos para la vida, al hacerlos creer que su automonitoreo y su autodirección les hacía tener control sobre ellos y en definitiva de la vida. La evolución no está exenta de hacer uso de las metáforas, de contarse chistes cínicos, de abstraer resultados a sus mínimos, en donde dichos resultados crean nuevas funciones. Si el cerebro era caos, si todas esas conexiones entre neuronas seguían un simple orden, dentro de las funciones "mecánicas" de las propias neuronas, y de las emociones, centralizadas en las amígdalas, al crear la identidad narrativa, la conciencia, se creó ese conductor o estructurador del caos interior. Paradójicamente no porque ordenase el caos y la complejidad, o no del todo, sino porque se formaba a sí mismo como ente con cierto orden que hacía de pantalla o traje visible o presentable para sí mismo (el nuevo traje del emperador), que tenía cierta estructura y orden. Se volvió, en definitiva, en su mismo propósito, desarrollo y finalidad, en donde en esa función, azarosamente, a veces, ponía cierto orden dentro del cerebro. La moraleja es que no es la postura más "real": los individuos que creen más en sí mismos, en su identidad narrativa, en ese chiste cósmico, no son los que menos se engañan, sino todo lo contrario: son los que tienen más mecanismos y sesgos implícitos para el autoengaño, y en la dirección de hacerlos creer que tienen un mayor control sobre sus vidas y con la finalidad de hacer que se sientan más felices. No redundo sobre este tema, en el escrito "Caos: sin sentido o sentido" ya dejé dicho que tal capacidad viene dada por la edad, pues cuantas más vivencias se acumulen más complejo se vuelve mantener congruente la historia personal y a la inversa: los jóvenes tienen más probabilidades de creer en sí mismos y su identidad narrativa. Aquí se da una inversión del cuento de (el nuevo traje del emperador), pues si bien los jóvenes ven "desnudos" (sin sentido o muertos de sentido) a sus mayores, estos, sobre todos los ancianos más cínicos -o si se quiere amargados-, recuerdan a los jóvenes que su apariencia y su edad, su sentido y densidad de ser, terminará por desintegrarse y desaparecer, dejándolos a ellos desnudos igualmente ante la vida y los demás. El chiste cínico de la evolución es que la identidad narrativa sólo es visible o funciona, como traje ante los otros, durante la juventud, época adecuada para buscar pareja y tratar de formar una familia, y llevar el plan maléfico y sencillo de la evolución, que es la de replicarse..., tener descendencia.

     Puede que además del factor de una mayor cantidad de experiencias, dicho arriba, pueda repercutir la falta de memoria a medio plazo de las personas de la mediana y tercera edad. Sin capacidad para retener la información les es imposible hilar una historia coherente dentro de su flujo de vida. Bajo mi lenguaje, tienen una menor pegajosidad neural, los eventos no buscan entrelazarse entre ellos, porque ni siquiera terminan por mantenerse en la memoria, quizás por esa incapacidad de buscar los entrelazamientos con otras experiencias iguales o similares. De nuevo, no está claro si es simple deterioro del cerebro o es otro plan macabro de la evolución, como para que nos sintamos "desnudos" y en ese proceso no tratar de procrear, por sus altas probabilidades de que se den malformaciones.

Puede que esté demás, pero conviene recordarlo. Lo que he plasmado sobre el individuo es igualmente válido para la sociedad y sus culturas. La identidad nacional, la étnica, la del sexo, o cualquier otra de la dimensión social, es la identidad narrativa de una cultura. El etnocentrismo dominante cree en el concepto de progreso, ignorando que cada adelanto lleva parejo nuevos problemas. El humano no tiene más control del medio, como ha demostrado el calentamiento global, sino que está creando un sistema tan complejo y caótico que ya no hay ninguna mente individual que lo pueda pensar y encajar a ninguna idea globalizadora coherente, y mucho menos "controlar". En esa dirección muere la narrabilidad y muere más fácilmente la capacidad individual para dar sentido al mundo. Esto es lo que quiere decir la muerte del metarrelato del posmodernismo: ya no tenemos fe en ninguna persona, en ningún credo, en ningún relato del mundo, en una inteligibilidad del fluir de la historia. Si no hay un origen, un porqué y un fin sólo queda vivir el momento, sin contar demasiado con los valores, que se vuelven moneda de cambio. Al igual que la identidad narrativa individual, la "narración" que haga una cultura sobre ella misma es un intento vano de dar sentido al mero azar de los eventos históricos, y dar la falsa ilusión a sus gobernantes, intelectuales, Estados o potencias de creer que tienen control sobre el mundo y lo social. El movimiento hippy, que trató de invalidad el concepto de jerarquía; o el feminismo, que trata de igualar a los dos sexos (en comportamientos, en lo sexual y la estructuración cerebral); o la teoría Queer, que trata de desdibujar las tendencias amistosas y lo sexual hacia un nuevo mundo sin órganos sexuales, son vanos y azarosos intentos de dar ciertos tipos de orden al mundo, cuando la realidad es que el mayor peso es lo promediado por la evolución, y este proceso es lento... ¡muy lento! No ha habido grandes cambios en nuestros cerebros y nuestros cuerpos en los últimos cien mil años, desde que saliésemos de África. Por el contrario lo social está llevando a paradojas como la hiper-obesidad, las enfermedades autoinmunes, y una mayor tasa y complejidad de los trastornos mentales. No porque haya algún cambio en lo evolutivo, sino porque no sabemos "leer" lo que nos dice la evolución, y creamos sociedades a partir de los errores de dichas lecturas.

   Todo esto nos lleva a una segunda dimensión del tema. La temporalidad, en concreto del futuro, pasó a formar parte del ser humano, y aquel que tuviera más control sobre su futuro, en la doble dimensión del automonitoreo y la autodirección, tenían ciertas ventajas sobre aquellos que no las tuviesen. En el libro "la imposibilidad de la razón" ya argumentaba que la previsión del futuro era uno de los componentes centrales para entender al ser humano.


   (De momento dejo de escribir por hoy, que cuanto más escriba más endeble se vuelve el texto. Temas a tratar: 1. ¿la previsión de futuro no implica algo de sociopatía, en tanto que controlar las emociones? (las típicas historias de las películas de dejar un amor por los estudios o los negocios). 2. La mujer no se vio más obligada a la previsión de futuro dada la larga infancia de sus hijos. 3. No "eligieron" a los hombres que más capaces eran de prever el futuro, a la vez aquellos que manifestasen ingenio, pues conllevaba adaptarse a situaciones complejas de esos posibles futuros. 4. La auto-domesticación humana pasó por dar validez a ese tipo de persona. 5. No se creó una jerarquía en donde los que estaban en la cabecera del tren tenían esa disposición y los que estaban al final del tren eran los menos previsores. 6. Tal disposición ¿la ha dispuesto lo social o la evolución?, tal parece que la evolución, ya que por la prueba de la demora de la gratificación (tentar a niños con un dulce ahora, o dos cuando vuelva el científico -ver vídeo-) parece programado en el ADN. 7. ¿Cómo son los preconcientes bajo esa medida de previsión del tiempo?, no será el bipolar alguien incapaz de encontrar una situación estable entre esos dos opuestos.)

-La metáfora, o más bien analogía, del tren es la que usó Jacques Lob en su novela "Le Transperceneige", aunque me imagino que viene de antiguo bajo otras metáforas posibles (tirar de carro: caballería frente al conductor). De tal novela se hizo la película "Rompenieves" (descargar Torrent) de agrio, contradictorio y esperanzador final.

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