Introducción – Un Afuera del Caos y el Ruido
"La verdad no es una prostituta que se lance
al cuello de los que no la desean." Schopenhauer
al cuello de los que no la desean." Schopenhauer
A modo de prolegómeno y metáfora/paradoja, empiezo con un pequeño relato.
Un perro desde que nació, en una vivienda de un octavo piso, se acostumbró a subir y a bajar las escaleras para sus salidas a la calle. Años más tarde se instaló un ascensor. De repente para acceder a la calle o a la vivienda se hizo con este aparato tecnológico. El perro rápidamente se acostumbró. ¿Entiende el perro qué ocurre?, porque de repente está en la planta baja o el cuarto piso, sin subir o bajar escaleras, ¿”sabe” qué es un ascensor o cómo funciona? Más bien lo que parece es que ni lo entiende, ni dicho proceso le produce ninguna desazón; no se da cuenta que cuando está en el ascensor y en el octavo piso bajo sus patas hay un abismo. Y … ¿no es el humano medio igual?; ni entiende la vida, ni su cerebro, ni la naturaleza y apenas nada. Como el perro simplemente se limita a subir al ascensor, que es la vida y sus aparatos tecnológicos, y no quiere saber nada de nada, más que dejarse llevar por esos procesos que implican el vivir. En ese caso si alguna vez el ascensor queda parado, con un terrorífico frenazo brusco, el perro sí “pensará/sentirá” su situación y se preguntará qué está pasando, como para permanecer tanto tiempo cerrado en ese espacio tan pequeño, incómodo y sin alimentos ni agua. El humano le va a la zaga: pensamos en las cosas, en la vida, tan sólo cuando nos crean problemas o dolor. En algún momento nos sentiremos encerrados y nos preguntaremos por la naturaleza de las cosas y la vida, en esa situación, pero tan sólo para poder seguir adelante con nuestra “santa ignorancia”. De ser así, y si me preguntase una futura inteligencia artificial, o una vida extraterrestre, de qué se "trata" ser humano, les diría que de rehuir de la conciencia, de rehuir de las capacidades del prefrontal: su mayor bien y su peor mal.
¿Por qué no leer este libro? ¡Empiezo bien, con una negación, con un aparente pensamiento negativo! ¿En qué medida el mundo va mal porque no somos lo suficientemente honestos? Qué envenena más: ¿un pensamiento negativo honesto o mucha deshonestidad disfrazada de pensamiento positivo? Retomo la pregunta, por qué no leerlo. Primero. está mal redactado, salta a la vista mis problemas con el lenguaje, con la fluidez del pensamiento. Tengo dislexia escrita y leída, de tal forma que incluso no puedo corregirme de forma correcta. Tengo una memoria a corto plazo o de trabajo problemática, y por otro lado tengo problemas con la recuperación de nombres y adjetivos (anomia o afasia nominal). En el capítulo "el núcleo de lo humano" trato de crear una teoría del cómo una mente, tan errática y llena de fallas como la mía, puede llegar a escribir y crear todo un sistema, tan complejo como el expuesto en el presente libro. Recurro a que el ordenador me lea lo que escribo, a la vez que lo leo, para tratar de hallar las fallas; y es posteriormente cuando recupero el nombre de conceptos o autores, a la hora de revisar. Aún con todo no descubro la mayoría de los problemas. Eso crea un tipo de escritura demasiado “barroca”, con demasiado detalles que entorpecen el mensaje. No es un estilo, es una deficiencia, que además está unida a que no tengo freno, a que mi cerebro va muy rápido y dejo colar en la escritura casi todo pensamiento, por muy alejado que parezca del contexto, de tal forma que casi no hay ninguna frase sencilla, si no que casi toda está interrumpida por circunloquios y frases y más frases anidadas. Seguramente sólo un cerebro como el mío es capaz de seguir el hilo. Segundo. En esa misma dirección no es un libro bien elaborado y repensado desde el principio que después he redactado. Más bien es el fluir de una investigación personal, en donde digo y me desdigo de forma constante; aun así va en una dirección, hay “descubrimientos” que van ampliando la panorámica. Se supone que debería reescribir todo el libro a partir de los finales, pero prefiero que se mantenga ese caos y proceso. Un “error” de los ensayos es que los autores te dan su totalidad desde un final ya prefijado, lo escriben de forma teleológica, de tal manera que todo está perfectamente “encajado” a esas verdades prefijadas. Ni la vida, ni el pensamiento o las emociones individuales son así. La constante humana es la duda, el andar a ciegas, tanteando. Este libro refleja esa realidad. En esa dirección, hay mucha redundancia, me repito mucho, ese "problema" va en dos direcciones; por un lado porque son artículos para Internet: un usuario llega a uno y hay que explicar en ese escrito todo, sin remitir a otros, pues seguramente no lo haría, el tiempo de dedicación a un tema en Internet desciende cada vez más; por otro lado todo retomar un tema es repensarlo con la posibilidad de que salga algún nuevo dato que lo confirme o lo niegue; si era sólido saldrá reforzado, si era débil es posible que muera. En otros casos retomo varias ideas dispersas en varios escritos, para cruzarlas y tratar de unificarlas en sólo una. Segundo y medio. Hago uso de muchos refranes. Es una ley no establecida que un escritor que quiera ser tomado en serio no tiene que hacer uso de ellos. Pero una de las premisas del libro son los memes. Ideas y conceptos que "han" de luchar para sobrevivir. Los refranes y los dichos son memes que nos han venido de la antigüedad y perduran, luego algo de "sabiduría" han de conllevar. Por lo demás si hago uso de ellos es junto a los descubrimientos que voy haciendo, así como para explicar algún dato científico que se entiende mejor por un refrán, por su brevedad y claridad. Tercero. Porque es un libro complicado en su estructura, en sus conceptos e ideas. No por querer o necesitar que las cosas sean fáciles, para que las pueda entender el cerebro medio, la vida lo es. Del imaginario popular emerge una "verdad", que suele ser religiosa o espiritual..., si esta fuera la "verdad" no habría tantos problemas, todas las vueltas de rosca a lo largo de la historia de dicha verdad han fracasado. Hay una segunda capa más laica, humanista, de fe ciega en el hombre y en el progreso, igualmente falla; los dos últimos siglos, que tendrían que haber sido de una mayor implementación y éxito del humanismo, no son los mejores siglos de la humanidad. Tan sólo hemos resuelto problemas "técnicos", mejora de la agricultura y la ganadería, de la sanidad..., pero el humano se siente más perdido, y adolece de crisis existenciales y de identidad, y trastornos mentales, más que nunca. Las respuestas no pueden ser fáciles, hay que cambiar las preguntas. Pero no parece haber valentía. El intelectual medio, e incluso las investigaciones de los científicos, se han vuelto tibias, en las últimas décadas, por miedo a las desairadas respuestas de las redes sociales, de la masa, cuando esta no es "inteligencia", como explico en el último escrito. Hay que quedarse sólo y pensar desde cero, sin importar que no sean unas respuestas fáciles o sencillas, que te ganes enemigos y antipatías de todos, pues atacas a todo... independientemente del posible sufrimiento que conlleve esa soledad y desarraigo. Hay que ignorar las tendencias del presente, evitar los "like", que por su naturaleza crean máscara devenida en lo "políticamente correcto", que por lo demás sólo están creando más y más identidades y divorcio de lo humano. Las redes sociales. y los nuevos modos de comunicación, han bajado el nivel de atención humano, están creando adicción, e incrementando la intolerancia, al volver las luchas más agresivas en lo verbal. No hay árbitros, la sensatez y la cordura han muerto, todos estamos en las arenas de este nuevo circo Romano, en donde no gana la verdad, sino el grupo más numerario, que de nuevo no tiene que ser el más inteligente o el más cuerdo, sino el que tiene más simpatías y/o genera más sentimientos de culpabilidad, pues se agarran en mostrar sus heridas, aunque estas puedan ser reales. Una herida no es una verdad, una herida "convence" porque a nadie le gusta la sangre. Una herida concreta no debería hablar sobre sí, debería hablar de todas las heridas existentes, de su naturaleza y de sus orígenes. Si esa herida busca curarse a sí misma, ignorando el resto, ella también crea el estado general de las heridas, que permanecerán sin ser curadas y sangrantes. Con esas "heridas" me refiero a lo que yo denomino como "islas identitarias". De fondo siempre está el feminismo, pues es la identidad más marcada en España. En este capítulo "predigo" la creación de identidades masculinas del mismo corte, dirección en la que vamos. De momento esas guerras se dan sobre todo en Internet y las redes sociales, pero cada vez "infectarán" más el panorama social. La única salida posible es la muerte de todas las identidades, y en vez de ir en ese rumbo las estamos cada vez marcando más, por cosas más nimias. Con esta idea caigo inevitablemente en el humanismo, pero soy cínico: las identidades no se resolverán y se pronunciarán cada vez más, por lo menos durante medio siglo, con la madurez de las hijas que están por nacer. Por otro lado hay que seguir matando a Dios, pues en toda crisis trata de levantarse de entre su sangre. Los últimos siglos nos han llenado el panorama de conocimientos y conceptos que no son nada asimilables, conocimientos que no parecen lógicos e incluso que se nos antojan absurdos. Conocimientos, en fin, que ponen en duda la libertad, el progreso, el que el humano sea el que está en la escala superior de la evolución, que cuestionan la naturaleza de la inteligencia, que cuestionan el lenguaje y muestra su falibilidad, que introducen conceptos como los sistemas complejos, en donde cada individuo es un mero engranaje... En ese sentido trato de ser lo más sencillo a la hora de explicar, pero no siempre es fácil, sin que en muchos casos al simplificarlos, malogre el verdadero mensaje y se pueda malinterpretar. Hay que tener paciencia, como repito conceptos, puede que en otro capítulos se llegue a captar lo que quiero decir. En esa dirección creo haber hecho de un buen divulgador de las ideas y conceptos de Sartre, ideas en muchos casos tan complejas que por muchas veces que las leas la metáfora queda vedada. Cuarto. Porque no es un libro de pensamiento positivo, no van gustar las realidades que se descubren, está cargado de eso que, erróneamente, de común se llama pesimismo. Pero es la finalidad del libro hacerlo. Bajo mi punto de vista sólo tenemos “salvación” si nos dejamos de “vendas” que nos enmascaren tanto que al final nunca avancemos realmente. O dicho de otra forma, hemos jugado todo el rato al mismo juego y con las mismas reglas, y al final realmente no hemos avanzado nada. Planteo algo así como lo que ocurre en la película “Juegos de guerra”, en donde la salida a los juegos que la inteligencia artificial, de una guerra mundial nuclear, es haciéndola jugar al tres en raya: juego que está condenado al eterno empate. La IA al final se da cuenta que el juego no tiene sentido, y para de jugar su fatídico juego que sólo le llevaría a la destrucción de las dos partes. Sólo si no dejamos de buscar la solución para cada persona, si rehuimos por un tiempo del ciego pensamiento positivo individual, y nos centramos en los eternos problemas del humano como un todo, seremos capaces de escapar del abismo al que dirigimos nuestra carrera desenfrenada y ciega.
¿Por qué leer este libro?, porque trata de quitar todas las máscaras y ver los problemas de frente. Es un "si te fueras a morir mañana, ¿qué le dirías al mundo?". El título refleja esa empresa: lo que es y lo que aparece. Diferenciar entre lo que somos y lo que creemos ser, pues sólo ese es el camino para una posible solución. Este libro no va de esas soluciones posibles, si las hay, sólo tiene la pretensión de quitar máscaras. Por otro lado, si arriba he escrito que el mayor problema y el más evadido son las capacidades del prefrontal, este libro hace una búsqueda intensiva y exhausta sobre esos procesos y sus correlatos cerebrales, posiblemente no haya otro escrito que esté más centrado en este tema, desde una posición científica, y que por extensión conlleve al final a un saber filosófico y practico. Me detengo mucho, sobre todo en la tercera parte, ha buscar el yo en el cerebro, a la identidad, y es muy posible que lo allí hallado sea bastante revelador y novedoso. Me adelanto, así, a una hipótesis que ha de venir de las neurociencias sobre lo que es la identidad y el yo, pues estas estando "atadas" a lo verificable, a los datos, no tratan de llegar a conclusiones, pues esas teorías han de venir de los pensadores más abstractos o los filósofos. En esa dirección he buscado los correlatos cerebrales a los postulados clásicos de Sartre, lo que lo renueva bajo unas nuevas perspectivas. A mencionar que Sartre trató de "crear", o dejar las bases, para el psicoanálisis existencial; en esa dirección en el capítulo "deconstruyendo el deseo sexual I" me topé con el concepto de limerencia como anexo del deseo, del cual deduje, aplicándole el psicoanálisis existencial, ciertas ideas como el rapto limerente. En los dos escritos he dejado los vestigios de cómo nació en mi mente tal concepto, y cómo lo fui desarrollando, a modo deconstructivista de seguir el rastro a mi cerebro. Lo he dejado tal cual con la idea de que se puedan desentrañar más de esos conceptos, que forman parte de la evolución y las sociedades (arquetipos, imaginario colectivo), pues una de mis premisas es que la evolución "juega" con ciertos conceptos, que son como cartas de un mazo, las cuales baraja una y otra vez, creando nuevas posiciones de dichas premisas, en donde se suman conceptos, para que de esa forma emerjan nuevas "cartas" en su complejidad. Parte de dichos conceptos están en el cerebro -en su mentalés- y este los maneja, pero el prefrontal, las palabras, y las ciencias, no logran desentrañarlos más que a duras penas, fracasando la mayoría de las veces. Con la extrapolación de limerencia y el rapto limerente, y otros a lo largo del libro, unos a nivel de cerebro, otros evolutivos y otros sociales, espero haber dado con varios de esos conceptos.
Todo pensador habla de forma constante con todo otro pensador del pasado, del presente y del futuro. En mi libro no sale a relucir ese diálogo, si acaso con Sartre, pues no soy muy bueno a la hora de recurrir a las fuentes…, demasiado trabajo para algo que es gratis, la verdad, y que además era una “investigación” para mí mismo. Por lo demás mi cerebro no es tan sistemático: es el cerebro de un artista. Estoy más cerca de Vincent van Gogh que de Immanuel Kant. Aún con todo el artista, antes que cualquier otra característica, es un tipo de persona obsesiva y más sensible que la media a la hora de encontrar patrones en el mundo, en esa medida mi "obsesión" ha sido el yo y la identidad, cuestión a la que vuelvo una y otra vez para crear una nueva teoría, o cuanto menos fructífera y renovada. Para ese diálogo previo recomiendo leer primeramente “Perros de paja” de John N. Gray, pues este autor si hace un verdadero resumen de ese previo que ha creado mi presente cerebro y forma de pensar. Este autor muestra la situación actual, y sus dilemas, como la de si hay que creer en el concepto de progreso, si la humanidad está dirigida hacia un fin, y el eterno problema de la libertad: “una persona es alguien que cree escribir su propia vida a través de sus decisiones”, nos dice el autor; dialogando para ello con autores como Nietzsche, Schopenhauer, Descartes, Pessoa, Pascal y un largo etcétera. Mi libro empieza donde él lo termina, como quien dice, pues trato de “despejar” atolladeros y dudas que Gray deja en el aire. Conceptos que dicho autor nos hace ver, como el por qué no hay paridad entre los adelantos tecnológicos y los morales: "Existe un progreso del conocimiento, pero no de la ética". Para ese fin, sobre todo en la tercera parte, me hago valer de conocimientos de las neurociencias, con la dirección de tratar de deducir una “esencia” (naturaleza) humana, y de paso deducir posibles salidas a partir de estas premisas descubiertas. Una de las direcciones de mi libro ya sale a relucir en “perros de paja”, al decir: “extraño capricho el suponer que la ciencia puede infundir razón en un mundo irracional, cuando todo lo que puede hacer es imprimir un nuevo giro de tuerca a la locura habitual”. Bajo mi punto de vista todo adelanto trae más problemas que soluciones, o cuanto menos nuevos problemas esta vez sin aparentes salidas. Una mayor sanidad ha creado un sistema inmunológico que de forma “neurótica” crea sus propias enfermedades y trastornos. El nuevo concepto de sanidad ha operado al modo de una retroalimentación positiva, en donde paradójica y estúpidamente, para lo social, cuanto más limpios seas, más “humano” eres. No aceptamos ni pasamos nada ni a nadie que esté fuera de los nuevos cánones de limpieza, aunque el sistema inmunológico nos diga que estamos equivocados. Pero este es sólo un error de tantos, errores que se mantienen como nuevas y dogmáticas “verdades” en un mundo desquiciado dentro de su propia y pulcra máscara de pensamiento positivo y de actitud beatica. De nuevo Gray da el do de pecho al decir que “la propia investigación científica lleva a la conclusión de que los seres humanos sólo pueden ser irracionales”. En esa dirección fundamento mi libro: en tratar de hacer ver todos nuestros errores, todos nuestros sesgos, nuestros límites…, nuestra racionalidad limitada.
Hay que aclarar que el libro parte de unos escritos previos, que en algunos casos es necesario leer, como qué es lo eusocial. La primera parte trata de “derrocar” en mito de la depresión, como mero trastorno o enfermedad individual. Una célula no puede permanecer sana rodeada de un cáncer o un patógeno. Lo enfermo es la sociedad. En ese caso se crea un tipo de persona o individuo que con su voz trata de hacer ver que no está enferma, que sólo es una manifestación de un mal mayor. O sea, que no es un depresivo, sino que es un realista depresivo. El mundo no va mal porque esa persona se haga escuchar, mientras el resto del mundo le llame “tóxica”, ¡débil sería el mundo si esas pocas voces pudieran envenenar la sociedad! Por el contrario el mundo va mal por no quererles escuchar. Por cerrarse en su “falsa máscara de sanidad” (American psycho). Una célula que es atacada por un virus alerta al sistema inmunológico. Error sería creer que ese comportamiento es involutivo (aunque sea sólo en lo social), cuando si es así es porque lo ha validado la evolución. En esa dirección la primera parte trata de hacer ver esos errores en lo social, el cómo está “enfermando” y algunas de sus patologías y trastornos. La primera parte lleva como subtítulo “sanidad”, porque hablaba desde la claridad de estas ideas bien elaboradas y sencillas.
Siguiendo esa línea argumental, la segunda parte, trata de decir que lo patológico es la normalidad, en tanto que asume la máscara como lo real, y ni tiene las facultades para ver el engaño, ni las “armas” para luchar contra esos engaños. Su subtítulo es rabia, puesto que empecé a ver los males del feminismo de la tercera ola, en donde más que tratar de ir a un mejor mundo, para llevarnos a unas nuevas y mejores situaciones, eran para trastocar aún más todo. El feminismo de la tercera ola desgarra aún más el tejido social, ya de por sí dañado. Retomo y ahondo en el concepto de las islas identitarias. En esta segunda parte perfilo el concepto de identidad, en tanto que es uno de nuestros mayores males. Trato de perfilar cómo se “construye” una normalidad, y los errores tanto sociales como evolutivos para que tal cuestión suceda y tenga sentido a nivel evolutivo, aunque no a nivel social. Me detengo en casos concretos y ahondo en el problema del concepto de libertad y sus aledaños, como el del yo, y por lo tanto su sustento, que es la memoria. En principio el libro sólo iba a ser un ataque a la actitud, la tan venerada y afamada actitud que “sirve” para no volverse una persona tóxica o un fracasado. Esa segunda parte acaba con una crítica al concepto de la actitud, tal como la “maneja” la sociedad actual, bajo los paradigmas del neoliberalismo; y como tal debería de acabar ahí. Paradójicamente hay -seguramente- un párrafo sobre la voluntad, la motivación y la actitud, en el capítulo "deconstruyendo el deseo sexual", que resuma mejor mi punto de vista sobre estos, que el propio capítulo para este fin. Pero seguí escribiendo, al principio sin rumbo, y al final con una dirección bien marcada. Esa es la tercera parte.
En la tercera y última parte divago en buscar y buscar, para al final encontrar una gran cantidad de ideas nuevas o reformuladas. Empiezo exponiendo un escrito de Sartre, de "El Ser y la Nada", en el que trata el concepto del valor (valencia), y teniendo la intuición que valor y conceptos son "sinónimos", o mudable el uno por el otro, para el cerebro y la evolución. Seguí desarrollando esa idea y "dialogando" con la primera temporada de "Westworld", para ir avanzando en una dirección, en donde el concepto forma parte de la trama de la vida. Mención especial es la idea de que toda vida social tiene implícita una doble dirección: la individual y la social, que más tarde confirmé a través de la ciencia. Esta doble dirección del ser humano marca otro de los referentes de esta tercera parte, en donde afirmo que lo social no ha de ser tan restrictivo, injusto y doloroso como para que al humano no se le "despierte" esa otra tendencia a lo individual. O dicho de otra forma, si lo social es una carga demasiado dura e injusta, se crean cambios epigenéticos para que el humano "apueste" o tienda hacia lo puramente individual. Un defecto de mis escritos es que, a veces, esas intuiciones pasan desapercibidas, cuando deberían ser centrales. Para eso hacía falta reescribir todo, pero prefiero esa "pureza" de lo improvisado, de lo esporádico, quizás por mi condición de artista. Por lo demás, nunca ha sido mi intención escribir un libro, son apuntes e investigaciones personales, que los hacía por diversión. Si hubiera pretendido hacer de todo este caos un libro seguramente no me hubiera "divertido", y lo hubiera abandonado. En cierto momento dado, caí en el abismo de pensar que era para nada, que el mundo “no merece salvarse“, como llegó a decir el reportero gráfico Sebastião Delgado; que el mundo tiene lo que la normalidad mental/social se merece. Que yo era una voz más en esa cacofónica infoxicación en la que se ha convertido Internet y el mundo, en donde todo era mera opinión. Cerré el escrito con varios capítulos que aclaraban conceptos que suelen confundir a la gente, como posmodernismo y nihilismo. Sentenciando que no había salida. En uno de ellos veía una posible y única salida, que descarté rápidamente, por ver la dirección que iban tomando las personas y la sociedad actual.
Dejé de escribir durante más de seis meses, en donde había quedado pendiente un epílogo, pero ese epílogo al final acabó siendo una serie de ocho escritos tan largos, densos y confusos, que posiblemente tengan la misma extensión que el resto de lo anterior escrito. Hay dos versiones de los escritos; los primeros tal como fueron concebidos (pendiente de ser subidos), y los segundos -tal como están ahora- que fueron ampliándose una y otra vez. En este proceso comprendí el cómo ideas sencillas y claramente expuestas, pueden llegar a perderse a través de desarrollarlas, que es el proceso habitual entre los ensayistas y filósofos. En estos escritos, junto al tiempo en completa soledad de los meses previos, llegué al frenesí de ideas innovadoras que dejaban ver la realidad sin ninguna máscara. De alguna forma por que la tercera parte había dejado las "semillas" precisas y concretas para que ese aluvión de ideas fuera posible. En el último escrito, “conclusiones finales”, apunto a la idea de que sólo es posible un cambio si este es disruptivo; disrupción que nunca ha existido en lo humano. De nuevo, y por las circunstancias, esa idea, que debería ser central, está simplemente en una nota. Y ahí cierro, pues el cómo ha de ser y si es posible, ya queda fuera de mi capacidad mental. ¿Que tal como broma si todo el mundo cerrase las cuentas con los bancos a la vez?, el sistema se pondría a los pies de las personas y no como curre en la actualidad. Somos los clientes de los bancos, pero ellos tienen el control; ese proceso se ha ido dando poco a poco y vamos entrando a más y más imposiciones de su parte, como que tengas que hacer tú los ingresos en una máquina, o que para pagar recibos tengas que madrugar..., ¡de locos! Bajo mi punto de vista, y tal como está perfilado hoy en día el panorama mundial y el propio ser humano, no es posible. Hace falta una evolución volitiva, como la llamó E. O. Wilson, y esta no es posible sin que la normalidad, las falsas máscara de sanidad, mueran. O sea, toda o la mayoría de la gente ha de dejar de creer en el neoliberalismo, poner medios para que eso suceda, no alentándola o alimentándola y caer en ese temido y arriesgado realismo depresivo, como para que sea necesario ese cambio volitivo, ese cambio desde una evolución de la voluntad humana para cambiar de arriba abajo todo el sistema; que se quiera o no siempre ha sido jerárquico y por lo tanto tendente a la falta de equidad. Hemos de reconocer que el humano, tal como es hoy en día, es un animal enfermo, bajo la premisa de un neurotransmisor, la dopamina, que ha hecho que cual adicto, haya metido al humano en una carrera sin límites hacia su propio fin. El humano, hoy por hoy, es retroalimentación positiva, y esta ha devenido en “criticidad autoorganizada”. Suena grandilocuente, y raro, pero se entiende mejor leyendo el libro, que es el que lleva a esa extraña conclusión.
Podría aconsejar leer los ocho últimos escritos, los tres epílogos y los del adendum, o sólo los tres del epílogo y "conclusiones finales", y más tarde leer todo lo anterior, empezando por la tercera parte, para ver cómo he llegado a esas conclusiones. O se puede leer de forma lineal y ver el “crescendo”. A elección de cada uno.
(Posiblemente será revisado o ampliado)
Descargar libro “Perros de paja“.
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