¿Qué Sentido Tendría que la Vida Tuviese Sentido?

 




  ¡Atención! El siguiente escrito puede contradecir muchas de las líneas argumentativas que están en mis escritos.

   A lo que yo llamo "preguntas abiertas", que el cerebro mantiene ahí, trabajando con ellas, tiene como fin a que a veces este te suelta una respuesta. El acierto de Twitter es que esas respuestas son cortas. O sea el cerebro no te suelta de repente la "crítica de la razón pura" de Kant, "suelta" sentencias, abreviaciones. En el caso del poeta un verso, en los de los músicos un estribillo, en los pensadores una sentencia, en los escritores una conversación de personajes, que es en sí misma un microrrelato, en los científicos un concepto englobador (la manzana de Newton, por ejemplo). Así que de repente, esta mañana, me vino a la cabeza (soy cabeza, ¡eh, sé que te ha venido a la mente!, no soy cabezón) la sentencia de: ¿qué sentido tendría que la vida, lo humano, tuviese sentido? Inmediatamente lo quise escribir en Facebook (dejé de usar Twitter bajo "sus" términos), pero me pareció que estaría bien desarrollarlo.

   Si de repente doy sentido a esa frase, qué sentido tienen mis escritos, en donde digo que todo va mal porque nada tiene sentido. O sea si te quejas de algo es porque preferirías que fuera lo contrario. Si de repente arremeto contra un sentido, cualquier sentido, ya no sé en qué puedo fundamentar lo que escribo. Estos devaneos empezaron con la lectura de una persona oriental interpretando a Sartre, traducido al inglés y de este al castellano; juego de espejos, en donde ya no sabes qué es real. Esta es la traducción, con ciertas licencias, pues no es fácilmente traducible al pasar por cinco "traducciones": del mentalés de la persona a su idioma, de este al inglés, de este al castellano, y finalmente a mi propio mentalés y de este a "mi" castellano:

   "Lev Tolstoi dijo una vez: "Cada persona tiene un corazón de rey, la gente no tiene que depender de la Iglesia, ni mediar con los sacerdotes vinculados con Dios para entrar en el cielo." Haciendo que Sartre usase las palabras de Tolstoi se convertirían en: "cada persona tiene un corazón de Dios, este Dios es él mismo. Solitarios e indefensos en este mundo, sólo ellos son sus propios salvadores… Dios no existe." Por lo tanto, tenemos el valor de la "libre elección", como cierre, pesimista, alma sufriente en su vuelo, de los que hemos elegido ese vuelo como el "reino ideal del cielo". Me encanta Sartre. Me encanta la obra de Sartre."

   Para ir directamente al tema, de cómo lo quiero decir yo cerebro (en vez de "mí cerebro", pues soy eso y no es mí posesión, resulta raro cambiar el lenguaje, la frase parece mal construida, pero lo hemos de hacer), si de repente dijeran que hay evidencias irrefutables de que Dios existe, a mí me daría igual. Ese es el meollo de la libertad a la que se refería Sartre. Si de repente Dios está ahí y soy libre, eso no quiere decir nada para mi libertad. Esta sigue intacta. Su Presencia no cambia mi vida. Es más, le escupiría si pudiese, no por haberlo considerado un "mal padre", sino porque no lo quiero ahí. Al escupirle le renegaría, pues es antes mi libertad que cualquier pretendido predicamento que este tratase de imponerme.

   Ahora mismo, mientras escribo, me doy cuenta que esto ya ha sido planteado. En el libro de "Niebla" de Unamuno, el personaje al final se encuentra con el escritor. Quiere entender todo, encontrar el sentido de su vida, de su condición, de su sufrir. El libro está claro. El autor es el que pone la voz al personaje y aunque este hace amagos de decirse libre, Unamuno le dice que él sale de su puño y letra, que no hay tal libertad. Personaje y autor se meten en una refriega de amenazas, en donde el personaje decide suicidarse para probar su libertad, pero Unamuno decide matarlo para demostrarle su poder.

   Pero, ¿mi relación, del hombre, con Dios sería igual? O somos libres o no lo somos, y esta seudolibertad es solo una "treta" de Dios para hacernos creer que tenemos opciones. Si soy libre le escupo, hago todo a la inversa de como Él lo pretenda, y que me dé el infierno si quiere. Pero habré tenido poder sobre Él al no aceptar su reglas, al preferir mi libertad por encima de cualquier mandato. Sea como fuere, en el lenguaje humano entendemos que si un líder aniquila (deporta, encarcela, mata) a sus contrarios, es un déspota, un dictador, ¿habría de ser distinto en Dios?

   Pongamos todo esto en el contexto diario, en una sociedad libre. A una persona no le puedes decir: te dejo ser libre. Uno no puede dar esa concesión a nadie. Toda persona es libre. La actual crisis de las relaciones humanas vienen dadas por esta trama, se da en cada generación cuando el hijo toma su libertad y a de renegar de sus padres. Yo no le puedo decir a mi pareja: "no te pongas esa minifalda", "si sales de fiesta llega a tal hora a casa", "no vayas a ese viaje con tus amigas", etc., al final me va a mandar a la mierda. Es recíproco y no sólo del hombre a la mujer. Las relaciones se han vuelto imposibles porque lo que está en juego es eso mismo que estaría en juego de existir Dios: la libertad. No se "escogen" amigos, eso es una falacia, una conceptualización errada. Al final las personas que quedan a tu lado son aquellas que son tan iguales a ti en sus criterios, que son un tú exterior, en otra versión. O sea, que una pareja dure es porque al final yo no le tengo que decir esto o aquello, sobre tal o cual cosa, porque ella misma tiene ese mismo punto de vista, y a la inversa. Al coincidir no se ponen cadenas a sus libertades, se expresa como es, que coincide con sus mismas expresiones ante el mundo. Puede haber ciertas divergencias, pero pueden ser menores. En ese sentido es como si Dios quisiese que fuésemos criaturas con sus mismos puntos de vista de las cosas, que fuésemos libres, pero que nuestras elecciones coincidiesen con sus mismos criterios. Pero ¿crearía Dios seres que no fuesen más que sus réplicas?, ¿tendría sentido?, ¿sería realmente libertad?, ¿seríamos criaturas o espejos de su narcisismo?

   Pero la libertad, de ser, es en tanto que parte de un individuo que es único. Hay personas similares, personas que llegan a unos mismos criterios, pero finalmente siempre sale a relucir la libertad última. Si Unamuno mata al final a su personaje es que este no era para nada libre, porque el poder de Unamuno estaba por encima de este y lo podía ejercer en cualquier momento. Yo no puedo estar en una relación en donde el otro se cree superior a mí y que me está dando la concesión de creerme igual a él (paternalismo). O soy igual, en donde siempre está en juego la propia libertad en sí, o alguien tiene poder sobre el otro y ya no existe tal libertad. O dicho más llanamente: solo hay libertad entre iguales. O Dios es mi igual o mi libertad no tiene sentido, y si mi libertad tiene sentido, entonces Dios me ha de dar igual, pues no lo he de tener como por encima o que pueda tener poder sobre mí, ni que este haga valer tal poder, que no lo habría de tener para ser realmente iguales.

   En otro ámbito. Muchos jefes tratan de ser tus amigos. Yo nunca he entrado en ese juego. O es mi jefe o es mi amigo, las dos cosas son imposibles. Si él tiene el poder de decirme que haga tal cosa en vez de como yo la hago; si en ese trato hay un dinero por medio, por el cual a ciertas horas establecidas tiene poder sobre mí; si en última instancia me puede despedir y tener esa forma de perturbar mi vida… lo siento, no somos iguales, te has marcado como por encima de mí, por encima de mis libertades y eso no es amistad. Fijarse que las actuales empresas, y en los manuales de liderazgo, viene este tema. En la actualidad nos tratan de engañar con que nosotros contamos, que somos un eslabón de la cadena  y todo eslabón construye esa cadena. Falso. Es tan sólo el mismo juego de la dinámica perversa que existiría de existir Dios. Si Dios quiere que elijamos sus dictámenes y ya nos somos sus hijos si nos salimos de ellos, es que en realidad quiere libertades disminuidas, esclavos de sus ideas y convicciones, simples réplicas suyas, pero sin poder. Si yo hago, por subterfugios y largas conversiones de días y días y años, que al final mi pareja haga algo que le digo yo, a eso lo llamamos manipulación. ¿En Dios o en una empresa o en el sistema sería distinto?

   Creo que está claro lo que quiero decir y no necesito redundar más sobre el tema. No tendría sentido que el mundo tuviese sentido. O sea, que todo fuera un porqué y un para qué. Que fuese el "diseño" y el plan de un Dios. Si soy libre, para mí no vale como sentido, porque la libertad es antes que cualquier sentido (¡cuidado!, la libertad en sí misma no es un sentido, no seamos unos incautos). Es una inversión conceptual. El humano es el único animal para el que el sentido biológico no es su sentido. La libertad es así de puñetera. La libertad es la obligación de crear un sentido al mundo, no un sentido social, que al final te restaría libertad, como así creyó o quiso creer Sartre. La libertad es libertad porque carece de sentido. No es que la realidad o la existencia carezca de sentido, como nos decía Sartre en "la náusea", es que la libertad es esa capacidad por la cual todo tiene que estar incausado, pues es esa su esencia, su trampa, su maldita condición. Para que la libertad tenga sentido nada ha de forzarla, nada la ha de encadenar, ni siquiera a sí misma como sentido. Se ve a sí misma como carente de sentido y esa es su condena, su fatalidad.

   En medio de todo esto, en su meollo, está la palabra. El multisigno. Un animal (los naturales, en los domesticados se ha alterado esa condición) vive bajo las reglas de sobrevivir y reproducirse. Cada cosa tiene una limitación conceptual: una abeja lo es porque una flor, el polen, el panal y su estructura jerárquica es solo eso y nada más. En el humano las cosas ya no están tan claras. Nada es realmente significativo. Nada significa nada. La imagen añadida a la cabecera representa eso. El árbol parece crear un interrogación, significar algo, pero es puro azar. El humano, el cerebro, le da una nueva dimensión que no está ahí, le da un sentido, porque es ese el el signo de las neuronas humanas. Al poner la palabra entre el objeto y los determinantes del cerebro (de la evolución) mi cerebro individual "elige" las palabras y los sentidos de esas palabras y signos.(1) O sea, me da el tendero una sandía y yo decido tratar de botarla en el suelo, como si fuese una pelota; tengo una falda y decido cortarla a minifalda y a jirones y me la pongo en el torso. ¿Qué límites tienen los signos? El arte, algo muy humano, dicen que el corazón de lo humano, lo es porque no tiene límites. Pero una vez que este rompe todas sus cadenas, ¿sigue siendo arte o es implemente la libertad de cualquier individuo no constreñido a los límites de los signos? Hay dos caminos en lo humano, la aceptación de las cadenas o la libertad donde un signo o palabra no están nada limitadas. El artista actual ya no quiere al Dios público, al Dios dinero, o el Dios que son los críticos (o no lo debería de hacer), quiere su absoluta libertad de manipular el medio, los signos, para que todo sea arte. Arte así es el sentido único que cada persona da al mundo y a los signos. Arte, libertad e individualidad son unidad y un todo… Luego cada humano se erige a sí mismo en un Dios al poner su propia libertad como su medio y su fin. Es como una conclusión lógica del propio entramado que implica el comprender realmente la libertad. Una vez que te "enfrentas" a sus entresijos, sólo quedan dos caminos: o aceptar su "condena", el estamos condenados a ser libres de Sartre, o aceptar renegar de algo de libertad. O dicho de otra forma: en un momento dado la libertad ha de "elegir" no ser tan libre, autodestruyéndose o traicionándose. Sartre eligió el compromiso, puso su libertad en juego. Bajo mi punto de vista se traicionó, o traicionó a sus propias conclusiones. Se puede llegar a la conclusión de que Sartre es el último intelectual realmente comprometido, después de él, estos parecen haber llegado a la conclusión de que no tienen que hablar al público (sermonear), que se tienen que callar. Los intelectuales que le "hicieron callar", entre ellos Foucault, sólo lo fueron desde la pluma. La siguiente generación ya ni siquiera eso.

   Se puede ver la historia humana como un camino hacia esa conclusión, hacia ese aparentemente fatídico "destino". El macho alfa era el libre y el resto obedecían. "Elegían" poner su libertad en manos de otro. La mujer dio un cambio a este sistema cuando cada macho "tenía" una hembra, escapando así, a su vez, del dominio de un sólo macho. Pero el sistema no cambió, se mantuvieron las jerarquías. Como el criterio o libertad del líder era falible, ese poder recayó en algo externo como un Dios. En un primer momento Dios y líder eran uno. Cuando este sistema cayó pusieron a los dioses fuera de lo humano, en el cielo en el cristianismo, como "jefes" supremos, a los que igualmente había que obedecer. Los mandatarios en la tierra eran sus portavoces. Con las revoluciones cayó tanto la capacidad de esos portavoces, como los propios dioses. Llegamos a las democracias laicas. El posmodernismo se puede reducir a la caída de la legitimidad de que alguien mande sobre alguien, que haya que tener "respeto" a un algo superior, ya sea un presidente o un gobierno. La libertad en su concepción de derechos se planta como un primer paso de la libertad individual incontestable. Las minorías reivindican sus individualidades, el respeto por sus elecciones, por sus qualias. Esa minorías se fraccionan en más minorías, más detallistas a ciertas particularidades. El fin de este camino es la reivindicación de que cada individuo es único y su libertad es la única que cuenta. La historia humana es la tensión del juego evolutivo que vanamente tira hacia dos lados contradictorios: lo individual y lo social. La evolución en lo social crea constructos en el cerebro para seguir al líder, creer en el destino y creer en dioses, porque son las únicas formas de aglutinar todas esas individuales, de sujetarlas, creando una urdimbre en lo humano con ellas.

   El mundo se fracciona en individualidades, ese es nuestro nuevo signo. Fijarse que yo estoy reivindicando una rotura total sin ser demasiado consciente en algunos de los escritos, (mientras otros parecen tirar hacia el sentido contrario). Al indagar en las qualias, no hay casi signos que nos unan. Las multinacionales (cual extrañas nuevas religiones) y el Estado, buscan la uniformidad, Pan las acepta para igualarse a ciertas tribus, para mantener el statu quo, las jerarquías, como siempre han hecho. Las ideologías son esas pócimas invisibles, que tienen como propósito el unir a todos en un orden, bajo unas reglas: Pan es su ingrediente principal, condimento que tiene las propiedades y las reglas de encajar, de seguir al líder y la conformidad. Pero hay tantas multinacionales, y son tantas las posibles elecciones individuales, que de ninguna forma puede crease una cohesión. O sea son como los últimos intentos vanos de "encarrilarnos", cuando en realidad lo único que se está consiguiendo es que cada vez las personas sean más conscientes de que son irreductibles, que son únicas.
   
   En fin, que con la frase que "me" ha escupido el cerebro esta mañana de: "qué sentido tendría que la vida tuviese sentido", nos hemos de atener a que ni Dios ni nada puede poner un sentido último para el humano. Si Dios se nos apareciese y hablase con cada uno de nosotros, yo le diría que sus causas y sus fines no tiene que ver nada conmigo, que no tienen sentido para mí. No quiero ser una abeja en un gran panal, soy en tanto que mi ADN y mis experiencias me hacen único, y en tanto que mi libertad lo es al tener cada uno de los signos entrelazados de una forma muy concreta en mi cerebro. El universo humano es multisigno y yo soy una forma única de interpretar (unir) esa dimensión infinita. Nadie compartirá conmigo la forma de sentir el azul, de sentir mis dedos penetrando en la densa pechuga del pollo para llevarme ese trozo a la boca, de sentir esa primera gota de lluvia fría que anuncia el otoño, de mirar a la montaña y quererme postrarme ante ella porque la siento como un dios… (la poética de la película "Amelie" con los "le gusta" y los "no le gusta"). La libertad es el único existente, que "dicta" su fatídico "destino" de ser en tanto que no es sentido. En tanto que cada humano ha de buscar el suyo propio, no el de otro, no el de esta o aquella religión, no el de este o tal otro partido o ideología. Cada humano es su propio sentido. A mí a veces me ha tentado el acercarme a los anarquistas, pues tienen bastante en común a mis ideas, pero ¿aceptaría toda y cada una de sus directrices?, no creo. No en la medida que no coincidiesen con las mías propias. Solo yo soy el juez y el sentenciado de mis propios juicios, ninguna regla que no sea yo la voy a aceptar como propia. El hombre es la medida del universo, sí, pero solo de forma individualizada. Si me readapto a cualquier cosa me traiciono. No es estupidez. Siempre se ha apelado a lo estúpido cuando alguien sigue su propio dictamen, sí bajo la razón, pero no en cuanto a sus qualias. Cuando "sermoneo" o caigo en moralinas al final siento disonancias cognitivas, como que me traiciono.(2) "Por fiel que uno quiera ser, nunca deja de traicionar la singularidad del otro a quien se dirige", decía Derrida. Ya no soporto la mayoría de las series americanas, por cuanto son sermones que los visten de comedias. Me gusta el tipo de valores de la serie "Vikings", pues ese valor primero es la libertad y su respeto, Ragnar Lodbrok (líder vikingo) respeta incluso a los que le odian y le quieren matar (¿acaso no tuvo esta misma actitud Dios con con lucifer?, no lo aniquiló, le dejó ser y hacer). Si alguien es lo bastante cabezón como para morir por una de sus cabezonerías, ¿quién es nadie para decirle nada? Sin Dios, sin sentido último, cada cual es su propio sentido, su propio Dios, su propio "validador". Los psiquiatras son los últimos y más nuevos moralizadores. Hoy en día hay que confesar que tienes un trastorno de personalidad, como en su momento se confesaba en público tus pecados, y en público tenías que renegar de tu homosexualidad. Bajo mi punto de vista todo trastorno es una adaptación de un cerebro al medio en el que estamos. La enfermedad es el medio: el cerebro se adapta. No tiene sentido tratar de "curar" esas adaptaciones si no se cambia el medio. Si esa persona se siente bien consigo misma déjalo estar, pues en definitiva… ¿se siente mal por su adaptación o porque ese trastorno está rechazado en lo social?, como hace siglos lo fueron los pecados y más tarde la homosexualidad.

   No hay cura para el humano. Cuanto más dispar sea el signo más individualidades incomunicadas habrá. En la antigüedad los bailes rituales, en la noche, se hacían porque de esa forma los corazones se sincronizaban. De igual forma sus mentes. Los grandes eventos de la actualidad, incluso el ir al cine, hacen lo mismo (sincronización de onda cerebral). Pero hoy en día cada vez hay más distancia de unos a otros. El cine decae, frente al cine en casa, a las experiencias en soledad. Por la palabra haces que el otro se sincronice contigo, pero hoy todos los mensaje son a distancia (email, WhatsApp, tuits…) que no logran esa sincronía, pues se leen horas más tarde, días más tarde.

   Se puede pensar que fuera de toda regla, si lo que impera es la libertad, que entonces se llega a la anarquía, al caos. No tiene porqués ser así. Cada uno siguiendo sus propios dictámenes no tiene porqué asesinar. Si se respeta la libertad propia como lo más "sagrado", tratarás por todo los medios de no repercutir y "tocar" la de los demás. Eso que está bien, por ese lado, puede ser negativo si llegas a un punto en el cual ya no quieres entrar en la "curva" del otro. No mirarle, no tocarle, no hablarle. Todo puede llegar a parecer una violación. Si se llega a esa conclusión, llegamos a la total desintegración de lo humano, de la urdimbre que debimos ser, y de la que escapamos inconscientemente en cuanto decidimos meter una grano de trigo bajo la tierra. En cuanto "decidimos" pasar de cazadores-recolectores a lo que somos hoy. Ese fue ¿nuestro progreso o nuestra maldición?



(1) Y si un primer “pensador”, en los inicios del lenguaje, en realidad hubiera dicho: “la palabra es Dios”, en el sentido del poder que tienen estas, pues son las que nos han dado la libertad tal cual la entendemos, y más tarde otra cultura hiciera una mala tradición y la dejase en “Dios es palabra”, y de ahí a lo de “al principio fue el verbo” (ocurre igualmente en las traducciones entre el inglés y el castellano). Es la palabra la que “crea” el orden en el caos al dar sentido, causas y fines a todo. Un orden, que fuera de lo científico de aquellos inicios, era mágico y creador, tal como lo ha de ser un Dios; la palabra determinó (ordenó implícitamente) que pusiéramos nombres a todos los animales, plantas y demás cosas del mundo, tal como dice la biblia. “No todos pueden aceptar esta palabra —dijo Jesús—. Solo aquellos que reciben la ayuda de Dios “, ¿de la palabra?, alguien que les inicie en las palabras. En los inicios al cábala estudiaban las palabras (su origen, su significado), secuela que siempre ha permanecido de una manera u otra en religiones y órdenes místicas, o no tan místicas. La hermenéutica (literaria, filosófica, religiosa) sigue el mismo signo. Lo importante no soy yo en los escritos, por ejemplo, sino los significados finales. Toda palabra, toda frase, todo escrito “esconde”, guarda, un significado que puede que no sea el más evidente. El lenguaje es metaforizante, hay que captar en él lo que el mentalés de esa persona quería decir (¿intención, alma?, alma es igualmente sinónimo de lo nuclear, de la esencia). Aquello que quizás ni yo soy consciente de trasmitir en todo el conjunto. Recordar que yo dije que alma es metáfora, la captación de los significados finales y sus causas. “Lo relevante en la mentira no es nunca su contenido, sino la finalidad del mentiroso”, decía el deconstructor de Heidegger, Jacques Derrida. Hay una tradición de pensadores que dicen que ellos no hablan las palabras, sino que estas hablan a través de ellos. “No somos nosotros los que hablamos, sino que el habla (sprache) nos habla”, decía el hermenéutico Heidegger; Gadamer a su vez dijo: “El Ser que puede ser comprendido es lenguaje”; en otra autora, la de “La voz humana”, Anne Karpf, nos dice: “Hablo por mi boca, pero en algún sentido, lo que en realidad pasa es que mi cultura habla a través de mí.” Sartre repudiaba a las palabras, pues eran de otros… “estas habían sido mil veces masticadas y pasadas por otras bocas”, y no le pertenecían. En última instancia, como apuntaba Derrida, si lo importante es la intención, el alma del otro, entonces la palabra es la que la oculta y la que la vuelve visible. Una mentira igualmente la devela, solo que hay que buscar la causa de la mentira, su alma (núcleo, esencia). Si la palabra falsea, Dios no es la palabra, sino su alma. Dios es la intención o esencia de cada uno expresándose, haciéndose Ser, en el mundo.
(2) Cuando yo "arengo" sobre ciertas cosas, lo hago no por ir contra esta o aquella otra libertad o persona. Lo hago en la medida que esta ha abrazado una ideología, una moda y ha dejado de prestar atención a su libertad primera. La mujer es menos mujer si es feminista que si sigue sus propios instintos y su propia libertad. Aquella primera mujer que no quiso "pertenecer" al macho alfa y se unió a un supuesto "perdedor" porque era el que le amaba y la respetaba como una igual. ¿De repente hay que dejarse vello en el sobaco y teñirlo de verde?, como hace cierta facción feminista. Hazlo si tu individualidad te lo "dice", pero no por estar en cierta ideología. Yo no soy comunista, pero me gustaría la igualdad humana. No puedo imponer a un rico que no quiera ser rico, pero me gustaría que toda la humanidad abrazase esa idea. Imposibles porque somos unas cuantas apuestas evolutivas que se han vuelto multi-apuestas por el tipo de sociedad que hemos creado.

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