Caos: Sin Sentido o Sentido



"Ese es el problema de ser invisible: acaba uno muy solo." en la serie "Trinkets"
"El demonio de la exigencia reside en el detalle exasperante." Kevin McCloud
"...la mayoría de las cosas sin resolver, sin reparación, mascullando que es todo un caos. Y por mucho que comprendamos que todo es caos, esa comprensión es una negación del caos y por lo tanto debe ser ilusoria." Bryan Stanley Johnson
"El sentido de las acciones, «en el acto», se configura por su relación con el propósito." Peter Berger



(El presente escrito es parte de otro mayor donde se tratan los temas siguientes:

Azar, libertad y determinación.
Caos: sin sentido o sentido.
El sentido está en las primitivas.
• ¿Hacer algo o no hacer nada?
Reacción frente a acción.
Las capas de la historia.

   El primero "azar, libertad y determinación" estaba escrito, pero era bastante personal y he optado por buscar otro ejemplo distinto mío; en principio para ir contra la auto-creación de la identidad -que siempre es susceptible de crear autosugestión- como lo describe el presente escrito. Tampoco hay que olvidar y menospreciar aquello de "por la boca muere el pez". En azul, y por si no está claro, spoiler de una serie.)

Caos: sin sentido o sentido

   Tratando de buscar el concepto de situación de Sartre, diferente en su uso con respecto a otros pensadores y la versión mundana, para ponerlo como enlace a la gráfica sobre el mapa de lo que es el cerebro con respecto a las primitivas, indagué en la Wikipedia sobre el teatro de situación, y de allí me remitió al teatro del absurdo. Me encontré que en su momento había habido cierta polémica entre Sartre e Ionesco, uno de los representantes del teatro del absurdo. Se me antojó que dicho debate daba para un escrito y para explicar uno de mis conceptos centrales. Traté de investigar sobre el tema, para usarlo de núcleo y base del escrito, pero no encontré demasiado. No digo que no exista algún escrito o que no se pueda profundizar en ello si así se desea, pero estaba fuera de mis deseos hacerlo, pues no era la base del tema que quería tratar. La idea de fondo me valía. Como el cerebro queda anclado a ciertas ideas como pendientes (pregunta abierta), y rápidamente detecta del medio todo aquello relacionado con dichos anclajes -es a lo que yo llamo pegajosidad neural- al empezar a emitir la serie "Catch-22", al poco me di cuenta que me venía muy bien para asentar y explicar aquello que trataba de mostrar, sobre a qué me refiero con absurdo y porqué en cierta forma me posicionaba al lado de Ionesco con respecto a Sartre . Vayamos a ello.

   Tratemos primero de la diferenciación entre el teatro del absurdo y el de situación. El último, propio del existencialismo y sobre todo de Sartre, crea una trama muy elaborada donde cada acción tiene sentido con respecto a un final. Es la típica estructura de principio, nudo y desenlace. El autor crea el esqueleto desde ese final, de tal manera que tiene que encajar cada parte para que todo lleve a la última acción. De fondo la cuestión lleva solapado preguntas esenciales con respecto al sentido de la vida, el significado de todo, en donde la narrabilidad y lo teológico es lo que hace que todo tenga una trama bien trazada. En algún escrito yo he usado la metáfora de una linterna que alumbra hacia atrás en un túnel. Imagina encontrarte al final de un largo y oscuro túnel y ver la luz de la salida, por el medio vas tropezando y esquivando las cosas que vas encontrándote por el camino, al final, en la salida, te encuentras una linterna y la enfocas hacia el túnel para ver con qué te chocabas. Sin la linterna el "sentido" no se ve, está en la oscuridad, y al enfocar con la linterna es cuando podemos ver cada detalle con los que nos hemos ido encontrando. Las obras de crímenes, como las de Agatha Christie, tienen esta estructura: sólo al final tiene sentido cada detalle. Un buen escritor de dicho estilo ha de cuidar cada detalle y ha de revisar una y otra vez que cada nuevo acto o situación no contradiga o vaya contra ese final. A la mente me viene de igual forma la película "el sexto sentido" o "sospechosos habituales", los flashback finales van pasando por distintas partes de los films, para mostrarnos que ahora tienen un nuevo sentido, a partir de unas últimas informaciones que "rematan" las obras. Toda la narrativa, todo arte, tiene que estar inmerso dentro del sentido, y por ello de las finalidades. Esa es la estructura que explica lo humano. El cerebro está construido con dicha estructura, de tal manera que está ávido de sentido, de finalidades, de porqués. Es, en un lenguaje que yo usaba antes, un patrón enquistado, lo que yo llamaba narrabilidad. Cada acción se empieza porque hay una finalidad que le marca la ruta a seguir. Si tengo hambre, y en la actualidad, me dirijo a la nevera para saciar mi hambre. Esa estructura, basado en actos sencillos, después es la que tiene que encajar para explicar varias acciones a lo largo de meses o años, o toda una vida. Pero, ¿tiene sentido que tengamos que usar dicha estructura para todo?, en definitiva: para dar sentido a nuestra vida, a la vida sobre el planeta, y a que exista algo -el universo- en vez de nada.

Estructura Aristotélica de la trama trágica
  
  Con esto llegamos al teatro del absurdo, que por no divagar y ahorrarme trabajo dejo la definición hecha por la Wikipedia:

"Aunque el término se aplica a una amplia gama de obras de teatro, algunas características coinciden en muchas de las obras: comedia amplia, a menudo similar al vodevil, mezclada con imágenes horribles o trágicas; personajes atrapados en situaciones desesperadas, obligados a realizar acciones repetitivas o sin sentido; diálogo lleno de clichés, juegos de palabras y tonterías; parcelas que son cíclicas o absurdamente expansivas; ya sea una parodia o rechazo del realismo y el concepto de obra bien hecha."

   Su obra más célebre es "esperando a Godot", en donde ciertos personajes dicen esperar al nombrado en el título, sin que este nunca llegue. La obra parece como el típico reloj estropeado, que queda anclado en que su minutero avanza un paso, e inmediatamente vuelve a la posición anterior. "Nada sucede, dos veces. Y entonces algo sucede, y te hace desear que no vuelva a pasar nada", llegó a decir el crítico Vivian Mercier. A la mente nos puede venir igualmente, por tener algún vínculo o guardar cierto talante, el propio Kafka, o escritos como "Ulises" de Jamen Joyce. El primero ha sido, superficialmente, calificado de surrealista, en donde el sentido es aquel que puedan tener los propios sueños y por ello su posible simbología, sentido que el propio autor negó. El segundo -la obra de Joyce- de un escrito que sólo puede ser llevado a cabo una vez, y no se le permitirá a ningún escritor más crear tal "monstruosidad sin sentido". De fondo igualmente uno puede pensar en la música dodecafónica, aquella que no trata de atenerse a armonía, ritmo, melodías, ni ningún tipo de patrón finamente estructurado. Qué tienen todas estas manifestaciones en común: que carecen de sentido, del componente teleológico y narrativo. No hay finales que alumbren o den un sentido a dichas obras. Finalmente el cerebro se rinde a la evidencia que no hay que preguntarse, que allí (no) hay nada. La palabra y el concepto de nihilismo emerge sin que uno lo pueda evitar.

¡Spoiler, sobre la serie Catch-22!, aunque no me voy a meter en detalles.

    La serie "Catch-22" se basa en un soldado, bombardero, que trata de evitar su cometido, pues en definitiva trata de mantenerse vivo. Durante la serie lo vemos hacer una y mil artimañas para "escaquearse", en donde algunas funcionan y otras no. Desde el primer capítulo sobresale un concepto, que es el que trata de mostrar la serie o el escritor: la banalidad y lo fortuito de la muerte de sus compañeros y amigos. El propio título explica su propia trama. Catch-22 es un concepto del ejército que viene a decir que si tratas de argumentar que estás loco para librarte de ir al frente, es que estás lo suficientemente cuerdo para no estarlo, y que los que están locos son los soldados que no hacen nada para ir al frente, pero en el momento que traten de alegar que sí lo están dejan de estarlo. Una trampa argumental de la que uno no tiene escapatoria o es posible un contraargumento. La serie redunda en muertes, actos y situaciones sin sentido, o en las que intervienen más el azar que unas causaciones o en vistas a un final. Nos trazan personajes como el soldado que trata de hacer negocios en medio de la guerra, y embauca al personal al mando o al propio enemigo para crear una empresa que reparte beneficios entre todos sus asociados; o ese otro personaje que no trata de ver que la prostituta con la que se encuentra y paga sólo trata de sacarle el dinero, mientras él cree que están enamorados y en espera para casarse. No se atiene a ningún argumento disuasor, mientras que para el resto de los personajes es algo evidente y claro.

Fin de spoiler.

    Entonces… ¿cómo es la vida? El problema de los escritores de novelas de crímenes es el alto coste que requiere mantener la trama con cierto sentido, sin que nada la contradiga. Cuanto más larga sea una de dichas novelas, y cuantos más personajes introduzca, más complicado se vuelve mantener el sentido de cada acción. Por ello este tipo de obras se cierran en unos pocos personajes y se centran en ellos. En muchas series largas, donde han introducido muchos personajes y tramas, el final suele ser decepcionante o en alguna medida fallido, porque los guionistas se ven abocados a cerrar la serie por lo que les dicta la historia, sin tener demasiadas opciones de cambios, perdiendo todo el clima que se había tratado de mantener hasta ese momento. Así sucede en series como "Lost", Rubicon", "Years and years" o el propio "Juego de tronos". Otro caso son las novelas de espionaje. A menudo uno se dice: por qué cuando sucede algo clave, y se encuentran dos de los personajes, no le cuenta uno al otro el descubrimiento o el suceso que le ha ocurrido al detalle..., porque de ser así la trama se volvería más previsible y los finales más insulsos: se rompería el ritmo en crescendo. Lo mismo ocurre con una vida normal. Cuanto menos años se tenga todo se mantiene con cierta linealidad y sentido, pero con cada año que se cumple se vuelve cada vez más complicado que todo sea posible que "encaje" o cuadre con un sentido y/o finalidad. La mayoría de las veces, yo diría que un número cercano al 100%, según se llega a los 40 años uno queda "derrotado" por la vida, al ver que es imposible de buscarle un sentido y finalidad, donde en nuestras tramas han sucedido tantas cosas, tan variadas y contradictorias, que se nos hace inútil crear una posible narración a dicho desbarajuste. Es muy posible que la crisis de los cuarenta, y más tarde la de los cincuenta -de la mediana edad-, tengan de fondo esta sensación de la pérdida de sentido. Yo recuerdo que a los veinte años aún podía encajar con una historia -narración- mi vida, como si ese momento o situación a la que había llegado diese sentido a todo el pasado…, diese sentido a cada una de las penurias y calamidades por las que había pasado. Lo mismo -casi puedo asegurar- a que esa fuese mi sensación a los 34 años, con otro acontecimiento clave de mi vida. Los actos y las decisiones en las que había hecho algo "mal", ya fuera contra mí mismo u otras personas, aún cobraban cierto sentido, mirados desde ese final. Hoy sin embargo puedo decir (y asegurar) que nada tiene o tuvo sentido. Estamos "condenados" a crear una trama de nuestras vidas que den sentido a nuestro actual presente, al modo de la linterna que alumbra al fondo del túnel. Pero mirado desde mi actual edad comprendo que el cerebro estaba en la trampa de crear sentido, cuando en realidad la mayoría de los actos eran fortuitos o sin ningún sentido. Si como reza el paradigma actual, el cerebro crea un mapa del mundo, que es del que parte para su comportamiento, llega un momento que el cerebro por sí sólo, por conocimiento implícito de ir evaluando y promediando la sociedad, la vida y a las personas, se percata que  no vale ninguna regla, que todo es demasiado caótico como para encajarlo a estimaciones, historias y patrones.  Fijarse que un joven ya tiene toda la estructura cerebral "montada", y sin embargo están llenos de vida, energía y esperanza..., les faltan experiencias que terminen de dibujar su mapa, y les falta el descubrimiento de que la vida es un valle de árido sentido;  y de ser así, ¿en qué momento te "rindes"?, o como se le quiera llamar. No tengo claro cuál fue ese momento, y si se dio algún tipo de insight (compresión nítida) o solamente ha sido una progresión muy difuminada. Lo que está claro es que al final he dejado de dar sentido a todo.

    Pero las cosas son así y no son tan sencillas a la hora de buscar los porqués. ¿En qué medida a veces tratas de dar sentido a tu propia vida para hacer que los sentidos de los otros sean vacíos? O sea, y no es una cuestión cargada de moralina y de venganza, en qué medida en toda historia siempre al haber varias versiones y validar la tuya lleva implícito invalidar la de los otros. Dos versiones o sentidos es algo incongruente, como si al final una novela negra tuviese dos criminales con un porqué cada uno, cuando sólo hubo una arma y herida de muerte, y no es que fueran compinches. Dos historias montadas en paralelo, con dos tramas posibles y dos motivos distintos, en donde los indicios a la vez encajasen en las dos tramas (se puede hacer como sentido de la obra, claro). Lo que quiero decir, de fondo, es que la existencia humana sólo puede darse desde un sentido. Desde que nacemos, y seguramente porque esté implementado en el ADN, empezamos una narración, en donde cada acto, pensamiento, sensación, sentimiento y suceso tuvieran que encajar dentro de una trama y una finalidad. Pero he ahí que el otro está haciendo lo mismo y yo soy parte de su trama y sentido. El juego de la libertad, como conflicto sartriano de la existencia del otro, cobra así otro sentido. Igualmente la dualidad sujeto/objeto. En mi trama los otros son los actores secundarios, que en tanto que "perfilan" mi trama no tienen que tener la suficiente potestad como para desbastarla o contradecirla. En ese sentido todos son objetos de nuestras tramas o historias, partes del decorado, que puedes quitar o poner a conveniencia, dependiendo de la trama que estés creando para ese presente. Si para el trama actual no encaja cierta parte de la vida, se "olvida" o se ignora. Si de repente alguien del pasado da más sentido a nuestro presente, lo ponemos como parte importante de nuestra nueva visión. ¿Estoy siendo demasiado cínico? Tratemos el tema más detenidamente.

    Por qué alguien que nos da todo el sentido a la vida, como pueda ser la pareja o esposa, de repente se vuelve tan "odiosa" al separarte o divorciarte. Porque su historia, o su propia visión de lo acontecido, es en muchos casos diametralmente opuesta a nuestra propia visión de lo acontecido. Antes del amargo final ha habido una gran cantidad de discusiones y noches en vela para hacer valer nuestra propia historia, decisiones y puntos de vista. En cada una de esas situaciones alguien cree haber derrotado al otro: ha tratado de validar su propio punto de vista o su propia historia. Pero al final los puntos son tan dispares, se tienen unas versiones tan distintas de todo, que se hace inevitable la rotura. Desde el momento que eso sucede has de reinventarte y reconstruir tu propia vida con una trama y con un sentido, en la que esa persona que fue "el alma de tu vida", de repente es todo lo contrario. En esa disposición nace la amargura y el posible odio hacia el(la), puesto que tiene su propia versión de todo lo acontecido y eso sólo puede ser así, si tu propia visión está "equivocada". Lo mismo para cada situación en donde ha habido varios puntos de vista y varias versiones que se invalidan la una a la otra.

   ¿Qué hay de fondo para no aceptar tan de buena gana las tramas de esas otras personas? La cuestión viene dada por la estructura del propio cerebro. Lo que yo en su momento llamaba narrabilidad, al final encontré que era tratado bajo el concepto de "identidad narrativa". El cerebro guarda el pasado como memoria episódica, pero nos son archivos que permanezcan inmutables, al igual que cuando en un visor ves una imagen de un directorio, y donde tal visualización no hace ningún cambio real en el archivo del ordenador. No. En el cerebro cuando el prefrontal "trae" -ya sea por recuperación o por recuerdo y sea por un monólogo interior o por hablar con alguien- un dato del pasado, lo altera con las sensaciones que se tengan en ese momento (y las apreciaciones que haga el cerebro sobre cómo el otro acoge tal historia). Lo mismo ocurre al soñar con alguien o algo del pasado: el recuerdo está siendo alterado. Se crean nuevas conexiones con otros recuerdos (neuronas o grupo de ellas) o con las nuevas sensaciones, de tal manera que cada vez que es traído al presente se le ha añadido nuevos "datos" (puntos de vista, sensaciones, emociones, cogniciones, razones). Esta forma de proceder, de contarnos o contar nuestra propia vida, es la llamada memoria autobiográfica. La identidad narrativa es la visión que nosotros tenemos de nosotros mismos a través de ese "movimiento" de la información en bruto, dentro de nuestro cerebro. Lo que queda en juego, por lo tanto, cuando hay dos versiones de una misma historia, es nuestra propia identidad: la narrativa, aquella que nos da un sentido y una finalidad en la vida. Libertad -en tanto que ente que se construye-, identidad, y vida y sentido, todo es una y la misma cosa bajo distintas formas de verlas. Son distintas caras de una misma figura geométrica. Distintos filósofos y pensadores han visto a la misma figura, y sus refracciones, a partir de distintos ángulos o caras, pero de fondo son la misma "cosa", la misma figura. En definitiva, y bajo el punto de vista que mantengo en el presente escrito: mi vida y todo en ella tiene que cobrar sentido a partir de la historia que cuente sobre ella, en este momento dado, puesto que están en juego mi libertad y mi propia identidad.

   Encontré que tal idea la ha recogido el mundo anglófono como "face" a partir del concepto chino 臉面. Ante la imposibilidad de ser traducido correctamente, y que el propio inglés sabe de dicha tara, es preferible dejarlo sin traducir. Quizás sería semejante al concepto español de semblante, en tanto que aparecer o representar, y en donde la expresión "compón tu semblante" quiere decir mostrar seriedad y modestia, o serenar la expresión (Drae), o sea no mostrar la emoción real, si no la requerida para la situación. Vuelvo a recurrir a la Wikipedia para explicar el concepto chino de face:

Face es una imagen de uno mismo, delineada en términos de atributos sociales aprobados.
Face es la respetabilidad y/o deferencia que una persona puede reclamar para sí mismo de los demás.
Face es algo la que se invierte emocionalmente, y que se puede perder, y es mantenida o mejorada, y debe ser atendida en numerosas ocasiones de la interacción.
Face es un sentido de valor que proviene de conocer el propio estado y que refleja la preocupación por la congruencia entre la propia actuación o la apariencia y el valor real de uno.
Face significa "valoración socio-dinámico", un hipónimo léxico de palabras que significan "prestigio; dignidad, el honor, el respeto; status".

    Fijarse que el rostro humano es comunicación. Hasta cierto momento de la prehistoria debió de ser comunicación interna (entre humanos) y no era para falsear, al modo de avisos: si se le veía cara de susto a alguien te ponía sobre aviso, si de asco igualmente, pero para la comida. Las emociones básicas son un lenguaje universal de hacernos entender nuestro estado interior a otros, que solían ser los de tu familia o grupo. Pero por procesos evolutivos y sociales, al final el lenguaje de la cara tomó otras dos direcciones: ocultar (no dejar ver la emoción interna por propio interés) y engañar (poner ciertas "caras" con ciertos fines egotistas o de intereses propios: "poner cara de pena", que es distinto que tener/sentir pena). Al igual que la mano y otras partes del cuerpo, la palabra cara en español, tiene una gran cantidad de frases hechas, como: "tener mucha cara", para hacer ver que alguien es muy egoísta, o decimos "se te tendría que caer la cara de vergüenza", "cara de perro", "no dar la cara" y un largo etcétera. Lo que quiero dar a entender es que el lenguaje se creó a partir del lenguaje del propio cuerpo y es muy posible que ciertos conceptos naciesen a partir de los propios gestos y emociones marcadas en la cara. En el chino, así face, es posible, que designase la imagen que uno ha de dar hacia lo social e igualmente que ha de cuidar. Es por lo tanto una extensión del honor y el prestigio. Pero, ¿qué relación tiene con la historia personal? El prestigio y honor de una persona ha de ser coherente con sus acciones y su vida. Si de lo que se trata es de hacer ver que se es una persona confiable se ha de hacer tal tipo de acciones, y toda posible acción que contradiga dicha cualidad va en detrimento de ser aplicable a esa persona. En definitiva, que tu propia historia te da la posibilidad de mantener y ser fiel a una identidad narrativa (face en definitiva), que es la que a la vez te puede dar prestigio y cierto honor. De esa manera, de nuevo, lo teleológico marca cómo ha de ser una vida, no porque ese sea su sentido, sino porque ese es el sentido que uno mismo se trata de trazar como plan de vida. Quienquiera que trate de mostrar que ese no es tu "verdadero ser", con ejemplos de hechos o palabras de tu vida y pasado, es potencialmente tu enemigo, pues derrumbará la imagen que te habrías creado para ti y para los demás, en definitiva tu prestigio o tu face.

    Con estas últimas afirmaciones se llega a otra futilidad, fatalidad y facticidad (las tres efes) de nuestro ser y nuestro sentido en la vida: ¿uno es o se hace ser?, ¿esas dos entidades hablan de un mismo ser?, y ¿en qué medida nos "programamos" a nosotros mismos en ciertas afirmaciones o bajo ciertos fines?; por ejemplo, si alguien redunda, por narcisismo de las pequeñas diferencias, en que tiene dificultad cuando le dicen a derecha a o la izquierda, al final el cerebro se "ejercita" en ofuscarse en tal tarea. ¿En qué medida nos programan los otros al no dejarnos "mover" de nuestro papel?, el típico "te creía más serio" o frases similares. El humano se ha concedido a sí mismo el derecho de "hacerse" a sí mismo, tratando de salvar toda posible predisposición dada por el ADN, ¿o es una falacia?, ¿qué es autenticidad? Si se analiza la vida desde la perspectiva de que somos nuestra propia memoria autobiográfica, que como hemos visto es maleable y alterable, en la medida que al traer cada dato de nuestro pasado lo cambiamos… qué dice eso de dicha identidad, ¿no nos dice que es una construcción? Se me puede contraargumentar que en la medida que uno se construye a la fuerza termina siendo dicha construcción, pero siempre nos olvidamos del azar, los otros, los errores, y cómo no: lo que el cerebro olvida u oculta bajo sus mecanismos defensivos. En la serie "Rubicon" (este dato es marginal y no es spoiler) cierto día al protagonista -cerrado en sí mismo por una pérdida- le saluda un mujer desde su ventana, en lo que se supone que es un patio interior; insolentemente y con frialdad no le devuelve el saludo y se va. Días después, inyectado de optimismo y de forma aperturista, la espera para saludarla, siendo en este caso despreciado por ella ("donde las dan las toman", reza el dicho popular). A este tipo de cosas me refiero. De haberla saludado quizás hubieran iniciado una relación, que a su vez habría evitado otras, y así en un juego de carambolas en cadena. ¿Hay realmente un ser al mando en todo este proceso?, como analizamos el túnel con la linterna -desde el presente y hacia el pasado-, lo observamos a partir de ciertos tropiezos dentro de él, y así diremos: "ah, eran unas ramas en las derruidas paredes del túnel aquello que me rozó la cara", pero quizás no fueron esas ramas, sino unas telarañas que la linterna no alcanza a distinguir. Se ha comprobado que los psicólogos pueden alterar los recuerdos más lejanos y menos nítidos de las personas, hasta llegar a implantar un suceso que nunca existió (ver vídeo). Freud es muy seguro que hizo pasar por esos procesos a sus pacientes. Cuanto más lejano en el tiempo sea el suceso más susceptible es de ser alterado o creado.

    Si se analiza cualquier vida individual el proceso viene ser más o menos igual a lo dicho arriba sobre las tres efes. Pedro Almodóvar, por poner un ejemplo, era un "hijo" de la movida madrileña que tanteó varios derroteros, entre ellos el de cantante, para terminar siendo director. Su "genialidad" a la vez era su ingenuidad, que al final, por ponerse "serio" con su "face", con mantener y alimentar su prestigio, perdió el encanto y la frescura que emanaban sus primeros trabajos. Algo similar se puede decir de Woody Allen. "No es el mismo" director el de sus primeras obras, que las posteriores en donde su puso "muy serio" (o se tomó a sí mismo más en serio). En los dos casos vemos que en cierta forma su público, críticos y su "face" les exigió tratar dar más de sí mismos, volviéndose al final "otros" distintos a sí mismos, lo que no deja de ser paradójico y muestra la maleabilidad de ese ente que se aparece o "semblante" ante los otros. Lo que trato de mostrar es que todo individuo es una construcción a tres bandas, de 1. las circunstancias ("yo soy yo y mis circunstancias", diría Ortega y Gasset adelantándose al existencialismo), 2. lo que él mismo pretende y 3. lo que las otras personas ven o le exigen, en un circuito de retroalimentación en donde uno mismo no es el verdadero o auténtico "motor" de lo que acaece. Se ha comprobado que un alto porcentaje, cercano al 100%, del aprendizaje de la vida, de lo social, es cognición implícita, o sea, que el cerebro lo hace sin la supervisión del prefrontal y la razón: se autoconstruye siguiendo promedios de los éxitos o fracasos de las acciones y por ello igualmente de las expresiones faciales (actitudes) propias y de los otros. Ese esquema analizado sobre Almodóvar y Woody Allen se repite una y otra vez tanto en directores como en actores, así como en los grupos musicales o los escritores. Pink Floyd, por ejemplo, dejó de ser "Pink Floyd" y al final sus fans le exigieron volver a sus raíces, pero por lo normal esos intentos terminan en fracasos, pues sus cerebros ya han sido moldeados en sus propias autobiografías neuronales, de tal manera que aquellos procesos mentales del inicio ya no se pueden volver a recuperar, al igual que una información borrada por un fogonazo en una fotografía ya no deja indicios de qué había allí y en el original. Un dato a tener en cuenta con respecto a los grupos musicales es que cuando hay dos representantes de fuertes egos sus "divorcios" producen los mismos efectos que con las parejas: que terminan negándose el uno al otro. David Gilmore, de Pink Floyd, no acepta hablar de buen grado sobre el LP "The wall", el producto clave de Roger Waters, su "némesis", cuando los fans lo consideran clave, para él es un álbum menor y fallido. De nuevo renegar al "otro" para validarse a uno mismo: somos igualmente aquello de lo que renegamos, pues es susceptible de mostrar alguna debilidad; debilidades que el semblante no tiene que mostrar: el error de Aquiles no era tener un punto débil, sino que su enemigo (y todo humano es un probable enemigo futuro), conociese ese punto débil. ¿Quién duda que a veces dicen más de nosotros nuestros secretos que aquello que mostramos al exterior? En la juventud se pide a las parejas y los amigos no tener secretos. En la madurez se termina por comprender, la mayoría de las veces de manera egotista, que es mejor tener secretos, y por ello respetar los de los otros.

    Si todo humano es susceptible de un "quitarse la máscara", la cara, de ser su semblante, ¿quiénes están fuera de ese rango? La propia familia de sangre (o por lo menos lo que venía siendo una familia antes de la "hecatombe" actual, e igualmente tu compañero/a de vida: "dos que duermen en un colchón, se vuelven de la misma condición"). Los hijos son la historia y parte de la historia de los propios padres. Compartiendo el ADN comparten a la vez muchas de las predisposiciones y modos de hacer, de tal manera que lo que suela hacer un hermano suele estar dentro de lo que uno mismo concibe de sí mismo. "Mantenemos un mismo espíritu, por eso somos una familia", afirman en la serie "Big love". En la prehistoria contar la vida de los ancestros era parte de la rutina familiar, de tal manera que predisponía, al modo como lo he relatado arriba, a la propia memoria autobiográfica intrafamiliar. Antes era más normal frases como "eres como tu abuelo" o "como tu tío-abuelo" del tal forma que uno se veía tentando a preguntar por él como para al final forjar ciertas maneras que eran de dicho ancestro, pero quizás no tan propias. Esos narraciones forjaban una identidad familiar que más tarde sería lo que hoy entendemos por cultura y que se ha extendido a una región o incluso a un país. De nuevo facticidades, cosas que nos vienen dadas desde que nacemos sin que las hayamos elegido. El secreto sucio del concepto de cultura es que en su base sólo trata de ser instinto. Las tribus que aún subsisten en el planeta no creo que diferencien entre instinto y cultura, pues todo acto propio de su tribu es tan ancestral que ha perdido la línea divisoria entre esos dos actos y conceptos. Hay que recordar que el primer tipo de utensilio de piedra, a modo multiusos, se repitió por cientos de miles de años en nuestro antepasado antecesor. Llamamos cultura al hecho que diferentes grupos de una misma especie tenga hábitos diferentes, como así sucede entre los chimpancés que cazan termitas con una rama o aquellos otros que parten nueces con piedras, y la posibilidad de incorporar dichos saberes del otro grupo dentro del propio acerbo del grupo. De nuevo aquí se aplican las tres efes. Se supone que la identidad de un grupo no ha de tener que ver con nada externo, cuando el concepto de cultura implica la posibilidad de incorporar el saber de otras culturas y/o versionarlas para al final volverlas propias. De ahí la falacia y la vacuidad del concepto de identidad nacional, pues "lo propio" carece de un significado "real" y pleno, pues la ausencia de influencias son imposibles. Lo valida -y mantiene- cada humano que nace en dicho país como propio, al igual que lo hace con cualquier otro aspecto de lo que venimos llamando "face" o semblante (el lenguaje, por lo demás, se va por los lados más extraños y contraviene ciertos conceptos culturales -de nuevo los juegos de retroalimentación-, como en la expresión "no te pongas flamenco", ponerse chulo, soberbio).

(Aquí ha de venir una gráfica sobre relicarios de absurdos de la sociedad actual, como comprender que el exceso de limpieza es un precursor para las enfermedades autoinmunes y no se trata de ser tan limpios por cuestiones sociales (conformidad, al fin y al cabo). O una ley inglesa ecológica en donde al construir una vivienda y si no llegas a ciertos puntos, no puedes vivir en ella, cuando parte del daño ya está hecho con su construcción y cuando el 99% de las viviendas bajo ese baremo no deberían de habitarse. O que el Estado de trabajo públicos por puntos, y dos personas del mismo núcleo familiar sean funcionarios, cuando en otros núcleos familiares no trabaja ninguno. O que te quiten la antigüedad en el INEM por no sellar, cuando has podido tener causas mayores, y entonces a nivel estadístico baje la cifra de personas paradas de larga duración. Si todo esto, además cuestiones que se le puedan ocurrir a cualquier persona bajos sus perspectivas, fuesen planteadas bajo el teatro del absurdo, ¿qué nombre tendría que tener tal tipo de teatro?, tal sólo teatro de la vida.)

    Con esto volvemos atrás, a la disputa entre Ionesco y Sartre y la serie "catch-22". En realidad no tenían razón ni uno ni otro, o la tenían los dos. El mundo tiene un orden implícito -subterráneo, plagado de primitivas- que escapa del concepto de absurdo, pero sus "razones" no son las "razones" que están establecidas en lo social. Tan absurda puede ser cualquiera de las acciones sin sentido mostradas por el teatro del absurdo, como muchas de las rutinas y hábitos que adquieren y mantiene ciertas culturas como parte de su identidad, o como absurdas son las creencias y las acciones más recónditas, escondidas y secretas de la mayoría de los humanos. Por lo que algo deja de ser absurdo es porque es parte de nuestra identidad, mientras que sí lo pueden ser otros hábitos similares de otras culturas o identidades. En definitiva que absurdo o sentido sólo son puntos de vista desde una identidad o cultura, y en esa medida todo es absurdo y tiene sentido a la vez. Ritualizamos ciertos procesos no porque sean parte del prefrontal y la razón, sino porque emergen de lo más subterráneo del cerebro bajo la simple premisa de buscar sus equilibrios homeostáticos. Si el cerebro de un obsesivo compulsivo "necesita" cerrar y abrir tres veces la cerradura de la puerta no es demasiado distinto de otros hábitos como darse la mano o los buenos días. Como nos dice Bateson el cerebro "funciona" con opuestos: mostrar la dentadura fue una forma disuasoria de avisar que se podía atacar, pero al final funcionó como lo opuesto (es similar a mi concepto de ser identidad a partir de lo que no se es): "no te voy a hacer nada, estoy bien contigo", hoy a esa acción la llamamos sonreír. Dar la mano tiene un inicio similar: era mostrar que no tenías nada en la mano que atentase contra la vida del otro. Si hubiera unos extraterrestres que analizasen esos comportamientos, los analizarían como absurdos, pero como son parte de nuestra identidad humana tienen sentido.

Spoiler sobre la serie Catch-22

   Con esto llegamos al final de esta sección y volvemos con las tribulaciones del protagonista de la serie Catch-22. Desde niños, como no recuerda el poeta "nos adormecen con cuentos", vivimos rodeados de narrativas que están construidas desde el final para darles todo su sentido. Cada relato, película o historia que contamos a otro está contagiado del concepto de narrabilidad. Este proceso repetido una y otra vez terminan por forjar la identidad narrativa y la ilusión de que hemos de tener control de nuestra vidas. Aquí de nuevo volvemos al conflicto Ionesco/Sartre. Bajo mi punto de vista el "primer Sartre" es posible que hubiera dado la razón a Ionesco, pues sus bases eran la facticidad, la contingencia, los otros y la situación: Conceptos todos que implican que somos "hojas llevadas al viento". Pero por el proceso mostrado arriba de los virajes personales en cuanto uno se vuelve público, Sartre cambió al hacer del concepto de libertad su bandera: uno tenía que accionar en la vida, a partir de decisiones, de elecciones, para dirigirla. Y eso hace nuestro protagonista en la serie: trata de mantenerse vivo, tratando de manipular y alterar todo posible acontecimiento que pusiese en peligro su vida, cuando de una manera u otra siempre le salían todos sus planes mal. Es más, ciertas de sus decisiones o dubitaciones "provocaron" que ciertas personas terminase por morir, de tal manera que además de no llevar a cabo sus fines, le perjudicaban aún más. El último capítulo, en una de estas garrafales desventuras, colapsa y termina por rendirse a la evidencia: él no tiene control de sus vida y es mejor no tratar de alterar nada. En ese proceso encuentra su paz interior.

Fin de spoiler.

    (Contiene "trazas" de spoiler). El presente escrito no está exento de narrabilidad y de estar construido desde un final (teleológicamente), con lo cual según sus propias premisas no es fiable, y sí tendente a querer influenciar y por ello a "manipular". La vida no puede ser ni tener un control completo de ella, ni abandonarse a su suerte. De fondo la primitiva que emerge es el locus de control, que a su vez se basa en reducir el miedo y la ansiedad, pues dichos estados mantienen el sistema nervioso simpático activo, que en definitiva repercute en la salud y por ello lleva a la muerte. Si la premisa de la vida es la autopreservación, no le "interesa" mantener el sistema nervioso simpático activo, y por ello recurre a la ilusión del control, para "apagar" dicho sistema y volver al parasimpático. La identidad narrativa está construida desde dos lados extremos, desde las primitivas como la mostrada arriba, y desde la razón, que trata de analizar la vida de forma fría y analítica. Se es susceptible de parecer un trastorno tanto si se quiere tener demasiado control (o creer en ello: como el exceso de soberbia y de narcisismo) de la vida, como si se trata de no decidir nada. El humano, por procesos culturales, "inventó" la fortuna y a través de este primer concepto, sobrevino la buena o mala y al final los distintos dioses. En esta estructura vemos que algo cultural se vuelve instinto en el transcurso de cientos de milenios, pues ciertas personas nacen con dicha capacidad hacia la espiritualidad -y tiene una zona "dedicada" en el cerebro-, mientras otros no. Evolutivamente hablando es más "conveniente" la espiritualidad, pues beneficia y alarga la vida, ya que si "se deja hacer a la vida", no es tal que estar en manos del azar, sino de alguna fuerza que tiene unos "planes" y tanto uno mismo como el "mal" forman parte de dicho plan. La cuestión, que es lo que he tratado de mostrar en este complejo escrito -sin tratar de ser un consejo para nadie-, es cómo ha de tomarse la vida alguien que no tiene nada de espiritualidad. Mi punto de vista, realista (realismo depresivo), es que la vida carece de sentido, y todo en ella es absurdo. Tanto los actos y lo que creen las personas como el comportamiento social. Se habla de la despersonalización como un trastorno, pero según mi escrito ¿no debería de ser la norma?, ¿acaso el error humano no fue tender hacia la identidad narrativa y la social la de mantener la face? No digo nada extremo, lo mismo que argumento yo se sigue en la estructura de fondo del budismo, sólo que el budismo está bañado de misticismo y pensamiento mágico. Ahora mismo, en mi situación actual, ni he alcanzado la paz del protagonista de la serie Catch-22 (o la budista), ni quiero tomar el control de mi vida. Vivo en un limbo, en donde no quiero ocuparme de la vida, pues toda decisión implica siempre mantener el estatus quo de lo establecido en lo social como "valores" por los que luchar; cuando yo no creo en ninguno de esos valores. Conformidad, como la de la actitud final del protagonista de la serie, quiere decir hacer tu papel dentro de lo social sin cuestionar nada…. en ese caso, y como paradoja, ¿tratar de ser inconformista es no tratar de ir con la corriente?, y en ese caso no hacer nada. Ya no creemos en las revoluciones. De nada sirve cambiar la forma del bigote o depilarse las cejas: la cara, la realidad humana, es lo que subyace bajo esta y su estructura nunca cambia. Somos una especie inclusiva y jerárquica, y estos rasgos no se pueden ocultar o minimizar. Por lo demás, el paradigma actual, del capitalismo, se basa en esa lucha individualizada, en ese forjarse uno su propia vida, a expensas que otros como yo no quieran hacerlo y terminen, bajos sus conceptos, siendo unos perdedores. Lo siento, soy como los balineses, alguien que no comprende, y le resulta inverosímil y absurdo (retrotraer el concepto de absurdo tratado en el escrito) que la cultura occidental deje que alguien se muera de hambre, mientras otros viven en el exceso. ¿Y qué hacer, además, si el trabajo, como dice Baudrillard, se ha vuelto un bien escaso que no está al alcance de todos?, ¿Ni comes, ni puedes llegar a trabajar para poder comer? Toda esta lógica intelectiva, en la vida, tiene sus contradicciones, pues la vida no es lógica, sino emocional. No hay que pensarla, sino vivirla, pero esa regla no vale para los que sólo son pensamiento, y viven desde el prefrontal y la razón.

Las conclusiones a los escritos, a veces, vienen de donde menos te lo esperas... He visto la película "Los vengadores - fin de juego" y me ha sorprendido su tono melancólico y derrotista. Igualmente la conclusión de Thor, semidiós venido a menos, cuando dice: "para mí es hora de ser quien soy, y no quien debería de ser".

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